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Cuadernos

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Metodológicos

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Dinámica del

Dinámica del

grupo de

grupo de

discusión

discusión

Jesús Gutiérrez Brito

Jesús Gutiérrez Brito

El presente libro aborda el problema de la aplicación práctica de las técnicas cualitativas como el Grupo de Discusión. Su interés particular se centra en la dinámica grupal y en las

interacciones comunicativas que entabla el moderador con el conjunto de participantes que componen la reunión. Con un sentido crítico y reflexivo se evalúan buenas y malas prácticas para el desarrollo de una situación grupal con fines investigadores, mostrando aspectos fundamentales sobre cómo presentar dicha situación, consolidarla y conducirla con un mínimo de rigor y coherencia con el enfoque cualitativo. Finalmente se abordan aspectos concretos sobre la importancia de la dinámica para la transcripción y análisis del discurso grupal, así como su influencia en la planificación del trabajo de campo y el uso estratégico de los diversos grupos proyectados.

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Dinámica

Dinámica

del grupo

del grupo

de discusión

de discusión

Jesús Gutiérrez Brito

Jesús Gutiérrez Brito

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Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya sea gráfico, electrónico, óptico, químico, mecánico, fotocopia, etc.) y el almacenamiento o transmisión de sus contenidos en soportes magnéticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tipo sin permiso expreso del editor.

COLECCIÓN «CUADERNOS METODOLÓGICOS», NÚM. 41

Primera edición, abril de 2008

© CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIOLÓGICAS Montalbán, 8. 28014 Madrid

DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

Impreso y hecho en España

Printed and made in Spain

NIPO: 004-08-003-2

ISBN: 978-84-7476-450-5

Depósito legal: M. 14.117-2008

Fotocomposición e impresión:EFCA,S.A.

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Índice

Índice

Prefacio ... 7

1. INTRODUCCIÓN... 9

2. DINÁMICA GRUPAL PARA LA INVESTIGACIÓN SOCIAL: ¿ FO-CUS GROUPO GRUPO DE DISCUSIÓN?... 15

3. EL SENTIDO TÉCNICO DEL GRUPO DE DISCUSIÓN ... 19

4. EL DISCURSO GRUPAL COMO PRODUCTO CONVERSACIO-NAL DIALÓGICO ... 31

5. LA INTERVENCIÓN D EL MODERADOR E N LA DI NÁMICA GRUPAL... ... 43

6. LA PRESENTACIÓN DEL GRUPO DE DISCUSIÓN... 51

1. Actitud técnica y rol de l moderador ... 53

2. Objetivos de la reunión... 56

3. El tiempo y el espacio de la reunión.... ... 60

4. Ejemplo de un modelo de presentación ... 62

7. LA DINÁMICA DE CON DUCCIÓN ... 71

1. Instrumentos para la conducción del grupo ... 71

1.2. El guión de conducción... 76

1.3. Las intervenciones verbales: el papel de la pregunta... 80

1.4. Las intervenciones no verbales ... 90

1.5. Presentación y utilización de material facultativo para la conducción ... 92

2. El desarrollo de la conducción... 100

3. Imprevistos y factores perturbantes en la conducción ... 108

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9. LA EVALUACIÓN DE LA DINÁMICA GRUPAL... 121

1. Perfiles de los participantes... 121

2. La evaluación del grupo ... 123

10. LA TRANSCRIPCIÓN DEL GRUPO DE DISCUSIÓN ...1. Grabación y recuperación del material discursivo ... 127127 2. La finalidad de la transcripción ... 132

11. MODERACIÓN Y ANÁLISIS DEL DISCURSO GRUPAL ... 135

12. CONCLUSIONES ... 137

Bibliografía ... 139

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Para Santiago Brito Díaz In Memoriam

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Prefacio

Prefacio

Este breve libro sobre cómo moderar grupos de discusión tiene la finalidad de llenar un relativo vacío literario en el campo de la investigación social cualitativa. No obstante, el motivo principal que me llevó a escribirlo tuvo que ver en su momento con el primer contacto que entabla todo investigador inexperto con el trabajo de campo. A este limitado e impactante encuentro me refiero cuando hablo de dinámica grupal para la investigación, y muy es-pecialmente a las dificultades que en su momento viví, y en cierta forma sigo viviendo, cada vez que me enfrento a la dichosa tarea de moderar un grupo

para producir cierta información.

Nada de lo que aquí se presenta está fuera ni más lejos de la práctica que tanto me valió para afrontar la responsabilidad y el cometido que tiene el vestigador cuando se encuentra en la situación concreta de moderar un gru-po de este tigru-po. Por eso tengo un interés especial en hacer dos agradecimien-tos sin los cuales no podría hacer frente a los deberes contraídos con este escrito.

El primero se lo debo a José Luis Álvarez, director del área de estudios cualitativos de la empresa de investigación de mercados Metra Seis. Fue la persona que en mis primeros contactos con la investigación comercial me llevó a reparar en las sutilezas y cuidados necesarios para moderar un grupo de discusión. Su maestría, y un don especial en este difícil arte, me permitió distinguir cuestiones fundamentales para entender la teoría y la práctica de la dinámica grupal orientada a la investigación de la opinión pública y el mercado. A él le debo, y le reconozco sin igual, mi particular interés por la moderación grupal orientada a producir discurso para la investigación, un discurso que convertido en material empírico mantuviera a pesar de todo, y con todo, un alto nivel de calidad y de control de las condiciones que asisten a su producción y posterior análisis. Para él mi recuerdo y una enorme gra-titud.

El segundo agradecimiento lo hago extensivo al conjunto de profesores que forman parte del Curso de postgrado de Praxis de la Sociología del Con-sumo de la Universidad Complutense de Madrid, por el sentido crítico que caracteriza a dicho cuadro docente, y que de una u otra forma estoy seguro que habrá influido en la manera de presentar un tema tan técnico y particu-lar como éste. Sin duda, pensando en todos ellos, pero muy especialmente

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en los lúcidos comentarios y sugerencias de los profesores Luis Enrique Alonso, Javier Callejo y Fernando Conde, mi interés por la dinámica del gru-po de discusión sigue creciendo y no cesa de replantearse con el fin de dar mayor alcance y continuidad a los aspectos técnicos que aquí se han abor-dado.Por último, cerrando este capítulo de deberes contraídos, no puedo olvi-dar ni dejar de agradecer a la profesora Consuelo del Val su amable va para abrir camino a este texto. Sin su providente aparición, y la colabora-ción de tantas otras personas cercanas y amigas, seguramente este libro no hubiera existido. Para todos ellos, mi más sincero agradecimiento.

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Introducción

Introducción

En los manuales de investigación social al uso es relativamente fácil encon-trar trabajos sobre las distintas técnicas cualitativas que más se conocen y utilizan, por ejemplo sobre el grupo de discusión (en adelante G. D.) y la en-trevista abierta o en profundidad. Sin embargo, salvo referencias puntuales en publicaciones más especializadas, no es frecuente tratar la parte menos formalizada y de carácter más práctico como es la aplicación y manejo de dichas técnicas.

Es relativamente fácil que el estudiante, o la persona interesada en for-marse en este campo, encuentre precisiones más o menos extensas y comple-tas sobre qué es un grupo de discusión y cómo funciona desde un punto de vista teórico1. Lo que no encontrará con facilidad, y de ahí la finalidad de

este trabajo, son aproximaciones sobre la manera de abordar este particular en la práctica real, especialmente en lo referente a cómo deberían aplicarse las directrices o acciones técnicas que permiten dinamizar un G. D.

Por poner un ejemplo, la persona interesada en utilizar la técnica del G. D. puede informars e minuciosamente sobre qué recursos se requieren, cuál es la finalidad de la grupalidad para el investigador, qué requisitos cum-ple, etc.; pero no le será fácil saber cómo poner en práctica todo esto, qué comportamientos deberá adoptar, con qué sentido, etc. En definitiva, no en-contrará en la literatura al uso precisiones sobre cómo hacer funcionar las técnicas cualitativasque tanto se utilizan y que con mayor frecuencia apare-cen en el ámbito de la investigación social2.

1 Entre la bibliografía española actual, el monográfico de Callejo (2001) y el capítulo de

Ca-nales y Peinado (1994) son dos interesantes trabajos donde se tratan con cierto detenimiento el tema de la aplicación práctica del G.D, aunque sin mayores precisiones sobre la parte de la di-námica grupal y su funcionamiento desde el punto de vista del moderador. Por otro lado, aun-que la bibliografía sobre dinámica grupal es abundante y diversa, especialmente en el ámbito de la psicología social, la específica para el caso del G. D. es bien limitada y difusa.

2 No sucede así en el ámbito de la entrevista abierta o en profundidad. A diferencia del G. D.,

la entrevista en sus distintas versiones y aplicaciones sí ha sido objeto de análisis y discusión teórica desde los años sesenta, especialmente, en lo concerniente a su aplicación y realización, es ejemplar la obra de Riccardi (1966).

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No parece exagerado pensar que buena parte de la falta de atención que demandan las técnicas cualitativas se debe a que esta parte de aplicación prácticaha sido por sistema desatendida, o simplemente ignorada por aque-llas personas o investigadores que se han puesto por primera vez delante de ellas. El hecho de que el grupo sea en cierta forma una práctica social de igual forma que lo es de investigación, ha hecho que la técnica de observar e vestigar a través suyo se convierta inevitablemente en una cuestión cotidiana

y normal, sin reparar que detrás de este propósito hay una finalidad que poco o nada tiene que ver con lo coloquial o familiar3.

Por otra parte, y relacionado con lo anterior, es obvio que el descuido mencionado tiene que ver también con la aparente facilidad de estas técni-cas, lo que ha permitido su divulgacióny también vulgarizaciónentre aque-llos que por motivos principalmente económicos no tenían otra alternativa más a mano, incluso a pesar de sus pesares. Son muchos los que han recu-rrido y siguen recurriendo a las técnicas cualitativas por motivos estratégi-cos de diverso tipo que poco o nada tiene ver con el diseño de la investiga-ción, conscientes como son de que es mucho más fácil, y también más barato, emprender la realización de unos grupos o entrevistas abiertas que una encuesta por concisa y escueta que sea. También en otro orden, la didác-tica académica que recomienda empezar por las técnicas cualitativas como forma de ir avanzando con lo que se supone realmente dificultoso, es decir, las técnicas cuantitativas, ha dejado afianzarse la falsa idea de que las técni-cas cualitativas son más simples y fáciles de poner en práctica que las técnitécni-cas cuantitativas, las cuales han sabido mostrarse mucho más profesionalizadas. En cualquier caso, resultado de todo ello es que el G. D. se ha convertido en una técnica fácil de emplear, pero también, y al mismo tiempo, igualmente fácil de infrautilizar y/o desvirtuar (Buncher, 1982).

Por otro lado, y por extraño que parezca, la infrautilización y vulgariza-ción de las técnicas cualitativas como el G. D. no se corresponde con una respuesta formalque palie posibles deficiencias. A pesar de los esfuerzos por mostrar y conocer en profundidad dichas técnicas, el estudiante o iniciado difícilmente se hace cargo de lo que el aprendizaje de las técnicas vas suponen en tiempo y conocimientos teóricos y prácticos. Pero su asom-bro sería mayor si supiera que la formación en este campo sólo se consigue

informalmente a medida que se desarrolla una práctica investigadora, así como la realización de numerosos grupos. Sobre este particular es necesario señalar dos cosas que son de especial interés para la presentación de este

10 CUADERNOS METODOLÓGICOS 41

3 Como señala Lofland (1971: 90) para el caso de la entrevista personal, “realizar una buena

entrevista no es muy distinto a sostener en la vida diaria una interacción no coactiva, autocon-trolada, solidaria, amable y cordial. Si uno puede hacer eso, ya tiene las principales cualidades interpersonales necesarias para la entrevista”. Lo complicado del asunto es que dichas cualida-des para la comunicación no son comunes en las interacciones cotidianas, y mucho menos en la situación particular de tener que responder a los objetivos de una investigación.

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trabajo. Por un lado, que el objeto de esta práctica dista mucho de ser simple y sencilla, y que la mayor de la veces las exigencias que se impone (o le im-ponen) al moderador están fuera de lugar o por debajo de las expectativas de lo que realmente se requiere. Y esto no tiene que ver con la preparación del investigador que aborda una labor como ésta, algo que sin duda hace mucho más fácil las cosas, sino con lo que en cierta ocasión Sigmund Freud quiso decir a todos aquellos que utilizaban frívolamente la técnica psicoanalítica olvidando que su finalidad aparentemente sencilla y despreocupada se mos-traba finalmente como la más compleja:

También me llegan noticias de que este o este otro colega organiza sesiones con un paciente a fin de hacerle una cura psíquica, cuando estoy seguro de que no conoce la técnica de una cura de esa clase. Espera, sin duda, que el enfermo le franquee sus secretos, o busca la curación en algún tipo de confe-sión o de confidencia. No me asombraría que un enfermo así tratado extraje-ra más perjuicios que beneficios. En efecto, el instrumento anímico no es fá-cil de tocar. A raíz de esto no puedo por menos que acordarme de lo que dijo un neurótico mundialmente famoso, que por cierto jamás estuvo bajo trata-miento médico, pues vivió sólo en la fantasía de un dramaturgo. Aludo al príncipe Hamlet, de Dinamarca. El rey envía a dos cortesanos Rosenkrantz y Guildenstern, para que lo espíen, le arranquen el secreto de su desazón. Él se defiende; aparecen unas flautas en el escenario. Hamlet toma una y pide a uno de los martirizadores que toque en ella; es, dice, tan fácil como mentir. El cortesano se rehúsa, pues no sabe tocar nada; y como no puede moverlo a que haga el intento, Hamlet le espeta al fin: ¡Pues ved ahora que indigna criatura hacéis de mí! Querrías tañerme; [...] pretendéis arrancarme hasta el corazón de mi secreto, extraer de la nota más grave hasta la más aguda de mi diapasón; y habiendo tanta música y tanta excelente voz en este pequeño instrumento, no lográis hacerle hablar (Freud; 1905 [1904]: 251).

A la vista de la reivindicación freudiana, es obvio que el G. D. en su sim-plicidad no merece menor atención y cuidado por parte de aquel que quiera manejarlo. No obstante, su aplicación práctica también requiere algo así como una didáctica y/o referente que dote a la situación grupal de un senti-do estratégico para la investigación. Quien tiene alguna experiencia sobre el tema sabe que ponerse delante de un G. D. vale mucho más que toda la teo-ría sobre lo que esta situación significa y requiere, lo que no es impedimento alguno para informarse sobre las cuestiones particulares que un moderador tiene que atender en un encuentro como éste.

Sinceramente, no creo que este trabajo pueda llegar a sustituir la expe-riencia práctica de aquellos que quieran instruirse en este campo, y mucho menos suplantar el buen juicio y/o el buen arte del investigador que se pone por primera vez delante de un grupo. Sin embargo, puede ayudar a entender mejor dicha aplicación práctica y su transfondo teórico, y sobre todo jar por reafirmar la idea anterior de abordar el G. D. con un sentido fuera de lo común, a pesar de pretenderse constituir en la forma más común de

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presarse e interaccionar los seres humanos: la conversación. Este texto

pre-tende tener una utilidad práctica y enpre-tender la dinámica del G. D. como una práctica de investigación. Esto significa alejarse de la idea del recetario, del protocolo o del procedimiento que se aplica ciegamente e independiente-mente del contexto o situación concreta donde trabaja la técnica. Significa sobre todo entender la dinámica como la parte correspondiente a lo que el investigador hace cuando realiza un G. D. Pero es obvio que para hablar de lo que hacemos es necesario que el lector ya se encuentre haciéndolo. Parece imprescindible que para entender la práctica, y que este texto sea realmente un texto práctico, el lector tenga ya una cierta experiencia sobre el tema en

cuestión. De lo contrario el texto sería irremediablemente un recetario poco o nada práctico, y no lo que pretende ser: una reflexión razonada sobre lo que hacemos o dejamos de hacer cuando realizamos un G. D. y llevamos a la práctica unos conocimientos teóricos.

Hecha esta puntualización, este trabajo trata de mantener un difícil equi-librio que permita satisfacer las diversas exigencias que a lo largo de esta breve introducción se ha puesto de manifiesto. Por un lado, se pretende no traicionar el talante flexible y abierto que caracteriza al conjunto de las téc-nicas cualitativas, las cuales no son susceptibles de sistematizarse o traducir-se en rígidos procedimientos (Alonso, 1998) a partir de los cuales el investi-gador pueda informase de la realidad observada. Como su propio nombre indica, la dinámica del G. D. es dinámica y no estática, lo que supone mover-se indefectiblemente en el escurridizo ámbito del trabajo de campo, y en el tiempo relativo que marca el conjunto de la investigación. Sobre este núcleo la dinámica hace referencia tanto a lo que queda dentro de ella como a lo que está fuera y la influye directa o indirectamente. Como es de esperar, la dinámica no prescinde de lo dinámico y procede incorporando a ella todo tipo de movimientos o cambios que se van produciendo a lo largo del es-tudio.

Por este motivo se advierte al lector de la importancia que tiene entender la dinámica como práctica dinamizadora donde todo el aparato técnico y metodológico se adapta y está supeditado a la situación concreta de investi-gación. En este sentido se podría decir que no hay como tal una dinámica

del G. D., de la misma forma que no hay una manera única de aplicar al en-trevistado un cuestionario estandarizado para conocer su opinión. La expe-riencia demuestra que el investigador no cuenta con una fórmula magistral para conducirse en el ámbito de las relaciones comunicativas. Más bien, lo que tiene a su alcance son un conjunto de reflexiones, conocimientos y sabe-res que se articulan y desarrollan in situen función de lo que la misma vestigación y su desarrollo va planteando.

Por otro lado, este escrito pretende ser un referente donde el investigador encuentre algunas cuestiones que hagan más rigurosa y crítica la aplicación de técnicas cualitativas como el G. D. Con este propósito, las distintas partes de este trabajo se centran en desarrollar lo que a juicio del autor persigue una

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dinámica grupal consecuente con el enfoque cualitativo en investigación so-cial, así como una matización de su carácter técnico y un desarrollo ilustra-do de los elementos principales que intervienen en la presentación, conduc-ción y transcripconduc-ción del grupo. Sobre esto último, señalar que la pertinencia de incluir la transcripción como una parte más del proceso dinámico, algo que aparentemente puede resultar forzado, incluso ajeno por definición, se debe a que en buena medida son componentes que aparecen indisociables en la aplicación práctica de la técnica, lo que significa en definitiva que la transcripción no debería entenderse al margen ni de manera distinta a como se entiende la dinámica grupal en su conjunto, especialmente cuando lo que se quiere transcribir es esto último y no sólo el material lingüístico que se regis-tra en la grabación.

Por último, señalar que este trabajo es el resultado de un proceso inaca-bado de reflexión crítica sobre el sentido de la aplicaciónde las prácticas de investigación cualitativas. El inicio de esta tarea se remonta a una serie de ar-tículos publicados en la revista de metodología de las ciencias sociales ria, y a partir de los cuales se madura y elabora buena parte de los

conteni-dos que se presentan a continuación. El resultado, por tanto, es limitado si se tiene en cuenta el alcance sociológico de un texto que tiene como princi-pal objetivo describir una práctica y completarla con un mínimo de ilustra-ciones para la ejemplificación. Desde este limitado punto de vista, tampoco se pretende dar al lector un amplio y variado repertorio de ejemplos, valga la redundancia, “ejemplares”, sobre los cuales pueda hacerse una idea exacta o aproximada de cómo dinamizar un G. D. Tan meritorio propósito segura-mente estaría condenado al fracaso y a la crítica por correr el riesgo de llevar a pensar que el ejemplo es aquí realmente el texto que documenta, y no el pre-texto que simplemente provoca la reflexión del investigador.

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2

Dinámica grupal para la investigación

Dinámica grupal para la investigación

social: ¿

social: ¿ focus group o grupo de discusión?

o grupo de discusión?

El funcionamiento de los grupos (dinámica grupal) es una cuestión central para entender la importancia sociológica del grupo y el desarrollo de técni-cas grupales dirigidas a la investigación científico social. El grupo fue consi-derado intuitivamente como tentativa para conseguir contactar y conseguir informantes, como receptáculo natural donde el observador podía acceder a los individuos. Después, de una manera más metódica, fue reconociéndose la existencia de la grupalidad y su funcionamiento con fines diversos como la investigación social. Tanto la psicología social como la sociología han llama-do la atención sobre el estudio y reconocimiento del grupo como formación social de primer orden1: unas veces como contexto o medio cuya influencia

determina las relaciones y el comportamiento de los individuos, y otras como conjunto o entidad organizadora de la sociedad.

Sin pretender hacer una historia del grupo como instrumento de investi-gación, su aparición en la escena científica es compleja y trabada de cone-xiones o hibridaciones con diversas disciplinas y campos de saber (la antro-pología, la sociología, la psicología social, el marketing, el psicoanálisis, etc.). En general, la utilidad del grupo ha evolucionado y se ha transformado en función de distintos usos y escuelas procedentes de ámbitos tan distantes entre sí como es la psicología clínica o la investigación de mercados. Prueba de ello son las diversas variantes y denominaciones que existen sobre las téc-nicas grupales, y en especial sobre el llamado grupo de discusión (Vallés, 1997: 179). Distintos términos y especificaciones son utilizados en un lado y en otro para referirse a un mismo tipo de grupo que se aplica a la investiga-ción social en campos muy diversos como la salud, la educainvestiga-ción, las políti-cas públipolíti-cas, los medios de comunicación, el consumo, etc. Entre ellos, el

1 La obra de Georg Simmel, Estudios sobre las formas de socialización, es un clásico y un

cla-ro ejemplo de la relevancia sociológica y científica que alcanza el grupo a principios del

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término focus group es el más utilizado y conocido en el ámbito anglosajón,

junto con el término grupo de discusióncuya referencia es mayormente espa-ñola.

La traducción sistemática de focus grouppor “grupo de discusión” es una prueba evidente de que ambos términos son intercambiables para la mayo-ría de la comunidad profesional, reduciendo las posibles diferencias existen-tes a una imposición lingüística y/o regional que poco o nada afecta al conte-nido o esencia d e la técnica. En este sent ido, el G. D. suele consid erarse generalmente como “una forma más flexible, abierta y menos directiva de los focus goup” (Callejo, 2001: 17). Es el estilo de conducción, y no el tipo de

grupo, lo que en definitiva distingue a ambos y hace de su funcionamiento un mismo referente.

Este texto, lejos de buscar reforzar está evidente identificación, lo que pretende es trabajar para lo contrario a la vez que opta por la versión espa-ñola del G. D., vinculada al trabajo teórico de sociólogos como Jesús Ibáñez, Alfonso Ortí y Ángel de Lucas. A pesar de aceptar que ambos tipos de grupos son en apariencia y formalmente iguales, es decir, están formados por un número limitado de participantes cuyo objeto es hablar sobre un tema de in-terés para la investigación bajo la supervisión de un investigador que hace las funciones de moderador en un espacio y tiempo limitado, el G. D. apare-ce con posterioridad y unido a una sólida justificación teórica que no tuvo ni ha llegado a tener el focus group. Lo que no significa que en la práctica ac-tual se apliquen de manera muy similar o sin distinción alguna.

Sin embargo, si seguimos las especificaciones de Morgan y Krueger (1993), el focus group, srcinariamente llamado también entrevista en grupo

o entrevistas profundas de grupo (group depth interview),es en cierta forma el resultado de una táctica en la manera de aplicar la entrevista individual, la cual consistió primero en poner el acento en la simplificación de la pregunta grupal para posteriormente ponerlo en la interacción que entablan los com-ponentes del grupo, facilitando así la aplicación de la entrevista y sobre todo su utilidad empírica para obtener gran información en un reducido espacio de tiempo y economía de esfuerzo. La tendencia, por tanto, ha sido de una creciente apertura hacia lo grupal, especialmente haciendo la entrevista mu-cho menos directiva y más natural de lo que en un principio lo era su antece-dente directo: la entrevista individual estructurada. Por el contrario, el G. D. surge y evoluciona en un contexto comercial vinculado a la investigación de mercados y del consumo, especialmente como ruptura y crítica teórica del enfoque cuantitativo y la popular encuesta de opinión, lo que ha hecho que éste se aplicara abriéndose camino entre otras técnicas ya consolidadas fuera y dentro de España y con un sentido más preciso y dirigido de lo que a priori, por justificación teórica, hubiera sido de esperar. En cualquier caso, ambas tendencias se han ido aproximando hasta el punto de solaparse en la práctica sin por ello comprometer o invalidar lo que ha supuesto un gran esfuerzo teó-rico por justificar el G. D. y su identidad frente a otras técnicas grupales.

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Si se toma como referencia básica la obra de Jesús Ibáñez Más allá de la sociología. El grupo de discusión: teoría y crítica, el conocimiento y utilidad de los grupos depende del sentido de la intervención sobre éstos. “La mayo-ría de las intervenciones, las que se suelen designar con el término ‘dinámica grupal’ se limitan a utilizar los grupos como instrumento para alguna manipu-lación” (Ibáñez, 1986: 254 y 255). Ahora bien, esta manipulación de la técnica es lo que en esencia distingue al G. D. de cualquier otro dispositivo grupal. Como señala Ibáñez (1986: 262): “Aplicar la técnica del grupo de discusión para cumplir unos objetivos concretos en una situación concreta no implica el encontrar una forma canónica de proceder. Todas las fórmulas son buenas, pero unas tienen unas consecuencias —producen unos efectos— y otras, otras; el investigador debe estar simplemente en disposición de poder calcular los efectos que produce aquella sobre la que decide”. Por lo señalado, el G. D. ad-quiere así un evidente y fundamental sentido reflexivo que no manifiestan otros instrumentos, y que revierte tanto en su incierto “estatus de técnica” como en su particular forma de entender la dinámica grupal. En concreto, la reflexividad del G. D. es lo que permite que la misma técnica vuelva sobre ella misma, es decir, que tenga en cuenta lo que su funcionamiento implica para el discurso grupal y la investigación. Esta sutil particularidad sigue marcado distancia frente al focus group, pero también ha comprometido la consisten-cia técnica del G. D. El hecho de que el único elemento estable para proceder técnicamente seatener en cuenta los efectos que la misma técnica produce2, ha

supuesto algo así como una incapacidad o renuncia del G. D. para depurar y concretar algunas directrices estables en las que justificar un determinado modo de operar y su reproducción3. Esto es más evidente en la medida en

que el aprendizaje de la técnica no es tanto lo que el moderador tiene que co-nocer y dominar para proceder con el grupo, como el hecho de qué cosas hay que conocer y cómotransmitirlas de cara a la instrucción.

Por el contrario, el focus group ha contado desde el principio con pautas concretas que hacen más evidente y operativo su manejo y aprendizaje. Al margen de la flexibilidad de las técnicas cualitativas, el focus group, por ejemplo, cuenta con pautas de moderación que también pueden y son utili-zadas a su vez en el G. D. Pero la salvedad reside en que dichas pautas, sean cuales sean, responden a fines distintos. A diferencia del G. D., el común de las dinámicas grupales consideran el grupo: “como una caja negra, y se

in-DINÁMICA DEL GRUPO DE DISCUSIÓN 17

2 Como se verá más adelante, el único procedimiento del G. D. es un meta procedimiento

consistente en considerar lo que la técnica supone para la realización del grupo. Con este

pecu-liar sentido, puede decirse que el G.D. no es “una técnica” más como puede serlo el focus group,

sino más bien una técnica preocupada por su quehacer e impedimentos técnicos.

3 Por eso Jesús Ibáñez, cuando inicia el abordaje sobre cómo se realiza una investigación

mediante grupos de discusión, dice que no intentaremos prescribir “cómo se hace tal o tal cosa”, sino más bien “las consecuencias de hacerlo” (1986: 489). Es evidente que queriendo real-zar la dimensión reflexiva de la técnica deja a su vez al descubierto la parte de aplicación y pro-cedimiento técnico, así como su transmisión y aprendizaje para otros.

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vestiga la correlación entre entradas y salidas, entre estímulos y respuestas” (Ibáñez 1979: 255). En esta línea, el focus grouputiliza la cooperación de los participantes para llevar a cabo una tarea en la que se exige de partida un trasfondo de consenso discursivo. Por el contrario, el G. D. acaba donde el

focus groupducir ese consenso que ya se presupone como horizonte en elcomienza (1979: 256). Su trabajo consiste precisamente en pro- focus group. Toma en cuenta lo que el grupo produce y trata de consensuar a partir de las discusiones (disensiones, matices, dudas, silencios y huecos de habla que va dejando el discurso). Aquí es el intercambio verbal lo que predomina y da sentido al discurso grupal, mientras que en el focus groupes el producto

ver-bal, el dato, lo que es reconocido técnicamente. Luego hay una lógica interna que justifica la mayor apertura del G. D. por motivos que van más allá de los objetivos y estilos de moderación. Producir el consenso orientado a los obje-tivos de la investigación es una tarea más incierta y exploratoria que asumir-lo de partida y preocuparse sóasumir-lo de su adecuación. En este sentido, es nor-mal que el G. D. trabaje más por abrir espacios para el habla que por hacer hablar al grupo.

Hacer hablar y dejar hablar al gruposon cosas muy distintas que no tienen nada que ver con la mayor o menor directividad del moderador. Una mode-ración no directiva puede hacer hablar tanto o más que una directiva, y lo mismo podría decirse de una moderación directiva. Es más, las pautas de conducción pueden ser las mismas en ambos grupos y sin embargo mante-nerse el particular sentido que guía la manera de proceder cada uno. Mien-tras el focus group influye técnicamente para conseguir una información lo más espontánea y natural posible, el G. D. ve una desventaja en dejar librada totalmente dicha influencia y no actuar sistemáticamente sobre ella. Su pre-ocupación fundamental no es que el grupo hable —y hable bien— sino más bien que la misma técnica no le deje hablar o acabe hablando otropor él.

En definitiva, y a pesar de estas precisiones fundamentales, a lo largo de este texto se harán referencias específicas al focus grouptal y como viene ha-ciéndose en la práctica actual, es decir, como un modelo de conducciónmás dirigido, centrado en objetivos concretos y, por tanto, menos orientado a la exploración. No obstante, queda explícito el hecho por el cual el G. D. no es sólo un gradiente más del focus group, sino más bien una técnica a parte cuyo trabajo se centra en las resistencias o impedimentos que conlleva toda dinámica grupal orientada a producir información para la investigación so-cial. Sobre este particular se irá avanzando en el capítulo siguiente.

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El sentido técnico del grupo de discusión

El sentido técnico del grupo de discusión

El punto de partida para poner en funcionamiento un G. D. requiere no perder de vista el sentido técnico del dispositivo y lo que esto supone para su aplicación en el campo de la dinámica grupal. Sobre lo primero, una mirada atenta a la puesta en práctica de técnicas cualitativas pone de manifiesto ciertas dificultades solventadas, en el mejor de los casos, por la no siempre presente experiencia vestigadora y la consecución de unos saberes hacer 1más o menos pensados.

En el aprendizaje de la metodología cualitativa se advierte con frecuen-cia, y no sin razón, que el investigador no cuenta con reglas ni recetas estan-darizadas de aplicación mecánica para la puesta en práctica de los instru-mentos de observación (Ortí, 1989). Incluso en el supuesto de que las hubiera, estas fórmulas serían tan numerosas y diversas que el simple operar con todas ellas supondría producir lo contrario de lo que pretenden, es decir, facilitar algo así como un manual práctico o recetario de procedimientos im-posibles para el investigador inexperto.

No obstante, la idea de entender las técnicas cualitativas como instru-mentos de trabajo flexibles, aprendidos artesanalmente, no susceptibles de una formalización definitivamente cerrada ni fija, se traduce con frecuencia en una aplicación práctica más o menos confusa y descuidada que paradóji-camente no está a salvo del carácter mecánico antes criticado2. Desde este

1 La tarea del investigador se asemeja en este punto al trabajo de oficio; es decir, a un tipo

de tarea que va más allá de los saberes teóricos. En este sentido: “los ‘saberes hacer’ equivalen a lo que aquí hemos denominado las ‘cualificaciones empírico-experimentales’. Incluyen la habili-dad manual, la sensibilihabili-dad digital, la intuición en el manejo de la herramienta, manipulación y la transformación física de materiales específicos, piezas, etc. A diferencia de los ‘saberes’ sólo es posible adquirirlas en contacto directo, es decir, material y sensorial con los procesos de tra-bajo. Esto explica que los procesos de adquisición de estas cualificaciones se basen en gran me-dida en el ‘ensayo y error’, es decir en la observación y experimentación directa así como en la colaboración y comunicación oral con otras personas con más experiencia en los mismos y con un conocimiento detallado del trabajo. El aprendizaje conduce a la adquisición de un virtuosis-mo individual en procesos de trabajo muy específicos y una reproducción lenta, en muchos

ca-sos informal y personal de este tipo de cualificaciones” (Fernández, 1997: 228).2

Realmente, se podría decir que la aplicación mecánica es aquella que hace sin saber cómo ni por qué, es decir, que obvia toda la parte consciente y reflexiva de la operación.

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punto de vista, una visión como la referida puede dar lugar a un saber hacer intuitivo y contra todo sistema. Ahora bien, por muy esforzada que sea la in-tención del investigador, el resultado de esta puesta en práctica asilvestrada3

es la descualificación y el desprestigio de las técnicas y los esfuerzos metodo-lógicos por fundamentarlas.Sin embargo, esta falta de concreción e indefinición no debe confundirse con el hecho de entender el G. D. como una técnica más. El controvertido as-pecto técnico de las prácticas investigadoras cualitativas, y las sospechas que despierta un manejo en gran medida sistematizado y pautado mecánicamen-te, se debe a que existe cierta polémica y división de pareceres en torno al hecho de que sean realmente técnicas, en el sentido actual del término, y no, por ejemplo, praxis, e incluso un arte4, que sería el verdadero srcen

etimo-lógico del cual se deriva la téchne moderna.

Mientras la habilidad artesanal permite transformar una realidad natural en otra artificial, la técnica representa un tipo de habilidad (oficio) que sigue unas reglas concretas, es decir, se convierte en un arte de tipo mecánico que ignora, y por tanto prescinde en su totalidad de las complejas relaciones en-tre método y objeto, enen-tre teoría y práctica. Es por este motivo que el G. D. se entienda en definitiva como una práctica investigadora, desvinculándose, y no sin pagar un alto precio, del carácter técnico y pautado que trae consigo el conjunto de las ciencias de observación del comportamiento, y que en el caso de la sociología representa por definición la popular encuesta de opi-nión.

Ahora bien, esta radical disyuntiva puede y debe matizarse de cara a la propuesta que aquí se quiere desarrollar. La postura que considera, por ejemplo, al G. D. como una técnica tiene a su alcance argumentos suficientes por el simple hecho de ver en estas prácticas una manera de hacer que se en-seña y que requiere, en la medida de lo posible, una didáctica y un sistema que transmita y fije unas mínimas pautas de actuación. Sin embargo, las téc-nicas cualitativas se desmarcan del carácter aparentemente técnico no por-que dejen de serlo, o lo sean de otra manera, sino porpor-que ellas mismas son, como señala Ricoeur (1984) en referencia a la técnica psicoanalítica, una no-técnica; es decir, un tipo de técnica anti-técnica, lo que en definitiva, aho-rrando esfuerzos de conversión al lector, significa que comparte, como todas las técnicas de la interpretación, su falta de interés por la dominación de los objetos o realidades que estudia, es decir, aquello que persiguen las ciencias

20 CUADERNOS METODOLÓGICOS 41

3 Como señala Ortí (1989) para el grupo de discusión, el hecho de que para su uso no sean

necesarias intervenciones sofisticadas, llenas de complejidades técnicas, sólo manipulables por “supertecnócratas”, no excusa cierta capacidad del investigador para poner a funcionar bajo control el teatro que el grupo reproduce. Esa mínima, pero relevante, capacidad técnica es inhe-rente a la complejidad e incertidumbre de la situación artificial que se crea.

4 Atendiendo al decálogo que representa al enfoque cualitativo, Taylor y Bogdan (1990: 22 y

23) señalan el carácter artesanal (poco estandarizado y refinado) de las técnicas. Entre los vos de esta aparente deficiencia se encuentra “la naturaleza de los métodos en sí mismos”.

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naturales aplicadas, y que se traduce principalmente en una búsqueda siste-mática de la adaptación al medio donde operan.

Creo que la idea de referirse a las técnicas cualitativas como técnicas de la interpretación, las cuales se distinguen y oponen a las técnicas de la ción, puede servir para entender con mayor sentido y alcance el aspecto téc-nico de estas prácticas, y por lo tanto, afianzar un terreno desde el cual po-der afrontar una aplicación que permita al investigador valerse de un saber hacer pensado y sistemático que asegure la realización de un G. D. en el

úni-co sentido que puede y debe sistematizarse: el de evitar o preservar cualquier intromisión u omisión que no tenga en cuenta lo que realmente es esencial en las técnicas cualitativas, es decir, la provocación o incitación de ciones para la interpretación5.

Si se mantiene la diferenciación anterior de técnicas para la interpreta-ción y para la dominainterpreta-ción, el objetivo de articular técnicamente unas formas de operar concretas para el manejo del grupo es para preservar, y mantener al mismo tiempo, su esencial carácter anti-técnico. Carácter, por otra parte, y estirando lo que da de sí una comparación con la técnica psicoanalítica, con-sistente en considerar el manejo del grupo como un medio a través del cual producir y alcanzar no hechos o conductas observables, rasgo característico de las ciencias del comportamiento, sino palabras y sentidos, es decir, dis-cursos producidos en una situación artificial de grupo inconsistente6 con

propósitos y objetivos muy precisos.

Esto supone que las técnicas cualitativas deben mostrarse al investigador como formas concretas de operar que tienen como objetivo principal evitar toda tentación dominadora, o si se prefiere manipuladora en el sentido de romper con la técnica que orienta y fuerza, con propósitos ideológicos cons-cientes o inconscons-cientes, la realidad que investiga. Las prácticas de investiga-ción cualitativas son, por tanto, y desde este particular punto de vista, aque-llas que surgen como reacción a esta disposición observadora de dominación y exclusión del sujeto. Ahora bien, producto de esta oposición se puede

justi-DINÁMICA DEL GRUPO DE DISCUSIÓN 21

5 En efecto, coincidente con la explicación que Foucault (1970) dispone para las técnicas de

interpretación en Marx, Freud y Nietzsche, el hecho común que las caracteriza es que no inter-pretan signos sino interpretaciones. En el caso de la teoría marxista no se interpreta la historia de las relaciones de producción, sino una relación que ya se da como una interpretación que se impone como natural. En la filosofía de Nietzsche las palabras no indican un significado, sino más bien imponen una interpretación que a su vez es prisionera de otras interpretaciones que pierden para siempre su significado srcinal. Por último, en la teoría psicoanalítica, el análisis se hace sobre fantasmas, es decir, sobre elaboraciones que traen consigo la interpretación del analizado. Por este motivo Freud interpreta lo que el enfermo dice (interpreta) sobre sus sínto-mas, y no sobre el síntoma mismo.

6 Desde un punto de vista técnico, no hay grupos ya formados para la observación de la

rea-lidad social, sino más bien lo que existe son situaciones o espacios propicios para su formación. Esta situación de grupo inconsistente, es decir, de conjunto de individuos reunidos para su cons-titución como grupo, es lo que la técnica aprovecha y utiliza para justificar su existencia como

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ficar un proceder técnico que trata de abrirse a lo que el mundo dice, y que es inseparable de una semántica y de un sentido concreto. Tal como refiere Ricoeur (1982: 223) para la técnica del psicoanálisis, “no son en modo algu-no para el analista los hechos tal como lo son para el observador exterior; lo que importa al analista son las dimensiones del entorno tal como el sujeto las ‘cree’; lo que a él le interesa no es el hecho, sino el sentido que el hecho ha tomado en la historia de un sujeto”. De ahí que estas técnicas se caracteri-cen por los dos rasgos generales que se describen a continuación:

En primer lugar, estas técnicas, y especialmente el G. D., desbordan y su-peran todo procedimiento mecánico que constriñe y sistematiza la labor vestigadora. Su empleo práctico presupone el descarte definitivo de protoco-los o automatismos que son puestos en funcionamiento al margen de las situaciones o circunstancias concretas que van surgiendo a lo largo de la ob-servación. Esta peculiaridad ha creado algunos problemas prácticos como la dificultad de mostrar y enseñar las técnicas cualitativas, especialmente cuan-do se reclaman directrices precisas, de uso inmediato, sobre cómo manejar y/o aplicar instrumentos como el G. D. o la entrevista abierta, etc. Pero tam-bién, y como ya se ha señalado, este mismo problema ha dado pie a una uti-lización despreocupada y acrítica sobre cómo aplicar en la práctica las dis-tintas técnicas existentes7 .

En segundo lugar, las técnicas cualitativas no privilegian ni subordinan aspecto o elemento alguno del discurso generado, lo que significa que el dis-curso debe ser provocado y obtenido por medios que permitan un determi-nado tipo de escucha consistente en validar las conjeturas8 del investigador

a la vez que fomenta la libertad de los sujetos observados. Estos supuestos han sido tratados de manera especial en la investigación psicoanalítica, en concreto a partir de las dos reglas fundamentales que se establecen para el diálogo psicoanalítico: la regla de libres asociaciones, y la regla de la escucha flotante. Ambas reglas tienen el objetivo principal de observar el discurso en su totalidad, donde todo detalle y/o aspecto del relato mantenga igual aten-ción o consideraaten-ción por parte del investigador.

En este sentido, y al igual que sucede con el diálogo psicoanalítico, las técnicas cualitativas lo que persiguen es producir un texto que desde el

pun-22 CUADERNOS METODOLÓGICOS 41

7 Como señala Alvira (1987, 85 y 86) “cuando se habla de recogida de datos se hace

referen-cia a la vez a tres aspectos distintos, aspectos que en la realidad investigadora aparecen juntos, pero que son —y deben ser— analíticamente separables:

1. De una parte, todo lo relacionado con la teoría de la medición, centrado básicamente en la elaboración de los instrumentos de medida.

2. De otra, la aplicación de estos instrumentos de medida a la muestra o al universo objeto de estudio, de modo que se recoja la información deseada sobre las características de las unidades de análisis.

3. Y, por último, el soporte técnico en el que se almacenan los datos o la información”.

8 “Si no hay reglas para hacer conjeturas válidas, hay métodos para hacer válidas las

conje-turas que hacemos” (Ricoeur, 1995: 88). Este método, como señala Hirsch (1967) para el acto de la interpretación, comienza cuando se examina y critica las propias conjeturas.

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to de vista discursivo aparezca allanado e igualado. Se tratar, en definitiva, de no avanzar por delante del discurrir discursivo, aceptando en lo posible no ver más allá de lo que se va viendo y desgranando a lo largo de la conver-sación. Circunstancia esta que permite además prestar una mayor atención a la literalidad de lo manifestado (Laplanche, 1979: 45), dando la oportunidad de obtener un producto discursivo abierto a todos los sentidos y/o recorri-dos, lo que en definitiva redunda en un preciosismo no exento de rigor y uti-lidad práctica, puesto que ello permite al investigador desprenderse de las redes previas de significación que siempre tienden a un excesivo reduccio-nismo y simplificación por influencia y apremio relacionados con los vos de la investigación e idiosincrasia de investigador.

La manera de afrontar las técnicas cualitativas desde un punto de vista analítico sugiere, por tanto, adoptar actuaciones del investigador encamina-das a tareas concretas relacionaencamina-das con los dos elementos constitutivos de todo diálogo: escuchar y hablar . Respecto al primer término, intervenir con la intención de escuchar, conviene tener en cuenta diversas cuestiones dirigi-das a hacer callar al sujeto investigador. Los siguientes son algunos ejemplos que no pretenden ser exhaustivos. Son extractos de intervenciones en grupos sobre el tema de la educación y del turismo:

— Evitar acotar e imponer los temas hasta el punto de impedir que no puedan ser abordados o descartados por los observados tal como ellos lo harían. Es el caso frecuente del investigador que influido por el con-texto productivo de la investigación insta insidiosamente a que otros hablen disciplinada y eficientemente de lo que él quiere y cuando él considera oportuno:

—...Generalmente, el grupo que va mal, y que los resultados go son catastróficos, empiezan por decir que sí, que ellos reconocen que mucho no estudian, que en fin, que... No hay una beligerancia, digamos, estamento profesor, estamento alumnos.

— Moderador: ¿AQUÍ NO HAY PROBLEMAS QUE TRATAR,

PROBLEMAS QUE EN GENERAL TENGAN QUE VER CON COM-PORTAMIENTOS O ESE TIPO DE COSAS EN LOS CONSEJOS ESCOLARES?

—Sí, claro.

—Sí. Cuando es una falta grave puede ser...

— Moderador:¿A QUÉ LLAMÁIS UNA FALTA GRAVE?

—Están tipificadas. —Están tipificadas, sí.

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— Evitar aportar o contribuir a formar contextos y/o conceptos referen-ciales que no sean los aportados propiamente por los mismos sujetos observados, y que posiblemente se mostrarían ajenos a sus intereses. El siguiente extracto refiere con suficiente claridad lo que se pretende hacer notar:

— Evitar discutir las opiniones o situaciones en las que se desarrollan las argumentaciones o ideas manifestadas por las personas convocadas, especialmente cuando éstas son incoherentes o aparentemente sin sentido para el moderador.

— Evitar justificar o invalidar puntos de vista o manifestaciones salvo que sea necesario por motivos que hacen referencia a este mismo pro-pósito de no privilegiar determinadas voces expertas o preferentes (véase capítulo 7, epígrafe 3).

— Moderador:TU PREFIERES IR A UN SITIO Y VER ALGO,

HACER COSAS... —Claro, claro.

—Siempre es más interesante si haces algo, ves la ciudad, ces gente, cómo visten, lo que comen...

—Es más ameno si tienes programado cosas que hacer...

— Moderador:PERO NO SIEMPRE VAIS A VER COSAS.

— Si pero...

— Moderador:QUIERO DECIR, QUE NO SIEMPRE VAIS DE

VACACIONES A VER SITIOS O ASÍ.

—Yo pienso que la vocación esta no es vocacional, es una forma más de ganarse la vida, lo que ocurre es que puedes ser profesional o no serlo.

— Moderador:UN POCO VENÍA A DECIR QUE SI LA

PARTI-CIPACIÓN NO ES VOLUNTARIA SINO, COMO PLANTEAS TÚ, TIENE QUE SER INCENTIVADA ECONÓMICAMENTE, PASA UN POCO COMO EN LOS COLEGIOS PRIVADOS, AUNQUE NO TAN DIRECTAMENTE, QUE ES UNA PARTICIPACIÓN COMO DE

SE-GUNDO GRADO. PREGUNTO. ES UNA PREGUNTA.

—Sí, pero he hecho la matización que es participación en otras actividades, no en lo que es una actividad puramente docente. Va-mos, yo tampoco quiero hacer esa escisión, pienso que todo es vidad docente, todo...

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— Evitar incitar al diálogo preguntando o pidiendo ampliación de infor-mación a partir de preguntas concretas sobre el tema en cuestión, ejercicio que, por otra parte, provoca lo contrario de lo que se preten-de; es decir, poner a los informantes en la difícil situación de contestar con escuetas respuestas que nunca alcanzan suficiente amplitud y pre-cisión, etc.

— Evitar desviar la conversación a otras experiencias o ideas que no seanlas que por principio se ajusten a las propias vivencias o intereses de las personas observadas, no requiriendo de estos más de lo que pueden o quieren informar sobre el tema en cuestión.

—Es una comodidad, ¿no?, te lo dan todo hecho, lo pagas y ya está.

—Yo pienso que sí, que es parte de lo que tú dices, ahora hay más oferta que...

—Pero ahora notas más la masificación que si vas por tu cuenta.

— Moderador:Y POR EJEMPLO, TENÉIS LA SENSACIÓN DE

QUE AHORA LA GENTE QUE NO VIAJA ES POR EVITAR LA MA-SIFICACIÓN...

—Puede que esté equivocada porque nunca he pertenecido nunca a un Consejo Escolar, pero tengo la sensación de que fue así aquella vez en concreto, se habló antes de llevarlo al Consejo.

— Moderador: LA PREGUNTA ES: ¿SE HACE UN CLAUSTRO

ANTES DE CADA CONSEJO ESCOLAR? —Yo creo que no.

— Moderador:PREGUNTANDO LO QUE SE VA A DECIR.

—Yo, ya te digo, a veces sí y a lo mejor no. —No necesariamente.

—Depende de los temas que se traten.

—Antes se preparaban más las vacaciones. Yo, por ejemplo, las preparaba por mi cuenta y ahora vas a lo cómodo.

—Sí, vas...

—Sí, a mi no me importaba ir de tienda de campaña, de camping o de lo que fuera..

— Moderador:¿ES PORQUE NOS VAMOS ABURGUESANDO?

—(Risas).

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— Evitar las ruptuas y transiciones bruscas entre un tema y otro, de ma-nera que la incoherencia discursiva, si la hubiera, no responda a vos ajenos a las imposiciones y preferencias particulares del

investi-gador.

— Evitar comentar a título particular, y aunque sea brevemente, los as-pectos tratados a la largo de la conversación, etc.

En cuanto al segundo término, intervenir para hablar, también conviene tener en cuenta algunas cuestiones dirigidas a que el investigador continúe escuchando. Por ejemplo, y sobre un grupo realizado para el tema del espec-táculo taurino, las intervenciones del moderador se centran en:

—Yo he estado dos veces en Praga, y cuanto más apurado iba en las vacaciones mejor. Cuanto más prisa te das y más caña te metes mejor, más contento vienes...

—Pero el cansancio...

—No, porque así no descansas ni..., no descansas y vienes de mala leche porque no has hecho nada.

— Moderador:Y VIENDO ASÍ LA TENDENCIA DE LOS

ÚLTI-MOS AÑOS, SIEMPRE HA SIDO ASÍ...QUIERO DECIR, SI HA CAMBIADO, SI ANTES SE HACÍA UN TURISMO MÁS DE PLAYA, DE ESTAR TUMBADO AL SOL SIN HACER NADA, O SIEMPRE

SE HA TENDIDO A ESO... —Depende, eso... —No, no.

—A mi eso de alquilar un apartamento y...

—Yo salgo algunas veces con los compañeros de trabajo a hacer senderismo. Salimos los fines de semana. Vamos al hayedo de Tejera Negra, que es un lugar especial.

—Sí, que también hay casa rurales.

— Moderador: AHORA SE ME VIENE A LA CABEZA LO DEL

TURISMO GASTRONÓMICO. ¿OS LLAMA?... —Si, si, claro. Nos vamos a comer por ahí.

—A mi me gustan mucho las pastelerías y ¡uf!, en el Camino de Santiago...

—Y en Granada, Almería, a comer caldero...

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— Pedir ampliar y completar los conceptos o contextos que los suje tos observados refieren a lo largo de la conversación.

— Estimular las situaciones de digresión, y los comentarios relacionados directa o indirectamente con el tema de conversación, animando a tra-tar los temas colaterales que les parezcan oportunos a los participantes.

— Facilitar el tiempo necesario para que los temas puedan ser tratados con suficiente detalle, y al ritmo o cadencia que requiere la conversación.

—¿De qué hablamos primero, de fútbol o de toros? —De toros.

— Moderador: DE LO QUE QUERAMOS. YA IREMOS

DO A MEDIDA QUE VAYAN SALIENDO TEMAS... —Mira, yo creo que..., es mi punto de vista personal...

—Yo creo que el fútbol es el deporte más fácil de practicar...más barato. Porque si lo comparas con el tenis, pero es que el tenis..

—Es elitista...es un deporte elitista.

—Si tu quieres jugar al tenis te tienes que meter en un club de te-nis, ponerte un profesor de tete-nis, comprarte una raqueta de tenis...

—¿y por qué?

— Moderador:PERO CORRER TAMBIÉN ES BARATO.

—Pero es que no da dinero. —El atletismo no da dinero.

—Ver a un Maradona para mi es un arte y ver...

—Pero no necesitas que haya arte, no necesitas que haya arte. —No, pero perdona, yo no conozco a millones de personas que hagan las cosas que hace Maradona o...

— Moderador : A VER CÓMO ES ESTO QUE ESTÁIS

DO, A VER SI LO ENTENDEMOS.

—Se puede decir que uno es artista, pero no...porque hace las sas bien, pero no porque haga arte. Yo creo que hay mucha cia.

—Claro, es un hombre habilidoso.

—También en los toros hay un pase habilidoso. Pero estoy go, a lo mejor no es arte, pero es otra cosa.

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— Promover la idea de que todo lo conversado importa, y todo se vuelve significativo para el investigador, asumiendo el papel de parte sensible y sensibilizante de cara a los temas tratados.

— Ser riguroso y literal a la hora de reproducir y/o recordar aspectos de las conversaciones u observaciones desarrolladas a lo largo de la versación, etc.

Tal como se puede observar, aprender a callar no es una cuestión de guardar silencio, sino más bien de respetar las situaciones y manifestaciones del grupo. No se trata, por tanto, de dejar de hablar o intervenir para caer en un silencio autista. Por otro lado, aprender a hablar e intervenir en el grupo no significa dejar de escuchar activa o pasivamente. Efectivamente, las afor-tunadas o desaforafor-tunadas intervenciones del moderador pueden fomentar si-tuaciones donde hasta el modélico silencio del investigador puede llegar a convertirse en un enorme ruido para el grupo.

Hablar o callar no es, por tanto, una tentativa literal sino más bien figura-da. En cualquier caso, los ejemplos anteriormente referidos son tareas que están dirigidas, como ya se ha indicado, a controlar al investigador y la apli-cación de la técnica que se utiliza, dando por hecho que sólo incorporando las acciones del observador es posible delimitar y cuidar las del sujeto vado. Cuanto menos cuidado tenga el investigador sobre sus propias accio-nes, menos probable será que alcance resultados técnicos fiables y objetivos

—Pero yo creo que también que ese mundo es un poco machista. Creo yo.

— Moderador: ESE MUNDO, ¿CUÁL?

—El de los toros.

— Moderador: ES UN POCO MACHISTA...

—De todas maneras, que en los inicios del toreo había mujeres... —Música, que es todo,...pasodobles, cuando entras en la plaza y hay música, güisquis...

— Moderador:Y ESO DE LOS GÜISQUIS, QUE YA LO HE

ES-CUCHADO ANTES...

—Pues que es típico tomarte un güisqui.

—Hace años era sombra, un brandy. Ahora es un güisqui —Sí, los señores con el purazo...

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dirigidos a autentificar lo recabado. Obviamente, estas tareas, ya de por sí suficientemente concretas, son susceptibles de adecuarse y matizarse con mayor precisión, pero esta posibilidad se reserva para apartados posteriores, cuando se analice detenidamente las distintas fases de un G. D. y su desarro-llo dinámico.

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4

4

El discurso grupal como producto

El discurso grupal como producto

conversacional dialógico

conversacional dialógico

De una manera un tanto esquemática, toda investigación empírica puede abordarse como un conjunto de prácticas de comunicación a partir de las cuales obtener significados de experiencias o comportamientos que sirven para dar respuestas a las preguntas formuladas en torno a un determinado objeto de estudio. En esta propuesta, el lenguaje es el medio en el que inde-fectiblemente se desenvuelve el investigador, si bien el contexto donde se despliega el lenguaje lo articula e introduce el diálogo, lo que significa que el producto alcanzado empíricamente es siempre un producto puramente dis-cursivo, si se entiende por discurso el resultante de un intercambio jetivo a través de un proceso dialógico (Ricoeur, 1995:26 y ss.) cuya forma

expresiva puede o no ser traducida y/o interpretada numéricamente, tal como sucede en el caso típico de la encuesta estadística.

En la investigación social, lenguaje y contexto dialógico es propio tanto de la metodología cualitativa como de la cuantitativa. En ambos casos, la inves-tigación social corre indefectiblemente sobre un trasfondo cualitativo que las distintas técnicas y métodos cuantitativos han ignorado, e incluso han inten-tado suplantar en un esfuerzo imaginario, que no real, de autosuficiencia y autojustificación tecnocrática1. Algunos investigadores (Blanchet y

Brom-berg, 1987; Blanchet y otros, 1989; Ghiglione, 1986) han llamado la atención sobre el elemento contractual de toda comunicación desplegada a lo largo de todo el proceso de observación. Dicho antecedente o acuerdo situacional

1 Ejemplo sintomático y paradójico de la autosuficiencia cuantitativa puede observarse en el

análisis que realizan Atienza y Noya (1999) sobre la encuesta estandarizada como relaciones de comunicación. En el lindero del absurdo, los autores referidos utilizan la encuesta para estudiar la reactividad que esta misma produce como un tipo de interacción social entre encuestador y encuestado. Lo llamativo del asunto es que según los autores la reactividad que produce la situa-ción de encuesta es susceptible de ser observada y analizada “mediante otra encuesta posterior realizada a los encuestados y los encuestadores”. El problema, como se puede observar, no es si se tiene en cuenta la reactividad que la misma técnica produce en su aplicación mecánica, sino cómo se interpreta dicha aplicación y lo que esto implica desde el punto de vista evaluativo.

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previo es lo que permite establecer una serie de principios2 dirigidos a

con-textualizar y dar referentes comunes con la intención de evitar que la reali-dad estudiada se vea sometida y/o violentada por modelos comunicativos contrarios al diálogo y el intercambio comunicacional.

En esta línea, lo que diferencia a ambos enfoques (cualitativo y cuantita-tivo) es el tipo de instrumentos metodológicos y técnicos utilizados para la producción de discursos orientados a la investigación. Mientras el enfoque cuantitativo utiliza instrumentos dialógicos que simulan un falso diálogo 3

entre sujeto y realidad objeto de estudio, el enfoque cualitativo se centra en reproducir un auténtico diálogo con la intención de acceder a un discurso producto de la reciprocidad de las existencias personales en juego, ya sea para re-crear dicho discurso o para rescatarlo del olvido o la indiferencia en que se encuentra.

Para un conjunto de aportaciones teóricas de corte posmoderno, proce-dentes de la terapia y el análisis clínico, la re-creación del discurso significa abogar por la utilización metodológica de un diálogo natural y espontáneo en el cual sujeto y objeto de investigación se ven implicados por igual en el producto discursivo resultante. Tal como señalan Goolshian y Anderson (1994: 301), “en esta visión posmoderna, los terapeutas se convierten en ex-pertos en involucrase y participar en los relatos en primera persona de sus consultantes”, lo que significa que el investigador es aquí un participante ac-tivo que re-crea y construye discurso junto con el sujeto objeto de la investi-gación. Es obvio que aparentemente esta forma de diálogo no difiere mucho del diálogo que comprende cualquier conversación común, salvo, claro está, que la provocación y utilización de dicha conversación responda a particula-res que tienen que ver con un tipo de preocupación poco común como es la investigación, el diagnóstico o la cura, etc.

Aunque esta perspectiva clínica de la co-autoría en la construcción del discurso surge posiblemente de las aportaciones inspiradas en la teoría psi-coanalítica, lo cierto es que el método de investigación psicoanalítico ve jus-tificada y oportuna esta forma de proceder sólo en casos extremos, y por motivos poco comunes relacionados precisamente con las dificultades de en-tablar contextos dialógicos para determinados sujetos que son refractarios o esquivos al proceso investigador 4. Fuera de este controvertido y limitado

32 CUADERNOS METODOLÓGICOS 41

2 Blanchet y otros (1989) proponen los siguientes principios: el principio de pertinencia por

el cual se permite a las personas reconocerse como interlocutores potenciales, el principio de coherencia por el que se entiende que los interlocutores se atribuyen mutuamente unos saberes comunes, el principio de reciprocidad por el que cada interlocutor ejerce su derecho a la pala-bra, y el principio de influencia por el cual los interlocutores se influyen entre sí.

3 Tal como señala Prini (1982: 34), “hay un diálogo auténtico donde nace una verdadera

re-ciprocidad de las existencias personales, y hay un monólogo disfrazado de diálogo donde los in-terlocutores son tales sólo en apariencia, porque en realidad hablan siempre solamente cada uno consigo mismo”. Por eso, la encuesta tiene una idoneidad allí donde la realidad es muda, o no habla con nadie más que consigo misma como es el caso del mundo de los hechos.

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ámbito, el modelo de diálogo psicoanálítico es contrario y del todo opuesto al delirante re-construccionismo que impide encontrar y/o rescatar un verda-dero discurso en el cual se haya minimizado el riesgo de las inferencias por parte del investigador, y donde sean los propios sujetos investigados quienes organicen y ordenen sus propios significados.A su vez, este discurso depurado se podría caracterizar a grandes rasgos por su carácter testimonial (Prini, 1982), especialmente en el sentido de distinguir-se y oponerdistinguir-se a un discurso objetivo al que le importa más el procedimiento de-mostrativo que lo demostrado. Es decir, un discurso situado en un contexto aparentemente dialógico que permita su reconstrucción y repetición tantas ve-ces como fuera neve-cesario para alcanzar la constatación o convalidación inde-pendientemente de lo constatado o convalidado. Este discurso objetivo, que nada tiene que ver con la re-construcción ni el rescate, se estructura en torno a “un repertorio de preguntas y respuestas ‘acerca de algo’ frente a lo cual los in-terlocutores, el que pregunta y el que responde, ‘pueden intercambiarse los pa-peles del preguntar y del responder’ [...]. El discurso objetivo es la función de una ‘invariante’ en la viabilidad independiente de los interlocutores, vale decir, de los ‘puntos de vista’ o los sistemas de referencia” (Prini, 1982: 21).

Por otro lado, es el discurso objetivo el que la ciencia define como verda-deramente objetivado. Y por difícil que parezca, es también el ideal de dis-curso que toma como referente el enfoque cualitativo cuando habla de dundancia discursiva5, sin darse cuenta de que en realidad la validación del

discurso cualitativo es la que se pone de manifiesto para todo discurso testi-monial, que por cierto no es posible validar objetivamente porque no existen como tal procedimientos repetibles, ni es esta su finalidad. Efectivamente, para el mencionado discurso testimonial la validez es privada y no pública, porque en realidad el contexto dialógico no permite el intercambio de papeles, ni hay un acceso público al dato, es decir, reproducible por terceros. El que responde no tiene que ponerse en lugar del que pregunta, ni el que pregunta debe ponerse en lugar del que responde para poder controlar la pertinencia e idoneidad de las respuestas. En el discurso testimonial, la validez exige que no se separen las funciones de preguntar y responder de aquellas condicio-nes singulares que caracterizan a cada sujeto como tal, y que hacen del dis-curso algo único e irrepetible.

Con más frecuencia de lo deseable, la investigación social se erige en vi-caria o representativa de lo que sólo los sujetos observados conocen y segu-ramente podrían validar. Porque en definitiva, en el discurso testimonial, discurso cualitativo por definición, no se puede deslindar y separar el dato del sujeto de la datación. El discurso cualitativo coincide plenamente con el

DINÁMICA DEL GRUPO DE DISCUSIÓN 33

5 La redundancia discursiva se apoya en la idea de que existen tantos discursos como grupos

sociales, lo que en cierta forma es una idealización del grupo y de las diversas e irrepetibles si-tuaciones grupales que se producen en la realidad social. Desde este punto de vista, lo único re-dundante son las estructuras discursivas resultantes de aplicar los objetivos de la investigación.

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sujeto que lo enuncia, y sólo reconociendo y comprobando dicha correspon-dencia el investigador lo estará validando testimonialmente6. En este

senti-do, el discurso cualitativo no es sólo discurso lingüístico que sólo atañe al enunciado, es también el acto mismo de la relación conversacional, el acto de presentación y manifestación del otro en cuanto otro. Nada de lo dicho tiene valor para la investigación si los sujetos, objeto de observación, no es-tán presentes como existencia a parte. “Sin duda sería una ingenuidad creer que la ‘prueba’ de un testimonio veraz pueda ser separada del acto mismo de testimoniar y pueda ser presentado perentoriamente como un procedimiento analítico-formal” (Prini, 1982: 41). Efectivamente, el discurso cualitativo, en cuanto dato que objetivar, requiere de la autentificación del mismo acto que lo engendra y testifica. Es en el mismo acto del diálogo intersubjetivo donde se pone a prueba el discurso, donde el otro se presenta como tal, como jetividad que el investigador habrá de respetar y objetivar para no traicionar

lo que tiene de genuina y de fidedigna.

Ahora bien, estos planteamientos suponen renunciar a entender el diálo-go como una forma de argumentación. Su objetivo aquí es otro bien distinto que coincide en esencia con lo que plantea el método de investigación psico-analítico. Para el analista, el diálogo cumple una serie de requisitos cuyo fin es perseguir el conocimiento de una subjetividad que se vuelve escurridiza en la inextricable y compleja situación reversible del diálogo7. En el diálogo el

discurso se expresa, pero también se enajena, se confunde y se pierde en la reciprocidad de intereses y particularidades de los interlocutores que son in-ducidos mutuamente por la misma estructura dialógica que los aúna y los enfrenta a un proceso con vida propia.

La problemática que surge de dicho enfrentamiento es precisamente la ingerencia de los presupuestos del investigador en las interpretaciones del sujeto observado. ¿Hasta qué punto el observador impone su particular pun-to de vista a las convicciones o percepciones del sujepun-to? La respuesta a esta pregunta depende de la actitud del investigador. En algunos casos éste se abstiene de contaminar u obstruir la expresión del sujeto y su mundo (Webb, Campbell, Schwartz y Sechrest, 1966). Lo que se busca es el relato puro del sujeto, por ejemplo, a partir del registro de documentos u obras personales del sujeto (cartas personales, diarios, objetos fabricados por él mismo, etc.) que ya están ahí e independientemente de las intenciones o requerimientos del investigador. Obviamente, desde el punto de vista dialógico, la

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6 Como señala Prini (1982:35), el discurso testimonial no consiste ni hace referencia a lo que

judicialmente se entiende por pruebas testimoniales, es decir, el derecho a ser creído, y el recur-so a obtener pruebas cuando el tipo de pruebas objetivas recur-son insuficientes. Lo testimonial aquí está más cerca de la huella o vestigio que presiente al sujeto por el vacío que deja su presencia.

7 “La perpetua reversibilidad de diálogo, el hecho de que cada uno de sus momentos sea

in-ducido e inductor, hace imposible el estudio de la ‘una’ subjetividad en el diálogo, porque su ajuste a la otra es puesto en cuestión constantemente por la inestabilidad del otro y por los pro-pios titubeos” (Amado, 1965: 81).

Referencias

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