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Las condiciones de producción del conocimiento de lo social

1848, 1871. Ésos son los hitos, los momentos históricos en que se objetiva, se hace obser- vable la lucha de clases, en que comienza embrionariamente a producirse su conocimiento y se enuncian las primeras proposiciones teóricas. Con el desarrollo del capitalismo, se logra cons- tituir un orden social hegemónico, un régimen de dominio en el que su funcionamiento “nor- mal” produce por un lado seres expropiados de todo, excepto de su energía corporal y, por el otro, apropiadores legitimados por ese orden social, luego de una larga serie de confrontacio- nes en las que estos últimos consiguen derrotar y subordinar a los primeros, y una masa varia- ble, en “tránsito” hacia uno u otro polo. Este orden social se ha naturalizado al punto que la lucha de clases aparece como confrontación meramente económica y/o como negociación institucionalizada. ¿Significa eso que las clases en sí están ya constituidas? No. Siempre están en proceso de constitución. A las personificaciones básicas del capital –capitalistas y obreros asalaria- dos– se van agregando otras, que corresponden a los nuevos desarrollos del capital imperia- lista y del capital financiero en su fase de trasnacionalización y mundialización. Los cambios en la base material y los resultados de la lucha de clases y de las guerras producen transfor- maciones en la estructura ocupacional, tanto como las crisis capitalistas, que expulsan frac- ciones íntegras de asalariados y de pequeña burguesía industrial y comercial, y subordinan a

37. Sobre este proceso de separación y/o sustitución conceptual en el pensamiento sociológico, ver Inés Izaguirre, “Movimientos sociales y lucha de clases”, en Crítica de Nuestro Tiempo, Revista Internacional de Teoría y Política, edición citada.

sectores de burguesía industrial desalojándolos de su inserción anterior y desplazándolos hacia nuevas áreas de actividad.

En cada momento y en cada sociedad capitalista pueden distinguirse dos “núcleos duros”, constituidos uno por sujetos de larga tradición dominante, históricamente burgueses, apropiadores, y otro constituido por los sujetos proletarios, expropiados, de larga tradición de subordinación. El resto está en tránsito hacia uno u otro polo. Las luchas de clases se producen entre alianzas sociales, de diversas capas y fracciones, que se transforman en fuerzas, sociales y políticas. En épocas de crisis económico-políticas profundas, tanto más profundas cuanto más poderosas son las fuerzas sociales que el propio capital genera, estas alianzas son rebasadas, las masas expropiadas se hacen nuevamente visibles, se des-ordenan, se in-disciplinan, y se inicia un proceso de lucha de clases potencialmente revolucionaria. En este sentido debemos distinguir entre las acciones generadas por estos grupos humanos que confrontan y el proceso de conocimiento, la toma de conciencia del origen humano –y por lo tanto modificable– de dichos procesos de desigualdad.38 La desacralización, la desnaturalización del orden social desigual, es un proceso muy largo en la especie humana. Y las primeras representaciones sociales del cambio revolucionario son del orden de lo utópico. Los primeros observables de esas crisis y de estas luchas por cambiar el orden social son registrados hacia fines del siglo XVIII. El conocimiento del carácter social de ese proceso ha sido posible en el capitalismo, por su capacidad creciente de reproducción ilimitada de mercancías y de relaciones sociales, “allí donde existe el desarrollo concreto más rico”. Y allí

38. En Argentina resulta esclarecedor comparar los datos censales de la PEA en la segunda mitad del siglo XX hasta comienzos del siglo XXI –de 1947 a 2001– relacionando la cantidad y la proporción de sujetos comprendidos en las categorías Compra fuerza de trabajo (FT) (patrones), Vende FT (asalariados), y No compra ni vende FT (trabajadores “cuenta propia”) o sea toda la masa de los que están en transición. Mientras los primeros se concentran y reducen en cifras absolutas y relativas a la tercera parte de lo que eran al comenzar el período y los segundos, aunque se expanden en cifras absolutas, tienen tendencia a la disminución relativa desde 1970, la masa de los que dejan de pertenecer a los dos primeros se incrementa en cifras absolutas y relativas, al ritmo de las sucesivas crisis capitalistas. Es notable el achicamiento de la PEA total en el último decenio considerado, durante el proceso de concentración neoliberal.

Argentina: Estructura ocupacional de la PEA. Total de ocupados ( en %) *

1947 1960 1970 1980 1991 2001 Compran FT 16,2 12,8 5,9 5,8 6,6 6,2 Venden FT 74,2 71,9 73,8 71,5 66,9 70,1 TFamiliares 2,9 2,8 3,3 3,3 5,0 3,4 No compran ni venden FT 6,7 12, 5 16,9 19,4 21,4 20,3 % Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 N total 6.255.500 7.213.400 8.642.000 9.989.200 13.202.200 10.913.200 (*) Fuente: Elaboración propia en base a datos de los Censos Nacionales de Población.

reside también su principal obstáculo epistemológico: la cosificación de relaciones sociales, o su inversa, la atribución de relaciones sociales a las cosas.39

La emergencia “infinita” de los productos del trabajo humano bajo la forma de mercancías –cada vez más numerosas y más diversas– y el desarrollo histórico ininterrumpido de sus cambios de forma hasta llegar a estar representadas por una sola mercancía mundial está condensado en las formas simple, relativa, equivalencial, equivalente general, forma dinero y dinero mundial que expresan los estadios históricos de formación del mercado.40 Donde M es siempre con- creta y cualitativamente diferente, cada vez con un rango de variabilidad más amplio –excepto cuando es FT, fuerza de trabajo, que es cualitativamente diversa en cuanto trabajo concreto y al mismo tiempo cuantitativamente la misma energía humana igual en cuanto fuerza de trabajo abstracto–, y D, cuya cualidad ha llegado a ser sólo cantidad, comienza por estar representada por unas pocas mercancías materiales y concretas, hasta llegar a lo largo de los siglos a repre- sentar a la totalidad de las mercancías siendo una, y además, mundial. Los intercambios perma- nentes entre cada uno de estos términos objetivan –hacen observable– la relaciónsocialde equiva- lencia. La frecuencia de tales intercambios y el hecho de que se produzcan y reproduzcan a la vista de todos, en el ámbito del mercado, los ha hecho visibles a los ojos de los hombres –abstracción empírica– lo que creó las condiciones que permitieron luego la enunciación de la ley del valor– abstracción reflexiva. 41

El valor se genera en la producción –ámbito privado, restringido, no accesible a todos– pero se objetiva y se realiza en el cambio –ámbito público del mercado– del que todos parti- cipamos.42 Esa objetivación depende, histórica y prácticamente, de la frecuencia con que se produce y reproduce la relación de cambio entre equivalentes, que es una relación entre sujetos, no una propiedad de las cosas que se intercambian, lo que hace posible para la reflexión científica descubrir y objetivar el cambio entre no equivalentes, así como el carácter social de estas relaciones, que permanecen opacas para el sentido común.

La cualidad de lo social en la realidad y en nuestra percepción se hace visible con la posibili- dad de observar muchas veces la producción reiterada de un hecho en un mismo espacio y en un período acotado de tiempo.43 La reproducción ampliada de ciertos procesos sociales en el capitalismo ha generado cambios en las condiciones de observación y de conocimiento, que precisamente permitieron el desarrollo del pensamiento científico y del pensamiento crítico.

39. Karl Marx, El Capital, edición citada, cap. I, parágr. 4, “El fetichismo de la mercancía y su secreto”. 40. Y en las fórmulas M-D-M, D-M-D y D-M-D’, que sintetizan las relaciones sociales de cambio, de circulación, de producción y reproducción. Cfr. Karl Marx, El Capital, edición citada, tomo I, caps. I, II, III y IV.

41. Ver nota 19, ut supra, e Introducción, nota 5.

42. Karl Marx, El Capital, edición citada, tomo I, cap. II.

43. Pero aun en un mismo espacio y tiempo, las leyes sociales no funcionan de la misma manera en situaciones de diferente escala. Ésta no es solamente una dimensión de la magnitud material (el tamaño, el número, la cantidad). Las escalas son magnitudes del orden de lo social que deben ser tenidas en cuenta en cualquier análisis de situación. Inés Izaguirre, “Acerca del problema del número”, artículo inédito, 2002.

Así, las abstracciones más generales surgen únicamente allí donde existe el desarrollo concreto más rico, donde un elemento aparece como común a muchos, como común a todos los elementos. Entonces, deja de poder ser pensado solamente bajo una forma particular.44

Ya más próximo a nosotros, y también a partir de la acción, primer nivel inexcusable de conocimiento, Piaget investiga cómo desde el momento del nacimiento, y quizás antes, las acciones corporales del bebé humano le permiten formar las primeras estructuras lógico- matemáticas sin las cuales no hay conocimiento posterior posible (orden, proximidad, secuen- cia, posición, identidad, volumen, igualdad, transitividad, etc.). Muchas de esas acciones per- manecen in-corporadas, sin elevarse luego a ningún nivel de conceptualización, como un “sa- ber del cuerpo” automatizado. Ese “saber” logra dificultosamente su conceptualización cuan- do alguien intenta hacerlo conciente.45

A nivel del desarrollo social, ese primer nivel simbólico histórico concreto corresponde a la operación lógica de equivalencia entre las mercancías en el capitalismo, por el cual los hombres intercambian mercancías cualitativamente desiguales por su valor, creyendo que éste es un atributo material de las cosas y no de la relación social por la cual los hombres se han habituado, desde antiguo, a comparar las mercancías entre sí. Tal como lo sintetiza Marx, en el justamente famoso parágrafo del fetichismo de la mercancía: los hombres no lo saben, pero lo hacen.46 Es decir, no saben que el atributo que comparan es social: el quantum de trabajo –vivo y pretérito– incorporado en su producción, pero lo hacen, o sea, comparan el elemento común a todos.47 Uno de los descubri- mientos de la epistemología genética que hace poco más de veinte años era ignorado por la mayor parte de los científicos, consistió en señalar esta creencia –acerca del registro directo de los observables– como una de las formas en que se expresa el realismo en la historia de la ciencia.

Hoy sabemos que un simple registro perceptivo está siempre subordinado a un esquema de acción que supone un conjunto de relaciones.48 Un hecho “es siempre el producto de una compo- sición de una parte provista por los objetos y otra construida por el sujeto” y la intervención de este último es tan importante que puede llegar hasta una deformación, represión o rechazo de los observables, “lo cual desnaturaliza el hecho en función de la interpretación”. Si el esquema de acción y la interpretación correspondiente, incorporados previamente por el sujeto, se han

44. Karl Marx, “El método de la economía política”, en Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política 1857-1858, edición citada, tomo I, p. 25.

45. Cfr. Jean Piaget, La toma de conciencia (1974), edición citada, capítulo “El andar a gatas”. 46. Karl Marx, El Capital, edición citada, capítulo I, parágrafo 4, p. 90.

47. Tal como lo señalamos en la nota 11, tenemos en este punto una deuda intelectual con Marín, quien advirtió la conexión epistemológica entre los descubrimientos de Marx, la teoría de la lucha de clases y del conocimiento y la conciencia en el capitalismo, con los descubrimientos epistemológicos de Piaget en la evolución del niño. Cfr. Juan Carlos Marín, Conversaciones sobre el poder, edición citada, especialmente cap. 1, “Armas morales” y el apéndice del capítulo “Los estadios en la construcción del juicio moral”. Recientemente nos enteramos que Nahuel Moreno en Lógica, 1973, cap. I. precedió a Marín en descubrir ese vínculo, en forma independiente de éste. Cfr. www.nahuelmoreno.org/lógica.shtml. Agradecemos el señalamiento a Pablo Bonavena y a Agustín Santella.

48. Jean Piaget y Rolando García, Psicogénesis e historia de la ciencia (1982), México-España-Argentina-Colom- bia, Siglo XXI, 1984, p. 23 y ss.

reiterado durante largo tiempo, son compartidas con otros sujetos o han sido transmitidas por una autoridad respetada y lo confrontan con situaciones positivas o exitosas, el sujeto no tenderá a cambiarlas, antes bien tenderá a sostenerlas reforzando su ideología. El motor afectivo es el deseo de ganar, de imponerse. Sólo a partir de otras confrontaciones de distinto signo se crean las condiciones para la superación de tales creencias, y el pasaje a otro nivel de conceptualización.

El segundo nivel de conocimiento se produce en el estadio de la interacción con pares, con quienes se ponen en cuestión las creencias previas, se duda y se disputa con la autoridad, se descubre el disenso y el acuerdo, se crean relaciones de cooperación y se construyen normas nuevas. Es el estadio del pensamiento crítico. En el niño corresponde a la pubertad, y es el momento más alto de desarrollo en el aprendizaje, en el cual ya es capaz de vincular las abstracciones correspondientes a diversos sistemas –o sea de hacer teoría, el estadio de la reflexión del pensa- miento sobre sí mismo. En el plano social corresponde a la toma de conciencia colectiva, y en los procesos de lucha de clases produce diversos grados de lo que Marx llamó conciencia de clase o clase para sí. Tanto en el niño como en el adulto, en los grupos humanos y en las clases, cada uno de estos estadios de aprendizaje y toma de conciencia a su vez pasa por diversas etapas, en las que se llega al punto más alto a través de aproximaciones sucesivas, y podríamos decir que no termina nunca. Este proceso no es siempre lineal y progresivo. Avanza en espiral, y sufre retrocesos, generalmente como consecuencia de grandes derrotas o grandes masacres.

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