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Microeconomía y organizaciones Rafael Böcker Zavaro Universitat Rovira i Virgili

rafael.zavaro@urv.cat

Introducción.

Lo relevante en las últimas décadas es la hegemonía que ha ido adquiriendo el modelo anglosajón de capitalismo (Hall y Sascike, 2001; Lane, 2000), que tiene su apoyo teórico en el programa de investigación microeconómico o neoclásico. Este programa ejerce un claro predominio en el ámbito académico de la economía, y se sustenta en la creencia de que la eficiencia no se obtiene vía mandatos coactivos de ingeniería social (Menger, 1997), sino, más bien, del proceso de rivalidad de sujetos autodeterminados que se adhieren libre y autónomamente a una comunidad política (el Estado). La legitimidad del Estado, desde este programa, está en establecer el andamiaje institucional para que las acciones económicas lleguen a ser acciones eficientes. Por otro lado, en la década de 1970, también en el marco del programa neoclásico, se elaboraron nuevas teorías de la empresa que las estrategias corporativas adoptaron a través del llamado enfoque basado en el valor o enfoque financiero de la empresa (Chesnais y Philon, 2003). Este enfoque pone énfasis en maximizar el valor percibido por los accionistas, imputando un precio accionario a cada unidad estratégica de negocio (Brunet y Böcker, 2007). Por lo demás, las aportaciones al análisis de la empresa que efectúan estas nuevas teorías es que se han convertido en fuente de conocimientos que guían y fundamentan la construcción de un modelo de negocio concreto. Incluso las reorganizaciones empresariales que se han producido a partir de la década de 1970 se han apoyado en la teoría de los contratos, para la cual el impacto de los costes de comportamiento de oportunidad de los propietarios de los factores de producción intervienen en una empresa sobre la integración vertical de la organización. Lo que implica prestar atención tanto a la estructura de los mercados como a la estructura organizativa de las empresas, relacionando estos aspectos con la eficiencia de las organizaciones industriales.

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Bologna (2006), han sido sustituidos por inversores institucionales que ponen en manos de gestores sin prejuicios la rentabilidad a corto plazo del negocio para poder volver a vender la empresa después de un cierto período. Gestores que adoptan el enfoque del hombre contractual o transaccional para la gestión empresarial, explicándose, así, cómo los modelos tradicionales de la gran empresa integrada verticalmente han sido sustituidos por un nuevo tipo de empresa que forma parte de una red, con funciones estratégicas firmemente centralizadas en varias direcciones, y por un nuevo tipo de pequeñas empresas dependientes de otras grandes que las potencian o integradas en una red local de varias empresas. En el marco de la red, sus principios organizadores/coordinadores están basados en el mercado, en el sentido que la disciplina de los mercados ha sido llevada al interior de la red y a cada empresa en particular, de modo que se han expuesto a las presiones del mercado todos los aspectos de la red, de la empresa y de todos los trabajadores.

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contratos. El cuarto, trata sobre la evolución, en microeconomía, de los determinantes de la eficiencia de las organizaciones industriales, en el sentido de la importancia de la teoría (y específicamente la teoría de los contratos) entre las variables de decisión de las empresas y los resultados que obtienen de alterar las mismas. Y por último, se presentan las conclusiones.

1. La teoría de la elección.

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tecnología de la empresa, y son formas de economizar costes, ya que en el análisis tecnológico la empresa responde a señales externas -el sistema de precios-, y el equilibrio competitivo es el resultado de que los agentes económicos -empresarios o managers- sean eficientes en sus actuaciones, es decir, que tengan una meta claramente definida (maximización del beneficio) y que sean sustantivamente racionales. Bajo esta concepción, la máxima eficiencia económica -un óptimo competitivo- se consigue al coincidir la eficiencia privada, máximo beneficio para los propietarios legales de la empresa, y la eficiencia social, máximo bienestar colectivo, siempre que en la búsqueda del máximo beneficio la empresa no genere efectos externos importantes para el resto de interesados, directos o indirectos. Para ello únicamente es necesario que los agentes persigan su propio interés y tengan información sobre el sistema de precios.

2. La competencia imperfecta.

La existencia de economías de escala y de alcance ha requerido, por parte de la microeconomía, situar los mercados industriales entre la estructura de competencia perfecta -supone la ausencia de barreras a la entrada de nuevas empresas y, simultáneamente, movilidad de los recursos empleados (o de uso potencial en la industria); divisibilidad continua de insumos y productos; perfecto conocimiento de las condiciones de los mercados (actuales y futuros)- y la estructura de monopolio -supone que una única empresa abastece el mercado, e influye en la demanda de mercado a través de la fijación de la cantidad y el precio-, entre ambos extremos está la estructura de competencia imperfecta donde un número relativamente pequeño de empresas disfrutan de un determinado poder de mercado. La coexistencia de empresas de diferentes tamaños o cuotas de mercado no implica verlas como causa o resultado de la falta de competencia, siempre que actúen dentro de un marco competitivo. Surge, así, la idea de que la competencia imperfecta (Chamberlain, 1960), definida como competencia dinámica, constituye el marco que explica el proceso histórico de concentración de capital, de crecimiento de unas empresas a costa de otras, materializado en la aparición de grandes empresas que concentran todas las operaciones en un mismo lugar y con un elevado grado de integración vertical, lo que ha condicionado la formación de grandes complejos o aglomeraciones industriales (Robinson, 1973).

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La teoría de la elección explica que lo que sucede en la empresa es lo que ocurre en el mercado, y lo que ocurre dentro de ella es un óptimo tecnológico; por tanto lo que tradicionalmente en microeconomía se ha considerado empresa no es más que una parte de la teoría de los mercados, omitiéndose, en primer lugar, factores ambientales de carácter institucional, como la incertidumbre e influencia de la variable tiempo, la inexistencia de diferencias entre objetivos de los distintos agentes que intervienen en la empresa, y aspectos como dimensión, integración vertical, estructura organizativa o diversificación. En segundo lugar, el concepto de competencia perfecta es deficiente para comprender una institución social como es la empresa, cuya razón de ser se encuentra en la existencia de fricciones (incertidumbre, asimetrías de información, racionalidad limitada, oportunismo y especificidad de activos) entre los agentes que intervienen en cualquier tipo de transacción. En tercer lugar, en la teoría de la elección se efectúan consideraciones irreales acerca del comportamiento productivo al suponerse que éste surge de cambios exógenos y que todas las empresas de una misma industria tienen acceso a la misma fuente de conocimiento productivo. Y ello en base a la presuposición de que la tecnología se da como dada, uniformemente disponible para todos, ignorándose, por un lado, la capacidad de los directivos para incorporar innovaciones y, por otro, que una gran proporción de conocimiento técnico es tácito y basado en la experiencia.

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económicos son absolutamente racionales. Definición que no refleja adecuadamente los comportamientos individuales y organizativos, pues los agentes económicos disponen de racionalidad limitada a la hora de obtener información, procesarla y resolver problemas complejos. Además, no se puede explicar la empresa considerándola como un grupo homogéneo y cohesionado sino como una coalición de individuos con intereses en conflicto.

3. La teoría de los contratos.

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deben competir por recursos escasos, en un entorno que se caracteriza por la incertidumbre (que se genera a causa de que las decisiones económicas pueden tener más de una consecuencia) y la asimetría de la información (que se genera a causa de que la información está desigualmente distribuida, lo que provoca situaciones de riesgo al utilizar algunos agentes económicos la ventaja informativa que poseen para conseguir una ventaja económica en la realización de las transacciones). En la medida en que la información es asimétrica, se distribuye asimétricamente y los agentes no tienen conocimiento absoluto sobre las tecnologías ni disponen de capacidades perfectas para su implementación, el problema deja de ser un problema de elección entre un conjunto de planes de producción tecnológicamente factibles para pasar a ser un problema de toma de decisiones que afecta a la construcción de los planes de producción (Putterman, 1994; Cowen y Parker, 1998).

A) Costes de transacción:

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empresa, la presencia de jerarquía y autoridad para transmitir instrucciones y objetivos, así como elaborar los planes que coordinan y orientan la actuación de los miembros de la misma. En este caso el mercado sigue siendo mecanismo regulador de las relaciones entre empresas, pero dentro de ellas es la autoridad del empresario (o de la dirección) la que tiene poder y capacidad para decidir qué se hace y cómo se hace.

La determinación de dónde empieza la empresa y dónde termina el mercado es el resultado, entonces, de una dinámica comparativa entre los costes de transacción del mercado y los costes de transacción de la empresa o costes de producción. Este punto de vista se explica si se asume que la empresa es siempre el conjunto de actividades orientadas a conseguir la creación del valor, esto es, que los costes de su actividad sea inferior al precio que el mercado está dispuesto a pagar por sus productos y/o servicios (Cuervo, 1994). A causa de ellos, el diseño organizativo de la empresa y la propia ordenación de su actividad productiva, en cuanto a las decisiones de comprar o producir, o en cuanto a la forma de concebir la cadena de producción, vienen determinados por la confrontación dinámica de costes alternativos de producción y transacción. La coordinación del mercado tiende a tener menores costes de producción y mayores costes de transacción, mientras que la coordinación interna tiende a menores costes de transacción pero a menudo conlleva mayores costes de producción. La jerarquía, como mecanismo de gobierno de la empresa, constituye una alternativa eficaz al mercado cuando los costes de transacción son superiores a los de coordinación por una estructura jerárquica. Por tanto para comprender el fenómeno organizativo es necesario considerar conjuntos combinados de variables, internas y externas a la estructura, de cuya adecuación depende el eficiente funcionamiento de la organización. B) Derechos de propiedad y relación de agencia:

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posición central al participar en los contratos de los demás inputs. Concretamente, la empresa aparece cuando los propietarios de los factores de producción o activos de la empresa en virtud de un arreglo contractual se los ceden a un agente central cuya función es dirigir y controlar el proceso de producción, sustituyendo, así, la “mano invisible” del mercado por la “mano visible” del empresario. La empresa es, pues, un ente contractual centralizado en un proceso productivo de equipo, por lo que resulta ser un conjunto de contratos entre los diversos factores de producción, cada uno motivados por su propio interés y la naturaleza de los contratos condiciona la conducta de los agentes económicos (Alchian y Demsetz, 1972; Fama, 1980; Fama y Jensen, 1983; Demsetz, 1986, 1991).

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La teoría de la agencia considera la empresa como una ficción legal en tanto que sirve de nexo para un conjunto de contratos bilaterales que suplantan la contratación multilateral existente en el mercado, centrando su atención sobre el conflicto de intereses y problemas inherentes en toda relación de agencia derivados de la presencia en una misma organización de agentes maximizadores de sus funciones individuales de utilidad (Jensen y Meckling, 1976). La relación de agencia sitúa la coordinación y motivación como el problema básico de la organización interna de las empresas, ya que las economías de especialización posibilitan que las empresas, al hacer uso de la división del trabajo, sean más productivas y eficientes, pero producen costes (de motivación y de coordinación), asociados a la existencia en el interior de la empresa de grupos específicos en conflicto.

C) Economía evolutiva de la empresa:

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vinculación con el entorno en el que actúa y su propio funcionamiento interno (Nelson y Winter, 1982).

Nelson y Winter (1982), en su análisis del cambio tecnológico, refutan la concepción de la teoría de la elección que considera que las posibilidades tecnológicas de la empresa están representadas por las distintas opciones que constituyen el conjunto de planes de producción factibles y que sirven para especificar la cantidad de producto que corresponde a cada una de las combinaciones posibles. Se cuestiona, entonces, la función de producción como instrumento adecuado para comercializar el estado del conocimiento tecnológico, dado que las empresas no tienen a su disposición un abanico de técnicas sino que deben buscar y generar innovaciones. Innovaciones tecnológicas que dependen de que las empresas no exploran un stock de conocimientos libre sino que su proceso de búsqueda es un proceso de mejora y de diversificación a partir de su propia base de conocimientos, de tal forma que sus posibilidades dependen de los que ha hecho en el pasado, es decir, de sus propias rutinas organizativas. Básicamente, se establece que la empresa se caracteriza por una serie de rutinas organizativas que han sido seleccionadas por la competencia en los mercados, y que se aplica a la variación o innovación en las rutinas como consecuencia de su operar adaptativo respecto al entorno competitivo. Así, cuando se da un cambio en el mercado, las empresas se adaptan mediante la variación de sus rutinas y el entorno selecciona aquellas rutinas que más se adaptan a él. Las rutinas exitosas son aquellas que sobreviven a la selección del entorno. La retención de estas rutinas completa el propio proceso evolutivo de la empresa.

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apto para la creación y transmisión de conocimientos y para la comercialización de los productos creados.

4. La eficiencia de las organizaciones industriales.

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Bajo este nuevo paradigma, se alteró de forma significativa el modo de funcionamiento de determinadas empresas y sectores, no sólo reduciendo de forma significativa el tiempo y coste de procesamiento de todo tipo de información sino modificando el modo en que empresas y mercados gestionan el flujo de bienes y servicios a través de sus cadenas de valor. Esto, unido a la madurez de la tecnología y a su mayor difusión, ha provocado, por un lado, el paso de la “gran empresa integrada verticalmente” a la “empresa-red”, que hace un recurso masivo a la externalización de trabajos y operaciones, y a la desintegración de actividades. Por otro, el surgimiento de redes empresariales que crean condiciones favorables para inducir y orientar a las empresas a superar los límites al crecimiento en aislamiento, incorporar tecnologías e innovaciones y ampliar sus áreas y horizontes de mercado; redes que pueden ser contempladas como procesos, en el sentido que constituyen una forma de entender cómo la economía funciona y organiza sus estrategias, así como resultados, observándose a las redes como una masa crítica de empresas interdependientes, mediante: a) la obtención de información, a través de contactos personales, sobre proveedores, distribuidores, clientes, etc.; b) la formación de una red de subcontratación productiva o de aprovisionamiento de servicios comunes; c) el establecimiento de relaciones proveedor/cliente como alternativa a la integración vertical, en la medida que se establecen relaciones no jerárquicas de colaboración; d) la transferencia de información y de resultados de investigación; etc. Redes empresariales que constituyen una alianza estratégica permanente entre un grupo limitado y claramente definido de empresas independientes que colaboran y cooperan para alcanzar unos objetivos comunes orientados hacia el desarrollo competitivo de sus integrantes, obteniendo unos beneficios individuales mediante la acción conjunta y una constante evolución. De esta manera, las redes de empresas, como nueva forma organizativa, se constituyen como el sistema fundamental para llevar a cabo los procesos de producción flexible, con el objetivo de adaptación a los constantes cambios de la demanda, y que pueden incluir las relaciones e interconexiones tanto entre grandes empresas como entre grandes y pequeñas y entre pequeñas y pequeñas, así como la descentralización de actividades y la reducción de la estructura interna.

Conclusiones.

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determinantes de la eficiencia en las empresas. Una respuesta estratégica a los actuales desafíos competitivos es la acción en red, y que constituye un modelo de eficiencia colectiva que refuerza la competitividad de las empresas que forman parte de la red. Es importante observar que, históricamente, al depender la creación de valor de los costes de transacción del mercado o de los costes de transacción de la empresa, se han ido configurando unas u otras estructuras organizativas, y unas u otras estructuras contractuales. En este sentido, las nuevas estructuras y las nuevas prácticas laborales son las que han sido, en parte, las impulsoras de la idea de que la liberalización del mercado y la maximización de los beneficios deben pasar por la lucha contra los logros sociales, es decir, de hecho, contra los derechos sociales que habían sustraído, parcialmente, al trabajo de la hegemonía del mercado (Castel, 1997). La lucha contra los derechos sociales apunta, también, a una redefinición del perímetro y las modalidades de la acción del Estado. Así, un Estado keynesiano “vector de solidaridad, cuya moción era contrarrestar los ciclos y los perjuicios del mercado, asegurar el ‘bienestar’ colectivo y reducir las desigualdades, es sucedido por un Estado darwinista, que eleva la competencia al carácter de fetiche y celebra la responsabilidad individual, cuya contrapartida es la irresponsabilidad colectiva, y que se repliega en sus funciones residuales de mantenimiento del orden, en sí mismas hipertrofiadas” (Wacquant, 2005:166). Un Estado marcado no exclusivamente por la literatura de business school para business school (Bourdieu, 1997), sino también por los cambios en la literatura microeconómica, centrada en el análisis de la relación entre la eficiencia productiva y el poder de mercado de las empresas. Relación que depende de las economías de escala, pero que con el proceso de globalización económica, que se ha venido desarrollando con intensidad durante las últimas décadas, se ha ampliado al campo de las economías en red.

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que los evite: la empresa. Los costes de transacción no sólo aparecen cuando se realiza una operación en el mercado, sino que también dentro de las propias empresas existen costes de transacción relacionadas con la gerencia, las relaciones jerárquicas y el cumplimiento de los contratos. Por lo demás, los costes derivados del cumplimiento oportunista de los agentes dentro de la empresa, determinan su tamaño y estructura. Por tanto, el análisis de la organización interna de la empresa está justificada al generar unos costes de organización que afectan a su objetivo final de obtención de beneficios y, en consecuencia, de elevación del valor bursátil de las acciones.

Asimismo, el concepto de coste de transacción ha permitido introducir a las instituciones en el programa de investigación neoclásico, y que North (1993) utilizara para abordar las bases institucionales del crecimiento sostenido. Para este autor, la estructura institucional es el único determinante relevante de las diferencias en el desempeño económico de las naciones, y que explica, además, que fue la emergencia de un conjunto superior de instituciones lo que impulsó el ascenso de Occidente (Jones, 1991, 2002). Se concluye, así, que el desarrollo económico ocurre a través de la difusión de los modelos culturales e institucionales de Occidente y que su extensión al resto del mundo sólo podrá proceder de una “Globalización imitativa” (Evans, 2004; Chakrabarti, 2000).

Esta globalización hay que situarla en las nuevas condiciones para la acumulación que se han ido gestando a partir de la década de 1970, determinadas por el orden interno y por la organización de la actividad productiva, y que son el resultado de una evolución corporativa marcada por su continuo crecimiento, y por la continua transformación de las estructuras corporativas. Confirmándose, así, la tesis de Chandler (1977, 1991) cuando planteó que para competir globalmente es necesario ser grande, y la historia corporativa explica por qué. Una historia que en las últimas décadas, a causa de la sinergia entre las tecnologías de producción, las tecnologías de información y la capacidad relacional, ser grande significa adoptar la forma organizativa más eficiente. La consecuencia directa ha sido la empresa-red, como modelo de organización interna de la empresa.

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reestructurándolos si resultara necesario, y a obtener beneficios únicos en el momento de su venta) como a crear valor (a través de la transferencia de habilidades o de las actividades compartidas o centrando su cartera en torno de los negocios centrales y a adoptar metas y procesos destinados a mejorar las capacidades centrales o “competencias esenciales, críticas” de la empresa). Se infiere que todo ello está más que justificado, si nos remitimos a la idea neoclásica de que el motor de la historia es el desarrollo gradual y pacífico de mercados amplios y abiertos, acorde con la narrativa emancipatoria del mercado, que sitúa un nuevo pasado (sociedad antimercado) y un nuevo presente/futuro (transición al mercado, eclosión capitalista), que constituye la plena realización del modelo anglosajón.

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