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AYUDA A CRISTO EN LOS QUE SUFREN

In document Mas alla del sufrimiento (página 61-63)

La Madre Teresa de Calcuta entregó su vida al cuidado de los más pobres de entre los pobres. A lo largo de su vida, atendió a millares de enfermos, moribundos, leprosos y a pobres de toda clase y condición. Para ella todos los que sufren son, especialmente, el Cristo sufriente en la tierra. Ella decía: “Los pobres son el cuerpo de Cristo que sufre. Son

Cristo mismo”.

Por eso, les enseñaba a sus hermanas a atenderlos como atenderían al mismo Cristo en persona. Los que sufrían eran como parte de su propia familia. Decía:

“Mi familia son aquellos a quienes nadie se acerca, porque son contagiosos y están llenos de microbios y suciedad. Aquellos que no van a rezar, porque no pueden ir desnudos. Aquellos que no comen, porque no les quedan fuerzas para hacerlo. Los que se caen desplomados por las aceras, sabiendo que están para morir y a cuyo lado pasan los vivos sin volver la mirada atrás. Los que no lloran, porque se les han agotado ya las lágrimas de tanto sufrir”.

Y enseñaba a sus moribundos a ver a Dios hasta en la muerte que se acercaba. Les decía: “La muerte no es sino el medio más fácil y más rápido de volver a Dios. ¡Si

tuviéramos fe, si pudiéramos comprender que venimos de Dios y debemos volver a Él! Morir es volver a Dios, es volver a casa”.10

La Madre Teresa ayudaba a los pobres y les ayudaba a bien morir. ¿No puedes tú también hacer algo por tantos pobres que sufren? Hay muchos pequeños detalles que

puedes hacer por los demás y así dar un nuevo sentido de amor a tu vida. Veamos algunos ejemplos de algunos colaboradores de la Madre Teresa:

“Adjunto un pequeño cheque. Había decidido comprarme un abrigo para este invierno. Lo he pensado mejor: el que tengo puede durar todavía uno o dos años. El cheque corresponde al importe del abrigo, que por ahora no me compro”.

“Soy una telefonista y remito un giro postal. Es el importe de mis cenas de un mes. He renunciado a la cena en la pensión, donde me hospedo. Pienso que una persona que, como yo, gracias a Dios, goza de muy buena salud, puede renunciar tranquilamente a la cena en beneficio de quienes pasan hambre. Seguiré mandando la misma cantidad todos los meses”.

“Somos una pareja de novios. Nos casaremos dentro de un mes. Hemos propuesto a nuestra familia y amigos que, en lugar de hacernos algún regalo, ya que queremos hacer una boda íntima y sin despilfarros, nos den en dinero lo equivalente a sus regalos para ofrecérselo a los pobres de la Madre Teresa”.

“Nosotros somos una familia normal y podemos comer tres veces al día. Por eso, les he propuesto a mis dos hijos de 5 y 8 años de compartir nuestro pan con los más pobres. Mi hijo de ocho años tuvo una idea: renunciar tres veces por semana al postre para darle el importe a los pobres de la Madre Teresa”.

La señora Josepha Gosselke de Alemania cuenta el caso de una colaboradora alemana de la Madre Teresa, que, cuando vio cercana su muerte pidió a sus familiares que no hubiese flores ni coronas ni gastos supérfluos en su funeral y que, todo lo ahorrado, se lo diesen a la Madre Teresa. Lo recaudado fue de 833 marcos alemanes.

Y así podríamos seguir hablando de gestos de amor de muchos niños y adultos en favor de los más pobres, que deben sufrir, porque, no solamente no tienen lo suficiente para comer, sino que no tienen ni siquiera para curarse sus enfermedades, pues no tienen dinero para comprar sus medicinas. Y esos pequeños gestos de amor pueden revolucionar nuestra vida y darle un nuevo sentido de amor. De la misma manera, los que sufren, por diferentes enfermedades o miserias de la vida, también pueden ofrecer sus sufrimientos como gestos de amor a favor de los que no aman y no creen y viven sin sentido y sin amor en su corazón.

La Madre Teresa con toda su experiencia en el cuidado de enfermos y moribundos decía: “El dolor es un don de Dios, es el don más bello que una persona puede recibir.

Descubrir el dolor como un regalo de Dios, viene a ser la más alta sabiduría a que el hombre puede aspirar. Encontrar a Dios en la cruz, la alegría en el dolor y la serenidad en las pruebas, nos convierte en corredentores de nuestros hermanos, identificándonos con el que por nosotros murió en la cruz.

Aceptad el dolor como un regalo de Jesús, soportadlo por amor a Jesús. El dolor es el beso de Jesús y nos asemeja a Él”.

Por eso solía decir frecuentemente: “Hay que amar hasta que duela. Hay que amar

hasta servir por amor. Porque el amor en acción se hace servicio a los demás”.

Dile tú ahora a Jesús:

Señor, cuanto tenga hambre, dame alguien que tenga necesidad de alimento. Cuando tenga frío, mándame alguien

para que lo caliente.

Cuando tenga desaliento, mándame alguien a quien tenga que dar ánimos.

Cuando tenga necesidad de comprensión, mándame alguien que necesite la mía.

Hazme digno de servir a todos.

Y haz que todos encuentren en mí un ángel que los conforte y los consuele. Amén.

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

Cuando está enfermo alguno de nuestros familiares, debemos poner de nuestra parte todo lo posible para conseguir su salud. Si el plan de Dios es la salud, acudamos a los médicos y medicinas de acuerdo a nuestras posibilidades, y pongamos también en juego todas las fuerzas espirituales posibles. Si la voluntad de Dios es que, a pesar de todos nuestros esfuerzos humanos y espirituales, siga enfermo, e, incluso, llegue a fallecer, aceptemos con amor la decisión de Dios, nuestro Padre.

En primer lugar, pidamos oración a todos los que podamos. Formemos una gran cadena de oración por el enfermo. Jesús dijo claramente: Pedid y recibiréis. Muchos enfermos se sanan, si se ora por ellos.

Veamos un caso real:

“El día de su quinto cumpleaños, Federico, el último de nuestros hijos se vio afectado por una enfermedad gravísima. El diagnóstico no dejaba lugar a dudas: septicemia meningocócica. A los pocos días, los médicos nos hicieron entender que su estado era terminal. Nos pusimos a rezar y pedimos oración a toda la comunidad del movimiento de los focolares. Se inició una gran cadena de oraciones: con fe, rezando unidos, se puede obtener todo. En pocas horas, con gran sorpresa del médico de guardia, la situación cambió. A la mañana siguiente, estaba fuera de peligro, y la jefa de sala nos dijo que le diésemos las gracias a “Alguien”, porque había sido un milagro”11.

Aparte de la cadena de oración, acudamos a nuestros antepasados difuntos, que estén ya en el cielo o en el purgatorio. Ellos, con su intercesión, también pueden hacer mucha fuerza. Ellos son parte de nuestra familia y están interesados en nuestra felicidad. Pero también hay algo muy importante, que no debemos olvidar: acudir a todos los ángeles de nuestra gran familia humana, a los ángeles de todos nuestros antepasados, presentes y futuros. Los ángeles también son miembros de nuestra familia y, por eso, también cuidan de nosotros y se preocupan de nuestra santificación y bienestar.

Si así lo haces, verás maravillas en tu vida y en la de tus familiares. Y Jesús te sonreirá desde tu corazón y te concederá innumerables bendiciones, más de las que puedas pedir o imaginar.

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