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2 El concepto objetivo

In document Capital" de Marx sin haber leído antes (página 61-65)

Ahora bien, bajo la forma de concepto subjetivo, en tanto necesita de un término medio, de un particular, el pensamiento individual (el sujeto M) muestra su existencia, pero no es una existencia real y verdadera sino abstracta, porque no tiene en sí mismo a su concepto; se determina, pero no es una autodeterminación en tanto no participa de lo universal por sí mismo. Para acreditar que pertenece a lo universal o que lo contiene, el pensamiento, en tanto concepto subjetivo, necesita de otro, de un intermediario (el sujeto M' bajo la forma de predicado tal como lo muestra el silogismo de existencia en el juicio de término medio), necesita estar en oposición a otro y reflejarse en él; depende de él como un ser inmediato exterior, ajeno o "extrínseco" a su propia individualidad, sin el cual no puede acreditar que pertenece a o participa de lo

universal. En este momento de su desarrollo, encerrado en el concepto subjetivo, en tanto no tiene capacidad para determinarse o expresar su condición de universal por sí mismo y a través de sí mismo, el pensamiento no es aun autosuficiente sino sólo conciencia, en tanto que esta categoría filosófica - según la entiende Hegel- limita la actividad del intelecto a un algo exterior a él y no a sí mismo. Para llegar a ser

autoconsciente, el intelecto necesita salir de esa subjetividad y objetivarse, tomarse a sí mismo por objeto para determinarse por sí mismo. Así nos hace pasar Hegel a la dialéctica del

concepto objetivo:

<<El concepto, como negatividad absolutamente idéntica consigo misma (el pensamiento que toma a sí mismo por objeto, se niega a sí mismo y se autodesarrolla ), es el que se determina a

sí mismo; y se observó que él, por cuanto en la individualidad se resuelve en juicio, se pone ya como existente. Esta realidad todavía abstracta se completa en la objetividad>> (G.W.F. Hegel:

"Ciencia de la lógica" Libro III Sección

segunda: La objetividad. Lo entre paréntesis es nuestro)

Este progreso hacia la autodeterminación del pensamiento como universal bajo la forma del concepto objetivo, se insinúa ya en el juicio apodíctico: "La casa construida de este modo es buena". Aquí, la condición de pertenencia del sujeto a lo universal - lo que tiene que ser- no está contenida en otro, en el predicado, sino en la acción misma del sujeto. Bajo esta forma del juicio, la subjetividad del concepto desaparece y el pensamiento se determina a sí mismo como algo objetivo, porque sujeto y predicado tienen el mismo contenido, en ambos extremos está presente lo universal:

<<Este juicio es ahora

verdaderamente objetivo; o sea, es la

verdad del juicio en general. Sujeto y

predicado se corresponden y tienen el mismo contenido; y este contenido es, él mismo, la concreta universalidad puesta; es decir, contiene los dos momentos, lo universal objetivo o el

genero, y lo individualizado>> (Op. Cit. Libro III Primera sección Cap. II: El juicio)

Vayamos ahora al apartado 3 del primer capítulo de “El Capital”, donde Marx analiza la forma de valor. Vemos que allí reproduce el silogismo I-P-U, donde el juicio individual I del silogismo de existencia corresponde en el texto de Marx a la forma singular o individual (A) del valor; el juicio P a la forma particular (B) y el juicio U a la forma general o universal (C).

El análisis de la forma simple o singular del valor corresponde a la relación:

x cantidad de mercancía A = y cantidadde mercancía B

Corresponde a la etapa avanzada de la economía de subsistencia, donde los intercambios eran tan circunstanciales, azarosos y esporádicos como los momentos en que la producción excedía al consumo en distintas comunidades.

El análisis de la forma particular o desplegada del valor corresponde a la etapa en que, según avanza el desarrollo de las fuerzas productivas, los excedentes se cada vez más regulares hasta alcanzar la medida en que las relaciones mercantiles llegan a predominar sobre las economías de subsistencia. Aquí aparecen una multiplicidad de equivalentes, casi tantos como mercancías que se intercambian. Es lo que Marx denominó “forma total o desplegada del valor:

z cantidad de mercancía A = u cantidad de mercancíaB, o = v cantidad de mercancía

C, o = w cantidad de mercancíaD, o = x

cantidad de mercancía E, o =...,

donde:

<<Por primera vez este mismo valor se manifiesta auténticamente como una

gelatina de trabajo humano indiferenciado.

El trabajo que lo constituye, en efecto, se ve presentado, ahora, expresamente

como trabajo equivalente a cualquier otro trabajo humano, sea cual fuere la forma natural que éste posea, ya se objetive en la mercancía A, B, C, D, o E, etc. Mediante su forma de valor, ahora la

mercancía A ya no se halla en relación

social con una clase singular de

mercancías, sino con el mundo de las mercancías (con el universo de

mercancías). (...) Al propio tiempo, en la

serie infinita de sus expresiones, está implícito que el valor de las mercancías sea indiferente con respecto a la forma

particular del valor de uso en que se manifiesta.>> (K. Marx: “ El Capital” Libro I

Cap. I).

Si esto es así, si el objeto A llega a tener tantas expresiones materiales de su esencia social como seres inmediatos del trabajo hay en el mercado, eso quiere decir, a la inversa, que en su ser inmediato está representada la esencia

social de la multiplicidad de productos que integran el universo mercantil. Así, de la forma relativa general de valor en que la mercancía

A relativiza su valor en el valor de uso del resto que constituye universo mercantil, se pasa a la

forma general de equivalente, donde el valor de uso o materialidad de la mercancía A pasa a representar la esencia social o valor de las demás mercancías, de modo que ahora la relación anterior invierte su sentido:

u cantidad de mercancíaB

v cantidad de mercancíaC

w cantidad de mercancíaD

x cantidad de mercancía E

Que la indiferencia del valor de la mercancía A con respecto al valor de uso en general, esto es, que el valor en general no alcance todavía la categoría de universal, que no llegue a expresarse más que implícitamente por sí mismo, ello se explica porque la sociedad no ha procedido aun a optar por la forma adecuada de equivalente general, a seleccionar la mercancía en cuyo valor de uso las demás deleguen lo más adecuadamente la representación de su propio valor.

La forma de “equivalente general que acabamos de describir, es una forma de valor en general, que puede ser adoptada alternativamente por cualquier mercancía. Y esto sólo ocurre cuando todas las demás mercancías separan alternativamente a una u otra de entre ellas para conferirle esa función de equivalente general. Esa alternancia en la representación general del valor por parte de una u otra mercancía particular fue variando en el tiempo según la dialéctica entre el arraigo de la costumbre y la propia experiencia, en un proceso de selección natural que tuvo como resultado la separación y adopción de la más adecuada a la función de equivalente general. A partir de cierto momento, el ser inmediato de la mercancía seleccionada, su valor de uso, pasará a ser símbolo de valor y el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla se consolidará como patrón de medida de todos los demás valores:

<<Y tan sólo a partir del instante en

que esa separación se circunscribe

definitivamente a una clase específica de mercancías, la forma relativa unitaria de valor propia del mundo de las mercancías, adquiere consistencia

objetiva y vigencia social general.

La clase específica de mercancías con cuya forma natural se fusiona

socialmente la forma de equivalente,

deviene mercancía dineraria o funciona

como dinero. Llega a ser su función social específica, y por lo tanto su monopolio social, desempeñar dentro del mundo de las mercancías el papel de equivalente

general (...) Históricamente, ese sitial privilegiado lo conquistó una mercancía determinada (...) el oro>> (Ibíd)

Esta mercancía-dinero es, a la economía política, lo que el concepto objetivo

es a la lógica hegeliana: la más completa resolución del juicio apodíctico, donde se demuestra históricamente y no precisamente por obra del pensamiento puro, que ese “modo de construir la casa”, de seleccionar al oro como equivalente general por excelencia, ha sido el mejor, el más adecuado a los fines de ejercer con la mayor libertad social posible, la necesaria función económica de mediar los actos de intercambio. En efecto, el oro es un metal incorruptible que se puede fraccionar a voluntad en proporciones divisibles y calidad uniforme, cuyos máximos tiempos de trabajo necesarios para producirlo, permiten que un relativo menor peso y volumen de su materia contenga los más altos valores económicos.

Volvamos ahora por un momento al principio. Habíamos visto que, según Hegel, el pensamiento humano tuvo sus orígenes más remotos en ser el inmediato, en el ser de la pura sensibilidad, que a su vez había surgido de la tensión dialéctica al interior de la identidad entre el puro ser y la pura indeterminación, esto es, la nada. Luego vimos cómo la actividad humana generó la esencia adoptando la forma del ponerse o poner la esencia en cada uno de los seres de la existencia en tránsito de conferirles

realidad efectiva, empezando por “parecer” en ellos, hasta por último “aparecer” o revelarse ocultándose en el “fenómeno” de la “relación esencial”. Bajo esta relación, bajo esta forma, en la “apariencia” del fenómeno, el pensamiento consiguió determinar la esencia en la existencia, pero todavía no de modo absoluto, esto es por sí mismo, sino relativizando su acción en otro que no es él propiamente. Hasta aquí, Hegel nos condujo a través de lo que bien puede interpretarse como la historia del pensamiento enajenado.

Fue en el capítulo del el concepto objetivo donde Hegel anunció que el pensamiento se revela por primera vez ahí como acción creadora absolutamente libre e incondicionada. En su tercer manuscrito de 1844, Marx demostró, por el contrario, que siendo el pensamiento hegeliano la fenomenología más lograda de la sociedad capitalista, en el concepto objetivo el sujeto humano se revela como acción creadora al mismo tiempo absolutamente enajenada. En efecto, tal como ocurre en cada forma simple de valor, donde el trabajo humano cambia el ser tangible de su creación por otro distinto, del mismo modo, el pensamiento tiene por condición ineludible de sus múltiples determinaciones individuales el cambiar una cualidad por otra, la significación esencial de su ser originario tangible por otro. En el concepto, en tanto determinación universal de todo lo individual, el pensamiento lógico hegeliano es la total inversión de las cualidades y virtudes de este mundo. De hecho, con dinero cualquiera puede pasar por ser lo que sin él jamás podría:

<<Como el dinero, en cuanto concepto existente y activo del valor, confunde y cambia todas las cosas, es la confusión y el trueque universal de todo, es decir, el mundo invertido, la confusión y el trueque de todas las cualidades naturales y humanas.

Aunque sea cobarde, es valiente quien puede comprar la valentía. Como el dinero no se cambia por una cualidad determinada, ni por una cosa o una fuerza esencial humana determinadas,

sino por la totalidad del mundo objetivo natural y humano, desde el punto de vista de su poseedor puede cambiar cualquier propiedad por cualquier otra propiedad y cualquier otro objeto, incluso los contradictorios. (...)

Si suponemos al ser humano como tal y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un ser humano artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro ser humano, hay que ser alguien que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el ser humano —y con la naturaleza— ha de ser una exteriorización determinada de la vida

individualrealque se corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una

exteriorización vital como ser amante no

te conviertes en ser amado, tu amor es impotente, una desgracia.(K. Marx:

“Tercer Manuscrito de 1844” Dinero)

El dinero es la representación universal de los valores económicos, cuyo sustrato material es el universo de cualidades contenido en la riqueza y su forma elemental: el valor de uso de la mercancía. Pero la esencia subjetiva de la riqueza, su razón de ser, es el trabajo humano. Y el caso es que en la sociedad mercantil, el trabajo social es trabajo enajenado. En efecto, en la sociedad mercantil no pudo haber valor y, consecuentemente, tampoco riqueza ni dinero, sin “forma de valor”. Y la esencia de toda forma de valor es el trabajo enajenado en el intercambio.

Ahora bien, en la sociedad capitalista, la forma de valor por excelencia es el contrato laboral, donde el trabajador enajena su propia sustancia creadora de valor a cambio de un salario. Pero, según Hegel, el concepto es la universal concreción del pensamiento libre e

incondicionado. Por lo tanto, si es cierto - como decía Marx- que la “Lógica” de Hegel es “el dinero del espíritu”, toda su filosofía no es más que una fenomenología del capitalismo: el reflejo invertido en y por el pensamiento

abstracto y especulativo, del trabajo realmente enajenado al interior del modo de producción capitalista.

In document Capital" de Marx sin haber leído antes (página 61-65)