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Gabriel García Márquez

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Gabriel García Márquez

l lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.

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Gabriel García Márquez

(1947- )

Nació en Aracataca, Colombia. Realizó sus primeros estudios con los Jesuitas en Bogotá, y en 1947, inicia sus estudios de De-recho. Entre 1959 y 1960, funda y trabaja para el periódico Prensa

Latina. En 1955 obtuvo su primer

éxito con La hojarasca, obra que deja ver con claridad los rasgos fundamentales de su narrativa: la creación fantástica de un ambien-te colombiano con su imaginario pueblo de Macondo, y una per-fecta asimilación de la técnica faulkneriana del monólogo inte-rior. A partir de entonces, ha dado vida a una gran producción entre la que podemos mencionar Los

funerales de la mamá grande, La mala hora, El otoño del patriarca, El coronel no tiene quien le escriba

y Cien años de soledad, novela que le otorgó fama universal y le mereció el Premio Nobel de Literatura en 1982.

Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.

Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el

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del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.

—Papá. —Qué.

—Dice el alcalde que si le sacas una muela. —Dile que no estoy aquí.

Se puso a pulir un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo:

—Dice que sí estás porque te está oyendo.

El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:

—Mejor.

Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.

—Papá. —Qué.

Aún no había cambiado de expresión.

—Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.

Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba su revólver.

—Buenos —dijo—. Dile que venga a pegármelo.

Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:

—Siéntese.

—Buenos días —dijo el alcalde. —Bueno —dijo el dentista.

Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla,

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una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.

Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.

—Tiene que ser sin anestesia —dijo. —¿Por qué?

—Porque tiene un absceso. El alcalde lo miró en los ojos.

—Está bien —dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.

Era un cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se agarró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:

—Aquí nos paga veinte muertos, teniente.

El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.

—Séquese las lágrimas —dijo.

El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese —dijo— y haga buches de agua de sal.” El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.

—Me pasa la cuenta —dijo. —¿A usted o al municipio?

El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica: —Es la misma vaina.

Gabriel García Márquez, “Un día de éstos”, en Los funerales de la mamá grande, 5ª ed. Buenos Aires: Sudamericana, 1969, pp. 21-26.

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Don Aurelio Escovar era rígido, enjuto.

a) Delgado, muy flaco, chapado.

b) Altísimo y muy delgado.

c) Gordito, de mucha carne o grasa.

Cuando Don Aurelio tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacía el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza.

a) El fruto color rojo, casi redondo.

b) El instrumento dental que se usa para perforar dientes o muelas.

c) El cuchillo.

Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol.

a) Zopilotes, conocidos como buitres negros.

b) Personas de sangre fría y criminal, capaces de cualquier cosa. Capaces de todo.

c) Aves falconiformes diurnas, carroñeras, del tamaño de una gallina, con plumaje negro, cabeza des-nuda y pico y tarsos de color carne.

La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.

a) De la concentración que tenía en el pulimento de las piezas.

b) Concentración de pensamiento en la que estaba.

c) Idea abstracta.

De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.

a) Una dentadura fija.

b) Una montura de gafas que une los dos cristales.

c) Una pieza de metal que usan los dentistas para sujetar en los dientes naturales los artificiales. Sacaré la muela sin anestesia porque tiene un absceso.

a) Una acumulación de pus en los tejidos orgánicos.

b) Una acumulación de pus en la boca, circundada por inflamación.

c) Una hinchazón.

Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil.

a) Lavabo, pila destinada para lavarse las manos.

b) Lavadero.

c) Garrafón.

1. Elijan la opción que mejor describa el significado de la palabra su-brayada. Al finalizar, comprueben sus respuestas con otro trío.

Lo que dicen

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Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón.

a) Chaqueta militar ajustada y abrochada desde el cuello.

b) Camiseta.

c) Guayabera.

El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar.

a) Enorme interés y gusto.

b) Ademán.

c) Indiferente, apático, desganado.

2. Escriban frases u oraciones coherentes con estas palabras. enjuto: fresa: gallinazos: abstracción: puente: absceso: aguamanil: guerrera: displicente:

3. Comparen su trabajo con el de otros compañeros y corrijan, si es necesario, aquellas palabras en las que el significado de ésta no sea el correcto.

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La historia que relata García Márquez es una anécdota muy sencilla que puede resumirse en unas cuantas palabras. Supriman todos los detalles y anótenla.

En muchos países de América se han dado situaciones de tiranía y prepotencia. Con este antecedente, ¿que podrían opinar con respecto a la actuación del dentista en un ambiente así?

El dentista, ¿atendió al alcalde por miedo a que le pegara un tiro, por compasión, o por lealtad a su profesión? Fundamenten su respuesta.

¿Qué opinan en relación al asunto, al contexto político en el que se desarrollan los hechos y a los dos perso-najes del relato?

Según su punto de vista, el cuento se titula “Un día de éstos” porque

Don Aurelio Escovar no tenía ganas de atender al teniente porque

Al principio del cuento, el dentista mira el cielo por la ventana y ve dos gallinazos pensativos se-cándose al sol en el caballete de la casa vecina. ¿Qué relación tiene con lo que sucederá después?

Lo que quiso decir el dentista al teniente con la frase: “Aquí nos paga veinte muertos, teniente”, es:

Al final del cuento se dice que el dentista “vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con hue-vos de araña e insectos muertos”. ¿Tiene alguna relación con lo sucedido en el consultorio? Fundamenten.

En parejas, den respuesta a las siguientes preguntas.

Trabajen individualmente. Al final, comparen sus respuestas con otros compañeros.

Y tú

,

¿qué

opinas?

¿De

qué se

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Un canevá

En equipo elaborarán un canevá, esto es, un texto con espacios para ser llenados. Esto lleva a dividir el cuento

El dentista era un tipo. . . . y la mañana del relato el tiempo era

. . . ., sin prisas se puso a trabajar en . . . . . . . Lo

hacía . . . .. . . . .. . . . .. . . . .. . . De pronto entró, . . . porque

tenía un paciente especial, que quería . . . . . . Era el .

. . . . . . .

Jueguen,

dibujen, escriban,

hablen,

escuchen...

en varias partes y adjudicarlas a diferentes equipos para que las trabajen.

Es un juego que se realiza entre dos equipos. Esto quiere decir que todo el grupo, agrupado en pares de equipos, participará simultáneamente.

El material lo elaborará cada equipo. Los espacios en blanco que se dejan deben ser de datos impor-tantes que tendrán que ser llenados por el equipo con el que están contendiendo.

El primer momento es la lectura del fragmento correspondiente. Después, se reelabora el texto, pero con formas personales de expresión. Para esta actividad se señala un tiempo, y otro más para intercambiarlo y resolver el canevá. El canevá se resuelve sin consultar la lectura.

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