C A P Í T U L O I
Indicaciones históricas con respecto al concepto de pecado original
Adán es él y todo el género humano. Por eso
El concepto del primer pecado
El relato del Génesis es la única concepción en que se
sostiene la dialéctica. Todo su contenido se concentra en una frase: El pecado entró al mundo por un pecado. Notemos
que lo mismo se puede decir de cada hombre, que por su primer pecado entró el pecado al mundo. No sería lógico ni ético pensar que el primer pecado de un hombre se produce (meramente) a causa de la pecaminosidad. Y no se puede decir que el primer pecado de un hombre cualquiera es menos grande que el pecado de Adán. La presencia de la
pecaminosidad en el hombre, el poder del ejemplo, etcétera, no son sino determinaciones cuantitativas que no explican ni justifican nada; a menos que se haga de un solo individuo
La dificultad para la razón es la explicación
triunfante del Génesis con su consecuencia
profunda: el pecado se presupone a sí mismo [y no por otra cosa; en concreto: no proviene de una
causa necesaria, sea en estilo hegeliano o en otro estilo], entra al mundo presuponiéndose. El pecado entra al mundo como lo súbito, por el salto. Y este salto pone al mismo tiempo la cualidad. (La
cualidad presupone el pecado; y el pecado
En compensación, la razón inventa otro mito que
niega el salto: Comienza por tejer una historia de lo que el hombre era antes de la caída; y poco a poco esta inocencia pasa, insensiblemente, a ser su contrario: pecaminosidad. Así que por el
El concepto de inocencia
Hay teólogos que deseando permanecer ortodoxos
invocan la nota de Hegel de que la inmediatez debe ser abolida; y que identifican inocencia con inmediatez; de modo que la inocencia debe ser abolida. Sólo que el
concepto de inmediatez tiene su lugar en lógica; el de inocencia, en ética; y hay que manejar cada concepto según cada ciencia. No es ético decir que la inocencia tiene que ser abolida, pues lo sería sólo a través de la culpa; esto es, la inocencia queda abolida por una
La inocencia es una cualidad; un estado que
puede durar; y por eso la precipitación lógica por anularla no sirve para nada. La inocencia no es una perfección cuyo retorno uno deba quedarse estando deseando; pues desearla es ya haberla perdido, y es un nuevo pecado
El concepto de caída
La inocencia es ignorancia. Pero ¿cómo se
pierde? Hay quienes explican la caída por la prohibición divina, como si esta prohibición despertara la concupiscencia. Sólo que así se
EL concepto de la angustia
En la inocencia, el hombre está psíquicamente
determinado en la unión inmediata con su
naturalidad (unión de alma y cuerpo); pero no está todavía determinado como espíritu: El
espíritu está todavía como en estado de
sueño, de calma y reposo. También hay otra
cosa que no es ni intranquilidad ni lucha, pues no hay nada contra qué luchar. ¿Qué es?
Tal es el profundo misterio de la inocencia,
que al mismo tiempo es angustia. El espíritu soñante proyecta su realidad; pero tal
realidad es todavía nada; y esta nada ve continuamente la inocencia fuera de sí
misma. La angustia difiere del temor. Éste se relaciona con algo preciso; la angustia, con la nada: con la realidad de la libertad, como
La angustia es ambigua. Es una antipatía
simpatizante, y una simpatía antipatizante. El lenguaje lo confirma, pues se habla de dulce angustia, dulce ansiedad, extraña angustia, etcétera. La angustia en la inocencia no es ni culpa, ni sufrimiento, ni fardo pesado. La
angustia tiene aquí el mismo significado que la melancolía en un estadio ulterior, en que la libertad, tras haber recorrido las formas
Al hombre su angustia lo hace culpable; y sin embargo
es inocente; pues no fue él sino la angustia; un poder extraño que se apoderó de él, un poder que no amaba, ante el que se angustiaba. Por otra parte es culpable, pues amando la angustia mientras la temía, se hundió en ella. Nada más ambiguo que todo esto; y por eso la única explicación es psicológica, aunque no explique el salto mismo. Pretender explicar el salto diciendo que la prohibición tentó al hombre, o que el Seductor lo
engañó, tiene la suficiente ambigüedad sólo para una observación superficial; y falsea la ética, pues no
Pretender explicar el salto diciendo que la
prohibición tentó al hombre, o que el Seductor lo engañó, tiene la suficiente ambigüedad sólo para una observación superficial; y falsea la ética, pues no
proporciona sino una determinación
La aparición de la angustia es el centro de
todo el problema. El hombre es una síntesis de alma y cuerpo; pero esta síntesis es
impensable si los dos elementos no se unen en un tercero; y este tercero es el espíritu. En la inocencia el espíritu está ya presente, pero
como soñando. Estando presente, es de algún modo una potencia enemiga, pues turba la
Por otra parte, el espíritu es una potencia
amiga, deseosa precisamente de constituir la relación. Tal ambigüedad es la angustia.
Desembarazarse de sí mismo, el espíritu no lo puede; aferrarse a sí mismo, tampoco,
mientras se tenga fuera de sí mismo.
Tampoco puede el hombre sumirse en la vida vegetativa, pues está determinado como
Huir la angustia no puede, porque la ama;
amarla verdaderamente, tampoco, porque la huye. Así la inocencia está en el punto crítico. Es ignorancia, pero no animal, pues está
determinada por el espíritu. Es angustia,
En este momento está todavía el hombre en la
inocencia. Basta entonces una palabra para que la ignorancia se concentre. Resuena una palabra
incomprensible para la inocencia, pero la angustia ya recibió una primera presa sobre la cual
arrojarse: en lugar de nada tiene una palabra enigmática: “No comerás del árbol de la ciencia
del bien y del mal”. Si se admite que la prohibición es la que suscita el deseo, ya no se trataría de
ignorancia, sino de saber, pues entonces Adán
La prohibición inquieta a Adán porque despierta en él la posibilidad de la libertad. Está ante la angustiosa posibilidad de poder. Qué podría, Adán no tiene idea; no tiene sino la posibilidad de poder, que es una forma superior de ignorancia y de angustia. Además de la
La angustia como presupuesto y explicación del pecado original retrocediendo hacia su origen
Si hubiera habido mil Adanes, no habrían
significado más que uno solo. Todo individuo es él y el género humano. El presente escrito no niega que la pecaminosidad se propaga
por la generación, esto es, que la
pecaminosidad tenga su historia; en lo que insistimos es en que la pecaminosidad va
aumentando cuantitativamente, mientras que la irrupción del pecado es siempre un salto cualitativo.
La serpiente sedujo a la mujer. Algunos, ven
en esto un mito, y ponen en su lugar una
explicación racionalista, que no es sino otro mito. Al menos lo primero no contraría el
concepto, mientras que el mito racionalista sí lo contraría. El mito exterioriza siempre una acción interior. Pero la caída misma -salto
Consideremos un instante la doble
consecuencia del pecado de Adán: el pecado entró al mundo; la sexualidad fue puesta. Que la consecuencia sea doble muestra que el
La angustia no es una categoría de necesidad; tampoco
de libertad. Es una libertad trabada, en que la libertad no es libre en sí misma; y la traba no está en la
necesidad, sino en la libertad. Si el pecado hubiera entrado necesariamente al mundo -lo que sería una
contradicción-, no habría angustia. Ni tampoco la habría caso de que el pecado hubiera entrado por un acto del libre albedrío abstracto. Cómo entró el pecado al