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Lo que creen los bautistas

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Academic year: 2021

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Preparator ia

Alumno

Lo que creen los bautistas—

doctrinas que hacen una diferencia

Lección 1

El hombre pecador

. . . 5

Lección 2

El cielo

. . . 10

Lección 3

El infierno . . . .

15

Lección 4

La redencíon

. . . 20

Lección 5

Salvo y seguro

. . . 26

Lección 6

¿Qué sucede despúes que

confiamos en Jesús?

. . . 31

Lección 7

¿Por qué unirse a una iglesia?

. . . . 36

Lección 8

Lo que deben hacer las iglesias

. . . 41

Lección 9

Las iglesias y el gobierno

. . . 46

Lección 10

Las iglesians trabajando unidas

. . . 51

Lección 11

¿Hay libros de la Biblia perdidos?

. 56 Lección 12

Dones espirituales y milagros

. . . 61

Lección 13

¿Qué me pasará cuando muera?

. . . 66

Esrito por: David Robinson EDITOR EN JEFE: Larry E. Clements larryclements@abaptist.org GERENTE DE NEGOCIOS: Wayne Sewell wsewell@abaptist.org EDITOR DE PRODUCCION: Sally McInvale EDITOR DE ADULTOS: Jim Jones EDITOR DE NIÑOS: Libby Gill ILUSTRADOR: Connie Spears ARTISTAS GRAFICAS:

Shawn Blase, Jeff Allen Greg Hilterbrand Blake Tilton DISEÑOS DE TRAZADO: Kyle Elkins Cindy Butler Ashley Elkins EDITORES DE PRUEBA: Terry McKellar Deby Turrentine Caroline Burks Joni Curtis PRODUCTION DE IMPRESA: Charles Easley DISEÑOS DE CUBIERTO: Greg Hilterbrand Copyright©2013 Volume 14, No. 1 Bogard Press 4605 N. State Line Ave. Texarkana, TX 75503-2928 www.bogardpress.org

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CREDOS DOCTRINALES

1. Creemos que el amor de unos hacia otros, como Jesús ama al creyente, muestra nuestro discipulado, prueba nuestro amor a Dios y simboliza nuestra autoridad como iglesias del Nuevo Testamento. El amor es, pues, el gran mandamiento del Señor Jesucristo del cual dependen todos los demás (Mateo 22:35-40; Juan 13:35; Juan 15:12; 1ª Juan 4:7-21; 1ª Juan 5:1-3; Apocalipsis 2:4, 5).

2. Creemos en la inspiración verbal e infalible de toda la Biblia y que la Biblia es la única regla suficiente de fe y práctica (Salmos 119: 160; 2ª Timoteo 3:16, 17).

3. Creemos en el Dios trino y personal: Padre, Hijo y Espíritu Santo, iguales en la perfección divina (Mateo 28:19).

4. Creemos en la descripción de la creación descrita en el libro de Génesis (Génesis 1; 2).

5. Creemos que Satanás es un ángel caído, el archienemigo de Dios y del hombre, el dios impío de este mundo, y que su destino es el lago de fuego eterno (Isaías 14:12-15; Ezequiel 28:11-19; Mateo 25:41; 2ª Corintios 4:4; Efesios 6:10-17; Apocalipsis 20:10). 6. Creemos en el nacimiento virginal y en la humanidad sin pecado de

Jesucristo (Mateo 1:18-20; 2ª Corintios 5:21; 1ª Pedro 2:22). 7. Creemos en la deidad de Jesucristo (Juan 10:30; Juan 1:1, 14; 2ª

Corintios 5:19).

8. Creemos que el Espíritu Santo es el Divino Administrador por Jesucristo en sus iglesias (Lucas 24:49; Juan 14:16, 17; Hechos 1:4, 5, 8; Hechos 2:1-4).

9. Creemos que los dones espirituales de manifestación milagrosa, se cumplieron hasta el momento en que se completó la Biblia. La fe, la esperanza y el amor son los dones espirituales que permanecen (1ª Corintios caps. 12—14).

10. Creemos que el hombre fue creado a imagen de Dios y que vivió en inocencia hasta que cayó por su trasgresión voluntaria de su

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estado sin pecado, siendo el resultado que toda la humanidad sea pecadora (Génesis 1:26; génesis 3:6-24; Romanos 5:12, 19). 11. Creemos que el sufrimiento y la muerte de Jesucristo fue en

sustitución de toda la humanidad y es eficaz solamente para aquellos que creen (Isaías 53:6; Hebreos 2:9; 1ª Pedro 2:24; 1ª Pedro 3:18; 2ª Pedro 3:9; 1ª Juan 2:2).

12. Creemos en la resurrección corporal y en la ascensión de Cristo, así como en la resurrección corporal de sus Santos (Mateo 28:1-7; Hechos 1:9-11; 1ª Corintios 15:42-58; 1ª Tesalonicenses 4:13-18). 13. Creemos en el retorno personal, corporal y pre-milenial de Cristo

como el acontecimiento que coronará la Era Gentil, este hecho incluirá la resurrección de los justos al cielo eternal. A partir de este momento dará inicio la Era Milenial. Después del Milenio vendrá la resurrección de los injustos al castigo eterno; esto es, el lago de fuego, y la entrada de los justos a la Edad Celestial (Juan 14:1-6; 1ª Tesalonicenses 4:13-18; 2ª Tesalonicenses 2:8; Apocalipsis 19; Apocalipsis 20:4-6, 11-15; Apocalipsis 21:8). 14. Creemos que el pecador depravado es completamente salvo por

gracia por medio de la fe en Jesucristo, y que los requisitos para la regeneración son el arrepentimiento ante Dios y la fe en Jesucristo (Lucas 13:3-5; Juan 3:16-18; Hechos 20:21; Romanos 6:23; Efesios 2:8, 9), y que el Espíritu Santo convence a los pecadores, regenera, sella, asegura y habita en cada creyente (Juan 3:6; Juan 16:8, 9; Romanos 8:9-11; 1ª Corintios 6:19, 20; Efesios 4:30; Tito 3:5).

15. Creemos que todos los que confiamos en Jesucristo para la salvación estamos eternamente seguros en Él y no pereceremos (Juan 3:36; Juan 5:24; Juan 10:27-30; Romanos 8:35-39; Hebreos 10:39; 1ª Pedro 1:5).

16. Creemos que Dios trata a los creyentes como a sus hijos, y disciplina a los desobedientes y recompensa a los obedientes (Mateo 16:27; Mateo 25:14-23; Juan 1:12; Hebreos 12:5-11; 2ª Juan 8; Apocalipsis 22:12).

17. Creemos que Jesucristo estableció su iglesia durante su ministerio en la tierra. Esta iglesia siempre es una asamblea local, visible, de

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creyentes bautizados conforme a las Escrituras, unidos por un pacto, con el fin de llevar a cabo la comisión del Señor Jesús. Cada iglesia es un cuerpo independiente, auto-gobernado y no hay otra autoridad eclesiástica sobre ella. Creemos que Jesucristo dio la Gran Comisión solamente a las iglesias del Nuevo Testamento y que Él prometió la perpetuidad de sus iglesias (Mateo 4:18-22; Mateo 16:18; Mateo 28:19, 20; Marcos 1:14-20; Juan 1:35-51; Efesios 3:21).

18. Creemos que hay dos ordenanzas en la iglesia local del Señor: el bautismo y la cena del Señor. La palabra “bautismo” en el griego significa “inmersión”. Por lo tanto, el bautismo escritural es por inmersión en agua para los creyentes arrepentidos, administrado por la autoridad de una iglesia Novotestamentaria en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Cena del Señor es una ordenanza memorial restringida; es decir, es una ordenanza observada solo por los miembros de la iglesia local (Mateo 28:19, 20; Hechos 8:12, 38; Romanos 6:4; 1ª Corintios 5:11-13; 1ª Corintios 11:1, 2, 17-20, 26).

19. Creemos que existen dos oficios divinamente establecidos en una iglesia: los pastores y diáconos. Los pastores cuidan el rebaño. La palabra “diácono” quiere decir sirviente; los diáconos sirven al pastor en hacer su trabajo, y a la iglesia. Estos puestos deben ser ocupados por hombres con las cualidades que se establecen en Tito y 1ª Timoteo.

20. Creemos que todas las asociaciones, instituciones y comités son y deben ser servidores de la iglesia, y estar bajo el control de las iglesias (Mateo 20:25-28).

21. Creemos en la libertad de culto sin interferencia del gobierno, y afirmamos nuestra creencia en la obediencia civil; a menos que las leyes civiles sean contrarias a las Sagradas Escrituras (Romanos 13:1-7; 1ª Pedro 2:13-15).

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Pasaje bíblico: Romanos 3:9-23; 5:12, 19

Propósito: Al finalizar la lección veré y entenderé la naturaleza pecaminosa del hombre

Nuestra opinión influye grandemente en todo lo que vemos. Si estuviera en la cima de una montaña mirando hacia abajo, tendría una perspectiva bastante distinta a que si estuviera en lo profundo del valle mirando hacia arriba. Esto se aplica tanto espiritualmente como lo es físicamente.

La opinión que tienen muchas personas acerca de la humanidad es que básicamente los seres humanos son buenos, pero están sujetos a malas influencias. O sea, que tenemos un buen centro o núcleo, pero algunas veces perdemos nuestro rumbo y vamos en direcciones equivocadas. Esta perspectiva y filosofía nos llevará a tratar a otros de cierta forma.

La perspectiva bíblica de la humanidad es diferente. La Biblia enseña que la humanidad básicamente es pecadora. En el centro de todas las personas hay un corazón de pecado, y el hombre debe enfrentarse con su corazón pecaminoso para hacer el bien. Esto no significa que las personas malas ocasionalmente no hagan cosas buenas; por el contrario, significa que todos somos pecadores y tenemos la necesidad de salvarnos. No que somos personas buenas que sólo necesitamos que nos afinen.

Jesús no vino para hacer un examen médico a las personas que se creen saludables. Él vino como el Gran Médico para salvar a todas las personas enfermas y moribundas por causa del pecado. A esta doctrina algunas veces se le llama depravación hereditaria. Su forma de ver las cosas hace una gran diferencia en su vida. Influenciará la manera en que usted trate a Cristo y a las demás personas.

Las Escrituras para la lección de hoy nos dan una perspectiva bíblica de la naturaleza del pecado de los seres humanos. El pecado no es algo que

1 de diciembre, 2013 • Lección 1

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El hombre pecador

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Mire más de cerca

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adquirimos por ahí; ya está en nosotros cuando nacemos. Así como tenemos otras características naturales o con las que nacemos, tenemos una naturaleza pecaminosa. Nadie tiene que enseñarle cómo estornudar. De hecho, ¿cómo podría usted enseñarle a alguien cómo estornudar si no supiera cómo hacerlo? De igual manera nadie puede enseñarnos a mentir. No tenemos que llevar una clase de mentir para que salga bien. Sabemos cómo mal interpretar la verdad de la misma forma que sabemos cómo estornudar o toser. Nace con nosotros.

La naturaleza universal del pecado. La naturaleza

pecaminosa no está confinada a una raza o nación. Los judíos eran pecadores pero también los gentiles lo eran. Todos los hombres están involucrados con el pecado; todos estamos bajo pecado. La naturaleza universal del pecado se ve en las acciones de los hombres alrededor del mundo. No hay sociedad alguna en el mundo sin crimen, odio y pecado. Si los hombres fueran básicamente buenos, usted pensaría que en alguna parte habría una sociedad donde no existe la maldad; pero donde encontremos hombres, encontramos el mismo tipo de pecado.

La Biblia define el pecado de maneras específicas. Hay un componente del pecado que es vertical, y hay un componente que es horizontal. Pecamos delante de Dios, y pecamos delante de los hombres. Nuestro pecado delante de Dios es que por nuestra naturaleza no buscamos a Dios. Cuando Adán pecó en el huerto, se escondió. Antes que desobedeciera el mandato de Dios, Adán tenía facilidad para encontrarse con Dios para sus conversar diariamente; pero desde entonces, el hombre se ha escondido de Dios. Jesús vino a buscar y salvar lo que se había perdido porque por naturaleza los perdidos no buscarán la salvación. Nosotros pecamos en nuestra relación con Dios porque no procuramos encontrar su voluntad y hacerla.

Pecamos los unos contra los otros. Simplemente no hacemos el bien. La mayor parte del mal que hacemos comienza con egoísmo. Buscamos lo que queremos sin pensar en cómo podría afectar a otros. Para realmente hacer bien siempre debemos considerar el impacto de nuestras acciones, pero por naturaleza no lo hacemos. Sólo queremos lo que queremos cuando lo queremos. Si alguien más sale herido en el camino, qué mal. Este es el egoísmo del pecado.

La evidencia del pecado.La Biblia da evidencias o ejemplos de

cómo es el pecado y de lo que les hace a los seres humanos. Los versículos del texto documentan estas características:

1. Los pecados que cometemos en nuestra forma de hablar. 2. Los pecados que cometemos con nuestros cuerpos.

3. Los pecados que cometemos cuando abandonamos los caminos de Dios.

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La lista incluye el engaño y decir mentiras, maldecir y resentirse, apurarse para hacerle daño a otros, destruir lo que otros han construido e infligir miseria. Abandonar a Dios incluye no conocer el camino de paz y no tenerle temor o respeto a Dios.

No tiene que ver lejos en el mundo para ver sucesos así en las vidas de las personas. Estuvieron presentes en el marco de los tiempos bíblicos, y están presentes hoy. El hombre ha vivido casi dos mis años desde que Pablo escribió Romanos; sin embargo, el pecado prevalece hoy como lo hizo en aquel entonces.

Escuche a las personas hablar y rápidamente los oirá maldecir y expresar resentimiento. Vea cómo los hombres se tratan entre sí, y verá que los humanos son rápidos para derramar la sangre de los demás por poco o por ninguna razón. Vea al mundo desde la perspectiva de Dios, y verá que el mundo no vive como si Dios un día requerirá una explicación por cada palabra dicha y por todas las obras hechas. La evidencia del pecado está por todo nuestro derredor.

Los límites de la auto-reforma. Este es un cuadro desolador,

pero tiene esperanza. Lo primero que tratamos de hacer es arreglar el problema del pecado por nosotros mismos. Vemos que hemos quebrantado la ley de Dios, y tratamos de revertir el proceso y guardarla; pero esto jamás funciona. Primero, no podemos guardar la ley de Dios. La ley fue una maestra para traernos a Cristo, no un código moral que elevaría nuestra conducta. No hay carne alguna que se justifique por guardar la ley.

La auto-reforma no puede funcionar a menos que haya una chispa de bondad en nosotros; la cual se desenvolverá en una llama de justicia. Esa chispa de bondad no está ahí. Cuando tratamos de reformarnos a nosotros mismos, terminamos justo donde comenzamos; tal vez peor. El apóstol Pedro explicó en 2 Pedro 2:22: “Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. Los perros y los puercos tienen una naturaleza, y siempre volverán a esa naturaleza sin importar cómo les impongamos nuestra conducta a ellos. Los humanos tenemos una naturaleza. A menos que esa naturaleza sea cambiada, volveremos al pecado una y otra vez. La naturaleza humana no necesita una reforma ni una reparación; necesita una transformación.

La promesa de Dios. El problema de la naturaleza pecaminosa del hombre se resuelve aplicando la naturaleza justa de Jesús. En este sentido Jesús no era como otros hombres. Él no nació con una naturaleza pecaminosa. Él es el Hijo de Dios. José no era el padre de Jesús. El hijo nacido de María fue concebido por el Espíritu Santo. Esto hizo a Jesús único y diferente. Sólo Él tiene justicia, y cuando creemos en Él, su justicia es imputada o transferida a nuestros espíritus.

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Cuando usted confía en Jesús como su Salvador, no está confiando en su propia bondad; está dependiendo y confiando en la bondad de Cristo. Usted está echando suertes y confiando que su sacrificio cancelará la cuenta que usted debe por el pecado. Este no es un principio sólo para judíos o americanos—es un principio para todos los hombres alrededor del mundo.

No importa donde viva, qué idioma hable o quiénes sean sus padres, usted es pecador y Jesús es el Salvador.

¿Ve la diferencia que hace esto en la manera en que nos tratamos entre nosotros? Si vemos a otros como personas básicamente buenas con unas cuantas cosas malas, los trataremos como si solo necesitan una pequeña reforma. Sin embargo, si vemos el mundo como la Biblia lo describe, veremos que todos los hombres son pecadores; incluyéndonos nosotros. Y que lo necesitamos no es una pequeña reforma, sino una transformación total de nuestra naturaleza pecaminosa a la naturaleza justa de Jesús.

El mundo y la gente que lo compone necesitan de Jesús. No tienen que tratar con su propio pecado. A menos que uno se haga cargo del pecado de su propio corazón, jamás podrá ofrecer esperanza ni aliento a otros. Uno hace esto primero, aceptando a Jesús como su Salvador personal. Luego, pidiéndole a Jesús que lo limpie diariamente conforme lucha por seguirlo. Jesús es fiel y justo para perdonarnos el pecado cuando buscamos perdón ante el trono de la gracia.

Y después, debe tratar con el pecado de otros. El pecado hiere. Destruye relaciones y vidas. Los pecados que otros cometen pueden tener un efecto pronunciado sobre usted. ¿Qué puede hacer al respecto? Puede enseñarles a otros la naturaleza y la cura del pecado. Sólo cuando las personas entienden su naturaleza pecaminosa pueden tener la esperanza de cambiar.

Siempre podemos hacerle frente a la verdad. Jamás podemos hacerle frente a las mentiras. Si nos decimos la verdad, tenemos una base para la amistad. Si nos decimos mentiras, no. Tal vez la peor mentira que podamos decir es la que nos decimos a nosotros mismos.

Puntos

de

vista

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Podemos ver nuestros corazones y no ver los malos pensamientos que están ahí. Podemos auto-engañarnos y creer que realmente somos personas buenas; que el mundo sería un grandioso lugar si todos fueran razonables y fueran como nosotros. Si tomamos esta perspectiva, estamos construyendo sobre la arena. Las tormentas vendrán y nuestras casas se caerán.

O podemos aceptar el punto de vista bíblico del pecado. Podemos mirar de manera precisa nuestros corazones y ver que necesitamos enfrentar nuestros pecados diariamente; algunas veces cada hora. Necesitamos enfrentar nuestro pecado usando la forma bíblica. No debemos de negarlo ni de tratar de pagarlo por nuestra propia cuenta. Necesitamos llevar nuestros pecados a la cruz de Cristo y pedirle que nos perdone.

Necesitamos ser perdonados. Podemos enfrentar los pecados de otros perdonándolos así como esperamos que Dios nos perdone. Jesús sujetó nuestro perdón personal al perdón que le brindamos nosotros a otros. El dijo en Mateo 6:14, 15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Estas son palabras poderosas, y nos enseñan que una evidencia verdadera de un corazón perdonado es que como retribución perdonará a otros.

¿Cómo se ve a sí mismo? ¿Es usted básicamente bueno con unos cuantos defectos? ¿Podría hacer algunas correcciones y luego todo estaría bien en su vida? Muchos se ven así, pero Dios no. Dios nos ve como pecadores con necesidad de salvación. ¿Cómo espera usted enfrentar su pecado? ¿Va a negarlo? ¿Va a tratar de guardar la ley de Dios y entonces no pecar más? Puede intentarlo, pero estas cosas jamás funcionarán.

Debemos enfrentar nuestros pecados confesándoselos a Jesús y aceptando su sacrificio por ellos. Debemos enfrentar los pecados de otros siendo amorosos, perdonando a la gente; es decir, perdonando a otros exactamente como Jesús nos perdona.

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