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Mitos intelectuales

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EDJTORJAL

inteléctu..~leJ

Siempre las vooes de mando, las consignas, han tenido una gran inflUJencia. sobre lo.s hombres, porque nuestra naturaleza es te:Specialmente sensible ante un ideal, que es precisamente lo que es sin1Jetizado en la oonsigna.

Del misrno,ínodo que·los lemas con frecuencia han levantado el es¡pítj.tu hacia el bien, asimismo a veoes han impulsado la sociedad hacia una actitud desviada. ¿ Quién no piensa en la palabra «Razón» o «Libertad», con que fraguó la revolución il1alnoe$? ¿ qulién no recuerda la expresión «Kulturkamph de tiempos de Bismarck ?

Lt0 curioso

es

que estas consignas no sólo afectan al hombre de la calle, sino que ejercen también un singular influjo sobre los mismos intJelectuales. Hace todavía poco tiempo en cierta nación europea se presentó una t,esis doctoral sobre la influencia d1e las «modas» intelectuales sobre los filósofos.

(C:~áles son los mitos intelectuales que privan hoy día, ejerciendQ un influjo perverso ?

No, pretendemos, en este momento estudiarlos todos, :ni si-q'Ulier.a enumerarlos, aunque este trabajo sería por demás intJe-resante. Bastará mencionar seis de los mitos .que incubados

hlace

años en los países centroeuropeos ahora por fin, con un ~traso de veinte años ( como suele suqeder no pocas veces) van penetrando en España, y hallan eco entre ciertos intJelec-tuales que aceptando estas viejas consignas ,piensan estar «al día».

1 o La «sinc.eridad ». Este es el gran mito de muchos es-c¡njto~s de· hoy. Jolivet en. su interesante obra Essai sur

te

pro-bleme et les

conditions

,de

la. sincérité, con mucha suavidad de fonnas y d,e tra,to,. denuncia este mito: «Nous ne visons, pour l'ordinaire, que

la

sincérité du moment ou matérielle, ou ~ous t~ouvons une jU5tificátion iassurante

a

nos yeux, et qui nous dissimule l'insincérité plus profonde et plus grave de toute notre v;ie. Nious ne cberchons pas

a

co'iincider avec nous-m~mes, c'est-' , a.-qire

a

nous confronter aµx valeurs que nous servons, pour

les

saisir dans leur vérité ret aussi pour savoir si nous soritmes

(2)

,

.

[3)

MITOS INTELECTUALES 15,5

fideles

a

tou.t ce qu'eUes requierent » \ (pág. 1 8 5). Desde luego para que un mito sea mito ha de haber también en él un .aspecto bello, atractivo, seductor; .sin este cebo no atraería ni engañaría. Fiero tras este fulgor, enaandila después a los intelectuales que hombrean, como con .espejuelos s,e cazan alondras.

Hablando más claro : la .sinceridad ,es algo muy bueno,

no

sólo cuando uno habla manifestando lo que siente, sino con la

co:r..di,idón de que hable lo que .diebe hablar; pero hablar de lo qtu¡e no sie debe, con pretexto die sinceridad, es un mito. lTal fué por ejemplo el caso del infausto Gide, cuando con pretexto die sinceridad descubría al mundo las llagas del vicio sexual más riepugnante. También se abusa dcl mito de la sinoeridad, cuando sje imlagina uno que esta palabra ya justüica el haher aban-donado la Fe, como suoedió con U namuno, según él mismo re-f,iJerie, cuando atribuye falsamente a la «sinceridad» su aleja-m;€nto de Dios . . Esto no ,es §inceridad: es un mito, un tópico,

un

«slogan JJ. En otras palahras, la sinceridad no es una norma ~iµ;prtl!ma de moral para que oon la palabra «sinceridad J> ,en los .IJabios pueda uno hacer. lo que quiera; hay normas sul?'eriores de verdad y de moralidad, que con pretexto de la sinceridad no s,e pueden violar.

2 Q La «actualidad». Otro de los viejos mitos que por fin

nos han llegado a España es el de la «actualidad >J. ¡ Cuántos patinazos se han dado s,obre la cubierta de la «actualidad» 1 Basta que uno hojee las páginas de aquellas polvorientas revis-tas que provocaron en 1907 la triste tragedia del modernismo, con su descorazonador desenlace, o las que precedieron inme-diatamente ·a 19 50 con los escritos de la llamad.a «Teología Nue-va)> que contenía la actitud de aquellos que «amando la novedad más de lo debido y también temiendo que los tengan por igno-rantes de los progresos de la ciencia, intentan sustraerse a la dirección del sagrado Magisterio», como dice Pío XII 1en la Encíclica «Humani Generisl> (AAS 43 ( 1950) 562 n. 10 de párrafo marginal); «por lo cual es evidente que ,estos conatos

no

sólo llevan al relativismo dogmático, sino ya de hecho lo con-tienen; pues el desprecio de la doctrina tradicional y de su ,ter-minología, favorece ese relativismo y lo fomenta>) (Ibid.,111. 16).

Cierto, la «actualidad» t'iene un aspecto bueno, óptimo;.

¿ quién va a ·negarlo ? Ojalá fuésemos stempr,e de actualidad, estuviésemos siempre al corriente de lo mejor que se va diden-do: pero la actualidad no es norma suprema; puede ser algo muy actual, y muy desacertado; y al revés, puede ser algo ,muy inactual, y sin embargo contener la verdad. La «via nova» de los nominalistas fué en el siglo XIV muy de actualidad, y sin embargo abrió los surcos a la decadencia. Pío XII no pudo

ex-presarlo con más nitidez: «per se 111ovitas neutiquam est veritatis . indicium» (AAS42 (1950) 694). ¿Habrá quien

sie"imagine

~

(3)

156 MITOS INTELECTUALES

íos valdres superiores y las verdades eternas son algo así como una estrella de cine que sólo tiene valor mientras está de actuali-dad en el cartel, unos meses? El hecho es que bajo este mito de

la- actualidad se ,ha escondi<lo muchas ;veces el relativismo escép-tico,, y con él la náusea del indiferentismo, de que hacen ostenta-ción los que han sido arrollados por el ambiente de ciertos mitos. · 3 2 El << paternalismo ». No puede qrriitirse la mención del

tercer gran mito del «pat,ernalismo ». ¡ Qué sobado es esto del «pavernalismo » 1 Viene junto con la llamada «emancipación de los laicos», que en algunos de sus aspectos üene la reprobación reciente de La Santa Sede (AAS 43 ( 1951) 789), y viene tam-bién con la «teología laica», que tamtam-bién al fin en cierto sen-tido ha tenido que ser des1autorizada por la Iglesia el 3 I de mayo de l 9 5 4, por la misma palabra de Pío XII.

Si con la palabra de «paternalismo » se quiere decir que se quiere esquivar una intrusión indebida, que ,en algún caso

se

haya producido, expóngase claramente a quien con su Autoridad puede y quiere corregirlo, y no se hable más. Pero si se va re-pitiendo como un ritomdo inolvidable, mucho haoe sospechar que quieDJes lo µsan quienen en realidad juntar dos cosas imposi-blies · de juntar : mantener por una parte la s,eguridad y bene-ficio inmenso del catolicismo, con la independencia pagana de los hijos de la revolución, por otro. Y aquí sí que puede decirse oon todo derecho que ¡ nos ,es preciso tener sinoeridad 1 ·

40. La «autocritica». Ahí va el cuarto mito. Como expresó

·muy agudamente un escritor, hay quienes dicen «mea culpa», ipero golpean el pecho ajeno ... ¿ por qué no empiezan a golpear su pro¡Jic pecho, a hacer la «autocrítica » de sí mismo, l'efor-imando su vida privada ? Si la «autocrítica >> empezas'e a hacet su propia «autocrítica », echaría de ver que en realidad lo que con ieste nombre hacen ies la «heterocrítica ». Y por cierto, la hacen· mal. Sí, la hacen mal, porque la buena crítica dista mucho de ser el «escándalo». Hay en Europa gente buena que a pesar de ello son pr,ofesiona.lés del escándalo. Siempre :se ha producido este fenómeno en tiempos de decad~cia; y por lo visto algo .. de decadencia debe de haber en ciertos ambientes, cuando pululan ·profesionales del escándalo. Así como hay ,en España una

re-vista gráfica que .se dedica toda 1~Ua a propagar el ,escándalo .de · casos horripilantes '(un s,eñor que se comió las tripas de su

es-posa; otro que se echó desde un quinto piso y quedó hecho pa-pilla al llegar abajo; un novio que apuñaló a su querida ... . esto es lo único que ha.y en sus paginas), así también hay escritores que· son profesionales del escándalo en las cosas referentes al

·,inundo cat6lko.

'No es éste el modo de haoer una verdadera crítica. El Sumo

·Pontífice muchas veoes ha de haoer crítica de las cosas que van · 'desviadas ·dentro del campo de los católicos; pero reparemos

e

(4)

..

l5J

MITOS INTELECTUALES

bien cómo la ha.ce : sin escándalo, sin vocear y sin proclamar revoluciones a cada página. La crítica del Sumo Pontífioe

siem-pre deja en el espíritu la impresión de un inmenso amor a la

Iglesia, esta obra divina de Jesucristo, y oercena de ella no

lo

que le viene por ser divina, sino por el elemento humano

ex-triinseco, que s,e asocia a la Historia. Pero los profesionales del escándalo hacen muy al revés. Vi hace poco un libro cuyo mismo título progona el sensacionalismo del escándalo de la autocrítica :

L' Eglise corps de peché. ¡ Qué diferente es el tono de nuestros.

verdaderos maestros, cuando

se

ponen

a

hacer la crítica

de-bida!

Acertadamente el Padre J. M. Granero, S.

I.

en la revista

,<Razón y Fe» ( I 50( 1954) 234-236) criticó este excesivo

cri-ticismo: «Me parece que ya va deg,enerando un pqco en

maso-quismo tanto examen de conciencia sobre d Catolicismo

es-p~ñol. Si se refriega mucho en la llaga, terminará

infalible-·tr_ente por enconarse. Basta, pues, de tanta autocrítica. O hágase

en el silencio sobrio del corazón ,de cada uno y en .cenáculos

re-coletos y no en p1ena ·calle, como cuando el pordio.5,ero e~hibe

sin pudor 3U miseria a la curiosidad malsana o al asco de los

transeúntes». No puede haber palabras más justas. Hasta

reco-n-0cirendo kalmerne todo io que hemos de perfeccionar en nuestro

catolicismo ( nunca tan perfecto como querríamos) y en nuestra

actuación ( nunca libre de impurezas humanas) sin embargo

ha-bríarr.os de acabar con el derrotismo de la autocrftica, haciendo

observaciones que levanten el alma y la alienten para

perfec-cionarse, en vez de escandalizar y empeorar la falta, cuando

la hay.

5 2 !.a « comprensión ». Casi nada añadiré sobre otro mito

muy ien boga, a saher, el de la «comprensión», que suele ·

ha-llarse en los «comprensivos» más «incomprensivos » 1que pueden

<darse para todo lo que s-ea amor absoluto a la Verdad y a Ja

Fe~

Leamos la reciente Pastoral co1ectiva de los Reverendísimos

Metropolitanos Españoles, y vieremos cuál es <el verdadero camino

·q_u,e hemos de seguir: <<Escritores extranjeros y los es~ñol!es

que repiten el

eco,

han buscado un r,efugio a la doctrina

pon-tificia, renovando los gastados epfretos de la época liberal. No.s

apellidan intransigentes, desorientados, herméticos al progreso ...

Adnfüirán quizás lo <lle Obispos : no lo que tenemos de españoles;

:se

avendrían con el catolicismo, pero ,les da en rostro lo .que-

lla-man el catolicismo español» (Ecclesia, n. 7I 5, de 26 de marzo

de 1955, pág. 341-344). Después de la autorizadísima voz de

nuestros 11 . .fetropolitanos españoles, difícilmente puede decirse

nada más pertinente para juzgar los excesos de la

«compren-,sión ,,, que si bien tiene un \~tido hermoso y bueno, tomando -en

sus justos límites, engendra sin embargo un lamentable cotzf

(5)

MITOS INTELECTUALES f6}

política de «mano tendida» a ultranza, que tanto daño ha cau-sado y causará.

60 la «desesperación». En cuanto al último mito de que har~ mención ahora, ,el de la «d•esesperación », en algunos escri-tores no es más que una especie de etiqueta, con la que c!"een po-der hombrear : « ¡ ya estoy desesperado 1 ¡ imagínense si habré vivido I Y ¡ si estaré .al día 1 » Recuerdo ,en este momento una chanza terrible de Eugenio d'Ors contra un poeta «desespera-do ». Pero en otros por desgracia ¡D.O es alarde vano ; es una realidad, una triste realidad~ a que se llega como término fatal de la actitud de claudicación constante.

Quien ~stá desesperado que se retire: que ceda su puesto a los que lejos de estarlo queremos conquistar una sociedad para Cristo, para un Mundo Mejor, muy lejos del mundo decadent,e del derrotismo liberal. Pero ¿ por qué proclamar la desesperación si no es con la secreta esperanza de hallar consuelo y remedio al confiarla ~ otros ?

Afortunadamente contamos también en España con reservas. Se mofan éstos defensores del mito cuando les decimos que real-mente en nuestra España hay inmensas reservas de F•e, de san-tidad, pe verdadera grandeza. Y sin 1embargo así es ; las tenemos.

Contamos con un buen número de jóvenes, que están dispues- , tos a luchar ~mbién en el terreno donde hoy día se haoe más ' decisiva e importante nuestra presencia : ,el tenieno de las ideas.

Este conjunto de normas y actuaciones, que lejos de todo mito de moda pasajera, se contienen en la «filosofía cristiana», a la que llamó Pío XII con frase de cariño «philosophia nostris tra-füta scholis ». Sin ella todo resurgir de nuestra patria estaría abocado al fracaS!(); ,sin ella acabaríamos en la angustia, en la 'desesperación y en el derrotismo más inmotivados, para los que están en realidad en camino de la esperanza y del gozo ele la ,posesión.

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