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El funcionamiento de la economía argentina en los años '90

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(1)EL FUNCIONAMIENTO DE LA ECONOMÍA ARGENTINA EN LOS AÑOS ´90 por Roberto Frenkel. *. 1. INTRODUCCIÓN Este trabajo presenta un análisis del funcionamiento de la economía argentina bajo el régimen de convertibilidad. La exposición no pretende ser exhaustiva. Seleccionamos los temas y rasgos que a nuestro juicio más contribuyen a la interpretación de lo ocurrido en lo que va de la década y a sugerir restricciones y perspectivas futuras. La presentación del análisis se inicia en la sección 2. Previamente, en esta Introducción, recapitulamos los temas económicos que concitan la mayor atención y anotamos los cambios de percepción de la cuestión económica que tuvieron lugar entre los primeros años noventa y la actualidad.. LOS TEMAS QUE SE DISCUTEN Una mirada sobre los temas económicos más frecuentemente mencionados en los medios a fines de 1996 brinda una indicación de las visiones y los interrogantes que dominan la opinión pública. El centro de atención es sin duda la tendencia de la demanda y la producción. Los signos de recuperación de la recesión son examinados en detalle en el intento de determinar la persistencia y magnitud de la nueva tendencia. También interesa la composición sectorial y el patrón del incremento de la demanda -entre consumo, inversión y comercio exterior que van esbozando los datos disponibles. Estas preguntas son obviamente importantes para las perspectivas inmediatas de los negocios y la política, pero las preguntas no se agotan en el corto plazo. La búsqueda de respuestas en los datos incluye un interrogante más profundo acerca de la posibilidad que tiene la economía argentina de sostener a partir de ahora un crecimiento significativo. Con esta óptica se observan, por ejemplo, las tendencias de las exportaciones e importaciones. El mismo interrogante subyace los análisis del ahorro y la inversión, porque la magnitud y sostenibilidad del crecimiento dependen crucialmente del comportamiento de estas variables. Otro foco de atención es el desempleo. Su significación política es obvia, así como la de su consecuencia directa, la profundización de la pobreza. Esto explica la ansiedad con que se mira la cuestión en el ámbito político del gobierno. Sin embargo, los funcionarios de área económica evitan cualquier optimismo sobre la cuestión (probablemente para evitar ser responsabilizados) y anuncian reiteradamente que el desempleo será alto durante mucho tiempo, como si fuese un fenómeno natural que debe tolerarse con resignación. No se proponen paliativos, porque las cuentas fiscales son deficitarias y ajustarlas es un objetivo que tiene prioridad sobre cualquier otro. Al contrario, al menos un sector de la conducción económica y del establishment se opone a los paliativos -independientemente de su costo fiscal- porque éstos dificultarían la necesaria -en su opinión- reducción de los salarios reales. Las cuentas fiscales son el tercer eje de preocupación y debate. La importancia a corto plazo de la tendencia del déficit público tampoco requiere mayor fundamentación. La nueva conducción económica "reveló" un déficit de 6 000 millones de dólares. Una actitud benevolente por parte del FMI y una situación internacional de abundante liquidez permitieron sortear el obstáculo representado por el incumplimiento de las metas suscritas y continuar financiando el déficit y los vencimientos de deuda pública. Pero las proyecciones no son optimistas. El déficit que puede preverse supera significativamente las nuevas metas comprometidas con el FMI, la prima de riesgo país es alta en comparación internacional y vencimientos futuros de deuda colocada forzosamente a tasas bajas deberán refinanciarse en el futuro a tasas de mercado. Hay una concentración de vencimientos en 1997 y la deuda pública crece rápidamente. En forma análoga a lo que ocurre con la cuestión de la reactivación y el crecimiento, las preguntas acerca de las cuentas públicas van más allá del corto plazo. El interrogante más profundo se refiere a la sostenibilidad del financiamiento fiscal. Aunque no se enfrentan serias dificultades por el momento, las tendencias de las finanzas públicas no resultarían sostenibles en algunas combinaciones probables de condiciones locales e internacionales (sintética mente, en un escenario de bajo crecimiento y aumento de la tasa de interés internacional).. LOS CAMBIOS EN LAS PERCEPCIONES Es claro que los interrogantes y los temas en discusión a fines de 1996 difieren notablemente de los que primaban en los años 1991-94. La soberbia ha sido reemplazada por una actitud tecnocrática distante y conservadora. Incertidumbre e interrogantes reemplazan la certeza que dominaba en esos años. Meses atrás se trataba de establecer si la economía estaba en condiciones de salir de la crisis, ahora se discute si el camino de la reactivación es sostenible en el tiempo. Ahora se ha hecho evidente que el modelo destruye empleo, que extiende y profundiza la pobreza y que el gobierno no tiene instrumentos ni convicción para atacar esos problemas. El propio gobierno invocaba a fines de 1996 una situación de emergencia, para justificar la aplicación de políticas de emergencia. Ciertamente, el modelo entró en crisis en 1995. La crisis tuvo dos factores causales inmediatos. Ambos son acontecimientos que tuvieron lugar a miles de kilómetros de nuestro país: el aumento de las tasas de interés de Estados Unidos que se produjo desde comienzos de 1994 y la crisis mexicana. Por detrás de esos factores inmediatos, la causa prima de la crisis de 1995 fue la configuración macroeconómica generada por el propio modelo en los años precedentes. Tanto es así que el "efecto tequila", que afectó inicialmente varias economías latinoamericanas y de otras regiones, acabó impactando exclusivamente a. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 1.

(2) la economía argentina. La explicación de ese contagio único reside en que ambas economías, la mexicana y la argentina, compartían el mismo modelo y los mismos rasgos de dependencia y fragilidad respecto a los flujos de capital y las condiciones financieras internacionales. La crisis del modelo puso también en crisis los juicios sobre sus virtudes. Para muchos fue un relámpago en un día soleado: se presentó una crisis profunda en una política de estabilización y reformas estructurales que - se suponía - debía colocar a la economía en un sendero de crecimiento rápido y persistente. Recordemos, por ejemplo, que para denostar a quienes señalábamos las fallas del modelo y descartar la pertinencia del análisis macroeconómico, Cavallo asimilaba la experiencia de los primeros años noventa con los procesos de Alemania y Japón en la posguerra. Además, la crisis tuvo lugar a continuación de un período con condiciones financieras internacionales excepcionalmente favorables y durante el cual el país absorbió alrededor de cuarenta mil millones de dólares de ingresos netos de capital. Por otro lado, la emergencia fiscal reemergió después de que el gobierno recibiera veintisiete mil millones de pesos de ingresos extraordinarios por venta de activos. Más específica mente, la crisis derrumbó uno de los pilares que fundaban las proyecciones optimistas del gobierno. La experiencia probó que los flujos de capitales son volátiles. En los primeros años noventa, nosotros planteábamos la fragilidad de la economía argentina frente a la volatilidad de los flujos de capital. Sin embargo, hasta que ocurrieron los episodios de 1994 y 1995, la volatilidad sobre la que llamábamos la atención era una característica potencial de los flujos de capital de los años noventa. Entre 1991 y 1993 se experimentó un creciente influjo de capitales a la región, en un proceso donde en cada país, en cada año, los ingresos de capital superaban los del año precedente y resultaban mayores que los crecientes déficit de cuenta corriente. Como ya había ocurrido a fines de los años setenta, el establishment financiero internacional aseguraba que se trataba de una tendencia persistente y estable. Cavallo apostaba con seguridad a la continuidad de ese proceso en Argentina. En esos años, la volatilidad argumentada por los críticos era una conjetura. Una conjetura razonable, fundada en la experiencia histórica previa, pero una conjetura. Nuestro argumento de política económica era que se debía evitar el riesgo derivado de la probable volatilidad, tal como lo hacían otros países. Argumentábamos que era insensato exponerse a ese riesgo porque podía ocurrir... lo que efectivamente ocurrió. Ahora la discusión del tema es diferente. La experiencia de los años 1994 y 1995 transformó la conjetura en realidad y probó la volatilidad de los flujos de capital y de las condiciones financieras que enfrenta el país. La experiencia de la crisis probó también la fragilidad del modelo frente a los shocks externos. En primer lugar, mostró la debilidad del régimen de convertibilidad y de los mecanismos automáticos de estabilización frente a los shocks. Hasta 1994, el modelo había funcionado en forma expansiva exclusivamente, con viento a favor. No había experiencia sobre su funcionamiento en "marcha atrás" la hubo en 1995. Curiosamente, algunos se congratularon de la "fortaleza del régimen", cuando en realidad fueron necesarios 11000 millones de dólares de apoyo externo para preservar la convertibilidad y evitar el colapso del sistema financiero. En segundo lugar, la fuerza y profundidad de los efectos reales del shock financiero demostraron la fragilidad del crecimiento. No se devaluó, pero la demanda interna cayó 8.4%, la inversión cayó 16% y la tasa de desempleo saltó a 18%. ¡Qué fortaleza! Desafiando esa evidencia, en su estilo bizarro, Cavallo llegó a decir "gracias por el tequila". El argumento que subyace en el exabrupto es que el balance más importante de la crisis ha sido la preservación del régimen de convertibilidad. Se dice que los efectos de esta enseñanza sobre las conductas de inversores y consumidores nos haría candidatos -ahora sí, por fin - a un flujo persistente de ingresos de capitales y a un crecimiento sostenido. Ese voluntarismo extremo no se refleja en las preocupaciones y temas que se discuten actualmente, como vimos arriba. Tampoco parece ser la lección que derivaron los mercados financieros internacionales. luego de la experiencia de la crisis, la prima de riesgo-país ha quedado significativa mente más alta que en el período 1991-94, duplicando, por ejemplo, la prima de riesgo-país de Colombia. La calificación de riesgo de inversión de las grandes calificadoras de Estados Unidos coloca a la Argentina por debajo de México, junto a Brasil y Venezuela, lejos de Colombia y Chile... y de China y de la República Checa. ¿Qué tiene Argentina, paraíso del libre mercado, para ser peor riesgo de inversión que China comunista? La fragilidad del modelo económico. El FMI, principal responsable frente a los gobiernos de los países desarrollados de la estabilidad financiera de los "mercados emergentes", también derivó sus propias enseñanzas de los episodios de 1995. Recordemos que el FMI fue responsabilizado en gran medida por la crisis mexicana y volcó un monto extraordinario de sus recursos en el rescate. El Fondo está alarmado por los efectos internacionales de la volatilidad de los flujos de capital y, en relación con Argentina, por la posibilidad de un "efecto tango". la institución no tiene como política recomendar regímenes de caja de conversión. Sin embargo, dado que el modelo argentino incluye el régimen de convertibilidad, el FMI exige las políticas que considera consistentes con ese contexto. la lógica de la orientación del FMI con respecto a nuestro país es la siguiente: a diferencia de otros países, por haber adoptado el régimen de convertibilidad, la economía argentina no cuenta con la flexibilidad de las políticas económicas para contrarrestar shocks negativos; consecuentemente, debe desviar del financiamiento de la inversión real más ahorros que otros países para montar amortiguadores financieros tales como superávit fiscal, fondos de estabilización y altos volúmenes de reservas. El precio a pagar por la convertibilidad son las políticas fiscal y financiera muy conservadoras. Es la misma idea que predomina en la actual conducción económica. Esa es la orientación mediata de la política económica. Mientras se gana espacio para esa orientación, en la situación actual de emergencia y a falta de instrumentos de política, el FMI apura al gobierno a emitir "señales positivas" - como la privatización del Banco Nación y la reforma laboral - que sirvan de contrapeso de la fragilidad del modelo en la apreciación de los mercados financieros internacionales.. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 2.

(3) 2 ESTABILIZACIÓN Y DINÁMICA MACROECONÓMICA El comportamiento macroeconómico del país bajo el Plan de Convertibilidad puede dividirse nítidamente en dos fases. Una primera fase expansiva en 1991-94 y una fase recesiva cuyo inicio puede ubicarse a principios de 19951. Las tendencias de las fases tienen una expresión contundente en las Cuentas Nacionales. En los primeros cuatro años de vigencia del plan, la demanda doméstica aumentó 60% y el producto 40%. En 1995 el producto cayó 4.6% y la demanda doméstica se redujo 8.4%.. ESTABILIZACIÓN: PRECIOS Y CANTIDADES. El Plan de Convertibilidad probó ser una política antiinflacionaria poderosa. Actualmente la tasa de inflación de Argentina es la más baja de América latina y se cuenta entre las más bajas del mundo. El récord es más impresionante cuando se lo contrasta con la experiencia inflacionaria previa del país. Solo en dos de los quince años calendarios precedentes la tasa porcentual de inflación tuvo menos de tres dígitos y nunca fue inferior a 80%. El programa fue precedido por doce meses de gestión antiinflacionaria monetarista con régimen cambiario flotante, entre abril de 1990 y marzo de 1991. En ese período el aumento de los precios al consumidor fue de 287%. Además de alta inflación, ese lapso se caracterizó por altas tasas de interés real, apreciación del tipo de cambio y una tendencia recesiva. De esta experiencia previa heredó el Plan de Convertibilidad el tipo de cambio apreciado vigente en el momento que se aplicó el programa. El shock fijó el tipo de cambio y la medida fue rápidamente transformada en ley por el Congreso. Habida cuenta que la estabilización se produjo simultáneamente con una fuerte expansión de la demanda, el producto, el dinero y el crédito extendida a lo largo de los siguientes tres años - no cabe duda que el efecto antiinflacionario es atribuible al ancla provista por el tipo de cambio fijo. Como programa de estabilización, el caso se destaca de otras experiencias análogas por la gran magnitud de los efectos expansivos y también por la extensión de la fase expansiva. Como ya mencionamos, entre 1991 y 1994 el producto creció 40% (10% al año durante los primeros dos años). En ese lapso, la cantidad de dinero, los depósitos bancarios y el crédito doméstico se multiplicaron por cinco. Hay dos condiciones específicas que explican porqué esos efectos fueron tan acentuados y prolongados. Por un lado, las condiciones locales iniciales del programa. La economía exhibía una tendencia recesiva desde 1988 y se encontraba en 1990 en un nivel muy bajo de actividad. Además, como resultado de la prolongada experiencia de alta inflación y de los brotes de hiperinflación, el nivel de monetización y la disponibilidad de crédito eran extraordinariamente reducidos. Estas características locales iniciales del programa se combinaron, por otro lado, con las novedosas condiciones financieras internacionales de los años noventa. Entre 1991 y 1994 ingresaron del exterior unos 40 mil millones de dólares. Estos flujos de capital constituyeron el principal factor del crecimiento de las reservas, el dinero, los depósitos bancarios y el crédito. la elevada proporción entre la magnitud de los ingresos de capital y el reducido valor inicial de esos stocks de reservas, dinero y crédito explica la extraordinaria tasa de expansión financiera comentada arriba. Pocas dudas caben de que ése fue el principal factor de la abrupta expansión de la demanda. Su intensidad desplaza a un lugar de significación secundaria a otros efectos expansivos presentes generalmente en los programas de estabilización de shock. En contraste con el carácter extraordinario de los efectos expansivos, la dinámica inflacionaria pos-shock no se diferencia significativa mente de la observada en experiencias análogas de estabilización de shock. Este rasgo llama la atención desde dos puntos de vista. Por un lado, el hecho que el tipo de cambio se haya fijado por ley para aumentar la credibilidad del anuncio no parece haber otorgado al tipo fijo mayor capacidad de "anclar" los precios que en otras experiencias: la inflación "residual" de los precios al consumidor no resultó significativa mente inferior. Por otro lado, la inflación "residual" tampoco resultó significativa mente mayor que en otras experiencias análogas, pese a la extraordinaria magnitud de los efectos expansivos. El punto puede ilustrarse comparando los efectos del Plan de Convertibilidad con los del Plan Austral, en el período inicial de ocho meses en que este último programa mantuvo fijo el tipo de cambio. El efecto-impacto sobre la tasa de inflación fue el mismo en ambos programas: en los primeros tres meses los precios al consumidor aumentaron 12%. En los primeros ocho meses el aumento acumulado de los precios al consumidor fue 26% en el Plan Austral y 20.4% en el Plan de Convertibilidad. En consecuencia, en esos ocho meses el tipo de cambio real se apreció 21% en el primer caso y 17% en el segundo. A partir del efecto-impacto mencionado arriba, la tasa de inflación de los precios al consumidor se redujo paulatinamente. La trayectoria de la tasa de inflación puede ser bien explicada como un promedio ponderado de dos términos: la tasa de inflación pasada (inercia) y la tasa de variación del tipo de cambio (cero) más la tasa de inflación internacional. La prolongada extensión del período de tipo de cambio fijo explica la convergencia observada de la inflación doméstica con la internacional. Puede decirse que la convergencia se alcanzó en 1994, cuando la tasa de inflación fue 3.9%, precisamente al final de la fase expansiva. Para entonces los precios al consumidor se habían incrementado aproximadamente 60% en relación al comienzo del programa. Es indudable que el proceso produjo una significativa apreciación cambiaria. Esta tendencia a la apreciación tuvo como punto inicial el tipo de cambio real vigente en el momento de implementación del programa que, como comentamos arriba, se consideraba ya apreciado2. Hay otros dos aspectos del comportamiento de los precios bajo el programa de Convertibilidad que merecen ser destacados. En primer lugar, las medidas de desindexación salarial adoptadas - una ley prohibiendo la indexación de los contratos salariales y una activa gestión del Ministerio de Trabajo para hacerla cumplir - tuvieron mayor efectividad que en otros casos, pero solo durante el primer año. Como resultado de esas acciones el salario industrial real medio se redujo 13% desde el lanzamiento del programa, pero prácticamente la totalidad de la caída se produjo en el primer año.' El salario real tuvo un. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 3.

(4) pequeño aumento en los años siguientes y se redujo un 3% con la fase recesiva, en 1995. Este rasgo puede estilizarse diciendo que el salario medio industrial se indexó parcialmente el primer año y tendió a indexarse completamente en los años siguientes. El otro aspecto destacable es que los precios mayoristas de los bienes industriales fueron completamente anclados por la fijación del tipo de cambio. Entre 1991 y 1995 estos precios aumentaron aproximadamente 15%. Aunque el programa puso en práctica algunas medidas de regulación de precios, vía la suscripción de acuerdos con algunos sectores de la manufactura, el efecto sobre los precios de la industria debe atribuirse principalmente a la apertura comercial implementada simultáneamente con la fijación del tipo de cambio. De la comentada evolución de los precios al consumidor, los salarios industriales y los precios industriales se deduce directamente su efecto combinado sobre los precios relativos. Mientras los salarios industriales tendieron a seguir con algún atraso la trayectoria de los precios al consumidor (predominantemente bienes y servicios no comerciables internacional mente), los precios industriales se comportaron como completamente comerciables. El valor del salario medio industrial aumentó 52%, medido en dólares, y se incrementó 32% con relación al precio mayorista de los bienes industriales. Las consecuencias esperables de la apreciación cambiaría - sobre las que se adicionaron las resultantes de la apertura comercial simultánea - se presentaron plenamente en la fase expansiva del Plan de Convertibilidad. El déficit externo aumentó abruptamente hasta 1994 y aumentó consiguientemente la fragilidad externa que tuvo expresión nítida con el efecto tequila. La prolongada permanencia del tipo de cambio fijo bajo estas condiciones y la consiguiente magnitud de la apreciación cambiaría acumulada - tienen su explicación en las características extraordinarias que mostró el mercado internacional de capitales en los primeros años noventa.. EL TIPO DE CAMBIO FIJO La fijación del tipo de cambio es un ingrediente esencial de la estabilización en economías de alta inflación. Una lección general de estos procesos es que la política cambiaría debe encarar en cierto momento una transición hacia una política más flexible y focalizada en el tipo de cambio real, necesaria para atender objetivos de sostenibilidad externa y objetivos de crecimiento y empleo. Idealmente, el tipo de cambio real inicial de una política de estabilización podría elegirse tan depreciado como para que la apreciación posterior condujera a un tipo real sostenible (desde una perspectiva macroeconómica) y apropiado (desde una perspectiva de crecimiento de largo plazo) cuando el diferencial de inflación doméstica e internacional tendiese a cero, de modo que la transición podría llevarse a cabo sin conflictuar la estabilidad. Sin embargo, la fórmula no es más que un ejercicio teórico, porque en la práctica de las políticas de estabilización, la experiencia muestra generalmente que el tipo de cambio real inicial del lanzamiento del programa difícilmente puede elegirse, como ilustró elocuentemente el Plan de Convertibilidad. La transición de la política cambiaria no fue encarada oportunamente en la Argentina en algún momento de los primeros años noventa, cuando las circunstancias se presentaban más favorables. Estas circunstancias se refieren, por un lado, a las condiciones del mercado financiero internacional y de los flujos de capital. Por otro lado, a las condiciones locales. Obviamente, la transición se presenta más difícil cuanto mayor es el desequilibrio externo acumulado. Si el desequilibrio es grande, el cambio de objetivos de la política cambiaría tenderá a generar expectativas de gran devaluación con efectos desestabilizantes autoconfirmados en los mercados financieros y cambiarios - como mostró la crisis mexicana. Sin dudas, los mayores costos y riesgos de la modificación de la política cambiaría se enfrentan cuando ésta se intenta en una situación límite cercana a la crisis, cuando es percibida como un recurso de última instancia. Aún bajo circunstancias más favorables para la transición, el gobierno tiene generalmente incentivos para postergarla. Los costos de la transición son de corto plazo mientras que los beneficios son más difusos y de mayor plazo. Al respecto, parece razonable suponer que la pérdida de credibilidad resultante de la modificación de la regla cambiaría - y más generalmente de cualquier regla de política comprometida - está en relación inversa con el grado de rigidez del compromiso asumido. En relación con la rigidez del compromiso que supuso la fijación del tipo de cambio por ley en Argentina, suele argumentarse que era imprescindible para alcanzar la credibilidad mínima necesaria para la estabilización. También se dice, dentro y fuera del país, que el gobierno estaba forzado a esta "solución única" por la extensa y tumultuosa historia de la inflación y la erraticidad de las políticas cambiarias previas. Algunas veces estos argumentos se acompañan de consideraciones acerca de la especificidad de la cultura nacional, especialmente cuando se intenta defender el currency board como un régimen adecuado para un país con la historia y características de Argentina. Es difícil discutir seriamente ese tipo de argumentos, pero se puede citar alguna evidencia en contrario. En primer lugar, el mercado cambiario se estabilizó con el solo anuncio de que el Banco Central sostendría un tipo de cambio fijo, antes que la ley de Convertibilidad fuera remitida al Congreso para su aprobación. En segundo lugar, como fue comentado arriba, los efectos antiinflacionarios del Plan de Convertibilidad no difieren de los observables en otros casos análogos de compromiso cambiario menos rígido. En tercer lugar, juzgando la credibilidad de las expectativas por lo que pueden revelar los flujos internacionales de capital en los primeros años noventa, parece claro que el caso argentino no presentó rasgos excepcionales en relación a otros países con compromiso cambiario menos rígido, como era el caso de México, ni en relación a países con bien diferentes políticas cambiarias, como eran los casos de Chile, Brasil y Colombia. Al fin y al cabo, es razonable suponer con relación a este punto que las decisiones de los agentes económicos presten más atención a los fundamentos incluyendo entre éstos el grado de fragilidad externa que al grado de rigidez institucional de las reglas de política vigentes. En cuarto lugar, en un sentido análogo, los episodios de 1995, que implicaron que la economía argentina resultara el sujeto más importante del efecto tequila, sugieren que ni siquiera los más rígidos compromisos pueden contrapesar en las decisiones de los agentes los datos que informan sobre la situación efectiva de la economía. A fines de 1994 estos datos ubicaban a Argentina, junto a México, en el rango más alto de fragilidad externa en la región.. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 4.

(5) Las circunstancias que hacen particularmente difícil una transición de la política cambiaría en Argentina no residen exclusivamente en la rigidez del compromiso. Suele argumentarse que la extensa experiencia inflacionaria previa y los brotes hiperinflacionarios dejaron, como efecto permanente, el legado de la "dolarización" de los precios (entendida como la indexación completa de los precios a la cotización del dólar en moneda doméstica) de modo que el intento de lograr una devaluación real daría lugar a un espiral hiperinflacionaria. Es imposible verificar el punto sin hacer el experimento, pero cabe observar que no lo avala la gran variabilidad que exhibió el tipo de cambio real, tanto durante los brotes hiperinflacionarios como en los años siguientes. El argumento de la dolarización de los precios parece tener mayor validez en el caso de los precios mayoristas industriales, lo que lleva a conjeturar que una devaluación, adoptada como medida aislada, tendría un traslado proporcional inmediato al menos en estos precios. Además, muchas de las empresas de servicios públicos privatizadas pactaron en sus contratos de privatización reglas de indexación al dólar para la determinación de sus tarifas. Como se ve, las dificultades de la transición no son pocas en Argentina. Pero el sector de productores industriales es predominantemente oligopólico y dado que una devaluación real incrementaría su protección, existe la posibilidad y los incentivos para la implementación de medidas de coordinación que redujeran el efecto. Por otro lado, cabe recordar que la proporción de no comerciables en el consumo es altísima, lo que implica que existe una base objetiva para que la modificación de la regla cambiaria no deba tener necesariamente efectos desastrosos, siempre que no se adopte en forma aislada y se inscriba en un conjunto de medidas enfocadas a coordinar adecuadamente las expectativas. Aunque la dolarización de algunos precios y contratos de servicios reales plantea importantes dificultades a la transición de la política cambiaria, la mayor dificultad parece residir en la dolarización parcial del sistema financiero. Más de la mitad de los pasivos y activos de los bancos ya estaba denominada en dólares antes de la crisis mexicana y esta proporción se incrementó posteriormente. Aunque el Plan de Convertibilidad se ejecutó con el objetivo explícito de recuperar las funciones de la moneda doméstica, las autoridades nada hicieron para contrarrestar esta tendencia porque la desregulación financiera incluyó la libertad de elección de la moneda de denominación de todo tipo de contrato - el punto es parte de la Ley de Convertibilidad - y porque se suponía que contribuía al crecimiento de la intermediación financiera local. Por el contrario, el Banco Central ha ido adoptando normas tendientes a hacer más fluida la dolarización de los bancos. La progresiva dolarización de los activos de los depositantes en los bancos implicó que la mayor parte de los créditos para consumo y créditos hipotecarios que se expandieron rápidamente desde 1991 se contratara en dólares, mientras que los salarios y otros ingresos de los deudores están denominados en moneda doméstica. Los bancos estimularon la tendencia porque reducía su exposición individual al riesgo cambiario, pero éste se transformó en riesgo sistémico. los bancos no asumen individualmente el riesgo cambiario pero se hacen vulnerables en tanto éste se convierte en riesgo crediticio.. PRECIOS Y CANTIDADES EN LA FASE RECESIVA En 1994, desde que comenzaron a aumentar las tasas de interés de corto y largo plazo en Estados Unidos, se verificaron cambios de tendencia en algunas variables cruciales de la dinámica macroeconómica bajo el Plan de Convertibilidad. Primero, el precio de los bonos argentinos de largo plazo cayó más que sus homólogos norteamericanos, implicando un aumento de la prima de riesgo país. Segundo, el influjo de capitales se redujo en 1994 aproximadamente 30% en relación al año precedente, por primera vez en los años noventa, ya que desde el lanzamiento del Plan ese influjo había sido creciente año a año. Tercero, el déficit de cuenta corriente, creciente desde 1991, continuó aumentado en 1994. El efecto conjunto de un menor ingreso de capitales y un mayor déficit de cuenta corriente determinó que las reservas tendieran a declinar en 1994, por primera vez en la década. Previamente, pese al crecimiento del déficit en cuenta corriente, el monto también creciente de los influjos de capital había implicado un continuo aumento de las reservas. Cuarto, dejaron de crecer el coeficiente de monetización y el volumen de depósitos en el sistema financiero. Quinto, en adición a esas nuevas tendencias en los sectores externo y financiero, algunos sectores reales exhibieron incipientes tendencias recesivas en la segunda mitad del año. Los datos mencionados sugieren que el punto de inflexión hacia una fase recesiva podía percibirse en 1994. Una nueva tendencia de reducción o constancia de los influjos de capital, combinada con un crecimiento continuo del déficit de cuenta corriente implicaba, bajo las reglas del Plan de Convertibilidad, una tendencia a la contracción de las reservas, el dinero y el crédito y consecuentemente, la reversión de los principales factores de expansión de la primera fase. Tomando en cuenta las experiencias similares de Argentina, Chile y Uruguay de los años setenta y primeros ochenta, cabía ser pesimista acerca de los rasgos del ajuste. la simetría entre la fase expansiva y la fase recesiva que suponen los modelos neoclásicos se choca en la realidad con la asimetría del ajuste en el sistema financiero. Los activos de los bancos son mucho menos líquidos que sus pasivos, de modo que la contracción monetaria, en lugar de inducir una contracción paulatina de la demanda agregada, simétrica a la expansión de la primera fase - como suponen esos modelos - tiende a aumentar la fragilidad del sistema y a provocar la caída de sus entidades más débiles. Las dificultades en el sistema financiero realimentan la demonetización y la pérdida de depósitos y contribuyen a generalizar la crisis en todo el sistema. Los acontecimientos de 1995 nos dieron la oportunidad de observar los efectos financieros de una paulatina contracción de las reservas, el dinero y los depósitos bancarios, porque la contracción en sí misma fue un abrupto shock de significativa magnitud. Como repercusión de la crisis mexicana se perdieron en pocos meses aproximadamente un cuarto de las reservas y alrededor de un sexto de los depósitos bancarios. Los depósitos bancarios cayeron menos que las reservas porque el Banco Central redujo los encajes y actuó como prestamista de última instancia, relajando las reglas incluidas en la ley de Convertibilidad y en la ley que definió sus normas de acción como institución autónoma. Esas medidas y el apoyo financiero externo obtenido por el gobierno luego de la suscripción de un acuerdo con el FMI en marzo, consiguieron evitar el colapso del sistema. Pese a que durante tres trimestres se registró una salida neta de capitales privados, la crisis cambiaría fue evitada porque el gobierno obtuvo en 1995 financiamiento por unos 11 mil millones de dólares, predominantemente externo de fuentes multilaterales encabezadas por el mencionado acuerdo con el FMI.. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 5.

(6) Aunque se evitó el colapso, la crisis financiera fue profunda y también sus efectos reales. Al respecto, el dato referido a la contracción del PBI parece insuficiente para describir el impacto recesivo de la crisis financiera porque al mismo tiempo, en 1995, las exportaciones crecieron aproximadamente 30% (y las importaciones cayeron alrededor de 10%). El consumo cayó 6.1% y la inversión bruta fija 16.3%. La demanda interna se contrajo 8.4%. Una descripción estilizada del comportamiento de la economía real en 1995 puede formularse en la forma siguiente. La dinámica del PBI resultó del impacto simultáneo de dos shocks de signo opuesto. El primero es el shock negativo mencionado, que originó la caída abrupta de la demanda interna y la reducción de las importaciones y que hubiera representado, ceteris paribus, una contracción del producto de aproximadamente 7%. El segundo es un shock positivo, que originó el aumento de las exportaciones de 30%. Ceteris paribus, el shock positivo hubiera determinado un crecimiento del PBI de 3%. La resultante fue una caída del PBI significativamente menor que la contracción de la demanda interna. Los factores principales del fuerte aumento de las exportaciones fueron el salto de la demanda de importaciones de Brasil resultante del boom de demanda interna y de la apreciación cambiaría inducidos por el Plan Real - y el aumento de los precios internacionales de las commodities agrícolas e industriales que exporta Argentina. Claro está que en términos rigurosos el aumento de las exportaciones no puede atribuirse exclusivamente a un shock exógeno ni analizarse en forma aislada del comportamiento del resto de la economía. Sea porque la contracción de la demanda interna contribuyó a canalizar ventas al exterior o porque las importaciones se hubieran contraído probablemente más de no haber aumentado las exportaciones. Sin embargo, la descripción estilizada es esencialmente correcta si se acepta, como es evidente, que el aumento de las exportaciones respondió, si no totalmente en buena medida, a un shock externo favorable. la primera conclusión que se deriva de esa descripción estilizada de la perfomance macroeconómica real en 1995 es la dominancia de los efectos del shock negativo de origen financiero sobre los efectos positivos del shock real. El hecho destacable es que una recesión significativa se produjo pese a que el crecimiento de 30% de las exportaciones representa sin dudas un shock positivo de considerable magnitud. El efecto combinado de ambos shocks en la experiencia de 1995 pone de relieve algunos rasgos macroeconómicos estructurales de la economía. El primer rasgo es la sensibilidad mostrada por la demanda interna frente al shock negativo. Este constituye el dato más novedoso revelado por la experiencia. El segundo rasgo es la estrecha dependencia de las condiciones monetarias y financieras internas respecto de las determinantes externas. Este rasgo no es novedoso porque está embutido en régimen de política vigente, pero la experiencia evidenció por primera vez su significado bajo circunstancias externas adversas. El tercer rasgo es, obviamente, el peso relativo de la demanda interna vis-á-vis las ventas al exterior. la economía real es relativamente cerrada y esto limita la capacidad de aprovechamiento de condiciones favorables en el comercio internacional y coloca el mayor peso de la dinámica agregada del producto y del empleo en la demanda interna. Así, como el régimen de política tiene a esta última atada a condiciones financieras externas volátiles, la dinámica del producto agregado resulta análogamente volátil.. 3. LA INVERSIÓN, EL AHORRO Y LAS CUENTAS EXTERNAS. EL COMPORTAMIENTO DE LA INVERSIÓN EN LA RECESIÓN Las observaciones precedentes apuntan a los rasgos estructurales que determinan la dinámica macroeconómica de corto plazo, puestos de relieve por la experiencia de 1995. El comportamiento de la inversión en esa experiencia sugiere otra conclusión, relacionada con las propiedades de crecimiento del modelo. El hecho destacable es que la inversión cayó 16% mientras las exportaciones estaban creciendo 30%. Este hecho sugiere la primacía de las condiciones de financiamiento y de la demanda interna - vis-á-vis el fuerte aumento de la demanda externa - como factores determinantes de la inversión agregada. Cabe recordar que la tasa de inversión venía elevándose en los noventa y que el proceso dio lugar a un debate acerca de los factores del aumento de la inversión observado entre 1991 y 1994. Los puntos en debate eran dos. Se discutía, por un lado, la persistencia y grado de autonomía de la tendencia al aumento de la inversión. También estaba en debate la contribución de esa tendencia a la mejora de la competitividad, a través de la asignación de la inversión entre actividades comerciables y no comerciables. El gobierno enfatizaba el rol de las oportunidades abiertas por las reformas estructurales y la desregulación - lo que supuestamente daría persistencia y autonomía al aumento de la inversión - y desestimaba la importancia del destino sectorial de la inversión. En el otro polo del debate se subrayaba el papel de la demanda interna y de los incentivos en favor del sector no comerciable resultantes de los precios relativos. El año 1995 tuvo el carácter de un experimento crucial para ese debate. Quedó claramente establecido, en primer lugar, que el crecimiento de la inversión no es una característica persistente del modelo y que esa fuente de demanda no proporciona un "ancla" de estabilidad a la dinámica macro. Al contrario, la variable mostró una gran volatilidad, que no es extraordinaria en comparación internacional sino semejante a la que se observa normalmente en economías relativamente cerradas. En segundo lugar, el episodio refuerza la idea que la acumulación de capital realizada en los noventa estuvo principalmente orientada a la demanda interna y consecuentemente, a las actividades no comerciables que la sirven. No debería resultar sorprendente, al fin y al cabo, que el perfil de la capacidad instalada de la economía, determinante principal de la composición de su oferta, exhiba un grado de cierre semejante al de su demanda agregada. En otro trabajo hemos analizado las hipótesis precedentes en forma más sistemática. Exponemos a continuación algunas conclusiones de ese análisis.. LA INVERSIÓN Y EL CICLO. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 6.

(7) Desde mediados de los años setenta la economía argentina ha seguido una trayectoria espasmódica cuyos ciclos fueron inducidos principalmente por shocks, de política económica o externos. Cuando se compara el ciclo de los años noventa con los ciclos precedentes, la singularidad más notable que se observa en los noventa es la mayor duración y las tasas significativamente más altas de la fase expansiva 1991-94. Pero el patrón de la expansión en esta fase reciente - esto es, la composición de la demanda entre consumo e inversión - no resulta extraordinario sino semejante a las expansiones de finales de los setenta y mediados de los ochenta. Por otro lado, la fase recesiva de 1995 no muestra singularidad en comparación con las fases recesivas precedentes. Por ejemplo, en los años recesivos de la década de los ochenta, la tasa media anual de contracción del PBI fue 4.7%, la de la inversión fue 15.1 % y la de la demanda doméstica fue 7%. Como se ve, el patrón de la recesión de 1995 es muy semejante al promedio de las recesiones precedentes. Basado en esas observaciones, el análisis comparado del comportamiento de la inversión en los noventa sugiere que no parece haber ocurrido en este período un cambio significativo en la dinámica de la inversión agregada, con relación al que venía exhibiendo la economía en el pasado. En el período 1991-94, el aumento de la inversión aparece asociado a la expansión de la demanda interna con una regularidad similar a la observada en las fases expansivas pasadas. En la fase recesiva, la semejanza entre la contracción de la inversión que se observa en la recesión de 1995 y en las recesiones pasadas es nítida. Desde esta perspectiva, el aumento de la inversión que tuvo lugar en 1991-94 no tiene características novedosas: se explica principalmente por la duración e intensidad de esta fase expansiva. Ese análisis sugiere que a pesar de los importantes cambios en la estructura y funcionamiento de la economía que tuvieron lugar en los noventa, la dinámica de la inversión continuó asociada principalmente, como en el pasado, a las tendencias de la demanda doméstica. Por otro lado, aunque no se cuenta con información exhaustiva sobre el destino sectorial de la inversión, hay evidencia - por ejemplo, el destino de la importación de bienes de capital - indicando que la composición de la inversión tendió a sesgarse hacia los sectores no comerciables, como cabía esperar que ocurriera a consecuencia del cambio de precios relativos.. LA RELACIÓN ENTRE LA INVERSIÓN, EL CONSUMO Y EL EQUILIBRIO EXTERNO La sostenibilidad del crecimiento depende crucialmente de la acumulación de capital físico. Para analizar desde este punto de vista el comportamiento de la inversión en los años noventa es conveniente examinarlo con una perspectiva de largo plazo. En los años ochenta la restricción de financiamiento externo operó como límite efectivo de las posibilidades de expansión de la inversión y del consumo. Ese período estuvo signado por la generación de importantes superávit comerciales para servir la deuda externa. Consecuentemente, la suma del consumo más la inversión - la demanda doméstica fue sistemática mente inferior al PBI. El cambio macroeconómico más importante que tuvo lugar en los noventa es el pasaje a una situación de déficit comercial y consecuentemente, el aumento de la relación demanda doméstica/PBI. Esa mayor disponibilidad de disponibilidad de recursos se canalizó principalmente al consumo. Comparando el período 1991-95 con el quinquenio precedente, se observa que prácticamente la totalidad del incremento en la relación demanda doméstica/PBI resultó del aumento de la tasa de consumo, mientras la tasa de inversión resultó solo ligeramente superior a la media del quinquenio precedente. Las sucesivas rondas de ajuste de los años ochenta determinaron la progresiva reducción de la tasa de inversión. En 1990, la tasa de inversión se encontraba en un mínimo histórico de 13.2% del PBI. En la fase expansiva 1991 -94, como ya fue mencionado, la tasa de inversión tendió a aumentar continuadamente, pero la recuperación se dio a partir de niveles de inversión muy reducidos. Consecuentemente, la tasa de inversión media de los noventa fue solo un punto porcentual del PBI mayor que la del quinquenio precedente y resultó 3 puntos porcentuales del PBI inferior a la de la primera mitad de los ochenta. La tasa de inversión máxima de la fase expansiva, la del año 1994, es similar a la tasa media de la primera mitad de los ochenta. Luego, con la recesión de 1995 la tasa de inversión se contrajo nuevamente a un nivel semejante a la media de los noventa. En paralelo a la reducción del producto per-capita que tuvo lugar en los años ochenta también tendieron a contraerse el consumo agregado y el consumo per-capita. Pero el consumo tendió a reducirse menos que el producto, de modo que en ese proceso la tasa de consumo tendió sistemática mente a aumentar. la persistente reducción del ingreso per capita fue probablemente el principal factor que tendió a reducir la tasa de ahorro a lo largo de los años ochenta. Pese al drástico cambio de condiciones que tuvo lugar en los noventa, la tendencia a la reducción del ahorro que venía exhibiendo la economía en los ochenta no se revirtió. Por el contrario, por razones diferentes a las del pasado, el período se caracterizó por el aumento de la tasa de consumo, que no declinó en la recesión de 1995. De esta manera, la tasa de ahorro bruto interno - la diferencia entre el PBI y el consumo - media de los noventa resultó 4 puntos porcentuales de PBI inferior a la del quinquenio precedente y casi 7 puntos inferior a la del primer quinquenio de los ochenta. El consumo y la inversión mostraron dinámicas bien diferenciadas durante los años de la convertibilidad. La tasa de consumo tuvo un salto ascendente en 1991 y tendió a estabilizarse en su nuevo (alto) nivel en los años siguientes. Por otro lado, como ya mencionamos, la tasa de inversión aumentó continuadamente en la fase expansiva hasta alcanzar un máximo en 1994. En la recesión de 1995, la inversión se contrajo en una proporción que casi cuadruplicó la contracción del producto, mientras que la tasa de consumo prácticamente no se redujo. Esas observaciones sugieren que la nueva tasa de consumo de los años noventa es relativamente insensible a las fluctuaciones del producto. Esta tasa de consumo parece asociarse con otros rasgos del modelo, particularmente con el nuevo patrón de precios relativos resultantes de la apreciación cambiaría y la apertura comercial. Dada la relativa rigidez de la tasa de consumo observada desde 1991, puede establecerse una relación entre la inversión y el déficit comercial. En la fase expansiva 1991-94, la tasa de inversión fue aumentando pari passu con el déficit comercial. La. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 7.

(8) tasa de inversión máxima de los noventa, la del año 1994, coincidió con el máximo déficit comercial. Luego, el balance comercial se equilibró en 1995. Es importante notar que el ajuste externo que tuvo lugar en la fase recesiva recayó casi completamente sobre la tasa de inversión ya que, como señalamos arriba, la tasa de consumo permaneció prácticamente constante. En síntesis, el comportamiento del consumo, las cuentas externas y la inversión en los noventa sugieren que en este contexto de precios relativos y apertura comercial, tasas relativamente altas de inversión están asociadas con alto déficit comercial. Así lo sugiere el comportamiento de las variables en la fase expansiva y con mayor relevancia, la relativa inelasticidad a la baja del consumo en la fase recesiva. Debe tenerse en cuenta que el equilibrio comercial se alcanzó en recesión y con una tasa de inversión relativamente baja. En consecuencia, aún suponiendo la continuidad de las condiciones externas favorables que permitieron equilibrar el balance comercial, no parece probable que puedan alcanzarse tasas relativamente altas de crecimiento e inversión sin experimentar nuevamente déficit comercial.. LA INVERSIÓN, EL AHORRO Y LOS CAMBIOS DE PRECIOS RELATIVOS Entre los cambios de precios relativos más significativos que tuvieron lugar en los noventa se encuentran los del comercio exterior y los de los bienes de inversión. En el comercio exterior, los precios relativos de las exportaciones y las importaciones se redujeron entre 30% y 40% respecto al quinquenio precedente. Esta baja obedeció principalmente a la apreciación del tipo de cambio. El precio relativo de los bienes de inversión se redujo en los noventa algo más 13% respecto del quinquenio precedente. La reducción obedece a la baja del precio relativo de los bienes de capital importados y también se explica principalmente por la apreciación del tipo de cambio. Como consecuencia de esa reducción del precio relativo de los bienes de capital, la tasa de inversión media del quinquenio 1991-95, valuada a precios constantes, resultó significativamente mayor que la tasa de inversión a precios corrientes mencionada arriba. En comparación de largo plazo muestra un incremento de algo más de 3 puntos porcentuales del PBI respecto del quinquenio precedente y resulta similar a la del primer quinquenio de los años ochenta La tasa de inversión a precios constantes había alcanzado un mínimo de 13.2% del PBI en 1990. En la fase expansiva 1991-94 se incrementó 10 puntos porcentuales del PBI, alcanzando 23.6% del PBI en 1994. Dos tercios de este incremento resultaron del aumento de la proporción del PBI asignada a la inversión y un tercio de la reducción del precio relativo de los bienes de inversión. Con la recesión de 1995, la tasa de inversión cayó a 20.7% del PBI. La comparación de largo plazo muestra que solo en los años 1993-94 la tasa de inversión a precios constantes superó las tasas del período posterior a la crisis de la deuda. la tasa de 1995 es similar a la media del primer quinquenio de los años ochenta, cuando ya estaba en plena marcha el proceso de ajuste a la crisis de la deuda. La baja del precio relativo de los bienes de capital en los noventa incrementó el poder de compra de bienes de capital de los recursos disponibles para financiar la inversión: hizo posible que el aumento de la tasa de inversión a precios constantes fuera significativamente mayor que el aumento de la tasa de ahorro total. Ese aumento del ahorro total resultó exclusivamente de una mayor tasa de ahorro externo, mientras la tasa de ahorro nacional se mantuvo baja. La reducción del precio relativo de los bienes de capital incrementó el potencial de financiamiento de inversión de ambas fuentes de ahorro. En tanto esa reducción se explica principalmente por la apreciación del tipo de cambio, este hecho resultó un efecto benéfico del mismo (salvo en lo que hace a su contribución al desplazamiento de mano de obra por equipos importados). Pero la propia observación subraya que la consistencia entre el aumento de la tasa de inversión a precios constantes y el comportamiento de la tasa de ahorro nacional es contingente al tipo de cambio real apreciado.. 4. LA APERTURA COMERCIAL. Hay dos características específicas que deben tenerse en cuenta en la evaluación de la apertura comercial de shock implementada en la Argentina en los años noventa. La primera es que se produjo en un contexto de apreciación cambiaría. La segunda es que la apertura comercial tuvo lugar simultáneamente con una abrupta expansión de la demanda interna. Que el valor de las importaciones se haya multiplicado por seis entre 1990 y 1994 tiene su explicación en el efecto combinado de la reforma de la política comercial con esas dos características. Podemos hacer momentánea abstracción de la expansión de la demanda para considerar brevemente los efectos conjuntos de la liberalización comercial y el tipo de cambio apreciado. De esta combinación cabe esperar el desplazamiento de actividades domésticas que serían de otra manera competitivas internacionalmente. El efecto de desplazamiento de las actividades exportables y el efecto de las importaciones baratas sobre la producción local de bienes comerciables internacional mente tiende a deprimir la tasa de crecimiento, a aumentar el desempleo y a afectar negativamente la distribución regional y sectorial del ingreso. Como la destrucción de firmas y de capital físico y humano tiende a ser irreversible, estos efectos son persistentes. Estos procesos de desindustrialización y desustitución - como han sido en ocasiones denominados - implican la adaptación plena de la estructura económica a un patrón transitorio de precios relativos y flujos de capital. Cuanto más se extiende en el tiempo el tipo de cambio apreciado y cuanto más sostenible aparenta ser, mayores son los efectos desplazamiento sobre la estructura de la economía3. En el caso del Plan de Convertibilidad, el extraordinario crecimiento de la demanda interna en la fase expansiva tendió a contrapesar los efectos desplazamiento de la producción local de comerciables derivados del aumento de las importaciones, particularmente en el sector de la manufactura. Un análisis de corte transversal de la evolución diferencial de la producción en las ramas de la manufactura, muestra que no existió correlación entre las tasas de crecimiento de las ramas y la proporción de bienes importados que se volcó a sus respectivos mercados internos. En cambio, como fue comentado más arriba, la. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 8.

(9) combinación de apertura comercial y apreciación cambiaría operó imposibilitando el traslado a los precios de los aumentos de salarios y otros costos originados en actividades no comerciables. En estas condiciones, la supervivencia de la producción local requirió importantes reducciones de costo, particularmente de los costos laborales. Esto se logró como efecto conjunto de diversos cambios. Por ejemplo, modificaciones en la composición de la producción tendientes a la simplificación y la especialización, cambios en la tecnología y en la organización del trabajo, sustitución de mano de obra por equipos, aumento de la proporción de insumos importados. En todos los casos estos cambios implicaron reducción en el uso de mano de obra por unidad de producción. Así, la tendencia del empleo en la manufactura estuvo sometida a dos fuerzas opuestas: la tendencia al crecimiento inducida por la fuerte expansión de la demanda interna y la tendencia a la contracción resultante de los cambios inducidos por la apertura. El efecto neto de estas dos fuerzas fue contractivo: pese al abrupto incremento de la demanda interna y la producción para este mercado, el sector manufacturero expulsó empleo en la fase expansiva. En esa fase, los efectos desplazamiento de la combinación apertura comercial-apreciación cambiaria se manifestaron sobre el empleo del sector comerciable. El efecto fue generalizado y uniforme sobre todas las ramas de la manufactura. Se registró un fuerte aumento de la producción media por trabajador ocupado. El análisis de corte transversal muestra que el crecimiento diferencial de la productividad de la mano de obra según ramas no está correlacionado con la proporción de importaciones en la demanda de cada rama. En cambio, los aumentos diferenciales de productividad están altamente correlacionados con las tasas de aumento de la producción. Unos pocos datos ilustran la magnitud de los efectos. Para evitar estimar la magnitud de los cambios apoyados en datos referidos a muy diferentes niveles de ocupación de capacidad, comparamos en lo que sigue los datos de 1993 -cerca del pico de la fase expansiva- con los datos medios de la segunda mitad de los años ochenta. El producto manufacturero se incrementó 20% en ese lapso. Se registra un fuerte aumento de la productividad, del cual aproximadamente un tercio se explica por la reducción del empleo. Respecto del nivel medio de ocupación de la segunda mitad de los ochenta, en 1993 el empleo en la manufactura había caído 16%. Pese al aumento de la productividad por trabajador ocupado, el incremento del valor del salario en dólares determinó un incremento significativo del costo salario en dólares constantes por unidad de producto. Este indicador se había incrementado 35% entre la segunda mitad de los ochenta y 1993.. 5. LA DINÁMICA DEL EMPLEO. En cada oportunidad que son publicados los resultados de las encuestas del INDEC, tiene lugar un debate acerca del significado de las cifras. Las posibilidades de ambigüedad en las interpretaciones que se vuelcan en los medios devienen principalmente de que la tasa de desocupación se calcula convencionalmente como proporción de la población económicamente activa. La tasa de actividad - esto es, la proporción de población activa sobre la total, relevada por la misma encuesta - tiene una dinámica estacional a lo largo del año, creció significativamente desde los últimos años ochenta, más acentuadamente desde 1992, y se redujo en 1995. Lógicamente, las fluctuaciones de la tasa de actividad se reflejan en la tasa de desocupación, complicando la interpretación de los resultados y abriendo la puerta a distintas interpretaciones. Por ejemplo, cuando la tasa de desocupación aumentaba en la fase expansiva, Cavallo argumentaba que la población activa estaba aumentando porque era atraída al mercado de trabajo por los mayores salarios y oportunidades de trabajo. Si bien era cierto que en esa fase el aumento de la tasa de desempleo respondía al aumento de la proporción de actividad, también era verificable en ese momento que la tasa de desempleo de los jefes de hogar estaba aumentando. En contra de la interpretación de Cavallo, resultaba plausible que trabajadores secundarios se volcaran a procurar ingresos para preservar el ingreso familiar. Pero la cancha resultaba embarrada de todas maneras y se confundía la interpretación de los datos de la encuesta. Las dificultades interpretativas pueden ser eliminadas totalmente focalizando la atención en el dato más "duro" de la encuesta: la proporción de ocupados en relación al total de encuestados, representativa de la proporción de empleados en la población total. Esa tasa de ocupación era 36.5% en octubre de 1990. Durante la vigencia del Plan de Convertibilidad se elevó paulatinamente desde mayo de 1991 (36.8%) hasta alcanzar un máximo de 37.4%, en octubre 1992-mayo 1993. Desde entonces se redujo continuadamente para ubicarse en 34.1 % en la encuesta correspondiente a mayo de 1996. En consecuencia, lo que sabemos con relativa precisión es que entre mayo de 1993 y mayo de 1996 la proporción de empleados se redujo en 3.3% de la población urbana total. Un aspecto que merece resaltarse es que desde 1993 la tasa de empleo se redujo prácticamente con la misma tendencia, tanto en el último año y medio de la fase expansiva como en la fase recesiva más reciente. Entre mayo 1993 y octubre 1994, cuando el PBI estaba creciendo entre 6% y 8% anual, la tasa se redujo en 1.6 puntos porcentuales de la población urbana total. En el lapso de igual duración octubre 1994 - mayo 1996, predominantemente recesivo, la tasa de empleo se redujo otros 1.7 puntos porcentuales. En 1996, la proporción empleada de la población total es 1.6% inferior a la de 1990. La tendencia es más dramática en la tasa de empleos a tiempo completo. La tasa de empleo pleno era 31.9% de la población total en 1990, llegó a un máximo de 33.6% en 1992-93 y se redujo desde entonces sistemática mente hasta llegar a 28.9% en 1996. En este último año, la proporción de empleados a tiempo completo se había reducido en 4.7 puntos porcentuales respecto de 1993 y 3 puntos porcentuales respecto de 1990. Estos números no dan lugar a ambigüedades interpretativas sobre los efectos del modelo sobre el empleo. La tasa de empleo solo aumentó ligeramente en el período más intenso del boom de demanda, cuando la tasa de crecimiento del PBI está en torno de 10%. De ese momento en adelante, aún con tasas relativamente altas de aumento del PBI - como en 1993 y 1994 - el empleo no aumentó siquiera al ritmo del crecimiento vegetativo de la población.. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 9.

(10) No caben dudas que el desempleo es el principal factor del deterioro progresivo de las condiciones sociales. A fines de 1996 el desempleo abierto supera el 17% de la población que declara buscar trabajo. La proporción se eleva a 30% cuando se agregan las personas con empleos precarios. Puede estimarse que esto representa un total de 3.600.000 personas, de las cuales alrededor de 36% son jefes o jefas de hogar.. *. Economista, Director del CEDES, profesor de la UBA.. 1. En realidad, algunos indicadores sugieren que el punto de inflexión entre las fases debe situarse a mediados de 1994, poco después que comenzaran a elevarse las tasas de interés de corto y largo plazo en USA. Sin embargo, como están fuera de discusión las repercusiones de la crisis mexicana, fechar la segundo fase en 1995 no requiere mayor fundamentación. 2 EI tipo de cambio real inicial del programa era considerado apreciado no solo por analistas independientes sino por el propio gobierno. En el momento de implementación del programa las autoridades estimaron que el tipo de cambio real adecuado de la estabilización debía ser similar a la media del observado en el segundo trimestre de 1990, inmediatamente después que se detuvo el segundo brote de hiperinflación. Las autoridades anunciaron que se alcanzaría rápidamente ese nivel de "equilibrio" del tipo de cambio real vía la deflación de los precios domésticos. 3. Merece ser mencionado que los efectos desplazamiento de la liberalización comercial deben esperarse aún cuando no se produzca simultáneamente apreciación cambiaría. La teoría convencional de la apertura comercial supone que estos efectos serán compensados por nuevas actividades de exportación - dejando los recursos totales plenamente ocupados - con aumentos netos de la productividad medía y la competitividad. Como la liberalización del comercio y la reducción de aranceles implican en cualquier caso menor protección para las actividades domésticas - un cambio de precios relativos en favor de los bienes importables - implicará ceteris paribus un aumento de déficit comercial. Por esta razón, enfocándose en la sostenibilidad externo del proceso de apertura, la teoría convencional recomienda la simultánea depreciación del tipo de cambio. Las experiencias de las aperturas latinoamericanas de los noventa, incluyendo el caso de Brasil desde mediados de 1994, es precisamente la opuesta. Cuando hay apreciación real en lugar de depreciación, no hay incentivo neto para nuevas actividades de exportación y los efectos desplazamiento dominan, produciendo aumento del desempleo junto con el aumento del déficit comercial.. www.escenariosalternativos.org. Escenarios Alternativos - Año 1, N° 1, Otoño de 1997. 10.

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