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La posibilidad de mal y la esperanza del bien

II. LA LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO

7. LA LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO: ¿EL RIESGO DE UNA

7.3. La posibilidad de mal y la esperanza del bien

Hemos dicho en el apartado anterior que: (a) el sí mismo que reconoce y es reconocido es mediación entre finito e infinito; (b) esa mediación, siempre incompleta, acaece en el corazón del hombre en una dialéctica entre dicha y placer, entre aspiración al Sentido pleno de humanidad y realización parcial de ese sentido; y (c) es propio del

thymós estar amenazado por el deseo del deseo que no sabe parar. Ahora bien, si seguimos el argumento de Finitude et culpabilité nos encontramos con que en esta amenaza radica la posibilidad de mal.

Antes de seguir, advirtamos: posibilidad no es realidad; nada indica que per se el hombre haya malogrado de una vez y para siempre la mediación entre finitud e infinitud55, aun a pesar de que por doquier veamos señales desesperanzadoras. Sentimos desesperanza precisamente porque hemos visto y oído a lo largo de la historia que el

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FC, 180. Cursiva ajena al texto.

53

«Le mal : un défi à la philosophie et à la théologie», en L3, 224.

54

Ibíd., 225.

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Entre disimetría y reciprocidad. El reconocimiento mutuo según Paul Ricœur

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reconocimiento, aunque incompleto y frágil, es posible, que las luchas producen sus frutos y que la no-violencia deja su huella en la historia. También la advertimos gracias a que la contrastamos, mediante la imaginación –«modo indispensable en la investigación de lo posible»56–, con formas de «vida humana que realizaría todas sus posibilidades fundamentales sin distancia alguna entre su destino originario y su manifestación histórica»57. De ahí que podamos declarar con Ricœur, testificando un modo de ser de nuestro carácter mixto:

La admiración es posible porque el mundo es una analogía de la Trascendencia; la esperanza es necesaria porque el mundo es totalmente diferente de la Trascendencia. La admiración canta de día, va a la maravilla visible, la esperanza transciende en la noche. La admiración dice: el mundo es bueno, es la patria posible de la libertad; puedo consentir. La esperanza dice: el mundo no es la patria definitiva de la libertad; consiento lo más posible, pero espero ser liberado de lo terrible y, al final de los tiempos, gozar de un nuevo cuerpo y de una nueva naturaleza acordes con la libertad58.

Una filosofía que tomara como punto de partida el carácter irreparable del mal estaría a las puertas de la declaración de bancarrota de la posibilidad del reconocimiento aun en los escasos calveros que efectivamente hallamos en el mundo59.

Lejos estaría Ricœur de afirmar que únicamente en la lucha se inscribe la posibilidad de mal y que la salvación está del lado de los estados de paz. Si el mal es posibilidad que marca la condición humana, lo es también de ambos registros, ya como mal cometido, ya como mal sufrido. Las luchas por el reconocimiento pueden ser leídas como «revuelta sentida contra lo injustificable» y como el esfuerzo individual y colectivo de hallar quién responda por el mal cometido, es decir, quién responda ante la víctima del mal, así como a instaurar de nuevo la justicia60. De igual modo, el don y el

56 Ibíd., 198. 57 Ibíd., 197. 58 VI, 599. 59

«No hay razón de actuar si el mal deviene destino de toda acción aparentemente buena» (MONGIN, Paul

Ricœur, 211).

60

«Le mal : un défi à la philosophie et à la théologie», en L3, 212-213.

Ver: María L. PORTOCARRERO, «Faillibilité, mal et témoignage chez Paul Ricoeur», en Répliquer au mal.

Symbole et justice dans l’œuvre de Paul Ricœur, eds. Jérôme Porée y Gilbert Vincent (Rennes: Presses universitaires de Rennes, 2006), 69. De la misma autora: «Afirmação originária e sabedoria prática na reflexão ética de Paul Ricœur», Études Ricœuriennes / Ricœur Studies 2, nº 2 (2011), 80.

ágape, veremos, están llamados a reparar las formas de reconocimiento que se han confundido con intercambios de bienes y que acuden a condicionar el reconocimiento del otro a algo que ese otro puede dar. Por otro lado, el mal sufrido puede activar los resortes de los sentimientos morales y motivar moralmente la lucha; asimismo, puede convertirse en testimonio de formas de reconocimiento rayanas en la opresión, la injusticia, la instrumentalización del otro y en general de todas aquellas acciones mediante las cuales reconocer a unos es negar a otros.

¿Cómo determinar cuándo nuestra lucha o incluso los estados de paz se han desviado? Cuando estos ya no remiten al cuidado y a la atención al otro, o inhiben la autonomía; cuando contradicen sin más el derecho como escenario plural de libertades, cuya vocación es la de ser aplicable a cualquier sujeto, u obliteran el esfuerzo por atender la particularidad de cada caso; cuando la estima social, que se alimenta de múltiples proyectos de vida, valores, expectativas, sentidos de lo valioso, se reduce al éxito, al espectáculo y a la indiferenciación. Sin embargo, no siempre hay algo parecido a un barómetro que nos indique cuándo traspasamos la frágil línea del cuidado, la justicia y la estima y estamos en el terrero de la anulación del otro, el desconocimiento de la diferencia o el deseo narciso de ser reconocidos. Precisamente por la ausencia de un medidor semejante nos vemos obligados a deliberar, a discutir con otros para no naturalizar como plausibles nuestras acciones, sean del registro de la lucha, sean del registro de los estados de paz. Quizás la respuesta a «¿cuándo un sujeto es reconocido

verdaderamente?» requiere, no la disyunción entre lucha y estados de paz, sino entre justicia e injusticia –a cuyo grito se puede acudir también desde el ágape–, entre vocación de infinito que llama a la esperanza y respuesta a esa vocación, confundida a veces con acumulación de bienes, logros, éxitos; en suma, entre hacer el bien (a sí mismo y a los otros) y cometer o sufrir el mal. Y en cada deliberación se testifica el milagro al que se refiere Arendt: se trata del milagro que aparece en el seno de la vida entre los hombres cuando, en su actuar, «son capaces de llevar a cabo lo improbable e imprevisible y de llevarlo a cabo continuamente, lo sepan o no».

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