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II CORINTIOS. PROGRAMA No Cap. 1:1-3

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PROGRAMA No. 0564

II CORINTIOS

Cap. 1:1 - 3

En el día de hoy, amigo oyente, llegamos a la Segunda epístola del apóstol Pablo a los Corintios. Hace algún tiempo estudiamos la primera carta y dijimos entonces que esa carta era muy importante; esa epístola trataba los asuntos de la iglesia. Si nosotros no tuviéramos esa epístola ahora, no sabríamos mucho sobre el gobierno en la iglesia; no sabríamos cómo debería comportarse la iglesia en este mundo. Y ahora llegamos a la Segunda epístola a los Corintios, y quisiéramos decir varias cosas a modo de introducción. En primer lugar, quisiéramos decir francamente, que no nos sentimos aptos para tratar lo que aquí se dice. Dijimos lo mismo en cuanto a la epístola a los Romanos, y lo volvemos a decir aquí en cuanto a esta Segunda epístola del apóstol Pablo a los Corintios.

Al observar esta carta, vemos que trata de cosas que solamente el Espíritu de Dios puede aclarar para nosotros. Y creemos que sólo con la ayuda del Espíritu de Dios podremos captar - percibir - la enseñanza que Dios tiene aquí para nosotros. Mucho se ha predicado y se ha escrito sobre esta epístola. Con todo, aún nos falta mucho por aprender. El Dr. J. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, dicía que “mientras más estudiaba esta epístola, más se daba cuenta que menos sabía de lo que allí se trataba. Y se preguntaba, ¿por qué no había predicado más sobre esta epístola? Y, ¿por qué no había preparado más sermones y meditaciones sobre esta epístola. Decía que había hablado algo

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sobre ella, pero no mucho”. Y probablemente la misma iglesia no le ha prestado la atención que debe a esta Segunda epístola a los Corintios.

Tenemos en esta epístola, a nuestro juicio, algo que consideramos bastante difícil. Y queremos leer una declaración que tenemos en nuestras notas y bosquejos de la Segunda epístola a los Corintios; esperamos que usted también las tenga a mano. Esto es lo que queremos decir: “Pablo escribió esta Segunda carta a los Corintios, muy poco tiempo después de haber escrito la primera carta. El había escrito la Primera carta a los Corintios desde Efeso. El se encontraba allí en desarrollo de su ministerio. Como él había dicho, “porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios.” Creemos que el ministerio más amplio de Pablo estuvo en Asia Menor, siendo Efeso el punto de partida para el evangelio. Creemos que probablemente el evangelio podía cubrir esa área en una forma mucho más efectiva que desde cualquier otro punto en cualquier otra época. Eso es lo que Pablo quería decir cuando él señaló que “se me ha abierto puerta grande y eficaz.” Es por esa razón que él no podía abandonar ese ministerio e ir a Corinto donde se había establecido esta nueva iglesia. Estaba llena de creyentes carnales, corintios carnales, niños en Cristo. Ellos eran tal cual un bebé. Querían que Pablo fuera donde ellos estaban, querían que él les prestara atención. Querían que él los alimentara y les cambiara la ropa, por así decirlo. Ellos estaban lamentando y llorando como bebés. Y Pablo no podía ir y entonces ellos estaban un poquito enojados y quizá sentidos por eso. De modo que, Pablo les escribe la primera epístola y les indica que él iría más tarde. Bueno, él no lo pudo hacer más tarde y ellos todavía estaban molestos.

Tito regresó y le trajo un informe. Pablo para esta ocasión ya había salido de Efeso. El se había ido a Troas. Para aclarar este punto podemos leer los versículos 12 y 13, de esta Segunda carta a los Corintios, capítulo 2, donde dice: “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta del Señor, no tuve reposo en mi

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espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia.” Ahora, cuando él fue a Macedonia, es decir, a Filipos, Tito, quien había ido en su lugar a Corinto, regresó con un informe, con las respuestas a algunas de las cosas que Pablo le había pedido que hiciera. Ellos estaban haciendo lo que Pablo les había indicado. Por tanto, Pablo nuevamente se sienta a escribir a los Corintios, y como resultado tenemos esta segunda carta y es la que tenemos hoy ante nosotros. Todavía ellos se sentían un poco enojados; ellos querían que el gran apóstol fuera y se quedara con ellos. Y aquí, Pablo abre su corazón de una manera estupenda. Creemos que en esta ocasión él nos está permitiendo observarlo de una manera muy íntima y lo podemos apreciar personalmente mucho mejor que en otras partes.

Queremos continuar ahora leyendo lo que indicamos en las notas y bosquejos que enviamos a todos los oyentes de este programa. Nos desviamos de ellas por un momento. Las noticias con las que regresó Tito, eran en realidad buenas noticias. Cualquier división que había existido antes entre Pablo y la iglesia de Corinto ya había sido solucionada. Leyendo en las notas ahora, vemos que esta epístola es muy difícil de bosquejar ya que es una de las cartas de Pablo menos organizada. Pero es una carte que contiene mayor número de detalles personales. En cada uno de sus capítulos siempre hay un tema menor, que él está desarrollando, y que muchas veces parece tomar el lugar de un tema principal y que generalmente es expresado en un versículo destacado. Esto puede explicar lo que a primera vista parece difícil de bosquejar y organizar en la epístola. Notaremos eso al considerar cada uno de los capítulos.

Quisiéramos ahora, presentar el bosquejo de la carta en forma breve, porque creemos que es muy importante para nosotros. En los primeros siete capítulos tenemos el consuelo, la consolación, el estímulo, el aliento de Dios. Y esta es una de las cosas más importantes para usted y para mí. Esto tiene mucho que ver con la forma de vivir cristiana en el lugar

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donde nosotros estamos ubicados hoy. Luego, como si hubieran sido injertados de una manera extraña, tenemos dos capítulos. En los capítulos anteriores, Pablo había hablado del consuelo de Dios y ahora habla sobre la ofrenda para los santos, los creyentes pobres en Jerusalén. Y en el momento en que uno menciona una ofrenda, eso no le da mucho ánimo o consuelo a muchos de los creyentes. Aquí no se menciona el vivir cristiano sino el dar cristiano.

Luego en los capítulos 10 hasta el 13, el apóstol Pablo habla de una manera muy personal, y allí se presenta el llamado del apóstol Pablo. Aquí tenemos la defensa cristiana. Primero es el vivir cristiano, luego el dar cristiano y ahora,la defensa cristiana. Esto es muy importante. Los primeros dos versículos de la epístola son la introducción, el saludo. Luego, por el resto de todo el primer capítulo tenemos el consuelo de Dios para los planes de la vida. Veamos esto, amigo oyente.

Como ya hemos dicho, creemos que es un poco difícil el elevarnos al alto nivel de esta carta. Y Pablo comienza con una declaración muy destacada. Escuche la lectura del primer versículo, del capítulo 1, de esta Segunda epístola a los Corintios:

1

Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: (2 Co. 1:1)

Pablo está escribiendo con la autoridad de un apóstol. Y él lo está haciendo con toda esa autoridad. Y, amigo oyente, si el hombre que está dedicado al ministerio de la palabra de Dios no puede hablar con autoridad, entonces debería abandonar el ministerio y dedicarse a hacer otra cosa, porque no es de ninguna utilidad tratar de presentar la palabra de Dios si uno no está convencido de ella. Hay muchos hombres que están obrando de esa manera hoy, y eso

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demuestra la debilidad que existe en la iglesia en nuestros días. La iglesia primitiva, cuando comenzó la persecución, una de las primeras cosas que podían decir los creyentes, era, “Señor, Tú eres Dios.” Y, amigo oyente, si usted no está seguro de que El es Dios, entonces usted no está seguro de nada. Ellos estaban seguros de la Palabra de Dios y confiaban en ella en todo tiempo. De modo que Pablo, con esta autoridad dice, “Pablo, apóstol de Jesucristo,” y luego dice, “por la voluntad de Dios”.

Amigo oyente, uno no puede tener una cosa más elevada que la voluntad de Dios, y eso es autoridad. Si lo que usted está haciendo es por la voluntad de Dios, entonces no hay ninguna duda en su mente. Si usted está en la voluntad de Dios, no interesa dónde ni cómo esté ni cuáles son sus circunstancias. Porque si usted está en la voluntad de Dios, está en un lugar maravilloso, glorioso. Quizá usted esté en el mejor hospital de la ciudad, pero aun así, ese es el mejor lugar para usted. Cierto director de música de una iglesia, por lo general comenzaba el servicio diciendo algo chistoso. En cierta ocasión él dijo, “¿No es cierto que es mejor estar aquí que en el mejor hospital de la ciudad?” Ahora, al pensar detenidamente en esa frase, tenemos que admitir que si es la voluntad de Dios que usted esté en el hospital, entonces usted se dará cuenta que ese es el mejor lugar para usted, amigo oyente.

Ahora, Pablo dice que es un “apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios”. Y luego le agrega algo bastante hermoso, “y el hermano Timoteo”. El es su hermano cristiano, es mi hermano cristiano. Pablo, cuando le escribe directamente a Timoteo lo llama “hijo en la fe.” Pero cuando le escribe a la iglesia, él coloca a Timoteo en el mismo nivel en que Pablo se encuentra. Y me gusta mucho ver esa forma que tiene Pablo de poder traer a todas estas personas diferentes y ponerlas en el mismo nivel que él ocupa. Luego él dice, “a la iglesia de

Dios”. Estamos hablando aquí de la iglesia de Dios. Muchas veces escuchamos a personas

que dicen: “mi iglesia,” y muchas de esas personas que así hablan actúan como si la iglesia les perteneciera personalmente. Se olvidan que la iglesia es de Dios y que es la iglesia del Señor

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Jesucristo, que El compró con su sangre. Y considerando el precio que El pagó por ella, usted y yo, amigo oyente, mejor que no seamos creyentes baratos, tacaños, tratando de expresar nuestra pequeña voluntad en la iglesia.

Pablo, pues, se está dirigiendo aquí a la iglesia de Dios, en esta ocasión está en Corinto, pero podría estar en su propia ciudad o vecindario. “La iglesia de Dios que está en Corinto, con

todos los santos que están en toda Acaya”, dice Pablo. Pablo no limitó esto simplemente a

Corinto, sino que lo amplía a todos los lugares de Acaya, porque en cualquier lugar donde había ido el evangelio en esos días, había personas que eran testigos. Ellos llevaban el evangelio a otros. Cuando uno visita esa tierra de Acaya, puede notar que es un lugar hermoso, fértil, con viñedos extraordinarios. También puede apreciar hermosas y fragantes flores. Podemos pensar en aquellos creyentes primitivos que antes habían estado hundidos en el pecado de Corinto, y al llegar Pablo a la ciudad y por medio de la predicación del evangelio, hace que se le caigan las escamas de los ojos, entra en ellos la luz, se apartan del pecado y se entregan a Cristo. Luego se dirigen a todos los lugares de Acaya, testificando de Cristo. Y muchos son alcanzados con el evangelio de Jesucristo. Pablo les está hablando a ellos ahora, a “todos los santos que están en

toda Acaya.” Qué hermoso es eso! Notemos ahora lo que dice el versículo 2:

2

Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (2 Co. 1:2)

Esto quizá es un poco formal, de etiqueta, podríamos decir una lectura un poco estereotipada, y ya hemos hablado de ello en otras epístolas y no lo vamos a tratar en esta ocasión, y sencillamente vamos a pasar al versículo 3. Pero el que lo pasemos por alto en esta oportunidad no quiere decir que esto no esté en el mismo nivel elevado del primer versículo. Todo esto está en un nivel bastante alto.

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Cuando uno llega al tercer versículo, notamos que ya hemos pasado la introducción. Ahora nos encontramos en el consuelo, en el estímulo de Dios para los planes de la vida. Es hermoso poder encontrarse, amigo oyente, en la voluntad de Dios. Creemos que se puede decir francamente que es el mejor lugar en el que uno se puede encontrar. Uno puede quizá ser elegido a una alta posición en el gobierno, pero si esa, amigo oyente, no es la voluntad de Dios para usted, entonces necesitará mucha ayuda. Quizá pueda llegar a ser el presidente de la empresa más grande del mundo, pero si esa no es la voluntad de Dios para usted, amigo oyente, entonces sería el peor lugar para usted. Mejor sería ser el encargado de la limpieza del lugar. Queremos decirle que el estar dentro de la voluntad de Dios es algo maravilloso. Ahora, habiendo dicho esto, leamos lo que dice el versículo 3, de este capítulo 1 de la Primera Epístola a los Corintios:

3

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, . . . (2 Co. 1:3)

Hemos llegado a un versículo precioso en la palabra de Dios. La palabra que se utiliza aquí para “bendito” podría ser en realidad “alabado”. “Alabado sea el Dios y Padre”. Nos preguntamos, ¿cuánto alabamos en realidad a Dios? David dijo en el Salmo 34, versículo 1:

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.” Si obramos

así, amigo oyente, nos libraríamos de muchas quejas. ¡Qué hermoso es esto! Se nos dice aquí que debemos alabar al Señor. En el Salmo 50, versículo 23, dice: “El que sacrifica alabanza

me honrará.” Pablo dice aquí en su Segunda epístola a los Corintios, “Bendito sea el Dios y Padre”. El es el Padre, es decir, esa es su posición en la Trinidad, y de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su hijo unigénito”. Esto de unigénito no tiene nada que ver con haber

nacido. Ese no es el pensamiento aquí. El es el unigénito, en el sentido de que ocupa una posición que es única. El es el Hijo eterno y El es el Padre eterno. Si hay un Padre y un Hijo así, entonces nunca hubo un tiempo cuando hubo un engendramiento en el sentido de haber

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nacido. Es Su posición en la Trinidad. Y Dios dio al Hijo. “Bendito sea Dios” - dice Pablo; Alabado sea Dios y el Padre que nos dio al Señor Jesucristo, y ahora es llamado “Padre de

misericordias.”

Quisiéramos dedicar unos momentos a hablar sobre estas tres palabras. No será mucho tiempo, sólo unos minutos. Una de las palabras es “amor,” la otra es “misericordia,” y la última es “gracia.” Ya hemos mencionado esto antes. Tanto se ha dicho acerca del amor que ahora nos parece un poquito chapucero cuando lo escuchamos mencionar, y cuando oímos que Dios está salvando a la gente por amor. Ahora, Dios lo ama a usted, sí que lo ama. Usted no sabe cuanto Dios lo ama. Quizás rompería su corazón y el mío si comprendiéramos cuánto Dios nos ama. Notemos ahora que aquí Dios nos ama, pero que no nos salva por amor. La Escritura dice que “sois salvos por gracia”. Ahora, ¿qué es la gracia? Bien, eso quiere decir, “un favor inmerecido”. Quiere decir que Dios lo salva a usted, amigo oyente, en una base diferente, aparte del mérito propio. El sí lo ama, pero no lo salva por que lo ama. No lo salva por amor. Lo salva por gracia. ¿Por qué? Porque El también es el Dios de toda misericordia. El es el Padre de misericordias. Y, ¿qué es misericordia? Bueno, misericordia quiere decir que Dios lo ha amado tanto, que El ha provisto un Salvador para usted. Porque El no lo podía salvar de ninguna otra manera. Y cualquier cosa que usted tenga hoy es una misericordia de Dios. En realidad, se dice de El que es rico en gracia y misericordia. ¿Necesita usted misericordia hoy? Si usted necesita dinero, por lo general va al banco. Entonces si usted necesita misericordia debe ir a aquel que es el Padre de misericordias. El es el Padre y se nos dice aquí que lo es de toda misericordia. Es “Dios de toda consolación”. Necesita usted ayuda hoy, amigo oyente? Diríjase a El. El es quien lo puede hacer. Cualquier cosa que usted posee es por la misericordia de Dios. Usted no lo merece. Yo tampoco merezco nada de lo que tengo. No tengo mucho, pero lo que tengo es gracias a la misericordia de Dios.

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usted no me conoce a mí como yo me conozco a mí mismo. Quizá si así fuera, usted apagaría ahora mismo su radio-receptor. Pero espere, no lo haga. Porque si yo supiera cómo es usted realmente, pues, tampoco yo le estaría dirigiendo la palabra. Tendría que detenerme ahora mismo. Pero usted puede notar que se nos ha dado misericordia y es por eso que estoy en este ministerio radial, gracias a la misericordia de Dios. Todo pues, lo que tenemos, es debido a la misericordia de Dios, inclusive las enfermedades. Es muy difícil decir eso, pero todo lo que tenemos viene de Dios. Y eso lo veremos en el estudio de este libro, que todo es de la misericordia de Dios. Los primeros siete capítulos que tenemos aquí son todo acerca de la misericordia, del consuelo de Dios. Y lo tenemos en los planes de la vida. Esto es maravilloso. El, pues “es el Padre de misericordias, y Dios de toda consolación.” Esto lo podemos probar en el crisol de la vida. ¿Y qué de las pruebas de sufrimiento que mencionamos antes? El es el Dios de todo consuelo. El lo consolará a usted en el hospital; El lo puede consolar en la muerte de algún ser querido. El lo puede consolar a usted en cualquier lugar y en cualquier ocasión.

“El es el Dios de toda consolación.”

Ahora, hay un consuelo auténtico y hay un consuelo falso. No nos gusta escuchar a esa gente que dice: “Ah, si Dios ha permitido que esto suceda yo lo acepto.” Pero en realidad no lo están aceptando, se están rebelando contra eso. Entonces nosotros debemos ser honrados con Dios y decirle eso. Decirle que eso no nos gusta; El desea que usted sea honesto con El, sea franco con El. De todos modos El ya lo sabe. El consuelo puede ser genuino o puede ser falso. La impresión general del significado del consuelo es quizá una nota de debilidad y algo sentimental. Como si fuera una madre que lo viene a consolar y a animar. Esto tiene su lugar, pero de eso no es de lo que se está hablando aquí.

Cuando yo era pequeño, y me caía, me lastimaba las rodillas. Yo siempre me preguntaba por qué mi mamá no me ponía pantalones largos, pero ella nunca lo hizo. Y cuando yo me lastimaba las rodillas, ella se me acercaba y me besaba para consolarme. Me decía, “bueno, ya

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está, todo quedó bien.” Y ella me consolaba y yo creía en lo que ella estaba diciendo y dejaba de llorar. Eso es algo sentimental, es dulce, es lindo, pero llegó un día cuando tuve que ausentarme del hogar y cuando estaba desanimado, no tenía ningún dinero, podía conversar con ella. Ahora, eso era consuelo también, pero era más que eso, era medicina más fuerte. Ella podía decirme: “Tú, debes ser un hombre ahora, tienes que actuar como un hombre.” Eso era ánimo y consuelo.

Hay compañías de licores que hacen propaganda diciendo que sus bebidas son un estímulo para la vida; pero en realidad lo único que eso hace es arruinar su vida y su hogar, amigo oyente. Las drogas hacen lo mismo, y hay personas que piensan que son un estímulo. ¿Qué es lo que quiere decir en realidad, estímulo, consuelo? Bueno, la palabra es “parakaleo”. Eso quiere decir, “llamado al lado de”. El Espíritu Santo es llamado el Paracleto, es decir, “llamado al lado de”. El Señor Jesucristo dijo: “Yo no los voy a dejar sin consuelo. No los dejaré”. La palabra que se utiliza allí es “orphanoi”. Y de ella proviene la palabra huérfano. El dice, “No los voy a dejar huérfanos, voy a enviarles el Consolador, el Paracleto”. El dice, “Es mejor para vosotros si yo me fuera, pues si no me voy, el Consolador no vendrá; pero si voy, lo enviaré a vosotros”. Entonces, ¿qué es un consolador? Escuche amigo oyente, no es aquel que besa la herida; no, puede ser parte de ello; pero es el que nos ayuda, el que nos da fuerza, el que intercede por nosotros, alguien que está listo para ayudarme y darme fuerzas, para librarme del dominio y de la paga del pecado y para calmar mis temores. Quiere decir ayuda, en tiempo de tremendo sufrimiento. “Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, se tú mi ayudador”. Ese es el lamento de un alma que necesita el Consolador; y El es el Dios de toda consolación.

Y aquí nos detenemos por hoy, amigo oyente, porque nuestro tiempo ha llegado a su fin. Continuaremos Dios mediante, en nuestro próximo programa. Hasta entonces, pues, que Dios le bendiga en gran manera es nuestra ferviente oración!

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