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MÁSTER UNIVERSITARIO EN FORMACIÓN DEL PROFESORADO DE ENSEÑANZA SECUNDARIA OBLIGATORIA, BACHILLERATO, FORMACIÓN PROFESIONAL Y ESCUELAS OFICIALES DE IDIOMAS

MÓDULO GENERAL

MATERIA: APRENDIZAJE Y DESARROLLO EN LA ADOLESCENCIA

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INDICE DE CONTENIDOS

Descripción del Plan de Estudios de la Materia

0. NOTAS PARA UNA INTRODUCCIÓN.

1ª.- Ser Profesor

2ª.- Unos conceptos básicos 3ª.- Estructura de estos apuntes

1. REVISIÓN DE ALGUNOS TÓPICOS, VISIONES Y POLÉMICAS SOBRE LA ADOLESCENCIA.

1.1. Frases Tópicas-Típicas. 1.2. Visión Social (La Prensa) 1.3. Visión de los padres. 1.4. Visión escolar

1.5. 1ª Polémica: El adolescente, ¿es producto de la herencia o del ambiente? 1.6. 2ª Polémica: La adolescencia, ¿es un periodo natural o una construcción social? 1.7. 3ª Polémica: Sobre el comienzo y fin de la adolescencia.

1.8. 4ª Polémica: La adolescencia,¿Es la edad rosa/romántica o de tormenta/drama? 1.9. 5ª Polémica: La adolescencia,¿Es un periodo de ruptura o de continuidad? 1.10. 6ª Polémica: ¿Es un periodo de recapitulación o de preparación?

1.11. Unas primeras conclusiones.

2. EL DESARROLLO ADOLESCENTE.

2.1. El desarrollo Físico-Motor. 2.2. El desarrollo Cognitivo.

2.3. El desarrollo de la Comunicación y el Lenguaje. 2.4. El desarrollo Afectivo.

2.4.1. Consecución de la autonomía personal. 2.4.2. El autoconcepto y la autoestima.

2.4.3. La construcción de la identidad personal. 2.4.4. Valores y contravalores en la adolescencia. 2.5. El desarrollo Social del adolescente

2.6. Unas segundas conclusiones: Aspectos que configuran la personalidad adolescente

3. PAUTAS DE INTERVENCIÓN EDUCATIVA.

3.1. El marco educativo de la actividad docente: PEC-PCE-PGA Planes y Programas

A. El Plan de Atención a la Diversidad. (PAD) B. El Plan de Acción Tutorial. (PAT)

C. El Programa de Orientación Académica - Profesional. (POAP) D. Plan de Convivencia.

3.2. El profesor, como miembro de un claustro: 3.3. El profesor, como tutor de un grupo de alumnos.

a) Las funciones y ámbitos de la acción tutorial b) Coordinaciones con otros profesionales

3.4. El profesor, como docente de una asignatura y de un alumno. a) Los grandes paradigmas.

b) El aprendizaje: Principios y bases.

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APRENDIZAJE Y DESARROLLO EN LA ADOLESCENCIA.

0.- NOTAS PARA UNA INTRODUCCIÓN.

Usted ha decidido ser profesor/a o, por lo menos, seguir este Master de Formación del Profesorado de Enseñanza Secundaria Obligatoria y Postobligatoria. Bien, de entrada, bienvenido/a al “gremio”. Pero, permítame hacerle unas consideraciones iniciales que nos faciliten centrar esta materia: Aprendizaje y desarrollo en la adolescencia.

1ª.- SER PROFESOR.

“Dar clase” es una salida muy digna para recién licenciados o titulados que aún no han encontrado un puesto técnico en la empresa. Se trabaja en academias (o en casa) unos años, se gana dinero, más o menos según se mueva uno y, finalmente, se termina colocado en lo que realmente uno quería, acabando una etapa que queda para el recuerdo como anécdota. Estos profesionales temporales (mercenarios de la formación) carecen de unos cuantos ingredientes necesarios para hacer de una clase un reto personal que suponga un verdadero placer, tanto para aquellos que la reciben como para quien la imparte.

Ser profesor -como usted se imaginará- es “otra cosa”. Debe ser otra cosa.

En palabras del profesor Joan Teixidó Savalls (Universidad de Girona): “Cuando se efectúa un análisis de las tareas concretas que lleva a cabo un docente en el ejercicio de su profesión, nos hacemos una idea de lo que hace realmente y de las competencias que debe poseer para hacerlo bien.

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Esto es lo que hace. Ahora bien, para comprender adecuadamente las bases de esta actuación docente, hace falta conocer los argumentos, las razones y las concepciones en las cuales basa su comportamiento: concepciones sobre el aprendizaje, la interrelación con los alumnos, el uso y abuso del refuerzo positivo, la utilidad de los trabajos en casa, el establecimiento y observación de un conjunto de normas de estancia en el aula, el comportamiento esperado de los alumnos. En una palabra, las concepciones del profesor sobre qué es la enseñanza, construidas a partir de la práctica, se encuentran en la base de su actividad cotidiana.

Como ya dijeron Hernández, F. y Sancho, J.M1.: Para enseñar no basta con saber la

asignatura.

Entonces, ¿Cómo plantearnos si queremos ser profesionales de la educación o enseñanza?, o si lo prefiere ¿Cuáles son los ingredientes necesarios?.

Básicamente podríamos citar las siguientes competencias a dominar.

a) Capacidad de comunicar.

El profesor debe tener un buen nivel técnico, con el que se sienta cómodo a la hora de transmitir su conocimiento a un grupo de alumnos. Pero esto no sirve de casi nada si no sabemos hacer llegar nuestra sapiencia a los alumnos, así, la comunicación es una capacidad que resulta vital para ser profesor. De cualquier forma, aunque hay personas que tienen unas posibilidades innatas de comunicación, le adelanto que esto no es general y podemos educarnos para mejorarla.

b) Capacidad de escuchar.

Escuchar y aceptar las críticas. Pocos trabajos poseen un feedback tan potente como la educación. Tenga siempre en cuenta que ante usted va a tener un grupo de personas que le van a proporcionar toda una serie de “claves” de forma que por sus ojos y oídos captará todo lo que se “cuece” en el aula, cuando el grupo es receptivo, cuando está ante “los leones”, si hay distintos niveles en el grupo, quien es el líder, el gracioso, el saboteador nato… además, percibirá como se está desarrollando su trabajo, si va demasiado rápido o despacio, si está siendo organizado en su exposición o si se pierden…

c) Capacidad de ilusionar.

Capacidad o arte (¿?). Un grupo ilusionado es un verdadero equipo de trabajo que participará en la clase, haciendo la formación más amena e interesante. Se afirma que la mejor forma de ilusionar a un grupo es demostrarles la posibilidad de colaborar, apoyarles en sus iniciativas y tomar en cuenta sus opiniones,

Realizar trabajos en equipo, invitarles a presentarlos a la clase que se sienten escuchados, fomentando el respeto de los unos por los otros.

d) Capacidad de independizar.

Podría decirse que de nada sirven todos los puntos anteriores si creamos un grupo dependiente del profesor. Como se ha dicho: El noble destino de todo profesor es llegar a ser innecesario.

1 Hernández, F. y Sancho, J.M.. (1989). Para enseñar no basta con saber la asignatura. ,

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Apoyarles en la autoformación, recomendarles sitios donde encontrar recursos, información, novedades, datos, manuales… Quitarles el miedo a probar, experimentar, estudiar solos para que dejen de ser eternos alumnos y empiecen a ser autónomos en su formación.

e) Capacidad de retirarse a tiempo con humildad.

Dar clase quema. Provoca una tensión poco comparable con otras profesiones. Piense que ser profesor es como subirse diariamente a un escenario a representar un papel -que no nos sabemos del todo- frente a un público de lo más exigente. Ser profesor pasa por ocultar nuestras emociones diarias bajo una máscara de profesionalidad, poco le importan a los alumnos si la noche anterior no se ha dormido o si estamos preocupados por la salud de un familiar, ellos vienen a recibir su clase.

Es inevitable, el agotamiento llega. Unas veces porque nos entregamos demasiado: una clase de una hora requiere al menos otra de preparación; y otras veces porque nos enfrentamos a situaciones –en el aula- demasiado imprevisibles, situaciones que son como un Kinder sorpresa, te cuenten lo que te cuenten en el envoltorio, nunca sabes lo que te vas a encontrar dentro y debes estar preparado para todo, aunque eso no evita que se pasen unas primeras horas de verdadera angustia, hasta que te haces con el grupo y controlas la situación.

Sólo los que ya hemos ejercido sabemos que hay clases por las que nunca cobraremos lo que valen, las horas de preparación, las noches en vela porque es el único momento para corregir los ejercicios… pero también hay clases que hubiéramos dado gratis, pues hay cosas que valen mucho más, como la amistad que se conserva de aquellos ex-alumnos que hacen a uno sentirse orgulloso, (al pensar que en esa otra persona hay algo mío), eso, no se paga, no tiene precio.

Como conclusión a todo lo expuesto, diremos que ser profesor puede ser una bendición o un castigo, tendrá que descubrirlo usted mismo.

Antes de finalizar este punto relacionado con la tarea de ser profesor, quiero presentarle un planteamiento que, por básico y general, puede parecerle obvio, pero que me gustaría que tuviera presente –como trasfondo- para interpretar el resto del contenido de esta materia. Personalmente lo denomino: Pautas de Intervención Educativa y su esquema (mapa) podría comenzar así:

PAUTAS DE INTERVENCIÓN EDUCATIVA

en función de

LAS NECESIDADES QUE PRESENTA EL ALUMNO (EDUCACION INTEGRAL)

FÍSICAS-MOTÓRICAS COGNITIVAS COMUNICACIÓNY LENGUAJE AUTONOMÍAPERSONAL

RELACIÓN E INTEGRACIÓN

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Sea cual sea su asignatura a impartir, sean cuales sean las edades, el nivel de estudios o las características de sus alumnos, lo primero que usted va a tener delante son “alumnos”, es decir, personas y, por más detalles, personas en formación, que presentan una serie de necesidades que tiene que tener en cuenta a la hora de desarrollar su tarea docente.

Esas necesidades suelen clasificarse en los cinco grupos que refleja el mapa conceptual expuesto y, que son las siguientes:

Necesidades físicas o motóricas. El alumno es una persona en proceso de desarrollo que se erige sobre un sustrato biológico (físico), con una serie de características personales. Usted, desde su asignatura, debe tenerlo presente, tanto para favorecer su crecimiento y desarrollo físico como para capacitarlo en la ejecución de tareas que requieran una destreza manual o viso-motórica, (necesidad común a todos los alumnos) como puede ser, por ejemplo, el hacer un diseño, el trazar un plano, el reflejar gráficamente una pirámide de población, no digamos ya el construir una maqueta… Todos estos aspectos entran en lo que aquí vamos a considerar necesidades físicas o motóricas.

Necesidades cognitivas. Para que su alumno consiga tener éxito en el proceso de aprendizaje necesitará desarrollar su pensamiento, su entendimiento, es decir, su capacidad de atención, concentración, comprensión -análisis, síntesis-memorización –retención, evocación-… Necesidades cognitivas que, usted, debe tener presente en el proceso de enseñanza.

Necesidades de comunicación y lenguaje. Sin bajar a la polémica de las implicaciones entre pensamiento y lenguaje, usted, profesor de una materia necesitará fomentar un vocabulario, un código, una terminología… propia de su materia. Incluso, en el caso de que su alumno presente dificultades o deficiencias visuales o auditivas, usted deberá generar un sistema de comunicación (lenguaje alternativo) para hacerle llegar su mensaje o que él/ella interprete y descubra los aspectos esenciales y pormenores de su materia.

Necesidad de autonomía personal. Posiblemente repitamos más de una vez que, “el noble destino de todo profesor es llegar a ser innecesario”, es decir, es conseguir que el alumno alcance un nivel de autonomía personal que no precise de nuestra intervención. Para que nuestro alumno llegue a ser autónomo tendremos que favorecer en él/ella un autoconcepto positivo, una autoestima, que llegue a definirse con una identidad propia, que forme un criterio propio, con una independencia de campo respecto a su entorno, de la materia (el libro) o de nosotros mismos, como profesores.

Necesidad de relación e integración social. Por una parte, aunque el aprendizaje, en último extremo, es una actividad personal (cada uno aprende para sí) las situaciones en que se desarrolla –normal o institucionalmente- son de grupo (relaciones profesor-alumno, alumno-profesor o alumno-alumno). Se aprende con otros. Por otra parte, el destino del proceso de enseñanza-aprendizaje tiene por fin facultar al alumno para una integración o inserción (personal, laboral, profesional…) en la sociedad.

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2ª.- UNOS CONCEPTOS BÁSICOS.

En el título de la materia “Aprendizaje y desarrollo en la adolescencia”, aparecen tres descriptores que considero conveniente introducir antes de pasar a extendernos en su desarrollo. Estos son: aprendizaje, desarrollo y adolescencia.

“Aprendizaje”

El aprendizaje es una actividad mental mediante la cual el individuo adquiere, retiene y utiliza conocimientos, habilidades, hábitos y actitudes, desarrolla capacidades de respuesta distintas a determinadas situaciones o a estímulos representativos pasados o presentes.

Desde esta visión general, el aprendizaje se presenta como un conjunto de transformaciones, un proceso de cambio en las estructuras mentales de quien aprende y de modificaciones de conductas y comportamientos.

Todo esto se consigue mediante logros nuevos, mediante ejercicios y prácticas diversas, que hacen que el sujeto que aprende integre medios de acción cada vez más eficientes y más elaborados que le permiten la autoorganización de su potencial cognitivo, la construcción y el desarrollo de su personalidad, la actuación sobre el medio ambiente, la aprehensión de la realidad y el enriquecimiento de su contexto relacional.

De esta definición y de las implicaciones apuntadas, se infiere fácilmente que el aprendizaje no es un proceso que pueda ser dirigido exclusivamente al entendimiento del que aprende (en nuestro caso el alumno), sino que debe dirigirse al ser total y al total de su ser en un proceso que cubra todas las facetas de su desarrollo.

Se quiere con esto decir que el aprendizaje es un proceso en el que funciona totalmente quien aprende, que está dirigido a la unidad y unicidad del individuo, donde existen dimensiones motoras, ideológicas, afectivas y relacionales.

Por el momento, quedémonos con esto.

“Desarrollo”.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) define hoy al desarrollo humano como "el proceso de expansión de las capacidades de las personas que amplían sus opciones y oportunidades".

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Desarrollo –en este contexto- es un proceso en el cual se amplían las oportunidades del ser humano. En principio estas oportunidades pueden ser infinitas y cambiar con el tiempo. Sin embargo a todos los niveles del desarrollo, las tres más esenciales son disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente.

Del estudio del desarrollo humano se ocupa la Psicología Evolutiva.

Los psicólogos denominan desarrollo al cambio psicológico sistemático que se da a lo largo de la vida. Durante este proceso la persona va accediendo a estados más complejos y “mejores” que los anteriores. La Psicología Evolutiva centra su interés en explicar los cambios que tienen lugar en las personas con el paso del tiempo, es decir, con la edad, por eso también se la conoce como “psicología del ciclo vital”. Aunque tiene más de cien años, aún no se puede considerar una ciencia exacta como lo son la física o la química, sin embargo, lo conocimientos que obtiene sobre los fenómenos psicológicos son absolutamente científicos ya que para obtenerlos utiliza el método científico.

Los cambios que se dan en las personas a lo largo de la vida pueden ser explicados a través de unos factores que -a veces- se presentan enfrentados por parejas y han sido motivo de controversia, así: herencia versus ambiente, continuidad versus discontinuidad, concordia versus conflicto, normatividad versus ideografía… El contexto –histórico, socio-económico, cultural e incluso el étnico- en el que se desarrollan los sujetos nos permiten comprender mejor su evolución, y de todo ello podemos resaltar que el desarrollo debe ser entendido como un proceso continuo, global y dotado de una gran flexibilidad.

Siempre paralela a la Filosofía, la Psicología en el último siglo ha presentado varias corrientes y modelos teóricos que han aportado sus descubrimientos e investigaciones para explicar el fenómeno del cambio. Esa diversidad de paradigmas explicativos ha venido a enriquecer la comprensión del fenómeno del desarrollo. Como más significativos entre estos modelos es necesario citar el psicoanálisis de S. Freud, la psicología genética de Piaget, el modelo socio-cultural de Vygotski, las teorías del aprendizaje, el modelo de procesamiento de la información y, más recientemente, el modelo ecológico y el etológico.

“Adolescencia”.

La adolescencia –presentada grosso modo- se entiende como un proceso de desarrollo de la persona que se extiende desde los 12 o 13 años hasta aproximadamente los 20 (¿?).

Este proceso podemos analizarlo –al menos- desde tres puntos de vista: Sociológico, Antropológico y Psicológico.

Sociológico: considera que existen distintos rasgos de adolescencia en cada época y cultura.

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cultura de edad, cultura adolescente, con una moda, unos valores, unas preocupaciones, un estilo de vida… que ha llegado a mitificarse (Mito de la permanente juventud).

Antropológico: entiende la adolescencia como producto cultural. La forma en que se vive la adolescencia depende de las experiencias que cada cultura ofrece a los miembros más jóvenes.

Psicológico: considera la adolescencia como un periodo de transición de niño a adulto, que presenta unos problemas específicos característicos, resultado de un notable desarrollo de sus capacidades que se sustentan sobre una historia evolutiva previa.

Puede resultar reiterativo afirmar que la adolescencia se ha estudiado mucho y desde muy distintos enfoques. Son muchas las teorías que se han elaborado sobre la misma, cada una de las cuales ha tratado de aportar una explicación (de conjunto) de los cambios que se producen en el desarrollo de la persona en esta etapa. De todas las teorías, suele haber coincidencia en que destacan tres: la teoría psicoanalítica, la sociológica o socio-cultural y la cognitivista

Dedicaremos unas palabras, a modo de breve presentación, a cada una de ellas:

La Teoría psicoanalítica concibe la adolescencia como una etapa de cambios y dificultades consecuencia de la ruptura del equilibrio interno del individuo (propio de la última etapa de la niñez). En esta etapa se alternarán los periodos restrictivos y el escape pulsional -de la libido- que cruce vulnerabilidad en la personalidad. Lo que caracteriza a esta etapa –para los seguidores de la corriente psicoanalista- es el afrontamiento de la sexualidad, la consolidación de la identidad y la desvinculación familiar.

(Conviene recordar que -en lenguaje psicoanalítico- “libido” viene a significar “energía vital general de la persona”, y que por “pulsión” debemos entender la energía o fuerza psíquica profunda que orienta el comportamiento hacia un fin y que se descarga al conseguirlo)

La Teoría sociológica considera a la adolescencia como una etapa de conflictos originados por el contexto social. Entrar en la adolescencia implica asumir nuevos roles y responder con éxito a las expectativas que los adultos tienen sobre esta etapa. Esta situación suele generar tensiones que, en determinadas ocasiones, resultan difíciles de afrontar.

La Teoría piagetiana o cognitivista parte del supuesto de que los cambios

afectivos y sociales que acontecen en la adolescencia se deben a cambios en el pensamiento, a una maduración en las estructuras cognitivas que va a permitir una reflexión más abstracta para asumir una nueva posición social.

El estado actual de la cuestión.

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Por una parte prevalecen los tópicos, el adolescente “desviado”, “depravado”, “obseso sexual”, “provocador” y, en todo caso, “problemático”. Por otra parte, la metodología de las investigaciones dominante presenta muchas coincidencias.

Se puede comprobar que, cuando las comunidades científicas definen el objeto de investigación, formulan hipótesis o dicen teorizar, tienen cierta tendencia a “problematizar” a los adolescentes: se parte de una premisa, “el adolescente (tiene o es) un problema”; se asocia la premisa a factores de riesgo (adolescente y drogas, adolescente y embarazo, adolescente y suicidio…); y se orienta a los adultos competentes (familia y escuela principalmente) hacia el tratamiento adecuado.

Los temas investigados son reiterativos y se pueden agrupar en: vicios (drogas, alcohol, tabaco), trastornos (depresión, ansiedad), perfiles psicologicistas (personalidad, autoconcepto, autoimagen), institucionales (relaciones adolescentes, escuela y familia), masturbación, sexo y consecuencias “no deseadas” (embarazos), estudios nutricionales (la anorexia) o el suicidio.

En cuanto a la metodología de investigación dominante es de corte cualitativo o, incluso, etiquetadas de etnográficas, con disparidad en cuanto al tipo y tamaño de las muestras en el primer caso; y respecto al tratamiento de los datos en el segundo. El diseño de investigación dominante es el de la encuesta (los instrumentos de datos usuales son los cuestionarios) y el tratamiento se limita a gruesos reflejos en porcentajes.

Llama la atención el regionalismo en la representatividad de las muestras y, por extensión, en la definición del propio objeto de la investigación. Los estudios más recientes se circunscriben a “comunidades autónomas”.

Con este tipo de investigaciones se elaboran conclusiones reduccionistas y que – lógicamente- son criticadas porque fragmentan el objeto (los adolescentes) a parcelas noticiables, con carácter localista, y porque resultan tendenciosas ya que refuerzan o una visión descriptiva “patologicista” (deprivada) del adolescente o bien el cándido análisis freudiano de la agitada personalidad del adolescente (degenerada).

3ª.- ESTRUCTURA DE ESTOS APUNTES.

El pensamiento que ha guiado la elaboración de este texto no es otro que el de partir ofreciendo una visión del adolescente (el alumno) en un primer bloque donde se tratará de revisar determinadas visiones, tópicos y polémicas sobre la adolescencia, que usted reconocerá.

De ahí se pasará, en un segundo bloque, a un estudio del desarrollo –en esta etapa-de los distintos aspectos que tenemos/etapa-debemos trabajar como profesores, etapa-desetapa-de una postura de educación/enseñanza integral.

Y dedicaremos el último bloque a esbozar los aspectos psicopedagógicos básicos que –pensamos- puede ayudarle a enfrentarse a las tres facetas que tendrá que asumir usted como docente: ser miembro de un claustro, ser tutor de un grupo, ser profesor de una materia.

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1.- REVISIÓN DE ALGUNOS TÓPICOS, VISIONES Y POLÉMICAS SOBRE LA ADOLESCENCIA.

1.1.- Frases tópicas-típicas:

“Por alguna razón que nadie conoce, la naturaleza castiga a los niños haciéndolos crecer”. “Cuando están para comérselos, no lo dudes. Después te arrepentirás”.

“La adolescencia es un mal necesario”.

“La adolescencia es la única enfermedad que se cura con el tiempo”.

“La adolescencia es un tubo en el que entra un niño y no sabemos lo que saldrá”. “La adolescencia, por favor, ¡están en la edad del pavo!”.

Sin ánimo de entrar en polémica (que se presta a ella), permítame un breve comentario: observe las palabras subrayadas (castiga, comérselos, un mal, enfermedad, un tubo, pavo). Con mayor o menor ironía, podría decirse que todas esas afirmaciones encierran un pensamiento negativo sobre la adolescencia. Son generalizaciones graciosas – si se quiere-, pero poco afortunadas como, por ejemplo, la última (¡están en la edad del pavo!); personalmente me pregunto -siguiendo con la ironía-, ¿cómo será un pavo que tenga entre 12 a 20 años?.

Escuchando estas frases, uno puede salir con la impresión de que los adolescentes no tienen nada bueno. Le adelanto que no es así. Y más nos vale pensarlo ya que, irremediablemente, en sus manos esta el futuro (de la mano de la nuestra).

1.2.- Visión social (La Prensa):

Si tomamos como reflejo de la visión social el tratamiento que da la prensa a los temas adolescentes, quizás lleguemos a la conclusión de que los adolescentes, los jóvenes, o no son noticia o son primera página.

El sensacionalismo de los medios de comunicación da portadas y editoriales en las que parece generalizarse ciertos hechos o manifestaciones negativas de minorías “no-representativas” como, por ejemplo, las estadísticas de accidentes en las “rutas de diversión” los fines de semana, los abusos de alcohol (el fenómeno del “botellón”), el consumo de drogas, los incidentes de violencia, la agresividad…

Incluso, alguna “mente-pensante” ha llegado a afirmar que esta situación parece responder a un planteamiento diseñado o programado por la “economía consumista” que los valora, los cuida y los mima como “muy buenos consumidores” de “marcas” (prendas, calzado, música, juegos, nuevas tecnologías (NTIC), aunque no sean “productores”.

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Las noticias positivas –en los medios de comunicación- de los adolescentes (obtención de premios y galardones, marcas…), rara vez aparecen y casi nunca en primera página. Además, si nos fijamos en las fuentes de información que las dan (en muchas cocasiones son los propios centros educativos, tanto privados como públicos), quizás observemos que esconden un mensaje subliminal (“Mire lo que somos capaces de hacer… tráiganos a su hijo/a”).

Lo general o -si se prefiere- lo cotidiano, afortunadamente, no es esto.

1.3.- Visión de los padres:

Si nos fijamos en las expresiones “típicas” de muchos padres ocurre otro tanto:

 “Están como locos: No hay más que ver como se visten. Hasta ellos llevan pendientes.(Frase en desuso). Y esos “pelos”. Y, esa música. “Los están” volviendo locos”.

 “No son serios y, por tanto, no se les puede tomar en serio. No quieren responsabilidades: Sólo le pido que estudie, que cumpla con lo único que tiene que hacer”.

 “Con mi hijo/a, no puedo ni hablar: Cuando no está durmiendo, está en su habitación, y no digamos ya si entra en el aseo (se encierra). Cuando sale es para irse con los amigos. En casa tengo un “ocupa legalizado”.

 Y se podrá quejar, le doy todo lo que pide.

De nuevo, destaca el aspecto negativo con el que se suele calificar a la adolescencia, y, además, se refuerza el papel “sacrificado” de los padres. De nuevo el “Todo para ellos, pero sin ellos”.

1.4.- Visión escolar:

La visión que se tiene de la adolescencia desde los centros “educativos” o de “enseñanza” (términos que se suelen identificar y, sin embargo presentan sus matizaciones) no es única. Lo común y corriente es que existan tantas visiones como planteamientos profesionales o afiliaciones a paradigmas de la educación presente el profesorado.

Si el profesor (de “ciencias” o de “letras”) se alinea con el paradigma tradicional, científico-tecnológico, la visión presenta, también, tintes negativos, posiblemente porque no respondan a las expectativas que a ellos les gustaría. Suelen ser profesores exigentes, a los que importa –sobre todo- el resultado, con posturas tendentes a la rigidez y la objetividad en la búsqueda de la verdad absoluta.

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La visión sobre la adolescencia también depende de la persona a la que escuchemos ya sea cargo directivo del centro, simple profesor, conserje o miembro de la asociación de padres.

La realidad de los adolescentes está ahí, con sus datos objetivos, aunque la interpretación de mismos se presta a muchas polémicas. Pero unas mínimas características si son coincidentes en la realidad actual:

 Está en el sistema educativo, en un contesto de aprendizaje profesional o a la búsqueda de empleo estable.

 Dependiendo de los padres y viviendo con ellos (“Ocupas legalizados”).

 En transición de un sistema de apego a la familia a otros: Primero será al grupo de iguales (pandilla), después al heterosexual, y al final a la pareja.

 Posee una cultura propia (“Cultura adolescente”).Esta se manifiesta en modas, costumbres, hábitos, estilo de vida, escala de valores propia, lenguaje propio (Jerga).

 Tiene preocupaciones, intereses, motivaciones, necesidades,... que ya no son de niño (no quiere serlo), pero que no coinciden con las de adulto, pues la sociedad adulta no los admite (Duelo del “paraíso perdido”)

Hay que dejar constancia que, en educación, hay investigaciones para todos los gustos y, por tanto, las afirmaciones que se acaban de hacer en las distintas “visiones” pueden ser refutadas. (Las que aquí se han hecho constar, corresponden a una libre interpretación de un profesional de la educación que lleva más de treinta años en ejercicio, pero que con esto no se atreve ni pretende justificar nada).

Frente a todas estas visiones que pueden dar una imagen tergiversada de la realidad, sería preferible abordar el tema desde la crítica a las polémicas que lo suele envolver o los tópicos que sobre la adolescencia se han dicho. Todo ello, con el ánimo de que usted se forme su respetable visión personal.

1.5.- 1ª Polémica: El adolescente, ¿es producto de la herencia o del ambiente?.

Según PALACIOS (1990), ya a se han superado las etapas (modas) en que la discusión giraba en torno a la polémica HERENCIA – AMBIENTE. (“Genetistas” frente a “Ambientalistas”).

Los defensores del valor que representa “la herencia”, defendían su postura con argumentos que incidían en la “predeterminación genética” (que conducía a la “predestinación”) y que poco menos que “se rasgaban las vestiduras” al afirmar aquello de

"Quod natura non dat, Salmantica non praestat" con lo que pocas posibilidades dejaba para nuestro trabajo, la enseñanza o la educación.

Frente a los “genetistas”, los “ambientalistas” basaban su discurso en razonamientos sobre el “libre albedrío” y el poder del “condicionamiento ambiental”, llegándose –también por esta vía- a posiciones extremistas como la afirmación de Skinner,

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A la primera época de los extremismos expuestos sucedió otra –afortunadamente, también superada- en la que las investigaciones (que comenzaban a admitir la participación de las dos variables, herencia y ambiente) se centraban en determinar el “tanto por ciento” que “aportaba” o “pesaba” cada una. (¿60-30?, ¿30-60?...)

Superadas -como se ha dicho- esas polémicas, hoy, los estudios se dirigen más en la línea de conocer: cómo se relacionan, cómo interactúan.

La visión actual con respecto a la relación Herencia – Ambiente se suele denominar “CONTEXTUALISTA-INTERACCIONISTA” pues, se empieza por reconocer que -entre herencia y ambiente- se dan relaciones de “complementariedad”. Pues, por una parte, se reconoce que la evolución psicológica está posibilitada por la carga genética que, además, está limitada por un calendario madurativo, el cual determina el momento más idóneo para las adquisiciones. Y, por otra parte, mantiene que el desarrollo psicológico está muy vinculado a la relación que el adolescente mantiene con su entorno, con su contexto… con el que interacciona.

Del contexto hay que destacar el protagonismo de los agentes sociales (padres, profesores, administración…) dado que realizan una labor mediadora entre el adolescente y la cultura.

Por su parte, las interacciones que moldean el desarrollo del adolescente están condicionadas de dos formas: inmediata y mediata. De forma inmediata por la familia, la escuela, las condiciones de vida…De forma mediata por la cultura, el momento histórico,...

Es una visión que presenta una “pluralidad” de enfoques, al tiempo que se da una búsqueda de “confluencias”.

1.6.- 2ª Polémica: La adolescencia, ¿es un periodo “natural” o una “construcción social”?.

Esta polémica con sus implicaciones también se puede servir con la pregunta: ¿es un periodo “natural” que ha existido siempre o es una “construcción artificial” producto de una determinada organización socio-cultural reciente?.

Empecemos por recordar que el término “adolescencia” procede del verbo “adolesco” (ad-oleo) con el significado que le daban los romanos ("el que porta el fuego de la vida nueva"), que viene a significar “crecer”, “madurar”, “desarrollarse”. Y “adolescente” deriva del participio presente que es activo, por tanto es “el que está creciendo”.

Otras interpretaciones lo hacen derivar de “ad-doleo”, que se podría traducir como “el que adolece, carece o le falta algo…”. Parece ser que esta última no es una derivación correcta aunque, resulta curioso que el tratamiento que se le ha dado posteriormente a la adolescencia, utiliza los dos significados, uno u otro según interese.

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Una muestra de ello, -que no deja de tener su gracia por su actualidad- es la cita:

“Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros”. Cita atribuida al filósofo griego Sócrates (470 a. C.-399 a. C.).

Este resumen histórico tiene –por fuerza- que ser breve ya que, hasta finales del siglo XIX –sociológicamente- entre los 7 y los 13 años los niños se incorporaban al mundo del trabajo, pocos estudiaban y los que lo hacían no estaban agrupados por niveles. Es decir, la adolescencia no era percibida como un estadio particular del desarrollo.

A partir de finales del XIX la situación empieza a cambiar, como consecuencia de la IIª Revolución Industrial (Petróleo – Acero) y del proceso de industrialización, se comienza a dar importancia a la “capacitación, la formación, el estudio”, primero en las clases altas y medias, más tarde en las obreras. Aumentan las escuelas en número, capacidad y programas cada vez más específicos y complejos.

Resulta paradójico observar que hasta avanzado el siglo XX (a mitad) no aparece el concepto de “escolaridad obligatoria”. Primero hasta los 14 años. Actualmente hasta los 16 (edad laboral). Cada vez el periodo de estudios se ha ido alargando más y son muchos más los que siguen los itinerarios de estudios superiores. En Occidente, sistemáticamente se ha venido retrasando la incorporación del adolescente al mundo adulto.

Pero, volvamos a la polémica: ¿es una etapa "natural y universal" o "artificial y social"?

Para responder con mayor propiedad, es obligado realizar una distinción, que viene marcada por dos términos: pubertad y adolescencia (propiamente dicha).

Por “Pubertad” entendemos los cambios físicos que se producen en la segunda década de la vida, y que transforman el cuerpo infantil en otro con capacidad de reproducción. Este es un fenómeno biológico, natural y por tanto “universal” que se da en todas las especies superiores.

“Adolescencia”, en cambio, suele aplicarse a los cambios psicológicos y sociológicos que suponen el tránsito de niño a adulto. Este, por tanto, es un fenómeno “social”, no universal, plagado de connotaciones sociológicas, que no se da en todas las culturas. Así, por ejemplo, Margaret Mead (antropóloga) observó en las tribus de Samoa que este tránsito de niño a adulto se producía siguiendo unos breves “ritos de iniciación”, que significaban o marcaban el paso de una etapa a otra cambiando de consideración.

En las tribus primitivas, los ritos de iniciación venían tras la demostración de autonomía: conseguir la comida que sirviera para mantener a una familia, era la prueba que -una vez superada – se celebraba con fiestas rituales pues suponía que -en la tribu- se contaba con un adulto más.

Este sentido de ritos y celebraciones del “paso” de niño a adulto, posiblemente, se encuentran en el significado de “la primera comunión” (ya mereces sentarte a la mesa con los miembros de la comunidad) o en el de “la puesta de largo” o “presentación en sociedad” propias de la sociedad aristocrática, como fiesta en la que se anunciaba que “la niña ya era casadera” (irónicamente interpretada como la “puesta en venta”).

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El que la adolescencia es un producto diseñado por el mundo adulto ha sido defendido por personas tan notables y tan de actualidad como José Antonio Marina (Filósofo y Catedrático de Instituto) que en el Congreso “SER ADOLESCENTE HOY” (2005), pronunció una conferencia en este sentido, incluso llega a centrar muy acertadamente la problemática actual de la adolescencia.

De ésta conferencia podemos aprovechar las siguientes notas:

El primer aspecto que llama la atención es que la adolescencia no tiene definición propia. Se basa en una realidad biológica, sin duda, pero es una invención cultural. Para ilustrar esta afirmación pondremos un ejemplo:

En una estadística francesa publicada por Le Nouvel Observateur, se deja constancia de que en 1950 sólo el 2% de los jóvenes terminaba el bachillerato. El resto se ponía a trabajar desde los 12 o 16 años, en el campo o en las industrias. El trabajo era, sin duda, la solución a muchos problemas educativos o sociales.

A estos jóvenes (12-16 años y siguientes), ¿cabe aplicarles el término niño, adolescente o adulto?.

La mejora del nivel de vida, el reconocimiento de los derechos infantiles, el movimiento hacia la igualdad… ha reivindicado una ampliación del periodo de formación. Aparece una “nueva etapa social” (con entidad propia): la juventud.

Las políticas afirmativas de juventud vienen a representar el modelo de intervención sociológica que se propone con los jóvenes entre los 15 y los 30 años. Se piensa en medidas de discriminación positiva y de incentivos, pero no como un paso previo para que los jóvenes dejen de ser jóvenes (y entren en el circuito trabajo-vivienda-familia que caracteriza al mundo adulto), sino para que puedan disfrutar de mejores condiciones y del deseo de multiplicar sus experiencias vitales.

Bajo este planteamiento, la juventud se considera como un periodo sin responsabilidad –por eso se continúa tutelándola- lo que puede llegar a suponer una “infantilización” de personas que podemos considerar adultas, lo que provoca conflictos.

BORIS CYRULNIK (psicólogo estrella en Francia) advierte del peligro de estar favoreciendo la aparición de unos “bebés gigantes” a los que protegemos como niños pero que tienen todas las posibilidades de los adultos.

La juventud es una creación cultural, una invención que depende de cada cultura, y la nuestra no sabe qué hacer con ella.

Para corroborar esta afirmación basta revisar las oscilaciones en el modo de considerar la edad penal. Sobre ésta cabe observar que, después de un periodo en que se retrasaba, la tendencia actual es a rebajarla como solución a un problema que no se sabe solucionar. “Si delinque como un adulto ha de ser condenado como un adulto” es una consideración simplista que ha sustituido a la ideología protectora de la infancia. En este sentido, en España no sabemos qué hacer con el botellón. Y comienzan a plantearse problemas muy complejos: ¿Puede una menor abortar sin el consentimiento de sus padres?

Nuestros adolescentes nacen y son determinados por una sociedad que presenta una serie de rasgos coincidentes: individualista, tutelada, hedónica, con muchas posibilidades, competitiva, consumista, desilusionada, liberada, heterogénea, con problemas de identidad. Tenemos pues la adolescencia que se corresponde con estas características.

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Lo que nos están diciendo los adolescentes es que nuestro modo de vivir tiene elementos contradictorios y conflictivos. Y lo curioso es que nadie se siente responsable. Al contrario, todos nos sentimos víctimas. Somos actores de una obra que no hemos escrito pero en la que participamos. Un ejemplo claro lo constituyen las modas. Son miles de decisiones particulares las que crean la moda, nadie nos la impone y, aún sabiéndolo, nos sentimos esclavizados por ella. En estos casos, el sentimiento de impotencia se retroalimenta

J. A. Marina citó las siguientes contradicciones sociales y terminó enunciando su propuesta de solución:

El individualismo es patente.

Y eso es bueno y es malo.Hemos construido nuestra cultura sobre los “derechos individuales” ya que son los que mejor nos defienden, pero a la vez hemos provocado una ruptura en la responsabilidad social. Ejemplo: ¿A quién hemos de reconocer derechos, a la familia o a los miembros de la familia?.

Si la familia tiene derechos por encima del individuo, la prohibición del divorcio está justificada. Si es el individuo el sujeto de derechos, difícilmente se puede conseguir la estabilidad familiar. Así, las culturas musulmanas y orientales acusan a la nuestra de dinamitar la familia. Nosotros les acusamos de no respetar la libertad de la persona.

Al defender los derechos individuales reclamamos un estado tutelar que nos libre de responsabilidades.

El “Estado del Bienestar” tiene su origen en una curiosa idea de justicia: “yo no quiero (puedo) ocuparme de mis padres, de mis hijos o de mis vecinos, pero creo que es justo que alguien se ocupe de ellos. Ese alguien debe ser el Estado”.

Hemos inventado una cómoda irresponsabilidad tutelada, que a todos nos tranquiliza, pero que manifiesta a veces derivaciones incómodas e inesperadas. Estas creaciones sociales son un claro progreso, aunque produzca disfunciones.

No venimos de una edad dorada donde todos los ciudadanos son buenos y benéficos, sino de una sociedad en la que, por ejemplo, todas las tareas de atención y cuidado (de padres, de hijos, de vecinos) dependían de las mujeres.

Los adolescentes “maman” esta irresponsabilidad tutelada. Y todo ello nos ha conducido a una sociedad de la queja y la reclamación (“yo soy sujeto de derechos”) que favorece las conductas de espera y victimismo. Con lo que de esta forma se puede llegar a concluir que “de mi fracaso personal son responsables los otros”.

Contradicción entre el hedonismo consumista y la competitividad.

A nuestros adolescentes les espera un mundo lleno de posibilidades… para unos pocos.

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El consumismo infantil y adolescente –que los adultos favorecemos- produce una juventud mimada. Lo que ocurre es que los padres no saben como poner freno a las peticiones de sus retoños.

Si todo lo dicho afecta a buena parte de la juventud, hay que reconocer –en justicia-que a su lado hay otra juventud justicia-que sí aprovecha las posibilidades justicia-que tiene, espléndidamente formada, que acabará ocupando los mejores puestos.

Nuestra sociedad está “escaldada” y “desilusionada”.

Nuestra sociedad ha creído en demasiadas cosas que se han venido abajo y ahora mira con escepticismo cualquier proclama. Los modelos tradicionales han desaparecido y hay que inventar la propia identidad, la familia, las normas de convivencia, las relaciones sexuales, los trabajos….

Todo esto tiene un aspecto bueno: el aumento de la libertad. Pero tiene un aspecto malo: la angustia de la posibilidad. Es mejor el escepticismo que el fanatismo.

La adolescencia ha sido siempre conflictiva. No es eso lo que ha cambiado (cita Marina que se conservan los pliegos de denuncia de la ciudad de Schaffhausen de 1552, en los que los pastores protestantes se quejan al Consejo de las tropelías de la gente joven, a los que llaman “dueños de la noche”).

El cambio más importante en la actualidad es que carecemos de un modelo estable, no sabemos qué limites poner a la adolescencia “expandida” que ha contagiado incluso a muchos padres, y dudamos –con razón- que la adolescencia conflictiva sepa controlarse a sí misma. Nunca lo ha hecho. Como solución a todo ello se proponen dos instituciones sociales: la educativa y la jurídico-policial.

¿Cómo poner remedio a nuestras preocupaciones? (Propuesta de solución de J.A. Marina) Nos sentimos desbordados por problemas sociales que parecen reclamar en cada uno de nosotros –padres, profesores, médicos, psicólogos- soluciones individuales. Todos somos necesarios y ninguno somos suficiente. Por eso necesitamos –para enfrentarnos a esos problemas- una movilización social, en la que cada uno de nosotros conozca el papel que le corresponde. Las medidas alcanzarán eficacia cuando exista la masa crítica necesaria para conseguir cambios culturales.

Esta movilización –afirma J. A. Marina- se debe diseñar minuciosamente, señalando a cada persona, profesión o institución social sus posibilidades de colaborar, teniendo en cuenta que las acciones tendrán que ser casi siempre indirectas.

Todo lo que hagamos por fomentar la estabilidad de las familias, las virtudes de la convivencia, el sentido de la responsabilidad, el nivel de exigencia, la justicia en las recompensas, una cierta austeridad, la solidaridad con los más débiles, la “caza del sinvergüenza”, el “descrédito del parásito”… estará ayudando a resolver de la misma tacada un montón de problemas relacionados con la adolescencia.

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Los padres tienen una responsabilidad directa e importante que, a partir de determinada edad comparte con el centro educativo. Pero familia y centro no agotan las responsabilidades educativas. La sociedad entera debe reconocer su responsabilidad educativa.

Puesto que de la educación depende nuestro nivel de vida, todos somos responsables y beneficiarios –o víctimas- de los demás.

La idea de “movilización educativa de la sociedad civil” no excusa a nadie (medios de comunicación, políticos, gente de la cultura, funcionarios públicos, médicos, jueces, policía, jardineros o deportistas) nos implica a todos.

1.7.- 3ª Polémica: Sobre el “comienzo” y el “fin” de la adolescencia.

Es una etapa en la que aparece una clara indeterminación. Se da una situación jurídica anárquica. Ni siquiera se ponen de acuerdo las leyes en la terminología. La aparente claridad de la separación entre minoría y mayoría de edad desaparece en la legislación española e internacional. Así por ejemplo: se habla de “niños” en la Constitución Española (en adelante CE), art. 39, “juventud” (CE art. 48) “adolescentes” (Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 19/12/1966), “impúberes” (Ley de Enjuiciamiento Criminal de 28/12/1988).

Tampoco está clara la distinción entre “niñez” y “juventud”. La CE, en el art. 20.4 dice que uno de los límites de la libertad de expresión es “la protección de la juventud y la infancia”, con lo que se separan o distinguen ambos periodos. Sin embargo, según la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (20.11.1998, art. 1) “se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad”.

Para mayor confusión la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, llama “jóvenes” a los mayores de 18 años y menores de 21, con lo que se crea una especie de postadolescencia penal.

Una vez que la mayoría de edad se fijó en los 18 años, quedó una zona de especial incertidumbre, la comprendida entre los 16 y los 18 años. A los 16 ocurren dos hechos de enorme trascendencia personal y social: termina el periodo de enseñanza obligatoria y se permite la incorporación al mundo del trabajo. Ambos preceptos legales suponen el fin el de una etapa de protección y dependencia de los adolescentes, y abre otra de posible autonomía económica y contractual que, sin embargo, no coincide con la mayoría de edad. Los legisladores están irremediablemente influidos por las consideraciones sociales, económicas y políticas del momento, más que por el análisis de la madurez del sujeto. Así, por ejemplo, en Estados Unidos se rebajó la edad de voto a los 18 años por la presión de los movimientos de protesta provocados por la guerra de Vietnam, a la que fueron enviados adolescentes que podían morir pero no votar.

A continuación, se recogen la consideración de la adolescencia/juventud en distintos códigos de derecho:

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Derecho Penal Español: Comienza a los 15 años y termina a los 18.

Derecho Civil Español: Desde los 12 ó 14 años, dependiendo del sexo, hasta los 23 años.

Derecho Canónico: Comienza a los 14 años para el varón y a los 12 para la hembra, y se extiende hasta los 21 años, edad a la que comienza la mayoría de edad.

Derecho Mercantil: Desde los 12 años hasta los 21.

La complejidad de situaciones no permite una división radical por lo que todas las legislaciones han tenido que admitir “ficciones jurídicas” para resolver los problemas. Así, por ejemplo, el término “emancipación” en nuestro ordenamiento es una figura intermedia entre la mayoría y la minoría de edad, que “habilita al menor para regir su persona y bienes como si fuera mayor” (CC art.323).

Con todos estos argumentos se demuestra –como decíamos en la polémica anterior-que los adultos determinamos la responsabilidad o irresponsabilidad de los adolescentes y, por lo tanto, favorecemos que se comporten de una u otra manera.

1.8.- 4ª Polémica: ¿Es edad “rosa/romántica” o de “tormenta/drama”?

A la adolescencia se la ha calificado como la “Edad rosa o romántica”. En principio habría que decir que, en esta expresión, parece identificarse “rosa” con “romántico”, (¿?) cuando, -posiblemente- más que una identificación pueda darse una oposición entre los significados o sentidos con los que se utilizan en esta expresión uno y otro término. De cualquier forma volvamos a la pregunta:

¿Es –la adolescencia- la edad “rosa / romántica”?

Se suele identificar la edad “rosa” con los siguientes rasgos:

Idealismo: Nobles ideales que –en extremo- llevan a verlo o todo “blanco” o “negro”.

Altruismo: Capacidad de darlo todo a cambio de una causa noble o de “nada”.

Ansias de vivir: “carpe diem”, “vivir a tope”, “probarlo todo”,...

Grandiosidad de proyectos: Ilusiones que exponen –a los adolescentes- a los peligros de las sectas, los fanáticos (religiosos o políticos), a los líderes (naturales o prefabricados).

El Amor Platónico: Si Platón representa el mundo de las ideas, de las ensoñaciones, el amor platónico viene a ser la expresión que en el lenguaje popular se aplica a un tipo de amor al que se concede más importancia espiritual que física. Es ese amor “bonito” que valora más el “amar” que el “ser amado”, y aún más, lo bonito es “amar y no ser correspondido”. Ese amor que proporciona la capacidad de la “más sublime abnegación y sacrificio” por el ser amado (“que bien me siento cuando me siento mal”). ¿Es esto masoquismo?. No, el joven enamorado es el único esclavo que no anhela su libertad.

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los estadios de euforia histérica (el adolescente pasa en segundos de la depresión a la carcajada estridente).

Etapa en la que se dan la contradicción de sentimientos, muchas veces contrapuestos (los deseos no se corresponden con las acciones). Etapa de excesos (recuérdese el lema olímpico “más alto, más rápido, más fuerte, más lejos”), de turbulencias, cambios drásticos, tensiones y sufrimientos (corriente “psicoanalítica”)…

Aún teniendo parte de verdad esta imagen de “ficción novelesca”, no se corresponde con la mayoría de los jóvenes. Este “tópico” se ha alimentado de:

 El sensacionalismo de los medios de comunicación al tratar a los adolescentes. (O no son noticia o son primera página).

 La injustificada generalización de ciertos hechos “llamativos” producidos por “minorías desviadas”. La exagerada importancia dada a ciertas manifestaciones superficiales de inconformismo juvenil. La propia literatura y los estereotipos creados que vienen a convertirse en “la profecía que conduce a su cumplimiento”.

1.9.- 5ª Polémica: ¿Es un periodo de “ruptura” o de “continuidad”?.

¿Es una etapa de “ruptura” (discontinuidad) o es una etapa de “continuidad”, de prolongación de la anterior?

Hay teorías en los dos sentidos:

Los partidarios de la “ruptura”, de la “discontinuidad”, son aquellos que defienden la existencia de etapas o estadios. Cada etapa o estadio se define por un cambio cualitativo, por una transformación.

Así, por ejemplo, la teoría Psicoanalítica (psicosexual) de S. FREUD, y su hija ANNA FREUD, considera que se pasa de un estadio de latencia a otro genital, reestructurándose la personalidad sobre nuevos conflictos, nuevos intereses, nuevas relaciones. En este sentido, la adolescencia ha sido llamada “el segundo nacimiento: “Nacemos dos veces: una para existir (parto) y otra para vivir (adolescencia), una para la especie (parto) y otra para el sexo (adolescencia)”.

Para S. FREU, las etapas de desarrollo de la personalidad infantil son las siguientes:

Fase oral o canibalística (0-1 año) organizada en torno a la boca, ya que la actividad sexual no está separada de la absorción de los alimentos.

Fase sádico-anal (1-3 años) organizada en torno a la retención/evacuación anal, como fuente de placer.

Fase fálica (4-5 años) organizada en torno a los órganos genitales.

Periodo de latencia (6-10 años), que va desde la articulación del Complejo de Edipo hasta la aparición de la pubertad.

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La originalidad del pensamiento freudiano reside en otorgar preponderancia a la sexualidad como organizadora de la personalidad, tanto en la infancia como en la adolescencia. Para él, la sexualidad infantil será autoerótica y no genital, mientra que la adolescente será genital y objetal.

Otro tanto ocurre con PIAGET y el enfoque cognitivo.

INHELDER y PIAGET en su libro De la logique de l’enfant à la logique de l’adolescence (1955) centran el estudio de los estadios del desarrollo infanto-juvenil a través de los cambios que se producen en los procesos del pensamiento. Distinguen los siguientes estadios:

 E. Sensoriomotor (0-2 años)

 E. Preoperatacional (2-7 años).

 E. de las Operaciones Concretas (7-11 años)

 E. de las Operaciones Formales (11-15 años)

Para estos, la adolescencia es la etapa en que se alcanza el pensamiento lógico-formal o lógico abstracto. Es el denominado “pensamiento superior” (adulto) que hace extensivo al mundo de las ideas, los principios y proposiciones lógicas para dar razón de los hechos y acontecimientos concretos y observables.

Con respecto a la consideración de la adolescencia como “edad”, “etapa”, “periodo” o “estadio”, hay que reconocer que esta terminología es un buen recurso “descriptivo”, cómodo para el estudio monográfico de aspectos diferenciales (fisiológico, cognitivo, afectivo, social, moral...), sobre una realidad que se da “en conjunto” y en “contínuum”, con aspectos interrelacionados. Hoy en día estas clasificaciones se usan con más cautela que en décadas anteriores.

De cualquier forma, aunque sea como recurso descriptivo, conviene aceptar alguna clasificación de las etapas adolescentes, a fin de tener unos puntos de referencia.

Como ya se ha dicho, la temporalización del proceso adolescente es muy variada pues, desde cada enfoque teórico podemos encontrar propuestas con distintas clasificaciones. Es lógico, cada uno de ellos elige un aspecto (biológico, cognitivo, sociológico, moral…) como hilo conductor y, estudiando su evolución, marca sus propias etapas, subetapas, estadios, subestadios, periodos y subperiodos.

No obstante, existen posturas que buscan la convergencia en aspectos coincidentes. La periodificación que se propone, inspirada en un principio en DUNPHY, es recogida por A. AGUIRRE BAZTÁN2 y –a continuación- se presenta sintetizada.

Su propuesta es que la adolescencia podría dividirse en las siguientes subfases: a) Pubertad y Preadolescencia (11-12 años)

b) Protoadolescencia (12-15 años) c) Mesoadolescencia (16-22 años) d) Postadolescencia (23-29 años).

2 ÁNGEL AGUIRRE BAZTAN (Ed.) (1994). Psicología de la adolescencia. Barcelona. Ed. Boxareu

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La Preadolescencia (11-12 años) estaría vinculada al desarrollo puberal, el despertar pulsional y a la elaboración del duelo.

El desarrollo puberal está representado por las hondas transformaciones que experimenta el cuerpo humano. En general, la pubertad es considerada por casi todos como un factor etiológico de la adolescencia.

El despertar pulsional supone, para los psicoanalistas, la ruptura del periodo de latencia (propio de la etapa anterior) y la capacidad de investir un amor objetal.

La elaboración del duelo por la pérdida del cuerpo infantil, de la identidad y de la percepción infantil de los padres, es un proceso que se entiende como un conjunto de representaciones mentales que acompañan a la pérdida de algo o de alguien, sentido como afectivamente propio. Se trata de un “desgarro”, doloroso pero necesario, que genera mecanismos de defensa ante las ansiedades depresivas que lo acompañan.

La Protoadolescencia (12-15 años) es el periodo al que podemos calificar como “grupal” ya que en estos años, el grupo de pares (grupo de iguales) sustituye en parte a lo que representaba el grupo familiar en la infancia.

El grupo es una realidad necesaria para el joven adolescente. Además, vivir en grupo es, psíquicamente, “más económico”. El adolescente se inserta en el grupo que necesita (“que le gusta”) y adopta el rol grupal que más elimina su ansiedad.

Esta es una fase que, si no se supera, el adolescente se articula en “bandas”, a veces destructivas del orden (parental) o del otro sexo (chicos que agreden a chicas tratando de demostrar un machismo inseguro o chicas que agreden a chicos con una fachada de feminismo agresivo y carencias). Las llamadas “tribus urbanas”, con su indumentaria y su violencia característica, son prueba de ello.

La Mesoadolescencia (16-22 años) comienza con el “duelo” por la pérdida de la vida grupal.

Este duelo suele ir acompañado de estados depresivos y de dificultades de carácter angustioso. Los quince años suelen constituirse en la edad de riesgo por antonomasia, básicamente por las dificultades inherentes a la construcción de la identidad que ha dejado de ser –cómodamente- grupal, para tener que realizarse –costosamente- individual.

Es la edad de los pensamientos de suicidio, como llamadas de socorro o miedos a una realidad, a causa de malas notas, amores desgraciados o no correspondidos, rechazos de los padres, … que pueden generar mecanismos de defensa como el ascetismo (el adolescente castiga su propio cuerpo) o e intelectualismo (adolescentes solamente “estudiosos”, aplicados, serviciales…) que retardan la solución del tema principal: la construcción de la “identidad” individual.

Es una etapa importante pues en ella se abandona la “heterosexualidad grupal” para concretarse en dos tipos de individualidad: la que posibilita la pareja (heterosexualidad individual) y la elección del rol socio-profesional.

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como la chica “salen” con los de su misma edad. Será a partir de los veinte años, cuando la chica busque el equilibrio con chicos cuatro o cinco años mayores que ella.

La elección del rol profesional, bien a través de la elección de especialidad en los estudios o a través de la opción por una profesión u oficio no suele ser menos problemática.

Una sociedad con alta tasa de paro e incertidumbre laboral, donde la competitividad creciente lleva a la angustia y al estrés obliga al joven adolescente que ha sido “educado” para ganar dinero, tener éxito y “mantener una familia”, o a la joven que ya no se fía de la seguridad del matrimonio y trabaja para realizarse o para conseguir una ansiada autonomía económica, está transformando el valor profesional, estableciéndolo como prioritario, por encima incluso del afectivo (la residencia “laboral” primará sobre la que se elegiría por otros criterios o gustos. Se pasa a tener conciencia de que el trabajo (sobre todo el bien remunerado) es un bien escaso en el cual hay que invertir constantemente. La elección y el aprendizaje de la profesión se lleva el mejor tiempo de la adolescencia.

Por ello, la elección del rol laboral es, en realidad, una decisión de responsabilidad individual, de alto costo psíquico, en la cual intervienen la búsqueda de la seguridad y el riesgo por el acierto.

La mesoadolescencia es –por otra parte- una constante preocupación para los padres pues no se puede perder de vista muchos de los importantes problemas que en ella surgen: maternidad precoz, fugas de casa, mortalidad por accidentes de tráfico, drogas…

Por último, la Postadolescencia, en la realidad socio-cultural de nuestra sociedad, puede prolongarse hasta casi los 30 años.

La prolongación de los estudios (terminar la carrera, especialización laboral, etc.), la dificultad económica de adquirir vivienda, la necesidad de madurar el proyecto de pareja, etc. hacen depender al postadolescente de los padres, tanto económica como psicológicamente.

Por estas razones se ha dicho que la postadolescencia no es un periodo en sí, es la etapa de “permanencia” en la casa, mientras llega la hora de salir, de realizar el tercer gran “duelo”, el abandono de la vivienda parental.

Por el contrario, frente a los partidarios de la ruptura al considerar la adolescencia, son partidarios de la “continuidad” los que se sitúan en la perspectiva del Aprendizaje Social.

Estos defienden que los aprendizajes se producen en un contexto social, y que los “aprendizajes infantiles” preparan al individuo para los ajustes de la adolescencia. Así, por ejemplo, los niños que hayan hecho el aprendizaje de la independencia, la autonomía, la iniciativa, la expresión de sus deseos y necesidades,... estarán más preparados para dar respuestas a las demandas de esas conductas que se van a producir en la adolescencia. Aquellos otros que hayan aprendido la dependencia, el sometimiento a lo impuesto, la inhibición de la personalidad,... tendrán más dificultades cuando el entorno les exija comportarse de manera diferente, cuando les exija tomar decisiones o iniciativas.

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motivaciones o necesidades, pero no se insertarán en el vació sino sobre una historia evolutiva previa.

En este caso, las posturas entre unos y otros (“rupturistas” – “continuistas”) también han sido “irreconciliables”. Por ello, más que hablar de ruptura o continuidad es preferible hablar de transformación.

El término “transformación” permite conciliar las dos ideas: la de estabilidad, que es continuación de un pasado, con la de novedad o cambio que viene a superponerse. El proceso psicológico en la adolescencia no es ni una mera extensión hacia arriba de la niñez, ni tampoco una novedad absoluta, sino una transformación de aquella historia previa por la introducción de nuevos elementos en la escena.

Esta transformación presenta sus características propias:

Es compleja. En ella quedan implicados los aspectos biológicos, cognitivos, afectivos, sociales, intrapersonales o sexuales.

Su velocidad varía según los casos. El adolescente que, presionado por las circunstancias, se ve abocado a incorporarse precozmente al mundo del trabajo tiene una transformación mucho más rápida que aquel otro para el que no existe dicha presión. En este último caso, la transformación será mucho más gradual y paulatina.

El balance hay que hacerlo en cada alumno. Más que hablar de adolescencia, debe

hablarse de adolescentes concretos, con su carga hereditaria, con sus antecedentes de la niñez, con sus circunstancias personales, familiares y sociales.

1.10.- 6ª Polémica: ¿Es un periodo de “recapitulación” o de “preparación”?.

Desde el punto de vista psicológico es un periodo de transición en el que confluyen la recapitulación de experiencias pasadas, que van a configurar una nueva personalidad, preparándose para asumir los roles de la vida adulta.

Es un periodo de aplazamiento, tanto por la indefinición de su duración como por la indefinición de su papel. Así, por ejemplo, al adolescente le exaspera, le irrita –muchas veces- no saber lo que se espera de él/ella. Se les trata, unas veces como niños (que ya no son) otras como adulto (que todavía no es). Por una parte, aunque maduro para la actividad sexual, se le juzga inmaduro para su ejercicio. Por otra, la falta de acceso a un puesto de trabajo lleva aparejada: la dependencia de los padres, la prolongación de los periodos educativos o de formación, la falta de ejercicio de responsabilidad. Consecuencia: Prolongación de la etapa adolescente (y más en tiempos de crisis).

1.11.- Unas primeras conclusiones

Con todo lo dicho hasta hora podríamos llegar a unas primeras conclusiones:

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 La vida humana es un proceso de evolución, maduración y desarrollo, situado en un contexto con el que la persona interacciona.

 La personalidad es algo dinámico que evoluciona en un “continuum”, en el que se distinguen etapas, periodos o estadios a efectos de estudio. Cada etapa o estadio tiene mucho que ver con la anterior. De cómo viva cada etapa dependerá la siguiente. Cada autor da denominaciones distintas, en función de los aspectos que resalta: biológicos, psicológicos, sociológicos, educativos o culturales.

 Cada adolescente presenta unas características particulares no generalizables. No todos viven esta etapa de la misma forma. No todos la viven con la misma intensidad.

 Frente al tópico de que es una etapa de “grandes cambios y transformaciones”, hoy se puede afirmar que, las investigaciones más recientes no avalan esa afirmación en su totalidad pues, son más importantes y trascendentales los cambios que se producen en el momento del nacimiento que los producidos en la adolescencia.

Estos cambios no siempre marcan una necesaria “ruptura o discontinuidad” con el pasado, por el contrario, muchos de ellos resultan coherentes con la historia evolutiva pasada. Es un periodo de “transición”. Empieza a ser un poco adulto, pues gusta de asumir las características del adulto que todavía no lo es, pero que pronto lo va a ser. Hace intentos de: fuerza – resistencia, razonamientos lógicos (cargados de razones), búsqueda de su identidad, de nuevas relaciones sociales… Pero son sólo intentos (aprendizaje por “ensayo y error) por lo que se le tacha de “inconstancia”. Si lo consigue, lo manifiesta con euforia. Si fracasa, se produce el hundimiento y la depresión. De ahí, la necesidad de planificar un avance a pequeños pasos que favorezcan la seguridad, la autoestima y el autoconcepto.

 Frente al tópico de ser un periodo “temido, turbulento, idealista”, hay que reconocer que es temido para los padres ya que: escapan a su control y dominio, se tornan discutidores natos, tienen manifestaciones de oposición, rebeldía y rivalidad en el contexto familiar. (Están marcando su terreno, están buscando su identidad, están configurando su personalidad). Es un período turbulento en el que se dan complejos fenómenos: físicos y biológicos, intelectuales o cognitivos, afectivos, sociales: (Grupo/ pandilla/ pareja). Es un período idealista pues, ante la imposibilidad de su puesta en escena, va a desarrollar el mundo subjetivo (idealismo, altruismo, íntimo, “platónico”, justo).

 Se produce una crisis de la identidad. Los cambios internos se producen al mismo tiempo que los externos (tecnológicos, sociológicos,...) La crisis subliminal se manifiesta en una rechazo a que se le reconozca por ser “el hijo de…” pasando a hacerse preguntas como: ¿quién soy yo?, ¿qué hago aquí?, ¿qué sentido tiene lo que hago?, ¿qué es lo que –verdaderamente- me importa?, ¿qué cosas merecen la pena?, ¿qué seré?, ¿a quién amaré?...

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