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LA PERSONA EN RELACIÓN Y EL SENTIDO DE LA VIDA.

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Academic year: 2021

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1 UNIDAD 3: LA PERSONA EN RELACIÓN Y EL SENTIDO DE LA VIDA.

Objetivo de la unidad: Comprender la importancia de la dimensión interpersonal de la persona para llegar a la plenitud de su existencia.

Semana 11: La diferencia enriquece. Varón y mujer, dos modos de ser, sentir y pensar.

La igualdad se entiende como una relación de equivalencia, en el sentido de que los sujetos tienen el mismo valor…La igualdad admite diferencias, pero no, como es obvio, desigualdades.

Edith Stein.

Objetivo de aprendizaje: Reconocer la condición sexuada del ser humano para comprender que varón y mujer son iguales en dignidad y diferentes en su modo de ser.

Conceptos claves: Condición sexuada - varón - mujer - diferencia - complementariedad.

1. El hombre como ser sexuado.

Hasta ahora, hemos aprendido que la persona humana es una unidad armoniosa de cuerpo y alma, racional y libre, capaz de conocer el mundo y de tomar decisiones, poseedora de una dignidad que le es inherente, capaz de actuar con pasión y capaz de amar a un igual; sin embargo aún nos falta un aspecto esencial de la persona humana, su sexualidad. No existe persona humana en abstracto, toda persona humana o es varón o es mujer.

El dato que nos proporciona la biología constata este hecho de modo claro y evidente. Los cromosomas son estructuras que contienen la información genética de un individuo, se encuentran en el núcleo de las células y vienen en pares. El par cromosómico 23

contiene los

genes relacionados con el carácter sexual. Si la combinación de ese par cromosómico es

XX el sexo de ese individuo de la especie humana es mujer y en el caso de que la

combinación sea XY

el sexo de ese individuo es varón.

Somos seres sexuados por naturaleza, pero esta condición sexuada no se reduce sencillamente al aspecto biológico de los seres humanos, pues es un elemento básico de la personalidad, es “un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el

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2 amor humano. Por eso, es parte integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo”1.

Es importante aclarar que la sexualidad humana no es una condición impuesta culturalmente como a veces se sostiene, no es que un sujeto nazca indeterminado y posteriormente se “haga” varón o mujer, claramente los aspectos culturales influyen en el desarrollo de los modos femenino y masculino, pero no son determinantes.

Para continuar nuestro estudio sobre este tema, es importante hacer una precisión de los términos, entenderemos sexualidad como “condición sexuada”, lo que no se reduce únicamente a la actividad sexual que requiere unos órganos específicos. La “condición sexuada” es mucho más que la mera biología, el filósofo español Julián Marías dice al respecto: “La actividad sexual es una limitada provincia de nuestra vida, muy importante pero limitada, que no comienza con nuestro nacimiento y suele terminar antes de nuestra muerte, fundada en la condición sexuada de la vida humana en general, que afecta a la integridad de ella, en todo tiempo y en todas sus dimensiones”.2

Según lo anterior, la condición sexuada, abarca a la totalidad de la persona, hace que el varón y la mujer tengan un sello propio en todas las facetas de su ser, desde el tono de voz hasta la manera de andar. Esta condición sexuada no es algo accidental a la persona, no decimos Juan es hombre así como decimos Juan es alto, o María es mujer así como decimos María tiene ojos verdes, muy por el contrario, la condición sexuada es esencial a la persona humana, algo íntimo que abarca todas las facetas de lo femenino y de lo masculino.

2. Diferencias y complementariedad entre varón y mujer. Iguales y profundamente distintos.

Ya has podido darte cuenta, que varón o mujer, en cuanto personas humanas tienen la misma dignidad, ambos son poseedores de la misma naturaleza racional y libre y, en consecuencia, el mismo valor y los mismos derechos. Sin embargo, esa afirmación profundamente cierta, es incompleta si no planteamos al mismo tiempo, que varones y mujeres somos profundamente

1

Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: Verdad y Significado.

2

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3 distintos en nuestros modos de ser, de vivir y de sentir. Comprender los modos femenino y masculino es conocer nuestra propia identidad personal.

Durante el siglo XX surgió interés por el tema de la sexualidad humana y así varias disciplinas científicas, la biología, la psicología o la antropología cultural planteaban sus perspectivas al respecto, algunas muy distintas entre sí. Hoy en día hemos avanzado al afirmar que la feminidad y la masculinidad son modos diferentes y complementarios, tanto en lo biológico como en lo afectivo y en lo espiritual.

Los aspectos biológicos tienen mucho que decir, las diferencias de fuerza, tamaño, estructura ósea y órganos sexuales son determinantes. La diferencia sexual no es ninguna diferencia superficial, por el contario, es una diferencia esencial que define a la persona en su propia identidad. Pero esas diferencias biológicas están unidas a una distinción mucho más profunda aún, nos diferenciamos también en nuestro modo de ser psíquico, varones y mujeres sentimos distinto, las cosas nos afectan de modo diverso y nuestra propia forma de relacionarnos con el mundo es diferente, lo masculino y lo femenino son dos modos diversos de ser y vivir en el mundo. Por consiguiente, es necesario “aprender” del otro, pues es la diferencia la que hace posible la complementariedad, la cooperación y la admiración por la persona del sexo opuesto, en palabras de Blanca Castilla, filósofa contemporánea, “lo masculino y lo femenino se potencian uno al otro y posibilitan la fecundidad en todos los ámbitos. Eso es complementariedad”.3

Las singularidades de la persona masculina y de la persona femenina permiten la riqueza, la organización y la relación armónica entre ambos, allí donde juegan masculinidad y feminidad surge fecundidad, no sólo en el aspecto biológico, también en el cultural, en el artístico, en el político y en el social. En cada actividad se hace necesaria la cooperación de los dos sexos, en razón de sus matices femeninos y masculinos4

Su igual dignidad justamente permite darse el uno al otro y recibirse el uno al otro, armonizándose en una profunda unidad.

3

Castilla, Blanca, Persona Femenina, Persona Masculina. Documentos de la Biblioteca del Instituto de Ciencias para la Familia. Ed Rialp, Navarra, España.2004

4 Castilla, Blanca, Igualdad y Diferencia. Universidad de Navarra, 4 de marzo 2004 (fecha de consulta: 2

diciembre 2016) disponible en http://arvo.net/filosofia-del-hombre/igualdad-y-diferencia/gmx-niv571-con12102.htm

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4 3. Educación de la sexualidad y de la afectividad.

Como has podido darte cuenta la sexualidad se vincula con todas las manifestaciones de la persona humana, de ahí deriva también su complejidad. La educación de la sexualidad no es sencilla y variadas polémicas han estado relacionadas con ella, ya sea para los padres que deben educar a sus hijos, para los profesores que cooperan con esa formación y para el Estado que la ha asumido con una serie de políticas públicas.

Pero a pesar de que hay una preocupación evidente desde la sociedad entera, los esfuerzos no siempre han tenido buenos resultados, muchos son los programas de educación sexual que han sido ineficaces, pues están dedicados únicamente a impartir conocimientos acerca de los mecanismos de reproducción humana, orientadas a una dimensión únicamente biológica y centrados principalmente en evitar embarazos no deseados o la transmisión de enfermedades venéreas. En muchos países el efecto ha sido inverso al buscado, aumentando los índices de embarazos adolescentes y contagio del virus del VIH, entre otros.

Como podrás darte cuenta, de lo que carecen dichos programas de educación sexual es de una mirada integral de la persona humana, pues es ingenuo pensar que sólo basta información técnica para cambiar una conducta, no sirven los remedios políticos ni los económicos cuando en ellos están ausente los valores morales propios de la humanidad, sin esas convicciones no hay un cimiento sólido que permita orientar correctamente el impulso sexual. La educación de la sexualidad incluye, necesariamente, aspectos de orden ético y sobre todo una idea clara de amor, que supere los elementos biológicos y sentimentales, dicha educación debe incluir como eje el dominio de uno mismo y el refuerzo de la voluntad que permita guiar a la persona a su plenitud física, emocional y por sobre todo espiritual.

Una profunda educación de la sexualidad, no pierde nunca de vista la dignidad de la persona, pues todo acto humano, aunque responda a un fenómeno biológico, como lo es el acto sexual, implica siempre las dimensiones afectivas y espirituales, creer que la sexualidad está en un plano meramente instintivo es reducir una de la manifestaciones más profundas y maravillosas de la persona humana a un nivel inferior. Quienes piensan que es necesaria una liberación sexual que dé “rienda suelta” a los impulsos sexuales, aparentemente reprimidos, se equivocan en varios aspectos. En primer lugar, pretenden desvincular el acto sexual de la procreación, olvidando que en todo acto sexual existe siempre la posibilidad de generar una nueva vida humana y sobre esa

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5 posibilidad es fundamental tener una actitud responsable. Por cierto que, junto con la procreación, está el deseo de unirse a otra persona, es ahí donde el placer juega un rol fundamental, dicho placer, es natural e incluso necesario, pero no se puede reducir la sexualidad únicamente a la satisfacción del deseo, creyendo que en él radica la felicidad humana. Víctor García Hoz, pedagogo español, dice sobre esto: “dejarse llevar por el estímulo sexual simplemente por alcanzar el placer conduce a un camino de ansiedad creciente que no se acaba”5

.

En la sexualidad se comprometen exigencias de orden superior y por ello está destinada al encuentro con el otro, a través de un amor profundo y maduro, pero esto sólo se comprende y se vive con la madurez sexual, que va acompañada a su vez de una madurez afectiva donde las tendencias sexuales están al servicio del amor auténtico. Es arriesgado incitar a los adolescentes a liberarse sexualmente, justamente en la etapa más conflictiva de la vida, en la que están en la búsqueda de su identidad y de sus convicciones, aprendiendo a forjar su carácter, en que los impulsos sexuales son intensos y en la que existe una alta inclinación al consumo de drogas y alcohol. Hemos de considerar que la promiscuidad no ayuda a la madurez sexual de la persona.

Entonces ¿cómo educar la sexualidad para lograr la madurez sexual a la par que la madurez afectiva? El camino implica el desarrollo de ciertas virtudes para ordenar las propias tendencias sexuales al servicio del amor auténtico, abarcando los elementos biológicos, afectivos y volitivos, en los que se despliega toda la personalidad. Este camino no es de represión, sino de promoción de las virtudes que ennoblecen la sexualidad y permiten vivirla de un modo plenamente humano.

Una de las virtudes que aquí cobra sentido es la templanza, que ya mencionamos en clases anteriores. Ella permite la moderación de los placeres, no para anularlos, sino para orientarlos positivamente, evitando que se desborden y salgan fuera del ámbito racional. Podemos pensar cuántas veces hemos escuchado las tristes noticias que informan sobre hechos de abuso sexual o violación. Cuántos niños son víctimas de estos abusos en manos de personas incapaces de contener su deseo sexual, a tal punto de causar un daño irreparable en su vida. ¿Acaso el ser humano está imposibilitado de controlar su impulso hasta llegar a aberraciones de este tipo?

Otra de las virtudes que cobra importancia y que lamentablemente ha perdido valor en la actualidad es el pudor. Esta virtud permite el resguardo de la intimidad, precisamente porque hay

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6 actividades del ser humano que por su importancia requieren de un resguardo especial. El acto sexual humano necesita de un lugar digno, privado, íntimo, donde dos personas se pueden entregar mutuamente, lejos de la mirada del resto. La persona pudorosa se avergüenza de que se sepan aspectos de su vida íntima en público y también se avergüenza al enterarse de situaciones que pertenecen a la vida privada de otros. Es indigno y sobre todo muy triste enterarse, por ejemplo, que adolescentes publican en las redes sociales, actos sexuales de sus propios amigos, en lugares públicos, sin medir las consecuencias en la vida personal que eso puede traer a quienes se exponen de esa manera. El pudor es, justamente, la defensa de la intimidad, porque se comprende que hay lugares y condiciones que no están a la altura de lo que exige la dignidad humana. El pudor es la virtud que evita la exposición de la intimidad.

Templanza y pudor posibilitan el dominio de sí, la firmeza de la voluntad, pero junto con ello, implica también la delicadeza en las manifestaciones de los afectos, propias de toda relación amorosa. Esta delicadeza cuida los actos, los gestos, las actitudes y el lenguaje, para que se expresen del modo más adecuado, considerando el contexto en el que nos encontramos.

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