• No se han encontrado resultados

En la casa de

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2018

Share "En la casa de"

Copied!
442
0
0

Texto completo

(1)

Universidad Autónoma Metropolitana

Tesis que para obtener

el grado de Licenciado en

Historia presenta el alumno

Jerónimo Hernández

Cruz

(matrícula 93225422)

bajo

el título

En la casa de

los

ancestros

L a

importancia de

las

cuevas en

Mesoamérica

Asesor responsable:

Lector designado:

Enzo SegrewÁM-I).

Lector designado:

Samuel Villela Flores (DEAS-INAH).

(2)

Agradecimientos

Se dice que un proyecto debe tanto al entorno del que

Io

presenta como a la capacidad especulativa e inquisitiva del investigador. Ignoro si esto es verdad para todos los casos, pero

Io

es al menos para éste, pues este trabajo no habría sido posible sin la gran cantidad de ayuda recibida por el que escribe. Así pues, este es un trabajo de equipo y hay que dar credito a quien lo merece.

Agradezco en primer lugar a mi familia, sin cuyo apoyo y paciencia (riánse de Job) no habría llegado hasta aquí. Mi profundo agradecimiento a mi asesor, el profesor José Carlos Castañeda, por su orientación e igual paciencia y tolerancia en los retardos para la entrega de los borradores y a mis lectores por su valiosa aportación y sugerencias. Quisiera mencionar también a los profesores que a

Io

largo de la carrera fueron interveniendo en mi formación, pero la tarea abultaría demasido esta presentación, así que me contentaré con agradecerles profundamente por transmitir sus conocimientos, esperando que ninguno tenga un reproche serio en

mi

contra por mal uso de ellos; no obstante me parece necesario mencionar a dos profesores con quienes me siento especialmente en deuda: el profesor Daniel Toledo, de quien he recibido tanta ayuda y ejemplo que nunca acabaré de agradecerle, y el profesor Javier Mac Gregor, quien siempre se ha portado como un amigo, el mejor.

También debo agradecer a mis buenas amigas y amigos que pacientemente me ayudaron ya fuera escuchando mis gastadas argumentaciones o bien ayudando a evadirme del tema cuando la presión era demasiada, mi gratitud más profunda. Por último, pero no por ello menos importante, quiero mencionar a los encargados (los que atienden al público) de la Biblioteca del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, de quienes siempre recibí un trato amable y considerado; como consecuencia de ello, gran parte de este trabajo de investigación se llevó a cabo en ese lugar.

(3)
(4)

l a cueva produce de un modo inmediato una sensaciidn de aisamiento, La obscuridad la necesdad de luz artificia4 la ausencia de wknto, J en los lugares prohndos, la invar&bilidad

de /a temperatura, contribuyen a ello

I...]

Nisiquiera el investgador maakrno puede muchas

veces sustraem [de la sensación] cuando avanza por elh, después de mucho arrastrarse a lo largo de estrechos corrw'o/es o & atravesar grandes y espaciosas sahs en don& el

manso gotear del agua es lo Únko que interrumpe el denso e inquietante sdencio.

El arte rupestre en Eurooa, Kühn ( 1957: 1 7- 19)

Adentrarse en una cueva es siempre una experiencia fascinante. La entrada, el camino y la semi-oscuridad del interior

hacen inevitable un estremecimiento ante la perspectiva de to desconocido que ofrecen estas entradas al interior de ta

tierra

y

aun las que tienen poca profundidad despiertan cierto recelo, es inevitable. Cuando una cueva es lo

suficientemente profunda la luz del sol desaparece por completo y

a

pesar de contar con lámparas uno tiene que

detenerse unos minutos para cerrar los ojos y ayudar, con eso, a adecuados a la oscuridad reinante. Pero cuando son

en verdad profundas existe además el riesgo de extraviarse, por

Io

que se hace necesario contar con un guía,

Cacahuamilpa y Juxtlahuaca "las dos en el estado de Guerrero- por lo menos cuentan con ellos, claro, se trata de

gnrtas con kilómetros de profundidad. La primera de ellas ya no ofrece tanto el sentido de aventura que uno espera

encontrar en un lugar así', pues la carretera llega hasta el sitio, su interior se ha acondicionado

y

muchas partes de sus

espaciosas cámaras han sido iluminadas, Lejos está el tiempo, que todavia se recuerda, en que exploradores

negligentes pagaron el precio de adentrarse en las profundidades de la gruta sin precaución, o en los que un chivo

cuidaba la entrada y espantaba (enfermaba) a los lugareños que tenian la mala fortuna de encontrárselo.

Pero queda aun luxtlahuaca, con su camino de terraceria y que si bien no es tan profunda como aquella, ofrece en

cambio interesantes ejemplos del estilo pictórico olmeca, aunque para legar hasta donde se encuentran las pinturas

(5)

dificuttades pero es gratificante cuando al fin se llega hasta las pinturas. Cuatro de ellas llaman en particular la atención

porque parecen conformar dos escenas: primero una figura de pie pintada de negro y

rojo,

al parecer de tamaño real

(1

6 2

m), con el brazo extendido hacia otra figura mucho más pequeña (32 cm) que yace a sus pies; tal vez se trate de

la representación de un guerrero haciendo cautivo a un enemigo como a veces se ha sugeridoz. La otra presenta la

figura de to que parece un jaguar pintado de

rojo

y moteado, como corresponde a tal animal. Se encuentra en

apariencia en posición de ataque hacia la figura de perfil de una amenazante serpiente que cuenta con una cresta y

tiene en et ojo una Cruz de San Andrés. Esta aparente tucha entre animales fantásticos indudablemente debió tener un

significado en las creencias cosmogónicas de

los

olmecas, mismo que aun hoy desconocemos y probablemente nunca

lleguemos a conocer del todo.

Resutta dificil imaginar, a pesar de encontrarnos en el mismo lugar, la mezcla de reverencia y temor con que hace casi

3000 años se introdujeron los pintores olmecas en esta gruta para realizar su trabajo3, de seguro que iban guiados por

un shaman encargado de catmar a los espiritus que la habitaban, sino es que el mismo shamm fuera et pintor. La

presencia de estas pinturas señala que aun antes de ser elaboradas, la gruta debió tener un significado especial para la

gente que habitaba en

los

alrededores, aunque, como en el caso de la cercana cueva de Oxtotitlán,

por

lo dificil de su

ubicación es improbable que sirviera para realizar ceremonias colectivas, pero de fijo no podria afirmarse. De cualquier

manera, la aventura sirve para darnos una idea sobre el uso de las cuevas en Mesoamérica, as; como su antigüedad; si

bien, ya para el momento en que fueron elaboradas estas pinturas el culto a las cuevas entre tos olmecas tenia una

larga historia, encontramos referencias al respecto en los famosos “altares” olmecas, algunos de

los

cuales fueron

esculpidos mucho antes del año 1000 a.c., en San Lorenzo. Por otro lado, aun hoy es frecuente encontrar noticias

sobre ciertos rituales que se celebran en la intimidad de las cuevas y ello en la totalidad del área que alguna vez fuera

2 Sonia Lombard0 (1995a: 7) lo cree asÍ por lo menos, aunque también lo liga con (os personajes sedentes con niñojaguar o bulto entre las manos --ej. la conocida estatua conocida como el Sefior de las Limas- --, lo que no me parece del todo correcto.

(6)

Mesoamérica -a to targo de este trabajo mencionaré ejemplos- e incluso fuera de eta, pues a pesar de ser un rasgo

cultural que comparten las distintas culturas mesoamericanas se le puede encontrar de igual manera en otras partes

del mundo, puede decirse incluso que las cuevas se han encontrado ligadas a ta historia del hombre desde antes que

pudiera considerarse como tal.

Algunas rderencias sobre

el

uso de las mevas

hem

de pfesaamkrica

Entre uno y tres millones de años atrás cuevas en

Io

que actualmente es Sudáfrica sirvieron como refugio de felinos y

otros carnívoros que induían en su dieta ciertas especies de homínidos a tos que se ha mencionado como probables

antepasados del hombre (Leakey, 1985;

I:

70-76). Sabemos también que hace medio millón de años otro presunto

antepasado det hombre utilizaba e\ fuego para cocinar sus atimentos, restos de este Hombre de Pekín (Sinanthopu5

pekinenssis) fueron encontrados en to que en su día fue la cueva que te servía como morada (Sitverberg, 1974: 105-

125).

Mucho más cercanas a nuestro tiempo tenemos Jas pinturas rupestres encontradas en cuevas de Francia y España

principalmente y cuya antigüedad en algunos casos puede muy bien remontarse hasta cincuenta mil años (Kühn, 1957:

17).

Los

creadores de este arte fueron, sin lugar a dudas, ancestros det hombre moderno (Humo sqp2ns) con

nociones claras acerca de la importancia del ritual para la consecución del alimento, estas pinturas revelan en especial

aspectos de ta vida de los hombres de esos tiempos, pero

sólo

en lo concerniente a ta economía y a la religión4, o más

apropiadamente, a lo que serían los comienzos del pensamiento religioso. También podemos encontrar los mismos

fines en la utilización y concepción de las cuevas en Mesoamérica en otras culturas ya identificadas como “históricas”:

como oráculos me viene a la memoria el de Delfos, a cuyos augures se debía consultar en el interior de una cueva.

No obstante, se debe hacer notar que también aportan datos importantes para la historia del arte en aspectos tan importantes como la perspectiva, el estilo ” s e reconocen tres estilos distintos en l a s pinturas rupestres: Auriñaciense, Salutrense y Magdaleniense (Kiihn, 1957:

(7)

Tambikn se puede mencionar el de Ctaros, en Colofón, a cuyo adivino si bien no se consultaba en una cueva, éste si

tenía que retirarse al interior de una de ellas para beber el agua de una fuente sagrada antes de dar su respuesta; y en

otro más, ef de Trofonio,

las

consuttas se reatizaban precedidas de un compticado rituat de purificación por parte del

consultante que culminaba al ser introducido en el interior de una grieta en donde recibía respuesta (Garibay, 1971:

1 82)

Como puntos de peregrinación contamos tambikn con bastantes ejemplos, ya sea que se trate de tas cuevas de Etura y

Elefanta en la india o bien de las cuevas de Lung Men y Yün Kang en China, incluso en Europa se puede mencionar el

santuario de tourdes, punto de congregación de tos más famosos del cristianismo y cuya cueva adyacente ha sido

considerada como sitio sagrado desde el cuaternario (Kühn, 1957:

1

l),

dicho sea de paso, en todos estos sitios se han

encontrado pinturas rupestres.

En una de las más famosas narraciones de las Mil y una noches, la de Ala-d-dhin, las cuevas son consideradas como

sitios de riquezas inconmensurables y de seres fabulosos, y en uno de sus viajes Sindibad del Mar es enterrado vivo en

una gruta que funciona como cementerio (Rhode, 1986: 248-249, 294-296). Referencias similares de cementerios se

pueden encontrar tanto en Alemania como en Escandinavia

(Ruz

thullier, 1968. 341-344) y también al norte de

Mesoamérica5.

El

mismo Ruz Lhultier llama la atención sobre tos entierros individuates en Cauca, Colombia y también en

ias culturas de Chavín y Paracas en el Perú, que guardan enormes semejanzas con las tumbas de tiro del Occidente de

MesoamCrica, las suficientes para que surja ta pregunta sobre un presunto contacto entre estas cutturas. Si se trata de

espacios de retiro espiritual me vienen a la memoria los ascetas de

los

primero tiempos del cristianismo orando en las

cuevas del desierto egipcio en que antes se habían depositado las momias de los grandes personajes de ¡as antiguas

(8)

dinastias, en un intento por escapar de ta acción de los saqueadores, o bien tos diez años de San Ignacio de Loyola en

la cueva de Manresa.

Por otro lado, la voz alemana

m,

que se utiliza para designar a ta cueva tiene la misma raíz etimotógica que la

palabra

Hijlle

(infierno), lo que no es coincidencia, ambas derivan a su vez de la voz (ocultar), voz que en el inglés

moderno Hett, significa también infierno. Lo anterior se vincuta, evidentemente, con una antigua concepción de ta cueva

como entrada al inframundo entre tos pueblos germánicos.

Como puede verse en el ejemplo de los entierros individuales, no se est6 hablando de cuevas en el estricto sentido de

la palabra, sin embargo he querido con etto dejar en claro que me ubico en et entorno mesoamericano desde et

principio. En Mesoamérica no existía una diferenciación entre cuevas, grutas, cavernas, grietas, sumideros, etc.

Cuatquier abertura en la tierra era considerada de iguat trascendencia6, sin importar su tamaño: desde et minúsculo

agujero que abría la coa para depositar el grano de maíz, hasta las inmensas grutas de la región de

la

Verapaz; las

tumbas de tos grandes señores, tos cenotes, las minas,

los

ojos de agua, etc. entraban dentro de ta misma

conceptualización y se consideraba que eran cuevas; pero esto no quiere decir que se dejara de tomar en cuenta las

caracteristicas propias de las cuevas, pues et ritual mesoamericano tomaba en cuenta particularidades tates como ta

existencia de agua en su interior, que fueran frías o secas, que fueran profundas, etc.

Entiéndase por tanto que no pretendo desentenderme de estas diferencias, evidentemente, una cueva no es to mismo

que una caverna o una grieta; existen diferencias entre ellas que

no

se pueden soslayar u ocultar bajo una misma

El carácter sagrado de l a s cuevas, hasta las más pequeñas, puede encontrarse en uno de mitos de la creación en el que se menciona que despues de que Quetzalcoatl y Tezcatlipoca partieron en dos al Tlalteculti para formar la tierra, los otros dioses hicieron de sus ojos pozosy

hentesypequeñas cuevas; dela b o c a , ras ycavernasgram'es,

....

(Garibay, 1985: 108) Esta doble mención de las cuevas no parece ser sólo

(9)

denominacidn, de eso estoy consciente y por eso también se utilizaran estos términos según to requieran los ejemplos

que se mencionen a

Io

largo del trabajo7.

Elpapeldelsbaman

Un aspecto que merece resaitarse de las pinturas pateolijcas de Francia y Espaiia es su especial ubicaci6n, no es tan

sólo que se encuentren en cuevas sino que se eligieron

los

rincones más apartados de las mismas, iugares a los que es

dificil accede?, ya no digamos pintar en et techo o en lugares elevados de las paredes. El aislamiento de tas cuevas

debió jugar un papel importante en la ubicaci6n de las pinturas, pues las cuevas "sobre todo si

son

profundas-,

mejor que ningún otro iugar, se prestan para el ocuftamiento a los simples mortates de

/os

secretos sagrados del ritual,

pues, despiertan en éstos un temor instintivo: la semi-oscuridad, el aire enrarecido y los peligros que pueden

encontrarse en la forma de animales feroces o cortes de terreno abruptos, pozos de agua helada y profundos,

barrancos inmensos

...

todo ello indica a hombres y mujeres que se encuentran es un lugar peligroso pero especial,

migico; si un sitio puede contener las fuerzas ocultas que 61 intuye existen y conforman su ambiente cotidiano, et

interior de las cuevas es el mejor lugar para ello.

Por supuesto que no cualquiera puede ponerse en contacto con io "divino" que habita la cueva, se necesita de una

figura protagónica cuya autoridad sea reconocida y sancionada por el resto de la comunidad y que se vuelva por eso

representante de la misma. ¿Puede ser esta autoridad producto de una imposición coercitiva por parte de algún

individuo o de un grupo pequeño dentro de una sociedad determinada, es decir "y valga

el

ejemplo tan general- un

En todo caso, Bonor (1 990: 19-26), presenta las definiciones pertinentes al respecto.

Algunos ejemplos: para acceder a la caverna de Trois Freres se debe avanzar a rastras por un pasadizo durante cuarenta metros y no es sino

(10)

individuo

o

un grupo, que debido a su destreza en ta caza o a la fuerza de que disponen en conjunto, se impongan

como intermediarios de la comunidad ante las fuerzas sobrenaturales? A no dudar que pudo darse el caso, pero creo

que en principio ta autoridad que ejerce un intermediaria de la comunidad ante lo divino no se deriva de una imposición

elitista sino de un contacto previo con

lo

sobrenaturalg; contacto que es reconocido u observado por otros miembros de

ta comunidad

y

que se vuetve institucionat al paso det tiempo, este intermediario es et

shaman”?

La razón por ta que

la

comunidad depositaría en

ia poderosa figura del

shaman la

responsabilidad de convocar a las fuerzas sobrenaturales

que habitan ta cueva seria porque sólo ét, de entre toda ta Comunidad, era capaz de salir indemne y fortatecido de la

experiencia.

Estas cuevas pintadas de Francia y España no fueron entonces tugares comunes sino que guardaban un significado

especial, eran sitios en donde se traspasa el ámbito de lo cotidiano, lugares en los que la comunidad se comunica (en

ta figura det shaman) con to sobrenatural; eran, en úttirna y primera instancia, un espacio sagrado (Eliade, 1983: 25).

Las funciones del

shaman

son importantes en tanto que en Mesoambica veremos su presencia ligada en

los primeros

tiempos a tas personas de tos gobernantes, que van a justificar su derecho de mando en base a su papel como

intermediarios de la comunidad ante las fuerzas divinas, con las que se ponían en contacto con la ingestión de

sicotrópicos y en la intimidad de las cuevas o sus representaciones (et interior de tos templos).

9 En el área mesoamericana aun se pueden encontrar ejemplos que muestran que la autoridad del shaman puede derivar de un contacto previo con lo divino antes de ser reconocido por !a comunidad, como es el caso de b s aureros que aun trabajan produciendo lluvia en los alrededores de los volcanes Popocatepetl e Iztacihuatl, ellos no derivan sus poderes de una imposición hereditaria; es decir, para ser mrem no vale condición de género, posición social o herencia de los individuos, los maestros no enseñan a sus hijos el oficio sino sólo a los que han recibido el “don” en forma de la descarga de un rayo (obviamente no mortal), lo que se considera como una señal divina. Por otra parte, la de aureroo controlador de ta Huvia, no es una ctignidad que pueda rechamse, de hacerto, et etegido se expone a graves enfermedades y accidentes que pueden llevarle hasta la muerte prematura en caso de una negativa reiterada (Bonfii Batalla, 1968: t 03- 105).

(11)

En Mesoamérica et culto a las cuevas adquirió una gran diversidad de formas: lugares de refugio, espacio para

prácticas de adivinación, casa de

los

dioses y de los antepasados, morada de pequeños seres ligados a los fenómenos

pluviates, cementerios, minas, etc. Pocos aspectos de ta mentatidad mesoamericana escapan al simbotismo que

representan

las

cuevas, o mejor dicho, la cueva escapa a muy pocos aspectos de la cosmogonia producida a través de

casi cuatro mil años de retaciones, contactos e influencias entre tas distintas culturas que a lo targo de su historia han

habitado Mesoamérica.

Considero que et culto a tas cuevas es un rasgo cuttural que comparten tas culturas que habitaron y habitan el área, sin

que por ello se entienda que pretendo uniformizar el problema, pues pretender que el culto a las cuevas no ofrece

grandes variantes o desarrollos a to largo del tiempo y en tos distintos espacios de Mesoamérica es itusorio, es negar el

desarrollo histórico de esta civilización. Evidentemente, la visión del mundo, o cosmovisión”, que existía en

Mesoamérica no era la misma at final det Prectásico que at finat del Ctásico o a la tlegada de tos españoles, para utitizar

las divisiones tradicionales que se le ha asignado al desarrollo hist6rico de Mesoamérica. Los dioses de Mesoamérica,

por ejemplo, casi no se reconocen en la iconografia otmeca, al grado de que a veces se ha negado su existencia (Coe,

1970: 14: Diehl, 1988: 168) y por su parte los dioses de Teotihuacan no aparecen debidamente identificados, muchos

de ettos son los antecedentes de

los

dioses mexicas, pero de ahí a considerar que sean los

mismos

hay un enorme

trecho y un desarrollo de las ideas de cientos años. No en balde a los más importantes se les han asignado los

nombres de et “Dios de la Tormenta” (Sturn 604 y la “Gran Diosa”

(Great.

Guddes) en vez de Tlaloc y Chathiutlicue

” c o m o anten’ormente se les conocía-, pues a pesar de que devienen en éstos, no se trata de

los

mismos (Millon,

1993: 24). Este planteamiento es también vatido en to que respecta a las cuevas, a grandes rasgos puede decirse que

(12)

existen caracteristicas distintivas en cada una de tas zonas en que se divide Mesoamérica, pero como mostrar dichas

características es parte de este trabajo no abundaré aquí más al respecto.

sobre

el tkmho “ck%2a&jn I’

Uno de

los

objetivos de este

trabajo

es conceptuatizar un área geográfica-sociat determinada como una entidad cultural

única, en la que comunidades o culturas distintas entre si comparten ciertos rasgos de creación cultural en común que

peniten idenfficartos como integrantes de una misma estructura histórico-social, a ta vez que permite diferenciadas de

culturas adscritas a otras realidades sociales o civilizaciones.

El

culto a las cuevas, como rasgo cultural común de

las

cutturas

mesoamericanas se presenta optimo para este tipo de anátisis y de ahí et interés.

Conviene aclarar que no me interesa atizar el fuego de

la

polémica que tanto el término “civilización” como el de

“cuttura” han provocado entre los antropótogos y sociótogos pasados y presentes; si bien, como cientifico sociat dicha

polémica no

me

es desconocida del todo ” c o m o tampoco el uso de la terminología de aquellos- prefiero enfocar el

problema a mi propia percepción como historiador.

Como punto de partida diré que el término civilizacidn es ajeno a cualquier chauvinismo, no se refiere a un país, a una

comunidad, a una raza o a una lengua en particutar. Tampoco guarda relación con presuntos estados de desarrollo

tecnológico y/o espiritual y

no

se refiere a un estilo de vida Único, aunque esto último se acerca mucho al significado

que buscamos, Braudet (1 989: 141 -142) to explicaba de ta siguiente manera, refirihdose a la historia det

Mediterráneo:

...

mds ald de sus

zduales

dkkiones pu&icas, estd constituido por tres comunidades akurales; tres

(13)

Estos tres “monstruos”, como a continuación los definiría, no tuvieron a

Io

largo del tiempo una convivencia armoniosa

ni mucho menos, continuamente se enfrascaron en choques violentos para tratar de destruirse, y

si

bien en ocasiones

una lograba la supremacía sobre otra y trataba de imponer su estilo de vida -a veces de forma sutil-, a la larga la

infraestructura de cada civilización acabó por imponerse a la superestructura impuesta, aunque no de una manera

absoluta.

Esto últirno significa que las aportaciones culturales de las otras civilizaciones no se rechazaron por completo, eso

nunca ha sucedido, las civilizaciones pueden adoptar elementos de sus vecinas pero rara vez las aceptan como se las

ofrecen, más bien las reconfiguran y adaptan a su propio estilo de vida en tanto no se opongan radicalmente a dicho

estilo, además que muy raramente las aceptan sin resistencia. Pero

los

conflictos entre las civilizaciones son sólo una

parte de su realidad, a la par de esos acontecimientos fortuitos se encuentra toda una gama de relaciones, de

contactos nunca bien precisados: comercio, emigraciones, innovaciones que se vuelven influencias, influencias

propiamente dichas; rechazos, coincidencias, a veces simple curiosidad por lo exótico (Braudel, 1989: 151 -1

53).

El

rechazo es parte importante en la definición del término, pues la oposición al cambio o a ta innovación es fruto de

una concepción que ve en las estructuras sociales el enfrentamiento perenne entre las mentalidades de sus

componentes b6sicos: la étite y la masa. Por un tado la mentatidad de la élite, innovadora, creadora y cambiante a corto

plazo; por el

otro

la masa, refractaria a los cambios, tradicionalista y estable, casi inmóvil en el tiempo (Vovelle, 1978:

374-375).

Esta posición simptista se puede aceptar a condición de precisar que

no

conlleva un juicio de valor y que

además representa tan sólo el comienzo de un análisis, no su marco teórico y que, por tanto, es susceptible a

modificaciones incluso si afectan la base sobre ta que se sustenta.

Estamos ya dentro de la estructura de la civilización, en donde encontrarnos los mismos mecanismos de transmisión de

(14)

identidad cultural, sin que eHo implique una actitud consciente en ta transmisión de ta cultura, aunque tampoco la niega.

Puede decirse entonces que la introducción de ciertos elementos de la cultura material y espiritual en ambientes

distintos a los que permitieron su creación, (TO se hace de manera automhtica e inmediata, ni siquiera en casos en los

que existe una concordancia de objetivos o una mentalidad similar, menos aun basándose en una dominación política.

Todo esto no puede entenderse sino en un plazo de tiempo que abarca cientos y miles de años, pues tanto los

prestamos culturales entre civilizaciones como la adquisición de una identidad cultural única en pueblos que habitan un

espacio geográfico determinado requieren de una larga duraci6n temporal (Braudel, 1983: 64-76)12, requieren además

de la existencia de un centro y una periferia como nódufos interactivos, podna agregar.

Ahora bien, he asumido hasta aquí que las civilizaciones se encuentran integradas por grupos humanos distintos entre

si, pero a la vez unificados por ciertos aspectos de su cultura material y mental, a dichos grupos les he llamado también

c u l t u r a s . Por supuesto que entiendo, con to anterior, que et término

cultura

podria prestarse a confusiones porque

acepta dos definiciones distintas en esta explicación “la una que se vincula a una comunidad en particular como tal y

la otra que hace referencia, en principio, a un cierto grado de desarrotlo tknico y mentat (Braudet, 1983: 147-

149)13- pero creo que eso lo subsana fácilmente el contenido textual en que se inserta.

Así, se puede entonces modificar el concepto de civilización que daba Braudel(1989: 1 74):

...

enpnmerlugar, un espaoo, un ‘’área cm‘tu/al’f

...I

[en donde se encuentran] una masa muy d~ersa de #Bienes”, de

rasgos mkurales: tanto la brma, el material o las tqados de las casas como

un

deteminado arte de empfumar las #&as, un dalecto o un grupo de daledos, unas aficiones culinarias particulam, una hnna de amar

f...]

El agmpamknto repkc ,‘a frecuenck de ckrtos rasgos en un área p r s k a c o n s t , p /os pniners shtomas

de

una

coherencia culturaal. Si a esta mhemoa en el espacio se añade una permanencia en el tiempo, llamo nirlizaah o

cultura al cmjunto, al “totall” del rqertobo.

l 2 La crítica más fuerte que recibió el trabajo de Kirchhoff sobre la definición y delimitación de Mesoamérica fue en el sentido de que el resultado reffejaba sólo un momento de la existencia de Mesoaménca, que no era el reflejo de una superárea cultural &ámica (López Austin y L 6 p t

Luján, 1996: 59).

(15)

Es este un concepto incompleto en tanto que, conforme a lo que se ha venido explicando, no presta atención a la

influencia recibida de fuera del área cultural, a que no establece una diferencia entre los términos de “civilización” y

“cultura”, y a que su concepción de “rasgos culturates” carece de la dinámica que impone el tiempo, pero como base

para una definición propia lo encuentro muy a propósito.

Por mi parte entiendo como civilización a un Conjunlu de comuniddljes D puebbs ~ht,emcfzm& en&

sique

pasan a

ocupar en cieflo tiempo un espacio qeogdfico determinado (aunque

las

fronteras de ese entorno pueden cambiar y de

hecho varían al paso del tiempo). A elto podría agregarse que las semejanzas que presentan entre si las culturas que

conforman una civilización ayudan a identificar a dichas comunidades como integrantes de una misma entidad cultural, a

la

vez

que ayudan a diferenciarlas de otras comunidades que integran una identidad cutturat distinta o civilización.

Lógicamente, el aislamiento absoluto no existe,

Io

que equivale a decir que una civilización se conforma además por los

diversos intercambios de elementos cutturales entre las comunidades que la integran y aceptando también aportes de

civilizaciones vecinas, pero no sin darles un sentido propio e integrarlos a su propio desarrollo histórico. En este

sentido puede hablarse por tanto de culturas integradas en una civilización determinada; en este caso de una cultura

otmeca, maya, zapoteca teotihuacana, tolteca, mexica, etc., como integrantes de ía civilización mesoamericana.

Esta

es

la división básica de este trabajo.

También es posible que determinadas elementos culturales ofrezcan características semejantes en el seno de dos o

más civilizaciones sin que existan contactos entre sus culturas o por parte de algunas de ellas. El estudio comparativo

de

rasgos

culturales comunes ofrece una visión de conjurrto que a veces rebela estas coincidencias de creación cultural

en pueblos con distinto origen, piénsese por ejemplo en

las

palabras t a y t&, utilizadas

por

nahuas y griegos y que

(16)

significado idkntico no deja de ser una simple coincidencia, pues dificilmente podría habtarse de contactos entre ambos

pueblos, alejados no sólo geográficamente sino también en el tiempo.

Sin embargo es perfectamente factible que ocuniesen contactos entre

culturas

mesoamericanas y otras ajenas al área,

incluso podría pensarse en prestamos culturales con éstas'4. De lo que no podría hablarse es de una influencia

determinativa al interior de Mesoamérica por parte de esas culturas -adscritas a otras civilizaciones- ya que las

similitudes son insignificantes en comparación a las diferencias que las separan.

Los

contactos entre distintas culturas

pudieron darse perfectamente, pero debieron ser de orden fortuito salvo, quizá, al respecto de las culturas del

occidente mesoamericano y las andinas, porque si la visión de conjunto muestra coincidencias de creación cultural entre

pueblos muy distintos, se muestra miope con respecto a las diferencias que tas separan. Una comparación, aunque sea

somera, puede ayudarnos a entender que si el fin buscado es semejante en la idea, en la forma no lo es, ofrezco por

tanto algunos ejemplos.

De la misma manera que en Francia y España, en Mesoamérica podemos encontrar arte rupestre "como en el caso de

las cuevas de Juxtlahuaca y Oxtotitlán, ya mencionadas atrás- pero no como parte de un ritual arcaico propiciatorio de

la caza, sino inmerso en un complicado ritual agrícola y de transición política (Grove, 1970: 33-34), como muestra de

una religión

compleja,

no de los rudimentos de ella.

No

en balde el arte rupestre de Europa pertenece en su mayor

parte a una realidad histórica mucho más antigua en ta que la organización social era mucho más simple y la ac'ividad

agrícola prácticamente desconocida.

Como centros de peregrinacibn, las cuevas en Mesoamérica son consideradas lugares sagrados y pueden haber dado

lugar a la construcción de una grandiosa ciudad como Teotihuacan (véase el capitulo 5), pero ninguna de las cuevas

l 4 Covarmbias (1 961 : 26-82) hace un estudio detallado acerca de l a s similitudes entre alscreaciones artísticas de las culturas americanas y

(17)

del área fue jamás acondicionada a la manera de las cuevas de Elura y Elefanta, en cuyo interior se construyeron

impresionantes templos.

Y

si bien ias cuevas son frecuentemente mencionadas en íos relatos indígenas de las culturas

mesoamericanas

Io

mismo que en el cuento de “Ala-d-dhin y la lampara maravillosa” como lugares en lo que se

encuentran riquezas inconmensurabfes y en los que habitan seres fantásticos, no es menos cierto que mientras para la

narradora de Las mii

v

una noches la riqueza se contabiliza en piedras preciosas que semejan fnrtos pero que no lo

eran, en Mesoamérica la riqueza se traduce principalmente en semillas de cultivo, en la posesión de animales, o en la

caza de éstos.

Considerar a Mesoamérica como una unidad cultural no es -por cierto- novedoso, ya desde el siglo XVI escribía el

padre Las Casas:

Toda esta tierra [Guatemala], con la quepropiamenie se dice la Nueva Espaia, debtá tener una rehgih

y una manera de dioses, poco más o menos,

y

extendhse hasta las provncias de Nicaragua

y

Honduras,

y w ~ e n d o hacia la de Xalhco, y kegaban, según creo, a la provincia de Coima y Cuiacán (citado

en

López Austin, 1994a: 44).

Con pocas variantes, esos son los límites que Paul

Kirchhaff

(1949: 4-7) asignó a esta 5upkma

cu/&m/

(término

entonces de moda),

lo que nos habla de la amplitud de miras del padre Las Casas. La argumentación de Kirchhoff

alegaba que en la definición de Mesoamérica era de vital importancia el considerar a

los

pueblos que la integraban

como comunidades de agricultores superiores, en oposición a las comunidades de recolectores, cazadores y

pescadores de Norteamérica, por ejempio, sin dejar de lado que dentro de la superárea habia regiones habitadas por

comunidades con un nivel cultural más bajo que el resto y que en determinados momentos, grupos humanos ajenos se

(18)

épocas pasaron más bien a integrarse a la historia común de los pueblos del kea, to que equivaldria a decir que fueron

acuiturizados en muy poco tiempo.

Desde la aparición de este trabajo se le adjudicó una autoridad absoluta, aun en contra de las expectativas del aut0r15,

y durante mucho tiempo no se cuestionaron sus premisas, sin embargo la misma inercia de la continuación de los

estudios de investigación dio como resultado diversas propuestas que se fueron conformando como si de un

rompecabezas se tratara: se empezaron a considerar cuestiones como tos factores ambientales, las relaciones entre las

distintas zonas, el desarrollo mismo de las métodos agrícolas, la estratificación social, el paso de las comunidades por

distintas etapas (bandas, tribus, cacicazgos, estados urbanos), también las relaciones e intercambio de bienes fueron

mencionados como importantes para la formación de la unidad cultural de Mesoamtrica (L6pez Austin y López Lujin,

1996: 58). Más adelante se pasó a las propuestas de conjunto, Matos Moctezuma (1994: 56-57) hizo énfasis en el

mktodo de producción, no bajo la propuesta del viejo dogma marxista, como parte de un proceso de transición por

diversas etapas, sino como un desarroiio continuo desde los olmecas hasta los mexicas que desde el principio se basó

en la produccih agrícola y et tributo.

Este

modelo presentaba una doble forma de explotaci6n: por un lado la

explotacidn de una ciase social sobre otra y por

el

otro la de un pueblo sobre otros que le eran tributarios.

Peru tal vez

la

aportacibn

más

importante a la problem&ca hasta hace algunas años fue la de Ann Chapman, que

proponía ver a Mesoamérica como a un detemhado

tlpo

de sociedady

sus

mamXestaciunes

vanbbles

(citada en Matos Moctezuma, 1994: 57). Para ello proponía considerar dos niveles de análisis, uno que se enfocara a la sociedad y el

otro a la cultura, en ambos casos en base a un esquema de estratificación o jerarquía. Aun más importante que su

esquema fue su propuesta sobre que para construirlo debía empezarse por:

(19)

,.. mahzar la rnfonncijn de las sociedades del SI@ X 8 por

ser

las M& abundante y compwa, y

retraer despues el modelo a sus antecedentesl a los pueblos que legam a una laentidad común a pesar de haberseguidu dferemes trayectork (López Austin y López Lujk, 1 996: 59).

Pero la cuestión no es tan sencilla como parece, pues las fuentes del siglo XVI a pesar de su cercanía (o tal vez

por

ella) con los sucesos que narran, son en extremo complejas para ser interpretadas como parte un desarrollo histbrico

continuo, muchas veces se contradicen y se trasponen, redundan una y otra vez en imágenes de lo que podría llamarse

estereotipos. Así, Quetzalcoatl es concebido cuando su madre Chimalma se traga un ctallcihuiuitf (piedra verde), según

consta en los “Annales de Cuauhtitlán” (Velázquez, 1975: 71’6, mientras que en

otro

relato es Huitzilopochtli el

concebido cuando Coatiicue se coloca en su seno un plumón que cay6 del cielo (Alvarado Tezozdmoc, 1975: 35) y en

otra

versirjn son 1600 dioses los que nacen cuando del cielo cae un pedernal en Chicomoztoc (Mendieta, 1997: 1 N ) ,

a pesar de sus diferencias es evidente que se trata de la misma estructura en todos los relatos.

Las causa de estas confusiones son vanas:

Al

eperadu

etnocentrkmo dr a@ms conquistadores y h$ks se sulnan problemas mds Serbs que sugen del chovinismo local de los autores, códices e infixmantes indfigenas. Cada centro posee su

prop fa wsiún, norma/mente autoenpndec&ra1

de

/as

histoh del #éx& centai Y de hecho muchas de las prinupales crdnicas se basan en hbtorias estatales redadadas bqo la dh?cción de los gobernantes focales, con objetu de@tt%ar su wcesk5n en ei pode y de matecer 12 htsfona de su dinastiá y de

su

ciudad-estado (Conrad y Demarest, 1990: 32).

Esta característica se une a ia percepción muy mesoamericana de un tiempo cíclico de 52 años que permitía fundir los

(20)

debe tener en cuenta estos inconvenientes. Se deberá empezar entonces por analizar los sucesos mítico-histirricos

y

aceptar que en un relato pueden confluir dos o más tradiciones17.

Me parece que esta retraccibn de un modelo a tiempos anteriores puede aportar grandes avances en el estudios de

Mesoamérica. Claro que ello no vale sin por lo menos un ejemplo sobre ei particular, ejemplo que puede ofrecerse una

vez tomada en cuenta esta transposiciirn en un solo relato de varias tradiciones.

M

y et

mito

del

ongen

La versiirn de CristCIbal

del

Castillo (1966: 82) sobre el origen de los mexicanos decía que Cstos habían comenzado su

peregrinación a partir de un lugar mágico llamado Aztlan en donde sufrian por el yugo que los dueños del lugar, los

aztecas, les imponían; la imagen que daban de esta mítica Aztlan era la de un lugar lacustre, muy semejante al lugar en

donde se asentaría Tenochtitlan después: una isla en medio de un lago como aparece en la Lámina 1 de la “Tira de la

Peregrinación”, lo que se ha interpretado a veces como un modelo afquebpim suscepfile de ser rep&¿& vanas

veces

sobre

la tierra (Limón Olvera, 1990: 69). Guarda además relación con la pretensi6n mexicana del dominio sobre la

Cuenca Cerrhal como una prebenda de su dios, pues para hacerlos emigrar les había descrito el lugar a donde llegarían:

Ya hi a mirar adonde (hay) shYo bueno, pláffdo, que también (es) no

más

hgar así como éste; a#

también está (una) hpna muy grande; allise cn’a tudo cuanto será necesario á wsdros, que nada farra

[...I

Pues, defniilamentel a# de vedad os doy de bafde, os prometo patn’a [...] Y empero,

cierto,

mucho todawh, mucho tkmpo (antes) que m vosotros kin á kgar (alá) qutenes (hat? de seo westros dhididoos, westms separados (Castillo, 1966: 83).

Hay una confusiirn

sobre

el

sitio desde donde comenzaron la emigraciirn, Cristubal del Castillo le llama A@an

xicom6gook, pero otros documentos hacen de estos términos dos lugares distintos o los unen con otros lugares

Por tradición podemos entender un acervo intelectual creado, compaflido, transmitido y mo&ficado socialmente, compuesto por

represenfaciones y formas de acción, en el cual se desarrollan ideas y pautas de conducta con que los miembros de una sociedad hacen frenfe indvidual o colectivamentel de manera mental o exteborkada, a las &tintas situaciones que se les presentan en la vida (López Austin y López

(21)

iguaim-ente miticus carno Culhuacan (véase el capítulo 5). Pero mientras Chicomoztoc es descrito corno un tugar árido

ubicado al norte o al occidente's, Aztlan es concebido como un lugar de delicias ubicado en el oriente. Las fuentes se

contradicen y sin embargo aparentemente pertenecen a la misma tradición; la incongruencia deja de ser tal

si

suponemos que en realidad se trata de elementos pertenecientes a distintas tradiciones, una más antigua (Aztlan) a la

que se agrega o confunde otra más reciente (Chicomoztoc).

La emigración de grupos nortehos hacia el interior de Mesoam6rica es algo que esta fuera de cualquier duda y

aparentemente

los

primeros grupos llegaron con ia decadencia de Teotihuacan, desde esa perspectiva es lógico

suponer que absorbieran muchos de los conceptos de la antigua cultura de esta ciudad, entre ellos tal vez una relaci6n

de origen

con

las características de Aztlan a la que añadieron su propia historia de emigracibn; otros grupos llegados

después traían una historia similar de emigraci6n pero no entraron en contacto directo con

los

restos de la cultura

teotikuacana, por lo que sus referencias serían aun más vagas y a largo o corto plazo acabarían por identificar a los

anteriores emigrantes con

los

habitantes de la grandiosa ciudad cuyas ruinas daban una idea, mejor que hoy, de su

pasada grandeza.

Dice Durán (1 991: I, 123) que una vez que los mexica se encontraron dueños de la Cuenca central, le entró a Moctezuma I la curiosidad por conocer el lugar de donde habían emigrado

los

primeros mexicanos y mandó a sus

agoreros que reconstruyeran en sentido contrario la emigración para volver al lugar de donde habían salido. Su

reconstrucción les llevó hasta Coatepec "cerca de la Tula histórica, es decir que se dirigieron hacia el n o r t e " y ya no

(22)

volando a Aztlan. Una vez ahí, y en contra de la imagen de sumisión que dio Cristóbal del Castillo, sus habitantes les

reciben como a iguales y m6s adelante, cuando son llevados ante Coatlicue eHa les pregunto sobre su

hijo:

Ya sabe que me ajo cuando se pan?á: “Madre mh, no me detendd mucho en dar la vuela, no

más

de cuanto ltevo a estos siete barros y tos aposento en hnde han de habitar y poblar la tiera que /es es

prometida, Y habkíndolos asentado y poblado y consolado, luego volveré y daré la vuelta. Y esto será en cumph%me los años de mi perepnación y el timpo que

me

está señalado, en e/ cual tiempo tengo de hacer la guerra a todas las provincias y ciudades, vilas y lugares, y traerlos y s@arlos a mi

servido”:

AsÍ,

mis

que una emigración f m a d a cum0 plantea del Castillo, la emigraci6n de

los

mexicanos se realizó en busca- de tugares para conquistar, ¿que fuente es m& confiable entonces? Ambas, pues Aztlan no es en Durán sino una

referencia que guarda

relación

c m la emigración de

los

mexicanos d-esde un lugar ubicado al norte con las

características de un lugar ideal ubicado al oriente, es el arquetipo de que habla Limón Olvera. En cambio Cristóbal del

Castillo se

hace

eco de otra referencia que muestra el cadcter despóticu con que

los

gdsmantes de Teotihuacan (o

bien la Tula hist6rica) mantenían su dominio sobre las poblaciones de la Cuenca Central y más allá, tal y como parecen

mostrarlo los

recientes hallazgos arqueológicos-

(Millon,

1993: 24), a la que se agregaba las condiciones difíciles y

el

clima caluroso propio de las regiones del norte en la CIpoca de las migraciones.

Ahora bien, a pesar de cmmrdar cm

Limcin

Otvera al respecta de- que Aztlan es UIT arquetipo que se repittr una y otra

vez, también considero que una explicacidn semejante deja de

lado

el origen de la referencia; es decir, los mexicanos

pudiemrr tomarla

dc

los taltecas, que a su v e z la tmarfarr de Teotihuacan,

pero

esta referencia debe haberse creado

en algún momento y es posible que antes de la urbanización de Teotihuacan no existiera’g. Mi impresión entonces es

que Aztlan se cre6 en Teotihuacarr en base- a un suceso

histórico

que al paso del tiempo, con los cambios e

j 9 López Austin ( 1994b: 426) adjudica una antigüedad mucho mayor a estos procesos de creación de los mitos cuando dice que la religión fue

uno de los vehículos más importantes en l a s interrelaciones de l a s pueblos mesoamericanos y que esa fue la base de su entendimiento (es

decir de sus creencias): es muyprobable, sin embargo, que tal carácter descansase en una muy antigua serntjanza de creencias yprácticas,

(23)

Empecemos por considerar que Teotihuacan tuvo también un cuerpo de creencias propias cuyo origen se remonta más

allá de la historia de la ciudad, hasta las postrimerías del Preclásico, ¿De donde pudo surgir una creencia semejante a

Aztlan como un lugar lacustre, como una isla en medio de un lago? Ciertamente

no

en el iugar en que se convirti6 en

mito, porque para empezar Teotihuacan no se ubica en una isla y es difícil que el lugar en donde se asentaría

Tenochtitlan fuera pensado de esa manera. No, ia referencia tuvo que ser fruto de algún tipo de contacto con una

cultura

más

avanzada de donde los primeros teotihuacanos adquirieran la base de su cuerpo de creencias. Esa cultura

no pudo ser otra que la olmeca.

Sahagún

(1

989: 19) precisaba que el poblamiento de lo que entonces era la Nueva España habría comenzado más de

dos mil años atrás desde el momento en que escribia:

En lo que toca a la ant@üedad de esta gente tiénese por averiguado que ha

más

de dos mil años que habitan esta tierra

[...I

porque por sus pinturas antguas hay noticks que aquella famosa ciudad que se llamó Tula ha ya mil años o muy cerca de ellas que fue destruid$

[...I

lo que alÍ estuvkron [en

Tulancingo] y en lo que tardaron en edficar la ciudad de Tula, y en lo que duró su prosperidad antes

que hem destruida, e5 consono a verdad que pasaron más de [otros]

mil

año5

El anónimo escritor de la Teoqonía

...

corlsignaba en cambio que habían transcurrido 2628 años desde el inicio deí

mundo (Garibay, 1985: 28-31, 104).

Por

su parte el escritor de la "Leyenda de los Soles" daba la fecha de 251 3 años,

para

el

mismo evento (Velázquez, 1975: 11 9) Estas referencias

nos

ubican en un tiempo entre 1000 y 500 a.c., tiempo coincidente con

el

auge de los grandes centros olmecas de San Lorenzo y La Venta. Ahora bien, en vista de que existen simiiitudes constructivas entre este últirno sitio y Teotihuacan (véase el capítulo 5), me inclinaría por pensar en

La Venta como la base original del cuerpo de creencias teotihuacano. Claro que habría que comprobar que en todo

(24)

caso hubo contactos entre ambos sitios,

lo

que tal vez pueda hacerse en base a los indicios que indican que los

yacimientos de obsidiana en las cercanías de Teotihuacan ya se explotaban para et 1200 a.c. y que el resultado de esta

explotación se exportaba a la zona nuclear (Cobean y colaboradores, citados en Heyden, 1973: 15)2’. Berna1 (1 974b:

188) por su parte dice que muchos de

los

centros olmecas son verdaderas

islas

y que los ríos jugaron un papel fundamental en las comunicaciones y el transporte de mercancías y productos, La Venta en especial se corresponde

con esta imagen, que a su vez no es otra que la imagen posterior de Aztlan.

Podemos imaginarnos la llegada de estos viajeros llegados desde la zona nuclear olmeca hacía el Altiplano en busca de

materias primas o comercio, en el tiempo de que estamos hablando podría decirse que su nivel cultural sobrepasaba

con mucho a los de sus vecinos nativos, sabian muchas cosas como el movimiento de los astros y la forma de conducir

el ritual agrícola y también eran artesanos sin par22. A los ojos de sus vecinos debian ser gente extraordinaria23 y su

lugar de origen, al oriente, una especie de edén. Con el tiempo es posible que ambos grupos acabaran por fundirse y

las referencias al lugar de origen de aquellos advenedizos pasara a formar parte de un cuerpo de creencias común.

Como puede notarse, este modelo de análisis es muy útil cuando se trata de comparar mitos semejantes como Aztlan y

Chicomoztoc y su integración en un mismo cuerpo de creencias, o por lo menos para ubicarse con más corrección en

un contexto dado. Aunque cabe aclarar que esta propuesta es funcional en tanto que se trate de creencias referentes a

la Cuenca Central de Mesoamérica y sus vínculos con las tradiciones tolteca, teotihuacana y finalmente con la matriz

Cabe también la posibilidad de que el contacto se hiciera también indirectamente en tiempos más cercanos a nuestra era, a través de un punto intermedio, en ese sentido podría pensarse en un sitio tan interesante como Chalcatzingo, algunos de cuyos monumentos presentan gran semejanza con otros de La Venta (Fuente, 1992: 126).

z2 Tal y como después los mexicanos concebirían a los toltecas (Sahagún, 1989: 595-598).

(25)

olmeca, pero su funcionalidad puede no ser tan efectiva en cuanto a aplicarse a otras zonas de Mesoamérica, por lo

menos aquí no me he atrevido a hacerlo fuera del contexto del Altiplano.

Estructura de

este

trabqo

Conceptuaiizar a Mesoamérica como una unidad cultural o civilización exige además dar una visión de conjunto de las

distintas culturas que conformaron -a lo largo del tiempo- su reaiidad histórica, pero un trabajo de tal magnitud

escapa a las posibilidades de un solo autor. Sin embargo creo posible dar una visión de conjunto en base a

un

rasgo

cultural que fue común para todas: el culto a las cuevas. Para ello analizaré a las culturas que tuvieron un cierto

protagonismo en las diversas zonas en que se divide a Mesoamérica, añadiendo asimismo algunas referencias sobre

otros grupos no tan conocidos (ej. en la zona de Oaxaca prevalecieron zapotecos y mixtecos, pero refer-encias sobre el

culto a ¡as cuevas se pueden encontrar también entre mazatecos, mixes o haves).

La

estructura de este trabajo, por tanto, se basa en primer lugar en el análisis del culto a las cuevas en las zonas que

conformaron Mesoamérica*4, a excepción del Occidente, la omisión no se hace porque la considere una zona marginal,

sino porque para su análisis se requiere de una comparación con rasgos culturaies de Sudamérica, (semejanzas entre

las tumbas de tiro, trabajos en metal, etc.), suficientes para un trabajo igual de basto a éste. Sin embargo la divisitjn

real de este trabajo obedece al aporte que las cuitur-as mis representativas de Mesoamérica dan al tema de

investigación y a la visión de conjunto. Por ello comienzo analizando a la llamada "cultura madre" (aunque esta

definición ha sido puesta en duda en tiempos recientes), la de los olmecas, porque creo que en ella pueden

encontrarse muchos de los rasgos "-0 los antecedentes m6s lejanos de éstos- que definirán la esencia de

(26)

Su herencia, por otro lado, es determinativa en lo que a la estructura social de

los

mayas se refiere, en especial en las

relaciones entre la comunidad y sus gobernantes, y entre las distintas comunidades. Gracias a esto pueden aclararse

muchos aspectos que de otra manera aun permanecerían a oscuras sobre las mismas relaciones entre los olmecas,

pero no es s610 esto: los mayas alcanzaron una perfección y una complejidad en sus manifestaciones artísticas y su

visión del mundo como ninguna otra cultura de Mesoamérica, en mi opinión ningún análisis sobre Mesoamérica estaría

completo sin tomarlos en cuenta. Son además la cultura con más adeptos entre los investigadores "especialmente

entre

los

extranjeros- y por tanto la que ofrece una mayor cantidad de material para su análisis, a ella se aboca el

segundo capítulo. A todas luces insuficiente, pero en lo que a las cuevas se refiere ya se han presentado trabajos al

respecto (Bonor, 1989) y en una visión de conjunto no queda más remedio que tratar de sintetizar en pocos párrafos

su aporte; he tratado sin embargo de ofrecer nuevas perspectivas o propuestas sobre el tema y no simplemente hacer

un resumen de aquel u otros trabajos.

El tercer capítulo se enfoca a las culturas que se desarrollaron hacia el norte de Yeracruz, a la casi desconocida, aun,

de La Mixtequilla, y en especial a El Tajín. De la primera puede decirse que sus manifestaciones artísticas son muy

similares a la de las culturas del Centro en el Posctásico,

Io

que por si sólo es sorprendente pues siempre se ha

manejado que el bagaje cultural de éstos provenía directamente de Teotihuacan, sin embargo creencias como las de las

cihuateteo o la del reino de los muertos no se muestran tan claramente en la Ciudad de los Dioses como en La

Mixtequilla, en el futuro es posible que nuestra percepción sobre la herencia cultural de la gran ciudad del Clásico sea

modificada, aunque pienso que no en gran medida. El Tajín, por su parte, cuenta con tres elementos importantes en el

análisis sobre la función de las cuevas en Mesoamérica: el juego de pelota, las grecas y los nichos, de ahí su

(27)

Oaxaca siempre fue una región muy disputada y por tanto en ella confluyeron distintas tradiciones, empezando por la

olmeca. Sus contactos con el Sureste maya no han sido bien establecidos pero no hay duda sobre su existencia,

toltecas y mexicanos en su momento también quisieron someter la zona, y

Io

lograron en ciertas regiones, pero

en

su

mayor parte siempre se mantuvo independiente, pero no sin recibir y aportar influencias de y a sus presuntos

dominadores. La necrofilia palpable en la construcción de tumbas nos recuerda en cambio a la cultura de

las

Tumbas de

Tiro en el Occidente,

Io

mismo que algunas tradiciones que hablan de una emigración a partir de Sudamérica. Sin

embargo, no digo que Oaxaca sólo fuera receptora de distintas influencias pues parte del análisis del culto a las cuevas

mostrar2 que conceptos como el del Altepeti

(cerro

de

aqm)

como sinónimo de los poblados pudo originarse aquí.

La zona central de Mesoamérica es con mucho la más compleja de analizar, pues fue el hogar de dos de las tres

culturas que fueron decisivas en la conformación de la unidad cultural de Mesoamérica: la de Teotihuacan y la de los

toltecas (la otra es, claro esta, la de

los

oltnecas). Si la cultura maya tuvo un car6cter bélico ---imposible de imaginar

hace algunos afios- que impregnaba todos los aspectos de su vida social, ello fue, junto con la herencia oimeca,

resultado de la presencia de Teotihuacan al irrumpir de manera violenta en las tierras del Sureste hacia el siglo IV d.C. y

dominar- algunas regiones colocando, probablemente, a miembros de su clase gobernante como soberanos en centros

como Tikal o Cop6n (aunque muchos de los admiradores de los mayas no quieran reconocerlo); de ahí que los

supuestos fundadores de estos centros urbanos aparezcan vestidos a la usanza de las representaciones que pueden

encontrase en la iconografía de Teotihuacan.

Pero la Ciudad de los Dioses fue igualmente importante en el resto de Mesoamérica y es lógico suponer que se

convirtiera en un iuyar especial y sobre todo sagrado, a lo que contribuyó las caracteristicas que presentaba en SU

Inomento corno iuyar de per-eyrinaciones y en especial a la existencia de la cueva sagrada que se encuentra debajo de

(28)

Teotihuacan se convirtió en el ejemplo a seguir, no sólo por los pueblos con los que tuvo un contacto directo, también

en los que le sucedieron como centro de poder en tiempos posteriores: toltecas y mexicas, que compartieron la misma

preocupación por recuperar la herencia cultural de la gran ciudad como elemento justificador de su dominio. Poco

importa que

los

segundos vieran en los primeros su origen, es sabido que la diferencia y el respeto de los pueblos del

Posclásico hacia Tula fue consecuencia de la transpolación de la herencia de Teotihuacan hacia ella.

Claro que no se puede dejar de lado las emigraciones de grupos norteños que a la decadencia de la gran ciudad

irrumpieron en el área mesoamericana -toltecas y mexicanos fueron producto de ellas- pues muestran que para el

siglo Vlll d.C. la unidad cultural de Mesoamérica era

Io

suficientemente fuerte para absorber a los recién llegados, de ahí

que el bagaje que éstos aportaron (empezando por la idea de la emigración) se presente bajo un matiz netamente

mesoamericano, Aztlan, Culhuacan y Chicomoztoc son señalados al norte pero ubicados bajo los pardmetros

mesoamericanos que hacen del oriente y el centro los puntos de convergencia importantes en la visualización simbólica

del mundo, el quinto es con mucho el más extenso de todos los capítulos.

El último capítulo lo he concebido ante la necesidad de completar la visión de conjunto que el planteamiento requiere,

pues a pesar de que en

los

capítulos precedentes se tratará de mostrar la correspondencia entre las antiguas formas

de culto y las que aun pueden observarse en las comunidades indígenas actuales, he considerado necesario la inclusión

de un apartado que se enfoque en exclusiva a la problemática de las cuevas después de la conmoción que significó la

Conquista, ya que permitirá constatar la fuerza de la tradición mesoamericana a casi quinientos años de que se le ha

perseguido, minimizado y vilipendiado, pues creo con Braudel (1 989: 144) que, en esencia, las civilizaciones atraviesan

(29)
(30)

Capítulo

I

El mundo

olmeca

Yo no vengo aquípor nada, sino parque tengo ldstima de los maceguales; no vengo sino á ayudaos y consolarost porque vuestros maizales se hagan buenos, que yo haré que no ventee, porque no los eche áperder. y baré que llueva porque todo se baga muy bien lo que

ten& sembrado.

Andrés Mixcoátl, de una declaración en su contra durante su juicio en el año 1539 (González Obregón, 191 2: 69).

,..

continuó su búsqueda basta lkgar por fin a una caverna de arnpha boca, vuelta hacia el ocaso. Penetró en ella y al momento improvisó con gujarros un bracero en el que hizo

hego con el eslabón y pedernal que para el efecto llevaba. Arrojó algunos granos de copal sobre las ascuas y pronto la gruta se saturó con el báito de la resina. Acto continuo. Con su

machete, degolló a sus dos pavos domésticos, y primero con uno y, después con el otro de

los cuerpos decapitados recorrio elpequeño recnto de la caverna esparciendo la sangre de los volátiles sacrilcicados. Vertió también algunas gotas de aquella sangre caliente sobre las

brasas en que el incienso ardá. Hecho lo anteior se sentó a la entrada de la gruta y

esperó,

“El caballito blanco”, cuento popular del Valle de Oaxaca, en Wilfrido Cruz ( 1 946: 170-1 7 1).

¿Cukura

Madre

o

culturas hermanas?

Desde que en 1942 los investigadores Alfonso Caso, Wigberto Jiménez Moreno y Miguel Covarrubias propusieran, en

base a los continuos hallazgos de objetos aislados y a los trabajos de investigación realizados en los sitios de San

Lorenzo y La Venta, Veracruz, la existencia de una cultura anterior a la de los mayas pareciera que la estructura

hist6rica de Mesoamérica quedaba definitivamente fijada y empezara con estos ”olmecas arqueológicos”, o

simplemente “olmecas”, cuya antigüedad pudo fijarse en San Lorenzo hacia el 1200 a.c.* (Coe, 1968: 16), y cuya

presencia podía localizarse prácticamente en toda el área rnesoamericana. Pudo así establecerse que la olmeca había

sido la cultura crisol o “madre” ” e l término es de Caso- de la que se derivaron posteriormente la teotihuacana, la

zapoteca, la de El Tajín, la maya y otras (Jirnénez Moreno, 1942: 1

16).

(31)

Sin embargo desde finales de los 8C’s ha venido dándose una especie de contraataque tendiente a disminuir la

importancia de la presencia olmeca en Mesoamérica, al grado de suponer que no puede hablarse de una “cultura

madre” sino de un desarrollo hacia

“Io

mesoamericano” -“es decir, Mesoamérica vista como una unidad cultural G

civilización--- a partir de diversas comunidades con un nivel cultural más o menos similar interactuando entre sí. Según

algunos investigadores, los olrnecas vendrían a ser a

Io

sumo una cultura primus inter Dares y en cualquier otro caso:

Una de varis sociedades formativas 9ue evolucionaron a través de und combinación de interacciones tanto regionales como interregionales (Sharer, citado en Clark 19935: 164)’,

No obstante que aun quedan muchos puntos importantes que aclarar respecto a los datos arqueológicos que servirían

para apoyar esta teoría, ya ha sido aceptada por la mayor parte de

los

investigadores en el extranjero, pero no en

México; Io cual, desde el punto de vista del investigador extranjero se debería a que para sus colegas mexicanos es

cuestidn de orgullo nacional defender la primacia olmeca, sin que exista una base científica que apoye esta posición

(Clark, 1993a: 46)*. Postura un tanto extraña siendo que son ellos ---no todos--- los que no han probado la validez

del modelo propuesto o bien

Io

han aceptado sin mas, sin una critica pertinente y concienzuda.

Creo que

los

trabajos que aun se llevan a cabo en los sitios localizados dentro de la llamada “zona nuclear’’

(heathnuj, en la región del Soconusco y en las importantes regiones de Guerrero y Oaxaca tenderán en

Io

futuro a

aclarar mucho el problema de la manera en que interactuaron entre

si

las distintas sociedades que habitaban

Más O menos un proceso semejante al ocurrido en el Perú con la cultura del Chavín, de quien dice Ravines (1982: t 38): Chavh no es e/ producto de unaprecoz evolucióny dhsión de un solo foco [que es como habitualmente se presenta et desarrollo de Mesoamérica a partir de los olmecas]

.

A/ contrario, es una shtesis de shbo/os que expresan la organización social y desarrolo ideológico ocurrids durante el Pertódo Inicial [2200-1250, equivalente al Preclásico Temprano] en varias esferas regionales de interacción.

Evidentemente, estas opiniones se hacen con un total desconocimiento -- -0 uno muy pequeñ- de la historia de México, pues ia cuestión

Referencias

Documento similar

De la Salud de la Universidad de Málaga y comienza el primer curso de Grado en Podología, el cual ofrece una formación generalista y profesionalizadora que contempla

que hasta que llegue el tiempo en que su regia planta ; | pise el hispano suelo... que hasta que el

dente: algunas decían que doña Leonor, "con muy grand rescelo e miedo que avía del rey don Pedro que nueva- mente regnaba, e de la reyna doña María, su madre del dicho rey,

Y tendiendo ellos la vista vieron cuanto en el mundo había y dieron las gracias al Criador diciendo: Repetidas gracias os damos porque nos habéis criado hombres, nos

Entre nosotros anda un escritor de cosas de filología, paisano de Costa, que no deja de tener ingenio y garbo; pero cuyas obras tienen de todo menos de ciencia, y aun

E Clamades andaua sienpre sobre el caua- 11o de madera, y en poco tienpo fue tan lexos, que el no sabia en donde estaña; pero el tomo muy gran esfuergo en si, y pensó yendo assi

Fuente de emisión secundaria que afecta a la estación: Combustión en sector residencial y comercial Distancia a la primera vía de tráfico: 3 metros (15 m de ancho)..

La campaña ha consistido en la revisión del etiquetado e instrucciones de uso de todos los ter- mómetros digitales comunicados, así como de la documentación técnica adicional de