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LA GUERRA COLONIAL Y CRISISDE 1898

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        Departamento de Economía Financiera y Contabilidad de Melilla

 

SOLUCIONARIO A LAS PRUEBAS DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD PROPUESTAS POR LAS UNIVERSIDADES ANDALUZAS

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OPCIÓN A

LA GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

El Documento 1 es un texto firmado por el Congreso de los EEUU, de 18 de abril de 1898, conocido como “el Ultimátum a España”, en el que el Senado y el Congreso de los EEUU analizan “las pésimas condiciones en que se encuentra la isla de Cuba” y acusan a España de hundir el acorazado americano Maine, en visita amistosa en el puerto de La Habana y en consecuencia, por orden del Presidente William Mackinley, han resuelto que la isla de Cuba debe ser independiente, que el Gobierno español debe renunciar a su autoridad y retirar las fuerzas españolas de la isla y, por último, le dan a España cinco días de plazo, hasta el 23 de abril, para cumplir con estos requisitos o EEUU usará su poder, o sea, le declarará la guerra.

El Documento 2 es el segundo texto referente a un fragmento del Tratado de Paz firmado entre Estados Unidos y España el día 10 de diciembre de 1898. En él la Reina Regente María Cristina, en nombre de Alfonso XIII, renuncia a la soberanía sobre la isla de Cuba, cede a Estados Unidos Puerto Rico, la isla de Guam y el archipiélago de las Islas Filipinas. Por su parte Estados Unidos pagará a España veinte millones de dólares en el plazo de tres meses una vez firmado el Tratado.

Este Tratado y su firma supusieron el final de la llamada Guerra de Cuba que comenzó al final del reinado de Isabel II, cuando en 1868 en España se producía el levantamiento revolucionario de La Gloriosa.

En 1868 el más rico residuo del Imperio Colonial estaba sometido todavía al poder absoluto del Capitán General y de sus aliados en la comunidad española de la isla. Los criollos- hijos de españoles nacidos en América- estaban resentidos por la existencia de una administración formada por peninsulares y por sus aliados cubanos, en tanto que desde un punto de vista económico la vinculación a España era un anacronismo.

El brote de prosperidad de la Cuba de mediados de siglo se debía al mercado norteamericano, de él obtenía su capital, a él exportaba su azúcar. Los ricos americanos eran los que suministraban a Cuba sus máquinas de vapor para la industrialización de las plantaciones.

A mediados de siglo solo la élite criolla podía encabezar un movimiento revolucionario contra España. ¿Por qué una alta sociedad de terratenientes iba a arriesgarse a ir a la

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Los criollos esperaban que el gobierno español cumpliera sus promesas de 1837 de conceder unas “leyes especiales” para Cuba, otorgando la autonomía local y una reducción en las barreras aduaneras que ponían dificultades a los productos cubanos. Se excluyó la participación de diputados cubanos en las cortes, introduciéndose en la Constitución de este año como en la de 1845, un artículo por el que se preveía que “las provincias de Ultramar serán gobernadas por leyes especiales”. Para su elaboración se enviaron a Cuba, Puerto Rico y Filipinas comisiones regias, pero en la realidad nunca llegaron a ponerse en funcionamiento por las presiones económicas y la inestabilidad de la política nacional.

En 1866 Cánovas propuso la creación de la Junta de Información de Ultramar, con la participación de Cuba y Puerto Rico, con el fin de elaborar las leyes especiales a las que se venía aludiendo desde 1837. No se llegó a ningún resultado.

Desde el punto de vista económico y social, Cuba en el siglo XIX, se convirtió en un gran exportador de tabaco y azúcar, productos seguidos de lejos por el café. En 1860 Cuba proporciona el 26% de la producción mundial de azúcar. La implantación del libre comercio dio lugar a un aumento demográfico excepcional, que significó un aumento en la productividad. Pero el secreto del aumento en la productividad residía en el incremento ilegal de la entrada de esclavos negros. Se llegó a un ritmo de importación de unos ocho mil esclavos anuales. Muchos de los grandes capitales españoles se debieron a la utilización de mano de obra esclava en sus posesiones de Cuba.

En 1867, el gobierno de Isabel II concluyó sus negociaciones con el comité de criollos concediendo unos aranceles aún más gravosos. Al parecer nada podía esperarse de la monarquía y en vísperas de la Gloriosa, los criollos estaban en contacto con los revolucionarios septembristas para unirse en una alianza común contra la reina.. Había esperanzas de que la revolución española produjera reformas en la isla. Serrano era partidario de las concesiones a Cuba. Pero no fue así.

En los años sesenta las condiciones básicas de la lucha por las reformas en Cuba cambiaron de tal modo que una parte importante de los terratenientes criollos apoyó el movimiento reformista, la guerra de independencia, que duró diez años, 1868-78 y que se conoció como “la Guerra Larga”.

El 10 de octubre de 1868 el terrateniente criollo Carlos Manuel de Céspedes se pronunció a favor de una República cubana independiente, necesitó el apoyo de los esclavos y de los plantadores pobres de la provincia de Oriente. De este modo, el movimiento se hizo democrático y la guerra misma escapó de las manos de la aristocracia criolla pasando a las de los grandes dirigentes mestizos de la guerrilla de Oriente.

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Una vez estallada la guerra con “el Grito de Yara”, ”Independencia y Cuba Libre”, la política cubana de los españoles quedó presa en manos de los Voluntarios, la milicia urbana de los españoles, financiada por las familias españolas ricas que dominaban la vida política. La autonomía y el libre comercio habrían puesto fin a la privilegiada posición de la comunidad española.

El gobierno de España envió al general Dulce, cuya política de conciliación se desmoronó en seis meses. Prim, como jefe del gobierno, anhelaba desesperadamente un acuerdo y el fin de la guerra cubana. Esta guerra suponía un despilfarro. La opinión pública española entendía que no había que hacer ninguna concesión hasta que la rebelión secesionista hubiera sido derrotada. Y puesto que el ejército era incapaz de acabar la guerra, resultaba imposible llegar a un acuerdo.

En 1870 había más de 100.000 soldados en Cuba. Se enviaron más tropas con la intención de acabar con las salvajes guerras de guerrillas en las plantaciones y en la manigua, donde el peor enemigo eran las enfermedades. El general Martínez Campos consideraba “insignificantes” las bajas en campaña comparadas con las fiebres y las heridas en las piernas que se derivaban de la guerra en una semijungla. Y, de este modo, el Gobierno Provisional se vio obligado a desdecirse de las dos promesas más importantes de la revolución de la Gloriosa: la abolición del sistema de quintas y la reducción de los impuestos.

Martínez Campos firmó el Convenio de Zanjón en 1878 por el que se ofrecían reformas político-administrativas y concesiones al autogobierno. Con estas promesas, se fortaleció en Cuba una corriente autonomista que cristalizó en el Partido Liberal Cubano, integrado por criollos, que aceptaba la unión superior en la Corona de España. Pero frente a este apareció la Unión Constitucional de los “españoles incondicionales”, compuesta por familias españolas latifundistas, dueñas de ingenios azucareros, por negociantes y especuladores, y secundadas por los que eran sus cómplices en la explotación de la isla. Este partido, que reunía a la verdadera oligarquía isleña, se opuso a todo tipo de reformas por miedo a perder sus prebendas y movió todos los hilos ante los gobernadores insulares y ante Madrid.

Las causas que habían conducido a tan difícil situación se pueden resumir en las siguientes:

-El incumplimiento por parte de España del Convenio de Zanjón de 1878 que provocó el malestar de los criollos ante la situación política, financiera, económica y tributaria de la isla.

-La incapacidad económica española para absorber plenamente la producción de azúcar y de otros productos cubanos, y para proveer a la isla de manufacturas. Los criollos

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consideraban que el atraso económico de España respecto a otras potencias industriales, como Estados Unidos, estaba bloqueando la expansión económica de la isla.

-En España no se había llevado bien el problema cubano. Un proyecto de autonomía propuesto en 1893 por Antonio Maura, ministro de Ultramar, fue rechazado al considerar que atentaba contra la unidad nacional. Cuando en 1895 se concedió una ley autonómica, ya era demasiado tarde, los cubanos no la aceptaron y poco después estalló la sublevación.

-Por último, cabe destacar el aumento de un sentimiento patriótico, tanto en Cuba como en Filipinas, apoyado por los intereses de los Estados Unidos.

Varios terratenientes cubanos, junto a José Martí y Máximo Gómez se reunieron en Santo Domingo y firmaron el Manifiesto de Montecristi, mediante el cual deciden independizarse de España y aceptar la ayuda de Estados Unidos.

En 1895 se reprodujo en Cuba una insurrección bajo el llamado “Grito de Baire”.Comenzaba así el levantamiento que llevaría a la isla a su independencia en 1898, impulsado por Máximo Gómez y el mulato Antonio Maceo, presididos por Martí. Fue una guerra dura, más que por las acciones militares de tipo guerrillero, por las condiciones de la geografía, el clima y las enfermedades.

José Martí apoyado por los campesinos, sublevó, en febrero, la parte oriental de la isla, la más antiespañola. Cánovas decidió aplicar una política de reconciliación, enviando al general Martínez Campos para negociar e impedir el avance de los sublevados, pero, al no conseguirlo, fue sustituido por el enérgico general Valeriano Weyler en 1896. Este aplicó una táctica de guerra total. Creó las célebres “ trochas”, unas líneas fortificadas que dividieron la isla en tres sectores aislados con el fin de dificultar el movimiento de las columnas insurgentes; reconcentró a la población campesina en los poblados, para impedir que prestaran ayuda a los rebeldes; y destruyó las fortificaciones que pudieran servir de refugio a los insurgentes. Las medidas consiguieron reducir las posiciones de los rebeldes pero no consiguieron doblegarlos.

La prolongación de las operaciones y la dureza de las mismas ocasionaron las protestas de los Estados Unidos, cuyo Senado recomendó al presidente que reconociera el estado de guerra en Cuba; poco después darían un paso más, ofreciéndose como mediadores en el conflicto hispano-cubano y pidiendo la concesión de una amplia autonomía para Cuba. Cánovas rechazó la propuesta y preparó un memorándum en el que concedería libertades y cierta autonomía a la isla una vez pacificada. Con su muerte en 1897, la situación no hizo más que empeorar.

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El presidente norteamericano, William Mckinley, protestó ante el gobierno español por la dura actitud de Weyler, exigiendo la pacificación de la isla. Pero los Estados Unidos no cejaron en sus objetivos y, aprovecharon la voladura del acorazado Maine, buque de guerra americano anclado en la bahía de La Habana con la excusa de proteger los intereses de los ciudadanos de los Estados Unidos en la isla. El “desastre” comenzó cuando el 15 de febrero de 1898 una explosión hundió en pocos minutos el Maine con gran parte de su tripulación. Todavía hoy no se sabe, a ciencia cierta, quien la provocó, pero la prensa norteamericana optó entonces por convertir en evidencia la autoría española del atentado, con lo que se abrían las puertas para una intervención inmediata. Todo se aceleró aún más cuando el Gobierno español y la reina María Cristina rechazaron la exigencia norteamericana de comprar la isla por 300 millones de dólares. Aquello, aparte del deshonor, hubiera supuesto también el fin de la monarquía. Estados Unidos declaró la guerra a España y exigió la renuncia española a la soberanía sobre la isla de Cuba.

El 20 de abril llegó el ultimátum formal de los Estados Unidos. Sagasta pronunció un discurso en el Congreso de los Diputados, donde decía : “ni el gobierno ni la nación española podrían transigir con las pretensiones de otra nación de intervenir en nuestros asuntos y en nuestros propios territorios. Pero como si esto no fuera bastante, han pretendido ofendernos con una calumnia infame…La guerra se ha hecho inevitable. No podíamos sufrir ya tanta afrenta. La nación española puede ser vencida, pero jamás impunemente afrentada.”

Al estallar la guerra, en España se vivieron días de verdadero entusiasmo patriótico. Se creía en la posibilidad de ganar a Estados Unidos a pesar de su potencial industrial. La guerra presentaba una dificultad añadida, al desarrollarse en dos escenarios muy distantes entre si: el Pacífico (Filipinas) y el Atlántico (Cuba y Puerto Rico).

Los primeros combates entre españoles y norteamericanos se produjeron en las aguas del Pacífico. Nada más declararse la guerra, la escuadra norteamericana puso rumbo a Filipinas. El objetivo era Manila, donde el almirante español Montojo, jefe de la flota del Pacífico, había refugiado sus barcos pensando en el amparo adicional que podían proporcionarle las baterías de costa que protegían el puerto de la ciudad. Los navíos españoles tenían el casco de madera. La batalla naval de Cavite apenas duró tres horas; el día 1 de mayo la flota española fue aniquilada por la estadounidense en la bahía de Manila, como consecuencia se rindió Cavite, sublevándose Filipinas al frente de Emilio Aguinaldo. El Gobierno español intento enviar refuerzos lo más rápidamente posible a través del canal de Suez, pero los ingleses no los dejaron pasar por dicho canal.

En el Atlántico se ordenó a la escuadra española su traslado a Puerto Rico, al mando del almirante Cervera, para proteger esta isla y Cuba; pero, cuando repostaba carbón en Santiago de Cuba, quedó bloqueada por la estadounidense. Cervera consideró perdida la

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escuadra española y tenía dos opciones que comunicó a Madrid: salir fuera del puerto para que fuera destruida o rendirse y ahorrar vidas. El Gobierno español ordenó la salida y el enfrentamiento, con la oposición de republicanos y socialistas, siendo aniquilada en menos de cuatro horas.

Aprovechando estas circunstancias, las tropas Rangers de Estados Unidos al mando de Theodore Roosevelt, el futuro presidente de los Estados Unidos, desembarcaron en Cuba tomando Caney y las Lomas de San Juan. Poco después capitulaba Santiago y los americanos entraban en Puerto Rico y en Manila (Filipinas).La guerra había terminado. En diciembre de 1898 se firmó el Tratado de Paz de París, por el que España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos. Como consecuencia del desánimo que había traído tanta derrota y por iniciativa de Alemania, interesada en mantener su pugna con otras potencias coloniales, España entabló negociaciones de venta de las islas Marianas, las Carolinas y las Palaos por 25 millones de marcos, concretado en el Tratado Hispano-Alemán de 1899,

En 1898 España “se había quedado sin pulso” según expresión del político Francisco Silvela, y había que buscar una salida a la honda crisis de conciencia que afectó a todo el tejido social de la nación, y que tuvo su mayor expresión en una vigorosa reacción intelectual que centró sus esfuerzos en la necesidad de recuperar el pulso perdido.

El Desastre tuvo importantes repercusiones, entre las que destacan las siguientes:

-El resentimiento de los militares hacia los políticos, que los habían utilizado haciéndoles perder la guerra; la oposición política, sin embargo, no rentabilizó políticamente la derrota.

-El crecimiento de un antimilitarismo popular. El reclutamiento para la Guerra de Cuba afectó a los que no tenían recursos, ya que la incorporación a filas podía evitarse pagando una cantidad en metálico. Esta circunstancia incrementó el rechazo al ejército entre las clases populares.

-La aparición de un importante movimiento intelectual y crítico, el Regeneracionismo, surgido a partir del desastre del 98, que rechazaba el sistema político y social de la Restauración al considerarlo una lacra para el progreso de España.

-Por último, la aparición de una Literatura crítica que hacía culpable del desastre a la política del siglo XIX y a sus gobernantes. Esta fue la llamada generación del 98 que se sintió influenciada por los acontecimientos de aquel año como lo reflejan en sus escritos Azorín, Pío Baroja, Unamuno y Menéndez Pidal.

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