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El silencio, lo visual y lo escrito

In document en el proceso de la comunicación (página 76-79)

EL SILENCIO Y OTROS ESPACIOS DEL SABER

2.4. SILENCIO Y ARTE

2.4.1. El silencio, lo visual y lo escrito

2.4.1.1. El “silencio de las letras”.

Según indica Mircea Eliade, no solo el paso del mythos al logos, sino sobre todo el triunfo del libro sobre la tradición oral ha sido fundamental en la constitución de la civilización occidental: “A partir de entonces, la historia de la cultura no tomará en consideración sino los documentos arqueológicos y los textos escritos” (Eliade 1991:168-9). Aunque más tarde lleguen a valorarse las tradiciones orales, el tipo de interés es diferente y solo bajo la forma de libro pasarán a tener cierto interés para los especialistas.

No obstante, es nuestra intención recapacitar brevemente sobre las implicaciones del acto de escribir respecto a las formas de expresión orales. Nos referimos no a la escritura literaria a la que hemos aludido más arriba (2.1) sino a la forma escrita como forma de transmisión y supervivencia de las culturas. El

“silencio de las letras” o el “silencio de la escritura” expresión que encabeza este parágrafo es utilizada por el filósofo Lledó (1992) a lo largo de sus reflexiones sobre la imbricación entre lenguaje y memoria, y, en su seno, sobre las relaciones entre oralidad y escritura: “ser es, esencialmente, ser memoria” dice el estudioso (1992:10).

76 Citado por Torralba (1996:146) y este de Fernando Pessoa (1985:149). La traducción del catalán es nuestra.

Lledó señala dos necesidades propias del ser humano derivadas de dos conceptos griegos: la phília, la necesidad de comunicación entre los griegos significa “el vínculo afectivo hacia el prójimo” y el logos, la palabra que permite la relación entre los seres humanos. Para que ello sea posible, la palabra necesita ser pronunciada, lo que dará pie a su vez a su nivel de semanticidad, del sentido adquirido en el uso concreto, en cada situación real en la que se habla (cf.1992:21). A raíz de estas reflexiones el filósofo explica lo que él califica como la “triple orfandad de la escritura”, que resumimos de la siguiente forma:

ƒ El que la palabra sea pronunciación y sentido es solo una apariencia, porque todo logos, en realidad, es fundamentalemnte diálogo, la búsqueda de una respuesta.

ƒ El escrito es causa del olvido, del momento en que fue engendrado.

ƒ El silencio de la escritura arrastra una “apariencia de sabiduría”

(1992:25).

Según Lledó, es en el Fedro platónico donde se plantea por primera vez el problema de la escritura, de su temporalidad, de la posibilidad de comunicación, y donde se revela el enfrentamiento entre las dos formas de cultura, la de la oralidad y la de la literalidad. En esta obra se inserta el mito de Theuth y Thamus, donde se plantea el origen de la escritura y la conveniencia de escribir o no, así como las relaciones entre escritura y memoria. Un monólogo de Sócrates presenta este mito. Theuth, dios egipcio, le hace una serie de observaciones al rey de Egipto, Thamus, sobre la utilidad de las diversas artes; no se ponen de acuerdo en cuanto al beneficio o perjuicio de ellas. Mientras Theuth denomina al arte de las letras, de la escritura, “fármaco de la memoria y de la sabiduría”, Thamus opina lo contrario, y piensa que Theuth es un ingenuo al creer en ello:

Porque es olvido lo que producirán [las letras] en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio (Platón, Fedro, 274a-275a).

En resumen, este monólogo expresa, según Lledó, la imposibilidad de que las letras puedan recoger la memoria y reflejar la vida”77, o como quería expresar Thamus, en palabras de Lledó:

[la] seguridad de la letra es una seguridad engañosa. La memoria no se constituye en la objetividad de la escritura, sino en la subjetividad de la consciencia (1992:114).

También destaca en el Fedro la importancia del “dudar”, en el doble sentido de dar tiempo a las respuestas:

Dudar es, sobre todo, dejar que la instantaneidad de la información se sumerja en un tiempo más largo donde la respuesta se estira pausadamente, y se instala en una temporalidad no urgida por respuesta automática alguna sino desplegada en el paisaje de la posibilidad” (1992:75);

o el dudar de la palabra, cuestionársela, para que no sea “estéril” (v. Fedro 276e-2777a), que no nos paralice en lugar de movernos:

Dudar de las palabras, revisar los contenidos que la tradición ha ido posando en el humus de la historia del pensamiento, es hoy una de las tareas más importantes que se nos ofrecen (1992:75-76).

Para Platón, la escritura es a la vez silencio y voz:

Silencio porque no hay un “detrás” de las palabras mismas. Sus signos no son nada, sino mera posibilidad de una “ontología”

que yace en otra vertiente, y que sólo se reconstruye cuando alguien desde su propio tiempo, puede leerlos (Lledó 1992:119).

Este silencio de la escritura queda también patente en las siguientes palabras del escritor portugués Pessoa, en las que se manifiesta la inexpresabilidad de lo sentido:

Toda emoción verdadera es mentira en la inteligencia, pues no se da en ella; toda emoción verdadera tiene por lo tanto una expresión falsa. Expresarse es decir lo que no se siente,

dice Pessoa respecto a la necesidad del silencio (1996)78.

77 Introducción del autor a la obra citada, p. 295.

De acuerdo con Lledó, la escritura no podría escapar de ser silencio sin la presencia del lector, característica que la diferencia, por tanto, del mundo de la pintura que puede crear su propio espacio sin nadie que la contemple. Al mismo tiempo, el lenguaje vertido a la escritura, lo dota de una extraña objetividad, que será la que configurará la memoria colectiva, la historia, derivada de la independencia que adquiere este lenguaje escrito frente a su autor, donde están ausentes el tiempo, el espacio y, consecuentemente, la figura del oyente (en quien

“la voz se registra como oído”) propios de las situaciones orales.

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