FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL
TESIS DOCTORAL:
¿DE LA MUERTE (DE)NEGADA A LA MUERTE
REIVINDICADA? ANÁLISIS DE LA MUERTE EN LA
SOCIEDAD ESPAÑOLA ACTUAL: MUERTE SUFRIDA,
MUERTE VIVIDA Y DISCURSOS SOBRE LA MUERTE
Presentada por Ricardo Jiménez Aboitiz
para optar al grado de
Doctor por la Universidad de Valladolid
Dirigida por:
“Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver… Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos…”
ÍNDICE:
Pág.
INTRODUCCIÓN 1
CAPÍTULO 1.- DELIMITACIÓN PREVIA A UNA CARACTERIZACIÓN
DE LA SOCIOLOGÍA DE LA MUERTE Y EL MORIR 17
1.1. <<¿Qué es estar muerto?>>: La muerte, un concepto sin contenido. 19 1.2. <<¿Qué es estar muriendo?>>. Una presencia evidente e inevitable: la
Muerte. 23
1.3.Construcción social de la muerte versus construcción tanática de la
sociedad. 30
1.4. Muerte animal, muerte humana: 40
1.4.1. ¿Por qué sólo “mueren” los seres humanos? 41
1.4.2. Muerte sin sentido: Aproximación a la biología de la muerte 50
1.4.3. ¿Por qué se produce la muerte?: 58
1.4.3.1. Muerte del organismo y muerte celular. 59
1.4.3.2. Reproducción sexual y muerte. 62
1.4.3.3. Envejecimiento y muerte. 66
1.4.3.4. El envejecimiento y la muerte en la evolución de las
especies por selección natural. 70
CAPÍTULO 2.- <<SISTEMA DE MUERTE>>: EL CONTEXTO SOCIAL DEL
MORIR 77
2.1. Concepto de <<Sistema de Muerte>>. 80
2.2. Cambio social y mutaciones en la experiencia de la muerte y el morir: 92
2.2.1. Modernización demográfica 93
2.2.2. Pacificación interna de esas sociedades: nacimiento del Estado
moderno. 97
2.2.3. Burocratización. 98
2.2.4. Desarrollo del conocimiento científico-técnico. 100
2.2.5. Medicalización de la vida social. 101
2.2.6. Cambios en las preferencias valorativas. 104
2.2.7. Secularización. 107
2.2.8. Nuevos perfiles en el proceso de individualización. 114
2.3.Definición social de la muerte y el morir: 117
2.3.1. Dificultad de definir la muerte: Dificultades en la identificación
social de la muerte humana. 121
2.3.2. La muerte, ¿suceso o proceso?: morir- muerte-cadáver. 133 2.3.3. Tipología de definiciones médicas de muerte. Consecuencias. 137
2.3.4. Concepto de muerte en España. 157
CAPÍTULO 3: DELIMITACIÓN Y CARACTERIZACIÓN DEL(OS)
DISCURSO(S) SOBRE LA MUERTE 167
3.1. Patrones generales sobre el morir y la muerte: 171
3.1.1. La Muerte Domada. 172
3.1.2. La Muerte Propia. 175
3.1.3. La Muerte Lejana y Próxima 179
3.1.4. La Muerte del Otro. 181
3.1.5. La Muerte Invertida 185
3.2. Modelos de muerte en la sociedad occidental contemporánea: 194
3.2.1. Muerte Tradicional. 195
3.2.3. Muerte Neo-moderna. 206 3.3. Discursos sobre la muerte en las sociedades contemporáneas. ¿Es la
muerte un tabú?: 217
3.3.1. Discursos sobre la muerte en las sociedades modernas. 218 3.3.2. Discursos sobre la muerte en las sociedades contemporáneas. 233 3.3.3. ¿Es la muerte un tabú en las sociedades contemporáneas?. 154
CAPÍTULO 4.- CONTABILIDAD DE LA MUERTE: “LA MUERTE
SUFRIDA” 265
4.1. Intensidad y calendario en la muerte: 271
4.1.1. Transición Demográfica (Transición de la Mortalidad). 272
4.1.1.1. Transición de la Mortalidad 278
4.1.2. Transición Epidemiológica 287
4.1.3. Transición Sanitaria 296
4.2. La Muerte Sufrida en España. 310
4.2.1. Evolución histórica de la mortalidad en España. 312
4.2.2. Mortalidad diferencial: 320
4.2.2.1. Mortalidad por causa de muerte en España. 321 4.2.2.2. Relación entre Mortalidad y Morbilidad. 328 4.2.2.3. Estructura etareade la mortalidad. 334
4.2.2.4. Mortalidad, sexo, género. 346
4.3. Evolución futura de la mortalidad: 377
4.3.1. La transición sanitaria en el futuro: ¿contra-transiciones?. 378
4.3.2. La longevidad humana en el futuro. 390
4.3.3. Añadir años a la vida versus añadir vida a los años. 415 CAPÍTULO 5.- LA “MUERTE VIVIDA” CUANDO ESTÁ LEJANA:
CREENCIAS, ACTITUDES, VALORES Y COMPORTAMIENTOS ANTE LA MUERTE Y EL MORIR
437
5.1. metodología, técnicas, instrumentos y datos para el análisis de la
muerte vivida 440
5.2. Dimensiones axiológicas generales. 457
5.2.1. Transmisión de valores. 458
5.2.2. Creencias religiosas. 463
5.3. Muerte y vida cotidiana: 473
5.3.1. Pensar en la muerte. 474
5.3.2. Hablar de la muerte. 482
5.3.3. Experiencia con la muerte. 487
5.3.4. Saber de la muerte. 489
5.4. Planes de vida en relación a la muerte. 494
5.5. Rituales funerarios. 504
5.6. Interacción con el ámbito hospitalario: 517
5.6.1. Medicalización de la vida y de la muerte: 519
5.6.1.1. Confianza en la ciencia: eliminación de la muerte;
inmortalidad. 520
5.6.1.2. Adscripción a los valores dominantes: “ageismo”. 523
5.6.1.3. Medicalización de la muerte. 528
5.6.1.4. Los hospitales como nidos de muerte. 532 5.6.2. Preferencias ante la propia muerte: <<canon>> de muerte. 540
5.7. Imágenes de la muerte. 545
5.8. Multidimensionalidad del miedo a la muerte. 554
5.9. La muerte como dimisión de la vida: 570
5.9.1. La muerte como deserción: Suicidio. 571
CONCLUSIONES 613
ÍNDICE DE CUADROS:
Pág. 2.1.: Evolución de los valores materialistas/postmaterialistas entre 1990-2000.
España 106
2.2.: Creencias, opiniones, actitudes y comportamientos de la sociedad española.
2000. 114
2.3.: Indicadores para evaluar la calidad del proceso de donación. Autoevaluación.
1998-2009 164
2.4.: Causas de pérdidas durante el proceso de donación. Porcentaje sobre el total de
Muertes Encefálicas (ME). 1998-2009.(Pérdidas desagregadas por motivos en 2009) 165 4.1.: Cambios históricos en el calendario demográfico del ciudadano europeo 283
4.2.: Evolución de los indicadores de mortalidad en Suecia y España 287
4.3.: Evolución de la esperanza de vida de la población española a lo largo del siglo
XX. (años) 315
4.4.: Evolución de la mortalidad proporcional por grandes grupos de causas de
muerte (‰). España 323
4.5.: Principales causas de muerte en España. Tasa de mortalidad ajustada por edad
por 100.000 hab. y porcentaje de cambio. España. 1981, 2000 y 2008. 326
4.6.: Evolución de la edad media de fallecimiento en los principales capítulos de
causas de muerte (años). España 328
4.7.: Evolución de la morbilidad hospitalaria por diagnóstico, 1980-2008 331 4.8.: Evolución de la mortalidad y de la mortalidad hospitalaria total. España. 1980,
1989, 2000 y 2008 334
4.9.: Esperanza de vida (años). España 339
4.10.: Años de e(x) ganados a cada edad y su distribución por sub-periodos. Total.
España, 1970-1998 340
4.11. Años de vida ganados en la e(0) por grupos de edad. Total. España, 1970-1998 342
4.12. Supervivientes en los distintos aniversarios. España 344
4.13.: Diferencias en la esperanza de vida al nacer entre mujeres y hombres (años).
2005-2010 351
4.14.: Evolución de la razón de sobremortalidad masculina (rx). España 361
4. 15: Contribuciones por edad a la desigualdad en la e(0) entre mujeres y hombres.
Años de vida y porcentaje 363
4.16.: Tasas específicas de mortalidad. Tasas estandarizadas de mortalidad. Razón de tasas. Diferencia de tasas. Para capítulos de causas de muerte (por 100.000 hab.). Por sexo. España. 2008.
366
4.17.: Indicadores de mortalidad en España. 1975, 1980, 1991, 2000 y 2009. 411 4.18.: Evolución de la población centenaria y de su distribución por sexo. España,
1991-2049 414
4.19.: Esperanza de vida (e(x)), esperanza de vida en buena salud percibida (EVBS),
porcentaje de EVBS/e(x) y diferencias por sexo. España. 1987, 1997 y 2007. 424 4.20.: Esperanza de vida (e(x)), esperanza de vida libre de discapacidad (EVLD),
porcentaje de EVLD/e(x) y diferencias por sexo. España. 1986, 1999 y 2007. 429 4.21.: Esperanza de vida (e(x)), esperanza de vida libre discapacidad (EVLD), esperanza de vida libre discapacidad severa (EVLD1), diferencia EVLD1 y EVLD, esperanza con incapacidad (EI) y esperanza con incapacidad severa (EIS) por sexo. España, 1999 y 2008
433
5.1.: Distribución por sexo y edad de la muestra. (%) 454
5.2.: Distribución por edad/nivel de estudios y sexo/nivel de estudios de la muestra.
(%) 456
5.3.: Distribución por edad/religiosidad y sexo/religiosidad de la muestra. (%) 457
5.4.: Preferencias valorativas (%) 460
5.5.: Preferencias valorativas por edad y nivel de estudios (%) 462
5.7.: Tipología de creyentes (%) 473
5.8.: Frecuencia con que se piensa en la muerte (%) 476
5.9.: Grado de preocupación actual por las siguientes situaciones... (%) 479
5.10.: Principales preocupaciones 481
5.11.: ¿Cuándo se imagina usted que la gente piensa más sobre la muerte? (%) 482
5.12.: Frecuencia con que se habla de la muerte (%) 485
5.13.: ¿Cree usted que la gente debería hablar de la muerte? (%) 486
5.14.: ¿Ha visto usted algún cadáver humano? ¿Ha rechazado usted la posibilidad de
ver el cadáver de algún ser querido?, ¿por qué? (%) 488
5.15.: Grado de acuerdo/desacuerdo con la idea: “Tener la seguridad de que moriré no afecta a mi conducta en la vida”. ¿Desearía conocer la fecha en que va a morir? (%)
490
5.16.: ¿Qué haría si supiera que le quedan seis meses de vida? (%) 492
5.17.: Elección entre calidad de vida y cantidad de vida (%) 494
5.18.: ¿Cree usted que toda persona debería hacer como previsión a la muerte testamento, seguro de vida, disponer sobre el propio funeral, donar órganos, testamento vital? (%)
496
5.19.: ¿Tiene usted hecho testamento, seguro de vida? (%) 500
5.20.: Preferencia por la inhumación o incineración (%) 501
5.21.: Utilizaría criogenización y “cementerios virtuales”. (%) 503
5.22.: Opiniones y comportamientos respecto a rituales funerarios (%) 512
5.23.: Utilizaría “paquetes funerarios” (%) 516
5.24.: Grado de acuerdo o desacuerdo respecto a si el ser humano será capaz de eliminar completamente la muerte a través de los avances científicos. ¿Cree usted en la inmortalidad del alma? (%)
522
5.25.: Grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes ideas: Selección de enfermos para tratamientos; No dedicación de recursos a quienes realizan actividades de riesgo (%).
527
5.26.: Grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes ideas: No dedicar recursos
de investigación a mayores; Las personas enfermas deben desaparecer (%). 528 5.27.: ¿Cree usted que la muerte ha perdido su carácter natural y es tratada
médicamente como si fuese una enfermedad?. ¿Desea usted la medicalización de la muerte? (%)
531
5.28.: En lo relativo a las muertes que se producen en los hospitales, grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes ideas: Los hospitales dan seguridad; Los hospitales provocan la alienación de los moribundos (%)
534
5.29.: En lo relativo a las muertes que se producen en los hospitales, grado de acuerdo o desacuerdo con las siguientes ideas: Los hospitales deshumanizan; Los hospitales ocultan la muerte (%)
536
5.30.: En caso de poder elegir ¿dónde le gustaría morir? ¿Con qué grado de
conciencia preferiría morir? ¿Y de dolor? ¿Durante cuánto tiempo? (%) 544 5.31.: Proporción de personas que están de acuerdo con las siguientes afirmaciones:
Morir es sufrir; La muerte es como un largo sueño; La muerte siempre viene pronto (%)
547
5.32.: Proporción de personas que están de acuerdo con las siguientes afirmaciones: el sentido de la vida es obtener lo mejor de ella; La muerte es el descanso natural; Hay situaciones peores que la muerte (%)
548
5.33.: Proporción de personas que están de acuerdo con las siguientes afirmaciones: los niños deben de ser protegidos de ver la muerte; La muerte de los ancianos es menos trágica que la de los jóvenes; La muerte de una persona es una pérdida para… (%)
553
5.34.: Grado de acuerdo/desacuerdo con la idea: “Me siento preparado para afrontar
mi muerte” (%) 556
5.35.: Principales preocupaciones 563
5.37.: Anovas para edad 566
5.38.: Anovas para religiosidad 567
5.39.: Anovas para “Tener la seguridad de que moriré no afecta a mi conducta en la
vida” 568
5.40.: Anovas para “Me siento preparado/a para afrontar mi muerte” 569
5.41.: Derecho a quitarse la vida (%) 577
5.42.: Cree que hay más suicidios… (% 580
5.43.: Sinceridad en la transmisión de malas noticias por el personal médico en una
enfermedad grave (%) 594
5.44.: Quién debe tomar las decisiones sobre los cuidados médicos en el final de la
vida de una persona enferma (%) 596
5.45.: Conformidad o no con que… (%) 599
5.46.: Conformidad con que los médicos administren algún producto para poner fin
a la vida de un enfermo incurable… (%) 601
5.47.: Conformidad o no con que se castigue a los médicos que administren algún
producto para poner fin a la vida de un enfermo incurable, si éste se lo pide (%) 603 5.48.: Si un familiar con una enfermedad incurable le manifestase su deseo de
morir… (%) 605
ÍNDICE DE GRÁFICOS:
Pág.
1.1.: Dialéctica inadaptación/adaptación a la muerte 39
2.1.: Estructura del proceso de donación en muerte encefálica. UC (Unidad de
Críticos) 161
4.1.: Distribución porcentual de muertes por causa en modelos de población
seleccionados 292
4.2.: Evolución de las T.B.M. en España (‰) 314
4.3.: Esperanza de vida al nacer. España 315
4.4.: Probabilidad de muerte (nqx). España 337
4.5.: Mortalidad proporcional por grupos de edad (%). 1930 y 2000. España 345
4.6.: Supervivientes por sexo. España 2000 y 2009 364
4.7.: Sobremortalidad masculina por causas concretas. España. 2008 368
4.8.: Sobremortalidad masculina por edad y causas de muerte seleccionadas.
España. 2008 370
4.9.: Supervivientes en los distintos aniversarios. España. 1800-2009 399 4.10.: Distribuciones de las defunciones producidas entre cada dos edades exactas.
España. 1985-86, 1990-91, 2000-01 y 2008-09 410
4.11. EVBS y expectativa de mala salud al nacimiento por sexo. España, 1987, 1997
y 2007 426
4.12.: EVBS y expectativa de mala salud a los 65 años por sexo. España, 1987,
1997 y 2007 426
4.13.: EVLD y expectativa de incapacidad al nacimiento por sexo. España, 1986,
1999 y 2007 430
4.14.: EVLD y expectativa de incapacidad a los 65 años por sexo. España, 1986,
ÍNDICE DE TABLAS:
Pág.
2.1. Definiciones médicas alternativas de muerte 143
3.1. Modelos de muerte de Phillippe Ariès 192
3.2. modelos de muerte de Tony Walter 216
5.1. Áreas temáticas objeto de la investigación 451
5.2. Conceptos relacionados con la eutanasia 582
5.3. Posiciones ideológicas básicas respecto a la legalización de la eutanasia activa 610
ÍNDICE DE ESQUEMAS:
4.1.: Determinantes de la salud (modelo de Frenk) 304
INTRODUCCIÓN
“Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado. Mudos, descenderemos al abismo”
C. Pavese
En su reflexión sobre el papel del <<científico>>, recogida en La ciencia como vocación, M. Weber (1998) afirma que la ciencia se ha insertado como fuerza propulsora del proceso, “prolongado
durante milenios en la cultura occidental”, por el que se ha excluido lo mágico del mundo
(desmagificación). Con ella ya no sería necesario recurrir a medios mágicos para controlar a los espíritus, como creían los pueblos primitivos, porque la ciencia niega la existencia de tales espíritus
con poderes ocultos e imprevisibles y, sobre todo, porque se asienta en la creencia de que en el
momento que se desee saber “todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión” Weber (1998:201-203). De esta forma, aunque la población general de las sociedades occidentales no sepa
explicar fenómenos antaño calificados de mágicos o de milagrosos, sí que sabe, o tiene la posibilidad
de saber, que los mismos tienen una explicación racional. Como “hombre de ciencia” que era, Weber
se manifiesta claramente partidario de demostrar que la misma tiene un sentido y que merece la pena
dedicarse a ella; sin embargo, en su reivindicación de la ciencia se observa cierta decepción por las
contrapartidas que conlleva; de un lado, porque su desarrollo implica el desencantamiento del mundo1; de otro, porque por su esencia ese proceso de “intelectualización y racionalización crecientes” es
ilimitado e inacabable2.
En efecto, al analizar el problema del sentido de la ciencia, más allá de lo puramente práctico y técnico, Weber se apoya en la obra de Tolstói, con quien comparte esa decepción, y expone como
ejemplo la preocupación de éste centrada en los cambios históricos acaecidos en la percepción de la
muerte y en el sentido de la misma. La producción de conocimientos mediante la ciencia habría
trasformado sustancialmente el planteamiento vital de los individuos, o al menos el de los individuos
cultos. Así, mientras que el campesino de las sociedades tradicionales, insertado en el círculo orgánico
de la vida, “moría <<viejo y saciado de vivir>>”, porque entendía que así era la lógica natural de su
vida y “porque no quedaba ante él ningún enigma que quisiera descifrar y podía así sentirse
<<satisfecho>>,… el hombre civilizado, inmerso en un mundo que constantemente se enriquece con
1
“El destino de nuestro tiempo, racionalizado e intelectualizado y, sobre todo, desmitificador del mundo, es el de que precisamente los valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública y se han retirado, o bien al reino ultraterreno de la vida mística, o bien a la fraternidad de las relaciones inmediatas de los individuos entre sí” (Weber, 1998:231).
2
nuevos saberes, ideas y problemas, puede sentirse <<cansado de vivir>> pero no <<saciado>>”. Como la muerte le impediría colmar una vida individual instalada en el <<progreso>>, continuo y siempre provisional, y en las ansias infinitas de conocimiento, al “hombre civilizado” le resulta un hecho
absurdo. De ahí que, según Weber, Tolstói concluyera que “como la muerte carece de sentido, no lo
tiene tampoco la cultura en cuanto tal, que es justamente la que con su insensata <<progresividad>>
priva de sentido a la muerte” (Weber, 1998:202). Si bien Weber no apoya abiertamente esa
conclusión, su defensa de la ciencia en este punto tiene, siguiendo a Aron (1998:20), un “tono
patético” por cuanto en la misma se percibe “el eco amortiguado de una nostalgia” por la fe perdida y,
conexo a ella, la desilusión por que la ciencia, cuyo sentido es precisamente mostrar que el mundo
carece de sentido en sí mismo y no obedece a ningún plan divino3, no aporta una cosmovisión del universo y del ser humano como por ejemplo hace la religión: “no tiene respuesta para la únicas
cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir” (Weber,
1998:208-209).
Ciertamente, el avance del conocimiento científico ha modificado un escenario social en el
que la religión ofrecía una cosmovisión universal y del individuo absoluta, unitaria e integradora de
aspectos no racionales, lo que aportaba a los individuos respuestas cerradas a esas cuestiones
existenciales “que nos importan”. Motivo principal por el que, en las sociedades tradicionales, la
religión jugaba (juega) un papel esencial en la ubicación de los mismos en el mundo, en su actitud ante
la vida, y en su enfrentamiento a la muerte. Sin embargo, no han sido sólo las innovaciones
científico-técnicas las que han causado el proceso de secularización que ha derivado en una disminución de la
relevancia social de la religión en esas sociedades. En efecto, la secularización es un proceso que
Berger (1999) vincula al inicio de la individualización con el protestantismo en el siglo XVI, que se
potenció a partir de la Ilustración, y que ha estado fuertemente correlacionado con el proceso global de
modernización que han vivido las sociedades occidentales en los dos últimos siglos. En el mismo,
además de los avances científicos, que con su dinámica regida por “propias normas de autocrítica
rigurosa y escepticismo organizado” ha socavado efectivamente las bases dogmáticas de la religión,
hay que considerar además la incidencia de otros procesos simultáneos como han sido la
racionalización del mundo y de la vida, que con su “énfasis en la lógica puramente instrumental y pragmática, ha desafiado la orientación religiosa de la conducta y fomenta un ethos laico”, y el desarrollo del capitalismo industrial, que en la medida en que ha fomentado el individualismo
imperante ha socavado las formas comunitarias de convivencia (Requena, 2008:321-322).
En el caso de la muerte, la contradicción existencial que comporta para los individuos el que,
por un lado, sean conscientes de que les llegará y, por otro lado, sean incapaces de tener un
3
conocimiento cierto sobre lo que es la muerte y lo que les significará, constituye una poderosa y
constante amenaza para su seguridad ontológica4. Por ello, el carácter disruptor de la muerte y el temor irracional que inspira han sido históricamente mitigados por el papel mediador de la sociedad
entre los individuos y su muerte inevitable. Así, e independientemente de que la muerte en sí misma
tenga sentido o no, es la sociedad a través del <<sistema de muerte>> la que la da un sentido determinado, un envoltorio social en el que socializa a sus individuos. En el caso de las sociedades
tradicionales, la religión ha sido uno de los instrumentos sociales básicos para alcanzar ese objetivo
tranquilizador e integrador, una especie de paraguas protector que, sin embargo, se ha debilitado
notablemente en las sociedades modernas, aunque sigue `protegiendo´ a una parte de la población de
éstas. Es obvio que la nueva forma de conocer el mundo a través de la ciencia no puede entrar en el
territorio de lo no racional, por lo que en estas sociedades los individuos se enfrentan a la muerte con
un paraguas científico que no les cubre desde todos los lados. Además, la disolución señalada de los
lazos comunitarios conlleva la consiguiente percepción de que cada uno tiene que adquirir, tener y
utilizar su propio paraguas, es decir, de soledad frente a ella. Si para Berger (1999) “toda sociedad es,
en última instancia, hombres reunidos frente a la muerte”, para Mellor y Shilling (1993:42) “la
sociedad moderna es, en último caso, gente sola frente a la muerte”. De esta forma, la mayor vulnerabilidad existencial de la población frente a la muerte en las sociedades avanzadas determina
que, a diferencia de la actitud de “aceptación de acercamiento” a la misma dominante en las sociedades tradicionales, en ellas coexistan diversas actitudes ante la muerte entre sus individuos.
En efecto, en el significado de la muerte, tanto para los grupos sociales como para los
individuos que los integran, sólo existe un dato común a todos: que sucede. Por lo demás, la
valoración de la muerte para un individuo está mediatizada socialmente y no es la misma a lo largo de
su vida, ni tampoco es la misma para todos los individuos en un momento determinado. Así, se la
puede conceptualizar como “un suceso biológico, un rito de paso, algo inevitable, un suceso natural,
un castigo, extinción, el cumplimiento de la ley de Dios, absurda, separación, reunión, un tiempo de
juicio. Es una causa razonable para la cólera, depresión, negación, represión, frustración, culpa, alivio,
absolución, incremento de la religiosidad, y disminución de la religiosidad” (Kalish, 1985:149). Esta
diversidad en la conceptualización de la muerte y el carácter dinámico de la misma, determina
inevitablemente que desde una perspectiva sociológica el análisis de la muerte en las sociedades
desarrolladas no sea un reflejo estático de categorías sociales cerradas y unitarias. Al contrario, la
sucesión de cambios estructurales observados en estas sociedades desde el siglo XIX ha determinado
que la construcción social de la muerte en ellas sea desde luego mucho más compleja que cuando en el
pasado se cimentaba exclusivamente bajo criterios religiosos.
4
Los estudios empíricos encaminados a conocer las relaciones entre los individuos y la muerte
emplean una gran variedad de técnicas de investigación que van desde los tests proyectivos y medidas
de reacciones fisiológicas hasta las encuestas, entrevistas semi-estructuradas o grupos de discusión;
desde las técnicas dirigidas tanto a la población en general como a grupos específicos, especialmente
niños, ancianos y moribundos, hasta las aplicadas a diferentes colectivos profesionales que trabajan
diariamente en ámbitos de muerte (hospitales, geriátricos, tanatorios, etc). El origen de estos estudios
se remonta a finales de la década de 1950, principios de la de 1960, y su florecimiento no es ajeno a
las transformaciones estructurales señaladas y que, fundamentalmente durante el siglo XX, han
alterado las experiencias y expectativas de los individuos ante la muerte. Fruto de esas
transformaciones en el enfrentamiento de la muerte y en el proceso de morir,se asiste desde finales de
la década de 1950 a un `redescubrimiento´ de la muerte. En esa época comenzaron a emerger, a ambos
lados del Atlántico, diversas preocupaciones sobre las condiciones de muerte de los moribundos y las
posibilidades de mejorarlas. Así, mientras que en Gran Bretaña la atención se centraba en el
“abandono” médico de los moribundos, una vez que se había “fracasado” y ya “no se podía hacer
nada”, en Estados Unidos se reaccionaba contra los tratamientos inútiles cuando la muerte era
inevitable, tratamientos que además provocaban todo tipo de dolores y sufrimientos (Clark, 2002:905).
Según Clark (2002, 1999), cuatro novedades particulares son paradigmáticas de la nueva forma de
enfrentar la muerte que estaba emergiendo en la segunda mitad del siglo XX:
1) Un incremento cuantitativo en la bibliografía sobre cuidados a enfermos terminales,
acompañado de un cambio cualitativo de la misma al pasar de recoger la mera anécdota
idiosincrásica a ser reflejo de una observación sistemática y analítica.
2) El nacimiento de una visión del morir en la que comienzan a promoverse conceptos como
dignidad y sentido, a la par que se reconoce abiertamente las condiciones de los enfermos
terminales.
3) Un enfrentamiento más activo que pasivo de los cuidados a moribundos sustituyendo la
resignación fatalista (“no hay más que podamos hacer”) por una actitud dirigida a la búsqueda
de caminos alternativos e imaginativos que permitieran desarrollar nuevos cuidados aplicables
hasta el final de la vida.
Dos ejemplos relevantes de la creciente bibliografía de esa época en la que se critica la forma
en que las sociedades occidentales se enfrentaban a la muerte son, por un lado, las denuncias de Ivan
Illich sobre la medicalización de la muerte y, por otro lado, un informe coordinado por Claude Veil en
Francia. En su ya clásico Némesis médica. La expropiación de la salud, I. Illich (1975) criticó el
proceso de morir en las sociedades modernas y afirmó que la medicina moderna había llevado a su fin
a la muerte natural. En esencia los aspectos principales de su crítica se sintetizan en cuatro puntos: a)
en las sociedades modernas se ha producido una pérdida de la capacidad de aceptar la muerte y el
sufrimiento como aspectos significativos de la vida; b) en esas sociedades se está en un estado de
“guerra total” contra la muerte en todas las etapas del ciclo vital; c) al debilitamiento de los cuidados
personales y familiares se ha añadido una devaluación de los rituales tradicionales alrededor de la
muerte y el morir, y; d) se ha creado una forma de control social en la que se rechaza al moribundo
como gafe o las personas en duelo son etiquetadas como una forma de desviación.
Con un tono menos radical pero igualmente consistente, un grupo multidisciplinar de trabajo
dirigido por el doctor Claude Veil realizó en 1973 un informe a petición del Ministerio de la Salud
Pública de Francia cuyo objetivo básico era obtener una visión lo más comprehensiva posible del
fenómeno de la muerte en las sociedades desarrolladas. Subyaciendo a este objetivo general, y de
forma más específica, el informe perseguía realizar un diagnóstico de las condiciones del morir,
especialmente del morir en los hospitales, y proponer recomendaciones para mejorar esas condiciones.
El propio encargo del informe indicaba una sensibilización de las autoridades sanitarias hacia una
realidad social, la muerte, a la que las instituciones y la opinión pública se enfrentaban con
imprecisión, ambivalencia, e incluso incoherencia y que, como se afirmaba en el informe, su
conocimiento era de capital importancia para “la política sanitaria de un país o, lo que es lo mismo,
para la salud de su sociedad” (Veil et al, 1974:65).
El diagnóstico de ese informe resalta, entre otras cosas, la tendencia de la sociedad occidental
a desnaturalizar la muerte (”El desarrollo agobiador de la civilización del <<producir por producir>>
trata de empobrecer la muerte y de esconderla, como un desecho industrial”), a no considerarla nunca
como real (Veil et al, 1974:65). Fruto de esta dinámica de ocultación el miedo universal a la muerte se
había convertido en terror en “la civilización actual”. En el contexto de este proceso se resaltaba el
papel esencial desarrollado por el complejo médico-hospitalario, con su aplicación incontestable de
tecnología, que provocaba el aislamiento y la alienación de las personas enfermas e impedía “al
moribundo preparar y organizar su muerte”, privándole de sus derechos (Veil et al., 1974:79). El
informe resaltaba asimismo la paradoja que supone, en ese contexto, el tratamiento de la muerte por
parte de los medios de comunicación que “no lo hacen de cualquier manera, sino que presentan una
muerte aséptica, limpia, incolora, silenciosa. Imágenes que no corresponden a la muerte ordinaria, a la
observa claramente en la transformación profunda del tipo de muerte ideal: “Hace algunos años se
deseaba una muerte que dejara al moribundo un plazo, un momento de lucidez para prepararse,
arrepentirse, poner en orden diversos asuntos... (hoy) ya no se estima buena muerte la muerte
consciente, orientada hacia la preparación para la otra vida. Hoy sólo nos fijamos en el acto mismo de
morir, en lo inmediato” (Veil et al., 1974:80).
Las conclusiones más importantes de este informe fueron, por un lado, el reconocimiento de
que “todo hombre tiene derecho a vivir su propia muerte” y, por otro lado, y a la vez que
recomendación básica, la necesidad de realizar un esfuerzo general para evitar ocultar la muerte y
devolverla su lugar en la vida, puesto que la “aceptación de la muerte y su reinserción natural en la
vida social facilitarían la formación de todos los que deben afrontarla” (Veil et al., 1974:66).
Por otra parte, no es casualidad que la mayoría de los estudios de las relaciones entre los
individuos y la muerte se realizaran inicialmente en Estados Unidos. El redescubrimiento de la muerte
en ese país viene explicado, por un lado, por el cambio de valores de la cultura estadounidense
orientada hacia valores “expresos” tales como “la juventud, como símbolo de la vida; la familia
nuclear, como símbolo de la libertad romántica, y la prestación de servicios de asistencia, como
símbolo de la liberación de tareas desagradables”, con los que se elude o niega la muerte (Folta y
Deck, 1974:54). Por otro lado, asimismo se explica por la convergencia de una serie de circunstancias
histórico-sociales concretas en diversos niveles de la experiencia (Fulton, 1974:28-35). Según este
autor, esas circunstancias serían, en un nivel <<macro>>, la sustancial disminución del papel que antaño desempeñaban los ancianos. En un nivel <<medio>>, el gran desarrollo de los aspectos científico-técnicos, especialmente en el ámbito médico y su capacidad para alargar la vida, que estaban
cambiando no sólo la edad a la que una persona podía sospechar que iba a morir, sino también el lugar
donde probablemente se iba a producir esa muerte; además de la creciente secularización de la
población estadounidense, que estaba privando a los ancianos de las redes sociales de apoyo
tradicionales. Y, en un nivel <<micro>>, la gran movilidad social y espacial de su población, que afectó a las relaciones familiares con el progresivo aislamiento físico, psíquico, económico y social de un
creciente número de ancianos que, asimismo, provocó la ruptura de antiguos lazos sociales y la
resistencia a crear otros nuevos.
Estas circunstancias motivaban que la actitud social e individual ante la muerte de los
estadounidenses difiriera sustancialmente de la europea y presentara una tendencia mayor a negar la
realidad de la misma y a que la persona moribunda muriera en mayor soledad. A comienzos de la
década de 1970, E. Kubler-Ross (1974:22), conocedora de las sociedades europea y norteamericana, lo
expresó de esta forma: “Culturalmente hay diferencias enormes en el modo de morir. En los Estados
que se preste a escucharles y a participar en sus últimas preocupaciones. El 80% de la población
norteamericana muere en una institución, donde la agonía se convierte en un proceso mecanizado,
despersonalizado y, a menudo, deshumanizado. No se permite a los niños que entren en las salas de los
hospitales, y por eso raramente asimilan la experiencia de que la muerte es parte intrínseca de la vida”.
Esa tendencia hacia una mayor hospitalización de los enfermos crónicos y de los moribundos
motivó que, lentamente y desde diversas perspectivas, se fueran tratando aspectos específicos del
complejo fenómeno de la muerte que, poco a poco, se convirtió en un “campo legítimo de investigación” (Folta, 1974:53). Desde entonces, tanto en los Estados Unidos como en la mayoría de los países desarrollados se han venido realizando un número creciente de estudios empíricos sobre
este tema desde diversas ciencias. No obstante, y como se ha subrayado en numerosas ocasiones, no
ha sido el caso de la Sociología que, más preocupada por los problemas de la vida (la desigualdad
social, el poder, las instituciones sociales, etc.), prácticamente ha obviado el análisis sociológico de la
muerte5. Carencia incomprensible ya que, de acuerdo con Berger (1999), la muerte es un rasgo esencial de la condición humana, por lo que eludir su análisis es ignorar uno de los pocos parámetros
universales sobre los que se construye la vida social e individual (Mellor y Shilling, 1993:411).
Circunstancia asimismo resaltada por A. de Miguel (1994:261) al afirmar que “no deja de ser chocante
que el suceso más cotidiano e ineluctable, como es el de la muerte, se deje ver tan poco como objeto
de estudio de los informes sociológicos”.
Por otra parte, resulta asimismo sorprendente ese menosprecio hacia la muerte, para escorarse
en exclusiva hacia el lado de la vida, cuando la Sociología tiene en sus efectos cierta equiparación con
aquélla, en el sentido de que ambas son torpedos en la línea de flotación del individualismo, y más
concretamente del narcisismo, imperante en las sociedades más avanzadas. En efecto, entre las
funciones prácticas de la Sociología remarcadas por Giddens (2002:32) está la del
“autoconocimiento”, es decir, la de lograr una mayor “comprensión de uno mismo”. En este terreno,
frente a las pretensiones de los individuos postmodernos cuando se perciben a sí mismos como seres
independientes, como “mónadas sin ventana alguna” (Elias, 1987), la Sociología atraviesa esas
presunciones mostrándoles que en realidad son seres estructuralmente sociales, mientras que la
muerte, por su parte, les muestra su finitud.
En el caso de España, tampoco existe un número elevado de trabajos sociológicos sobre la
muerte, y desde luego ninguno que analice empíricamente de forma integral las relaciones de los
españoles ante la muerte. A pesar de esa carencia, y como se recoge en los distintos capítulos de esta
5
Tesis en donde se los cita6 sí que se han realizado estudios sobre aspectos parciales o colaterales (eutanasia, suicidio, mortalidad, salud, personal sanitario, envejecimiento, rituales tanáticos, mass-media, cine, etc.), pero que, en conjunto, no permiten obtener una imagen global de esa relación.
Para ayudar a cubrir esa laguna, y sin entrar en el debate sobre la conveniencia de conformar
la sub-especialidad Sociología de la Muerte o de servir al desarrollo de la Sociología General situando
a la muerte en el centro de sus debates y estrategias7 (Mellor, 1993), el objetivo fundamental de esta Tesis es analizar la construcción social de la Muerte en la sociedad española actual. Para ello, se han
examinado desde las perspectivas sociológica, demográfica, antropológica, histórica, psicológica y
biológica, las dimensiones más significativas de la organización social y del enfrentamiento individual
de la muerte y el morir.
Dado que en las sociedades más desarrolladas coexisten en la actualidad distintos modelos de
enfrentamiento a la muerte, se puede observar en ellas diferentes actitudes en las materializaciones
concretas de ese enfrentamiento. Actitudes que están mediadas por las características estructurales y
culturales de esas sociedades y por la evolución de las mismas (globalización, secularización,
individualización, racionalidad, burocratización, etc.). Sobre esta base, la hipótesis central de esta investigación es que el modelo de muerte dominante en la sociedad española actual está caracterizado
por la (de)negación de la misma, Modelo Moderno en la terminología elaborada por Walter (1994), y no tanto por la aceptación de acercamiento, Modelo Tradicional, o por la reivindicación de la muerte,
Modelo neo-Moderno. Es decir, en un entorno en el que enfrentamiento a la muerte se ha ido vaciando de contenido social desplazándose desde el ámbito público al privado, los individuos más que
desarrollar actitudes ante la muerte que la dotan de sentido existencial, bien reduciendo su
trascendencia y transformándola en un simple pasaje hacia una sobrevida eterna siguiendo los dogmas
religiosos, bien reivindicándola como conclusión lógica de una biografía controlada (pilotada) por el
propio individuo que se constituye en la máxima autoridad de sus procesos de morir y de muerte, la
actitud dominante en las sociedades occidentales es la de la (de)negación de la muerte. Una negación
de la muerte que más que intelectual (los individuos saben que van a morir) es emocional (los
6
No obstante, por su influencia inicial en el desarrollo de esta Tesis es necesario resaltar en este punto los siguientes trabajos: PONCE DE LEÓN, O. (1997): El médico enfermo, Madrid, CIS; DE MIGUEL J. (1995):
“<<El último deseo>>
:
Para una sociología de la muerte en España”, en R.E.I.S., nº 71-72, y; ABADMÁRQUEZ, L. (1994): “La construcción social de la muerte. Muerte y estructura social”, en SISTEMA, nº 122.
7
individuos se aferran al deseo de no morir). Obviamente, dada la amplitud del tema ha sido preciso
acotar la aproximación al mismo, por lo que la estructura central de la investigación ha sido
conformada para contrastar las siguientes hipótesis básicas:
a) La muerte es un principio estructurador de la vida social. Es una especie de envoltorio que cubre, define y delimita la estructura social. Así, las relaciones de los individuos con la muerte ponen de
manifiesto aspectos básicos y esenciales de la vida social y, a su vez, las relaciones sociales de los
individuos están condicionadas por su relación con la muerte. Hipótesis que se coteja en el Capítulo 1.
b) No existen unos conceptos “muerte” y “morir” establecidos a priori y asentados en una única, hegemónica y abstracta cultura de la muerte, sino que cabe hablar de culturas –o, lógicas– de la muerte y el morir, socialmente construidas en relación a, o al margen de, los procesos de interacción
inherentes y conexos a las prácticas profesionales y organizativas del continuo
salud-enfermar-morir-muerte-cadáver-duelo. Hipótesis que se comprueba en el Capítulo 2.
c) El papel disruptor de la muerte en la vida social se ve potenciado actualmente por las características de la alta modernidad: individualismo, aislamiento, avances tecnocientíficos, reflexividad8, riesgo, inseguridad ontológica, etc. Como resultado, y a través de la multiplicación de estrategias de enfrentamiento a la muerte, se ha reforzado la exclusión social de la muerte a la par que ese enfrentamiento se localiza exclusivamente en el ámbito privado. Hipótesis que se constata en el Capítulo 3.
d) El nivel y las estructuras de la mortalidad constituyen elementos orgánicos esenciales en la conformación del enfrentamiento a la muerte. Así, la evolución descendente de la mortalidad ha determinado variaciones en la (pre)vivencia del fenómeno mortal modificándose con ello la conciencia
de <<seguridad>> de la muerte, que pasa de ser inminente a ser improbable. Hipótesis que se verifica en el Capítulo 4.
e) La muerte es abstracta mientras que el morir es concreto. La amenaza y la forma de morir condicionan la concepción de la muerte. Es decir, la concepción de la muerte no es la misma cuando el morirse o el morir de los otros está lejano que cuando está próximo en el tiempo. Asimismo varía
dependiendo de cuál sea la causa y cómo se desarrolle el proceso de muerte. Hipótesis que se contrasta
en el Capítulo 5.
8
f) Como consecuencia de todo lo anterior, el análisis de las relaciones individuo/sociedad/muerte tiene gran capacidad explicativa para las ciencias sociales en general, y para la Sociología en particular.
La estructura básica de la investigación realizada para contrastar estas hipótesis se asienta en
la traslación al ámbito sociológico del esquema propuesto, en Ideologías y Mentalidades, por el
historiador de las mentalidades Michel Vovelle (1985) para la realización de una historia “total
vertical” de la muerte. Enfoque que permite dilucidar el juego relativo que existe entre las condiciones
de existencia de los seres humanos y la manera en que reaccionan respecto de ellas (Vovelle,
1985:92). Para acometerla, Vovelle señala que hay que hacerlo desde una mirada vertical de la muerte
que vaya “<<desde el sótano hasta el granero>>”, esto es, se han de examinar los distintos niveles de la experiencia humana, “desde los condicionamientos sociodemográficos hasta las formas más
sofisticadas de la expresión artística, pasando por las actitudes y las reacciones de la mayoría”
(Vovelle, 1985:96-99). Así, sin suponer de entrada una vinculación de causalidad mecánica entre los
tres niveles, propone analizar lo que denomina:
Muerte sufrida: “El hecho bruto de la mortalidad. Se inscribe en las curvas demográficas”. Valorar su peso es apreciar los parámetros, los componentes sociales de la <<sangría>> humana, empezando por las desigualdades entre las diferentes subpoblaciones.
Muerte vivida”: “La red de gestos y ritos que acompañan el recorrido de la última enfermedad a la agonía, a la tumba y al más allá”. El envoltorio formal lo constituye el conjunto de “prácticas
funerarias, mágicas, religiosas, cívicas, que en todos los tiempos han tratado de domesticar la muerte”.
El núcleo esencial es el grado de sensibilidad ante la muerte, las actitudes, los valores y
comportamientos ante la muerte, el morir (de los demás) y el morirse (el morir propio).
Discurso(s) sobre la muerte: Imaginarios colectivos, conscientes o inconscientes, que envuelven la vida social relacionada con la muerte. Especie de residuo psicológico irreductiblemente estable, hecho
de ideas, conceptos y creencias, comunes a todos los individuos. Según Vovelle, ha evolucionado en el
tiempo desde un discurso mágico hasta otro religioso, para posteriormente emerger uno laico, en
diferentes formas (filosófica, científica, cívica), y caracterizarse, en la época contemporánea, por la
proliferación del discurso literario (bajo múltiples formas).
Siguiendo este planteamiento, el objetivo fundamental de la Tesis, el análisis de la
construcción social de la muerte, se ha abordado a partir de una concepción vertical de la misma que
superponen unos a otros, a la par que se complementan en su explicación. Estos objetivos específicos
son:
1º) Identificación de los componentes básicos de la construcción social de la Muerte en el contexto de las sociedades occidentales. A partir de las aportaciones desde diferentes disciplinas, se
analiza en el Capítulo 1 el papel jugado por esos componentes en el continuo individuo/sociedad/
muerte. Así, la emergencia de la conciencia de muerte en la especie humana, por ejemplo, constituye
uno de los pilares en los que se asentó el salto antropológico por el que se diferenció del resto de las
especies animales, constituyendo además un factor determinante en el propio proceso de construcción
de las sociedades y culturas humanas. En este capítulo se discute asimismo el hecho de que sean los
seres humanos los únicos entre todas las especies animales que saben que han de morir. Finalmente,
con el objetivo de matizar los mitos de la contingencia de la muerte, se examinan las aportaciones
realizadas desde “las ciencias de la vida” sobre porqué se produce la muerte animal y el carácter
inevitable de ésta.
2º) Caracterización del <<Sistema de Muerte>> como construcción social mediadora entre el individuo y su muerte inevitable, así como identificación y evaluación de la incidencia de sus
componentes principales en la construcción de las culturas de la muerte y el morir en la misma. Es
decir, determinación de las funcionalidades del sistema de muerte que permiten la no deserción de los
individuos ante el sinsentido de la muerte. Este análisis se expone en el Capítulo 2, en el que, por su
especial relevancia en la construcción del Sistema de Muerte en la sociedad a comienzos del siglo XXI, se resaltan las consecuencias de algunos de los cambios económicos, organizativos,
científicos-técnicos, y, más ampliamente, culturales (individualización, secularización, desacralización, etc.) que
han incidido especialmente en ese proceso de construcción. La complejidad del Sistema de Muerte
queda reflejada de forma paradigmática en la propia construcción de la definición social de la muerte y
el morir –pura pragmática médica–, aspecto básico que siendo aparentemente sencillo de dilucidar se
torna problemático en muchas ocasiones, lo que conlleva importantes consecuencias de todo tipo, tal y
como se expone en ese capítulo.
3º) Análisis de las características y de los dominios del(os) Discurso(s) sobre la Muerte, que a modo de imaginario(s) colectivo(s) está(n) presente(s) en la sociedad española actual. Es decir, se
examina si existen claves básicas y estables –juicios, conceptos, creencias–, comunes a todos los
individuos, en la mentalidad ante la muerte. Tomando como fondo la revisión histórica acometida por
P. Ariès (2000, 1983), el estudio se centra en la tipología de la muerte elaborada por T. Walter (1994)
que diferencia la sucesión de tres modelos de muerte en las sociedades desarrolladas en los dos
siendo imposible, sin embargo, identificar netamente en ninguna de ellas un único tipo de muerte.
Además de otras circunstancias, el mero hecho de que, en la actualidad, las poblaciones de esas
sociedades estén constituidas por más de cien cohortes de individuos determina que por el “efecto
generación” coexistan en su seno diferentes modelos de muerte. De esta forma, la cultura de la muerte
en las sociedades desarrolladas no es tanto el agregado de culturas estancas de la muerte cuanto una
cultura transversal de ellas. El análisis, recogido en el Capítulo 3, permite distinguir tres miradas
distintas sobre la muerte, con sus respectivos discursos dominantes, que a modo de superestructuras
determinan, condicionan o justifican las actitudes de los individuos ante ella. Asimismo, dada la
negación de la muerte en la sociedad española actual, en este capítulo se aborda el alcance de la misma
y la discusión sobre si esa negación llega a la categoría de tabú, y si éste lo es individual y/o social.
4º) Estudio estático y dinámico del aspecto más básico y visible de la muerte: cuánta gente
muere, a qué edades, por qué causas de muerte, qué diferencias existen entre los diversos grupos
sociales, etc. Esto es, a partir del análisis demográfico se determina la intensidad, el calendario y las
tendencias de la mortalidad española actual: la Muerte Sufrida. Este análisis se recoge en el Capítulo 4 y se realiza tomando como referencia base el marco teórico de la Transición Demográfica, lo que permite contextualizar toda una serie de aspectos relativos a la evolución histórica de la contabilidad
de la muerte en España. Asimismo, se utilizan otros modelos teóricos, Transición Epidemiológica y
Transición Sanitaria, para explicar la evolución descendente de la mortalidad hasta fechas muy recientes a partir de la evolución de la mortalidad por causas de muerte. Además, como la
construcción social de la muerte no sólo se asienta en la evolución de la Muerte Sufrida hasta hoy, sino que también influyen las percepciones sobre su evolución futura, se abordan asimismo distintas
hipótesis sobre la evolución futura de la mortalidad.
5º) Por último, se examinan las actitudes, valores y comportamientos de la sociedad española
ante la muerte con el objetivo de determinar su grado de sensibilidad ante ella: la Muerte Vivida. Para ello se valora el peso y la influencia que la muerte tiene en la vida cotidiana de los individuos tanto en
aquellas situaciones en las que está alejada como cuando está próxima. Esta distinción es fundamental
por que, aunque una gran mayoría de individuos puedan alinearse dentro de un mismo modelo de
muerte (el Tradicional, el Moderno o el Neo-Moderno), dentro de ese modelo pueden identificarse
distintas culturas o lógicas de muerte y morir. En efecto, en su texto clásico Passing on, sobre la
organización social del morir, Sudnow (1967) resalta que las categorías “vida”, “muerte”,
“enfermedad”, “morir”, etc., tal como se viven y se entienden en los hospitales están construidas por
las prácticas del personal, en sus interacciones diarias rutinarias y tienen una fundamentación
organizacional concreta: “sucesos organizativamente relevantes, concebido su manejo como
gobernado por las consideraciones del trabajo prácticamente organizado del personal y la organización
directo y diario con la muerte, que envuelve temporalmente a los moribundos y a sus allegados, pero
de la que no está claro que participe la inmensa mayoría de la población, que en su vida diaria no
tienen ese contacto directo con el proceso de morir o con experiencias de muerte9. Con esta premisa, se optado por enfocar el análisis de la Muerte Vivida cuando la muerte no está próxima físicamente –la muerte propia–, ni en el tiempo –la muerte ajena–, Capítulo 5. En esta circunstancia la construcción
social de la muerte está mediatizada por el distanciamiento físico, temporal y mental respecto a ella.
La cultura de la muerte así construida y reconstruida, en la que vive la mayoría de la población de las
sociedades desarrolladas, no se asienta en el enfrentamiento continuo de los problemas prácticos que
envuelven al morir y a la muerte, como hacen algunos de los profesionales que ejercen la
medicina/enfermería o los profesionales de la tanatopraxia. Tampoco en la interiorización de la
angustia del morir próximo (como hacen las personas moribundas y los familiares y amigos de éstas).
No obstante, aunque esa cultura, o esa lógica, tiene otros componentes, entre éstos el componente
vicario resulta esencial.
En efecto, se ha señalado arriba que no es lo mismo morir que morirse, y que tampoco es lo
mismo la experiencia del morirse de los demás y la del morir propio. De las relaciones con el morir de
los demás se aprende que se ha de morir en alguna y única ocasión; de ahí surge lo que Castillo del
Pino (1995) denomina “actitud ante la expectativa de nuestra muerte” ineludible y que es un constructo imaginario sobre lo que podrá ser morirnos (“suceso de representación”). Del morir propio
surge la “actitud ante la muerte” (“sujeto de presentación”). Las dos actitudes son diferentes; mientras que en el primer caso se considera la muerte como un acontecimiento que se experimentará en el
futuro, en el segundo caso, cuando la propia muerte está próxima “todo el tiempo que resta es
presente”. Por eso, desde la perspectiva de la vida cotidiana de la mayoría de la población cabe eludir
la expectativa de la muerte ya que, aunque pueda mediatizar, no limita la consecución del resto de
intereses vitales; sin embargo, la actitud ante la muerte es “apremiante e insoslayable”, todo lo demás
queda difuminado. De esta forma, es la expectativa ante la muerte, no lo que es, sino lo que se
imaginan que es o va ser la muerte, la que juega mayor importancia durante la vida de los individuos
(Castilla del Pino, 1995) –“lo que crea problemas al hombre no es la muerte, sino el saber de la
muerte” (Elías, 1987:11)– y la que en principio tiene mayor interés para la Sociología al ser la actitud
dominante en términos vitales, de tiempo, de espacio, etc., en el escenario social de las sociedades
avanzadas. No obstante, las actitudes ante la muerte, desarrolladas en un microcosmos espacialmente
reducido y segregado, temporalmente limitado, pero mucho más denso, complejo y asimétrico que el
de la vida cotidiana, están cobrando creciente importancia en la vida social al demandarse una
9
solución a la situación, cuando menos paradójica, que regula socialmente el proceso de morir en los
últimos momentos de la vida de una persona.
Desde el punto de vista metodológico, esta investigación se ha realizado utilizando cuatro de
los métodos característicos de las ciencias sociales señalados por Beltrán (1991): el histórico, el
comparativo, el cuantitativo y el cualitativo. Si bien en cada capítulo se explicitan en mayor medida
las metodologías y técnicas empleadas en cada caso, cabe resumir los instrumentos aplicados: en que
en el Capítulo 1 se ha utilizado metodología histórica y cualitativa, mientras que en el análisis
realizado en los Capítulos, 2, 3 y 4 los métodos histórico y comparativo han sido esenciales. En el
análisis de la Muerte Sufrida, Capítulo 4, se ha empleado además metodología cuantitativa, especialmente las técnicas más representativas del análisis demográfico clásico aplicadas a diversas
fuentes de datos secundarios, sobre todo a las provenientes del INE. Se han utilizado asimismo
técnicas cuantitativas en el Capítulo 5; concretamente, se ha realizado una encuesta con el objetivo de
caracterizar la Muerte Vivida sobre una muestra de personas que no trabajan/estudian en el sector sanitario y no han vivido un proceso de morir(se) o muerte de otros cercano en el tiempo, es decir, con
el objetivo de estimar las actitudes ante las expectativas de muerte10. Los detalles de esta encuesta se recogen en el Capítulo 5 y en el Anexo 111. Por su parte, en el Anexo 212 se recoge la información correspondiente a cuatro entrevistas semi-estructuradas y a un grupo de discusión, con personas de las
mismas características que las encuestadas, que se implementaron para obtener información cualitativa
complementaria a la cuantitativa proporcionada por la encuesta realizada.
10
La financiación de todo el proceso de encuestación, así como del de las entrevistas y del grupo de discusión, se realizó con fondos provenientes de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (DIGYCIT) para el proyecto (DIGES-PBS96-0362) dirigido por el profesor Dr. Eduardo Fernández Gijón.
11
El Anexo 1, incluido en el CD adjunto a este documento, contiene el cuestionario utilizado, la ficha técnica de la encuesta y la matriz de datos inicial.
12
CAPÍTULO 1.- DELIMITACIÓN PREVIA A UNA
CARACTERIZACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA DE LA
CAPÍTULO 1.- DELIMITACIÓN PREVIA A UNA CARACTERIZACIÓN DE LA
SOCIOLOGÍA DE LA MUERTE Y EL MORIR
“Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido” E. Canetti
La construcción social de la muerte ha derivado en las sociedades más avanzadas en una
paradójica inversión de significados. Mientras que la mayoría de las sociedades tradicionales se han
enfrentado a ella recreando culturalmente mediante mitos el inevitable proceso biológico de la
mortalidad humana, el proceso analítico de deconstrucción iniciado con la modernidad, con el objetivo
de resolver los grandes problemas que plantea la realidad parcelándolos y poder así enfrentarse más
eficientemente a pequeños problemas resolubles uno a uno, ha conllevado en su aplicación a la muerte
el camuflaje de la mortalidad humana (del proceso puramente biológico) para concentrarse en el
carácter puramente cultural de la misma (Bauman, 2007, 1992). Así, como señala este autor, esta
estrategia racionalizadora para hacer más llevadera esa “<<alteridad absoluta>> del no ser” que es la muerte, ha transformado a ésta al desplazar la mirada –y los temores–, desde el hecho biológico,
universal e irremediable que es la muerte en sí, a las causas específicas de fallecimiento, que
técnicamente pueden ser conocidas y controladas.
Con el objetivo general de contextualizar conceptualmente un análisis de la muerte en la
sociedad española actual, y con el objetivo concreto de matizar en sus justos términos esta variante del
<<mito de la contingencia de la muerte>>, en este capítulo se aborda inicialmente el análisis de la muerte como construcción social y la influencia determinante de ese proceso en la propia construcción
de la sociedad. A continuación, se revisa la discusión sobre si la conciencia de la muerte es una
característica atribuible sólo a los seres humanos o si está también presente en otras especies animales.
Finalmente, se sintetizan las principales aportaciones de distintos autores provenientes de las
denominadas “ciencias de la vida” sobre el por qué se produce la muerte, el vínculo entre la
reproducción sexual y la muerte y entre el envejecimiento y la muerte, interrelaciones que son
enmarcadas en la evolución de las especies por selección natural. Se busca con ello recalcar el carácter
natural e inexorable de la muerte animal, y por tanto de la muerte humana.
1.1. <<¿QUÉ ES ESTAR MUERTO?>>: LA MUERTE, UN CONCEPTO SIN CONTENIDO
“El hombre puede pensar que existe y también puede pensar un mundo sin su existencia, más no su propia no-existencia: tal es la condición fundamental de su ser”
J. Améry
En Una pena en observación, el escritor y crítico irlandés C. S. Lewis, dos años antes de morir,
pérdida de su mujer, la poetisa americana Helen J. D. Gresham. Cristiano militante, Lewis intenta, por
una parte, alcanzar una cierta cordura que le permitiera, si no armonizar, sí al menos compatibilizar la
crisis existencial que el sinsentido de la vida humana le provocaba en esos momentos con sus
profundas creencias religiosas. Por otra parte, buscaba dar respuesta a los múltiples interrogantes a los
que esa muerte concreta le había enfrentado. Impotente en su dolor, concluye que gran parte de esos
interrogantes –teológicos, metafísicos, existenciales–, con los que él interpela directamente a Dios,
carecen de respuesta y llega a asimilarlos a preguntas disparatadas sin contestación posible: “¿Cuántas
horas hay en una milla? ¿El amarillo es cuadrado o redondo?” (Lewis, 1997:95)1.
A semejanza de estas preguntas absurdas existen otros interrogantes que carecen de respuesta,
no tanto porque haya en su formulación inconsistencias lógicas como porque ocultan fisuras en los
presupuestos de partida. Más concretamente, son interrogantes que se refieren a cuestiones nominales,
que tienen existencia lingüística pero que su ser no se halla en la realidad extra-lingüística. Un ámbito
de reflexión paradigmático a este respecto es el de la muerte. Así, por ejemplo, pueden plantearse
cuestiones como “¿qué es estar muerto?” que no admiten respuesta, porque el ser o la existencia de las
personas muertas es una condición puramente nominal y no real (Bauman, 2007:46; Arregui, 1992:79;
Carse, 1987:17-26; Rosenberg, 1983:24-34)2. En efecto, si bien cabe formular múltiples enunciados sobre la vida del ser humano, no cabe plantear ninguno concreto sobre su muerte. De tal forma que
cuestiones como la planteada ´ocultan` que las personas no pueden ´vivenciarse` como muertas, no
pueden hacerse presente ni anticipar su muerte: “si yo desaparezco como observador de mí mismo y de
mi mundo, mi mismidad y mi mundo dejan de serme <<dados>>” (Meyer, 1983:29-30).
Asumiendo que la muerte es la “frontera límite” que al atravesarla la vida se extingue
completamente sin continuidad, la grieta absoluta que se abre en ese límite impide cualquier tipo de
experiencia en la muerte al no continuar la vida bajo forma alguna. En efecto, al no ser un evento de la
vida, no se vive la muerte, es decir, no se experimenta la muerte cuando la vida termina, porque
simplemente no se experimenta (Carse, 1987:18). Por tanto, la llegada de la muerte provoca una
disrupción total que niega la condición misma de <<vida>> ya que, como señala Savater (2007:67-68) en su crítica a la vida de ultratumba eterna elaborada por la mayoría de las religiones, “en el más allá
no tendremos ni cuerpo ni mundo, por lo que difícilmente podremos considerarnos <<vivos>> en ningún sentido inteligible del término”.
1
La relación entre C.S. Lewis y H.J.D. Gresham ha sido llevada al cine por Richard Attemborough (1993) en la película Tierras de penumbra.
2
En su texto clásico El Hombre y la Muerte, E. Morin (1974a) aborda el tema de la muerte
considerándolo un fenómeno humano total, reflexionando tanto sobre la muerte en sí misma como
sobre el ser humano como sujeto de muerte3. En ese texto, Morin (1974a:32) señala que “la idea de la muerte propiamente dicha es una idea sin contenido, o, si se quiere cuyo contenido es el vacío infinito.
Es la más vaga de las ideas vacías, pues su contenido no es sino lo impensable, lo inexplorable”. Es
por ello por lo que ningún ser humano ha sido capaz de definir y describir en sí misma la muerte. Ésta
no es una cuestión técnica ni es susceptible de verificación científica al no poderse tener experiencia
directa e inmediata de la misma, ya sea de la propia o de la de los otros. Cuando muere una persona
deja de ser persona y se transforma en un cadáver. Pero éste no es la muerte. Esta mutación no lo es de
estado sino de tipo de realidad (Rosenberg, 1983:24-34). Tránsito a otra ´realidad`, que no tiene
duración4, con la que no hay continuidad ni posibilidad de comunicación. Así, nada del saber humano acumulado aporta pista alguna sobre la muerte. Al contrario, ésta anula de raíz todo lo que define `la
sabiduría de la vida´, trasformando en inútiles todos los conocimientos y habilidades frente a ella. “La
muerte es la encarnación de <<lo desconocido>>, y entre todos los demás <<desconocidos>> es el único que es plena y realmente incognoscible” (Bauman, 2007:46). No existe, en consecuencia, un conocimiento cierto, racional y radical sobre ella, sobre esa otra realidad.
De ahí la perplejidad con la que los seres humanos se enfrentan a su paradójica ´experiencia`
de la muerte: cada individuo sabe que ha de morir pero no puede representarse su propia muerte, es
decir, puede representarse la muerte como una realidad que le afecta, como un acontecimiento datable,
igual que la muerte de cualquier otro individuo, pero no puede anticipar su muerte como una realidad propia accesible a su experiencia, ya que su muerte en este sentido es el final del tiempo y no el final
en el tiempo5 (Meyer, 1983:135). En este mismo sentido se manifiesta Bauman cuando resalta que
esos interrogantes tanto por razones psicológicas como sociológicas, porque considera que esos fenómenos son significativos por sí mismos para un gran número de personas.
3
Su aproximación a la muerte se realiza desde la antropología filosófica, es decir, desde una reflexión filosófica y global de los fundamentos del ser humano, y de la consideración de éste como punto de partida de todo conocimiento sobre sí mismo y sobre el mundo. Análisis en el que no se establecen apriorísticamente las características de una pretendida esencia humana inmutable, sino que, integrando los distintos niveles, desde la realidad biológica hasta la mitológica, incluye simultáneamente un enfoque antropológico, social, lingüístico, psicológico, histórico y biológico, para elaborar una reflexión holística del ser humano en su complejidad (Diccionario electrónico de Filosofía Herder, 1992; López Gil y Regnasco, 1996).
4
“No hay tiempo en la muerte. La muerte no es más que límite, línea de frontera, sin otra dimensión que la momental del punto puro en el tiempo” (Pérez Gálvez, 1997:121).
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