• No se han encontrado resultados

Epílogo: ¿sueño o esperanza? Inevitables conclusiones

In document Por Que No Hay Extraterrestres en La Tierra (página 149-161)

[...] los filósofos rara vez se convencen unos a los otros, si es que eso ocurre alguna vez, de modo que una discusión entre dos filósofos se asemeja a un diálogo de sordos.

Al e x a n d r e Ko y r é, Del mundo cenado al Universo

infinito, 1957

E l m u n d o está llen o de cosas m aravillosas, de cosas so rp re n ­

den tes. C u an to más ap ren d e m o s a m irarlas más asom brosas nos p arecen . La vida com o fe n ó m e n o n a tu ra l nos sigue cau­ sando gran inquietud: cóm o un fen óm en o tan com plejo y tan im probable desem bocó en la vida com o hoy la conocem os. A veces nos parece tan fam iliar que olvidamos el intrincado y sor­ p ren d en te laberinto de condiciones que la hicieron posible en la T ierra, y te n d em o s a sim plificarla p e n sa n d o q u e su gesta­ ción es lo natu ral e inevitable y que, p o r lo tanto, d eb e b ro tar p o r todos lados. Las co n d icio n es p a rec e n su ficien tem en te específicas, y algunas tan fortuitas, que la vida com o fenóm eno más bien p o d ría ser excepcional. A pesar de eso, y en vista de lo esp ectacu larm en te grand io so del U niverso, la ciencia está disp u esta a ad m itir q u e la vida p u e d e a b u n d a r en el espacio sideral, pero no la hem os encontrado.

La v erdad es que n o hem os e n c o n tra d o evidencias de vida en nin g un a parte fuera de la Tierra, ni com o la conocem os, ni de alguna variante. Se p u ed e especular, y a m ucha gente le gus­ ta hacerlo, que en otros en tornos p o d ría h ab er formas de vida

ad ap tadas a las co n d icio n es físicas y quím icas locales, y q ue, p o r lo tanto, la vida ahí pudo h ab er tom ado u n a ruta diferente hasta p ro d u c ir form as y sistem as bióticos ajenos a n u estro saber e inim aginables p o r nosotros. En principio eso puede ser verdad, p ero hasta cierto lím ite, p o rq u e la quím ica y la física que g o b ie rn an todo el sistem a universal (y la m ateria prim a) son las m ism as en to d o sitio, p o r lo q u e g ran d es variaciones con resultados muy diversos parecen poco probables. ¿Cuál es el límite?, es algo que los hum an os qu erríam o s saber y busca­ mos e n ten d er, de form a p acien te y co n stan te, en un proceso de aprendizaje tan largo com o du re nuestro intelecto.

Hay u n a g ran diferen cia en tre sim plem ente estar vivo y ser consciente de estarlo. Parte de la consciencia de vivir es p o d er pred ecir la m uerte. La vida consciente en la T ierra es un fenó­ m en o tra n sito rio y muy breve en la evolución del U niverso. Sabemos que ten d rá un fin y tam bién podem os calcular cuáles son nuestras expectativas máximas de vida. Como m ucha gente d u ra n te su vida perso nal, q u erría m o s los de n u e stra especie p o d e r contarle a alguien quiénes somos y qué hacem os, nues­ tras felicidades y desdichas, n u estro s en can to s y fealdades, antes de perecer. La felicidad n u n ca es com pleta sin testigos. ¿Es acaso p o r eso que nos inquieta tanto la existencia de extra- terrestres colegas en la aventura del Universo? Parece un sue­ ño o u n a esperanza que alguien lea nuestro diario después de n u estra m u e rte com o especie; q ué útil sería u n a civilización inteligente para eso, para no m orir solos y sin testigos.

P ero, asim ism o, d eb em o s de ser co n scien tes de q u e otras posibles civilizaciones tam bién serán fen ó m en o s tran sitorio s en el Universo, com o nosotros, y que su tiem po puede ser igual­ m e n te u n in sta n te breve e n algú n o tro lu g ar del cosmos. El problem a del en cu en tro de dos civilizaciones cósmicas capaces del co n tacto y conscientes de su existencia, adem ás del de la distancia, es el de la coexistencia en el tiem po. La coincidencia de dos instan tes breves, y el tiem po tan largo necesario p ara que el canal de la com unicación funcione, hacen difícil y poco probable establecer lazos con extraterrestres.

No es posible d ejar de sen tirse sob reco g id o p o r la ínfim a escala h u m a n a, com p arad a con la escala del sistem a q u e nos hem os propuesto com prender. Con todo y eso, hem os ido muy lejos en la tarea. No es correcto que un Homo sapiens lo diga de

su misma especie, pero con el p erd ó n de los dem ás seres vivos en la Tierra, eso ha sido posible gracias a nuestro gran intelec­ to, más grande acaso que nuestro planeta. Ese intelecto que es tam bién p arte m uy so rp re n d e n te de la evolución biológica y que, de fo rm a en c a n ta d o ra , cierra el círcu lo al p erm itirn o s p o d e r p re g u n ta rn o s d ó n d e y cóm o o c u rrió el génesis d e ese intelecto que nos p erm ite p reg u n tarn o s d ó n d e y có m o ... etc., y postular y buscar otros intelectos.

El esp íritu de b ú sq u ed a y de sab er del ser h u m a n o lo ha em pujado d u ran te toda su existencia a in ten tar calcular, descu­ brir, predecir, y todo esto desde épocas en las que no contaba con más instrum ento que su intelecto ya nacido y su intuición al desnudo, sin otras h erram ien tas que su cerebro. Así ap re n ­ dió sobre el m u n d o in m ed iato y luego sobre el más lejano, fab rican d o su tecn o lo g ía y ed ificand o su ciencia hasta darse c u e n ta de lo e n o rm e m e n te solos que estam os, de lo lejos e igualm ente solos que están otros posibles seres vivos en el Uni­ verso. G uardam os, sin em bargo, la esp eran za de e n c o n tra r a alguien y hablar con él, y p o r eso seguimos buscando. El tiem ­ po aprem ia, nos qued an sólo unos pocos miles de millones de años para lograrlo antes de que el Sol evolucione y nos expulse del paraíso en el que vivimos.

La descripción del Universo, su estructura, su tam año y sus leyes vertida a lo largo de los capítulos de este libro nos em pu­ ja inevitablem ente a u n a sola conclusión: no es posible que haya habido jamás seres vivos e inteligentes de origen extraterrestre en nues­ tro planeta. El a u to r invita nuevam ente al lecto r a que m edite sobre todos esos argum entos y busque cóm o sería posible para un ser extraterrestre h ab er llegado aquí y para qué.

Es posible, y hasta muy probable, que los razonam ientos de este libro sobre la inexistencia de vida extraterrestre en la Tie­ rra dejen a m uchos inm utables o insatisfechos. Ya se sabe que siem pre h abrá q uien p refiera buscar en la oscuridad del dog­ m a y el mito, y no a la luz de lo predicho y com probado, siem­ p re alg u ien p a ra q u ie n la exigencia d e p ru e b as q u e pasan d u ro s escru tin ios es u n a n eced ad , alg u ien q u e se con form a con lo superficial de h ab er oído, h ab er creído ver, h ab er oído q ue alguien creyó ver, o q uien se d eslu m b ra p o r u n a p ru e b a fab ricad a o su p erficialm en te estudiada. A ellos quizá n o lo­ grem os convencerlos n u n c a de que la fantasía no basta p ara

d esarro llar el co n o cim ien to firm e. D esafo rtu n ad am en te hay g rupos de Homo sapiens con los que el diálogo y las razones recu e rd a n a los filósofos de Koyré a q u ienes se refiere el ep í­ grafe de este epílogo.

Es el an h elo del au to r que este libro provea al lector las h e­ rram ientas que nuestros conocim ientos astronóm icos, físicos y quím icos m o d e rn o s nos b rin d a n , p a ra que no se deje llevar p o r arg u m e n to s fáciles sin ju stificacion es suficientes tantas veces m anejados p o r los m edios de intereses comerciales, para que a p ren d a a dudar, p ara que plantee nuevas preguntas, p re­ diga y d ecid a con su p ro p io in telecto , p a ra q u e p o n g a en entred icho lo que parece ser y no es, p ara que busque siem pre la verdad del m u nd o natural siem pre escrito en sus m anifesta­ ciones y se libere de la fantasía y de la credulidad irracional.

A. A. E

PR EG U N TA S F R E C U E N T E S Y A LG U N A S RESPUESTAS O C O M E N T A R IO S

En esta sección in clu irem o s algunos de los co m en tario s que fre c u e n te m e n te hem os escuchad o e n tre el pú blico sobre lo que m uchos co nsideran evidencia de la presen cia de ex tra te­ rrestres en la Tierra. A su vez, incluim os las razones p o r las que la mayoría de los científicos no las consideran p rueb a suficien­ te y, cu an d o sea posible, u n a explicación alternativa. Las opi­ niones vertidas en las respuestas o com en tario s a las “eviden­ cias” son las del autor, quien asume la responsabilidad total de esos com entarios.

C o m e n t a r i o : M ucha gen te ha visto y hasta fotografiado platillos vola­

dores, entonces existen y son p ru e b a de que los ex traterrestres exis­ ten y h an venido a la Tierra.

R e s p u e s t a : Los informes de individuos sin más prueba que su palabra no

pueden tomarse sino como algo que debe ser confirmado y probado, aun si el individuo que lo dice es un científico. Las fotografías y los videos, desafortu­ nadamente, no constituyen una prueba confiable. Es muy simple alterar y componer imágenes, y no sólo ahora con las computadoras sino desde antes; un fotógrafo hábil ha podido siempre poner y quitar personajes u objetos en una imagen.

Las imágenes de ovnis que se nos ofrecen van desde aquellas donde lo único visible es un manchón que igual puede ser un defecto de la fotografía o un ave en vuelo mal enfocada, hasta un rasgo introducido deliberadamente sobre una fotografía cualquiera. La fabricación de ovnis y sus fotografías no sólo es posible, sino muy divertido. El Instituto de Astronomía de la u n a m ha ofrecido

en ocasiones talleres sobre la fabricación de ovnis a partir de materiales de de­ secho, y las fotografías logradas podrían engañar a muchos; son talleres muy exitosos.

Co m e n t a r i o: No sólo individuos sino mucha gente a la vez ha visto,

durante horas, objetos raros en el cielo como esferas metálicas que se mueven poco o que desaparecen de la vista con patrones de vuelo poco familiares y no atribuibles a nuestros aviones.

R e s p u e s t a : Es cierto que el testimonio colectivo tiene más peso en la bús­

queda de una verdad y que no debe ignorarse o descreerse. Si más de dos perso­ nas vieron lo mismo, debe ser verdad. Pero, ¿qué es lo que vieron? La respues­ ta simple y honesta es: no sabemos. Sin embargo, podríamos comenzar por hacer algunas hipótesis y descartar las que parecen tener menos posibilidades de ser ciertas, igual que lo haríamos en cualquier averiguación. Por otro lado, cualquiera estará de acuerdo en que pasar de la visión colectiva a la convic­ ción de que lo que vieron era extraterrestre, es ir demasiado lejos y demasiado rápido. Al menos resulta ingenuo. Aun sin saber qué era, hay muchas otras explicaciones más probables que la de los extraterrestres, que debieran ser ana­ lizadas antes y con mayor prioridad, aunque sólo sea por ser más factibles. Pensemos por ejemplo en cualquier explicación alternativa, la que sea, por más sofisticada que nos parezca; un secreto militar, un experimento del depar­ tamento de meteorología y no nos avisaron, un espejismo, algún efecto óptico generado por la contaminación de nuestra atmósfera, etc., etc. Algunas habrá verdaderamente descabelladas, sin embargo cualquiera de esas posibilidades es millones de veces más probable, a que sean extraterrestres, que sin duda es la más descabellada. ¿Por qué entonces la gente opta por lo más difícil?, ¿por lo más ingenuo? En este libro hemos tratado de ofrecer los argumentos necesa­ rios para comprender por qué esa opción es la menos probable.

Co m e n t a r i o: ¿Y los num erosos testim onios de contacto con ellos?

Re s p u e s t a: La gente es capaz de contar las historias más fantásticas y

podrá confiar en que siempre habrá quien se los crea. El asunto es que no bas­ ta que alguien nos cuente su aventura, tiene que ofrecer pruebas que sean verifcables y contundentes. No se puede acusar a alguien de incrédulo si no se le ofrecen pruebas sólidas, en particular a la ciencia. Si la ciencia no exigiera esa solidez de pruebas, no sería la ciencia firme que poseemos, sería un dogma, un acto de fe. Afortunadamente la solidez científica está basada en la riguro­ sidad.

Co m e n t a r i o: Hay evidencias dejadas en la T ierra p o r el paso de ex­ tra te rre stre s en el pasado, en la esc u ltu ra (p. ej., la estela m aya de P alenque con la figura de un cosm onauta, o las cabezas m o n u m en ta­ les en la isla de P ascua), la a rq u ite c tu ra (p. ej., las pirám id es eg ip­ cias), o en las obras m onum entales com o las figuras de Nazca (Perú) que sólo se p erciben íntegras desde la altura.

Re s p u e s t a: Todas esas obras, y seguro algunas más que se nos escapan,

son sin duda grandes obras, ya sea por su tamaño o por su enorme, contenido plástico y artístico. En efecto, todos los ejemplos son expresiones artísticas y reli­ giosas humanas. El que nos parezcan monumentales, grandiosas y que consi­ deremos a nuestros antepasados incapaces de ejecutarlas sin la intervención o

sin la iniciativa extraterrestre, es menospreciar sus capacidades intelectuales y tecnológicas, su creatividad, su inventiva y tenacidad. Si las razones y las particularidades que movieron a esa gente a ejecutar sus obras se nos escapan, eso no significa que no hayan sido capaces de hacerlas. Actualmente hay gru­ pos de investigadores que buscan descubrir y reproducir los medios a los que recurrieron para fabricar, transportar, erigir y trazar sus obras, con los recur­ sos a su alcance: materiales, mano de obra, poder político y económico, etc. Sus investigaciones han mostrado en muchos casos que con los recursos de la época y la región, imaginación y mucho empeño, las obras monumentales fueron posibles.

¿Por qué ver en una estela maya a un extraterrestre o un cosmonauta alta­ mente improbables y sin más evidencias, antes que a un sacerdote, un guerrero o un sacrificado que eran más comunes en la época y en las expresiones artís­ ticas de los mayas, de las que poseemos innumerables referencias y evidencias ? ¿Por qué no aceptar que el trazo de una figura enorme, como las de Nazca, pudo haber sido ejecutada por gente con intuición y conocimientos, geométri­ cos para el trazo y astronómicos para la orientación, suficientes, aunque no pudiera volar y verla desde arriba ? Las figuras son admirables sin duda y las razones podrían aún escapar a las interpretaciones de los arqueólogos, pero son perfectamente ejecutables, con pocos recursos y muchas ganas de hacerlas, por una civilización de cultura avanzada.

Co m e n t a r i o: N osotros no podem os actualm ente viajar a la veloci­ dad de la luz o más rápido, pero eso no quiere decir que en el futuro n o lo logrem os o que otra civilización más avanzada que nosotros lo haya lo g rad o ya, p o r lo q u e u n viaje in te re ste la r p a ra ellos a h o ra y nosotros después, sería posible y entonces tam bién el contacto físico en tre dos civilizaciones del Universo.

Re s p u e s t a: Viajar a la velocidad de la luz no es posible para nadie, para

ninguna civilización por muy adelantada y tecnológica que sea. La razón es que para que un objeto con masa viaje a la velocidad de la luz, es necesario darle una cantidad infinita de energía, lo que no es posible. Véanse los argu­ mentos detallados en las secciones VI. 2.2 y VI. 2.4 de este libro.

Co m e n t a r i o: P ero el Universo es tan g rande, prácticam ente infini­ to, que no es razonable su p o n e r que som os los únicos y q u e no hay vida y hasta vida inteligente y tecnológica en otros lados, inclusive en m uchos otros lados, del espacio cósmico.

Re s p u e s t a: Con este argumento el autor está completamente de acuerdo, es

altamente probable que haya muchos sitios con formas de vida y tal vez otras civilizaciones muy desarrolladas. La ciencia y la mayoría de los científicos también comparten esa idea. Lo que se debate, y que es el tema de este libro, es la posibilidad de hacer contacto con ellos, físico o por otro medio de comunica­ ción. Hemos ofrecido a lo largo de los capítulos anteriores una serie de argu­ mentos por los que el contacto y la comunicación son imposibles o extremada­ mente improbables, argumentos que abarcan las dimensiones del Universo, la 157

localización de, los extraterrestres, los tiempos necesarios para el transporte o la recepción de mensajes, la codificación de mensajes, los costos energéticos que implica. Hemos hecho un recuento de la problemática y de lo que los humanos sabemos del Universo y de lo que somos o podríamos ser capaces. Es muy claro entonces que aunque nuestro interés por buscarlos y hablarles es auténtico y mucho conocimiento y esfuerzo se han invertido para lograrlo, nuestro aisla­ miento es total y nuestro tiempo como civilización no es infinito. Por lo que mejor será dejar de pensar y aceptar a la ligera que los extraterrestres han esta­ do alguna vez en esta mota de polvo infinitesimalmente pequeña, del gran Universo, que es la Tierra.

G L O SA R IO

año luz. Distancia que recorre la luz en un año. Equivale a 9.45 x 1012 kilómetros.

asteroide. Cuerpo sólido del Sistema Solar. Orbita alrededor del Sol como los planetas pero es mucho más pequeño. Los mayores que se conocen miden unos 250 kilómetros y los hay también microscópi­ cos. Ocasionalmente atraídos por el campo gravitacional, se precipi­ tan sobre algún planeta mayor. Al ingresar a la Tierra se llaman me­ teoritos. Algunos por fricción se desintegran en la atmósfera antes de alcanzar la superficie. Los que llegan a la superficie producen un crá­ ter de impacto y al ser analizados nos proporcionan gran informa­ ción sobre el pasado del Sistema Solar.

Cámbrico. Primero de los cinco periodos en que se divide la era Primaria o Paleozoica; comprende desde 590 hasta 500 millones de años. Se caracteriza por estratos sedimentarios con fósiles de trilobi- tas y otros artrópodos. En él se originan los invertebrados marinos.

cúmulo globular. Conglomerado constituido por unas 100 000 estre­ llas que se formaron casi simultáneamente de una gran nube interes­ telar. Existen en todas las galaxias espirales. En la Vía Láctea se cono­ cen aproximadamente 150 ubicados en el halo galáctico.

enanas blancas. Estrellas que llegan al fin de su evolución con menos de 1.4 veces la masa del Sol. Su baja masa impide que explo­ ten como supernovas al final de su evolución y, por lo tanto, se han ido enfriando gradualmente. Cuando una estrella alcanza la fase de enana blanca tiene temperaturas de hasta 50 000 grados en la superfi­ cie y son de cien mil a un millón de veces más densas que el Sol.

enanas cafés o marrones. Estrellas con muy poca masa, entre 15 veces la masa de Júpiter y unas centésimas de la masa del Sol. Son incapaces de generar energía por fusión de hidrógeno, más bien la generan por contracción gravitacional y por fusión de deuterio. Son frías, menos de 2000 grados en la superficie y, por lo tanto, poco bri-

liantes y difíciles de detectar. Se cree que una gran cantidad de mate­ ria en el Universo existe en forma de enanas cafés.

estromatolitos. Estructuras formadas sedimentariamente por orga­ nismos metabólicos. En estas estructuras se han descubierto los microfósiles más antiguos conocidos, con una antigüedad de 3 500

In document Por Que No Hay Extraterrestres en La Tierra (página 149-161)