Guerra de Sucesión Austriaca
La Guerra de Sucesión Austriaca (o Guerra del rey Jorge en su escenario americano) fue un conflicto bélico que tuvo lugar desde 1740 hasta 1748, desatado por las rivalidades sobre los derechos hereditarios de la Casa de Austria a la muerte de Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Origen del conflicto
A causa de los intereses de Prusia, la rivalidad colonial franco-británica, los problemas italianos y la enemistad anglo-española de 1739, provocada por el contrabando de los navíos ingleses en América, la Casa de Austria se convirtió en el centro de la diplomacia a la muerte en 1740 del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos VI y la crisis sucesoria.
Las estipulaciones del Tratado de Westfalia se dejaron de lado en lo tocante a la restricción de no ir contra el emperador. Antes de su muerte, Francia, Prusia, Rusia, Gran Bretaña y las Provincias Unidas habían garantizado que la hija de Carlos, María Teresa I, heredaría el trono del Sacro Imperio, pero aparecieron otros aspirantes al trono: Carlos Alberto de Baviera y Augusto de Sajonia, yernos de José I, hermano y antecesor en el trono imperial de Carlos VI. Querían, respectivamente, Bohemia y la Corona imperial y Moravia. Carlos Manuel de Cerdeña reclamaba para sí el Milanesado, Felipe V de España reclamaba los ducados de Parma y Plasencia. El duque de Belle-Isle, que era el favorito de Luis XV de Francia, desacreditó la política de André Hercule de Fleury y respaldaba a los bávaros.
Las tensiones austro-prusianas se habían centrado en la negativa de Carlos VI a la anexión por parte de Prusia de los ducados de Berg y Cleves. Al ascender al trono, Federico II el Grande de Prusia se dispuso a ejecutar proyectos expansionistas con la conquista de Silesia. María Teresa I había heredado los estados patrimoniales, pero con escasos medios financieros y militares, y no estaba preparada para una confrontación sucesoria, a lo que se sumaba la escasa lealtad de algunos de sus súbditos, entre los que sobresalían ciertos nobles de Austria, Bohemia y Hungría. Ninguno de los reclamantes tenía reivindicaciones generales, pero unidas eran suficientes como para acabar con el poder de los Habsburgo.
Si el imperio de los Habsburgo hubiese formado una entidad nacional, la crisis dinástica se hubiera reducido a una cuestión austriaca exclusivamente. Pero tal imperio era una yuxtaposición de países unidos sólo por la dinastía, lo que tentaba a las potencias imperialistas a destruir la hegemonía que era obstáculo para sus propios intereses.
Desarrollo
(Gran Bretaña, Austria, Hannover y Hesse) derrotó a los franceses. Pero en la batalla de Fontenoy (mayo de 1745) en Flandes, los franceses, al mando del gran Mauricio de Saxe, derrotaron a los ingleses y a los austriacos, dirigidos por el Duque de Cumberland, e iniciaron la conquista de los Países Bajos austriacos, que terminó con la victoria francesa en Rocourt (Flandes) (octubre de 1746). En Italia se enfrentaron españoles y franceses, por un lado, y austriacos por otro. La Guerra del rey Jorge constituyó la fase americana de la Guerra de Sucesión Austriaca y la primera de las guerras de Carnatic constituyó la fase India de la misma, ambas libradas entre Francia y Gran Bretaña.
Tratado de Aquisgrán (1748)
El Tratado de Aquisgrán puso fin a la Guerra de Sucesión Austriaca en 1748, así como a la llamada Guerra del rey Jorge. Establecía que todas las conquistas llevadas a cabo durante la misma fueran devueltas a sus dueños originales. María Teresa I conservó sus territorios, salvo Silesia, que fue cedida a Prusia. Felipe V de España consiguió los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla. El tratado devolvió Louisbourg (Canadá) a Francia y entregó Madrás (India) a los británicos.
La decisión de Austria de recuperar Silesia llevó a la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que dio continuación al conflicto entre Francia y Gran Bretaña por sus colonias en América e India.
La sucesión austriaca Siguientes:
Prusia y la diplomacia francesa y británica La segunda guerra de Silesia
Rivalidades e intereses ultramarinos Fin de los conflictos
Tratado de Aquisgrán
En 1739-1740 existían múltiples intereses y desacuerdos, que desembocarían en una guerra casi general, donde destacaban los objetivos prusianos, las rivalidades coloniales franco-británicas, los problemas italianos y la enemistad anglo-española de 1739, provocada por la respuesta de Madrid al contrabando de los navíos británicos en América.
Los esfuerzos de Carlos VI por evitar problemas sucesorios con el reconocimiento de la Pragmática Sanción por casi toda Europa no tuvieron ningún éxito y, desde el momento de su muerte, aquellos candidatos con cierto respaldo legal presentaron sus reclamaciones. María Teresa había heredado los estados patrimoniales, pero joven y con escasos medios financieros y militares, se presentaba como un cebo fácil de agarrar, a lo que contribuía la dudosa lealtad de muchos de sus súbditos, deseosos de quitarse el yugo de los Habsburgo, entre los que sobresalían no pocos nobles de Austria, Bohemia y Hungría.
Ninguno de los reclamantes planteaba reivindicaciones generales, pero unidas eran suficientes como para acabar con el poder de la familia austriaca. Carlos Alberto de Baviera y Augusto de Sajonia, esposos de las hijas de José I, querían, respectivamente, Bohemia y la Corona imperial y Moravia; Carlos Manuel de Cerdeña ambicionaba el Milanesado y una salida al mar a través de Génova; Felipe V reclamaba los ducados de Parma y Piacenza. Ahora bien, Fleury analizó las consecuencias de las posibles alianzas con los oponentes de María Teresa para no verse arrastrado a una lucha sin sentido.
La participación británica en respaldo de Viena, sin duda, significaría una guerra general, mientras que la actitud conciliadora de Federico II con respecto a Francia la arrastraría a la entrada en el conflicto. La posición de Versalles era muy delicada porque, si había reconocido la Pragmática Sanción en 1735, también había firmado un tratado en 1727 con Carlos Alberto de Baviera por el que defendía su candidatura al trono imperial ante la falta de herederos varones. Al mismo tiempo, en Versalles, el jefe del partido antiaustriaco, el conde de Belle-Isle, se convirtió en favorito de Luis XV y desacreditó la política de Fleury. Capitaneaba un activo grupo de militares de la alta sociedad que soñaban con la vuelta a la política tradicional del Seiscientos. Comprometido por sus anteriores actuaciones, confirmó su contradictorio programa diplomático y, aunque no rechazaba la Pragmática, respaldaba a los bávaros.
Prusia y la diplomacia francesas y británica
El detonante fue la invasión prusiana de Silesia. Federico II, ante las indecisiones francesas y sin declaración previa, entró en el territorio en diciembre de 1740 con los pretextos de ciertos derechos sobre cuatro ducados silesios y librar a la población de la conquista sajona. Confiado y con la esperanza de evitar una costosa contienda hizo varias propuestas a María Teresa para la cesión: el voto a Francisco de Lorena, su esposo, para el trono imperial, el pago de una indemnización, la confirmación del resto de los dominios austriacos y, por último, la aceptación de parte de Silesia como garantía de los anteriores compromisos. Buen estratega, el elector conocía bien el juego de poderes del momento y, por tanto, la difícil posición austriaca.
Mientras, Federico II se aprovechaba de dos situaciones: la apertura de varios frentes le permitía maniobrar con seguridad por la dispersión de fuerzas austriacas y las disputas en el gabinete británico entre Newcastle y Walpole, especialmente preocupados por los conflictos ultramarinos. Tales circunstancias condujeron al entendimiento entre Gran Bretaña y Prusia para la entrega de la Baja Silesia, al tiempo que se firmaba el armisticio de Kelin-Schellendorf, en 1741, entre Berlín y Viena. Las conversaciones iniciadas para un acercamiento a Francia no tuvieron los resultados previstos y Federico II firmó el segundo Tratado de Breslau, en julio dé 1742, donde Viena reconocía la cesión de toda Silesia a Prusia, no sin antes sufrir las presiones económicas de los diplomáticos británicos. Austria se sintió defraudada, pero era el único modo de frenar la ofensiva prusiana, y, además, necesitaba la paz porque Londres buscaba el respaldo holandés en la invasión de Francia.
Desunidos sus enemigos, María Teresa reaccionó y recuperó Bohemia y entró en Baviera, gracias al respaldo militar de la nobleza húngara a la que hizo algunas concesiones relativas a sus libertades. Carteret denunció la Convención de Hannover de Jorge II y elaboró un plan de ataque dirigido contra Francia. Gracias a la política británica, María Teresa contaba ahora con su apoyo sin trabas, cuyo objetivo consistía en la creación de graves problemas a Francia. La red política londinense surtió pronto los efectos deseados. Augusto III pasó al bando austriaco cuando la archiduquesa accedió a varias de las cláusulas, que antes se había negado a ratificar, del tratado de abril de 1741, sobre subsidios, compensaciones territoriales en Sajonia y compromisos de conversión del Electorado en reino, a cambio de su voto a Francisco de Lorena y ayuda militar en la guerra. También aquí María Teresa cedía por la presión diplomática y, por tanto, consideraba provisionales los acuerdos. Vista la situación, la mayoría de los príncipes alemanes se acercaron a Austria, sobre todo tras la firma del Tratado de Westminster, en noviembre de 1742, entre Londres y Berlín. Los acontecimientos militares se sucedieron en contra de Francia y Jorge II, con un ejército de británicos, hannoverianos y austriacos, los derrotó en Dettingen, en junio de 1743. Luis XV era vencido en todos los frentes europeos y el fracaso definitivo parecía que sólo era cuestión de tiempo, pero un cambio de planes británico, ante la actitud antibelicista de los regentes holandeses, salvó la situación.
Otro escenario fueron las ambicionadas posesiones italianas de los Habsburgo. Uno de los principales personajes era Carlos Manuel de Cerdeña, que buscaba el equilibrio entre Borbones y Habsburgos en su propio provecho, ya que París le ofrecía territorios y Viena el apoyo a sus pretensiones, previo reconocimiento de la Pragmática Sanción. Las reclamaciones de Felipe V e Isabel de Farnesio hicieron que, finalmente, se acercara al bando austriaco, ya que sólo la presencia de la marina británica, añadida a presiones militares terrestres, impidieron que se lograsen los deseos de los Borbones en Italia.
punto relativo a Finale y Carlos Manuel rechazó la conquista y reparto de Nápoles y Sicilia por Austria porque alteraría el equilibrio peninsular en favor de los Habsburgo, lo que disgustó a María Teresa. La difusa diplomacia de París en Italia, tras la muerte de Fleury, se oponía tanto al acercamiento de Felipe V a Viena o Londres, como a una alianza familiar.
No obstante, poco después, el enojo de ambos Estados por la firma del Tratado de Worms se plasmó en el segundo Pacto de Familia, en octubre de 1743, por el que Francia apoyaba la reconquista de Gibraltar y Menorca y aseguraba a don Felipe Parma, Piacenza y Lombardía. Además, Federico II participó en la contienda porque en Worms se confirmaba la Pragmática Sanción, inclusive en Silesia, lo que permitiría a María Teresa la ocupación de Baviera y las intrigas internas en el Imperio en favor de una reunificación bajo los Habsburgo. Carteret, respaldado por los éxitos militares, propició la más ambiciosa empresa diplomática del momento: la reunión de Carlos VII y María Teresa, con el fin de formar la antigua alianza antifrancesa de 1701.
Los delegados británicos y bávaros llegaron a un consenso en julio de 1743 por el Tratado de Hanau: Carlos se pasaba al bando antifrancés, renunciaba a los derechos sobre los territorios de la archiduquesa, se le restituían sus dominios hereditarios y parte del Palatinado, recibía importantes cantidades de dinero y se le prometía la conversión en reino de su Electorado. Pero estos compromisos quedaron invalidados por la reanudación de la guerra y el rechazo del Parlamento británico a votar otros subsidios. A partir de 1744, la política londinense estuvo caracterizada por la ausencia de una dirección conveniente, la inestabilidad y la falta de coordinación entre el rey y los ministros. Europa septentrional también se vio mezclada en el conflicto por la instigación francesa a los suecos en contra de Rusia.
Estocolmo, con la excusa de la Guerra de Sucesión austríaca, quiso recuperar las provincias bálticas en manos zaristas, de ahí que se aceptaran los encuentros secretos con la hija de Pedro I, Isabel, para la sustitución de Iván IV. A cambio de apoyo militar sueco, se procedería a la devolución de las pérdidas de Nystadt, pero la traición de la emperatriz y la existencia de problemas dinásticos concretos hicieron imposible cualquier reclamación. El asunto quedó zanjado con el Tratado de Abö, agosto de 1743, donde Suecia aceptaba la tutela rusa, rechazaba la francesa y perdía parte de Finlandia. La zarina tomó una actitud favorable a Austria y Gran Bretaña para garantizar las ganancias obtenidas y evitar el intervencionismo francés, siempre proclive a las pretensiones antirrusas.
La segunda guerra de Silesia
Tuvo el preámbulo en la declaración de guerra de Luis XV a Gran Bretaña y Austria en marzo-abril de 1744. Los conflictos comenzaron con la formación de la Unión de Frankfort, en mayo de 1744, compuesta por Francia, Prusia, Carlos VII y algunos príncipes alemanes. El objetivo principal era la defensa de las libertades germánicas con el rescate de Baviera y la proclamación como emperador de Carlos VII. No cabía duda de que tales acontecimientos suponían el gran fracaso de la política de Carteret, destituido en noviembre, sustituido por Henry Pelham.
libertades italianas. Con el tratado franco-prusiano de junio de 1744 se volvía a la posición inicial y, en cuanto los coaligados penetraron en Alsacia, Federico II empezó la conquista de Bohemia, lo que provocó la retirada de las tropas austríacas de suelo francés. Prusia fracasó en Bohemia por la falta de ayuda de Versalles y tuvo que replegarse. Las perspectivas no eran demasiado favorables porque temía el ataque combinado de los ejércitos austriacos y sajones, y la entrada en el Electorado resultaba muy peligrosa por la presumible reacción de Rusia y Austria; finalmente, se decidió y capturó Dresde. Sus precarias relaciones diplomáticas con la zarina Isabel y el desgaste financiero le llevaron a plantearse la paz.
Sajonia aceptó con rapidez, pero María Teresa, cansada de sacrificios, propuso conversaciones a Francia para el abandono de la amistad con Prusia, a cambio de cesiones territoriales en los Países Bajos y en Italia a don Felipe. Fracasada la iniciativa, pues era evidente que Federico II frenaba el poder de los Habsburgo, la archiduquesa firmó el Tratado de Dresde, en diciembre de 1745, también bajo la presión de la retirada de los subsidios británicos, por el que confirmaba el dominio prusiano sobre Silesia. Este acuerdo estuvo precedido, en julio, de la Convención de Hannover entre Federico II y Jorge II, con cláusulas de carácter ofensivo-defensivo.
Otra vez Prusia había abandonado la alianza con Francia en su propio provecho porque sus planes de una marcha sobre Viena se ignoraban y la guerra de los Países Bajos no le interesaba o, aún peor, podía perjudicarle si cambiaba la situación internacional. Muerto Carlos VII, en enero de 1745, quedaba eliminado el problema y María Teresa se apresuró a asegurar la candidatura de su marido, convertido en septiembre de 1745 en Francisco I, lo que suponía el triunfo de los Habsburgo y el aumento de su poder e influencia.
Rivalidades e intereses ultramarinos
En 1744, la declaración de guerra anglo-francesa significaba una verdadera lucha colonial entre ambos Estados, que no era otra cosa que la caja de resonancia de las contiendas continentales. Ninguno de los oponentes perseguía la suplantación absoluta, pues supondría el aumento de la oferta y la caída de los precios, pero sí querían la reducción del número de plantaciones y el deterioro de los circuitos enemigos. La falta de seguridad de los escasos enclaves franceses y las defectuosas rutas inglesas hicieron que se mantuviesen los mismos objetivos hasta el final de la contienda. Al igual que en otros escenarios ultramarinos, por ejemplo, en la India, los resultados fueron dudosos e imprecisos, salpicados con algunos éxitos de importancia por ambas partes; por ejemplo, en junio de 1745, Francia sufrió un revés con la captura de Luisburgo, en la desembocadura del San Lorenzo, gracias a la combinación de tropas británicas y coloniales.
Fin de los conflictos
un año antes, había muerto Felipe V y desaparecía la influencia de Isabel de Farnesio, que había marcado una época. Su sucesor, Fernando VI, casado con la probritánica Bárbara de Braganza, abandonó las cuestiones italianas y quedaron estancadas las hostilidades. Por su parte, Londres quiso atraerse a España y retirarla del bando galo, mas las complicadas negociaciones no cuajaron por el controvertido tema de Gibraltar y la petición de mayores ventajas comerciales en América. Tales conversaciones no tuvieron por menos que crear recelos e inseguridades en la corte de Luis XV. Retomando las estrategias de anteriores campañas, Versalles volvió de nuevo sus miras hacia los Países Bajos con el fin de ganar posiciones en la contienda. Tal como se había proyectado, un ejército francés al mando de Mauricio de Sajonia conquistaba los Países Bajos con tres importantes victorias: Fontenoy, en 1745; Recourt, en 1746, y Lawfeld, en 1747.
Tampoco las fuerzas británico-holandesas, respaldadas por contingentes austriacos, pudieron evitar la invasión de Holanda, lo que provocó el triunfo de Guillermo IV de Orange frente a los regentes por el nombramiento de estatúder por las siete provincias, aterradas ante la inminente agresión exterior. Los deseos de paz se extendieron entre todos los combatientes, pero no había consenso para el inicio de las discusiones porque Gran Bretaña quiso imponer sus criterios y buscó la victoria total en la guerra. La caída en desgracia de D'Argenson y la ofensiva en Holanda para la ocupación de la desembocadura del Rin, disuadieron a Londres de prolongar aún más la situación. Mientras, Versalles accedía a la mediación holandesa en las conferencias, sobre todo cuando Francisco I se retiró de los campos de batalla. Había logrado sus objetivos y hasta contaba con los subsidios de Rusia si Prusia persistía en su actitud.
Tratado de Aquisgrán
Versalles y Londres llevaron el peso de las negociaciones, y el resto de los participantes no hicieron otra cosa que aceptar los resultados presentados. Todos los acuerdos fueron incluidos en un único tratado para que no se hiciesen salvedades particulares y se respetasen de forma global, algo improbable vista la situación y la importancia de las cuestiones abordadas. El 28 de octubre de 1748 se firmó el Tratado de Aquisgrán o de Aix-La Chapelle, tras ocho años de guerra, por Gran Bretaña, Francia, Austria y las Provincias Unidas. Destacaron las siguientes cláusulas: - Los Habsburgo cedían los ducados de Parma y Piacenza y el principado de Guastalla al infante español don Felipe, yerno de Luis XV. También entregaron a Piamonte los territorios prometidos en Worms. - Se garantizó la independencia de la república de Génova. - Madrás pasaba, de nuevo, a Gran Bretaña, y Luisburgo, a Francia. - No se dispuso nada sobre la neutralidad de los Países Bajos. - España prometió á Gran Bretaña a renovación del asiento hasta 1752. - Se confirmó la Pragmática Sanción y la elección imperial de Francisco I. - Prusia retuvo Silesia. - Francia renunció a cesiones territoriales en los Países Bajos, Piamonte, Niza o Friburgo, se comprometió a no fortificar Dunkerque y aceptó la expulsión del pretendiente Estuardo.
relaciones internacionales, a pesar de las presiones ejercidas sobre María Teresa en momentos cruciales. Holanda, sin fuerza militar y con las trabas derivadas de las diferencias internas, quedó como una potencia de segunda fila y perdió su antiguo prestigio.
Italia parecía haber iniciado el tan deseado equilibrio entre las fuerzas de los Borbones y de los Habsburgo, auspiciado por los proyectos de consolidación de María Teresa y Carlos Manuel. Sin embargo, Gran Bretaña se había dejado arrastrar por los intereses coloniales y no prestó demasiada atención a las irregularidades diplomáticas de su gabinete, que le costaron el alejamiento de Austria y Holanda. Su actividad directiva redundó en ventajas para Francia, que mantenía sus posesiones territoriales, conservaba Silesia en manos de Prusia, intervenía en la política interior alemana y garantizaba la seguridad de sus fronteras. Bien es verdad que la alianza de Versalles y Madrid se resintió por la pérdida de Gibraltar y Menorca, criticándose su actitud conciliadora con Londres y Berlín, pero preservó en gran parte el papel de árbitro de Europa. En definitiva, la Guerra de Sucesión austriaca había estado caracterizada por la incertidumbre diplomática.
. Contenido
* LA GUERRA DE SUCESIÓN AUSTRIACA (1741-1748) - Causas. o Los estados dinásticos
o Los derechos de Carlos Alberto o Europa Central en 1740 (mapa) o Territorios de la Casa de Habsburgo o La Pragmática Sanción y la nueva dinastía o La herencia de Carlos VI
o Las cavilaciones de Francia o En resumen
* ANEXOS
o La elección del emperador * NOTAS
LA GUERRA DE SUCESIÓN AUSTRIACA (1741-1748)
El 20 de Octubre de 1740, a los 74 años de edad, fallecía inesperadamente el emperador Carlos VI, señor de la rama austríaca de la Casa de Habsburgo. Al no tener descendencia masculina, heredaba el trono su hija mayor, María Teresa.
En un primer momento, las principales potencias europeas parecían aceptar la nueva situación, incluso Federico II de Prusia había ofrecido todo su apoyo a la joven soberana... tuvo que ser Baviera, una potencia menor, la que dijera no: el Elector Carlos Alberto de Baviera, de la Casa Wittelsbach, no iba a reconocer los derechos de la archiduquesa y reclamaba ante las potencias la herencia de todos los países de la Casa de Habsburgo.
hecho más relevante la irrupción de Prusia como potencia a nivel europeo y rival de Austria en el dominio de Alemania.
Los estados dinásticos
A mediados del siglo XVIII, en el nacimiento del Despotismo Ilustrado se reparten el gobierno de los estados europeos una serie de dinastías interconectadas entre sí por complicados lazos familiares. Los Borbones en Francia y España, y Habsburgo en Austria eran las más poderosas.
El absolutismo era la base sicológica de estas monarquías, resultado de la gran crisis política y social que produjo la Guerra de los Treinta Años. El miedo general a que se volviera a repetir tan terrible caos llevó a toda Europa a desear gobiernos fuertes que aseguraran la paz y la prosperidad.
La continuación en el tiempo de estas familias gobernantes se realizaba por vía hereditaria, que estaba normalmente regida por una Ley de Sucesión . El momento del relevo era crucial y creaba un período de inseguridad en el aparato estatal que solía ser aprovechado por las potencias para dirimir sus diferencias e intentar cambiar el equilibrio europeo en su favor.
Si el Imperio de los Habsburgo hubiese formado una entidad nacional y su unidad hubiese provenido de su estructura interior, la crisis dinástica podía haberse reducido a una cuestión exclusivamente austriaca. Pero este imperio era una agrupación de países unidos por el solo lazo dinástico y la ruptura de este lazo o cualquier duda sobre su legitimidad ponía en litigio su unidad.
Como ejemplo de dinastía gobernante en Europa, Carlos VI de Habsburgo reunió durante su vida los siguientes títulos:
-Emperador de Germania (1711-1740) -Rey Titular de España (1703-1713)
-Rey de Bohemia y de Hungría (1711-1740)
-Rey de Nápoles (1714-1734) y de Sicilia (1720-1735) -Rey de Cerdeña (1713-1720)
-Archiduque de Austria (1711-1740) -Príncipe de los Países Bajos (1714-1740) -Duque de Mantua (1706-1740)
-Duque de Milán (1714-1740)
-Duque de Parma y Piacenza (1735-1740)
Los Derechos de Carlos Alberto
Cuando María Josefa casó con Augusto de Sajonia, hijo del rey Augusto II de Polonia, y María Amelia con el duque Carlos Alberto de Baviera, exigió a estos dos príncipes que se comprometieran bajo juramento a respetar la Pragmática Sanción. Luego transformó este convenio en ley orgánica de sus estados.
La reclamación que presentó la corte de Munich a la de Viena, no se apoyaba en el derecho de su esposa al trono Habsburgo, que Carlos había anulado, ya que Carlos Alberto había jurado la Pragmática: Sus consejeros jurídicos retrocedían hasta el siglo XVI y sostenían que los derechos de Baviera se deducían del testamento del emperador Fernando I (1503-1564) y del contrato matrimonial de la hija de este, Ana, con AlbertoV de Baviera. María Teresa se apresuró a presentar esta reclamación ante las potencias que tuvieron que admitir que no tenía ninguna base jurídica. Sea como fuere, el paso ya había sido dado y la excusa era lo de menos, ya que este tipo de maniobras eran usadas habitualmente por los príncipes europeos para dar un barniz de legitimidad a sus ambiciones de expansión.
Europa central en 1740
Territorios de la Casa de Habsburgo
La Casa de Habsburgo en 1740 gobernaba sobre territorios que se podrían clasificar en cuatro grandes unidades:
# La primera estaba compuesta por los países hereditarios austro-alemanes:Alta y Baja Austria, Estiria, Caríntia, Carniola, Tirol, Brisgovia o Breisgau y Burgau (Austria Anterior u Occidental).
# Los territorios bohemios: Bohemia, Moravia y Silesia.
* El Reino de Hungría, con Eslovenia, Croacia y Transilvania.
* En cuarto lugar los territorios adquiridos en el reinado de Carlos: Milán, Parma, Plasencia, Toscana, los antiguos Países Bajos españoles y el Banato de Temesvar.
La Pragmática Sanción y la nueva dinastía
LA HERENCIA DE CARLOS VI
Carlos había hecho todo lo posible por asegurar el poder a su hija mayor a través de la Pragmática. Sin embargo nunca se preocupó de enseñarle el oficio de reinar ni de darle explicaciones sobre los negocios de estado, un estado para el que el respeto a los tratados era una salvaguarda inadecuada, ya que era incapaz de resistir una agresión. Tampoco se preocupó de que la joven emperatriz encontrase entre sus consejeros hombres útiles en los que poder apoyarse. El gran general príncipe Eugenio de Saboya había muerto y el único órgano al que podía recurrir, el llamado Consejo Secreto, estaba compuesto por seis ancianos incompetentes y septuagenarios. María Teresa tenía veintitrés.
La presidencia del Consejo la ocupaba el conde Felipe Luis de Sinzerdorf, hombre deshonesto y sin talento. El estado de la hacienda era ruinoso por las guerras y la mala administración4. En cuanto a los generales, no está mejor provista que de consejeros civiles. La última guerra contra los turcos (1737-1739) concluida con la paz de Belgrado, en la que se perdieron Moldavia y Valaquia, había sido fatal para el ejercito y sus caudillos. De hecho, los dos generales a los que podía recurrir, (Wallis y Neipperg) estaban en prisión.
Tampoco iba a encontrar la emperatriz apoyo en sus súbditos; reinaban la apatía o el descontento: ya se estaban produciendo perturbaciones campesinas en los alrededores de Viena y el encarecimiento de los precios tenía inquietas a las clases bajas. Muchos de los nobles de Austria y Bohemia estaban dispuestos a aceptar a un pretendiente rival: Carlos Alberto de Baviera, mientras que la nobleza magiar estaba más ocupada en aumentar sus privilegios a costa de los Habgsburgo que en ayudar a la nueva dinastía.
Era un problema difícil para una mujer joven y sin experiencia en el mundo político, regir un gran imperio en ese momento de peligro inminente con la ayuda de seis ancianos, un tesoro arruinado y un ejército débil y desmoralizado. Mientras, toda Europa está agitada: con el último Habsburgo muerto, todas las potencias miran a su imperio como a un campo de botín.
Aunque todos los estados habían reconocido el derecho de María Teresa a suceder a su padre, ¿qué podría valer una firma al pie de un tratado frente a las posibilidades que un conflicto dinástico ofrecía a todos los imperialismos continentales?
A excepción de Inglaterra, nación que no deseaba la desmembración de Austria, los estados europeos se aunan para romper sus compromisos más solemnes: Federico II, que acababa de subir al trono de Prusia (1740), ambiciona Silesia; Felipe V de España pretendía el Milanesado, Augusto III de Polonia y Elector de Sajonia estaba al acecho y en Francia reaparecía la política de hegemonía continental.
Las cavilaciones de Francia
miembros del consejo para protestar por la subida al trono de María Teresa. Al mismo tiempo avisaba a los embajadores de las potencias de que Carlos Alberto pretendía la herencia de todos los países de la Casa de Habsburgo. Por supuesto que la reclamación fue desestimada por Viena. Pero Munich no daba sus planes por perdidos: esto era un desafío claro de Baviera a la joven reina y no se hubiese atrevido a tanto sin estar segura de tener aliados poderosos... y el aliado era Francia5.
Francia ya había utilizado Baviera en el pasado como auxiliar en sus injerencias en la política alemana y todas las esperanzas de Carlos Alberto se cifraban en este apoyo, ya que sus fuerzas eran débiles y sus generales y ministros incompetentes. Sus aspiraciones de ascenso a la dignidad imperial necesitaba de territorios que la mantuvieran económicamente y estos solo los podía conseguir despojando a María Teresa.
La política del cardenal Fleury6 había sido ambigua7 en este apoyo, por miedo a que una clara estrategia que llevara a la destrucción de la monarquía vienesa empujara a una guerra en el continente con Holanda e Inglaterra, que no podían permitir tal desintegración. Esta guerra para Fleury, como en tiempos de Luis XIV8, no se podía ganar, y perjudicaría grandemente los intereses de Francia. Aconsejaba moderación y parecía que su deseo era tener a Carlos Alberto como baza para debilitar a la Monarquía Vienesa, no para destruirla. Sin embargo Luis XV había apostado por una clara política de hegemonía dinástica en el continente, junto con España y Nápoles, que completaría la iniciada por su abuelo. Y esta opción exigía la desmembración del estado Habsburgo, que debía asegurarle la supremacía en el continente, y con la conquista de Belgica9 terminar con el predominio marítimo de Inglaterra.
Fleury, que no era destituido a pesar de su resistencia a la política extranjera del rey y sus consejeros privados, iba consiguiendo posponer cualquier decisión que implicara a Francia en el conflicto claramente. La invasión Prusiana de Silesia en Diciembre de 1740 iba a acelerar los acontecimientos.
En resumen
Con la muerte de Carlos VI, se produce una situación propicia para que se desencadene un conflicto internacional.
Los factores que concurren a crear esta tormenta son:
A) Cuestión dinástica: Relevo dinástico especialmente conflictivo, con elección imperial de por medio. Aparentemente resuelto por la Pragmática pero sin el respaldo de un ejercito fuerte que la haga respetar.
B) Problemas internos:
* La frágil cohesión de los dominios austriacos, solo unidos por lazos dinásticos que son los que se ponen en entredicho.
* Descontento, sobretodo en Austria y Hungría, contra los Habsburgo, tanto por la mala administración como por las últimas derrotas militares contra los turcos.
* De política alemana:
o Aparición de dos príncipes electores alemanes resentidos, Carlos Alberto y Augusto, que no aceptan a María Teresa como sucesora.
o Prusia ya está madura para competir por el dominio de Centroeuropa y además dispone de un rey excepcional: Federico II.
* De política europea:
o -Cambio de rumbo en Francia, que regresa con Luis XV y el partido anti-austriaco a la política de hegemonía dinástica que busca la destrucción de los Habsburgo.
o -Los borbones españoles, descontentos con el Tratado de Utrech y que aspiran a los territorios austriacos en Italia.
o -Incluso Inglaterra, pese al pacifismo de Walpole y a la que no interesa la desmembración de Austria, necesita en esos momentos una guerra continental que distraiga a Francia y España de la guerra marítima que no le es favorable.
Si después de todo lo dicho hubiese que señalar a un culpable de esta guerra , no cabe la menor duda que fue Federico el Grande con su ataque a Silesia el que la empezó.
LA ELECCION DE EMPERADOR EN ALEMANIA
Electores en el Sacro Imperio Romano Germánico eran cada uno de los príncipes a los que correspondía el derecho a elegir al rey de Germania, el futuro emperador (según la tradición alemana, los reyes eran elegidos entre sus nobles).
En la Josefsplatz de Viena se encuentra la Cámara del Tesoro de los Habsburgo. Entre las piezas más impactantes se encuentran las insignias del imperio, como la Corona Imperial de Austria. Esta en su origen fué la corona particular de Rodolfo II (1552-1612). El primer emperador austriaco, Francisco I, elevó a la corona en 1804 al rango de símbolo del estado hasta esta fecha los soberanos austríacos eran en su propia tierra tan sólo archiduques, la dignidad de emperadores la poseían respecto al Sacro Imperio Romano Germánico. Como tales portaban la Corona Imperial del siglo X.
Entre el momento de su elección y el de su coronación,el elegido obstentaba el título de Rey de los Romanos (Rex Romanorum) y después de su coronación, el de Emperador de Germania (Imperator romanorum).
Detalle de un vaso bohemio de 1593, que representa al emperador entronizado, flanqueado por los siete electores.
La Bula de Oro, edicto imperial promulgado por el emperador del Sacro Imperio Romano Carlos IV en 1356, reconocía la condición de electores a:
-Los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris -El rey de Bohemia
-El Conde Palatino del Rin -El duque de Sajonia
En el tratado de Wesfalia (1648) se eleva el número de electores. En 1740 son nueve: -Los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris
-El rey de Bohemia, título en manos de la Casa de Habsburgo. -El Conde Palatino del Rin
-El duque de Sajonia, Augusto, también rey de Polonia -El margrave de Brandeburgo, en manos del rey de Prusia -El duque de Baviera, a través del Palatinado bábaro
-El electorado de Hannóver, posesión de Jorge II, rey de Inglaterra
Aunque el cargo de emperador era electivo, en la práctica desde el año 1438 hasta entonces siempre había recaído en los Habsburgo.
Notas
1 Candidato Habsburgo al trono español en esta guerra, como Carlos III.
2 Era provervial en la Casa de Habsburgo su quizás excesiva confianza en los tratados y la legalidad. Para ellos la guerra era el último medio.
3 Gran Duque de Toscana. Después de su casamiento con María Teresa el 11 de Abril de 1736 había tenido que ceder a Francia (a la muerte de Stanislao Leczynski, primer beneficiario) sus posesiones de Bar y Lorena a cambio del Gran Ducado de Toscana. Este cambio había sido exigencia del tratado que concluyó la guerra con Francia en 1735. (volver)
4 La organización señorial de los estados habsburgueses mantenía la autoridad social de la nobleza y su poderío económico basado en la tierra. La existencia de Dietas locales obstaculizaba la política centralista de los emperadores. Cada estado poseía su capital, su gobierno y su Dieta, donde solo ocupaba asiento la nobleza terrateniente, que votaba los impuestos necesarios para el reclutamiento de tropas. En Hungría la Dieta detentaba de hecho la soberanía del país. El soberano en estas condiciones no podía disponer sino de muy escasos medios económicos y aunque reinase sobre 24 millones de súbditos (estado más poblado de Europa), el tesoro siempre estaba exhausto y el ejercito no excedía los 80.000 hombres (Carlos VI).
5 Francia, con el debilitamiento de la monarquía en el período de la regencia, había pasado un período de incipiente liberalismo que había orientado al mar su economía y que la había acercado a Inglaterra y Holanda. Con el advenimiento de Luis XV, vuelve el absolutismo y la política de hegemonía dinástica en el continente.
6 Al frente de la política francesa de 1726 a 1741. Moderado, pacifista y amigo de la alianza con Inglaterra y Holanda.
7 En 1727 había firmado un tratado en que apoyaba a Carlos Alberto en cualquier justo derecho que pudiera tener a cualquiera de los dominios de los Habsburgo si al morir Carlos VI no dejaba varón.En 1735 había garantizado la Pragmática Sanción lo cual no fue obstáculo para que a la vez ofreciera sus buenos oficios en Viena a favor del bávaro (sin respuesta).