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Africanistas y junteros : el ejército español en África y el Oficial José Enrique Varela Iglesias / tesis doctoral presentada por Antonio Atienza Peñarrocha ; dirigida por [el] Dr D Federico Martínez Roda

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(1)Universidad Cardenal Herrera-CEU Departamento de Humanidades. “AFRICANISTAS Y JUNTEROS: EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN AFRICA Y EL OFICIAL JOSÉ ENRIQUE VARELA IGLESIAS”. TESIS DOCTORAL Presentada por: Antonio Atienza Peñarrocha Dirigida por: Dr. D. Federico Martínez Roda. VALENCIA 2012 1.

(2) 2.

(3) Introducción 1.- La división en torno a los ascensos por méritos de guerra. 1.1.- España en África y la creación del Protectorado. 1.1.1.- España en África: antecedentes. La guerra de 1859-1860. 1.1.2.- Europa se interesa por Marruecos. 1.1.3.- El Africanismo español. 1.1.4.- La Guerra de Melilla de 1893. 1.1.5.- El reparto de Marruecos. 1.1.6.- Interés español en Marruecos. 1.1.7.- El ejército español ante Marruecos. 1.1.8.- La situación interna en Marruecos y la intervención europea. 1.1.9.- El Protectorado español de Marruecos. 1.2.- El Barranco del Lobo y la Campaña de 1909. 1.2.1.- Las ambiciones mineras y El Rogui. 1.2.2.- El final de El Rogui. 1.2.3.- La rebelión de las cabilas. 1.2.4.- La ruptura de hostilidades. 1.2.5.- Una guerra impopular. La Semana Trágica de Barcelona. 1.2.6.- Prosigue la campaña. 1.2.7.- El ataque a Sidi Ahmed el Hach. 1.2.8.- La penosa tarea de asegurar las líneas. 1.2.9.- En el Barranco del Lobo. 1.2.10.- Preparación para el avance. 1.2.11.- La carga de Taxdirt. 1.2.12.- Avance hacia el sur y ocupación del Gurugú 1.2.13.- El castigo sobre el Zoco el Gemís de Beni Bu Ifrur. 1.2.14.- Los últimos combates. 1.2.15.- La paz. 1.2.16.- Conclusiones de la Campaña. 1.3.- Las Campañas de 1911 y 1912, y los Tratados de creación del Protectorado. 1.3.1.- Las reformas militares. 1.3.2.- La creación de las Fuerzas Regulares Indígenas. 1.3.3.- La penetración española en territorio marroquí.. 3.

(4) 1.3.4.- El sector oriental del Protectorado: la campaña del Kert. 1.3.4.1.- Los conflictos en la zona occidental y la intervención alemana. 1.3.4.2.- La complicada tarea de la ocupación del territorio oriental. 1.3.4.3.- La ruptura de hostilidades. 1.3.4.4.- La primera expedición de castigo. 1.3.4.5.- La ofensiva de los rifeños. 1.3.4.6.- La segunda operación de castigo. 1.3.4.7.- Nuevos ataques rifeños: Izarrora. 1.3.4.8.- La ocupación de Monte Arruit. 1.3.4.9.- El Ejército español y sus esfuerzos para adaptarse al nuevo modelo de guerra. 1.3.4.10.- La difícil misión de destruir a la Harka. 1.3.4.11.- El final de la campaña. 1.3.4.12.- La adopción de nuevas tácticas. 1.3.5.- El sector occidental hasta 1912. 1.3.6.- El establecimiento del Protectorado. 1.3.7.- La guerra de El Raisuni. 1.3.7.1.- La disputa entre El Raisuni y el coronel Fernández Silvestre. 1.3.7.2.- La ocupación de Tetuán. 1.3.7.3.- La insurrección de El Raisuni: Laucién. 1.3.7.4.- El incidente del General Concha. 1.3.7.5.- La campaña contra El Raisuni en la segunda mitad del año 1913. 1.3.7.6.- 1914: la guerra de Marruecos salpica al rey. 1.4.- El Protectorado de Marruecos durante la Primera Guerra Mundial. 1.4.1.- El Protectorado de Marruecos al estallar la Primera Guerra Mundial. 1.4.1.1.- La organización militar en el Protectorado. 1.4.1.2.- La insurgencia de El Raisuni. 1.4.2.- El Alto Comisario general Gómez Jordana. 1.4.2.1.-El sector oriental del Protectorado. Abd el-Krim. 1.4.2.2.-El sector occidental del Protectorado. El Raisuni. 1.4.2.3.- La tensa paz de 1917-1919. 1.5- Los primeros años de José Enrique Varela Iglesias. 1.5.1- Nacimiento y vida escolar. 1.5.2.- Voluntario en Infantería de Marina. Ingreso en la Academia. 4.

(5) 1.5.3.- Muerte de su padre. Primer teniente. 1.6.- Las Juntas de Defensa. 1.6.1.- Aparición y objetivos de las Juntas de Defensa. 1.6.2.- La cuestión de los ascensos por méritos de guerra 1.6.3.- La rebelión de las Juntas. 1.6.4.- Las Juntas se desmarcan de la reivindicación política. 1.6.4.1.- Las Juntas de Defensa y la Asamblea de Parlamentarios. 1.6.4.2.- Las Juntas de Defensa apoyan la represión de las huelgas de Agosto de 1917. 1.6.5.- La Cierva integra las Juntas. 1.6.6.- La Cierva restringe los ascensos por méritos de guerra. 1.6.7.- El Ejército y la huelga de “La Canadiense” en Barcelona. 1.6.8.- Nueva ofensiva de las Juntas. 1.6.9.- Los militares africanistas. 1.7.- Las Campañas contra El Raisuni y las Laureadas de Varela. 1.7.1.- El teniente Varela en Marruecos. 1.7.1.1.- La situación del Protectorado en 1915. 1.7.1.2.- Varela, segundo teniente en el Regimiento de Ceriñola nº 42. 1.7.1.3.- Varela ingresa en los Regulares de Larache nº 4. 1.7.2.- El Alto Comisario Dámaso Berenguer y El Raisuni. 1.7.3.- La guerra de El Raisuni. El papel de Varela. 1.7.3.1.- Primeras acciones del teniente de Regulares Varela. 1.7.3.2.- El rescate del cabo Juan Tapia. 1.7.3.3.- La recuperación de Rapta. 1.7.3.4.- El fracaso de Cudia Rauda. 1.7.3.5.- La toma del Fondak de Ain Yedida. 1.7.4.- La creación del Tercio de Extranjeros. 1.7.5.- La primera Laureada del teniente Varela. 1.7.5.1.- La ofensiva de las fuerzas españolas. 1.7.5.2.- La cueva de Ruman. 1.7.6.- La ocupación de Xauen. 1.7.7.- El teniente Varela condecorado. 1.7.8.- El general Fernández Silvestre en Melilla. 1.8.- La segunda Laureada de Varela. 5.

(6) 1.8.1.- La segunda Laureada del teniente Varela. 1.8.1.1.- Varela regresa de permiso a San Fernando. 1.8.1.2.- Las operaciones contra El Raisuni en 1921. 1.8.1.3.- El combate de Abdama. 1.8.1.4.- El expediente para la segunda Laureada. 1.8.1.5.- Choque con las Juntas y herida grave. a.- La nueva ofensiva sobre Beni Aros y El Raisuni. b.- Varela se opone a las Juntas. c.- Varela es herido de forma grave. d.- Una recuperación complicada. 1.8.1.6.- El precipitado final de la campaña contra El Raisuni. 1.8.1.7.- La convalecencia de Varela. 2.- El desastre de Annual y sus consecuencias. 2.1.- Génesis del desastre de Annual. 2.1.1.- El general Fernández Silvestre en Melilla. 2.1.2.- Abd el-Krim. 2.1.3.- Fernández Silvestre penetra en Beni Urriaguel. 2.1.4.- La caída de Abarrán. 2.1.5.- Fernández Silvestre mantiene su plan. 2.1.6.- Igueriben. 2.1.7.- Annual. 2.1.8.- La retirada caótica. 2.1.9.-Nador. 2.1.10.-Monte Arruit. 2.1.11.- Melilla amenazada. 2.2.- Después del desastre. 2.2.1.- La búsqueda de responsabilidades. 2.2.2.- La reacción española. 2.2.3.- Abd el-Krim establece el Estado del Rif. 2.2.4.- La reactivación de las Juntas de Defensa. 2.2.5.- La conferencia de Pizarra. 2.2.6.- El temor a un nuevo Desastre. 2.2.7.- El Alto Comisario general Burguete: la política de negociación con El Raisuni. 2.2.8.- La reconquista del territorio rebelde. 6.

(7) 2.2.9.- El rescate de los prisioneros. 2.2.10.- El Alto Comisario Silvela y el fracaso de la política de paz. 2.3.- El ascenso de Varela a Capitán. 2.3.1.- La concesión de honores por su primera Laureada. 2.3.2.- El expediente para ascenso a capitán. 2.3.3.- Nuevo hecho de armas del capitán Varela. 2.3.4.- Más honores y reconocimientos. 2.3.5.- La concesión de la Segunda Laureada. 2.3.6.- La imposición de las Laureadas en Sevilla. 2.3.7.- El desplante de los junteros. 2.3.8.- Regreso del capitán Varela al Protectorado y nuevos homenajes. 2.3.9.- Enfrentamiento con los junteros. 3.- El pronunciamiento de Primo de Rivera. 3. 1.- Marruecos antes de la toma del poder del Directorio Militar. 3.1.1.- Los intentos de llegar a la paz con Abd el-Krim. 3.1.2.- La situación de Tánger. 3.2.- El general Primo de Rivera asume el poder. 3.2.1.- Miguel Primo de Rivera. 3.2.2.- La búsqueda de un líder militar y el descrédito del general Aguilera. 3.2.3.- El catalizador marroquí del Pronunciamiento. 3.2.4.- El Directorio Militar. 3.3.- La Dictadura y Marruecos. 3.3.1.- Reducir el Ejército. 3.3.2.- El pacto con El Raisuni en la zona occidental. 3.3.3.- La situación en la zona oriental. Abd el-Krim busca apoyo diplomático. 3.3.4.- La situación en la zona oriental. La fracasada ofensiva de Abd el-Krim. 3.3.5.- La Revista de Tropas Coloniales. 3.4.- Varela, comandante y aviador. 3.4.1.- Varela, observador de aeroplano. 3.4.2.- El ascenso a comandante de Varela. 3.4.3.- Felicitaciones y homenajes por el ascenso a comandante de Varela. 3.4.4.- El comandante Varela, observador aéreo. 3.5.- El incidente de Ben Tieb. 3.5.1.- La retirada en el sector occidental. 7.

(8) 3.5.2.- La discusión de Ben Tieb. 3.5.3.- Las represalias de Primo de Rivera. 3.6.- La retirada en la zona occidental. 3.6.1.- Las operaciones de retirada. 3.6.2.- La evacuación de Xauen. 3.6.3.- La caída de El Raisuni. 3.6.4.- Balance de la retirada. 3.7.- Las misiones de vuelo del comandante Varela en el sector oriental. 3.8.- El Estado del Rif. 3.8.1.- El Gobierno del Estado del Rif. 3.8.2.- El Ejército del Estado del Rif 3.8.3.- La República del Rif. 3.9.- Un nuevo modelo de combate: la Harka Varela. 3.9.1- El comandante Varela asume el mando de la Harka de Abd el-Malek. 3.9.2.- El comandante Varela reorganiza su Harka. 3.9.3.- La Harka Varela comienza a actuar. 3.9.4.- La represión del contrabando y la lucha contra las guardias. 3.9.5.- Abd el-Krim pone precio a la cabeza del comandante Varela. 3.9.6.- Destrucción de las bases económicas rebeldes y respeto a sus costumbres. 3.9.7.- Hostigamiento a las guardias enemigas. 3.9.8.- La popularidad del comandante Varela. 3.9.9.- El cañón del monte Infermín. 3.9.10.- Nuevos ataques contra las guardias. 3.9.11.- Hacia una nueva ofensiva: el desembarco de Alhucemas. 3.10.- El Desembarco de Alhucemas. La Harka Varela como unidad de combate convencional. 3.10.1.- Abd el Krim ataca la zona francesa. 3.10.2.- La búsqueda de la colaboración hispano francesa. 3.10.3.- La preparación del desembarco en Alhucemas 3.10.4.- Las operaciones de desembarco. 3.10.5.- Desembarca la Harka Varela. La Casamata del Cañón. 3.10.6.- La ocupación del Monte Malmusi. 3.10.7.- La ocupación del Monte de las Palomas. 3.10.8.- La ocupación de la Rocosa y el Monte Cónico. 8.

(9) 3.10.9.- El ascenso de Varela a teniente coronel. 3.11.- La Pacificación. El teniente coronel Varela al frente de los Regulares de Ceuta. 3.11.1.- El teniente coronel Varela. 3.11.2.- La retirada de Abd el-Krim. 3.11.3.- La campaña de 1926. 3.11.4.- El teniente coronel Varela se incorpora a la campaña. 3.11.5.- El teniente coronel Varela, jefe de vanguardia. 3.11.6.- La Loma de los Morabos. 3.11.7.- La rendición de Abd el-Krim 3.11.8.- Pacificación sin represalia: Gomara, Xauen. 3.11.8.- El teniente coronel Varela en las últimas fases de la campaña de 1926. 3.11.9.- El homenaje a Varela de sus compañeros de promoción. 3.11.10.- El Historial del 3er Grupo de Regulares de Ceuta. 3.11.11.- La campaña del otoño e invierno de 1926. 3.11.12.- La última fase de la Pacificación y el papel de Varela. 3.11.13.- La rebelión en Ketama y Senhaya. 3.11.14.- La ocupación de la cabila de Beni Aros. 3.11.15.- La operación de Tahar Berda. 3.11.16.- En la cabila de Sumata. 3.11.17.- La ocupación de Tazarut. 3.11.18.- El avance definitivo. 3.11.19.- La ocupación de Bab Taza. 3.11.20.- El final de la Guerra. 3.11.21.- El uso de gases. 3.11.22.- Recuento de bajas. 3.11.23.- El final de los líderes de la rebelión. 3.11.24.- El Rif, de nuevo en rebelión contra el Gobierno marroquí. 3.11.25.- Varela, defensor del coronel Federico Caballero. 3.11.26.- Varela ve negado su ascenso a coronel. 3.12.- Primo de Rivera y el Ejército. El final de la Dictadura. 3.12.1.-La pugna entre africanistas y junteros y la oposición del Ejército a la Dictadura. 3.12.2.- La Sanjuanada. El conflicto con los Artilleros. 3.12.3.- El enfrentamiento de Primo de Rivera con los Artilleros. 9.

(10) 3.12.4.- La reforma del Ejército. 3.12.5.- La Academia General Militar. 3.12.6.- Nueva conspiración militar. 3.13.- Varela en la Dictadura. 3.13.1- El ascenso de Varela a coronel 3.13.2.- El monumento a Varela. 3.13.3.- Varela y los Regulares de Ceuta en tiempo de paz. 3.13.4.- La visita de la reina de Rumanía a Ceuta. 3.13.5.- Varela ascendido a coronel. Despedida de los Regulares de Ceuta. 3.13.6.- Propuesta a Varela para el mando de la Legión. 3.13.7.- Propuesta para director de la Academia de Infantería. El viaje de estudios al extranjero. 3.13.8.- El coronel Varela en Francia y Suiza. 3.13.9.- El coronel Varela en Alemania. 3.14.- La dimisión de Primo de Rivera y el Gobierno del general Berenguer. 3.14.1.- Los intentos de reconciliación de la monarquía con los militares. 3.14.2.- Varela recibe el mando del regimiento de Cádiz. 3.14.3.- La necesidad de reformas en el Ejército y la discusión sobre la Academia General. 3.14.4.- La sublevación de Jaca como símbolo de las divisiones en el seno del Ejército. 3.14.5.- El final de la monarquía y la participación de un sector del Ejército en el mismo. 3.14.6.- La ideología política de Varela al final de la Monarquía. 4.- El Ejército durante la II República y el agravamiento de las divisiones internas. 4.1.- Los militares y el advenimiento de la II República. 4.2.- El ministro Manuel Azaña y su Gabinete militar. 4.3.- Primeras medidas de la reforma de Azaña. 4.4.- La reorganización del Ejército. 4.5.- Las reformas de Manuel Azaña y el agravamiento de la división militar. 4.5.1.- Potenciar a los suboficiales. 4.5.2.- El Ejército de Marruecos. 4.5.3.- Las industrias militares. 4.5.4.- Censura y retiros. 4.5.5.- El servicio militar obligatorio. 10.

(11) 4.5.6.- Reformas de la Armada. 4.6.- Los efectos de las reformas. 4.7.- Varela ante el nuevo Régimen. 4.7.1.- Varela ante las reformas. Solicita la legalización de su ascenso. 4.7.2.- Varela se presenta a las elecciones de 1931. 4.7.3.- Varela frente a la revolución. 4.7.4.- Fallece doña Carmen Iglesias. 4.8.- El Pronunciamiento de Sanjurjo. 4.8.1.- La contradicción de un Ejército. 4.8.2.- Sanjurjo decepcionado. La conspiración. 4.8.3.- El intento de pronunciamiento. 4.8.4.- El castigo de los conspiradores. 4.8.5.- Varela y su participación en la conspiración de Sanjurjo. 4.8.6.- La detención de Varela y las garantías constitucionales. 4.8.7.- Varela contacta con el pensamiento Tradicionalista. 4.8.8.- El liderazgo de Varela en la cárcel de Guadalajara. 4.8.9.- Reflexiones de Varela sobre el fracaso de agosto de 1932. 4.9.- Las conspiraciones se paralizan. 4.10.- La revolución de Asturias. 4.10.1.- El Ejército en el Bienio Radical-Cedista. 4.10.2.- La Revolución española de octubre. 4.10.3.- Militares a favor de la Revolución. 4.11.- Varela ascienda a general de Brigada. 4.12.- Gil Robles, ministro de la Guerra 4.13.- La preocupación ante la infiltración revolucionaria en los cuarteles. 5.- El general Varela y la conspiración de 1936. 5.1.- Las elecciones de febrero de 1936. 5.2.- Las primeras semanas del Gobierno del Frente Popular. 5.3.- La segunda conspiración y la detención del general Varela. 5.4.- El general Varela cede la dirección de la conspiración al general Mola. 5.5.- Mola, el Director, y el general Varela. 5.6.- Las relaciones de Varela: Simón Lapatza. 5.7.- Correspondencia del general Varela en la conspiración: Orgaz y Mola. 5. 8.- Los desacuerdos entre el general Varela y el teniente coronel Yagüe. 11.

(12) 5.9.- Mola cierra las fechas. 5.10.- La sublevación en Marruecos. 5.11.- La muerte de Sanjurjo. 5.12.- La sublevación en Cádiz 5.13.- El 18 de Julio en San Fernando 5.14.- El 19 de Julio en Cádiz. 5.15.- La sublevación de los cañoneros de La Carraca. 6.- La familia militar en la Guerra Civil: división y fusilamientos. 7.- La Ley Varela. Conclusiones. Apéndice documental. Bibliografía.. 12.

(13) Introducción. En los últimos años, se está procediendo a una revisión de las biografías de los principales protagonistas de la Guerra Civil. La aparición de nueva documentación, la publicación de memorias hasta ahora inéditas y el descubrimiento de archivos está posibilitando abordar figuras como Alcalá Zamora, Queipo de Llano o Negrín desde nuevos puntos de vista. En esta nómina figuran de manera destacada los militares. Tras la revisión de Vicente Rojo en la década pasada, se está procediendo a estudiar, ya con la perspectiva de casi un siglo, las figuras de Yagüe, Millán Astray, Sanjurjo, Mola, Hernández Sarabia y el propio Franco, éste desde un punto de vista militar, así como las de Prim o Weyler. Es decir, se están produciendo un buen número de estudios biográficos de militares significativos. Este fenómeno está ligado a la aparición, apertura o redescubrimiento, de archivos privados de estos personajes. Cabría destacar los diarios de Queipo de Llano, estudiados por Fernández Coppel. También ahora se plantea la necesidad de asumir estudios sobre militares que, por haber ocupado cargos no tan relevantes como los arriba citados, merecen no obstante estudio. Figuras como Goded, Gómez Jordana, Capaz, Marina, Castro Girona, Gabriel Morales, han sido objeto hasta ahora de parcos análisis. Es cierto que la biografía ha sido considerada un género histórico discutible 1; y ello pese a las dificultades que entraña, como describe Caballé Masforoll, enfrentarse al mito del personaje. La biografía puede ofrecer un paisaje complejo y rico de un período, porque sus fuentes descienden a papeles personales que puede desdeñar el historiador. Es innegable que la “nueva biografía” ha dado como frutos interesantes aportaciones a la historiografía. Obras como las biografías de Marañón, Jesús Pabón, Seco Serrano, Vicens Vives o Fernández Almagro figuran como estudios clásicos de Historia; aportaciones como las de Álvarez Junco, Henry Kamen o John Lynch se han revelado como muy importantes, por no citar la monumental obra de John Elliot sobre el condeduque de Olivares. Por todo ello, cabe considerar la biografía como una forma de hacer. 1. Caballé Masforoll, A., “¿Dónde están las gafas? La biografía, entre la metodología y la casuística”, en “Historia, Antropología y Fuentes Orales”, nº 46, año 2011, p. 169-180.. 13.

(14) Historia con una perspectiva y unas fuentes que arrojan luces sobre ángulos que otras visiones del pasado pueden dejar oscurecidos 2. Junto a este interés por nuestro pasado bélico, gana también relieve la llamada Guerra de África, o guerra de Marruecos, años que erosionaron políticamente la monarquía de Alfonso XIII e incidieron de forma decisiva en nuestra historia contemporánea. Son ya abundantes los trabajos que se van publicando sobre aquél enfrentamiento impopular y de aspectos trágicos, sobre todo tras la oscura conmemoración del Desastre de Annual. El estudio conjunto de las biografías de los militares españoles y sus vicisitudes, permite descubrir la profunda división que afectó al Ejército español: división que es crucial para entender la Guerra Civil. Esta división se inicia en 1917, con las Juntas de Defensa y la oposición de una parte de los oficiales a los ascensos por méritos de guerra. Las heridas abiertas en esta discusión no se cerraron, más bien se agravaron durante la Dictadura de Primo de Rivera y II República, en que las Fuerzas Armadas se politizaron intensamente, y se abrieron nuevas fisuras. En este sentido, era necesario revisitar la figura del general José Enrique Varela Iglesias, ese militar que ganó dos veces la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración al valor, además de casi todas las demás con que se honraba en España a los héroes de guerra; persona de gran influencia en su tiempo, protagonista de primera línea de la historia española de la primera mitad del siglo XX, que ingresó como soldado corneta y llegó a teniente general; que se adaptó a todos los empleos y circunstancias, desde sargento a ministro; y que fue, en definitiva, como lo llamó la prensa nacional, “el general de las papeletas difíciles”. Fue precisamente el director de esta tesis, el doctor Martínez Roda, quien propuso analizar la figura del general Varela en su etapa de joven oficial en Marruecos, a través de la documentación conservada en el Archivo Municipal de Cádiz, mientras él estudiaba preferentemente su época de madurez, al frente del Ministerio del Ejército, donde asumió la tarea de desmovilizar el Ejército Nacional tras la Guerra Civil, y adaptarlo a la nueva etapa de paz, y asumió el Alto Comisariado en Marruecos, en condiciones humanas ya muy difíciles dada su enfermedad.. 2. Henriques y otros, Changing the subject: Psychology, social regulations and subjectivity, Routledge, Londres-Nueva York, 1998 (1984); Chamberlyne y otros, The turn of biografical methods in social science: comparative issues and examples, Routledge, Londres, 2000; Elliot, J., Using narrative in social research: Qualitative and quantitative approches, Sage Publications, Londres, 2005. 14.

(15) Varela nos ofrece en su biografía una trayectoria vital propia de muchos españoles que asumieron la carrera de las armas, con una auténtica vocación de servicio. Sin embargo, el estudio del Archivo de Varela abrió la perspectiva de estudiar la forja, el agravamiento y la continuidad de las divisiones internas del Ejército, y de descubrir en ellas una de las causas de la Guerra Civil. El presente estudio se centra por tanto en la carrera militar de Varela desde su ingreso en el Ejército hasta su nombramiento como coronel del Regimiento de Cádiz, a la luz de la documentación conservada en su archivo, y que supone una relectura del período 1909 a 1936, en clave de división en la familia militar.. 15.

(16) 1.- La división en torno a los ascensos por méritos de guerra.. La necesidad de contar con un grupo de oficiales decididos, para afrontar la difícil misión de pacificar el territorio marroquí, llevó al general Luque, ministro de la Guerra, a resucitar los ascensos por méritos de guerra en 1910. Por ello, es necesario entender qué factores arrastraron a España a la guerra de Marruecos, qué sucedió en la misma, y qué consecuencias hubo que afrontar.. 1.1.- España en África y la creación del Protectorado. 1.1.1.- España en África: antecedentes. La guerra de 1859-1860. Hasta principios del siglo XX, todos los intentos de penetración europea en Marruecos fracasaron. Francia controló Argelia desde 1830, y el protectorado de Túnez desde 1881, pero ni España ni Alemania ni Gran Bretaña deseaban que Francia controlara Marruecos. Gran Bretaña, además, quería internacionalizar Tánger para proteger Gibraltar. Marruecos era un país pobre y en buena parte desértico, montañoso, con una población musulmana, xenófoba y socialmente muy fragmentada. El poder lo ejercía un sultán, cuya autoridad debía ser ratificada por los ulemas, consejos de hombres doctos y religiosos de Fez y Marrakech, las capitales del norte y sur del país. Eran frecuentes las guerras entre los pretendientes al trono. En general, el país reconocía la autoridad espiritual del sultán, pero solo en parte la autoridad política. En 1900, el sultán controlaba dos áreas vagamente triangulares, las comprendidas entre Tánger, Fez y Rabat, y la de Rabat, Marrakech y Mogador (Esuira), es decir, un 20% del territorio nominal. Esto era el llamado Blad el-Majzen (territorio del Gobierno), frente al Blad esSiba (territorio rebelde). A veces, bastaba la presencia de fuerzas del ejército real para someter una región, temporalmente. Entre 1672 y 1727 reinó el sultán Mulay Ismail, que logró controlar gran parte del territorio marroquí, gobernando con mano dura. España se interesó poco por Marruecos mientras tuvo a su disposición el continente americano. África sólo resultaba interesante en los temas relativos al control de piratería, y seguridad de las plazas españolas en la zona. A finales del siglo XVIII, España controlaba a Ceuta, Melilla,. 16.

(17) Vélez de la Gomera y Alhucemas; a esos territorios se incorporaron en el siglo XIX las islas Chafarinas3. Una vez perdidas las colonias americanas, España comenzó a interesarse relativamente por Marruecos, pero por entonces el continente africano se convirtió en objetivo del colonialismo europeo, y España se encontró con que su posición en el área debía ser cautelosa para no irritar o desatar las iras de otras potencias. España, potencia europea de segunda fila, no pudo imponer ningún tipo de ambición o derecho histórico de los territorios africanos, frente al mayor peso de potencias como Gran Bretaña, Francia o Alemania. El 1 de marzo de 1779, España y Marruecos firmaron un tratado en Mequinez que sentó las bases de una política comercial y de buena vecindad. Ambos países reconocieron derechos comerciales, libertad de navegación y derecho de pesca españoles en aguas marroquíes. A lo largo del siglo XVIII y principios del XIX, ambos países tuvieron algunos roces. En 1856, piratas magrebíes apresaron el falucho San Joaquín. El gobierno español de O’Donnell envió una escuadra a Tánger, y el sultán se comprometió a pagar dos mil duros de indemnización. En 1859 España exigió la entrega de territorios vecinos a Melilla para garantizar su defensa. El sultán sólo accedió a que se ampliarán los límites de la ciudad en el área se comprendía el tiro de un cañón de 24 libras. Se firmó un tratado en Tetuán el 24 de agosto de 1859. Ese mismo año, en la frontera de Ceuta, se decidió sustituir los antiguos postes y casetas de plancha por un pequeño edificio fortificado, bautizado como Santa Clara, adornado con las armas de España. La construcción irritó a la cabila de los anyeras, que al no ver atendidas sus protestas, destruyeron el edificio aún en obras y rompieron el escudo español. El gobernador de Ceuta, el general Ramón Gómez, exigió al caíd de Anyera el castigo de los culpables. El caíd respondió que la agresión había sido obra de los anyeras, y que el Sultán no tenía ninguna responsabilidad. Los anyeras seguían hostigando a los obreros y soldados españoles, lo que movió al gobernador a pedir al cónsul de España en Tánger, Blanco del Valle, que interviniera. Blanco exigió al delegado del Sultán, el Jatib, la reposición del escudo y su saludo por las tropas del Sultán, la entrega a España de los responsables de la agresión, doce hombres, que. 3. Carrasco González, A. M.: “Marruecos y España en el contexto internacional del siglo XIX y principios del XX”, en Alía Miranda, F.: La guerra de Marruecos y la España de su tiempo (1909 1927), Sociedad Don Quijote de Conmemoraciones Culturales de Castilla-la Mancha, Ciudad Real, 2009, p. 9-31... 17.

(18) debían ser ejecutados, el reconocimiento del derecho de España a levantar fortificaciones dentro de su zona, y la adopción de medidas para evitar la repetición de estos hechos. El cónsul dio al Majzen (gobierno) un plazo de diez días para contestar, en el curso de los cuales murió el sultán Muley Abderrahman. España alargó el plazo todavía dos veces más. El Majzen intentó que los anyeras cesaran en sus agresiones, pero no lo consiguió. El Jatib buscó la mediación del cónsul británico en Tánger, sir W. Drummond Hay, que acababa de firmar un muy ventajoso, para su nación, convenio británico-marroquí. Hay le aconsejó la entrega de los doce cabileños culpables, comprometiéndose a interceder por ellos ante Madrid. Pero los de Anyera consiguieron que el Majzen se decantara hacia ellos, y éste respondió a España que se encargaría de castigar a los culpables. Ante esta postura, el 22 de octubre, una semana después de que expirase el ultimátum, las Cortes españolas declaraban la guerra a Marruecos 4. Las opiniones sobre esta contienda están divididas: entre los contemporáneos, se sustentó que la razón asistía a España para defender su territorio. Posteriormente, algunos historiadores opinaron que la guerra fue un instrumento del presidente del gobierno, O’Donnell, para desviar tensiones internas hacia una empresa exterior. En noviembre se inició el desembarco de tropas en Ceuta. Fue un proceso lento por la inclemencia del tiempo. Se instaló un campamento junto a Ceuta, en El Serrallo. El 1 de enero de 1860 se inició la marcha. No fue una campaña fácil. El ejército español no estaba bien equipado ni instruido, y los marroquíes ofrecieron una dura resistencia. El mal tiempo y las escaramuzas ralentizaron el progreso. Las principales batallas fueron los Castillejos y Tetuán, ésta a las puertas de Tetuán. En los Castillejos el ejército español estuvo a punto de ser derrotado, sólo se rehizo por la llegada de tropas del general Zabala, y la decidida intervención del general Juan Prim. Los españoles entraron en Tetuán el 6 de febrero de 1860. Para entonces, ya había sido saqueada por los cabileños. La ocupación de Tetuán no podía eternizarse, el gasto se disparaba y las bajas por enfermedad, una epidemia de cólera, agravada por las privaciones, eran numerosas. Los marroquíes desarrollaron una eficaz guerra irregular. En 23 de marzo,. 4. Madariaga, Mª R.: En el barranco del Lobo. Las guerras de Marruecos, Alianza, Madrid, 2005, p. 1719. La opinión del autora es claramente favorable a Marruecos. Morales Lezcano, V.: Historia de Marruecos, Esfera de los Libros, Madrid, 2006, p. 185-188 pone de manifiesto la dificultad que podía tener el sultán en sujetar a las belicosas tribus del norte de Marruecos, que para algunos historiadores marroquíes eran antecedentes del nacionalismo marroquí. Para una visión militar, Martín Gómez, A., Los combates de Ceuta. Guerra de África 1859-1860, Almena, Madrid, 2009, pp 13-22; Martínez de Campos y Serrano, C., España bélica. Siglo XIX, Aguilar, Madrid, 1961, p. 169-170. Bachoud, A.: Los españoles ante las campañas de Marruecos, Espasa, Madrid, 1988, p. 33-62.. 18.

(19) los marroquíes lanzaron una ofensiva sustanciada en el combate de Wad-Ras, nueva derrota para las tropas del Sultán. El 25 se iniciaron las conversaciones de paz 5. La guerra gozó de una extraordinaria popularidad en España. Voluntarios catalanes y vascos, pues aún no existía el nacionalismo, se alistaron entusiasmados; se otorgaron donativos. Se realizaron funciones de exaltación del ejército, y los comandantes, Prim, O’Donnell y Ros de Olano, se convirtieron en figuras muy populares. Los cañones capturados fueron utilizados para fundir dos enormes leones que adornan la entrada del Congreso de Diputados. El pintor Mariano Fortuny plasmó en un gran lienzo la batalla de Tetuán, mostrando a un Prim resulto y combativo, sable en mano, abatiendo enemigos, y a O’Donnell, firme y sereno, dirigiendo a las tropas españolas con un bastón, en actitud de director de orquesta. España no pudo aprovechar sustancialmente su victoria. Por un lado, su presencia en Marruecos suscitaba el recelo de británicos y de franceses. Por otro, el sostenimiento de un ejército de ocupación era impensable para la economía española. Tampoco existía en la sociedad española una corriente imperialista importante que abogara por la efectiva ocupación del territorio. Marruecos podía temer, como Argelia, caer en poder de las potencias europeas. El tratado se firmó en Tetuán el 26 de abril de 1860, por el cual el sultán reconocía los límites exteriores de Ceuta y la posesión española de Santa Cruz de la Mar Pequeña, junto con una indemnización de cuatrocientos millones de reales, hasta el pago de la cual, España retendría Tetuán, ciudad que fue finalmente evacuada el 2 de mayo de 1862. Para pagar a España, Marruecos contrató un oneroso empréstito con Gran Bretaña, que le supuso tener que ceder a este país gran parte de sus ingresos aduaneros. Londres deseaba la rápida evacuación, pues recelaba de que España decidiera quedarse en el norte marroquí. El 20 de noviembre de 1861 se firmó un nuevo tratado de comercio, que junto a las tradicionales cláusulas de libertades y derechos, estableció la exención de impuestos españoles en Marruecos. Se reconocía de nuevo la jurisdicción consular, es decir, que el ciudadano español en Marruecos se regiría por las leyes españolas, excepto en causas criminales, en que la justicia sería ejercida por el gobernador o cadí marroquí. Esta jurisdicción consular daría origen a algunos abusos. Con ella, los europeos querían. 5. Alarcón, P. A. de : Diario de un testigo de la Guerra de África, varias ediciones desde 1859, Victoriano Suárez, Madrid, 1842, 2 tomos; Del Rey, M.: La Guerra de África, Medusa, Madrid, 2001; Landa, N.: La campaña de Marruecos, Algazara, Málaga, 2008; Alcalá, C.: La Campaña de Marruecos, 1859-1860, AF editores, Valladolid, 2005.. 19.

(20) escapar de la dura justicia coránica. De nuevo se reconocieron derechos de comercio y de pesca. Marruecos nunca acabó de pagar en su totalidad su deuda con España, pese a que este país también intervino las aduanas de algunos puertos. El tratado comercial concedía a España algunos derechos, que pronto quedaron neutralizados porque Marruecos también los reconoció a otros países. Los comerciantes españoles se dejaron arrebatar el mercado por otros comerciantes europeos. Por el tratado de Tánger del 26 de junio de 1862, se fijaron los límites de Melilla y se estableció una zona neutral, en la actualidad ocupada por Marruecos.. 1.1.2.- Europa se interesa por Marruecos. Tras este triunfo, España comenzó a perder influencia en Marruecos. Paralelamente, Marruecos se convirtió en un problema internacional, el llamado “drama marroquí”, provocado por el agravamiento de sus conflictos internos, y la creciente ambición europea fruto de la competencia económica. Gran Bretaña se inquietó durante la segunda mitad del siglo XIX por las posibles ambiciones españolas sobre Tánger y Marruecos, sobre todo al surgir incidentes fronterizos en torno a Ceuta y Melilla6. España decidió posponer la ocupación de Ifni para no enfrentarse a los británicos o a los franceses7, territorio que no fue ocupado hasta 1934. En 1880 se celebró la conferencia de Madrid se acordó mantener la situación en Marruecos, ante la imposibilidad de entendimiento. entre. Francia. y. Gran. Bretaña.. España,. muy. debilitada. internacionalmente, no pudo imponer ninguna de sus reivindicaciones, pero consiguió mantener el status quo, aplazando la cuestión de momento. Marruecos seguía abierto a las ambiciones europeas. Francia se apoderó de Túnez en 1881, provocando que Italia se aliara con Alemania y Austria. Francia extendió la frontera argelina por el sur de Marruecos. En 1884 y 1885 se celebró la conferencia de Berlín, en la que no se trató el tema marroquí, pero en la que se estableció que cualquier acuerdo sobre el continente africano debía de ser consultado con las grandes potencias. En 1887 el sultán Mulay Hassan agonizaba, y España decidió concentrar barcos y tropas, en la rada de Tánger y en Andalucía, en previsión de conflictos en Marruecos. 6. Salom Costa, J., España en la Europa de Bismarck. La política exterior de Cánovas, CSIC, Madrid, 1967, p. 339. 7 En 1913, el conde de Romanones ordenó al comandante Bens ocupar Ifni, pero Francia se opuso; en 1916, ya tomado Cabo Juby, Romanones quiso intentarlo de nuevo, “pero entonces el veto de Francia tomó caracteres amenazadores, y de nuevo esta vez, directamente, el Mariscal [Lyautey] me cerró por completo el paso”. Romanones aún lo intentó una tercera vez, en 1930, pero no pasó de un tanteo diplomático. Romanones, C. de: Notas de una vida (1912-1931), Espasa Calpe, Madrid, 1947, p. 43-44.. 20.

(21) Se temía que estallaran revueltas que provocaran una intervención europea. En España gobernaba en ese momento el gabinete liberal, del que era ministro de Estado Moret. Moret era un ardiente intervencionista, frente a un Cánovas más cauteloso8. En 1890 subió al trono el Kaiser Guillermo II de Alemania. A partir este momento se inició una política de tensión entre Gran Bretaña y Alemania por la carrera imperialista, en el que Marruecos, con su estratégica situación a la entrada del Mediterráneo, se convirtió en una pieza esencial en las disputas territoriales africanas. Los políticos españoles eran en general respetuosos con la situación de Marruecos, pero comprendían que tarde o temprano el país caería bajo dominio de alguna potencia colonial europea. En 1887 se estableció un acuerdo entre España e Italia para mantener el statu quo Mediterráneo; Italia cedió a España un pequeño territorio en el Mar Rojo, en la bahía de Anab, para instalar una base carbonífera, que podía servir para la navegación y comunicación con Filipinas, que nunca se llegó a ocupar. Sagasta se sintió incómodo con estos manejos diplomáticos de su ministro Moret, y le apartó de la cartera de Estado.. 1.1.3.- El Africanismo español. A finales del siglo XIX, surgió en España un importante movimiento africanista, dividido en dos tendencias, una pacífica, de penetración a través del comercio, la sanidad, la enseñanza, etc., y otra militarista, partidaria de un control político del país para su desarrollo y explotación. Sin embargo, este partido africanista era débil. Se realizaron algunas reuniones y se crearon asociaciones como la Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas, creada en 1886. Junto a estas acciones nace el africanismo español en el último tercio del siglo XIX, al compás del africanismo europeo, interesado en el estudio e investigación geográfica y etnográfica del continente, en el desarrollo de la "misión civilizadora de los europeos", y en el control económico y político de los amplios horizontes africanos. Fueron años de publicaciones y estudios de viajes e investigaciones a través de las diferentes sociedades geográficas, y culminaron en 1927 con la fundación del Instituto Internacional Africano, en la que participaron importantes antropólogos europeos. El africanismo español se interesó fundamentalmente por zonas fronterizas para España, es decir, Marruecos, o en territorios adjudicados a España por tratados. 8. Diario de sesiones del Congreso, 31-1-1888.. 21.

(22) internacionales, Fernando Poo y Guinea, que pasaron a España por el tratado del Pardo en 1778, o reconocidos por expediciones españolas (Sahara occidental, en la década de 1880). En esta labor destacaron religiosos, militares, científicos y diplomáticos, así como escritores y publicistas. El africanismo español fue ideológicamente idealista, pero la realidad de los hechos es que el imperialismo español no difirió demasiado del británico o el francés con muchas matizaciones. Entre 1860 y 1900, España desarrolló una serie de exploraciones y de publicaciones sobre sus territorios fronterizos. A partir de 1880, con la puesta en marcha del llamado “reparto de África”, el interés por el continente negro se agudizó. Se fundó la Sociedad Geográfica Española, en la que estuvieron presentes científicos y políticos. De ella derivó la Asociación Española para la Exploración de África, fundada en 1877. En 1882, el coronel Navarrete publicó Las llaves del Estrecho reivindicando la recuperación de Gibraltar y la expansión por Marruecos. En 1883 se ocupó Ifni, cedido por Marruecos en 1860, y 1884 se creó el Protectorado de Río de Oro, o Sáhara Español, tras la reclamación española en la Conferencia de Berlín. Se estableció una factoría en la península de Dajla y algunas construcciones en la bahía de Cintra y en el Cabo Blanco. En 1885 se inició la construcción de Villa Cisneros (Dajla) Más tarde se creó el Protectorado de Río Muni (Guinea española) 9. Sin embargo, en España esas aventuras coloniales no tenían el mismo atractivo ni la misma movilización social que en otras naciones europeas, a causa de las preocupaciones provocadas por las colonias americanas y asiáticas, y por la falta de un tejido productivo suficientemente desarrollado y necesitado de un importante mercado de exportación. En consecuencia, el africanismo español fue más bien fronterizo y teórico, palabras de Morales Lezcano. Manuel Iradier exploró Guinea, y Bonelli Hernando y Cervera Quiroga, el Sahara. Durante los años 1880 el africanismo español se interesó profundamente por Marruecos, despertando el interés, por ejemplo, de Joaquín Costa. En el mitin del teatro Alhambra de Madrid, el 30 de marzo de 1884, se quiso crear una plataforma cívica para impulsar al gobierno a planificar una intervención en África. Costa propuso en aquella ocasión realizar una penetración pacífica en Marruecos, convirtiéndose en su tutora y defensora, transmitiéndole los progresos técnicos modernos, pero manteniendo su integridad territorial:. 9. Payne, Stanley G.: Los militares y la política en la España contemporánea, Sarpe, Madrid, 1986, 75 y ss.. 22.

(23) “Lo que España interesa, lo que España necesita, de sojuzgar el Magreb, no es llevar sus armas hasta la Atlas; lo que España interesa es que el Magreb no sea jamás una colonia europea; es que otro lado del Estrechos se construya una nación civil, independiente y culta, aliado natural de España, unida a nosotros por los vínculos del interés común, como lo está por los vínculos de la vecindad y por los de la historia”10. Este pensamiento fue recogido por otros, pero también fue puesto en duda por Ángel Ganivet, en el que alertaba que ocupando Marruecos “quizá no serviríamos más que de introductores de los famélicos comerciantes de Europa; y en tanto que estos recogían la utilidad práctica del cambio de poder, nosotros recogeríamos la odiosidad del pueblo dominado, quiere bien nuestra acción la causa manifiesta de todos los ataques dirigidos contra sus sentimientos exclusivistas y refractarios a la civilización europea”11. 1.1.4.- La Guerra de Melilla de 1893. La Restauración se impuso una política exterior que buscaba no enfrentarse con las grandes potencias europeas. España deseaba el mantenimiento de la situación del Imperio Xerifiano. Se reconoció la frontera argelino-marroquí del río Muluya tras la expedición de castigo francesa. de 1830, así como los privilegios comerciales. arrancados al Majzen. Lo que más interesaba a España era la garantía de fronteras, aduanas y seguridad de las guarniciones y población civil española en el norte de Marruecos. Cánovas del Castillo defendió en el Congreso que España respetaría la integridad del territorio marroquí12. Uno de los grandes problemas fue la cuestión de la protección consular europea concedida a ciudadanos marroquíes en los grandes núcleos de la población marroquí. Tras la Conferencia de Madrid, en 1880, hasta la Conferencia de Algeciras, las autoridades marroquíes comprobaron que las estipulaciones acordadas por las potencias europeas eran burladas en ciudades como Tánger, Casablanca, Tetuán o Agadir. Si cada potencia tenía hasta doce protegidos, en la realidad este número se doblaba y hasta multiplicaba hasta alcanzar varios cientos, socavando la autoridad del Majzen y minando sus recursos, al permitir que muchos marroquíes evadieran de esta. 10. Costa, J: Intervención en el Mitin celebrado en el teatro de la Alhambra, 30 de marzo de 1884, Madrid, 1884. Pérez de la Dehesa R., En el pensamiento de Costa y su influencia del 98, Madrid, 1966, páginas 248-54, citados por Morales Lezcano, V: España y el Norte de África: el Protectorado de Marruecos (1912-1956), UNED, Madrid, 1986, p. 70. 11 Ganivet, Á.: Idearium español, Madrid, 1944, 149-51, cit. Morales Lezcano, íbidem, p. 70. 12 Diario de sesiones, Congreso, legislatura 1879-1880, Derecho de protección de España en el Imperio de Marruecos, página 1169-76; Morales Lezcano, V: España y el Norte de África: el Protectorado de Marruecos (1912-1956), UNED, Madrid, 1986, p. 41.. 23.

(24) forma sus impuestos. Muchos ciudadanos marroquíes eran por tanto cómplices de la debilidad del estado marroquí. España, como Portugal, se vio arrastrada al reparto de África en el papel de “gendarme”, guardián de intereses coloniales que beneficiaban a otras potencias. Concretando, España, en la órbita de Gran Bretaña, era vista como una potencia menor que podía asumir la colonización de territorios, sencillamente para que no lo hicieran otras potencias más poderosas o enfrentadas con Gran Bretaña. Sin embargo, y pese a este papel menor, pues los territorios que España ocupó en África eran insignificantes al lado de los ocupados por otros países europeos, la resistencia con que se encontró España le llevó a aplicar, a su pesar, una postura de intervención militar, en palabras de la épova, una “política de tambor batiente”. En 1891 se envió una comisión para fijar los límites del área concedida junto a Melilla por el tratado de 1860, límites que se debían establecer para garantizar la “defensa y tranquilidad” de la plaza, para construir una nueva línea de fortines. La primera comenzó a edificarse en Sidi Auriach, (o Sidi Guariach), junto a un kubba, mausoleo, morabito o santuario musulmán, donde yacían los restos de Sidi Aguarich. La cabila local protestó, remitiendo una carta a la Reina Regente, pero el general Margallo, gobernador militar de Melilla, siguió adelante con la construcción. El Bajá local se entrevistó con Margallo, expresándole el descontento de los cabileños. el 28 de septiembre de 1893. En los días siguientes, los cabileños destruyeron la caseta elevada para la protección de los trabajadores. El 2 de octubre se produjo entonces el ataque de unos mil marroquíes de las cabilas de Guelaya (Mazuza, Beni Sicar, Beni Bu Ifrur, Beni Bugafar y Beni Sidel) que obligaron a los ciento treinta y siete soldados españoles a abandonar la posición el 2 de octubre y a retirarse a Fuerte Camellos. A las protestas diplomáticas, el Sultán contestó que no podía controlar a todos sus súbditos. España decidió enviar dos regimientos de infantería, un batallón de cazadores, varias baterías y el crucero Conde de Venadito. El 25 de octubre, España contaba con unos 4.000 soldados en Melilla. El 27 de octubre se dio un nuevo intento de construir el Fortín, pero de nuevo se vieron obligados los españoles a retirarse, frente a unos 9.000 cabileños, a Fuerte Camellos y al Fuerte de Cabrerizas Altas. Margallo retiró sus tropas avanzadas hacia Melilla, estacionándolas en el fuerte de Cabrerizas Altas, el cual, junto al fortín de la Reina Regente, formaba la línea exterior de defensa de Melilla. Durante la noche, el Fortín de Cabrerizas Altas fue rodeado por los cabileños. A las 9:00 horas de mañana siguiente salió desde Melilla un convoy para abastecer el fuerte, pero al acercarse a la posición, fue atacado. Margallo ordenó situar ante la puerta del 24.

(25) fuerte dos piezas de artillería para proteger la entrada del convoy, sin apercibirse de que los rifeños tenían enfilada dicha puerta desde la Cañada de la Muerte. Varios disparos provocaron la muerte del general Margallo. También cayó el oficial artillero. Las piezas quedaron abandonadas en la puerta, pero fueron recuperadas por el capitán del fuerte, el joven teniente Miguel Primo de Rivera y varios artilleros, tras luchar cuerpo a cuerpo con los rifeños que pretendían apoderarse de ellas 13. La ciudad contaba con 60 viejísimos cañones, pero al hacer fuego los del Torreón de las Cabras, éste se hundió, y sólo pudieron disparar los del fuerte de Victoria Grande. El fuerte de Cabrerizas quedó cercado, y fue necesario enviar una expedición de socorro que lo salvó en el último momento, aunque estuvo apoyado por los cruceros Conde de Venadito y Alfonso XII. Se nombró como nuevo gobernador militar de Melilla al general Macías, que el 29 de octubre salió de Málaga con nuevos refuerzos. Aprovisionar a los fuertes se convirtió en una tarea difícil y muy arriesgada, tanto para los fuertes más alejados (Cabrerizas Altas, Cabrerizas Bajas y Rostrogordo) como los más cercanos (San Lorenzo y Camellos), pues los rifeños montaban emboscadas. Los días del 7 al 9 de noviembre los cabileños cesaron en sus ataques, lo que permitió reaprovisionar los fuertes y construir unos campamentos, protegidos con parapetos de piedra, que debían servir para reforzar la línea defensiva en los intervalos entre Camellos, Cabrerizas Altas, Cabrerizas Bajas y Rostrogordo, y facilitar en avance hacia Sidi Aguariach. El ministro de Estado, Segismundo Moret, expresó al Sultán su malestar, le exigió el castigo de los culpables y el pago de una indemnización. Así mismo, avisó a las potencias europeas de la posibilidad de una guerra con Marruecos. El Sultán envió a la zona a su hermano, Muley Arafa. El día 20 de noviembre, el general Macías se entrevistó con el bajá, y el día 23, con el propio Muley Arafa, sin resultado. En España aumentó la irritación hacia Marruecos, y se criticó al Gobierno por no tener bastantes fuerzas a mano. El ministro de la Guerra, López Domínguez, el 4 de noviembre, llamó a la primera reserva, 114.000 hombres, tropas sin equipo y sin medios de transporte. Se llamó a pequeños contingentes de muchas partes del país, provocando gran confusión y costando un mes reunir a los reservistas, que hasta dos o tres meses después no podrían llegar a Melilla, con oficiales sin destino. Fueron necesarias tres. 13. Aunós, E.: El general Primo de Rivera, Alambra, Madrid, 1944, p. 25. Miguel Primo de Rivera fue ascendido a capitán por méritos de guerra y condecorado con la cruz Laureada de San Fernando.. 25.

(26) semanas para enviar a Melilla cinco batallones de infantería y uno de artillería. En la primera quincena de noviembre llegaron otros cinco regimientos de infantería, uno de caballería y varias baterías, y en la segunda, ocho regimientos y una brigada de cazadores. Se concedió el mando de las operaciones al general Martínez Campos, aunque el propio López Domínguez lo ambicionaba públicamente. Martínez Campos desembarcó en Melilla, y se entrevistó con Muley Arafa el 28 de noviembre. Mientras tanto, se seguía organizando su fuerza. Se realizaron dos cuerpos de ejército, uno expedicionario y otro para quedar de reserva en España. Martínez Campos debía intentar llegar a un acuerdo pacífico. Con sus 22.000 soldados hizo una demostración de fuerza que provocó la retirada de los moros, que no demostraron belicosidad. La guerra demostró la falta de previsión, y la deficiente logística del Ejército. Como Melilla carecía de capacidad para albergar tantos soldados, fue preciso habilitar campamentos. Muchos soldados no tenían ni tiendas para guarecerse, y faltaban alimentos y agua. Aparecieron enfermedades como sarampión, gripe y malaria. Hubieron algunas protestas contra la movilización en varias ciudades. Estas tropas se dedicaron durante su estancia en Melilla a cavar trincheras. La fuerza de choque era el Batallón Disciplinario, compuesto de presidiarios que cumplían así su condena, al mando del teniente coronel Ángel Mir14. El capitán Francisco Ariza formó una unidad de veintidós presidiarios, la llamada “Partida de la Muerte”, con la que efectuaba salidas para capturar cabileños. Era una experiencia que ya había practicado en Cuba, donde consiguió capturar a un famoso guerrillero. Pero esta partida tuvo mala suerte, y a los pocos días de actuar, el 29 de noviembre capturó a un cabileño, Amadi, que resultó ser un confidente de los españoles. Uno de los penados, de apellido Farreny, le había cortado las orejas, y como medida disciplinaria, Martínez Campos le mandó fusilar. El confidente fue condecorado por su sacrificio. El caso llegó hasta el Congreso, pues se consideró que Martínez Campos se había excedido en la pena 15. Muley Arafa se mostró conciliador. Se comprometió en nombre de su hermano al envío de tropas para pacificar las cabilas, y la entrega de los culpables, Maimon Mohatar, jefe de los Beni Sicar, y su sobrino, Abd el Kader, los cuales, no obstante, serían juzgados en Tánger con arreglo a la justicia marroquí. Los jefes de las cabilas. 14. ABC, 25 de noviembre de 1893. http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/blanco.y.negro/1893/11/25/007.html 15 http://server4.foros.net/viewtopic.php?t=123&mforum=militar. www.melillense.info/periodico/numero08/08Melillense23.pdf. 26.

(27) saludarían a la bandera española, y harían manifestaciones de amistad. Los cabileños no se opusieron pues deseaban en fin de las hostilidades y la reapertura del comercio con Melilla. Por otro lado, la artillería española había dañado considerablemente viviendas y aduares de los cabileños, así como causado víctimas civiles. La precaria economía de la comarca se había resentido gravemente con el enfrentamiento, y había hambruna. Los líderes cabileños comenzaron a discutir entre ellos, y finalmente los cabecillas fueron entregados. Al finalizar noviembre, se reanudó la construcción del Fortín, y al acabar el año, los marroquíes habían pedido una tregua. Pese a que en el gobierno de Sagasta, el ministro de Exteriores, Moret, y el de Guerra, López Domínguez, deseaban una expedición de castigo, Martínez Campos aceptó la paz y viajó a Marrakesh, como embajador extraordinario, llegando a un nuevo tratado con el sultán el 5 de marzo de 1894, obteniendo una indemnización de 20 millones de pesetas, la promesa de castigo para los culpables, y permitir el establecimiento de tropas españolas en territorio queda jurídicamente marroquí. Se cerraba esta llamada “Guerra Chica” 16. Se había puesto de manifiesto la debilidad del Ejército español, que fue achacada a la falta de dinero, aunque también tenían su parte de responsabilidad la falta de planes o una mejor organización, cuando había quedado de manifiesto en que los fuertes de Melilla no estuvieran preparados para la defensa y carecieran de víveres y municiones. Existía además un importante contrabando de guerra, pues los rifeños se armaban con rifles modernos suministrados por agentes españoles. Estos hechos fueron denunciados en el Congreso, en la sesión, por ejemplo, del 8 de mayo de 1894, por Nicolás Salmerón17 En la negociación con Marruecos, la posición española se debilitó paulatinamente. Otro síntoma de la ineficacia del Ejército fue la pérdida en un temporal del crucero Reina Regente al regresar a España después de dejar en Marruecos al enviado que había ultimado el tratado. En 1894 con la muerte de su padre, el sultán Muley Hassan, subió al trono marroquí Abd al-Aziz. Como Abd el-Aziz era muy joven, el chambelán Ba Ahmed rigió el país como regente, hasta su muerte en 1900. La corte era lujosa y espléndida. Las tropas del sultán, las Mehal-las, recorrían el territorio saqueándolo y cobrando impuestos18. Crecían el descontento y el malestar en la población. En 1902 estalló la. 16. Rodríguez González, A.R., La guerra de Melilla en 1893, Almena, Madrid, 2008. http://www.filosofia.org/mon/kra/8940508.htm. 18 Woolman, D.S., Abd el-Krim y la guerra del Rif, Oikos-Tau, Barcelona, 1971, p. 15. 17. 27.

(28) rebelión de Bu Hamara en el noroeste del país, excepto en el Rif, mientras en la Yebala se levantó contra el sultán el Raisuni, Raisuli o Raysuli. Volviendo a 1894, el nuevo sultán quiso renegociar el tratado, enviando a Madrid a un eminente erudito tetuaní, Sid Abd el Krim Bricha. La prensa belicista atacó al embajador, y el general Miguel Fuentes, del que se dijo que estaba trastornado, le abofeteó: su intención era encender de nuevo la guerra. Avergonzado, el Gobierno cedió en algunas de las peticiones marroquíes, y la propia Reina Regente se disculpó.. 1.1.5.- El reparto de Marruecos. Pocos meses después, en 1895, estalló la “Guerra Chica” en Cuba, y Marruecos fue olvidado por España. Sin embargo, Marruecos era un problema que preocupaba a toda Europa, sobre todo a Gran Bretaña, Francia y Alemania. Gran Bretaña quería evitar el asentamiento de una potencia europea en la costa enfrentada a Gibraltar, que controlara el puerto de Tánger, o que pudiera cerrar el Estrecho. Por eso, en el acuerdo anglo francés de 1904 se garantizaba a España el Rif y la Yebala, con paridad comercial con Alemania en los privilegios comerciales. Por otro lado, Gran Bretaña deseaba protección para los derechos de sus ciudadanos. En ese sentido, Gran Bretaña ya había firmado con Marruecos el Tratado General, y el Convenio de Comercio y Navegación del 9 de diciembre de 1856. Marruecos contaba con la presencia de representantes oficiosos de naciones europeas, como los británicos Sir Harry Maclean, o Walter B. Harris, aventureros y comerciantes. Esta presencia occidental molestaba mucho a los marroquíes. En 1902 fue asesinado en Fez un misionero luterano, el doctor Cooper. Su asesino se refugió en un santuario o zawía en Mulay Idris, al norte de Mequínez. El sultán ordenó apresarlo y ejecutarlo, lo que escandalizó a muchos marroquíes. Pero Gran Bretaña no deseaba controlar Marruecos, acababa de salir de la guerra de los boers, y necesitaba un período de paz. Por otro lado, en esos años comienzan a desarrollarse los primeros acorazados, lo que abre la carrera naval entre Alemania y Gran Bretaña. En 1906 se botaría el HMS Dreadnought, no sin que antes hubiera una intensa discusión sobre tecnología militar naval, y tanto USA como Japón presentaran sus incipientes diseños. Gran Bretaña deseaba mantener a Marruecos como un “estado tapón”, con gobierno y soberanía indígena. Pero chocaba con las ambiciones de Francia. Francia extendió su dominio por el norte de África, y a finales del siglo XIX quiso reservarse para así todo el Magreb. En contraste, en los primeros años del siglo XX, España había 28.

(29) mostrado poco interés en extender su influencia en África. Tras la derrota española en 1898, España se encontraba en una débil posición internacional. Francia ambicionaba Marruecos, pero sabía que Gran Bretaña no iba a permitir que ocupara la costa enfrentada a Gibraltar. La única solución que parecía posible para Francia, era llegar a un acuerdo de reparto del territorio marroquí con España, ofreciendo ambos países un frente unido frente a Gran Bretaña. Francia, además, necesitaba mantener buenas relaciones con España para conservar abiertas las rutas que la unían con Argelia. En este punto, los conservadores españoles temían la reacción británica, mientras los liberales defendían llegar a un acuerdo bilateral con Francia sin contar con Gran Bretaña. En 1902 se llegó a un primer acuerdo entre Francia y España, pero en ese momento Francia se encontraba en una relación tensa con Gran Bretaña debido al incidente de Fachoda. En 1898, Francia intentó penetrar en el Sudán, precisamente cuando Gran Bretaña acababa de derrotar la sangrienta rebelión del Mahdi. También Francia había ocupado Túnez en 1881, frustrando la ambición de Italia hacia ese territorio. En 1901, Francia e Italia llegaron a un principio de acuerdo, por el que la segunda ocuparía Tripolitania. A cambio, Italia no se opondría a las pretensiones galas sobre Marruecos. Las negociaciones entre Francia y España sobre Marruecos fueron llevadas a cabo por el ministro Delcassé y el embajador en París León y Castillo: Francia gobernaría el reino de Marrakech, y España el de Fez. El reparto de 1902 establecía que Francia permitiría a España que ésta ocupara el antiguo reino de Fez y el área de Rio de Oro. De esta forma, Francia procuraba atraerse a España a su órbita, pues aunque le cedía parte de Marruecos, era un país debilitado que no supondría una competencia seria19. El gobierno Sagasta, que no estaba entusiasmado con el tema, siguió adelante con las negociaciones, pero cuando el embajador en París, León y Castillo, llegó a Madrid con el tratado bajo el brazo, cayó el gobierno liberal, y le sucedió el conservador Silvela. Gran Bretaña se opuso a que el tratado se firmase sin su aprobación, y amenazó a una España sin fuerzas navales con ocupar las islas Canarias, las Baleares o Algeciras si no permitía su sanción del tratado de reparto20. El gobierno conservador no firmó este acuerdo para no enfrentarse con Gran Bretaña. Pero mientras tanto, Gran Bretaña y. 19. Balfour, S.: Abrazo mortal. De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (19091939),Península, Barcelona, 2002, p. 26; Woolman, D.: Abd el-Krim y la guerra del Rif, Oikos-Tau, Barcelona, 1971, p. 17-19. 20 Carrasco González, A.M., “Marruecos y España en el contexto internacional del siglo XIX y principios del XX”, en Alía Miranda, F (coord.), La guerra de Marruecos y la España de su tiempo (1909 1927), Sociedad don Quijote de conmemoraciones culturales de Castilla-La Mancha, Ciudad Real, 2009, p. 21.. 29.

(30) Francia se acercaron, presionadas por la ambición germana, y firmaron la Entente Cordial en 1904. En febrero de 1903, Gran Bretaña comenzó a ceder para acercarse a Francia: manifestó que llegaría a un acuerdo con Francia sobre el territorio marroquí, en el que los británicos tendrían en cuenta los derechos de España, pero España pasaba a un segundo plano en las negociaciones. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Théophile Delcassé, germanófobo y colonialista, conociendo las reticencias de Madrid, decidió ignorarla. En la declaración franco-británica del 8 de abril de 1904, Francia declaraba abandonar sus pretensiones en Egipto, y Gran Bretaña aceptaba el protectorado de Francia sobre Marruecos. Francia se comprometía a no cambiar el status político en Marruecos, y su misión sería mantener la tranquilidad en el país; no podría fortificar la costa, y debería negociar con España la cesión de ésta del control sobre el Marruecos septentrional. Se reconocían los derechos españoles, pero el reparto concreto debería ser realizado bilateralmente entre Francia y España, aunque en un anexo secreto ya se establecía el territorio que iba a ocupar el protectorado español, y que representaba prácticamente la mitad de lo que Francia había acordado con España en 1902, y que aún se vería más reducido en el futuro. De esta forma, Gran Bretaña se aseguraba de que Francia no controlara el territorio inmediato de entrada al Mediterráneo, y además, Gran Bretaña impidió a España ocupar la isla de Perejil, situada frente a Gibraltar; algo a lo que se oponía desde mediados del siglo XIX. Este acuerdo disgustó a Alemania, pues rompía el Convenio de Madrid de 1880. Superadas las reticencias británicas, España ya no tuvo inconveniente de aceptar la cesión de la parte correspondiente de Marruecos. Para entonces, Francia adujo que había debido realizar compensaciones territoriales a Italia en Libia, y en consecuencia, no podía ser tan generosa respecto a España. España y Francia acordaron un recorte de la zona española. El gobierno de Maura, siendo ministro de Estado Rodríguez Sampedro, negoció con Francia la zona española, que Francia, como se ha dicho, redujo sustancialmente respecto a la pactada inicialmente en 1902, eliminando de la misma Taza y Fez. Ésta pasaba a ser un área comprendida, de este a oeste, desde el río Muluya (convertido en frontera entre Argelia y Marruecos) hasta el Atlántico, y desde el Mediterráneo hasta el sur, una línea 40 km al norte del río Werga y de Fez. Este acuerdo fue mantenido en secreto hasta 191121. España no podía hacer otra cosa más que aceptar, y acató los límites establecidos en la declaración hispano-francesa de París del. 21. Woolman, D.: Abd el-Krim y la Guerra del Rif, p. 19.. 30.

(31) 3 de octubre de 1904. En ella, España se adhería a la declaración franco inglesa del 8 de abril; se le reconocían a España los mismos derechos que tenía Francia en la suya: "conservar el orden en este país y facilitarle ayuda para todas las reformas administrativas, económicas, financieras y militares que necesita". Es decir, el acuerdo asignó a España la misión de facilitar ayuda a Marruecos para llevar a cabo las reformas militares, económicas y administrativas de las que estaba tan necesitado. ¿Por qué aceptó España? Porque era la única forma de salir del aislamiento internacional. Tras el Desastre de 1898, había quedado claro que la postura de neutralidad entre las grandes potencias había dejado aislada a España, y le había impedido gozar de protección o de apoyo en la guerra contra los Estados Unidos. La creciente tensión internacional de este periodo, conocido como la Paz Armada, aconsejaba a los gobiernos españoles buscar algún tipo de alianza o de acercamiento. Marruecos era, para León y Castillo, "un asunto de seguridad nacional y fronteriza"22, y según Silvela, se aceptaba Marruecos "tan sólo por evitar males mayores de orden político e internacional"23. En el tratado hispano-francés de 1904 se preveía la posibilidad de intervención en el territorio en el caso de que el gobierno indígena fuera incapaz de mantener el orden o amenazara con colapsarse y amenazar el status quo de la región. En el fondo, ésta era la razón de ser de un Protectorado: la protección de los intereses europeos a través de una intervención militar y política directa. Fue este deseo de protección de los intereses europeos, lo que llevó a Francia a interesarse cada vez más por Marruecos. Las tribus rifeñas hostilizaban el territorio argelino ocupado por Francia, lo que llevó a la realización de expediciones de castigo. Entre 1903 y 1906, el mariscal Lyautey aprovechó las mismas para consolidar los avances de la frontera argelina sobre Marruecos, establecidos en el tratado de Lalla Marnia en 1845, algo que inquietó profundamente a Madrid24. La irritación de Alemania, que se había visto apartada de Marruecos, pronto tuvo manifestación. Alemania tenía grandes intereses comerciales en Marruecos. Su flota mercante era la tercera en importancia en recalar en puertos, sus negociantes recorrían el país, compraban casas y tierras, y eran apreciados por los marroquíes, se mantenían abiertos nueve consulados, y oficinas postales. En este ambiente, el canciller Von. 22. Balfour, S., op. cit (2002), p. 30. Balfour, S., op. cit (2002), p.31. 24 Morales Lezcano, V.: Historia de Marruecos, Esfera, Madrid, 2006, p. 175-178. 23. 31.

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