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Monografía de grado para optar por el título de: antropóloga Enero 2021

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Nuevos Movimientos Sociales en Alto Fucha: acción colectiva,

construcción y transformación en la huerta “Sembrando

Ilusión”

Daniela Farelo Gómez

Sofía Cárdenas, 2018. Huerta Sembrando Ilusión.

Monografía de grado para optar por el título de: antropóloga

Enero 2021

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Daniela Farelo Gómez

Monografía para optar al título de: Antropóloga

Asesora:

Mónica Lucía Espinosa Arango

Universidad de Los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología

Bogotá, Colombia Enero 2021

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DEDICATORIA

Esta monografía hace parte de un proceso de transformación en el que me escribo, me (re)escribo e íntegro distintas experiencias que he tenido a lo largo de mi vida universitaria. También es una historia que he construido con mucho amor, especialmente, para Doña Adriana, Sofía, Don Humberto, Dana, Emilio, Sebas, Karol y las distintas personas que han colaborado y han contribuido a que la huerta “Sembrando Ilusión” hoy sea una realidad que podemos disfrutar y compartir. Esta historia es un esfuerzo por reconocer el valor de nuestras creaciones colectivas y nuestras iniciativas político-culturales. Es un llamado a comprender la política y lo político como partes intrincadas de la vida social, que nos atraviesan y a las que contribuimos muchas veces, sin saberlo.

AGRADECIMIENTOS

Para empezar quiero agradecer al Universo por permitirme conocer el Alto Fucha. Quiero agradecerle a Doña Adriana Beltrán, a Sofía Cárdenas, a Don Humberto Cárdenas y a Dana Cárdenas por recibirme una y otra vez en su casa y en la huerta, por enseñarme a sembrar y por compartir conmigo sus conocimientos sobre ese hermoso territorio. Quiero agradecer a Sebastian Sastoque, Karol Enao y Emilio Ortiz por su colaboración en este proceso de investigación. Quiero agradecer a mi directora de tesis Monica Espinosa por haber creído en mí en todo momento (incluso en los momentos en que yo misma no lo hacía) y por haberme motivado y orientado para construir esta investigación académica sin perder de vista mis sentimientos y lo que soy. Quiero agradecer a mi mamá, mi hermana y mi papá por sostenerme durante todo este proceso. También quiero agradecer a Ana Lombo y Adriana Martínez por ayudarme y acompañarme en proceso de desenredar mis experiencias. Finalmente quiero agradecerme a mí misma por permitirme poner todas ideas en el papel.

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RESUMEN

En el Alto Fucha en el Distrito Capital de Bogotá (Colombia) se han implementado una serie de reformas de renovación urbana, fundamentadas en el conocimiento experto, que han ignorado los proyectos de estar en el mundo y los entrecruzamientos multiespecie que distintas familias y personas han experimentado por varias décadas. A raíz del planteamiento de estos proyectos de renovación en el Alto Fucha han surgido múltiples manifestaciones colectivas, entre las que se destaca la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”. Esta última ha permitido expresar el desacuerdo ante estos proyectos de renovación urbana. Además, ha abierto camino para que las personas que participan allí planteen nuevas formas de comprender y ejercer la ciudadanía, lo político y la política. Es así como en esta monografía me interesa evidenciar cómo esos fenómenos de unión y manifestación colectiva fortalecen lo que teóricamente se conoce como Nuevos Movimientos Sociales. Asimismo, permiten la articulación de procesos transformación del Alto Fucha y de las humanas(os) y no humanas(os) que se encuentran allí para construir esta huerta.

Palabras Claves: Nuevos Movimientos Sociales, lo político, la política, Huerta “Sembrando Ilusión”

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CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

Antecedentes (8) Proyecto (18) Metodología (20) Consideraciones éticas (23)

CAPITULO 1

Enredos y entrecruzamientos en el devenir de la huerta “Sembrando Ilusión”: Procesos de enredo entre lo político y la política. (26)

Primer entendimiento, primer movimiento, primer tejido: mi integración individual y colectiva en el Alto Fucha y la huerta “Sembrando Ilusión”. (27)

Vida entre límites: enredos del Alto Fucha con las leyes, la institucionalidad el desarrollo sostenible. (30)

Nuevos Movimiento Sociales: imbricación entre lo político y la política, sedimentación y subversión. (35)

CAPÍTULO 2

Devenir en la huerta “Sembrando Ilusión”, heterogeneidad, discrepancias y caminos múltiples en la acción colectiva. (45)

Entrecruzamiento de ritmos y formas de acción colectiva diversas. (46) Aprendizajes enredados en los Nuevos Movimientos Sociales. (51)

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LISTA DE FIGURAS Figura 1, Río Fucha (8).

Figura 2, Territorio Alto Fucha (9).

Figura 3, El lote en las etapas de limpieza (11). Figura 4, Echando pica, pala, y carretilla (12). Figura 5, Compartiendo el sancocho (15). Figura 6, Reunión de balance y planeación (18) Figura 7, Integración y celebración (20).

Figura 8, Construcción del muro de contención entre risas e historias (26). Figura 9, Primeras siembra (29).

Figura 10, Primeras pinceladas (29). Figura 11, Rellenando las llantas (31).

Figura 12, Amenaza Alta por remoción en masa (33). Figura 13, Transmutando (35).

Figura 14, Aprendizajes en el río con doña Adriana (36). Figura 15, Recorrido en la Huerta “Sembrando Ilusión” (40). Figura 16, Compartiendo con el Río Fucha (42).

Figura 17, Cosechando amor, esperanza y libertad (45). Figura 18, Alto Fucha en Riesgo (46).

Figura 19, Camaleón Andino (48). Figura 20, Alas frágiles (50).

Figura 21, Floreciendo en el Fucha (50). Figura 22, Entre corrientes (52).

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Figura 23, Las raíces del Fucha (53).

Figura 24, La cosecha para la familia (57). Figura 25, Frutos del Alto Fucha (57).

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ANTECEDENTES

“No hay metamorfosis sin pérdida y sin visión, se puede cambiar de forma sólo si se está dispuesto a perderse, a maravillarse y a imaginar” (Melucci 1998,158).

Figura 1. “Vagón Cultural”. 2018. Río Fucha. Sentir el río de frente. Oír el agua chocando con las rocas. Quitarse los zapatos. Sentir el agua en los pies. Primeras impresiones. Primeros sentires. Primeros enredos. Humanas, aguas, piedras grandototas, retamo espinoso, arbusto, insectos.

La historia que les voy a contar comienza en y con los cerros orientales del Distrito Capital de Bogotá (Colombia). Empieza en una parte de la localidad de San Cristóbal que ha sido denominada por algunas(os) de sus habitantes como “Alto Fucha”. Esta parte de la ciudad está conformada, en su mayoría, por barrios periurbanos (Manila, Montecarlo, Gran Colombia, Aguas claras, Laureles sur oriental (Ver figura 2) que se sitúan alrededor del río

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Fucha y de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales, la cual cuenta con 13.224 hectáreas y fue creada mediante “la resolución 076 de 1977 del Ministerio de Agricultura” (Alcaldía local de San Cristóbal). Es curioso porque, aunque esta parte de Bogotá me era desconocida hasta el 2018, se encontraba muy cerca del centro de la ciudad que, para ese entonces, era un espacio que frecuentaba diariamente debido a mi experiencia de formación universitaria. Mi vida en Bogotá había empezado tres años atrás y desde ese momento empecé a conocer esas montañas desde el privilegio de clase, desde el contenedor seguro y aislado que me daba el hecho de pertenecer a la universidad de los Andes. También desde la fascinación y la curiosidad por contemplar, desde fuera, lo que me habían enseñado a nombrar como naturaleza.

Figura 2. Jhody Sánchez, 2019. Territorio Alto Fucha.

Cuando mi vida se enredó en y con el Alto Fucha, estaba cursando mi sexto semestre universitario y, de cierta manera, estaba acostumbrada a ver los cerros de forma cotidiana con gran fascinación ante su imponencia. A pesar de este encuentro habitual con ellos, no estaba enterada ni me imaginaba las problemáticas y las diversas situaciones que por varias décadas habían ocurrido allí. Fue en ese contexto que, para mí, conocer los

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cerros orientales desde el Alto Fucha (y los distintos humanos y no humanos que se entrecruzaban con ellos) significó un (re)conocimiento (inconsciente, que aún sigo comprendiendo) de esas montañas con las que me había encontrado desde mí llegada a Bogotá en 2015, y que incluso hacen parte de la misma cadena montañosa (cordillera oriental) con la que me había relacionado desde mi nacimiento y crecimiento en Bucaramanga. Fue así como desde principios del 2018, empecé a enredarme con los cerros orientales de Bogotá, ya no solo desde la atracción, el lente de la cámara, la intermediación de edificios y barandas, sino a partir de los encuentros, las relaciones, las actividades y las historias que las personas con las que me encontraba allí empezaban a contarme.

Recuerdo que llegué al Alto Fucha un domingo. Es día el Vagón Cultural (un colectivo político-cultural del que hacia parte en ese entonces) fue convocado por Sofía (habitante del barrio Manila y una protagonista de esta historia) para ser partícipes de la construcción de una huerta urbana. A ella la habíamos conocido dos años atrás mientras realizábamos una serie de talleres cartográficos en una Fundación del barrio 20 de Julio (que también está ubicado en la localidad de San Cristóbal). Desde entonces, habíamos estado en contacto, sin embargo, no fue hasta un tiempo después que Sofía nos invitó a trabajar junto a la Señora Adriana (su mamá, quién también es protagonista de esta historia) en la constitución de una huerta, que tenía como fin reaccionar ante el diseño y la planeación de dos proyectos de renovación urbana llamados “El Sendero de las Mariposas” y “El Parque Lineal Río Fucha”. Estos últimos eran dos proyectos planteados por la Alcaldía de Bogotá, en ese momento gestionada por Enrique Peñalosa, que surgieron, principalmente, con el fin de construir un complejo de atracción eco-turística que permitiera la conexión de los cerros orientales, desde Chía hasta Usme (160 kilómetros de sendero). A partir del diseño de estos proyectos, la Alcaldía de Bogotá, durante el periodo de 2016-2020, por medio de instituciones como la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) y el Fondo Nacional del Ahorro (FNA), entre otros, empezó a realizar una serie de transformaciones y gestiones en la arquitectura, la infraestructura y el poblamiento de estas zonas: el pavimento de las calles, la otorgación de licencias a entidades privadas para la construcción de propiedad horizontal, la realización de encuentros y reuniones entre los habitantes del Alto Fucha y la Secretaria Distrital de Hábitat (SDH), la revisión y restructuración del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), el envío de cartas a los

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habitantes del Alto Fucha en las que se afirmaba que debían ser reubicados en otras partes de la ciudad, entre otros gestiones.

Figura 3. Sofía Cárdenas, 2018. El lote en las primeras etapas de limpieza. Esta es una foto muy significativa porque muestra, en parte, el estado que tenía el lote antes de empezar este proyecto. Es una foto que atestigüa todo el proceso de transformación y de relación.

Estos cambios que empezó a llevar a cabo la Alcaldía de Bogotá a raíz de la planeación de estos proyectos de renovación urbana, ocasionaron que varios de las(os) habitantes del Alto Fucha, que iban a ser afectados por este proyecto, experimentaran desacuerdo e inconformidad ante las estrategias que se estaban empleando para su diseño. Cuestión que llevó a que dentro de los barrios Montecarlo, Manila, Gran Colombia, Laureles sur Oriental, entre otros, desde 2017, se gestaron diferentes iniciativas lideradas por habitantes del sector y diversos colectivos político-culturales (de los que hago parte) que tuvieron como objetivo promover el cuidado y la defensa de este espacio y sus habitantes. Entre estas iniciativas se destaca la huerta “Sembrando Ilusión”. Esta última ha sido un espacio que, desde su construcción, ha permitido la confluencia de diferentes colectivos político-culturales (el Vagón Cultural y Huertopía), activistas independientes y habitantes humanos y no humanos del Alto Fucha. Allí, se han llevado a cabo una serie

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actividades de construcción, integración, eco-turismo, cuidado y enseñanza ambiental, que se construyen desde los conocimientos de los habitantes de estos barrios y que en su mayoría han sido autogestionadas. Todas estas actividades se realizaban con el fin de defender el Alto Fucha, generar la permanencia de los habitantes en ese espacio y promover distintas maneras visibles de apropiación de este último.

Figura 4. “El vagón Cultural”, 2018. Echando pica, pala, y carretilla.

Es así como, desde que conocí al Alto Fucha, he sido testiga, al igual que mis otras(os) compañeras(os) del colectivo Vagón cultural, de algunos encuentros, roces, negociaciones y conflictos que varios de sus habitantes han tenido con distintas instituciones distritales en proceso de ser, hacer y conocer en esta parte de Bogotá. Es decir, he (o hemos presenciado) “el proceso que se lleva a cabo cuando conjuntos de actores sociales moldeados y encarnados por diferentes significados y prácticas culturales entran en conflicto entre sí” (Álvarez Dagnino, Escobar 1998, 7, traducción propia). Esta manifestación de lo que se denomina políticas culturales, propició que las(os) integrantes del Vagón Cultural, desde nuestra llegada, empezaramos a contribuir – muchas(os) de nosotras(os) sin ser conscientes – y a apoyar distintas formas de acción colectiva a lo largo de los cerros orientales, entre las que se destacan las ejecutadas por la colectiva Huertopia,

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Sofía y la señora Adriana, así como las realizadas por otras personas y formaciones políticas, a las que iríamos conociendo a medida de avanzábamos con nuestra participación en la huerta. En este sentido, esta serie de encuentros y articulaciones que tuvieron y continúan teniendo cabida en el Alto Fucha y, en específico, en la huerta “Sembrando Ilusión”, han permitido que allí se nutran lo que teóricamente es conocido como Movimientos Sociales, particularmente de los Nuevos Movimientos Sociales. Es decir, los procesos mediante los cuales se forjan fenómenos de movilización y manifestación colectiva entre grupos sociales amplios o de sectores de clase que, poco a poco, hacen sistemática su forma de acción colectiva y sus reclamos políticos. Se habla de “nuevos” movimientos sociales debido a que estas formas de acción colectiva ya no ocurren solo a partir de afiliaciones gremiales, laborales o de clase social, sino también de identidades sexuales, políticas o étnicas, entre otras. Estos nuevos procesos políticos articulatorios han sido llamados identity politics o cultural politics porque en ellos convergen formas de acción colectiva heterogéneas, que responden a distintos deseos, orientaciones e intenciones. También, porque sus participantes no poseen “la fuerza del aparato, sino el poder de la palabra. Anuncian los cambios posibles, no en el futuro distante sino en el presente de nuestras vidas” (Meluci 1999, 75). Es decir, los Nuevos Movimientos Sociales a diferencia de los movimientos de corte clásico no se centran en la toma del poder en un futuro ideal y lejano. Más bien, construyen en el presente las condiciones que den pie a la reconfiguración de los cimientos, conceptos e ideas que conforman el mundo.

Teniendo en cuenta lo anterior, voy a reconocer a los diferentes participantes de la huerta “Sembrando Ilusión”, colectivos, personas independientes, distintas(os) no humanas(os) y habitantes del Alto Fucha, como integrantes de los nuevos movimientos sociales. Es decir, deseo comprender a las distintas personas y colectivos que hemos contribuido en este proceso político-cultural como sujetas(os) y seres con diversas identidades, orientaciones, deseos, formas organizativas variadas y significaciones heterogéneas de la acción colectiva. Para llevar a cabo este objetivo, quiero partir de la comprensión sociológica que Alberto Melucci propone alrededor de este concepto. Aunque Melucci representa el paradigma sociológico europeo enfocado en “la búsqueda de identidad, autonomía y reconocimiento por parte de los agentes” (Zubiría 2016, 3), plantea que es relevante reconciliar los acercamientos que se han erigido como dominantes respecto a este fenómeno social: la teoría europea encaminada a la comprensión de la

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construcción de las identidades (Melucci 1995, 2010; Castells 1997; Touraine 1987,1999, 2001), y la teoría estadounidense relacionada principalmente con los acercamientos macrosociales que favorecen los análisis estructurales (Tilly 2010; Tarrow 2004), aunque, recientemente, también se relaciona con algunos aportes microsociales orientados al entendimiento de la racionalidad de los actores (Olsen 2011). En diálogo con estos panoramas teóricos dominantes, Melucci propone una comprensión de los nuevos movimientos sociales fundada en

“la relación entre las experiencias de la vida cotidiana y la acción colectiva; entre las redes ocultas en las que la gente trataba de hallar sentido a su propia existencia y las manifestaciones públicas en las que expresaban sus reclamos, demandas y quejas, frente a las autoridades” (Melucci 1999, 9).

Considero, que dicha aproximación a los movimientos sociales fue clave para el desarrollo de esta investigación, ya que me sitúo en un contexto móvil que me permitió transcender, más no huir o evadir, las concepciones dualistas (oculto-evidente, privado-público, formal-informal estado-pueblo) que generalmente hacen parte del proceso de comprensión de este fenómeno.

Ahora bien, desde que conocí el Alto Fucha y comencé a participar en la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”, jamás me imaginé que iba a terminar indagando sobre movimientos sociales, a pesar de que de manera inconsciente me estaba articulando con estas formas de acción colectiva. Recuerdo que cuando empecé a tener intereses de investigación académicos en esta parte de Bogotá siempre deseaba aprender más sobre el Río Fucha y sobre lo distintos no humanos que vivían a su alrededor. También sobre las relaciones corporales con este espacio; algunas veces pensaba en comprender con mayor profundidad las interacciones que ocurrían en la huerta a partir del entrecruzamiento entre humanos y no humanos. La verdad nunca me proyecté abordando los temas de lo político y la política, pues aunque conocía o decía conocer un poco sobre ellos, a partir de algunas experiencias personales y académicas, no había logrado sentirme cómoda hablando de ello, e incluso ni siquiera había podido identificarme a mí misma como un ser político. Aunque en varias de mis clases de formación en antropología se insistía en que, como científicas(os) sociales y sujetas(os) históricas(os) debíamos tener un posicionamiento político a la hora de investigar y estudiar algo, yo no lograba comprender esas palabras más allá del deber ser del quehacer antropológico y el discurso de mis

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profesores. De manera similar, me pasaba con mi participación en la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”, la mayoría de veces no comprendía el carácter político que tenían las actividades que realizábamos allí. Acompañaba y apoyaba el trabajo en ese espacio, porque quería aprender; me llamaba la atención el hecho de construir una huerta, me gustaba compartir con otras personas y estaba encantada de conocer una parte de Bogotá rodeada por el Río Fucha y por los cerros orientales. Sin embargo, no lograba comprender, de manera específica, como yo era o podía ser política o relacionarme con lo político en ese espacio y, en general, en mi vida cotidiana. Algunas veces tampoco lograba comprender de qué forma las personas y agrupaciones con las que yo me estaba relacionando en la huerta ejercían lo político, más allá de las ideas clichés y dualistas que generalmente predominan en las representaciones e ideas vinculadas con esta área de la vida social: oculto-evidente, privado-público, formal-informal, estado-pueblo, oprimidos-opresores, izquierda-derecha, buenos-malos, etcétera.

Figura 5. “El Vagón Cultural”, 2018. Compartiendo el sancocho; compartiendo el alimento; compartiendo charlas e historias.

Cabe resaltar, que me detengo a profundizar en estas sensaciones y reflexiones porque siento que uno de los retos más grandes de la monografía para mí ha sido el de

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identificar y reconocer qué cabe bajo los conceptos de lo político, la política y cuando un problema o fenómeno se vuelve político. Podría pensarse que mi dificultad para discernir lo estos asuntos es fruto del desinterés, el hipismo o la falta de profundización académica. Estos argumentos parecerían convincentes para entender mi dificultad a primera vista (incluso para mí misma hace un tiempo). A pesar de eso, el camino que marcó la creación y articulación teórica de esta investigación me llevó a encontrarme con el libro “En torno a lo político” (2007) de Chantal Mouffe; una teórica política belga que ha estado enfocada en desentrañar y realizar una comprensión profunda de la democracia, el Estado y el pluralismo, como una forma de promover una multipolaridad de poderes hegemónicos. La lectura de este texto fue un punto clave en mi entendimiento de eso que yo había denominado como un problema, pues me permitió reconocer que la incapacidad que yo tenía para entender las situaciones y las experiencias de un modo político no estaba aislada. En cambio, estaba relacionada con el predominio de la política democrática liberal, que había estado vigente desde antes de mi nacimiento a mediados de los noventa, y que tiene que ver con la adopción y la reproducción discursiva, consciente e inconsciente, de una serie de valores tales como: la armonía, la reciprocidad, la empatía, la racionalidad, la imparcialidad, el universalismo y el individualismo.

Estos valores que se han sedimentado a través de repetición y naturalización cotidiana (de las que muchas veces no somos conscientes) ha conformado el “sentido común” que ha acompañado el establecimiento de la democracia liberal globalmente. En otras palabras, han tenido como consecuencia que a las personas que hemos sido socializadas en occidente, o influidos por este, nos cueste reconocer la dimensión antagónica y conflictiva de la vida social, en especial la que se vincula con lo político. Lo anterior, debido a que la democracia liberar parte de valores ideales, de una comprensión de las personas autocontenidas y de la creencia de la llegada a un estado final de la humanidad. Estas condiciones llevan a que en las que el proceso relacional y transformativo de lo político no tenga cabida con facilidad y a que predomine una visión dualista de la política, en la que esta última es vista meramente como instituciones externas y asuntos que deben ser tratados por expertos.

Considero que este reconocimiento es clave porque me permite ver como un orden social como lo es la democracia liberal, el cual hasta hace unos meses atrás comprendía como un concepto lejano y encerrado en los libros y en instituciones con las que no me identifico,

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está incrustado en mi forma de pensar, comprender el mundo, y en este caso concreto en la manera en que concibo lo político y la política. Considero que el proceso de ser consciente de esta situación ha llevado a que esta investigación haya estado marcada por un proceso de desaprendizaje continuo, el cual ha involucrado incomodidades que pasan por el cuerpo. Por ejemplo, la dificultad de poner las palabras en el papel, el bloqueo creativo, la procastinación, el capricho y el dejar morir ideas que parecían estáticas. También este ha sido un proceso que me ha permitido reconocer mis contradicciones y limitantes a la hora de analizar, comprender y escribir sobre la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”. Comparto todas estas ideas porque siento que los aprendizajes más potentes que me ha dado este proceso de investigación y creación ha sido, como dice Silvia Cusicanqui (2018), entender la teoría como un proceso enraizado o encarnado que “tiene la raíz en la experiencia, que no niega la historia propia, ni la genealogía propia para la comprensión del mundo y que concibe el saber como algo que porta todo ser humano” (Cacopardo 2018, 33:00-33:25).En este orden de ideas, con en esta investigación, voy a presentar a través de mi propia historia-encuerpada (hecha carne o cuerpo, más adelante profundizaré sobre esto), la integración que he realizado de las historias enredadas que me han contado, que he leído y que he presenciado a lo largo de mi crecimiento e integración en la huerta “Sembrando Ilusión”. Estas historias han llegado a mí a raíz de los entrecruzamientos que he tenido con habitantes del Alto Fucha, entre los que se destacan, la señora Adriana (fundadora de la huerta), Sofía (su hija), Don Humberto (su esposo), la colectiva Huertopia (conformada por algunas(os) habitantes del Alto Fucha) y los distintos no humanos (Río Fucha, pulgones, saltamontes, árbol de papayuelo, uchuvas, calabazas y maíz, entre otros), a quienes he conocido a partir de los encuentros antes mencionados. Asimismo, mi propia historia de integración a la huerta también se teje por medio de procesons de correspondencia que he tenido, especialmente, con tres integrantes del colectivo “Vagón Cultural” – Karol, Sebastián y Emilio -- quienes me han acompañado de manera cercana a lo largo de todo este proceso de investigación.

Finalmente, invito a las(os) lectoras(es) de esta monografía a que me acompañen a componer-crear esta investigación a través de la caracterización de la huerta “Sembrando Ilusión”, de sus participantes y de cómo la huerta y sus participantes devienen en lo que se conoce como nuevos movimientos sociales. Para llevar a cabo este propósito iremos un ir y venir entre lo cotidiano (lo particular, lo pequeño, lo no visto) y lo que se corresponde con

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procesos de orden estructural. En otras palabras, les mostraré las elecciones y decisiones que me permitieron embarcarme en este proceso de construcción de conocimiento y que hoy me permiten compartir estas compresiones con ustedes.

Figura 6. “El Vagón Cultural”, 2018. Reunión de balance y planeación entre las(os) integrantes del colectivo “Vagón Cultural” y las(os) de la Colectiva Huertopia.

PROBLEMA

Actualmente América Latina atraviesa un panorama de desigualdad estructural, devastación ambiental, violencia sistemática y precariedad que ha ocasionado que diferentes movimientos sociales, alrededor del continente, se manifiesten y expresen su inconformidad frente al proyecto democrático neo-liberal que continua vigente hoy en día. Algunas de las críticas recurrentes hacía este orden político han estado relacionadas con las limitaciones que tiene la condición de ciudadanía propuesta por este. Si bien es cierto que la globalización de la democracia liberal en los años 90 permitió que sectores que habían sido excluidos sistemáticamente obtuvieran, legalmente, facultades y derechos ciudadanos, también es cierto que la puesta en marcha de esos derechos y capacidades de participación ha estado minada por relaciones de poder asimétricas, por la desigualdad de oportunidades y por la profundas desigualdades estructurales. En consecuencia, las

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formas de hacer, conocer y ser propuestas por diferentes grupos políticos culturales han sido dejadas en un segundo plano.

Un ejemplo de esto puede verse en el “Alto Fucha”. Allí, como en otros barrios de Bogotá, se han implementado una serie de reformas de renovación urbana, fundamentadas en el conocimiento experto, que han ignorado los proyectos de estar en el mundo, las formas autónomas de vida y las distintas relaciones que los habitantes de esta parte de Bogotá han establecido con distintos seres no humanas(os) durante varias décadas. Este panorama ha generado que en el Alto Fucha se fortalezcan escenarios como la huerta “Sembrando Ilusión”, en los que a partir de la convergencia de acciones colectivas diversas, se reformulan las concepciones de naturaleza, economía, cuidado y ciudadanía (Álvarez Dagnino, Escobar 1998). En otras palabras, en estos espacios político-culturales se plantean nuevas formas de comprender y ejercer diferentes concepciones del mundo, las cuáles tienen efectos en la vida cotidiana de los habitantes del “Alto Fucha”. Es en este contexto que me interesa conocer ¿De qué maneras los participantes de la huerta “Sembrando ilusión” influyen en la reconfiguración de lo político en el Alto Fucha? En otras palabras, me interesa comprender como las actividades y proyectos que se realizan en la huerta “Sembrando Ilusión” afectan la manera en que se comprende y se ejerce lo político en esa parte de Bogotá.

OBJETIVOS

El objetivo general de esta investigación será analizar de qué maneras los participantes de la huerta “Sembrando Ilusión” influyen en la reconfiguración de lo político en el Alto Fucha. Para profundizar en dicho objetivo, primero voy caracterizar la huerta “Sembrando Ilusión” y sus participantes en relación con el Alto Fucha. Segundo, Interpretaré las acciones colectivas que ocurren en la huerta. Tercero, evidenciaré las diversas maneras en que los participantes de la huerta “Sembrando Ilusión” se entrecruzan con lo político y la política.

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METODOLOGÍA

“Importan qué pensamientos piensan pensamientos. Importa qué conocimientos conocen conocimientos. Importa qué relaciones relacionan relaciones. Importa qué mundos mundializan mundos. Importa qué historias cuentan historias” (Haraway 2019, 65)

Figura 7. Foto de Vagón Cultural, 2018. Integración y celebración después de la limpieza entre el colectivo Vagón Cultural, la colectiva Huertopia, Sofía, Doña Adriana y algunos habitantes del Alto Fucha.

La presente investigación va a ser de corte cualitativo, ya que deseo profundizar en la calidad de los datos por encima de la cantidad. También, porque quiero ahondar en aspectos como los sentimientos, las sensaciones, los recuerdos e intenciones que son parte de la existencia humana, y que no pueden ser descritos y aprehendidos fácilmente a través de parámetros cuantitativos. Es así como en esta investigación elegí emplear a lo largo de dos años, de forma esporádica, la observación participante a través de mi integración en la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”. Mi participación en la construcción de esta huerta urbana fue muy importante, ya que me permitió conocer el proceso de creación desde mi experiencia como una persona cercana y me llevó a entender todos los procesos necesarios de cuidado, limpieza, riego, desplazamiento de tierra y preparación de esta, para

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que el predio escogido pudiera devenir una huerta urbana. Además, esta participación me llevó a ser testiga de varias dificultades que se atraviesan en proyectos político-culturales que basan primordialmente en la autogestión y que se sitúan en barrios periurbanos.

Acompañé esta observación con notas de campo acerca de las sensaciones, emociones, aprendizajes y análisis que iban a acompañando mi experiencia investigativa en el Alto Fucha. Considero que este ejercicio fue importante, porque me permitió encontrar el camino para integrarme de manera profunda en la investigación. De igual manera, buscando ampliar mis conocimientos acerca de la construcción de la huerta, llevé a cabo entrevistas semi-estructuradas y charlas informales con varios de los participantes de esta, con el fin de entender con mayor profundidad sus impresiones, deseos, aprendizajes y conflictos. Quiero destacar que, a pesar de que a lo largo de la construcción de la huerta (que aún no termina), han participado diferentes habitantes del Alto Fucha, activistas independientes y distintos colectivos político-culturales (muchos de ellos que no conozco), en esta investigación me voy a enfocar en los entrecruzamientos y enredos que se establecieron únicamente entre algunas(os) de nosotras(os). Lo anterior, debido a que a partir de mis intereses investigativos y el espacio y tiempo limitado de esta monografía, me parece pertinente poner atención de forma detallada en como los deseos, intenciones y motivaciones subjetivas se articulan con procesos de resistencia que responden a luchas de mayor escala.

Cabe mencionar, que el metatexto fotográfico que acompaña esta monografía ha surgido, principalmente, a partir de mi enmarañamiento con Sofía, que como mencioné anteriormente es una de las protagonistas de esta historia. A partir de nuestros encuentros en la huerta y que se extienden más allá de esta he podido acompañarla y permitir que me acompañe a visualizar sus fotos, escuchar las historias acerca de varias de ellas, de cómo fueron posibles, de quiénes la acompañaban en ese momento, de que herramientas empleo, entre otras cosas. Asimismo, mi entrecruzamiento con Sofía me ha permitido compartir la experiencia de simplemente mirar y dejarse mirar por el Alto Fucha. Cuestión que me permitió conocer esta parte de Bogotá con mayor profundidad. En este sentido, mi decisión de incluir sus fotos como parte fundamental de la narrativa visual de esta monografía, tiene que ver con la búsqueda de poder compartir mi experiencia de aprendizaje junto a ella desde un lugar en el que mi voz y mi propia comprensión no sea la que predomine. Es así, como pretendo que estas imágenes puedan dar una idea parcial de

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Sofía y su voz expresada mediante una de sus actividades predilectas: la fotografía. Quiero aclarar que con esto no pretendo evadir las relaciones de poder que reproduce este ejercicio etnográfico, simplemente deseo acercarme a maneras más conscientes de representación.

Ahora bien, con el propósito de compartir y profundizar los entendimientos, aprendizajes y análisis que he tenido a lo largo de mi participación en la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”, decidí emplear el concepto de marañas (meshwork) propuesto por Tim Ingold (2011). Más que ser una representación teórica del mundo, las marañas tienen que ver con una manera de comprender y habitar el mundo. En otras palabras, en esta investigación deseo entender el entramado de encuentros, relaciones y conflictos que ocurren en la huerta “Sembrando Ilusión”, teniendo en cuenta la premisa según la cuál la vida nace continuamente y se constituye a partir del entrecruzamiento entre seres que están en constante movimiento y crecimiento. Este acercamiento me permite detallar y seguir las múltiples maneras en que se enredan las líneas de existencia de seres humanos y no humanos que convergen en el devenir de la huerta “Sembrando Ilusión”. En este sentido, esta monografía va a mostrar como procesos políticos de resistencia y autonomía toman forma a partir de la correspondencia de una multiplicidad de seres y entidades que habitan en el Alto Fucha.

De igual manera, quiero emplear la noción de marañas con el fin de transmitir las disposiciones que nutrieron y acompañaron la investigación-creación de esta monografía. Es así como quiero evidenciar cómo:

Los ciclos de procesamiento involucrados en la percepción y la acción no son interiores a la criatura de cuya mente estamos hablando, ya sea humana o no humana, ni la actividad de esa criatura puede entenderse como el resultado meramente mecánico de uno o más dispositivos cognitivos ubicados en la cabeza. Más bien, dicha actividad debe entenderse como un aspecto del desarrollo de un sistema total de relaciones comprendidas por la presencia encarnada de la criatura en un entorno específico. (Ingold 2013, 86, traducción propia)

En otras palabras, deseo hacer énfasis en que la conformación de este ejercicio de escritura es fruto de un acoplamiento a un tejido de existencia que deviene del Alto Fucha, pero que transciende esa localización geográfica, y que además involucra un proceso de integración del cuerpo para lograr un asentamiento de la ideas en el papel. He realizado este acercamiento corporal en mi proceso de creación- investigación a partir de mi experiencia

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de aprendizaje en las formaciones somáticas ofrecidas por Vivencia Eco somática. Este es un laboratorio dirigido por Adriana Ordoñez, el cual busca el aprendizaje profundo a partir de la navegación dentro de “los mapas sagrados del cuerpo, los mapas sin tiempo, los mapas de todos los tiempos y los mapas vivos que sostienen (…), la conexión con los mapas de la tierra y de lo poco que sabemos del universo” (Vivencia Eco Somática citar bien). Me detengo a hablar de estos acercamientos a otras áreas diferentes a la antropología, porque considero que estas aproximaciones del cuerpo han sido fundamentales para mi trabajo, ya que me han permitido encuerpar (estar y ser) mis aprendizajes académicos con el mundo en el que vivo. En otras palabras, estas son las disposiciones que he elegido para habitar los puentes que encuentro entre las ideas abstractas, el mundo cotidiano y el espacio en que me encuentro cuando investigo y creo. Esta ha sido mi apuesta y experimento por construir conocimiento desde la integración del cuerpo y de la mente.

Esa así como en esta monografía hace parte de un esfuerzo, limitado y a la vez valioso, por seguir con la iniciativa de encuerpar la teoría. Es decir, por comprender que

“la única forma en que uno realmente puede saber las cosas es, a través de un proceso de autodescubrimiento. Para saber las cosas debes crecer en ellas y dejar que crezcan en ti, para que se conviertan en parte de quién eres” (Ingold, 2013, 1, traducción propia). En este sentido, me interese recordar la importancia de no seguir construyendo y promoviendo en la academia, y más allá de ella, los aprendizajes disociados, en los que nos sabemos las ideas de memoria pero nos cuesta permitir que estas se asienten en el cuerpo y que tomen forma en lo que somos. Así pues, mi deseo es crear una antropología entrecruzada con otras formas de conocimientos y aproximaciones a la vida, que nos permita compartir nuestras valiosas reflexiones y análisis más allá de nuestras jergas y nuestros salones de clases. Una antropología que no se pierda en la indigestión informativa.

CONSIDERACIONES ÉTICAS

A diferencia de lo que muchas veces se piensa, los movimientos sociales están conformados heterogéneamente. Es decir, no son “una familia feliz homogénea o una "aldea global". En cambio, son un terreno de lucha minado por relaciones de poder, a veces

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antidemocráticas, y los persistentes problemas de racismo, hetero / sexismo, destrucción ambiental y otras formas de exclusión (Álvarez Dagnino, Escobar 1998, 17). Esta cuestión, me parece clave, puesto que mi propia participación en la huerta como mujer, clase media alta, investigadora vinculada a una institución superior, me hace reproducir distintas relaciones de poder. Entre estas últimas están aquellas que tienen que ver con mi deseo de ser “salvadora” de las personas con las que trabajo. Es decir, de creer ingenuamente que puedo solucionar sus problemas. Cuestión que por obvias razones no es posible. Soy consciente de que aunque este deseo muchas veces nazca de una empatía, este reproduce lógicas paternalistas que nos hacen creer que tenemos que ser, especialmente los académicos, los portavoces de la voz de los que hemos aprendido a estudiar como oprimidos.

En búsqueda de abordar y trabajar esta relación de poder he buscado enfocar esta monografía en mostrar, detalladamente, como mi experiencia encuerpada está atravesada por las enseñanzas, contaminaciones y aprendizajes que he tenido a través de mi enmarañamiento con distintas participantes de la huerta. Este panorama me lleva reconocer que es vital no perder de vista que, aunque muchas de las acciones político-culturales que ejercemos en la huerta “Sembrando Ilusión” están orientadas a reformular conceptos y condiciones hegemónicas que nos oprimen, nos limitan o nos violentan, no significa que nosotras(os) mismas(os) estemos exentos de reproducir estos últimos. Es decir, que en la búsqueda de limitar la romanización acerca de los procesos de los que hacemos parte, en este caso la huerta “Sembrando Ilusión, es esencial reconocer que nosotros pertenecemos a un sistema más grande y que muchos de los principios que rechazamos también están en nosotras(os) mismas(os). Lo anterior debido a que nuestras formas de ser, hacer y conocer no solo están influidas por nuestras ideas e intenciones, también está atravesadas por lo que un momento se configura como lo hegemónico.

Ahora bien, quiero destacar que “la ética no se trata de una respuesta correcta a un otro radicalmente exteriorizado, sino de la responsabilidad y la rendición de cuentas por las relacionalidades vivas del devenir de las que somos parte” (Barad 2007 en Haraway 2008, 289, traducción propia). En otras palabras, la ética nos habla de nuestra capacidad para cultivar responshabilidades: disposiciones para responder, estar presente en relación e interacción con otras(os) humanas(os) y no humanas(os) en nuestro proceso de habitar esta tierra. Destaco esto, debido a que últimamente se han reactivado los procesos de

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desalojo y reasentamiento en los cerros orientales de Bogotá, específicamente en la vereda de Los Cerezos. Este asunto hasta cierto punto reactiva las posibilidades de que en el Alto Fucha se adelanten de nuevo procesos de reasentamiento. Cabe mencionar, que estos desalojos nos hablan del predominio de unas formas de gubernamentabilidad que tienen el objetivo de condicionar y delimitar las maneras en que es posible habitar y existir en los cerros orientales. Se plantea así que es necesario crear las condiciones para que lo que se agrupa bajo el nombre de naturaleza vuelva a su estado original, lo que, desde esta lógica, se entiende como lejos de la presencia humana. Considero que es relevante que desde mi trabajo quede claro mi desacuerdo frente a las ideas del antropoceno, desde las cuales se generalizan a todas las formas de existencia humana como destructivas. En este sentido, quiero que mi trabajo logre transmitir que no hay una única forma de relación entre humanas(os) y no humanas(os). Por lo tanto, tampoco es posible pensar que toda vinculación entre estas(os) últimas(os) tenga consecuencias negativas. Considero que La transformación de estas ideas puede contribuir a que abramos la posibilidad de tener en cuenta otras formas de cuidado y rehabilitación que involucren nuevos enredos multiespcies.

Así pues, considero que es urgente tratar esto, porque aunque no podamos salir del mundo en el que vivimos, es preciso fortalecer los espacios en los que se promuevan los encuentros entre lo político y la política. Es decir, en los que el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden” (Mouffe 2007, 16) se entrecruce de manera contundente con el “contexto de conflictividad derivado de lo político” (Mouffe 2007, 16) En así como esta investigación invita a reconocer la importancia de propiciar espacios de des-sedimentación que permitan incluir nuevos criterios y nuevas formas en las estructuras, políticas públicas y conceptos que influyen nuestras vidas y de las vidas de las(os) no humanas(os) con las(os) que nos enmarañamos. En otras palabras, es vital promover la creación de una esfera pública vibrante de lucha “agonista”, donde puedan confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos” y que nos permita reconocer que “las cosas siempre podrían ser de otra manera, y por lo tanto todo orden está basado en la exclusión de otras posibilidades”; que aún pueden ser materializadas. En este sentido, esta monografía busca evidenciar formas de acción colectiva que surgen en el Alto Fucha y que permiten como plantea Donna Haraway “Seguir con el problema” (2019). Es decir, propiciar las condiciones y enredos para poder devenir en configuraciones

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multiespecie que den cabida a la coexistencia de diferentes formas de existir y habitar este mundo.

PRIMER CAPITULO

Figura 8. Vagón Cultural, 2018. Construcción del muro de contención entre risas e historias. Decidimos conseguir llantas y colocarlas para proteger el lote de los derrumbes que podrían ocurrir allí a raíz de la ubicación esquinera de este último.

Enredos y entrecruzamientos en el devenir de la huerta “Sembrando Ilusión”: Procesos de enredo entre lo político y la política.

En este capítulo me voy a enfocar en evidenciar cuáles fueron los procesos que permitieron que en el Alto Fucha se articularan las existencias de las(os) participantes del Vagón Cultural (de las que hago parte), la Señora Adriana, Sofía, Don Humberto, y las(os) participantes de la colectiva Huertopia en torno a la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión. En otras palabras, voy a recorrer los enredos, encuentros y situaciones que dieron pie a que en la huerta “Sembrando Ilusión” surgieran distintos proyectos de acción colectiva. Para llevar a cabo este propósito voy a abordar los conceptos de nuevos movimientos sociales, lo político, la política y democracia. Lo anterior, con el fin de evidenciar como esta maraña de existencias que surge en el Alto Fucha a partir de la construcción de la huerta

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“Sembrando Ilusión” se articula con intereses académicos, orientados a reflexionar acerca del mundo cargado de urgencia, precariedad y devastación ambientalmente que habitamos y enfrentamos hoy en día.

Primer entendimiento, primer movimiento, primer tejido: mi integración individual y colectiva en el Alto Fucha y la Huerta Sembrando Ilusión.

Un domingo de la primera mitad del 2018 llegué en compañía de varias amigas(os) del colectivo “Vagón Cultural” a la estación de Transmilenio de Restrepo, ubicada en la avenida Caracas con Primero de Mayo. Allí nos esperaba Doña Adriana, quién es una de las protagonistas de esta historia, para llevarnos a lo que se convertiría en la huerta “Sembrando Ilusión”. Recuerdo que ese día, después de salir de la estación, tomamos un bus en la Primero de Mayo, que nos llevó hasta los cerros orientales entre el tráfico, el ruido y la pausa constante. Mientras lo hacía, Doña Adriana nos contaba que otras opciones de transporte podíamos tomar y además nos iba presentado y (re)presentando las cosas que aparecían ante nuestros ojos: el 20 de Julio y el Hospital de San Blas, entre otros. Recuerdo que nos bajamos del bus en un barrio que ella nos presentó como San Cristóbal. Hicimos una vaca, es decir, juntamos plata entre todas(os), y compramos un mercado para el sancocho con el que almorzaríamos. Ese día Doña Adriana nos mostró las tiendas del barrio San Cristóbal en las que a ella le daban mejores precios. Me acuerdo que luego de terminar las compras, continuamos caminando en dirección a los cerros. Poco a poco fuimos entrando en una parte de Bogotá dónde hace tres años, aún, las vías no estaban pavimentadas, y dónde la tierra para algunas(os) de nosotras(os), por falta de costumbre y sedentarismo, comenzaba a sentirse empinada especialmente en las pantorrillas y en la dificultad para respirar. Parece simple pero el hecho de caminar cerro arriba exigió para algunas(os) de nosotras(os), aquel día, que el cuerpo tomara otras posiciones (ir más lento, respirar profundo, acomodar nuestros pies) o que el cuerpo recordara formas de andar que relacionaba con otras situaciones como el deporte, los paseos fuera de la ciudad o experiencias pasadas. Durante esta caminata nos encontramos con el Río Fucha sin canalización. Nos encontramos con un rio que se movía entre casas, algunos comercios, edificaciones antiguas (Instituto de Ciegos), distintos árboles, grandes piedras, la Escuela de Logística del Ejército Nacional y diversos no humanos: insectos, pájaros, pequeños reptiles, bacterias, hongos y malezas como el retamo espinoso. Para muchas(os) de nosotras(os), en ese momento, ellos eran imperceptibles, ya sea por nuestro desinterés,

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nuestro desconocimiento o simplemente por nuestro condicionamiento de ver y conocer solo desde los ojos o desde una disposición visual en el que las formas de estar en el mundo de algunos seres pasan desapercibidas.

Después de varios minutos caminando cerro arriba, las(los) integrantes del Vagón Cultural llegamos junto a Doña Adriana al lote en el que se construiría la huerta “Sembrando Ilusión”. El lote estaba ubicado en un barrio que ella nos presentó como Montecarlo. Allí nos encontramos con un lote que, en primera instancia, parecía vacío. En este lote aún se conservaban algunos rastros de una antigua casa: baldosas rotas, partes de pared, entre otros. Hacía años una casa había estado ubicada ahí y debido a procesos de reasentamiento, relacionados con el Alto Riesgo No mitigable en el Alto Fucha, sus habitantes habían sido reubicados y la edificación estaba derruida. En ese lote también nos encontramos –algunas(os) por primera vez, otras(os) por segunda o tercera, etcétera— a Sofía, Don Humberto (Padre de esta última), otras(os) habitantes de estos barrios y varios de las(los) integrantes de la colectiva Huertopia. Luego de ese primer saludo y reconocimiento entre las personas que estábamos presentes, distribuimos las actividades que había para realizar ese día. Algunas(os) ayudamos en la preparación del sancocho pelando las papas, cortando la zanahoria o alistando el espinazo. Realizamos esta labor en la casa de la señora Adriana, la cual estaba ubicada media cuadra más abajo. Mientras tanto, otras(os) se quedaron en el lote echando pica, pala y carretilla. El día transcurrió entre la preparación del sancocho, la integración, las risas, las charlas y la limpieza del lote. Como no había muchas herramientas, apenas teníamos dos palas, dos picas y una carretilla para más o menos 20 personas, las tareas de soltar la tierra, sacarla y trasladarla se repartían y se mezclaban con los chistes y las enseñanzas. Las personas rotábamos de cuando en cuando. Recuerdo que ese día fue la primera vez que mis manos, y quizás las de otras compañeras(os) del colectivo Vagón Cultural, conocieron, sintieron y tocaron una pica y una pala. La verdad es que en mi entorno y vida de clase media alta, esas realidades no eran cotidianas. Recuerdo que ante mi torpeza y mi falta de fuerza con aquellas labores, recibí algunos consejos de varias(os) habitantes del barrio sobre como agarrar la pala, como acomodar los pies, como tomar la tierra, entre otros. Parece un dato aleatorio. Sin embargo, mi desconocimiento sobre el uso de estas herramientas y los conocimientos y las disposiciones corporales que varias de las personas con las que me encontraba y (re)encontraba allí tenían, estaba relacionado con, primero, unas formas de hacer que

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habían caracterizado la mayoría asentamientos de los barrios del Alto Fucha y, en general varios de los barrios de los cerros orientales; segundo, con un aislamiento y un desconocimiento de las formas de existir --ser, hacer y conocer-- que eran protagonistas del proceso de habitar esta parte de Bogotá. Cabe mencionar, que durante este primer enredo con el Alto Fucha no conocía ninguna de las historias acerca de cómo había ocurrido el poblamiento de esta zona. De ahí que el camino que conformo la investigación-creación de esta monografía estuvo marcado por la indagación de cómo este último se había enredado con la institucionalidad en proceso de constituirse e integrarse como una parte de Bogotá.

Figura 9. Sofía Cardenas, 2018. Figura 10. Sofía Cárdenas, 2018. Primeras siembras. Primeras pinceladas.

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Vida entre límites: enredos del Alto Fucha con las leyes, la institucionalidad y el desarrollo sostenible.

Antes de continuar el relato, me parece importante recordar que el Alto Fucha está situado alrededor y dentro de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales (Ver Mapa 2. Estas permiten ver que los límites son difusos). Es decir, está localizado en lo que se denominó como franja de adecuación de esta última, a raíz de la resolución 463 del 2005 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial (MAVDT) (Sánchez 2019). Aunque esta resolución fue el abrebocas, al menos legal, para establecer un límite claro entre lo que era reserva y lo que era ciudad o, en otras palabras, entre lo que es naturaleza y lo que es cultura/sociedad, no fue sino hasta el 2013, que el Consejo de Estado, en el fallo 947 en respuesta a una acción popular realizada también en 2005, estableció una serie de lineamientos para la administración y adecuación de la reserva y de las zonas periurbanas ubicadas a su alrededor. Cabe mencionar, que el involucramiento del consejo de Estado en la gestión de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales ocurrió debido a que las normativas legales, desde su creación, se vieron plagadas de contradicciones. Desde el establecimiento de la reserva en 1977, las medidas prohibían la construcción dentro de en ella, pero se cruzaron con las licencias y proyectos que se autorizaron a raíz de la implementación de la ley 388 de 1997, en la que el ministerio interior ordenaba la creación de Planes de Ordenamiento Territorial (POT) (Sánchez 2019).

Estos desencuentros entre las normativas legales que dictaban el manejo de lo denominado como “natural” y las encargadas de fomentar el desarrollo urbano hacen parte de un conjunto más amplio de disposiciones, ya que durante décadas, Colombia ha establecido relaciones con distintas organizaciones internacionales, entre las que se destacan: la Organización de las Naciones Unidas (en 1976) y la Organización Mundial del Turismo y el PNUMA (entre 2005 a 2009). Estas iniciativas han estado relacionadas con el desarrollo de programas de recuperación y conservación ambiental, ecoturismo y la búsqueda de desarrollo nacional e internacional ambientalmente sostenible (Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca 2016). En otras palabras, tienen que ver con la adopción y aplicación de unos principios internacionales basados en el desarrollo sostenible, los cuales tienen el objetivo de guiar la realización y gestión del cuidado ambiental y del turismo y por ende, el relacionamiento de las personas con lo que se denomina como naturaleza. Todo esto a través de la compresión de esta última como un

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recurso limitado y externo a las personas que puede ser medido, aislado, clasificado e integrado a las lógicas de planificación económicas enfocadas a la maximización racional y efectiva de los recursos.

Figura 11. Vagón Cultural, 2018. Rellenando las llantas. Construir el muro de contención implicaba llenar de tierra y piedras las llantas, también colocar palos que funcionaran como sostén. La verdad que este muro fue construido desde el experimento, la autogestión y el cariño al lugar. Ninguna(o) sabía concretamente que estábamos haciendo y si nuestro invento iba a funcionar. A pesar de eso el muro hoy sigue siendo una realidad.

Ahora bien, el hecho de que el Alto Fucha haga parte de la zona de amortigüación y de consolidación de procesos urbanos de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales, ha tenido gran influencia en, las formas de existencia, las condiciones, las circunstancias y los conflictos que han atravesado las(os) habitantes de esta parte de Bogotá. El hecho de que Doña Adriana, Sofía, Don Humberto y otras personas y familias habiten una zona de transición tiene como consecuencia, por un lado, que sus existencias han estado marcadas por un limbo jurídico, ya que no hay una normatividad clara, que se

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suma al hecho de que, como que pudimos conocer a lo largo de las charlas que entablamos ese día y que se extendieron a otros encuentros posteriores, el poblamiento del Alto Fucha, al igual que el de otros barrios de los cerros orientales como San Martín de Porres, Egipto y Belem, ha consistido, primordialmente, en acuerdos de trabajo por el pago de los lotes de vivienda, con quienes eran los dueños de las grandes canteras que se ubicaban allí. Esta ocupación, que empezó desde mitad del siglo pasado, llevó a que la mayoría de habitantes de estos barrios no contaran con títulos de propiedad de sus casas. Dicha cuestión causó que esta parte de Bogotá, a lo largo de varias décadas, creciera por fuera de los lineamentos legales que organizaban la vivienda en la ciudad. Es decir, estos barrios crecieron por fuera de la provisión de servicios públicos, infraestructuras y equipamientos comunitarios, tales como: sistema de acueducto y alcantarillado, disposición de basuras, salones comunales y alumbrado público. Hasta hace muy pocos años e incluso, hasta hoy en día la situación sigue así, por lo que sé. Esta situación ha llevado a que los habitantes Alto Fucha, durante décadas hayan construido por medio de la auto-gestión salones comunales, espacios de socialización, juegos y parques. Generalmente, estos esfuerzos son articulados por la asociación de vecinos, que promueve la realización de actividades como rifas y ventas, aunque en algunas ocasiones se cuenta con el apoyo de entidades no gubernamentales y fundaciones por la relación de algunas(os) habitantes con estas (Sánchez 2019). En este sentido, las(os) habitantes de esta parte de Bogotá han forjado su existencia a partir de distintas circunstancias tales como: la falta de garantías en para el desarrollo de una infraestructura, la incertidumbre legal, el desgaste ambiental --generado por todos los efectos que dejó la explotación de arenisca y carbón-- y las dificultades laborales que muchas(os) de sus habitantes atraviesan al no contar con contratos fijos y garantías o al ubicarse en lo que se conoce institucionalmente como trabajo “informal”. Cabe mencionar que los diferentes vínculos con la tierra que tienen estas familias se relacionan con su origen campesino, un tema que profundizaré en el segundo capítulo.

Después de haber terminado la jornada de limpieza ese domingo, realizamos una reunión de balace y de planeación del trabajo en la huerta. Allí nos contaron las(os) integrantes de Huertopia, que el asentamiento del Alto Fucha (así como de otros barrios de los cerros orientales) ha sido considerado como un “asentamiento informal” o como un “área no habilitada urbanísticamente”, desde los distintos estudios realizados por investigadores expertos contratados por el Distrito, a través de institutos y secretarías como: el Instituto

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Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER), la Secretaria Distrital de Hábitat (SDH) o la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) (Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca 2016, 254). La colectiva política-cultural Huertopia también nos contó que a partir de varios procesos de veeduría y estudio sistemático de la normatividad, labor que habían realizado a veces junto a otras organizaciones políticas, habían aprendido que los deslizamientos de tierra, los fenómenos de remoción en masa, las inundaciones, el desbordamiento del río y el rompimiento de tuberías eran denominados como problemática de Alto Riesgo No Mitigable (Urbanos, Expandida y Huertopia 2019). El hecho de que el Alto Fucha fuera nombrado así tenía como consecuencia que, las(os) habitantes de esta parte de Bogotá fueran catalogadas(os) como “población en riesgo”, desde los diagnósticos técnicos realizados por la Alcaldía de Bogotá. Esta denominación ha hecho que en el Alto Fucha, desde los años 90, se lleven a cabo procesos de reasentamiento de la población los cuáles, en un primer momento, fueron enmarcados por los Planes de Ordenamiento Territorial (POTs); luego se consolidaron a través del decreto 255 de 2013 de la Alcaldía Mayor de Bogotá que establece los procedimientos para llevar a cabo este proceso.

Figura 12. Mapa realizado por Comunes Urbanos (Arquitectura expandida- Colectiva Huertopía), 2019. Amenaza Alta por remoción en masa. Resolución 0751 de 2018 (Vigente).

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Cabe resaltar que en esa misma reunión de balance, la señora Adriana, Sofía, Don Humberto, a las(os) integrantes del colectivo Vagón Cultural y a la colectiva Huertopia, comentamos la razón por la cual habíamos reunido ese domingo. Veíamos con preocupación la planeación de los proyectos de renovación urbana llamados el “Sendero de las Mariposas” y el “Parque lineal del río Fucha”. Estos proyectos habían sido propuestos por la Alcaldía de Bogotá durante la administración de Enrique Peñalosa (2016-2020). Algunos meses antes de nuestra llegada allí, la colectiva Huertopia y otras(os) habitantes del Alto Fucha, habían conocido dichos proyectos durante una serie de encuentros con la Secretaria Distrital de Hábitat (SDH). En esas reuniones, ellas(os) entendieron que la Alcaldía de Bogotá buscaba ejecutar propuestas de inversión, las cuales fueron presentadas por medio de:

“imágenes de senderos “ecológicos” donde aún existen viviendas de los habitantes del Alto Fucha, transformación completa de los salones comunales, ciclorutas y ampliación de las vías donde por supuesto se verían afectadas algunas viviendas por estar dentro de los que ellos determinan como espacio público, todas estas “prioridades” para el Distrito eran totalmente opuestas a las necesidades reales” (Sánchez 2019, 20)

Al analizar la situación, surgieron sensaciones de rabia y frustración, así como una sensación de indignación entre todos las(os) asistentes. Quienes se enteraron luego también sintieron lo mismo. Allí empezó el germen de las acciones colectivas que se empezarían a llevar a cabo en esta parte de Bogotá. Así pues, el desconcierto con las propuestas que la Alcaldía de Bogotá buscaba implementar en el Alto Fucha y los cerros orientales llevaron a que se gestaran procesos colectivos de resistencia. A través de reuniones organizadas por la Colectiva Huertopia, algunas veces mediadas por las juntas de acción comunal, se llegó al acuerdo de construir huertas urbanas en varios de los lotes que habían sido abandonados por procesos de reasentamiento. Fue en este contexto que Doña Adriana, Sofía, Don Humberto se enredaron con las(os) integrantes de la colectiva Huertopia, ya no solo desde la relación de vecinos, sino a través del deseo común de expresar su desacuerdo con políticas públicas que los estaban excluyendo de los procesos de diseño y elección de las políticas y acciones que los iban a afectar

Fue en este contexto, cuando Sofía inició su labor de dar conocer la problemática que estaba ocurriendo en el Alto Fucha; así se comunicó con Emilio, uno de los integrantes del Vagón Cultural, con la idea de que apoyara las acciones que se iban a llevar a cabo.

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Luego de uno de los encuentros entre Emilio, Sofía y su familia en el Alto Fucha, él decidió proponernos a las(os) demás integrantes del colectivo que participaramos en este proyecto. Nosotros nos reuníamos semanalmente para aprender y practicar teatro y circo. El proceso de decidir nuestra participación incluyó un recuento de Emilio acerca de lo que él había entendido que se quería hacer allí y luego procedimos a debatir compartiendo nuestras opiniones, la manera como veíamos la problemática y las ideas que teníamos para nuestro trabajo allí. Estos fueron los caminos que llevaron a que las existencias de las(os) participantes del colectivo Vagón Cultural, las(os) integrantes de la colectiva Huertopia, la señora Adriana, Sofía, Don Humberto y otras personas que asistieron ese domingo y luego, de forma esporádica, a lo largo del año, empezaran a anudarse en torno a la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”.

Nuevos Movimiento Sociales: imbricación entre lo político y la política; sedimentación y subversión

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Conocer estos caminos es relevante, puesto que a partir de los encuentros que ocurren en ellos, se comienza a constituir, a veces de manera inconsciente como me ocurrió a mí, lo que en esta monografía conceptualizo como un Nuevo Movimiento Social. Para las personas que participamos en la huerta “Sembrando Ilusión”, el proceso de reconfiguración y acción social, estuvo orientado a cuestionar las ideas dominantes de la Alcaldía de Bogotá durante la administración de Enrique Peñalosa, especialmente, aquella que planteaba que intervenir la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales era proteger el Patrimonio Cultural y Ambiental bogotano. En general, estas concepciones estaban basadas en la comprensión de la naturaleza como una parte externa y separada de las personas, que podía ser medida, inventariada y delimitada.

Figura 14. El Vagón Cultural, 2018. Aprendizajes en el río con doña Adriana.

Como mencioné anteriormente, esta comprensión sobre el deber ser de las relaciones entre humanas(os) y no humanas(os) no era exclusiva de esa administración distrital, sino que hacía parte de las normativas ambientales que la Alcaldía de Bogotá había

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implementado en distintas administraciones, cada una de ellas con sus matices. Todas ellas habían estado en el proceso de “adecuar” los cerros orientales mediante el “Sendero Ecológico San Francisco-Vicachá” y el “Sendero de la Quebrada la Vieja”, dos proyectos que también hacen parte de la reserva antes mencionada. En estos senderos se ha implementado la construcción de caminos equipados con barandas y vallas de información con la clasificación de las especies; la contratación de guardabosques con el fin de controlar el ingreso a estos espacios; la generación de protocolos que regulan la afluencia de personas y los comportamientos en estas áreas protegidas (permisos tramitados a partir de cartas, formularios, visitas guiadas por la Alcaldía); el desarrollo de planes de ordenamiento y manejo ambiental de las cuencas y la creación/incorporación de una serie de entidades que promueven el funcionamiento de los instrumentos antes mencionados: Secretaria Distrital de Hábitat (SDH), Jardín Botánico de Bogotá, Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), la Corporación Regional de Cundinamarca (CAR) y el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER), entre otros.

La manera en que las distintas administraciones de la Alcaldía de Bogotá han gestionado los predios ubicados en los cerros orientales, ha estado vinculada con las visiones tradicionales sobre la historia natural y la idea de una conservación sin gente, las cuales han sido parte de la creación y desarrollo de jardines botánicos y parques nacionales. La naturaleza siempre aparece como algo externo e incluso aislado de la acción humana (Pratt 2008). Estas perspectivas son parte del conocimiento experto que es empleado y legitimado por las instituciones del Distrito y, en general, del Estado. De allí emerge la lógica que busca crear planes de protección de “lo natural”, en los que hay una oposición entre los seres humanos y no humanos. Esta perspectiva del cuidado, la conservación y la restauración parte de la premisa de alejar o controlar la presencia humana, mediante una autoridad fundamentada por un conocimiento experto. Esta estrategia de gestionar la reserva y los predios ubicados alrededor de ella permite que se sigan fortaleciendo representaciones de la naturaleza dentro de categorías binarias: ambiente-cultura, pasado-presente, atrasado-desarrollado, prístino-civilizado, entre otras (Cronon 1996). En estos planes y procesos, así como en las estrategias de intervención de las reservas, los diferentes no humanos continúan siendo comprendidos como mediadores extra somáticos que solo adquieren participación en la vida social cuando se convierten en instrumentos para el desarrollo humano (Ingold 2013). Este es el ideal que guía las

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