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PLATÓN 1. EL PENSAMIENTO DE PLATÓN

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PLATÓN 1. EL PENSAMIENTO DE PLATÓN

En su “Carta VII” Platón explica que su proyecto filosófico tiene una finalidad claramente política. Acudió a la filosofía con la esperanza de encontrar el remedio a los problemas políticos de su tiempo, tratando de encontrar el gobierno justo de la ciudad. El conocimiento perfecto de lo que es justo sólo podría suministrarlo la verdadera filosofía y es necesario que los gobernantes lo alcancen por dos razones: a) para gobernar con justicia la ciudad y b) para conducirse recta y justamente en su vida privada. Platón propone como solución a los males políticos de su tiempo un gobierno de filósofos.

La preocupación fundamental de Platón es el ser humano: ¿Cómo puede el ser humano alcanzar la felicidad y la virtud? Este es un problema ético que se soluciona al recurrir al Estado: la felicidad y la virtud individual sólo se podrá alcanzar en el seno de un Estado justo y feliz. En consecuencia, la Ética queda subordinada a la Política.

Ahora bien, un Estado justo depende de la elección de sus gobernantes. Sólo si aquellos que gobiernan los destinos de la ciudad son hombres sabios y virtuosos (intelectualismo moral socrático) gobernarán justamente y se logrará una sociedad bien gobernada y feliz. Sólo los filósofos, que alcanzan el más elevado grado de sabiduría (y, por tanto, de virtud), pueden llegar a ser buenos gobernantes. De ahí la importancia que tiene la educación de los futuros gobernantes, que habrá de conducirles a la contemplación de la verdadera realidad de las cosas (Ideas). La Filosofía política de Platón se fundamenta en: una teoría del conocimiento (epistemología) y en una teoría de la realidad (ontología), que están mutuamente relacionadas.

2. TEORÍA DE LAS IDEAS

Como toda la tradición filosófica que le antecede, pero con otras motivaciones, y llegando a otras conclusiones, Platón busca lo que las cosas son realmente. Las cosas de este mundo son mutables y cambiantes: los seres vivos nacen y mueren, las piedras se desgastan y los ríos fluyen. Ya lo había visto Heráclito y de él lo aprendió Platón. De la misma manera, parecía que aquello que se consideraba bueno o malo dependía de la cultura de cada sociedad o incluso de la edad o el estado de ánimo. Sin embargo, Platón se revela contra esta opinión (el relativismo) y, junto con Sócrates, aspira a encontrar unos principios sólidos e inmutables que nos permitan juzgar lo bueno y lo malo, y a saber lo que las cosas son por debajo de su apariencia mutable, pues de lo que está en continuo movimiento no podemos tener conocimiento cierto.

Tiene que haber una unidad (única y misma forma) presente en la diversidad de las cosas, y esa unidad es la que va a permitir la comprensión de lo real. Es ella la que debemos buscar para comprender la diversidad en la que el mundo se manifiesta. Esta única y misma forma es lo que platón denomina eidos, ideas, que constituyen el modelo o patrón del mundo que percibimos a través de los sentidos.

El mundo esta lleno de cosas buenas, bellas o justas, pero si no existiera la belleza, la bondad o la justicia, nunca sabríamos que lo son. Pero la idea de belleza o de justicia no se corresponde con nuestro concepto actual de ideas. Cuando nosotros hablamos de ideas nos referimos a contenidos de nuestra mente, a los conceptos, pero Platón se refiere a otro tipo de realidades que están fuera de nuestra mente y fuera de las cosas sensibles. Según Platón, existen realidades inmateriales, eternas, inmutables, que constituyen el verdadero conocimiento: las Ideas.

Él concibe las Ideas como las auténticas realidades a partir de las cuales tienen realidad las cosas sensibles. “Es por la belleza por lo que todas las cosas son bellas” (Fedón). Precisamente para que la belleza pueda otorgar realidad a la multiplicidad de cosas bellas (sean casas, personas, caballos o cualquier otra cosa) es necesario que tenga autonomía y esté separada de las cosas a las que otorga realidad, para no diluirse en las cosas concretas y perder su carácter universal. También toma el ejemplo de la Justicia. Existe la Justicia en sí, la Idea eterna, inmutable y universal de Justicia, en relación con la cual todas las cosas justas y todas las opiniones sobre lo justo son sólo copias o

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sombras, más o menos imperfectas. Quien llegue a alcanzar la visión de la Idea de Justicia tendrá el criterio adecuado para distinguir qué cosas son justas y cuáles no lo son, qué leyes son justas, qué gobernantes es justo o cuál no lo es.

De la misma manera, cuando decimos que una cosa es bella es porque en ella está presente la Idea de Belleza, y cuando deja de serlo es porque ésta ha desaparecido; pero la Belleza no puede desaparecer, porque entonces no podría volver a haber cosas bellas. De manera que Platón va a colocar de manera simbólica, todas estas Ideas o esencias en un mundo celeste, más allá del cielo, que denomina el mundo de las Ideas.

Ideas o esencias Aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra distinta. Existen

separadamente Son realidades independientes de las cosas del mundo físico quecaptamos por medio de los sentidos. Universales No son particulares y concretas. Abarcan la totalidad de las cosas de una

misma clase.

Inteligibles Captadas por medio de la inteligencia y no de los sentidos Eternas No cambian. Ni surgen ni se destruyen

Inmateriales No son realidades físicas que podamos ver o tocar.

Modelos Las cosas sensibles imitan ( o participan de) a las Ideas, y las Ideas son el modelo imitado ( o participado).

No hay Idea de “Verdad” porque la verdad consiste en tener una visión correcta de la realidad, y la realidad con las Ideas. Para Platón la Verdad consiste, pues, en la visión de las Ideas.

2.1. Relaciones entre lo inteligible y lo sensible

Todas las cosas que pertenecen a un mismo género o clase (árboles, cosas, cosas bellas, etc.) tienen una semejanza entre sí porque participan de un modelo arquetípico que es la Idea y reciben su ser de esa participación. Las cosas son participaciones, imitaciones del modelo ideal, pero si no existiera el modelo, el ideal, no podría existir la copia del mismo, por tanto, las Ideas fundamentan el ser de las cosas sensibles.

Pero ahora podríamos preguntarnos, ¿cómo es que hay cosas en el mundo en el que habitamos? Para dar respuesta a este problema, Platón propone la tesis del demimurgo, que presenta en el diálogo Timeo. El demimurgo es una especie de “artesano del mundo” que hace las cosas imitando las Ideas eternas. Los griegos no creían en la creación desde la nada, porque como decía Parménides, de la nada no puede venir el ser. Por ello, esta figura del demimurgo va haciendo las cosas del mundo, tomando como modelo las Ideas, a partir de una materia originaria informe; con ello da un orden a la naturaleza y forma un mundo bello y armónico. El mundo resultante no es perfecto, porque el demimurgo sólo imita las Ideas, y porque la materia de la que está hecho es originariamente informe, pero sí es bello porque el hacedor busca alcanzar la belleza con su obra.

2.2. Ontología (dualismo): El mundo de las ideas y el mundo sensible.

Es necesario, para Platón, suponer un mundo ideal que contenga los modelos perfectos de todos los géneros de cosas que hay en el mundo que vivimos, y, puesto que las cosas concretas adquieren su ser (lo que son) de esos arquetipos, ellos serán la única realidad realmente existente, pues comprender lo cambiante sólo puede hacerse desde lo que es inmutable. Lo único que puede dar respuesta por lo que las cosas son es la Idea.

Estas tesis tienen como consecuencia una duplicidad de la realidad: existe una realidad palpable, con la que tropezamos todos los días, el mundo sensible, pero hay otra realidad, inaprensible a los sentidos, que solo puede captarse con la razón, el mundo inteligible.

Vemos, pues, que la teoría de las Ideas supone la división de la realidad en dos niveles:

a) El nivel de la realidad sensible o mundo sensible. Es el mundo que captamos por medio de los sentidos. Es un mundo de cosas materiales, cambiante, sometido a génesis y destrucción. Es un mundo aparente, menos real que el mundo de las Ideas.

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b) El nivel superior de la realidad o mundo inteligible es el mundo auténticamente real, inmutable, eterno, accesible sólo a la inteligencia. Es el mundo de las Ideas. Es diferente al mundo captado por medio de los sentidos.

El mundo visible es el mundo de lo cambiante (de lo que es y no es), pero para poder entenderlo, es precisa otra realidad de lo que no cambia y permanece siempre en sí igual. Las relaciones entre las cosas que percibimos por los sentidos pueden cambiar a menudo, mientras que las relaciones entre las ideas son sistemáticas y la razón puede conocerlas.

LOS DOS MUNDOS DE PLATÓN (DUALISMO ONTOLÓGICO)

Mundo inteligible Mundo sensible

Es el mundo de las Ideas.

Inmaterial, eterno, inmutable y perfecto. Accesible a la inteligencia.

A él pertenece el alma. Máximamente real.

Es el mundo de las cosas (donde vivimos).

Es material, finito (sometido a génesis y destrucción), cambiante e imperfecto.

Accesible a los sentidos.

Participa e imita al mundo de las ideas. Mundo de apariencia (menor realidad). 3. EPISTEMOLOGÍA (dualismo): Ciencia y opinión.

En correspondencia con los dos niveles de la realidad, Platón distingue, a su vez, dos niveles del conocimiento humano (dualismo epistemológico): el conocimiento científico y la opinión.

a) Opinión (doxa): Del mundo físico, siempre cambiante, no puede haber ciencia. Sólo cabe opinión. La opinión es un primer nivel del saber que se ocupa de lo sensible y cambiante. Es un conocimiento relativo, poco fiable, que se ocupa de las apariencias sensibles.

b) Ciencia (episteme) : es un nivel superior de conocimiento, que se ocupa de las Ideas, de lo eterno e inmutable, de lo universal. La ciencia es un saber de lo universal. Ya no es una simple opinión, sino una opinión verdadera, basada en razones, es decir, transmite la verdad de forma racional.

3.1. El mito de la caverna (El mundo de las Ideas y el deseo de saber)

Uno de los lugares donde Platón representa más lúcidamente y de forma más bella esta escisión de la realidad, así como la posición del hombre a la hora de salir de la ignorancia, es el famoso “mito de la caverna” expuesto en la República.

El mito representa el estado de ignorancia en el que habita el hombre que sólo se deja guiar por sus sentidos y las apariencias de las cosas. En esta situación sólo podemos acceder a “sombras” de la realidad. Pero la caverna está provista de una larga entrada a la luz que nos señala que no todo está perdido para el ser humano, porque puede salir de su ignorancia y acceder a la luz de la verdad, aunque el camino sea difícil y pongamos resistencia a ello.

El ser humano, nos dice alegóricamente Platón, está encadenado desde su nacimiento no solo a un cuerpo material que le impone unas condiciones, sino también a unas estructuras sociales, culturales o lingüísticas, de las que es muy difícil sustraerse. Como estamos acostumbrados a ellas, no concebimos que exista otra cosa, no las echamos en falta y nos sentimos felices en nuestro encadenamiento, en nuestra original ignorancia, pues es lo único que conocemos. Lo fácil es no saber, no ir más allá de lo que se nos presenta, conformarnos con lo que tenemos delante de los ojos, sin preguntarnos más; sin embargo, en el ser humano, según Platón, existe una tendencia también que

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aspira a la libertad, al conocimiento. Lo que nos ha hecho humanos ha sido precisamente esa lucha continua e histórica por superarnos, por saber más y ser mejores, por ser más humanos. El deseo de sabiduría, nos dice en el mito, es lo que puede proporcionarnos una auténtica felicidad propiamente humana.

Fuera de la caverna se encuentra el mundo de los objetos de verdad, de los que no son sombras, y que son auténtica realidad que tenemos que conocer para no perpetuarnos en la ignorancia. Están iluminados por el Sol, que los hace visibles. Este es el mundo de las ideas en la alegoría. El Sol es identificado con la Idea de Bien, que ocupa el lugar más alto en la jerarquía del mundo de las Ideas y posibilita su iluminación, su cognoscibilidad. El Bien será el fin último que hace de causa de todas las demás Ideas y da sentido a los actos de los hombres porque ella misma no debe justificarse en otras Ideas. De la misma manera que el Sol hace que las cosas sensibles aparezcan y podamos verlas, el Bien, en el mundo de las Ideas, permite que las cosas sean conocidas por nuestra razón. De esta manera, el saber, la sabiduría, en Platón, no es mera contemplación, sino también una captación plena de lo que es valioso y de lo que hay que hacer (el bien). El saber no es solo teoría, es también un conocimiento práctico → Conocer el Bien es conocer también qué hay que hacer para realizar actos buenos.

Enlaces para entender el mito de la caverna a través de la película Mátrix: https://www.youtube.com/watch?v=SJrkhNskaUs

https://www.youtube.com/watch?v=N_Nf8U2zA78 3.2. El paso de la doxa a la episteme

Mediante el símil de la línea, Platón explica la relación entre los grados de conocimiento y los grados de ser (relación entre epistemología y ontología):

Para llegar a captar las Ideas es preciso reconocer las limitaciones de los sentidos y confiar en exclusiva en la razón. Platón creía que esto únicamente podía conseguirse mediante un difícil proceso para el que solo están preparados de forma adecuada quienes practiquen la filosofía.

Si queremos ir más allá del conocimiento engañoso que nos proporcionan los sentidos y aspiramos a alcanzar el verdadero conocimiento de las Ideas, debemos estar dispuestos a comprometernos en un arduo y prolongado esfuerzo personal. Este proceso puede compararse al modo en que un viajero asciende a lo alto de una montaña escarpada. Lo que tenemos que hacer es ir subiendo poco a poco desde los niveles más fáciles y accesibles hasta ir conquistando las alturas más remotas.

Para realizar esta ascensión desde el conocimiento sensible hasta el conocimiento de las Ideas debemos confiar en nuestra razón, pero resultará muy difícil que podamos completarla solos. Si queremos tener éxito, necesitaremos la ayuda de alguien que ya conozca las Ideas y que pueda mostrarnos el camino hacia ellas mediante el diálogo. Por eso, Platón llamaba ascensión dialéctica a este largo y complejo proceso.

Como es natural, el primer conocimiento que percibe cualquier persona es el que le llega por los sentidos. Este no es un saber verdadero, sino únicamente una opinión (doxa) que puede estar

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equivocada. Si nos fijamos bien, incluso dentro de la doxa podemos encontrar dos tipos de conocimiento distintos (mirar esquema del símil de la línea). Al principio, lo que realmente percibimos no son más que imágenes, que pueden resultar engañosas o traicioneras. Pero el mundo sensible está hecho de cosas, no de imágenes. Si conseguimos ir más allá de las imágenes, llegando a captar los objetos, habremos alcanzado la segunda fase del conocimiento, a la que Platón denomina creencia. Sin embargo, al tratarse de un conocimiento sensible, tampoco la creencia es realmente un saber verdadero. El auténtico conocimiento no es el de las cosas, sino únicamente el de las Ideas.

Platón sabía lo difícil que resulta desprenderse del testimonio de los sentidos para acceder al mundo de las Ideas. Para conseguirlo, recomendaba que se profundizase en el estudio de las matemáticas. Los objetos matemáticos (números, figuras geométricas, relaciones matemáticas, etc) no son cosas que podamos ver y tocar, sino que son entes inmateriales. Podemos pensar en las propiedades de un triángulo cualquiera (por ejemplo, que la suma de sus ángulos debe ser igual a 180º) sin necesidad de dibujarlo. Cuando razonamos de esta manera no estamos basándonos en cosas materiales, sino que estamos manejando solo objetos mentales, que existen única y exclusivamente en nuestro pensamiento. Si logramos comprender que los objetos matemáticos tienen una existencia inmaterial, habremos alcanzado la siguiente fase del conocimiento, a la que Platón denominaba saber discursivo. Este conocimiento pertenece a la episteme o saber verdadero, porque no trata de objetos sensibles, sino de entidades inmateriales, eternas e inalterables como, por ejemplo, los triángulos, las circunferencias o los números.

Pero los entes matemáticos, aunque pertenecen al mundo inteligible, no se corresponden con las Ideas más importantes y valiosas. Si queremos alcanzar el verdadero y auténtico conocimiento, debemos hacer un esfuerzo aún mayor para captar las Ideas más relevantes, como la de la Belleza o Justicia. Este proceso culmina cuando conseguimos contemplar la Idea de Bien, la más difícil y más importante de todas. Por eso es la única que propiamente puede llamarse inteligencia.

Platón ofreció una imagen simbólica de la ascensión dialéctica en la celebre alegoría de la caverna, incluida en el libro VII de La República.

La teoría de la ascensión dialéctica puede parecer a primera vista algo extraña. Lo que Platón afirma es que las personas, aunque vivamos en el mundo sensible, somos capaces de captar una realidad mucho más elevada si nos remontamos al mundo de las Ideas. Platón creía que las personas podemos captar las Ideas porque, de alguna manera, estas ya se encuentran en nuestro interior. Por eso todos sabemos de qué estamos hablando cuando nos referimos a la Justicia, el Bien o la Belleza, aunque nos resulte difícil definir estos conceptos con exactitud.

3.2.1. Teoría de la reminiscencia.

¿Cómo llegamos al conocimiento de las Ideas? En los primeros diálogos Platón plantea su teoría de la reminiscencia: conocer es recordar. El alma, antes de encarnarse en un cuerpo, ya habitaba en el mundo de las Ideas. Es decir, ya las conoció anteriormente. Ahora bien, cuando se une al cuerpo olvida lo que anteriormente había conocido. Así pues, a diferencia de los sofistas, aprender no significa introducir en el alma los conocimientos nuevos sino, por el contrario, recordar los conocimientos ya poseídos por el alma, aunque ahora se hayan olvidado. Se trata de un mito inspirado en los pitagóricos. Pero, en el fondo, lo que nos quiere transmitir Platón es el innatismo. El conocimiento no proviene de la experiencia, sino que ya poseemos conocimientos en nuestra alma. Pero la experiencia es la ocasión para el recuerdo. La educación será el proceso que ayudará a sacar a la luz esos conocimientos ahora olvidados. La educación permite alcanzar el conocimiento más elevado, el saber filosófico o Dialéctica, que es la captación intelectual de las Ideas. El juego mayéutico de preguntas y respuestas que encierra la dialéctica puede conducir a que el alma descubra en sí misma la verdad que encierra. La teoría que da Platón para esto se funda en una teoría del alma inmortal y habitante del mundo de las Ideas antes e entrar en el cuerpo. La teoría de un alma inmortal nos lleva a una determinada valoración de la naturaleza humana (antropología).

4. ANTROPOLOGÍA (DUALISMO): cuerpo y alma

El dualismo de Platón no se limita únicamente a su interpretación de la realidad y del conocimiento, sino que también caracteriza su visión antropológica. Para él, el ser humano está compuesto de dos partes muy distintas: el cuerpo, que es material, cambiante e imperfecto y que pertenece al

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mundo sensible; y el alma, que es inmaterial y es la parte más noble que hay en las personas. Platón pensaba que el alma, aunque está lejos de ser perfecta, está ligada a la razón y guarda similitud con el mundo de las Ideas.

Platón estaba convencido de que los seres humanos tenemos un alma eterna e inmortal. La prueba más convincente de la inmortalidad del alma está ligada a la teoría de la reminiscencia. Nuestra alma existió antes de que naciéramos, como igualmente seguirá existiendo también cuando muramos. Siguiendo la tradición pitagórica, Platón afirmaba que el cuerpo es una especie de prisión en la que el alma está encerrada. Las pasiones y apetitos del cuerpo son responsables de nuestros defectos e imperfecciones. Si nos dejamos llevar por las exigencias de nuestro cuerpo, acabaremos siendo esclavos de nuestras propias pasiones. Por eso, para llevar una vida plena y satisfactoria, lo que debemos hacer es cultivar nuestra parte racional, asociada al alma, sin permitir que nuestra parte corporal nos arrastre.

4.1. Teoría tripartita del alma humana y la especialización funcional de la sociedad

Aunque Platón valoraba por encima de todo la dimensión racional del ser humano, también era consciente de que las pasiones del cuerpo ejercen un gran influjo en nuestro comportamiento. Las personas a menudo sufrimos tensiones internas cuando nuestros deseos entran en conflicto con la razón. Platón, que conocía bien esta situación, elaboró su teoría tripartita del alma para explicar estas contradicciones que todos hemos experimentado alguna vez.

De acuerdo con esta teoría, pueden distinguirse tres partes distintas en el alma humana, asociadas a funciones claramente diferenciadas.

1. La mejor parte es el alma racional, que se localiza en la cabeza y que está relacionada con el pensamiento.

2. Alma irascible, situada en el pecho, que es la sede de las pasiones y los sentimientos nobles, como el honor, la valentía o la cólera que experimenta un guerrero en el campo de batalla.

3. Alma apetitiva o concupiscible, que está en el vientre, es la sede de los deseos y apetitos corporales, como el ansia de comer cuando se tiene hambre o el impulso sexual.

Platón creía que el tipo de persona que somos depende del tipo de alma que predomine en nosotros. Aquellos en los que destaca la parte racional tienen un especial interés por el aprendizaje y valoran por encima de todo la racionalidad, por eso están especialmente destinados a ser los gobernantes de la ciudad. Las personas en las que predomina el alma irascible se caracterizan por su arrojo y están preocupadas por el honor, por eso están más preparadas para ser los guardianes de la ciudad. Finalmente, quienes están dominados por el alma apetitiva se dejan arrastrar por sentimientos innobles y están preocupados, sobre todo, por cuestiones de tipo material, por ello estás personas deben ser los comerciantes.

Según Platón, las únicas personas que pueden aspirar a captar las Ideas, y entre ellas la Idea de Bien, que es la más importante, son las que tienen un alma predominantemente racional. Los demás seres humanos, en los que domina el alma irascible o apetitiva, son incapaces de realizar la ascensión dialéctica, por lo que jamás podrán contemplar las Ideas en sí mismas. No obstante, estas personas también pueden comportarse de forma moralmente adecuada dentro de los límites que les impone su específico tipo de alma. Platón pensaba que cada tipo de alma está asociado a una función social característica, que es la más conveniente para ese tipo de persona.

1. Gobernantes. 2. Guerreros. 3. Comerciantes.

A cada una de estas formas de vida (funciones dentro de la sociedad) está asociada una virtud o excelencia, que se corresponde con las cualidades que son más deseables para esa clase de seres humanos:

1. Una persona en la que predomina el alma racional será virtuosa (excelente) si cultiva su inteligencia.

2. En la persona que destaque el alma irascible, la virtud que debe esforzarse en desarrollar es la valentía.

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3. Los que tienen un alma predominantemente apetitiva deben intentar cultivar la moderación, para que los deseos no acaben por dominarlos.

Sin embargo, por encima de todas estas cualidades se encuentra la virtud más importante de todas, la justicia. Platón creía que, para que en un individuo (y también en una sociedad) reine la justicia, es preciso que la dimensión racional de su alma controle las partes irascible y apetitiva. En el ámbito político, para que en una sociedad reine la justicia, los que deben controlar la sociedad deben ser los gobernantes, que son aquellos que tienen la virtud de la inteligencia. La justicia es una virtud que solo surge cuando el resto de virtudes están en armonía perfecta, es decir, cuando la razón domina con prudencia las pasiones y deseos.

4.1.1. El mito del carro alado

En el diálogo Fedro, Platón explica esta teoría comparando el alma humana con un carro guiado por un auriga y tirado por dos caballos alados. Uno de los caballos es noble y bueno, pero el otro es perezoso y desobediente. El auriga representa el alma racional, mientras que el caballo noble se corresponde con el alma irascible, y el caballo desobediente, con el alma apetitiva. La alegoría pretende mostrar que el carro (nuestra vida) solo podrá avanzar si el auriga (la razón) consigue dominar y controlar a los dos caballos (la pasión y los deseos) sin dejar que estos se desboquen. Platón nos presenta en este mito a unos caballos alados, porque el objetivo del auriga es ascender hacia el cielo, que representa el mundo de las Ideas. Pero si el auriga es incapaz de mantener el control de los dos caballos, el carro (que representa nuestra vida) se desequilibrará y acabará por precipitarse hacia el suelo, haciéndonos caer al mundo sensible, material e imperfecto.

5. TEORÍA POLÍTICA

La democracia fue quien condenó a Sócrates, el maestro de Platón, a morir envenenado. Por eso Platón pensaba que la democracia era un sistema equivocado e injusto. La condena de Sócrates es la prueba de que la mayoría no siempre adopta las decisiones correctas. Platón llegó a la conclusión de que, para que un sistema político sea justo, es necesario que decidan quienes realmente saben qué es lo adecuado y bueno para todos. Así que el poder no debe estar en manos del pueblo, sino de los sabios que verdaderamente conocen lo que conviene hacer. [De los filósofos que conocen la Idea de Bien]

La propuesta política de Platón, como se expone en La República, está ligada a su teoría antropológica. Una sociedad bien ordenada es aquella en la que reina la justicia, algo que solo será posible cuando cada persona se dedique a aquello que mejor hace, de lo que está más dispuesta de forma natural, de manera que no interfiera en las actividades para las que no esté bien dotada. Puesto que hay tres tipos de personas distintas, lo mejor es que cada cual se ocupe de las tareas que son más afines al tipo de alma que en ellas predomine.

3. Quienes tiene un alma apetitiva se ocuparán de cuestiones materiales, que son las que más les interesan. Agricultura, ganadería, artesanía, comercio, etc.

2. Quienes tienen un alma irascible deberían ser soldados, ocupados en defender la sociedad de sus enemigos.

1. El gobierno de la ciudad estará reservado a aquellos en los que prevalezca el alma racional, los únicos capacitados para comprender en qué consisten el Bien y la Justicia, Ideas universales y objetivas que deben inspirar las decisiones de los gobernantes. Por eso, quienes son capaces de captarlas conocen la auténtica verdad y pueden basarse en ella para gobernar con justicia. Así, el mando político debe confiarse a los filósofos, que son los únicos capacitados para conocer lo que realmente conviene a toda la sociedad.

Según Platón, una sociedad justa será aquella en la cual cada persona se dedica a lo que le corresponde, bajo el control de quienes saben qué es lo que conviene hacer.

En el pensamiento de Platón encontramos que la justicia individual es el equilibrio entre las tres tendencias que hay en nuestra alma (cuando el alma racional controla las pasiones y apetitos del alma irascible y apetitiva), y la justicia social como la armonía entre los tres tipos de funciones sociales que componen el Estado (cuando el gobierno se confía a los más sabios, mientras los soldados se encargan de defender la sociedad y los productores de abastecer a la colectividad con los bienes materiales necesarios).

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6. PROYECCIÓN DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN

En su tiempo más inmediato, Platón influyó en su discípulo Aristóteles (384-322 a.C.). La obra de Aristóteles se interpreta habitualmente como la negación de Platón, aunque en realidad Aristóteles continúa las dudas y las incertidumbres que invadían al maestro en sus últimos años, e intenta dar solución a las aporías que presentaba la doctrina platónica de las Ideas. En Aristóteles sigue presente la necesidad de un conocimiento universal de lo que es en sí como único conocimiento cierto, y que las cosas concretas y particulares precisen de un universal que les otorgue realidad. La diferencia va a estar en que Aristóteles sitúa ese universal en las mismas cosas, no en un mundo aparte.

En la Edad Media, el pensamiento platónico está presente sobre todo en la obra de Agustín de Hipona (354-430). El obispo de Hipona mantiene el dualismo cuerpo-alma. La autoridad de la teoría de San Agustín, que mezcla la filosofía platónica con el cristianismo, fue muy importante durante todo el medievo. También está presente el pensamiento de Platón en la obra de Tomás de Aquino (1224-1274), quien recoge su idea de participación para explicar la relación entre las criaturas y Dios. La doctrina de Santo Tomás sigue siendo la oficial de la Iglesia católica en nuestros días.

Ya en la época moderna, las filosofías racionalistas, entre ellas destaca la de Descartes (1596-1650), encuentran en Platón un antecedente, especialmente en la confianza que ponen en la razón como fuente de conocimiento verdadero y su contrapartida, la desconfianza en los sentidos. Asumen también el dualismo cuerpo-alma, aunque el pensamiento de Descartes no confiere realidad externa a las Ideas como hizo Platón.

Por otro lado, es especialmente significativa la crítica que hace Nietzsche a Platón al poner en su filosofía (y en la de Sócrates) el comienzo de la decadencia de la cultura occidental, al olvidar y negar el valor de las pasiones y los deseos humanos como motores de la acción.

Su teoría política ha sido valorada de muy distinta manera en la actualidad. Mientras que unos, como el filósofo Karl Popper (1902-1994), consideran que el gobierno de especialistas (poseedores de la verdad) es el comienzo de todos los totalitarismos, otros piensan que la utopía platónica incita a la búsqueda de la realización de la justicia, aunque se sepa que en la vida práctica no va a ser posible.

Referencias

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