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El Liber Mariae de Juan Gil de Zamora. Estado de la cuestión

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Academic year: 2020

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soleDAD bohDziewicz

IIBICRIT (SECRIT) – CONICET Universidad de Buenos Aires

reSumen: A pesar de la importancia del franciscano Juan Gil de Zamora,

secretario de Alfonso X y tutor de su hijo Sancho, su Liber Mariae carece todavía de una edición crítica. El objetivo de este trabajo en recorrer y ponderar las aproximaciones bibliográficas a esta obra, como una contri-bución al estudio de este texto, cuya edición estamos preparando.

PaLaBraS cLaVe: Juan Gil de Zamora – Liber Mariae – literatura

ma-riana

aBStract: Despite the importance of the franciscan friar Juan Gil de

Zamora, secretary to Alfonso X and tutor of his son Sancho, his Liber Mariae still lacks of a critical edition. The aim of this paper is to look over and analyze the bibliographical approches to this work as a con-tribution to the study of the text, which we are in process of editing.

1 Nuestro especial agradecimiento a la Prof. Cándida Ferrero Hernández por la generosidad de facilitarnos material para la investigación y por sus valiosas sugerencias, sin los cuales este trabajo no hubiera sido posible.

Incipit XXXII – XXXIII (2012 – 2013), 167-190

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KeywordS: Juan Gil de Zamora – Liber Mariae – marian literature

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En el siglo xiii, y en particular a partir el reinado del Rey Sabio, la

len-gua vernácula de Castilla comenzó a avanzar más decisivamente sobre el terreno hasta entonces dominado de forma casi excluyente por la latina, mostrándose como un medio eficaz para la expresión de los más diversos géneros textuales, tanto en el ámbito de la administración, con la producción de documentos públicos y leyes, como en el de la ciencia y las letras. Si bien ya con Fernando III el castellano competía con el latín en la cancillería real, fue durante el reinado de su hijo cuando se impuso ya definitivamente como lengua “oficial” (Rubio García, 1994; Fernández Ordoñez, 2004), a la vez que se le concedió un lugar prepon-derante dentro de su ambicioso proyecto cultural. Así del scriptorium re-gio alfonsí –y luego, aunque con un carácter notoriamente diferenciado, del de Sancho IV–, surgieron traducciones y compilaciones, resultado de la iniciativa del monarca de verter a la lengua vulgar un gran caudal de materias disponibles hasta entonces principalmente en el latín y el árabe, pero también en otras lenguas romances (D’Agostino, 2001).

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Los datos de que disponemos acerca de su vida y su relación con la corte real se derivan en su mayoría de las escasas alusiones que halla-mos esparcidas en sus obras, quedando librado el resto ya a referencias muy tardías y poco fiables, ya a lo meramente conjetural. Aquí apun-taremos unos pocos datos, los que consideramos más relevantes, para poder encuadrar al franciscano en su contexto histórico-literario. El P. Manuel de Castro2, quizá el más erudito de quienes han estudiado al autor, fundándose en la atribución de la Vita Sancti Isidori Agricolae a Gil de Zamora, proponía como posible fecha de su nacimiento el año 1241 (1955: lvi), aunque se inclinó luego por una fecha más temprana, hacia 1220 (1974: 557), partiendo de la afirmación de Gil González Dá-vila (1647: 390), que sostuvo que el franciscano había sido secretario de Fernando III. Si bien ningún otro elemento permite trazar con mayor certeza el momento de su nacimiento ni su relación con el Rey Santo, las palabras del propio Juan Gil constatan en cambio su cercanía a la corte de Alfonso X, del que se llama scriptor suus en la dedicatoria de su oficio de la Virgen (Fita, 1885a: 379). Alfonso X había distinguido al franciscano confiándole la educación del infante Sancho, según leemos en el prólogo del De preconiis Hispaniae(Castro, 1955: 3-4), y su familia-ridad con el proyecto cultural alfonsí resulta evidente a partir de estas líneas de su biografía del monarca:

Adeo quoque animum suum transtulit ad investigandas et perscrutan-das mundanas scientias et divinas, quod omnes fere scripturas triviales et quadriviales, canonicas et civiles, scripturas, quoque theologicas seu divinas transferri fecit in linguam maternam; ita et omnes possent evi-dentissime intueri et intelligere quoquomodo illa, que sub lingue latine phaleris et figura tecta et secreta, etiam ipsis sapientibus, videbantur. More quoque Davitico etiam, [ad] preconium Virginis gloriose multas

2 Sigue siendo de consulta obligada el estudio del P. Castro que precede su edición del De

preconiis Hispanie (1955). Una más reciente actualización de los estudios sobre el zamorano

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et perpulchras composuit cantinelas, sonis convenientibus et propor-tionibus musicis modulatas. (Fita, 1884: 321)3.

Las obras de Juan Gil permiten vislumbrar, aunque de manera fragmentaria, algo de su vida y del entramado de sus amistades. Del Dictaminis epithalamium se desprende que parte de su formación podría haberse desarrollado en Salamanca (Faulhaber, 1978: 155) y que, como era habitual por entonces, fuera enviado hacia 1273 o 1274, según conjetura Castro (1955: lxiv), a completar sus estudios en París, donde obtuvo el grado de doctor y trabó amistad con Raimundo de Geoffroi, futuro general de la orden, a quien dedicaría su Contra venena (Ferrero, 2009: 71). En 1278 lo hallamos de regreso en su Zamora natal4, como lector, dedicado a la instrucción de sus hermanos, y luego como custo-dio de su circunscripción, según consta en el explicit de su Archivus seu Armarium scripturarum. Sobre la fecha de su fallecimiento tampoco hay demasiada certeza, pero pudo acaecer después de 1318, año en que se designó un nuevo provincial de la orden, cargo que ostentó Juan Gil hasta su muerte, si ha de tenerse por fidedigna la información del cro-nista de la provincia (Castro, 1955: cxxv; 1974: 561).

La producción escrita del franciscano es abundante, así como varia-das las temáticas que abordó5, que tocan tanto las artes liberales, como

3 “Hasta tal punto se aplicó a investigar y escudriñar las ciencias humanas y divinas, que hizo traducir a la lengua materna casi todas los escritos del trivium y del quadri-vium, canónicos y civiles, y también los escritos teológicos o divinos, para que todos pudieran considerar claramente y comprender de algún modo lo que parecía cubierto y escondido bajo los ornamentos y la forma de la lengua latina. Compuso también a la manera de David muchas y bellísimas cantigas en alabanza de la gloriosa Virgen, acompañadas de sonidos apropiados y proporciones musicales” (todas las traducciones del texto latino son nuestras).

4 Así lo concluye Castro a partir de la Sentencia del infante don ssancho entre el conceio de çamora e el obispo e cabildo de la mysma cibdat, en la que aparece un “frey iohan gil doctor de los frayres descalços de Çamora” (Fernández Duro, 1882: 469).

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perso-la historiografía, perso-la ciencia natural y diversos aspectos de perso-la doctrina y devoción cristiana. El conjunto de su obra, o al menos la mayor parte de ella, responde a lo que Manuel Díaz y Díaz definió como “afán com-pilador” (1996: 36) de su época, afán que se presenta como correlato de la aspiración de presentar de manera exhaustiva y organizada todas las informaciones disponibles sobre cada área del saber.

ii

Este interés por las compilaciones, que desde finales del siglo xii

de-fine gran parte de la actividad literaria y que dio lugar al florecimiento de compendios, enciclopedias y otras formas literarias conexas, carac-teriza el Liber Mariae, obra que nos proponemos editar, donde Juan Gil reúne, selecciona y da concierto dentro de su plan estructural a un gran número de pasajes pertenecientes a obras de índole diversa, antiguas o más próximas a su tiempo, en las que se abordaban diferentes aspectos de la doctrina y la devoción mariana.

La disposición de los tratados que conforman la obra es la siguiente:

I. Qualiter virgo almiflua fuit divinis oraculis revelata. II. Qualiter virgo almiflua fuit a patriarchis prefigurata. III. Qualiter virgo almiflua fuit a prophetis preannunciata. IV. De conceptione almiflue virginis.

V. Qualiter virgo almiflua fuit sanctificata. VI. De nativitate almiflue matris christi. VII. De annunciatione almiflue virginis.

narum (Historiae canonicae et civilis), Liber de Ihesu et Maria, Liber de historia naturali sive de proprietatibus rerum naturalium aut res consequentium naturales, Liber contra venena et anima-lia venenosa, Legendae sanctorum, et festivitatum aanima-liarum de quibus ecclesia sollempnizat, Liber sermonum, Breviloquium de vitiis et virtutibus, Liber de preconiis Hispaniae, Liber de preconiis

civitatis Numantinae, Officium almifluae virginis. Cf. Ferrero-Hernández (2009: 36-37), Lillo

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VIII. Incipit meditatio prohemialis in octavum tactatum de parturitione almiflue matris Christi.

IX. Incipit meditatio prohemialis in Novum Testamentum de purificatione virginis et filii eius oblatione.

X. De fuga melliflue matris Christi cum dulcifluo nato suo in Egyptum et ipsius amissione et mendicatione in filii questione inventione. XI. De matris ad filium devota compassione.

XII. De matris recomendatione quam matrem discipulo commendavit. XIII. De conversatione almiflue virginis post filii sui resurrectionem et sumptionem.

XIV. Incipit meditatio prohemialis in tractatu de almiflue virginis dormitionis et ipsius in celum assumptione et annorum vite sue conputatione. XV. De multarum peredicabilium ordinatione in virginis assumptione. XVI. De multorum miraculorum per almifluam virginem patrationem seu coperationem.

XVII. De virginis et viduarum exhortatione ad imitationem virginis. XVIII. De meditationibus almiflue virginis et filii eius.

El Liber Mariae ha llegado hasta nuestros días como un texto indepen-diente6 a través de dos testimonios a los que nos referiremos con las siglas M y O. Los datos que aportamos aquí sobre los manuscritos no pretenden ser una descripción codicológica sino una primera aproximación que deberá completarse con una minuciosa descripción física de los códices y de su contenido. Ya que hasta la fecha no hemos podido consultarlos directamente, los datos que consignamos surgen de nuestras observacio-nes basadas en las reproduccioobservacio-nes con que contamos. En muchos casos nos servimos de las descripciones y comentarios aportados por Fidel Fita (1885a), María Rosa Vílchez (1954), y Timoteo Rojo Orcajo (1929).

manuScrito m. Biblioteca Nacional de Madrid, sign. 9503, olim

Bb 150. Manuscrito copiado sobre pergamino en letra gótica textual del siglo xiV, escrito al parecer por una misma mano. Perteneció a la

biblioteca del Conde de Haro (Lawrance, 1984: 1087). Apunta Fita

6 El proemio del manuscrito de Salamanca, Biblioteca Universitaria, ms. 2081, que contiene el

Liber Ihesu de Juan Gil, nos informa, como señalaremos más adelante, que ambas obras habían

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(1885a: 405) que Zarco del Valle y Sancho Rayón lo rotularon “Libro de Jesús y de María” siguiendo a Nicolás Antonio (1788: 111a). El códice, de 210 x 150 mm, al que le faltan 4 folios, consta ahora de 210 folios, más 6 folios de guarda. Al momento en que Fita lo consultó tenían nu-meración arábiga solo los folios 100 y 110-165, que todavía puede leerse en el margen superior derecho del recto, contando a partir del primer folio arrancado. Presenta actualmente numeración corrida en números arábigos de mano moderna en tinta, también en el margen superior derecho del recto, que no considera los folios faltantes. El manuscrito contiene el Liber Mariae (fols. 1r-195r, según la numeración actual) y el Officium almifluae virginis (fols. 195r-210r).

Los tres folios que ocupaba parte del tratado IV acerca de la con-cepción de la Virgen, entre los actuales folios 14 y 15, fueron cortados a tijera, lo que posiblemente fue la causa de la pérdida del folio inicial de la obra. También se halla cortada a tijera la parte inferior del último folio. La mutilación del manuscrito era constatada ya a fines del sigloxVii

por el bibliógrafo español Nicolás Antonio (1788: 111). Fidel Fita en su descripción del códice observa que los folios “fueron cortados adrede […] por una mano airada deseosa de expurgar el libro de lo que creyó nocivo a la piedad acerca del misterio de la Inmaculada Concepción” y agrega:

“tan triste mutilación, hija de la cortedad suspicaz y de un celo poco ilustrado, nació (si mal no creo) al calor del Sol de la verdad, escrito por el P. Alva, ganoso de rebatir al sabio Cardenal Torquemada; y manifiesta el empeño que se puso en triturar y torturar aquellos textos antiguos, que sin hondo examen se estimaban opuestos, no siéndolo en realidad, a la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum de Alejandro VII” (1885a: 407-408).

El manuscrito se halla escasamente ornamentado, con capitales y calderones en tinta roja y azul alternadas y epígrafes en rojo.

manuScrito o. Biblioteca de la catedral de Burgo de Osma, sign.

110. Sus medidas son 212 x 140 mm y consta de 231 folios. Fue escrito en pergamino con letra gótica textual del sigloxiV. El Liber Mariae

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latina que trata sobre los condes castellanos (fol. 230), presumiblemente del siglo xiii (Rojo Orcajo, 1929: 207). Los folios presentan numeración

en arábigos de una mano moderna en el margen superior derecho del folio. Como nos ha sugerido el Prof. José Carlos Martín Iglesias7, este manuscrito ofrece una redacción del Liber Mariae diferente de la que hallamos en M. La copia de O, en la que es posible apreciar la inter-vención de más de un copista, carece de la prolijidad de M y frecuente-mente quedan vacíos los espacios reservados para iniciales y epígrafes rubricados. Es de notar que al final del tratado XVIII, último de la obra, los folios 227r-229r contienen otra redacción del tratadoxViicon

notables divergencias respecto de la de M y de la primera versión que aparece en O, ubicado entre los tratados XVI y XVIII.

Las ediciones aparecidas hasta la fecha son de carácter parcial. Fita (1885b, 1885c, 1888) editó los milagros a partir de M, único manuscrito del que tenía noticia8. Los milagros fueron editados también por Vílchez en su tesis doctoral (1950), quien incluyó la transcripción y traduc-ción del milagro de Teófilo en uno de sus artículos (1954), basándose también en el testimonio de M. James Marchand y Spurgeon Baldwin (1987), quienes realizaron una transcripción del tratado IV a partir de O y anunciaron repetidamente la preparación de una edición crítica del Liber Mariae que no llegó a publicarse. A Francisco Rodríguez Pascual (2007) debemos una reciente traducción castellana de los milagros.

iii

Las primeras referencias9 a la obra mariana del zamorano de las que tenemos noticia se remontan al siglo xV, cuando al dominico Juan de

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Torquemada le fue encomendado defender el punto de vista maculista en el Concilio de Basilea, en el que estaba previsto tratar, entre otros temas, el de la concepción de la Virgen María. Al reunir en su Tractatus de veritate conceptionis Beatae Virginis (1436) las opiniones contrarias a la Inmaculada Concepción, incluyó a Juan Gil en el apartado corres-pondiente a los franciscanos, principales promotores por entonces del privilegio mariano. Torquemada, excusándose de ofrecer las palabras textuales a causa de la distancia que lo separaba de Zamora, donde había consultado la obra del franciscano, afirma que, según Juan Gil, la Virgen no estuvo exenta del pecado original.

La discusión en torno a la concepción, para cuya definición dogmática habría que esperar hasta mediados del siglo xix, continuó siendo luego de

Basilea objeto de una larga y muchas veces enconada discusión. Con pos-terioridad al tratado de Torquemada, el nombre de Juan Gil siguió siendo utilizado en varias obras como figura de autoridad sobre el dogma macu-lista en el seno del franciscanismo. Dos de ellos se deben al maestro de la orden dominica Vicente Bandello: el Libellus recollectorius auctoritatum de veritate conceptionis Beatae Virginis Mariae (1475), publicado de manera anónima, y el De singulare puritate et praerrogativa de conceptionis salvatoris nostri Ihesu Christi (1481); un tercero, a Pedro de Vicentia. Este dominico transcribe en sus Auctoritates ducentorum sexdecim doctorum cum quattuor capitulis de veritate conceptionis Beatae Virginis Mariae (1494) el mismo elenco de auctoritates aducidas por Bandello. Tanto las obras de Bandello como las de Vincentia carecen de particular interés, ya que todas ellas se derivan con toda probabilidad del tratado de Torquemada.

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ocupó la sede episcopal de su ciudad natal. Fue muy probablemente en el convento franciscano de Zamora, al que se refiere vagamente como quodam contractu fratrum minorum, donde conoció las obras de Juan Gil.

En el siglo xViihallamos dos estudiosos que prestaron atención a

las obras marianas de Juan Gil: el franciscano Pedro de Alva y Astorga y Nicolás Antonio.

Son dos las obras de tipo enciclopédico de Pedro de Alva que ofre-cen consideraciones sobre la postura doctrinal del zamorano y trans-miten pasajes de su texto: la primera, el Sol veritatis (1660); la segunda, los Radii solis (1666), que es, en rigor, una reedición de la anterior pero sometida a una significativa revisión. Este franciscano, ferviente pro-motor del dogma de la Inmaculada Concepción, al abordar la postura de Juan Gil de Zamora sobre este tema, se propone refutar a quienes habían esgrimido el nombre de Juan Gil en favor de la tesis maculista, desde Torquemada hasta el autor anónimo de la edición sevillana de la obra de Bandello, llevando a cabo para ello un verdadero estado de la cuestión, valioso no solo por la exhaustividad heurística que evidencia, sino también por ofrecer citas directas del texto de Juan Gil, cuyos au-tógrafos, según nos dice, había consultado en el convento de Zamora.

En su Bibliotheca Hispana Vetus (1672) Nicolás Antonio aporta el primer avance hacia una biografía y bibliografía sistematizada de Juan Gil de Zamora, en la que se menciona el manuscrito madrileño del Li-ber Mariae. El bibliólogo ofrece un elenco de las obras del autor, dando noticia además de quienes hasta su época aportaron datos sobre su vida y composiciones, omitiendo, no obstante, a Pedro de Alva y Astorga. La omisión de este franciscano resulta algo llamativa, ya que en su obra le dedica un apartado.

iV

Durante el sigloxViiiel Liber Mariae parece haber permanecido en

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aparece-ría a fines del siglo xix, gracias a los esfuerzos del P. Fidel Fita (1885a:

418-429; 1885b: 54-144; 1888: 187-225), a quien se deben también las primeras ediciones de las obras historiográficas de Juan Gil.

Fita se centró exclusivamente en los milagros incluidos en el trata-do XVI y los que se hallan insertos en otras partes de la obra, basántrata-dose en el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, ya que desco-nocía la existencia del manuscrito de Burgo de Osma. Como hemos apuntado más arriba, observó que la falta de varios de sus folios, donde se encontraba el texto del tratado IV, no fue fortuita, sino intencional (1885c: 407).

Este estudioso no llegó a tener noticia del Liber Ihesu del zamorano, lo que lo llevó a una concepción errónea acerca del nombre de la obra, que venía rotulada en el manuscrito de Madrid como Libro de Jesús [y] María, pensando que tal título hacía referencia meramente al hecho de que en ese volumen precedía al Liber Mariae. Sabemos hoy, a partir del prólogo que encontramos en el Liber Ihesu10, ya estudiado por María Rosa Vílchez (1954), que ambas obras han sido concebidas por su autor como las dos partes integrantes de un mismo tratado.

Naturalmente la temática mariana del tratado y especialmente la materia miraculística que en él se reúne, habida cuenta de la vincula-ción de Juan Gil con la corte de Alfonso X, despertaron el interés sobre la relación existente entre el Liber Mariae y las Cantigas de Santa Ma-ría11. La posición de Fita no es concluyente, ya que en algún momento sostuvo que Juan Gil se valió de las composiciones del Rey Sabio en la elaboración de las variantes de algunos de los milagros (1885a: 409; 1885c: 114), pero luego expresó su incertidumbre sobre cuál de las dos obras pudo haber sido fuente de inspiración para la otra (1888: 187).

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Leopoldo Augusto Cueto (1897: 160), responsable de la primera edi-ción moderna de las Cantigas (1889) se inclinó a pensar más cautamente que Alfonso X y Juan Gil de Zamora pudieron emplear fuentes comunes en la redacción de sus obras. La datación del Liber Mariae, como vere-mos, asimismo nos hace creer que es más probable esto último, lo que significaría que la composición del Liber Ihesu et Maria, al menos en el estado en que hoy lo conocemos, se situaría en una fecha bastante posterior a las comúnmente admitidas para las Cantigas.

V

Desde mediados del sigloxx, si bien con intermitencias, surgieron

numerosos aportes en el estudio de Juan Gil, principalmente a partir de los trabajos de Manuel de Castro, que significaron, después de la labor pionera de Fidel Fita, un punto de inflexión para la compresión de la obra del zamorano, ya que fue el primero en brindar un panorama comprensivo de la mayor parte de su producción escrita y una amplia y documentada relación de su vida.

Unos años antes de que fuera publicado el fundamental estudio de Castro (1955), María Rosa Vílchez (1952)12 se interesó en el Liber Mariae. En su artículo13 ofrece algunos datos relativos a la vida y a la producción escrita del zamorano, y propone la datación de algunas de sus obras a partir de criterios intratextuales con la finalidad de arro-jar luz sobre este texto mariano. Vílchez fue la primera en advertir la relación entre el Liber Ihesu y el Liber Mariae a partir del examen del manuscrito 2081 de Salamanca.

12 En su tesis doctoral inédita, elevada dos años antes de la publicación de este artículo, la autora abordó este mismo tema. María Rosa Vílchez Céspedes, Una colección de milagros mariales del siglo xiii, 1950. Universidad Complutense de Madrid, Biblioteca, Servicio de

Tesis Doctorales y Publicaciones Académicas, T 2129.

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Las particularidades del método compositivo de Juan Gil y de la fi-nalidad de las obras a las que se abocó han generado cierta confusión al momento de determinar el número de sus composiciones, confusión a la que contribuyó también la diversidad de títulos bajos los cuales el propio autor se refiere a ellas. La alusión en el Liber Mariae a otra composición mariana, un Liber miraculorum, llevó a Fita (1888: 188) a sostener que este último fue, muy probablemente una obra independiente que Juan Gil pudo utilizar, tal vez en forma parcial, para la composición del tratado.

Vílchez (1954: 24) es de similar opinión y sostiene que este Liber miraculorum, que hoy no se conserva a través de ninguna copia inde-pendiente, debió de ser una de las primeras obras compuestas por el zamorano, “intercalada” luego en el Liber Mariae como el tratado XVI, que –según afirma sin ofrecer elemento probatorio alguno– “tiene el mérito de haber servido de fuente principal e inmediata a alguna de las cantigas del Rey Sabio”. Disiente no obstante con Fita en la fundamen-tación, ya que, a diferencia de aquel, considera que la sola ausencia de un milagro en el tratado XVI, que aparece en otra porción del texto, no es elemento suficiente para afirmar su existencia y que su falta bien pudo deberse a una omisión del copista14. Esta propuesta de Vílchez parece bien fundada a la luz de los procedimientos utilizados por Juan Gil en la composición de sus obras. Como observa Vílchez –y confirman estudios más recientes– es característica del zamorano la “reutilización” de textos toda vez que el tema abordado justifica la inclusión de un elemento ya empleado en otra obra, como ocurre en el milagro de San Idelfonso en la Historia canonica ac civilis, en el de San Basilio y en el del papiro trilingüe que se hallan en el De preconiis Hispaniae.

James Marchand y Spurgeon Baldwin analizaron (1987, 1994, 1998) diversos aspectos de la obra mariana de Juan Gil, cuyo Liber Mariae estaban editando de manera conjunta. Esta publicación, hasta donde sabemos, no llegó finalmente a concretarse, aunque en uno de

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sus artículos (1987) ofrecieron una transcripción del tratado IV de la obra, faltante en el manuscrito de Madrid, a partir del de Burgo de Osma, con el propósito de examinar la posición maculista de Al-fonso X y del franciscano acerca de este misterio mariano. Después de analizar algunos pasajes de las Cantigas en las que se advierte la posición maculista del Rey Sabio, suponen que debió estar influido por las opiniones de “his spiritual advisor” (1987: 172), aunque afir-man que la inclusión de la leyenda del abad Elsino y la creencia en la preexistencia de María presentes en el Liber Mariae hacían suponer que Juan Gil era inmaculista.

A partir de las citas del Commentarium in Librum Sententiarum de San Buenaventura presentes en el tratado IV, Marchand y Baldwin su-gieren la posibilidad de que el zamorano hubiese tomado contacto con este último durante su estancia en París, lo cual vendría a corroborar la conjetura de Castro y Castro (1955: lxiii; 1976: 4-5) que se basaba en la coincidencia temporal de ambos en aquella ciudad, a la vez que demues-tran la influencia del general franciscano en los círculos más elevados de España.

Varios años después Baldwin y Marchand se ocuparían nuevamente de Juan Gil, aunque en esta oportunidad con el objeto de examinar la poesía mariana hispánica del siglo xiii, tomando su oficio métrico de la

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razona-ble que el prólogo contase con una mención explícita del dedicatario, como ocurre en gran parte de sus obras, sin ir más lejos en el Officium almifluae virginis, dedicado efectivamente al monarca15.

Por otra parte, la afirmación de que el Liber Mariae fue tan aprecia-do por el rey al punto de mencionarlo en su testamento, cuya referencia precisa no ofrecen, no parece poder inferirse de los textos. Hemos examinado los testamentos de Alfonso X (Real Academia de la Histo-ria, 1851: 110-134). El primero, correspondiente a 1283 carece de toda alusión a los libros que poseía el rey, mientras que en el segundo, del año siguiente, redactado unos meses antes de su fallecimiento, contiene sus disposiciones sobre el destino de diversas pertenencias, entre ellas, sus libros, algunos de los cuales debían pasar a la iglesia mayor de Santa María de Sevilla o a su heredero. Menciona aquí sus copias del Speculum Historiale y varias biblias, se refiere inespecíficamente a “otros libros” y dos obras que son de su autoría, el Setenario y “los libros de los cantares de loor de Sancta María” (ibídem: 125-126), pero, como podemos ver, no hay ningún elemento que sugiera la inclusión del Liber Mariae, cuya fecha de composición, como observaremos a continuación, sería poste-rior a la muerte del rey castellano.

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Vi

En los últimos años la producción de Juan Gil de Zamora ha sido objeto de un renovado interés entre los estudiosos de la literatura his-pana mediolatina. Dicho interés se evidencia en los recientes aportes de artículos y ediciones críticas de obras del zamorano hasta ahora inéditas o que, debido al descubrimiento de nuevos testimonios manuscritos, ameritaban una nueva edición.

Cándida Ferrero Hernández, a quien debemos una reciente edición del Contra venena (2009) y varias publicaciones relativas a la obra de su autor, ha tenido en cuenta la posible relación entre las Cantigas de Santa María y el Liber Mariae, señalando la necesidad de considerar dos importantes aspectos (2006: 18-19): uno, que el Liber Mariae fue compuesto con posterioridad a las primeras redacciones de las cantigas; otro, que en los poemas del Rey Sabio existen milagros que no se hallan en la obra de Juan Gil. Si bien en esta primera aproximación a la cues-tión no adelanta conclusiones, sostendrá luego que “tanto esta obra [el Officium Almifluae Virginis] como los milagros del Liber Mariae son sin lugar a dudas una de las fuentes directas de las Cantigas de Alfonso” (2009: 29). En su más reciente trabajo (2010) Ferrero Hernández ha fijado el año 1277 como terminus post quem para la redacción del Liber Mariae a partir del uso del De summis pontificibus et imperatoribus de Martín Polono, cuya crónica se extiende hasta el papado de Juan XXI16.

Considerando que el Liber Mariae fue concebido por Juan Gil como la segunda parte de su Liber Ihesu et Mariae, según se desprende del pró-logo general de la obra, creemos que la datación de la obra debe fijarse a partir de lo que leemos en el explicit del Liber Ihesu:

Explicit liber almiflui Dei filii Ihesu Christi cuius incarnatione exci-tamur ad devotionem, cuius nativitate allicimur ad dilectionem, cuius circuncisione monemur ad subvectionem, cuius apparitione manu duci-mur ad ipsius inquisitionem, cuius passione induciduci-mur ad conpassionem,

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cuius resurerectione obligamur ad graciarum actionem, cuius ascen-sione sublevamur ad contemplationem, cuius misascen-sione spiritus sancti introducimur <ad> annum iubilei, ubi est omnimoda quies corporis et anime cum Ihesu Nazareno. Ihesu inquam meo, qui cum Patre et Spiritu Sancto vivit et regnat in secula seculorum. Amen. (Salamanca, Universidad 2081, fol. 293v)17.

La mención al annus iubelei, como ya observaron Reinhardt y Santiago-Otero (1986: 200), identificada con el primer Año Santo, proclamado por el papa Bonifacio VIII en 1300, nos provee de la fecha exacta de conclusión del Liber Ihesu, que debería hacerse extensiva al Liber Mariae, a partir de cuyos incipit y explicit consta también que am-bas obras fueron compuestas a un tiempo.

Esta datación nos induce a suponer que el Liber Mariae, al menos bajo la redacción con la cual ha llegado a nuestros días, no pudo ser, como se ha afirmado muchas veces, una de las fuentes de las Cantigas, habida cuenta de que el monarca había fallecido seis años atrás. Queda abierta, sin embargo, la posibilidad de suponer que el Liber de miraculis, hoy perdido, pudiera haber sido una de las fuentes de la que se nutren las Cantigas, dentro de la rica tradición con que se contaba por entonces. Ferrero Hernández aborda también el tema de la Inmaculada Con-cepción en la obra de Juan Gil de Zamora, considerando la historia de este dogma mariano y su situación en el siglo xiii, y apunta, tras citar

el pasaje de Juan de Torquemada en que alude al zamorano, que podría posiblemente aportar mayores elementos de jucio su hasta ahora inédita Historia canonica et civilis, que se conserva fragmentariamente en el manuscrito 2763 de la Biblioteca Nacional de Madrid.

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Este manuscrito18, del siglo xViii, confeccionado a pedido de Enri-que Flórez por Francisco Méndez, transcribe los dos volúmenes en Enri-que Miguel Ordoñez había copiado en 1777 los siete volúmenes originales de Juan Gil que se conservaban en el convento de Zamora reduciéndo-los a dos. El manuscrito contiene extractos del Armarium scripturarum (fols. 1-5r), seguido de la Historia canonica et civilis (fols. 6-219v), que responde también al título de Liber illustrium personarum, y del De preconiis Hispaniae (fols. 220-311). La Historia canonica et civilis sería, como afirma Castro (1974: 562), un compendio del Archivum scriptura-rum (llamado también Historis naturalis, canonica et civilis), una ingente enciclopedia organizada alfabéticamente que abordaba cuestiones de historia natural, civil y religiosa, de la que apenas se han conservado unos pocos fragmentos en este mismo manuscrito madrileño.

Lo que ha llegado a nuestros días a través del manuscrito 2763 son, en rigor extractos de extractos, y resulta difícil arribar a conclusiones que no sean sino de carácter puramente provisional y que deberán revi-sarse a la luz de los nuevos descubrimientos sobre la obra del zamorano. Lamentablemente, del Archivus solo contamos con la transcripción de los tituli y algunos pocos pasajes correspondientes a los libros II-VI (le-tras C-E), y XXI-XIII (le(le-tras X-Z). Es bastante más, comparativamente, lo que se conserva de la Historia canonica et civilis o Liber illustrium personarum, que cuenta además con otros testimonios manuscritos (Reinhardt y Santiago-Otero, 1986: 198-199).

Entre las entradas del tratado XII (letra M) se halla el lema Maria multiplex, lo que permite suponer que esta enciclopedia egidiana con-taría con entradas para distintos personajes de este mismo nombre. Desafortunadamente nada de ello aparece en la copia de Méndez, a no ser por la siguiente aclaración, en la que reproduce a su vez una nota de Ordoñez indicando lo que no ha transcripto: “Al fin de la vida de María Magdalena dice: Hic relinquuntur historiae Marie Egypciace et Marie de Onica, mulieris admirabilis et duplicis Marine, Marte et duorum

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Martinorum” (fol. 184v). ¿Sería acertado suponer que entre las entradas figurara una Maria Virgo? Creemos que sí, a partir de lo que podemos observar sobre el lema Ihesus.

En el tratado xxi (letra X) del Archivus se transcribe una nota de

Ordóñez en la que se aclara que ha dejado de copiar varias entradas ya que sobre esas mismas se trata en el Liber illustrium personarum o porque consideró que no era entonces la ocasión oportuna para transcribirlas. Sobre Cristo señala que la omite quia ibi aliquid dictum est, et quod hic re-fertur reperietur iam dictum et valde late ubi de Jesu agitur in litera I (fol. 4r). Si bien tampoco en el Liber illustrium personarum encontramos el artículo referente a Ihesu, esta vez porque Méndez no lo ha transcripto, son copiadas, no obstante, las remisiones que hace Juan Gil a esa misma materia en su sermonario:

Nota en la vida de Jesús (que aquí no la escribo) en el párrafo o división que empieza Jesus triplex gaudium etc. dice: Si quis vult habere plura in preconium huius festi requirat opus sermonum nostrorum etc. Más ade-lante en la división Jesus ergo laboravit corde (al fin) dice: Prefatas vero materias a Nativitate Christi usque ad Sancti Spiritus misionem, si quis plenius habere voluerit requirat in opere magno sermonum (fol. 176v).

A pesar de que la ausencia de la letra M del Archivus y la vaguedad que supone la entrada Maria multiplex que hallamos en el Liber illustrium personarum no permiten aventurar muchas conclusiones, creemos que aquello que podemos apreciar a partir de lo conservado en este ma-nuscrito sobre Jesús, que contaba con una entrada tanto en el Archivus como en el Liber illustrium personarum, donde el zamorano reenvía a su Liber sermonum, también podría hacerse extensivo a María. Las referen-cias a una summa del zamorano que se encuentran tanto en el tratado de Juan de Torquemada19, redactado hacia 1437, como en las obras de

19 Como ya ha apuntado Ferrero Hernández al considerar las noticias que el dominicano trae del zamorano (2010: 24), la obra de Juan Gil a la que alude podría tratarse de la

His-toria canonica et civilis o Liber illustrium personarum. El término que emplea para referirse a

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Pedro de Alva y Astorga (1660: 243a; 1666: 1370b), sobre las que no nos detendremos aquí, parecen indicar que ambos religiosos consultaron la entrada correspondiente a María en el Liber illustrium personarum. Los pasajes textuales transmitidos tanto en la edición hispalense de la obra de Bandello como en las enciclopedias marianas de Pedro de Alva y As-torga, procedentes, según creemos de esta obra de Juan Gil, ofrecen una redacción muy próxima a la del Liber Mariae, en el que debió integrar porciones de texto ya empleadas en otras composiciones, sometiéndolas a una nueva redacción, como es frecuente observar en varias de sus obras.

Vii

A lo largo de estas páginas hemos procurado exponer, comentar y discutir los principales aportes relativos al Liber Mariae con que conta-mos hasta hoy. A modo de conclusión, quisiéraconta-mos detenernos en dos cuestiones que hemos revisado a lo largo de estas páginas:

1) Si bien la datación de la obra ya había sido convenientemente apuntada por Reinhardt y Santiago-Otero (1986: 200), quienes esta-blecieron con claridad la interrelación entre el Liber Mariae y el Liber Ihesu, se ha insistido en ver esta obra del zamorano como una de las fuentes de las Cantigas. El Liber Ihesu et Mariae, concluido en 1300 en la forma en que lo conocemos actualmente, no pudo ser empleado por el Rey Sabio en sus composiciones. Sin embargo, considerando la vincu-lación de Juan Gil con la corte y las alusiones a otras obras de temática mariana que hallamos dispersas en el Liber Mariae, además del oficio de la Virgen, no puede descartarse que alguna de ellas, como el Liber de miraculis, hubiese servido a tal fin.

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los pasajes de Juan Gil de Zamora que han sido transmitidos en la addi-tio a Bandello de 1502, el Sol veritatis (1660) y los Radii solis (1666) de Pedro de Alva y Astorga, tomados presumiblemente del Liber illustrium personarum, aportará una vía fructífera de análisis. Un estudio compa-rativo del Liber Ihesu, en su redacción como obra independiente y como elemento integrante del Liber illustrium personarum, brindará asimismo un mejor acercamiento a esta cuestión.

Resta todavía un largo camino por recorrer para el establecimiento del texto del Liber Mariae y para vislumbrar las singularidades de la composición de este tratado y su vinculación con el resto de la pro-ducción escrita del zamorano. Sin duda la publicación de las Legendae Sanctorum a cargo de Martín Iglesias y Otero Pereira, que aparecerá próximamente, y la tesis doctoral de Adrienne Hamy, quien prepara una edición crítica de las homilías de tema mariano incluidas en el Liber sermonum, aportarán significativos elementos de juicio para la compren-sión de la obra y el pensamiento mariológico de Juan Gil de Zamora.

r

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