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tema 5. transformaciones económicas, sociales y culturales

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1 BLOQUE TEMÁTICO 5. POBLACIÓN Y ECONOMÍA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX

En economía, la palabra clave para entender la realidad española en el siglo XIX es la de atraso y fracaso en la modernización económica.

1. LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

Al igual que en el resto de Europa,la población creció, pero a un ritmo mucho más lento que en e el resto del Continente, incluso en países de similar grado de desarrollo, que doblaron o incluso triplicaron su población, mientras que en el caso de España, ni siquiera se duplicó. (10,5 millones de habitantes en 1800, 18´5 millones en 1900). La explicación de esta tendencia es el mantenimiento de una alta tasa de mortalidad tanto normal como catastrófica (epidemias frecuentes de tifus y cólera), mientras que la natalidad fue más baja que en otros países europeos. Desde el siglo XVIII hay una reducción lenta del número de hijos por matrimonio, lo que se conseguía, básicamente retrasando la edad del matrimonio, alto grado de celibato. Éste último descendió a lo largo del siglo debido a la reducción de las órdenes monásticas y del número de clérigos, aunque a finales del XIX hay un repunte al aumentar la población urbana.

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y mortalidad en regresión.

Los datos señalan a un aumento de la producción de cereales por encima del de la población., lo que permitió un excedente para la exportación. Otra cosa es el método extensivo que impide la innovación y provoca rendimientos de crecientes.

7.A. Las transformaciones en la propiedad de la tierra. Cambio y

continuidad en la agricultura.

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3 Los rendimientos agrarios en España aumentaron a lo largo del siglo XIX, sin que hubiera cambios técnicos significativos. Los incrementos de la producción se hicieron de forma extensiva, es decir, ampliando la superficie cultivada. Las sucesivas desamortizaciones tuvieron como consecuencia la puesta en cultivo de superficies que hasta entonces estaba infrautilizadas o la roturación de amplias superficies de pastos y bosques. El problema es que muchas de estas tierras tenían una calidad baja y se agotaban rápidamente, con lo cual los rendimientos a la larga eran decrecientes, debido a la escasez de abonos y fertilizantes. La agricultura española siguió basada en los cultivos tradicionales del medio mediterráneo: trigo que predominaba en ambas Castillas, olivo y vid, con el maíz en el norte. A finales del siglo XIX, se introduce la remolacha azucarera en las regiones de regadío como el valle del Duero, el Ebro y la vega de Granada. El autoconsumo era todavía muy fuerte. No obstante hay que hablar de del desarrollo de una agricultura comercial, orientada hacia el mercado, mucho más próspera. Es el caso de Cataluña, región con una agricultura muy dinámica, basada en el cultivo de la vid y la elaboración de vinos y aguardiente. Lo mismo se dio en ciertas zonas de Andalucía como Jérez y Málaga, zonas de producción de vinos dulces con una salida hacia el mercado internacional, preferentemente inglés. Lo mismo ocurre en Valencia con los cítricos y el arroz

La falta de innovación tecnológica se debía a una serie de factores. Se debe admitir que la revolución agraria europea se aplicó en ecosistemas húmedos _Europa Atlántica, Norte de Europa- muy distintos a los españoles, con lo que su aplicación era problemática, salvo en la España Septentrional. La sequedad, la pobreza de los suelos y la elevada altitud media incidían negativamente en los rendimientos. Pero la principal causa del retraso agrario español tenía que ver con factores humanos y económicos. Para empezar el campo español estaba superpoblado, la mano de obra era abundante lo que disuadía a los propietarios a introducir innovaciones. En segundo lugar, las clases propietarias tanto la nobleza como la burguesía agraria creada por las desamortizaciones tenía una mentalidad de propietario absentista, preocupado únicamente de cobrar las rentas. El control por estos grupos sociales del Estado, les permitía imponer condiciones abusivas para la masa de los campesinos, SOBRE TODO PARA LOS JORNALEROS.

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4 Valor de las desamortizaciones. Se advierte claramente su mucho mayor impacto en el centro y el sur donde se concentra el grueso de la propiedad eclesiástica.

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5 7.B. El proceso de industrialización. El ferrocarril y el mercado interno.

La industrialización en España fue un proceso fracasado ya que la industria moderna, basada en las modernas fuentes de energía, sólo se desarrolló en unos pocos puntos, la Cataluña costera y su moderna industria textil, y a finales de siglo la región de Bilbao con la siderurgia. El resto del país permneció casi ajeno por completo a la Revolución industrial. A la hora de analizar el fracaso se han propuesto diversas teorías. Desde Cataluña y con una óptica keynesiana, se ha insistido por parte de historiadores como Jordi Nadal y Josep Fontana en un problema de demanda: la economía española, y en concreto la agricultura por su bajo nivel de consumo, nunca fue un mercado potente para la industria. Si a eso unimos la pérdida de los mercados coloniales, definitiva en 1898, tenemos la causa del fracaso. Desde Madrid, en cambio, en un enfoque más liberal basado en la oferta, Prados de la Escosura y Gabriel Tortella, afirman que, a pesar de que la demanda española era baja, primero, el imperio colonial no fue ni mucho menos tan importante para el desarrollo industrial, y en segundo lugar, que el auténtico lastre para la industria lo constituyó el proteccionismo, que acostumbró a los industriales a prácticas poco innovadoras, al tener un mercado asegurado. En los últimos tiempos- antes de la actual crisis económica- algunos economistas e historiadores como el norteamericano Ringrose niegan incluso la noción de fracaso y hablan más bien de una vía propia de España hacia la industrialización en un modelo que no necesariamente tenía que ser como el inglés o el alemán (en opinión del que escribe estas líneas paparruchas)

Pero aparte de las consideraciones meramente económicas habría que añadir otras consideraciones sociopolíticas. En primer lugar está el miedo que muchos políticos tenían a las consecuencias sociales de la industrialización: la creación de un proletariado industrial muy combativo y revolucionario que suponía una serie amenaza para el orden social burgués como ocurría en países como Inglaterra o Francia (En este último país, la experiencia de la comuna de París, primera revolución obrera de la historia., causó pánico en las burguesías europeas). A esto hay que sumar el desinterés de la inmensa mayoría de la clase dominante y de los políticos; España estaba dirigida preferentemente por una clase de terratenientes, completamente desconectada de la industrialización, y la burguesía industrial catalana nunca tuvo una especial importancia política.

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6 débiles de la industria catalana, no obstante eran numerosos: establecimientos pequeños de carácter familiar, con una escasa capacidad de innovación y de inversión, excesiva dependencia del textil y escasa diversificación industrial (Se ha hablado de monocultivo industrial.). La escasa necesidad de capitales de la industria catalana (El capital era aportado por los propietarios familiares a partir de la reinversión de beneficios) está en el origen del fracaso catalán a la hora de

crear un moderno sistema bancario propio.

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inversiones de capital.

Mapa con los altos hornos del pais

Durante el siglo XIX la minería fue un sector clave para la economía española, que a partir de 1870 tenía en los minerales un rubro básico de las exportaciones. La orografía española, poco adecuada para la agricultura, favorece, en cambio, la existencia de yacimientos mineros.

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8 privadas (Concesiones a muy largo plazo, amplio margen de beneficios, libertad a la hora de emplear recursos).Era una auténtica liberalización y privatización del sector .Debido a la inexistencia en España, de Capital y tecnologías fue inevitable el abrumador dominio de empresas de propiedad extranjera, inglesas, francesas y belgas que se establecieron por diversos puntos del país: Río Tinto en Huelva (Piritas y cobre), Sierra Morena (Plomo y hierro), Cartagena y Murcia, Almadén (mercurio). Las cantidades de mineral exportadas fueron preferentemente de hierro, aunque a finales del siglo son sustituidas en magnitud por el plomo. A partir de esta época el país vivió un auténtico “boom” minero, pero se critica el moderado impacto que tuvo en la economía nacional: la mayor parte de los beneficios fueron a para fuera y no dinamizaron la economía nacional, ni impulsaron la industria. En la medida en la que hubieran podido hacerlo, con la notable excepción ya vista de Bilbao. No obstante no se debe desdeñar su impacto: proporcionó empleo, creó infraestructuras de transportes (en dirección a los puertos de exportación) y formó a un núcleo

reducido de técnicos y trabajadores propios ..

Mapa de los recursos mineros en España y su explotación en el siglo XIx

El estudio del comercio se debe enfocar siempre en su dimensión interna, circulación de bienes y servicios, dentro del país que en el siglo XIX tiene que ver con la creación y articulación de un mercado nacional, pilar del Estado- nación, y en su dimensión externa, los intecambios exteriores contabilizados con la llamada Balanza de Pagos.

Factor fundamental para articular el mercado nacional era la de la red de transportes, que en España siempre habían sido muy deficientes y complicados.. Se creó una red de carreteras (16000 kilómetros) que aunque insuficiente acortó distancias y abarató costes. Pero el medio de transporte decisivo a nivel mundial en el XIX fue el ferrocarril.

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9 creación de una red ferroviaria nacional. En esta ley se establecían facilidades para la creación de Sociedades Anónimas ferroviarias, con garantías como el pago de subvenciones públicas, garantía de las inversiones contra una serie de riesgos, desgravación fiscal sobre las importaciones de material ferroviario todo ello sufragado por los ingresos proporcionados por la desamortización de bienes comunales. Esta última medida se ha criticado, ya que se cree que fue una oportunidad perdida de fomentar una moderna industria siderúrgica, pero era la única manera de construir de forma rápida la red, ya que la industria española no estaba ni de lejos, en condiciones de cubrir la demanda nacional. Las compañías eran de propiedad foráneas, fundamentalmente de grupos franceses (Credit Mobilier, Rotschild), los únicos con

capital y tecnología disponible.

LA construcción de ferrocarriles se desarrolló a buen ritmo hasta 1864, época en la que empezaron las dificultades. Muchas de las líneas demostraron ser poco rentables, acumulando abultados déficits, que tuvieron que ser cubiertos por el Estado. Los déficit impedían la renovación del material rodante y de las vías, por lo que el servicio fue siempre muy deficiente. Por otra parte, la existencia de varias compañías obligaba a trasbordos y largos rodeos. Fue un sector muy especulativo atrajo un exceso de capitales que en muchos casos no se rentabilizaron. Otros dos aspectos polémicos fueron, en primer lugar, el del ancho de vía, mayor que el europeo, lo que impedía la conexión con la red continental. En segundo lugar, el diseño radial con Madrid como centro geográfico, conectaba adecuadamente el centro con la periferia, pero dejaba en el aislamiento a muchas regiones, al escasear las conexiones transversales.

El mercado único mide su eficiencia en torno a un criterio básico, el de la existencia de un precio único. LA economía española no cumplió este criterio en el siglo XIX; existían considerables diferencias entre precios costeros (más baratos por lo general) y los del interior. A pesar de todo ambos precios tendieron a la convergencia.

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10 En una economía de insuficiente demanda interna como España, las exportaciones pueden ser un elemento dinamizador de la actividad económica. LA balanza comercial española era la propia de un país subdesarrollado: exportador de alimentos y materias primas, importador de manufacturas. El destino preferencial de las exportaciones españolas fue el continente europeo, Gran Bretaña y Francia, y su desarrollo mayor se dio en la segunda mitad del siglo, debido al gran desarrollo de las economías europeas, y la puesta en funcionamiento de la minería moderna. La balanza comercial española fue casi siempre deficitaria, lo que obligaba a equilibrarla con créditos del exterior. Debido a la mala calificación crediticia del país, estos préstamos se obtenían a un interés muy alto.

Debate clave que se dio en el siglo XIX fue el de la política arancelaria. Dos posturas: el librecambismo, partidario de la eliminación total o parcial de aranceles, y el proteccionismo, defensor de la aplicación de tarifas arancelarias a las importaciones para favorecer la producción nacional. (Arancel: impuesto que se aplica sobre las importaciones. Puede tener dos intenciones. Primero recaudar impuestos simplemente. Segundo encarecer las importaciones para disuadir su compra y obligar a los consumidores a la adquisición de mercancías nacionales). Al igual que en muchos países europeos, triunfó el proteccionismo, aunque no inmediatamente. En el bando proteccionista militaban los industriales textiles catalanes, (Cuyo bastión era la muy influyente sociedad de Fomento) los productores de cereal castellanos (a finales del siglo XIX cuando fueron duramente golpeados por la competencia internacional)y siderúrgicos vizcaínos. Los librecambistas agrupaban a los productores de vino de Andalucía, compañías de transporte y a las clases populares (Para las que el librecambio suponía pan barato). En 1869 el arancel Figuerola, sin ser, ni mucho menos, enteramente librecambista establecía rebajas arancelarias, y en su base 5ª la disminución a un 5% de todas las tasas. Nunca se aplicó por entero. Fue a fines de siglo, cuando la política arancelaria apostó clara y decididamente por el proteccionismo, con unas tarifas que fueron las más elevadas de Europa y que beneficiaban a la industria y la agricultura cerealista..

A principios de la era liberal, el sistema monetario era caótico, con un montón de deuda pública depreciada circulando como moneda. Las reformas monetarias establecen un sistema decimal como criterio ordenador del sistema. En 1848 la ley establece un sistema bimetálico, patrón mixto oro-plata, con el real como unidad básica. Se pensaba que la existencia de dos metales en circulación aumentaría la masa monetaria en circulación. En la práctica la depreciación internacional del oro, desplazó a la plata del sistema monetario (Ley de Gresham: la moneda mala desplaza a la buena, que se atesora, de la circulación).

El auténtico hito monetario del siglo, se dio en 1869 cuando se establece una nueva unidad monetaria, la peseta. El bimetalismo no duró ni 15 años, sustituido como en el resto del mundo por el patrón monometálico pero a diferencia del resto del mundo donde impera el patrón-oro de inspiración británica, se trata de un patrón basado en la plata. En España se dio un fenómeno raro en estos tiempos, el aumento de la circulación fiduciaria de billetes de banco que llegaron a ser del 50%.

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11 siglo. La ley de 1855 contemplaba dos tipos de bancos, de emisión (DE papel moneda) y de crédito. La consolidación de la banca española se dio a partir de 1874. Lo más trascendente es la concesión del monopolio de emisión de billetes al Banco de España, a cambio de un préstamo de 125 millones de pesetas. El banco, aparte prestaba al gobierno a través de los depósitos de los particulares. La banca privada se centró en la concesión de créditos y en el descuento de letras. SE consolidaron dos grandes plazas crediticias: Madrid, plaza financiera ligada a la economía de servicios de la Capital y, sobre todo, Bilbao. Cataluña, en cambio, fracasó a la hora de consolidar su poder financiero, ante las escasas necesidades de capital de su industria, lo que llevó a la quiebra al Banco de Barcelona.

El antiguo régimen dejó en herencia un caos indescriptible en las finanzas públicas. En 1845 entra en vigor una reforma fiscal, la Ley Mon- Santillán que sobre el papel racionaliza y simplifica el sistema fiscal con una clara división entre impuestos directos e indirectos. Entre los impuestos directos se establece el de “Inmuebles, cultivo y ganadería” que debería haber sido el principal aporte de la Hacienda, pero que en realidad sólo aporta una 1/5 parte de la recaudación. El fraude era masivo, y el estado ni siquiera intentó conocer la riqueza imponible, ni se hizo un catastro estableciéndose un sistema de repartimiento sobre estimaciones aproximadas, que establecían las autoridades locales, que casi siempre eran a su vez propietarios. Otro impuesto directo era el de la “Contribución industrial y de comercio” que sólo rendía la mitad. El resto de la recaudación corría a cargo de los impuestos indirectos, sobre el consumo, que gravan a todos los demás, son regresivos y afectan a los más pobres: rentas de aduanas, aguardientes, licores. Modélica y ejemplar sobre el papel, la Ley tributaria de 1845 era una tomadura de pelo. Una fuente segura de financiación consistía en las loterías, con las que el estado recaudó más que con la desamortización. Precisamente las desamortizaciones fueron un fiasco para la Hacienda, desde el momento en que se aceptó el pago con deuda a valor nominal, muy depreciada. De hecho el estado se gastó más en financiar a la Iglesia que lo que sacó por los bienes eclesiásticos desamortizados. Los gastos lejos de reducirse aumentaron: 1/3 se dedicaba a pagar la deuda y las pensiones de las clases pasivas, los otros dos tercios se repartían entre el ejército, la Corte y el mantenimiento del clero.

LA raquítica recaudación, unida a unos gastos crecientes explican una constante a lo largo del siglo, el abultado déficit fiscal, lo que obligó a un endeudamiento masivo, cayéndose en el círculo vicioso de la deuda: endeudarse para pagar la deuda. La condición internacional de la deuda española era pésima, debido a los frecuentes repudios, por lo que los tipos de interés que aplicaban los banqueros eran leoninos. Muchos pequeños ahorradores que colocaban su dinero en títulos españoles sufrieron cuantiosas pérdidas, en lo que era una estafa en toda regla. Los banqueros internacionales más poderosos, como los Rotschilld, consintieron en reducciones de deudas a cambio de contrapartidas (Subvenciones a sus ferrocarriles, concesiones mineras. La deuda pública, junto con los ferrocarriles y la desamortización fueron los principales focos de inversión monetaria, desviando recursos que se podían haber destinado a otros sectores. Acentuó la mentalidad rentista de la burguesía española, ya de por sí poco amante del riesgo.

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12 Al igual que en el resto de Europa,la población creció, pero a un ritmo mucho más lento que en e el resto del Continente, incluso en países de similar grado de desarrollo, que doblaron o incluso triplicaron su población, mientras que en el caso de España, ni siquiera se duplicó. (10,5 millones de habitantes en 1800, 18´5 millones en 1900). La explicación de esta tendencia es el mantenimiento de una alta tasa de mortalidad tanto normal como catastrófica (epidemias frecuentes de tifus y cólera), mientras que la natalidad fue más baja que en otros países europeos. Desde el siglo XVIII hay una reducción lenta del número de hijos por matrimonio, lo que se conseguía, básicamente retrasando la edad del matrimonio, alto grado de celibato. Éste último descendió a lo largo del siglo debido a la reducción de las órdenes monásticas y del número de clérigos, aunque a finales del XIX hay un repunte al aumentar la población urbana.

Los movimientos migratorios se dispararon a finales del siglo: 1 millón entre 1882 y 1889, y dos millones de personas entre 1900 y 1913. Es una cifra baja, en comparación con otros países europeos y se explica por el escaso desarrollo demográfico. El destino preferente fue Sudamérica (Argentina y Cuba), aunque también tuvo cierta importancia la emigración a Argelia-colonia francesa- desde el Levante El fuerte proteccionismo agrario amortiguó algo la tendencia migratoria. Dentro del país, el éxodo rural tuvo unos efectos muy limitados, salvo en Cataluña y Vizcaya, debido a la escasa industrialización. Precisamente Cataluña es la única región española donde se dio un ciclo demográfico propio, más parecido al de los países más avanzados: natalidad alta y mortalidad en regresión.

LA SOCIEDAD ESPAÑOLA EN EL SIGLO XX

Los nuevos criterios de diferenciación social

LA liquidación del antiguo Régimen tuvo como consecuencia lógica e inevitable, la desaparición de la sociedad estamental. Los privilegios de la nobleza y el clero fueron suprimidos, y se impuso la igualdad legal y jurídica. A cambio, la nobleza vio reconocidos sus derechos de propiedad sobre los antiguos señorios, que en muchas ocasiones eran harto dudosos, y el sistema fiscal, ya hemos visto que era “generosos” con los pudientes. A partir de ahora el único criterio de desigualdad social es el de la riqueza, la propiedad y la riqueza como pilares y fundamento del orden social o incluso político.

LA burguesía y la nobleza. Los estratos pequeño burgueses o clases medias.

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13 rey. La liquidación del señorío por la ley de 1837 reconoció a los señores la plena propiedad sobre unas tierras sobre las que antes como mucho tenía el derecho a cobrar unas rentas. A partir de ese momento la nobleza y los terratenientes en general pudieron imponer sobre los campesinos unas condiciones cada vez más duras, elevando las rentas o desahuciándoles a capricho. Los pleitos desesperados que presentaron los campesinos fueron sistemáticamente denegados por una justicia al servicio de los terratenientes. A este núcleo duro , que podemos definir como de capitalismo agrario, con sus posesiones repartidas preferentemente en el centro y el sur del país, debemos unir a la burguesía industrial catalana, y a finales de siglo la burguesía industrial y financiera vizcaína. Muy importante hasta 1898 es el núcleo de capitalistas cubanos, cuyo control de los negocios de la opulenta economía cubana les convierte en un lobby poderoso y envidiado con capacidad política, a veces decisiva. Por otra parte, el proceso de crecimiento de las grandes ciudades, sobre todo Madrid, provocaron un auge espectacular de la construcción y la actividad inmobiliaria, donde se crearon grandes fortunas (Ejemplo: Marqués de Salamanca). Todos ellos constituirán lo que a finales de siglo se llamó Bloque Oligárquico de poder.

Los estratos de la pequeña burguesía o las llamadas clases medias en España tienen escasa entidad numérica y una gran debilidad ideológica y de mentalidad. Son pequeños propietarios cuyos negocios son amenazados por el desarrollo capitalista, pero también se trata de una burguesía “intelectual” de abogados, profesores, médicos, boticarios, etc. Su posición social depende más de su formación intelectual en un país de analfabetos que de sus parcos ingresos. En general se trata de clases satelizadas que giran en torno a las clases dominantes o tratan de acercarse al pueblo con muchos reparos. Podemos distinguir una pequeña burguesía conservadora, frecuente en las pequeñas ciudades muy influenciada por la Iglesia, que la utilizará para sus proyectos políticos. En las grandes ciudades y ciertas zonas del Levante, abunda una burguesía laica, en muchas ocasiones ferozmente anticlerical, de la que saldrán las bases sociales de proyectos políticos republicanos o incluso socialistas.

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