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La Digestión de Robert Lucas:

CURVA DE PHILLIPS EN ESTADOS UNIDOS 1969-1975 En %.

IV.1. La Digestión de Robert Lucas:

Retomemos el análisis del modelo de la sección previa. En este caso, se modifica la ecuación de comportamiento (10), reemplazando la forma funcional “adaptativa” por una ecuación de características “racionales”. La ecuación de comportamiento (10’) indica que la tasa de inflación esperada por los trabajadores en t=T es función de la información disponible en el período anterior (Z T-1)32.

¶e T = s (Z T-1) (10’)

¿Cuál es la diferencia respecto al modelo de la sección previa? En primer lugar, es necesario diferenciar los cambios de política económica anticipados de las variaciones

sorpresivas. Al incorporar la ecuación de comportamiento (10’), los trabajadores

estiman la tasa de inflación actual sobre la base de la información disponible durante el período anterior. Por consiguiente, la modificación de la política monetaria será sorpresiva si y sólo si se sustenta en nueva información, es decir, en datos que no estaban disponibles durante el período previo. Por el contrario, si la transformación de la política económica se basa en información anteriormente procesada por los trabajadores (lo que incluye la regla de comportamiento del Banco Central), estos últimos logran anticipar las decisiones de la autoridad monetaria, dado que “conocen el modelo” (Sargent y Wallace, 1975 y 1976).

¿Cuándo es (in)esperada la variación de la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero? Por ejemplo, imaginemos que inicialmente la autoridad monetaria tiene como única meta una tasa de inflación nula. Por lo tanto, no altera el ritmo de incremento de la oferta nominal de dinero procurando contraer la tasa de desempleo. En ese contexto, los trabajadores “conocen el modelo” (incluyendo los objetivos del Banco Central) y esperan que la tasa de inflación sea nula.

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Esta forma funcional responde al modelo “de las islas” de Robert Lucas (1973), en el cual los agentes son racionales y cuentan con información imperfecta. En nuestro modelo, sólo los trabajadores padecen de información imperfecta.

Sin embargo, se produce un cambio en el directorio del Banco Central, cuyo nuevo y único objetivo consiste en reducir la tasa de desocupación por debajo de su nivel natural. Para ello, la autoridad monetaria percibe, curva de Phillips aumentada por expectativas adaptativas mediante, que debe incrementar la oferta nominal de dinero a tasa creciente. Es decir, debe generar una continua aceleración inflacionaria en la economía.

En un primer momento, el cambio de política económica sorprende a los trabajadores. Por lo tanto, el aumento inesperado de la tasa de inflación erosiona sus remuneraciones reales. Sin embargo, los asalariados aprenden la mutación en las preferencias de la autoridad monetaria. Dado que “conocen el modelo”, advierten que la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero será incrementada sostenidamente, por lo que ajustan sus expectativas a dicha política.

Nótese los diferentes comportamientos que muestran los trabajadores que cuentan con expectativas adaptativas y los asalariados “racionales”. En el primer caso, todo cambio en la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero es inesperado. Como contrapartida, los trabajadores “racionales” sólo son sorprendidos por la modificación de los objetivos de la autoridad monetaria. En otras palabras, los asalariados que utilizan expectativas “adaptativas” nunca alcanzan a “comprender el modelo”, dado que ignoran que el Banco Central procura explotar la curva de Phillips en el largo plazo (para lo cual debe incrementar continuamente la tasa de emisión monetaria). Primera Conclusión: la incorporación de las expectativas racionales acota la eficiencia de la política monetaria, dado que no todos los cambios en la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero (igual a la tasa de inflación salarial de largo plazo) bastan para sorprender a los trabajadores.

De todos modos, es relevante reflexionar respecto a los efectos de una alteración

inesperada de la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero. Retomando el

ejemplo de las líneas previas, el directorio del Banco Central se renueva

sorpresivamente en t=T, planteándose como meta primordial el sustento de la tasa de

desempleo por debajo de su nivel natural. Por ende, la autoridad monetaria incrementa el ritmo de crecimiento de la oferta nominal de dinero.

En t=T, el cambio de la política monetaria es inesperado para los trabajadores. Ergo, la tasa de inflación de precios es superior a la tasa de inflación salarial (vinculada a la inflación esperada), a partir del incremento sorpresivo del ritmo de crecimiento de la oferta nominal de dinero. Esta dinámica de las variables nominales determina una fase expansiva idéntica a la descrita en la sección anterior ante la suba (inesperada) del ritmo de emisión monetaria: aumentan el producto, el empleo y la oferta real de dinero, en tanto que se reducen la tasa de interés y los salarios reales.

A diferencia de lo observado en la sección previa, los efectos de la política sorpresiva sobre las variables reales se extinguen completamente en el período siguiente. En t=T+1, los nuevos objetivos de la cúpula del Banco Central son incorporados al acervo de información de los trabajadores, que ajustan sus expectativas. Por un lado, los asalariados recomponen sus remuneraciones reales (erosionadas por la inflación inesperada registrada en t=T). Por otra parte, los trabajadores anticipan una nueva suba de la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero, acorde con el objetivo de la autoridad monetaria. De este modo, logran preservar el poder adquisitivo

de sus remuneraciones, lo que implica que la economía retoma el nivel de empleo/producto inicial.

Segunda Conclusión: la incorporación de las expectativas racionales limita la duración de los efectos de las políticas sorpresivas sobre las variables reales. Más aún, esta segunda conclusión significó una crítica de “difícil digestión” para el modelo teórico desarrollado por la S.C.K., dado que, en presencia de agentes racionales, todos los shocks sobre la demanda agregada (no sólo los derivados de la política económica) conllevarían sólo efectos efímeros sobre las variables reales. Ergo, el poder explicativo de los ciclos económicos de la S.C.K. se vio significativamente objetado por el desarrollo de las expectativas racionales.

Esta segunda conclusión fue refutada por autores enrolados en la S.C.K. como Fischer (1977) y Taylor (1980), que desarrollaron modelos con agentes racionales y relaciones contractuales entre trabajadores y empresarios. En esos modelos, los trabajadores no logran ajustar sus salarios nominales ante incrementos inesperados en la tasa de inflación, lo que determina la reducción transitoria de sus remuneraciones reales33. Obviamente, el impacto real de los shocks de demanda perdura hasta tanto caduquen los contratos vigentes. Por lo tanto, la convergencia de las variables reales a sus niveles naturales se ve limitada en el corto plazo por la existencia de contratos en el ámbito laboral, en lugar de por la presencia de trabajadores que ajustan sus expectativas de manera “adaptativa”34.

De todos modos, la existencia de contratos laborales no podía admitirse como explicación consistente para el registro de comportamientos cíclicos de las variables reales. El modelo de la S.C.K. determina que las fluctuaciones de la actividad económica son viables a partir de las variaciones de los salarios reales. Ante un shock positivo de demanda agregada, la caída de las remuneraciones reales viabiliza la expansión de la actividad. Ante un shock adverso sobre la demanda agregada, el incremento de los salarios reales determina la merma en el nivel de empleo y producto. En cualquiera de las dos circunstancias, los trabajadores se ven perjudicados por la caída de sus remuneraciones reales o por el aumento de la tasa de desempleo.

¿Cómo pueden evitar los trabajadores “racionales” las pérdidas asociadas a los ciclos económicos? Mediante la adaptación de la estructura contractual. Con el objetivo de preservar sus remuneraciones reales y los niveles de empleo, los trabajadores pueden impulsar la reducción de los plazos de las relaciones contractuales, de modo de acelerar los ajustes de los salarios nominales ante las variaciones inesperadas en los niveles de precios. Incluso, en economías de elevada inflación, los contratos son “indexados”, de

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En otras palabras, los trabajadores “perciben” que sus salarios reales se reducen a partir del incremento “sorpresivo” de la tasa de inflación, aunque deben resignarse ante la vigencia de un vínculo contractual.

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Actualmente, existen diversos modelos que interpretan a la inflación como un resultado del “push de demanda”, que son clasificados bajo la etiqueta de “curva de Phillips Nuevo Keynesiana” (Mankiw et al, 2001). En estos modelos, los excesos de demanda agregada tienen efectos reales a partir de la presencia de precios sticky (ajuste time-contingent) o información sticky (á la modelo de Lucas). En el último caso, la dinámica macroeconómica es similar a la del modelo de Fischer (1977). De todos modos, estos modelos no implican salarios reales contracíclicos, ya que utilizan teorías Nuevo Keynesianas para el mercado de trabajo.

modo que los salarios nominales replican las variaciones de los precios domésticos y se preserva el poder adquisitivo de las remuneraciones.

De esta forma, la asimilación de las críticas de Lucas redujo notoriamente, al menos en términos teóricos, el campo de acción de los policy makers. De acuerdo a la Síntesis Neoclásico-Keynesiana post Friedman, el incremento sostenido de la oferta nominal de dinero logra reducir la tasa natural de desempleo en el corto plazo, efecto que es corregido en el largo plazo. Asimismo, la autoridad monetaria puede evitar la convergencia en el largo plazo de las variables reales a sus niveles naturales (vinculada a la existencia de trabajadores con expectativas “adaptativas”) mediante la aceleración sistemática de la tasa de crecimiento de la oferta nominal de dinero.

Por el contrario, los policy makers están fuertemente restringidos en modelos de agentes racionales. Por un lado, los trabajadores consiguen anticipar toda política basada en una regla de decisión de conocimiento público y en información de libre acceso. Por otra parte, los agentes racionales asimilan rápidamente los cambios

sorpresivos implementados por las autoridades económicas. En definitiva, en estos

modelos es imposible usufructuar sistemáticamente (a costa del salario real) una regla de decisión simple y difundida como la curva de Phillips, dado que no se lograría reducir la tasa de desempleo natural y sólo se registraría un continuo incremento de la tasa de inflación.

Por último, ¡una Buena Noticia! La incorporación de las expectativas racionales al modelo de la S.N.K. reduce notablemente el costo de “desinflar” la economía. Una alternativa reside en anunciar el cambio en los objetivos de la autoridad monetaria, indicando que se asignará la prioridad a la erradicación de la inflación. Si este aviso es creíble, bastaría por sí solo para reducir la tasa de inflación esperada por los trabajadores. En cambio, si los agentes desconfían del anuncio, se experimentaría un breve período recesivo (dado que la inflación salarial superaría inicialmente a la inflación de precios). De esa forma, el aumento transitorio de la tasa de desempleo convencería a los trabajadores del cambio en el objetivo del Banco Central.

“..recessions must be quite popular. Sure, a few people get laid off. But most people get to enjoy the higher real wages that result when prices fall and their nominal wages do not...If high real wages accompanied low employment, as the General Theory and my professors had taught me, then most households should welcome economic downturns”, en Mankiw (1991).

V- Hacia la construcción de un nuevo paradigma

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