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(1)

Santiago de la Torre Moral

Aproximación a la

historia de la lengua

española

Departamento de lenguas modernas y clásicas

Universidad de Jyväskylä

(2)

Aproximación a la HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Presentación

Índice completo

Presentación

1.

Introducción a esta historia

2.

Los cuándo y dónde del nacimiento del castellano/español

3.

Prehistoria

4.

Roma y la(s) lengua(s) de Roma

5.

Del latín al romance español (pasando por el latín vulgar)

6.

Alta Edad Media (V-X)

7.

Baja Edad Media (XI-XV)

8.

El español del Siglo de Oro (XVI-XVII)

9.

El español después del Siglo de Oro. XVIII y XIX

10.

El español en América

11.

El español actual. La unidad

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Aproximación a la HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Capítulo 1º — Introducción a esta historia

Contenido

1.

Historia

2.

Cronología

3.

¿Por qué "español" y no "castellano"?

4.

¿Hablamos de "lengua" o de "idioma"?

5.

¿De quién es esta historia?

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1.1. La historia

La Historia es una cronología limitada de eventos, cambios y evoluciones que nos puede ayudar a comprender el momento actual. Y decimos limitada porque nuestros conocimientos sólo empiezan en un determinado momento -aunque la realidad haya existido con anterioridad- y terminan en otro momento -el presente- aunque sabemos que tras nosotros no vendrá el diluvio y la crónica de la existencia humana, la Historia, seguirá avanzando.

Como la Historia, la lengua ya existía antes del momento en el que los manuales nos dicen que se encontraron los primeros indicios de actividad humana o de producción lingüística; y aunque los manuales terminan las historias, sabemos que la lengua continuará cambiando, adquiriendo nuevas palabras, perdiendo otras, desarrollando nuevas estructuras gramaticales, etc.

Pero a diferencia de la Historia, en la de la lengua no tenemos una respuesta clara a los interrogativos cuándo, dónde y quién aunque podemos aproximarnos al cómo y al por qué. Por eso, cuando mencionamos fechas, lugares y nombres, debemos entender éstos como simples puntos de referencia de una realidad temporal, geográfica y humana mucho más extensa.

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1.2. Cronología

Cuando hablamos de historia de la lengua, las fechas y los nombres coinciden con la realidad sólo de una manera referencial, por eso es conveniente demarcar por períodos las transformaciones habidas. Esta periodización podríamos realizarla teniendo en cuenta criterios internos de la lengua, es decir, organizaríamos esta historia siguiendo la cronología de las transformaciones fonéticas, morfológicas, etc. de la lengua, o teniendo en cuenta criterios externos, extralingüísticos, como pueden ser los sucesos históricos o las épocas literarias. La Escuela Española de Lingüística (Rafael Lapesa, Rafael Cano, etc.) establece una serie de capítulos en los que los temas de evolución interna se entremezclan con los que se refieren al contexto histórico o a la creación literaria. Nosotros seguiremos, aproximadamente, esta organización.

* (-218 a.C.) Prehistoria. Lenguas de Iberia antes de la conquista de la Península por el imperio romano.

* (218 a.C.- 411 d.C.) Roma y la (-s) lengua (-s) de Roma. Romanización de Hispania. * ( - ) Del latín al romance español. Breve resumen de cómo el latín hablado se transforma en romance español.

* (411 - 711) Pueblos invasores. Con la debilitación y desaparición del imperio romano, otros pueblos invasores (visigodos y árabes) inician su aportación a la lengua y la cultura peninsular.

* (1000) Edad Media. Las lenguas romances en la península Ibérica. Expansión del castellano. Alfonso X el Sabio. Características del español medieval. Incluimos también el siglo XV en este capítulo aunque estrictamente hablando este siglo no forma parte de la Edad Media.

* (1500-1700) Siglo de Oro. Momento histórico de producción literaria febril tanto cuantitativa como cualitativamente.

* (1700-1900) El español después del Siglo de Oro. XVIII y XIX. La transformación de la lengua se desacelera y los cambios ocurridos son principalmente léxicos.

* El español en América. Capítulo que colocamos aparte por necesidades de simplificación, no porque el español en América pueda ser considerado variante uniforme diferenciada del español en África o del español en Europa.

* El español actual. La unidad. Breve presentación de algunas características del español actual con especial atención a la de “unidad”.

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1.3. ¿Por qué "español" y no "castellano"?

Cuando en el siglo XVI los distintos territorios de la Península, salvo Portugal, empezaron a recorrer la historia bajo un mismo gobierno y dentro de una misma unidad política, la lengua adoptada fue la de Castilla, el castellano. Al convertirse en la lengua de la mayoría de los territorios peninsulares, empieza a llamársele "español".

Los motivos para la elección del castellano son varios. Mencionaremos

aquí dos:

1) mayor número de hablantes de castellano en la nueva comunidad y 2) 500 años de uso previo como lengua franca de las comunidades lingüísticas peninsulares.

Es precisamente este español -que no castellano- el que los conquistadores castellanos, extremeños, vascos, etc. llevarán a América a partir de 1492.

Estos conquistadores (aventureros, soldados, comerciantes, nobles) antes de poder embarcarse a la aventura de la travesía a América debían pasar largas temporadas en Sevilla esperando a que partiese un barco que los llevase al Nuevo Mundo. Esta estancia obligada en tierras andaluzas junto con la también obligada convivencia con los demás pacientes “viajeros” procedentes de todas las regiones hizo que la lengua que llevaban a América fuese una lengua compartida por todos ellos -el español- con algunas características propias de las variantes sevillana o andaluza debidas al prolongado contacto con los hablantes locales.

Nosotros hablaremos de castellano para referirnos al romance utilizado en Castilla durante la Edad Media y español para la lengua que durante el Siglo de Oro toma su casi definitiva forma hasta la actualidad.

En la actualidad ambos términos, español y castellano, tienen igual validez entre los hispanohablantes. Para nosotros, castellano es la variante dialectal del español que se habla actualmente en Castilla, España; y español, esa lengua estándar que utilizan cerca de 500 millones de hispanohablantes para comunicarse entre sí y que aglutina miles de dialectos, cada cual con su nombre -murciano, porteño, spanglish, etc.- , y uno de los cuales es el castellano.

De este castellano de la Castilla del siglo XXI podríamos mencionar varias diferencias con el español estándar; sólo mencionaremos dos, una de fonética y otra de morfología. El castellano pronuncia el grupo [kt] como [θt] en palabras como perfecto [perfécθto] donde el español estándar diría [perfékto]; y utiliza el condicional allí donde el español usaría el imperfecto de subjuntivo, como en Quería que vinieses/vinieras. (esp.) Quería que vendrías. (cast.).

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1.4. ¿Hablamos de "lengua" o de "idioma"?

De lengua... y de idioma. La lengua es una estructura, instrumento de expresión y comunicación de los individuos de una comunidad lingüística que puede coincidir o no con unos límites geográficos o políticos. El idioma es la lengua de una nación, de un pueblo, de una cultura con todas las características socioculturales que ello implica. Así, e intentando seguir los pasos de la Escuela Española de Lingüística, hablaremos de los dos.

No se podría, por ejemplo, explicar la llamada "innovatividad" del castellano frente a sus vecinos leonés y aragonés sin recurrir a la historia político-social que nos dice que León y Aragón en sus orígenes son reinos que se consideran herederos de la tradición visigodo-romana por lo que se muestran reacios a cambios que podrían alejarles de esa tradición. Castilla, en cambio, recién creada en el siglo IX, no es heredera de nada, no se siente atada a ninguna estructura política, jurídica o lingüística, por lo que las innovaciones -también las lingüísticas- serán aceptadas más fácilmente.

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1.5. ¿De quién es esta historia?

La Historia, en principio, es del que la escribe, por eso los historiadores romanos, españoles o ingleses nos han legado una imagen muy poco positiva de los pueblos "bárbaros" que no querían dejarse conquistar.

La historia del español, en este caso, no es del que la escribe, sino de todos los que le han precedido con su trabajo, sus investigaciones y sus enseñanzas. Esta historia del español es de ellos. Por eso, y aunque en las páginas de bibliografía se mencionarán los nombres de aquéllos a los que se deben estas páginas, queremos aquí mencionar a cinco de ellos, verdaderos autores -aunque no editores- de estas páginas: Ramón Menéndez Pidal, Rafael Lapesa, Vicente García de Diego, Rafael Cano Aguilar, Veikko Väänänen.

También lo son: E. Alarcos Llorach, M. Alvar, A. Alonso, M. Ariza Viguera, K. Baldinguer, W. Bahner, J. Corominas, E. Coseriu, M. C. Díaz y Díaz, Mª T. Echenique, E. Gamillsheg, C. Lleal, E. López Estrada, S. Mariner Bigorra, R. Penny, G. Servat, H. Urrutia, M. Álvarez, R. Wright, etc.

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1.6. ¿Para quién es esta historia?

Estos textos han sido pensados para el estudiante de español/LE que ha realizado ya sus estudios elementales y empieza a estudiar la lengua y la cultura a través de temas diferenciados aunque relacionados entre sí: gramática, fonética, literatura, historia, geografía, etc.

Sería conveniente que la lectura de estas páginas sobre la historia de la lengua se hiciera tras haber realizado los estudios correspondientes a los otros temas por implicar éste el conocimiento de los demás.

El lector comprenderá más fácilmente los cambios fonéticos o morfosintácticos si ya conoce la fonética y la gramática. Igualmente, el conocimiento de la historia, la geografía o la literatura le permitirá moverse con mayor agilidad por estas páginas.

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Aproximación a la HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Capítulo 2º — Los cuándo y dónde del nacimiento del

castellano/español

Contenido

1.

¿Desde cuándo podemos hablar de "castellano"?

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2.1. ¿Desde cuándo podemos hablar de "castellano"?

Como decíamos antes, en historia de la lengua, las fechas sólo tienen un valor aproximativo. Cierto es que en un determinado momento histórico aparecen unos textos que podemos denominar "castellanos", pero también es cierto que con anterioridad a estos textos que nos han llegado, la lengua ya existía, aunque sólo fuera en forma hablada.

Los primeros documentos con texto en castellano son las glosas de San Millán y de Silos y datan del siglo XI.

El manuscrito de San Millán contiene homilías o sermones de San Agustín; y el de Silos, un listado de penitencias. Los manuscritos estaban escritos en latín y necesitaban aclaraciones. Alguien, monje o estudiante tal vez, no acababa de entender el texto latino o quería asegurarse de que lo comprendía o quería explicárselo (glosárselo) a otros y lo hizo en una lengua nueva, la que utilizaba en su vida cotidiana: el romance ¿"castellano"? Algunos lingüistas prefieren no utilizar todavía este adjetivo ya que estos fragmentos contienen elementos de otras variantes romances peninsulares contemporáneas limítrofes. Las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses tienen un marcado carácter dialectal riojano-navarro.

Glosas emilianenses, pág.72

Con o aiutorio de nuestro dueno Christo, dueno salbatore, qual dueno get ena honore et qual duenno tienet ela mandatione con o patre con o spiritu sancto en os sieculos de lo siecu los. Facanos Deus omnipotes tal serbitio fere ke

denante ela sua face gaudioso segamus. Amen

(español actual)

Con la ayuda de nuestro Señor Don Cristo Don Salvador, Señor que está en el honor y Señor que tiene el mandato con el

Padre con el Espíritu Santo en los siglos de los siglos. Háganos Dios omnipotente hacer tal servicio que delante de su faz gozosos seamos. Amén.

En los últimos años se ha hablado mucho de los "cartularios (o becerros) de Valpuesta" (Burgos). Son hojas sueltas, copias de documentos (178) de los siglos IX, X, XI. Los cartularios son dos: Gótico y Galicano. El primero utiliza grafía visigótica y el segundo, francesa o carolina. Están escritos en latín pero su redactor introduce sin querer palabras en romance pensando que son latinas. Los primeros (7) son del siglo IX, y por lo tanto anteriores a las glosas, pero se diferencian de éstas en que las glosas tienen frases enteras (no sólo palabras) en romance y su redactor era consciente de que estaba haciendo una traducción de una lengua (latín) a otra (el romance castellano).

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Entre las características que pueden apreciarse en estos cartularios mencionamos las más diferenciadoras del castellano y las otras lenguas peninsulares de la época.

Fonética

1. diptongación de e breve tónica : Flumencielo, fornniello, Moliniela, Penniellam, pielle..., que a veces se reduce ante palatal: Tovillas, novillo; también la diptongación de o breve tónica: Cueva, duen, duena, Eruelas,

fuentes, Fueracasas.

2. la confusión b/v en todas las posiciones (que ya se hacía en latín)

3. pérdida de f inicial: Errando (Fernando)

4. sonorización de oclusivas sordas latinas intervocálicas: Cabezas, entrada, exida, heredad, Pedro, Pinedo, semedero, Vida, Didago, Domingo... 5. pérdida de sonoras: Faiolas, Flaino, Leone, maestro

6. desarrollo de las palatales a partir de grupos con yod: calzata, azadon, palacio, poço, argenzos, Sancio/Sangiz, conceio, culiares, filios, maguelo/maielo, Pobalias, Spelio/Spegio, vingal/vineis Morfología:

1. Apócope de artículo y preposición: del, al, conna, enna.

Pero los primeros textos propiamente "castellanos" aparecen a mediados del siglo XII. R. Menéndez Pidal sitúa hacia el 1140 la fecha de aparición del Cantar de Mio Cid, primer texto literario castellano.

Glosa: Las glosas son anotaciones escritas al margen de manuscritos.

Tónicas y átonas: Las vocales, o las sílabas, que en la palabra son pronunciadas con mayor

intensidad son tónicas, las demás, átonas. En latín el acento dependía de la cantidad de la última sílaba. Sólo tenía palabras llanas (acento en la penúltima sílaba) o esdrújulas (en la antepenúltima. Este acento no tenía valor pertinente.

Sonorización: Una consonante sorda se transforma en su sonora

correspondiente. petram > piedra.

Cantar de Mio Cid: El Cantar de Mio Cid pertenece al género de los "cantares de gesta". Este

tipo de creación literaria tenía el objetivo de crear héroes de acuerdo con los ideales políticos o religiosos del momento. Mio Cid nos cuenta, entre otras cosas, de las luchas de Castilla contra todos sus vecinos: leoneses y aragoneses por un lado, y almorávides, árabes, por otro. La figura central es Ruy Díaz, el Cid Campeador. (Véase apénd. 2).

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2.2. ¿Dónde? Ubicación originaria y expansión

Norte de la actual provincia de Burgos (Amaya, Villarcayo, Sedano, Villadiego, Briviesca y Miranda de Ebro) y sus entornos en las provincias de Palencia, Cantabria, Álava y La Rioja. Un territorio limitado al norte por el sistema montañoso Cantábrico y el País Vasco (vasc. amaya, "frontera").

Los minúsculos reinos cristianos del norte, permitidos por los conquistadores árabes terminada su conquista de la Península en el 711, se convierten a su vez en conquistadores o "reconquistadores" de los territorios árabes. Esta Reconquista, sobre todo en sus primeros 300 años, es un proceso lento y multidireccional. (Véase Mapa 1) La conquista de un nuevo territorio se iniciaba con el envío de destacamentos cuasi militares a las órdenes de un noble de la confianza del rey. Los individuos de estos destacamentos tenían la multifunción de colonos, soldados y, para nosotros importante, forjadores de nuevas lenguas. Estos aventureros tienen diversos orígenes y diversas lenguas, y conviven por imposición o pacto con individuos de otras culturas y otras lenguas. Así, los territorios conquistados se convierten en crisol de culturas y lenguas que dan origen a otras nuevas. En este territorio de Amaya se funden variantes leonesas, riojanas, navarras, mozárabes y, muy importante, vascas. El resultado será una lengua vehicular que sin ser la de nadie, pueda ser usada por todos.

El rey concedía a los miembros de estas expediciones la propiedad de las tierras conquistadas y la obligación de defenderlas. Esto explica que en Castilla no llegase a existir un verdadero sistema feudal.

Cuando surgen estas nuevas comunidades, uno de los elementos que garantizan la integración de sus miembros y la coherencia social es la lengua. Todos estás dispuestos a dejar aparcados los rasgos lingüísticos que les diferencian de los otros para así sentirse integrados. Algo similar ocurrirá cuando los españoles de diversos orígenes vayan a América: se abandonan los rasgos diferenciadores y se adoptan los compartidos.

Hacia el año 800 empieza a denominarse Castilla, «tierra de castillos», a este nuevo territorio conquistado-poblado por el reino de León en su proceso de expansión y reconquista. Fernán González, a mediados del s. X, recibe el título de conde de Castilla, y Fernando I, hijo de Sancho el Mayor, rey de Navarra, será quien lo transforme en reino durante el siglo siguiente (1035).

Cuando se habla de "tierra de castillos" debemos olvidar aquí la imagen que tenemos de "castillo" feudal y pensar en pequeños campamentos -Castella es el diminutivo de castrum,-tra, "campamento"-, torres de vigilancia, más bien, desde las que se podía controlar la llegada del enemigo.

El territorio inicial era llamado Bardulia, tierra de los várdulos. A este territorio llevó Alfonso I de León en el siglo VIII gentes de colonización procedentes de la meseta, es decir, romanizadas y por lo tanto

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"latinoparlantes" que se mezclan con las tribus del norte poco romanizadas y poco conocedoras del latín (el cristianismo no llegó a Bardulia hasta el siglo VII). De esta mezcla surge el rechazo de la organización política, la justicia y le lengua de León. El feudalismo de León se sustituye con concejos de hombres libres; el Fuero Juzgo utilizado por la justicia leonesa se abandona en favor de una justicia basada en el derecho consuetudinario primitivo heredado de los antiguos pobladores; y éstos mismos -várdulos, cántabros, autrigones y vascos- dejarán su impronta lingüística innovadora en la nueva lengua.

A la muerte de Fernán González (970) el condado de Castilla comprendía la totalidad de las provincias de Burgos y Vizcaya, la mayor parte de Cantabria y Álava y pequeñas comarcas de las actuales provincias de Guipúzcoa, La Rioja, Soria y Palencia.

A lo largo de los cuatro siglos siguientes este pequeño reino fronterizo expande sus fronteras primero hasta Toledo (1085), luego a las regiones meridionales: Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248), Murcia (1244) y Cádiz (1250). A mediados del siglo XIII, el reino de Castilla se extendía desde el mar Cantábrico hasta el Mediterráneo y el océano Atlántico. (Véase Mapa 1)

En este avance y expansión, Castilla no sólo lleva sus soldados y sus comerciantes que suplantan a los de los territorios conquistados, lleva también su lengua, el castellano, que desplaza de manera definitiva al mozárabe, en el sur, y de manera menos total al leonés y al aragonés, oeste y este, respectivamente. El vasco, hablado al norte de Castilla, no fue asimilado por el castellano, pero sí vio cómo se reducía su territorio. (Véase Mapa 2)

La adopción del castellano por estos territorios no se debe únicamente al importante papel político militar que adquiere Castilla durante la Reconquista, sino también a que este "castellano drecho" del que habla Alfonso X es una koiné que ha asimilado elementos de las otras lenguas (Drecho, "derecho, correcto", es un aragonesismo, por ejemplo) y que además posee una extensa producción literaria. Estos textos -lengua de prestigio- funcionaban como referentes normativos que le daban a la lengua, y a sus hablantes, una seguridad de uso correcto de la que no disponían las otras lenguas aún vacilantes en algunos aspectos, principalmente de carácter fonético.

Así pues, el castellano es inicialmente una lengua de frontera y de conquista. Este hecho explica, entre otros, la abundancia de elementos lingüísticos tomados de otras lenguas. (Véase Mapa 3)

Lengua mozárabe: Lengua hispano-romance hablada en los territorios ocupados por los árabes durante la Edad Media.

En la actualidad el leonés se habla en Asturias y la zona oeste de la provincia de León; y el aragonés, en la zona norte de Huesca.

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Aproximación a la HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Capítulo 3º — Prehistoria

Contenido

1.

Las lenguas de la Hispania prerromana

2.

Lenguas no-indoeuropeas

3.

Lenguas no-indoeuropeas: el vasco

4.

Lenguas indoeuropeas: el celta

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3.1. Las lenguas de la Hispania prerromana

Como no disponemos de una imagen clara y precisa de la situación lingüística prelatina en la Península por haber desaparecido todas las lenguas salvo el vasco, el principal interés que tienen para nosotros estas lenguas paleohispánicas es su función de posible sustrato de la nueva lengua.

Los romanos invasores (soldados, colonos, comerciantes, magistrados, etc.) impusieron el latín a todos los hispanos, lo cual se logró tras una larga etapa de bilingüismo. Latín y lengua prerromana se utilizan paralelamente durante esta etapa lo suficientemente larga como para que penetraran en el habla latina, triunfante al final, muchos de esos rasgos prerromanos. El grado de influencia que tuvo el sustrato en la formación de la nueva lengua dependió de varios factores:

1. la mayor o menor prontitud con que las distintas zonas se integran en el mundo romano: a mayor prontitud de integración, menor influencia del sustrato; 2. el tipo de latín que se difunde debido al tipo de gentes romanas que se instalan

en cada zona: un habla más vulgarizante o coloquial estará más abierta a influencias de las lenguas indígenas (el sustrato) que otra de carácter más culto; y

3. el nivel social y cultural de las poblaciones romanizadas: la latinización fue mucho más intensa en las provincias que tenían un alto grado de desarrollo cultural, mientras que sería sólo superficial en las menos desarrolladas (que coincidían, por cierto, con las más tarde conquistadas, es decir, con las que más tardaron en integrarse a la cultura romana).

Para facilitar la visualización de la distribución territorial de estas lenguas, dividiremos la Península en dos grandes zonas más o menos compactas: una no-indoeuropea y otra indoeuropea. (Véase Mapa 4)

Lenguas de la Hispania prerromana: Incluimos en este grupo tanto las lenguas paleohispánicas, lenguas más o menos autóctonas habladas en la Península a la llegada de los romanos, y las lenguas prerromanas, término que incluye las anteriores y las lenguas de los colonizadores fenicios y griegos.

Sustrato: Por sustrato se entiende la lengua hablada en un territorio sobre la cual se implanta otra lengua que provoca la desaparición de la primera. Ésta suele legar algunos rasgos a la nueva lengua. Lo más importante de este legado suele ser el léxico y tal vez algunos hábitos articulatorios. Recuérdese cómo algunas características fonéticas del vasco pasan al latín de Castilla, al castellano.

Latinización: Difusión y adopción del latín y la cultura latina.

Lenguas indoeuropeas: Con este nombre se conoce a la mayor familia de lenguas del mundo que incluye la práctica totalidad de las lenguas europeas y las del Asia occidental. Las semejanzas en la estructura gramatical y en el léxico han hecho pensar que proceden de una lengua común. Esta posible lengua "madre" empezó a difundirse por Europa procedente del Asia occidental hacia el año 3000 a.n.e. Esta familia está formada por las siguientes subfamilias: albanesa, armenia, báltica, céltica, eslava, germánica, griega, indoirania e itálica (que incluye las lenguas románicas y el latín). Lenguas no-indoeuropeas actualmente habladas en Europa son: el vasco, el finés, el estonio y el turco

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3.2. Lenguas no-indoeuropeas

El ibérico, el tartesio y el ligur

Toda la franja del Sureste, desde Andalucía hasta Cataluña (desde Málaga hasta más allá de los Pirineos de Lérida), penetrando por el Valle del Ebro, constituía la zona ibérica, de cultura elevada, como muestran sus abundantes inscripciones y las referencias que de esta cultura nos hacen los historiadores antiguos.

Aunque a la lengua utilizada en esta franja la llamamos hoy ibérico, no sabemos si era realmente una sola lengua o si se trataba de varias que compartían algunas características. Puede ser que el ibérico fuese sólo una lengua vehicular, una lengua franca utilizada por todos los pueblos sin ser exclusiva de ninguno de ellos.

El ibérico disponía de un sistema de escritura de procedencia fenicia. De esta lengua conocemos hoy en día los signos que utilizaba, pero seguimos ignorando el significado de ellos.

Al Sur, aproximadamente en el Bajo Guadalquivir, encontramos el tartesio, lengua de los tartesios (llamados también túrdulos o turdetanos), que no se cree que fuera de tipo ibérico, pero tampoco indoeuropeo.

De los tartesios sabemos que eran un pueblo rico y bien organizado que hizo que fuesen objetivo de conquista interesante para las potencias militares y económicas de la época: fenicios y griegos. Algunos investigadores relacionan a estos tartesos con los tirrenos del Asia Menor.

Sobre el ligur, al igual que sobre las otras lenguas paleohispánicas, no disponemos de mucha información. Tal es la situación que sólo hace unas décadas dejó de ser considerada indoeuropea para pasar al grupo de las no-indoeuropeas.

Se utilizaba en el norte y oeste de la Península. De procedencia ligur es el sufijo -sco, frecuente en la toponimia del Norte peninsular (Amusco, Velasco, Biosca, Benasque, etc.).

También se consideran de origen ligur: *borb- *borm- *born- en: Borbén, Bormate, Bormela (Portugal), Bormujos, Bornos; *karau- (piedra) en Carabanzo, Carabanchel, Caravantes, Caravia.

El sufijo –ona que podemos encontrar en Barcelona, Tarazona, etc. parece ser igualmente de origen ligur.

Prueba de la presencia ligur en la Península podrían ser también las semejanzas entre los Langa, Berganza y Toledo españoles, y los Langa, Bergenza y Toleto italianos.

*: El asterisco ante la palabra indica que no ha sido encontrada en ningún documento, pero por

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3.2.1 Lenguas no-indoeuropeas: el vasco

De los demás grupos lingüísticos el más importante es el vasco.

El vasco se hablaba a ambos lados de los Pirineos. Parece que era propio no sólo de los vascones (habitantes de la actual Navarra) sino también de otros pueblos más occidentales, situados en los actuales País Vasco, Cantabria y norte de Castilla-León, así como en la franja suroeste de la Francia actual.

¿Era una lengua ibérica? ¿Era "la" lengua ibérica? Por mucho que algunos han intentado responder a esas preguntas, nada puede afirmarse al respecto. Pero podemos constatar muchos rasgos comunes entre ambos grupos, vasco e ibérico, (tanto de tipo fónico como morfológico o léxico), tal vez debidos a una base común primitiva a la que se añadieron elementos posteriores muy diferentes. Parece ser que el mismo término ibero puede tener raíz vasca, si se admite que se les dio tal nombre por el río Iberus (> Ebro), del vasco ibai, ibar 'río' (¿pero era esta palabra originariamente vasca?).

Las reliquias de las lenguas paleohispánicas no-indoeuropeas conservadas en castellano son pocas: algunas palabras y algún que otro sufijo. Entre las primeras, predominan, como es usual, los topónimos. Los topónimos, por su fijeza, han sido utilizados para delimitar las áreas étnico-lingüísticas; sin embargo, se ha de recordar que no necesariamente reflejan la lengua hablada en esa zona (pueden responder, por ejemplo, a estratos anteriores o posteriores).

En las obras de varios escritores romanos encontramos que nos hablan de palabras ibéricas, hispánicas, pero en realidad son palabras latinas que ellos desconocen: sería el caso de cusculus > «coscojo», cuniculus > «conejo», gurdus'necio, estúpido' > «gordo», plumbus > «plomo», etc. El motivo de que desconozcan estas palabras se debe a que el latín llega a la Península en el 218 a.n.e. y es, por lo tanto un latín, un vocabulario, que ha dejado de utilizarse y que los escritores clásicos desconocen. Pocos son los elementos léxicos procedentes "directamente" del vasco, y menos aún aquellos que puedan considerarse primitivos. Entre el léxico de origen vasco más antiguo en español suelen citarse: izquierda, cencerro y pizarra.

Vocabulario no-indoeuropeo

accidentes geográficos: barranco, alud, barro, arroyo, charco, balsa plantas: chaparro 'mata de encina o roble', mata 'conjunto de árboles o

arbustos'

animales: sapo, becerro

otras: abarca, cama, legaña, sarna y, quizá, sobaco

Se ha escrito también que algunas de las palabras del recuadro anterior proceden del vasco, al existir también en el vasco actual. Pero ¿cómo diferenciar ahora los vasquismos primitivos, los que entraron en el latín peninsular en la época romana, de aquéllos que entraron en el castellano durante los siglos de bilingüismo vascorrománico (800-1200), al comienzo de la Reconquista y la formación de Castilla, cuando aquella zona de Amaya se encontraba en parte en zona vascoparlante y en

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cuya construcción y expansión participaron activamente soldados, agricultores y artesanos vascos? ¿Cómo diferenciar los vasquismos primitivos de los vasquismos medievales?

En cambio, la toponimia peninsular explicable a través del vasco es abundantísima. Así no sólo hallamos abundante toponimia de tipo vasco a lo largo de todo el Pirineo hasta el Mediterráneo y comarcas francesas vecinas, sino también por todo el Centro y Sur de la Península. Naturalmente esto no indica que el vasco se hablara en todos estos lugares, pero si nos dice que el vasco tenía elementos comunes con las demás lenguas ibéricas, ya fuere por préstamos recíprocos o por haber tenido todos ellos sustratos previos comunes:

noreste: Arán ('valle'), Esterri> ('lugar cercado') o Segarra (< sagar 'manzana') centro: Aranz ('espino'): Aranjuez, Aranzueque, etc.;

oeste del actual País Vasco: Selaya, en Cantabria, Iria Flavia, en Galicia.

Un sufijo muy abundante en casi toda la toponimia peninsular, sobre todo en el Levante, Sur y Portugal es -én, -ena, quizá ibérico y casi idéntico al actual derivativo vasco de posesión. Suele aparecer unido a nombres latinos, indicando probablemente el primer poseedor del lugar: Leciñena (de Licinius), Villena (de Bellius), Lucainena (de Lucanius), Mairenah> (de Marius), Galiena (de Gallius), etc. Otro sufijo, éste ya más claramente vasco, también muy vivo en época latina, es urri,

-uri ('ciudad'): Gracchurris (Rioja), Crescent-uri (Cataluña), etc.

Topónimo: Nombre propio de un lugar o realidad geográfica.

Préstamo: Palabras o expresiones tomadas de otra lengua y que han sido aceptadas por las

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3.3. Lenguas indoeuropeas: el celta

El celta se utilizaba en toda la zona central y occidental al Norte de los ríos Guadiana y Tajo. Los celtas del borde oriental de la Meseta, muy relacionados con la cultura ibérica (utilizaron la escritura ibérica para sus inscripciones), recibieron la denominación de celtíberos. Del léxico celta peninsular parecen proceder unas pocas palabras: álamo,huelga 'huerta a la orilla de un río' (hoy sólo subsiste en el topónimo Las Huelgas), colmena y gancho.

La toponimia céltica es abundante, y delimita bastante bien la zona indoeuropea peninsular: así, los nombres con -briga ('fortaleza') abundan en todo el oeste (aún llegaron a formarse en época romana: Juliobriga, Flaviobriga, etc., todos en el área occidental); los nombres con Seg- ('victoria') se hallan también en el Centro y oeste: Segovia, Sigüenza. Algunos celtismos pasaron al castellano a través del latín: abedul, camisa, carpintero, carro, cerveza, legua, salmón, etc. (Véase Mapa 5)

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3.4. Lenguas de colonización

Por último, no hay que olvidar las lenguas de las colonias orientales establecidas en las costas mediterráneas de la Península. Las más antiguas son las fenicias, en general factorías comerciales; del mismo tipo lingüístico, aunque ya de carácter militar, son los enclaves púnicos o cartagineses. A éstas se han de añadir las colonias griegas, dedicadas principalmente al comercio con los indígenas

Las colonias fenicias y griegas dejaron sólo unos pocos topónimos.

De origen fenicio parece ser el primer nombre de la Península, el adoptado por los romanos (frente a la Iberia de los griegos): Hispania procede de *isephan-im 'isla (costa) de conejos'; tienen la misma procedencia fenicia: Cádiz (fuerte, recinto amurallado), Málaga (factoría), Medina Sidonia (como el Sidón fenicio), etc.

La cultura fenicia deja su huella también a través de Cartago, territorio en el norte de África donde se instalan los fenicios que han sido expulsados de Tiro por Nabuconodosor en el 587. De origen cartaginés son Cartagena(con el ¿ibérico? ¿vasco? -ena añadido), Mahón e Ibiza (isla de los pinos).

De los nombres que los griegos dieron a sus enclaves costeros quedaron: Alicante, Ampurias, Rosas, etc. Los helenismos del español actual no pertenecen a este primer contacto del mundo griego con la Península.

Ciertamente, el vocabulario español de origen griego es mucho más amplio, pero nos ha llegado principalmente a través del latín en épocas posteriores.

-A través del latín inicial: bodega, cesta, cuchara, lámpara, sábana, saco, etc.

-A través del latín eclesiástico: apóstol, bautismo, católico, cementerio, Biblia, etc.

-Antes del 1300: ballena, búfalo, cocodrilo, dragón, elefante, etc.

-Siglo XV: academia, alfabeto, biblioteca, diptongo, ortografía, sintaxis, etc. -Siglos XVI-XVII: anarquía, aristocracia, democracia, déspota, monarca, etc. -Siglo XVIII: autonomía, base, crisis, dinastía, etc.

-Siglos XIX-XX: anemia, anestesia, clínico, neumonía, psiquiatría, quirófano, etc.

(27)

Aproximación a la HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Capítulo 4º — Roma y la(s) lengua(s) de Roma

Contenido

1.

La romanización

2.

El latín de Hispania

3.

El «latín vulgar»

A finales del siglo III a.C., Roma y Cartago, luchan por hacerse con el control militar y económico de la mitad occidental del Mediterráneo (Córcega, Cerdeña, sur de Francia y este de España). En estas guerras Hispania es un simple campo de batalla de intereses expansionistas ajenos.

Dentro de este proceso de formación de lo que después será el Imperio Romano, Cneo Escipión desembarca con sus ejércitos en la costa de Tarragona el año 218 a.C. y con él y tras él, además de los soldados y jefes militares, desembarcan agricultores, artesanos, artistas, burócratas, jueces, ricos jubilados, etc. Todos ellos usan una misma lengua: el latín.

Inicialmente, este desembarco romano debería haber sido pasajero. Se trataba de ayudar militarmente a los pueblos indígenas de la costa de Levante enfrentados con los cartagineses. No obstante, una vez expulsados los cartagineses de las costas españolas, los ejércitos romanos no volvieron a Roma sino que continuaron avanzando hacia el interior por el sur, centro y norte.

(28)

4.1. La romanización

La llegada de Escipión señala el comienzo de la romanización de la península Ibérica. El Levante (la zona ibérica) y el Sur (la zona tartesia) son rápidamente sometidos al poderío romano. Tras la rebelión del 197, estas provincias (la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior) quedarán integradas de forma definitiva en el mundo cultural y lingüístico de Roma.

Durante el siglo II a.C. se produce la conquista de las zonas céntricas de lengua indoeuropea, mucho más pobres y más reticentes a aceptar ser dominadas por los invasores romanos.

Como mencionábamos en el capítulo I (Esta historia), los libros de historia, normalmente, definen como belicosos y violentos a los que no se dejan conquistar fácilmente, y así definen los historiadores romanos a estos pueblos celtas peninsulares

Entre el 29 y 19 a.C. los ejércitos romanos consiguen conquistar a cántabros, astures y galaicos, es decir, toda la franja norte paralela al mar Cantábrico. Tras esta conquista, Hispania será ya una provincia pacata ('provincia pacificada'). (Véanse mapas Mapa 6 y Mapa 7)

Al mismo tiempo que la conquista militar avanza, el territorio peninsular se va romanizando cultural y políticamente. En este proceso intervienen de manera determinante las clases dominantes indígenas, la aristocracia local, que obtienen favores y privilegios de los conquistadores a cambio de la reeducación del pueblo, pero allí donde la aristocracia como estrato social no era fuerte -centro y norte- tampoco pudo ser fuerte la romanización.

La latinización de Hispania, paralela al proceso de romanización política y cultural, tardó 200 años en realizarse y no tuvo la misma intensidad en toda la Península: en el sur la romanización y la latinización fueron totales, la provincia Bética se convirtió rápidamente en una provincia romana latinoparlante; en cambio, las regiones montañosas del norte -País Vasco y Cantabria- tuvieron un contacto mucho menor con el pueblo invasor y por lo tanto no asimilaron tan profundamente la nueva cultura y la nueva lengua.

La diferencia en la intensidad de la latinización y la romanización puede verse también en que incluso en plena época imperial, en las zonas centro y norte sobrevivían la organización social, las costumbres, las creencias, los nombres personales e incluso las lenguas de los pueblos del centro y del norte. Las inscripciones se seguían haciendo en celta o utilizan el alfabeto ibérico. En cambio, en el sur, en la Bética, parece ser que se adoptó rápidamente la nueva cultura y la nueva lengua hasta tal punto que el gramático Varrón (s. I a.C.) cita a Córdoba entre las varias ciudades "italianas" que conservan elementos latinos antiguos. Pero aunque la Bética fuese considerada “italiana” Cicerón nos recuerda en su Pro Archia

(29)

Poeta que los poetas cordobeses tienen un acento particular (... ut etiam

Cordubae natis poëtis, pingue quiddam sonantibus atque peregrinum, tamen aures suas dederet.); también sabemos que el emperador Adriano (s. II d.C.), de origen hispano, despertó las risas de los senadores romanos por su acento dialectal.

Recordemos también que en la zona andaluza, la Bética, habían habitado los tartesios, los fenicios, los griegos y los cartagineses. Es decir: estaba acostumbrada a organizaciones y sistematizaciones, ya fueren éstas militares, políticas, comerciales o lingüísticas; por eso, la adquisición de una nueva cultura y su lengua no presentaría para ellos gran dificultad. Para mejor visualizar la diferencia en la intensidad de la conquista en el sur y en el centro-norte, haga memoria el lector de cuántos monumentos de la época romana recuerda ubicados en Sevilla o Córdoba y cuántos en Palencia o Burgos, por ejemplo.

Esta diferencia de intensidad en la latinización puede constatarse en el hecho de que el latín suplantó a todas las lenguas paleohispánicas salvo al vasco, en la zona norte

(30)
(31)
(32)

4.2. El latín de Hispania

El latín que llega a Hispania es un latín anterior a la lengua de la época clásica latina, un latín antiguo, por lo que muchas de las formas utilizadas en Hispania desaparecerán o caerán en desuso en el latín de la metrópoli, en Roma, en el latín clásico.

Aunque el territorio hispánico estaba en constante contacto con la metrópoli, Roma, los cambios e innovaciones que se producían en el latín metropolitano no siempre llegaban hasta Hispania o, si lo hacían, no conseguían suplantar a las formas en uso. Estas formas anteriores, arcaísmos, subsistirán en los romances hispánicos.

Este carácter arcaico está relacionado con el hecho de que Hispania era una zona alejada, «lateral», e incluso «marginal», del Imperio. Según la "teoría de las ondas" la intensidad de las ondas producidas por una palabra nueva al caer sobre el agua-territorio es menor cuanto más alejada del centro esté la onda. Esto puede explicar las numerosas coincidencias, de orden léxico sobre todo, entre los romances hispánicos y el rumano. Los elementos arcaicos de la península Ibérica guardan cierta semejanza con los del rumano, los del sur de Italia, y los de las islas del Mediterráneo occidental, mientras el francés y el italiano, más cercanos al "centro" se caracterizan por un carácter más innovador.

Algunos de estos arcaísmos se remontan a la época de la conquista: rostrum 'pico, hocico' > «rostro», capitia (decapitium 'capucha, orificio superior de la túnica') > «cabeza», perna 'pernil, jamón' > «pierna», aptare > «atar»,cova > «cueva», cuius/a/um > «cuyo/a», y quizá los indefinidos "ninguno" y "nada".

Recordemos, no obstante, que cuando hablamos de este aspecto arcaizante, estamos hablando del léxico únicamente. En lo que a la evolución fonética o morfosintáctica, el romance castellano es innovador. Entre esas innovaciones podemos mencionar el desarrollo de a (< ad) ante ciertos complementos objeto directo (CoD) para evitar confusiones con los sujetos: El cerdo muerde al perro.

El latín instalado en Hispania debió de presentar, según hemos visto, particularidades notables debidas a causas diversas (lenguas antiguas, tiempo de difusión, intensidad de los contactos con la metrópoli, etc.). No obstante, era la misma lengua del resto del Imperio, la que Roma, su cuna, había difundido por casi todo el mundo entonces conocido.

La latinización de Hispania fue, en líneas generales, completa. Son pruebas clásicas de esta romanización y latinización profundas los autores latinos de origen peninsular, la existencia de grandes focos de latinidad en la Península, y el origen hispano de algunos emperadores romanos. Pero la mayor prueba es que con el tiempo el latín se convirtió en la única lengua empleada hasta en los escritos más humildes. Y es de ese latín hablado por todos, el «popular» o «vulgar» (frente a la modalidad literaria más fija), de donde surgieron las lenguas romances y, entre ellas, el castellano.

(33)

Autores de origen hispano: Séneca, Marcial, Columela, Lucano, etc.

Ciudades hispanas famosas en Roma: Hispalis, Corduba, Emerita, Tarraco, etc.

Emperadores de origen hispano: Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Teodosio

Arcaísmo: Elemento léxico o gramatical utilizado en épocas pasadas pero que en el momento

(34)

4.3. El «latín vulgar»

El latín, como cualquier otra lengua, tenía diferentes expresiones, unas cultas y literarias utilizadas por las clases altas, senadores, escritores, etc. en situaciones oficiales o en sus escritos; y otras más populares usadas por las clases altas en situaciones relajadas o familiares, y por todas las demás clases, medias, bajas, artesanos, labradores, soldados y esclavos. Para resumirlas de alguna manera "podemos" hablar de "latín clásico" y "latín vulgar", pero recordando que no se trataba de códigos lingüísticos separados o conceptos que se excluyeran mutuamente. Aunque cada variante tenía sus propias particularidades, todas compartían un mismo vocabulario, una misma morfología y una misma sintaxis. Por "latín clásico" se entiende la lengua escrita, no hablada, y por "latín vulgar" casi el resto de la totalidad de variantes. Por lo tanto, los criterios que caracterizan esta lengua, el "latín vulgar", son de tipo estilístico (diafásicos), histórico (diacrónicos) , social (diastráticos) y dialectal (diatópicos).

Para entendernos en esta diferenciación, piénsese en las diferencias existentes entre el español académico, el que se enseña, por ejemplo, en las universidades; y el español hablado en cualquier barrio de Madrid, rico o pobre, o de Nueva York o de Fernando Poo (Guinea Ecuatorial) y tendremos una idea de las diferentes realizaciones que el latín tenía a lo largo de los territorios conquistados por Roma. Si los territorios hispanohablantes actuales quedasen incomunicados entre sí, como les pasó a los latinoparlantes, cada cual desarrollaría su propia lengua a partir de la variante "vulgar", no de la académica.

No debe confundirse este latín vulgar con el latín que se escribía en la decadencia del Imperio, ni tampoco con el bajo latín usado durante la Edad Media. El latín vulgar, podríamos decir, es más antiguo que el clásico, y, por lo que al español se refiere, empezó a existir desde el primer momento de la conquista de Hispania en el siglo III antes de Cristo. Sobre el tema de la unidad o diversidad de este latín vulgar o, en general, la del habla latina, se ha escrito mucho. Para algunos la diversidad empieza en la época misma cuando el latín se implanta en un nuevo territorio y empieza a mezclarse con las lenguas sustrato locales. Así casi podríamos decir que las lenguas romances ya existen incluso en el s. I (o II) a.C. Otros, por el contrario, han llegado a afirmar que la unidad lingüística latina llega hasta el s. VIII. ¿Hasta cuándo latín «clásico» y «vulgar» son variantes de una única lengua? ¿Desde cuándo hay «varias» lenguas romances

Para conocer este latín no disponemos de "textos en latín vulgar", pero podemos encontrar textos con características morfológicas, sintácticas, léxicas y fonéticas que no concuerdan con lo que sabemos del latín clásico, del latín estándar. Estos "errores" cometidos en textos escritos por personas cultas y no totalmente cultas nos revelan cómo era la lengua coloquial, el "vulgar"; también son de gran ayuda los gramáticos latinos que horrorizados ante los errores generalizados escribían tratados como

(35)

el Appendix Probi en los que condenaban algunas palabras y expresiones y que, de esta manera, han transmitido una excelente recopilación de vulgarismos en determinadas épocas.

Los textos que han servido para conocer este latín vulgar:

1. Obras de gramáticos latinos criticando determinados usos lingüísticos. El primero fue escrito ya hacia el 300 d.C por Apio Claudio. El

más conocido es el Appendix Probi.

El Appendix Probi fue probablemente compilado en África -posiblemente- en el siglo III (o IV o posteriormente) d.C., no por Probo, sino por algún gramático posterior y cuyo texto fue añadido al manuscrito de la obra de Probo como "apéndice". En el Apéndice se nos dice (por el sistema "A no B") que se debe decir:

-

"calida non calda, masculus non masclus, tabula non tabla, oculus non oclu

s" (caldo, macho, tabla, ojo), lo cual significa que en el s. III el acento de

intensidad había empezado a minar la estabilidad de la vocales postónicas (y pretónicas);

- "vinea non vinia, lancea non lancia" nos indica que la vocal e en contacto con a se estaba transformando en [semi]consonante y [j] que resultaría en la palatalización de la consonante con la que estaba en contacto (viña, lanza);

- "auris non oricla" nos dice que se habían reducido los diptongos (au > o) y que el vulgar prefería los diminutivos (-cl) (oreja);

- "rivus non rius", las fricativas interiores estaban desapareciendo; - "pridem non pride", la -m final no se pronunciaba, etc. etc.

2. Glosarios latinos. Son vocabularios breves y rudimentarios en los que

se explica (se glosa) palabras o expresiones que se han vuelto difíciles de comprender. Para el español son importantes: Isidoro de Sevilla (hacia 570-636), autor de Origines sive etymologiae, donde aparece mucha información sobre el latín tardío y popular, tanto de España como de otros lugares. También pertenecen a este tipo de textos las famosas Glosas Emilianenses (La Rioja ¿mitad del S. X?) y las Glosas de Silos (Burgos, S. X).

3. Inscripciones en las lápidas de las tumbas o los grafitis de las paredes

de Pompeya y Herculano.

4. Autores latinos que de forma intencionada utilizaban en sus obras

(36)

servía de la expresión mi vetule (mi viejo). Otros, como Plauto, ofrecen en sus obras diálogos propios de la gente de la calle. Merece una especial atención El satiricón (60 a. C.) de Petronio, novela picaresca repleta de charlatanes vulgares y obscenos.

5. Escritos técnicos con una finalidad práctica, no literaria, como pueden

ser los libros de cocina, agricultura, construcción, etc.

6. Textos cristianos con intención propagandística de la religión con un

lenguaje sencillo, para que pudieran tener una mayor difusión, o textos escritos por cristianos no excesivamente cultos.

7. Textos de escritores cultos posteriores al siglo III cuando el nivel

cultural de Roma y de sus dirigentes e intelectuales era inferior al de los siglos precedentes;

8. Préstamos de vocabulario realizados del latín o al latín en los que se

refleja la sincronía fonética.

Pero estos documentos informantes son escasos y la fuente principal para el conocimiento del latín vulgar es la comparación entre las diversas lenguas romances. Sabemos, por ejemplo, que ferus (en el conocido latín clásico) dio en español y en italiano "fiero" y en francés "fier"; sabemos también que pedem dio esp. "pie", fr. "pied", it. "piede". Estos y otros ejemplos no permiten llegar a la conclusión de que la e breve acentuada se pronunciaba en latín vulgar como un sonido abierto que posteriormente se diptongaba en ie ya que en la mayor parte de la Romania así ocurre.

Vulgarismo: Elemento léxico o gramatical no aceptado por la forma culta de una lengua,

(vulgar/culta): me se prohibió/se me prohibió; cuála/cuál; menistro/ministro.

Pretónica: Que va antes de la sílaba tónica. Postónica: Que va después de la sílaba tónica.

Véase la nota 3 sobre tónicas y átonas.

Palatalización: Cambio del punto de articulación de un sonido (dental, alveolar, velar) a la

región del paladar duro. cervum > ciervo / damnum > daño / clavem > llave.

Sonidos abiertos y cerrados: El carácter abierto o cerrado de una vocal depende de la distancia

existente entre la lengua y el paladar: a mayor distancia, mayor abertura.

Romania: Conjunto de territorios donde se habla una lengua romance producto de la

(37)

Aproximación a la HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Capítulo 5º — Del latín al romance español (pasando por el latín

vulgar)

Contenido

1.

Fonética

2.

Morfosintaxis

3.

Léxico

Resumen de la evolución fonética, morfológica y léxica del latín al castellano:

fonética vocales - las diez vocales del latín, cuatro anteriores (ī, ĭ, ē, ě), cuatro posteriores (ō, ŏ, ū, ŭ), y dos centrales (ā, ă) se reducen a 5 en español (a, e, i, o, u)

- aparecen dos nuevos diptongos (ie, ue) procedentes de ě y ŏ acentuadas. consonantes - se sonorizan las oclusivas sordas

- se crean los sonidos palatales

morfología sustantivos - las declinaciones quedan reducidas a la diferenciación de género (masculino y femenino) y número (singular y plural)

verbos - simplificación de los modelos de conjugación - aparición de las formas analíticas

léxico - entre el 70 y el 80% del léxico español procede del latín vulgar - los cultismos empiezan a introducirse a partir del siglo XV

Declinación: En las lenguas flexivas, se entiende por declinación el paradigma o los paradigmas

de flexión nominal de un nombre o pronombre.

Cultismo: Palabra procedente de una lengua clásica que entra en una lengua moderna sin pasar

por las transformaciones fonéticas regulares de las palabras patrimoniales: cathedram < cátedra, denarium < denario, clavem < clave.

(38)

5.1. Fonética

1.

Vocales

2.

Consonantes

3.

Grafías de los sonidos

cambio fonético ejemplos en latín evolución resultado en español vocales tónicas

ĕ, ŏ pĕtram, pŏrtam diptongan en ie, ue «piedra», «puerta»

oclusivas sordas intervocálicas -p-, -t-, -k-

apiculam, capram, maturum, totum, amicum fŏcum, locum se sonorizan en /b/, /d/, /g/ «abeja», «cabra», «maduro», «todo», «amigo», «fuego», «luego»

f- inicial latina fageam, ferrarium, filium, ficum desaparece la f- después de un período de aspiración ʰ «haya», «herrero», «hijo», «higo»

grupos int.

-ct- -ult- noctem, cultellum palatalizan en [c] «noche», «cuchillo»

grupos int. lj+voc.,

-c’l-, -g’l-, -t’l-

mulierem, filium, oculum > oclum, tegulam > teglam, vetula > vetla

velarizan en [x] «mujer», «hijo», «ojo»,

«teja», «vieja»

(39)

5.1.1. Vocales

1.

Tónicas

2.

Átonas

El sistema vocálico del latín clásico se basaba en la oposición de cantidad larga/cantidad breve de las vocales. Estaba formado por diez vocales: cinco largas y cinco breves.

Por su punto de articulación en la cavidad bucal, cuatro eran anteriores (ī, ĭ, ē, ĕ), cuatro posteriores (ō, ŏ, ū, ŭ), y dos, centrales (ā, ă). Según la aproximación de la lengua al paladar, disponía de cuatro vocales altas (ī, ĭ, ū, ŭ), cuatro medias (ē, ĕ, ō, ŏ) y dos bajas (ā, ă). La estructura del sistema vocálico latino equivale a la del español actual con la diferencia, importante, de que en el español actual la duración vocálica carece de pertinencia. Las vocales españolas son, salvo raras excepciones, todas breves.

La duración del sonido vocálico era pertinente en el latín clásico y puede verse en ejemplos como mălum «mal»/mālum «manzana», vĕnit «él viene»/ vēnit «él vino», hĭc «este»/ hīc «aquí», lĭber «libro»/ līber «libre», nŏta «señal»/nōta «conocida», ō

s > «boca»/ ŏs > «hueso». Esta duración, probablemente, implicaba una pronunciación

cerrada de las vocales largas y una mayor abertura en la pronunciación de las breves. Este hecho facilitaría posteriormente su evolución de manera que en el latín vulgar las vocales largas se convirtieron en cerradas y las breves, en abiertas.

La diferencia de cantidad, breves y largas, del latín clásico, la sustituyó el latín vulgar por una diferencia de calidad, timbre, según sonidos abiertos y sonidos cerrados. La diferencia de timbre ya existía en el clásico, pero con valor redundante; no así en el latín vulgar cuyo valor se fonologizó y convirtió en pertinente. Esta variación en el timbre, en la abertura de la boca durante la pronunciación de la vocal, ocurre únicamente en aquellas vocales en las que tal variación es posible (i, u, e, o), aquéllas en cuya pronunciación la lengua puede elevarse o descender más o menos (en el punto de máxima abertura de la cavidad bucal, la /a/, la oposición "abierta/ cerrada" no se dio; pero si se hubiera dado, al estar la /a/ en el punto de máxima abertura, la variante "cerrada" habría sido tan inestable que pronto se habría transformado en su precedente anterior /e/ (abierta) o posterior /ɔ/ (abierta), con lo que habría desaparecido igualmente la oposición).

(40)

latín clásico latín vulgar ā ă a ē ĕ e ɛ ī ĭ i I ō ŏ o ɔ ū ŭ u ʋ

A esta pertinencia del timbre de las vocales (abiertas o cerradas) del latín vulgar se ha de añadir la aparición del acento de intensidad. A partir del siglo III el acento de intensidad es el que, podra decirse, lleva el "alma" de las palabras. Los elementos fonéticos de la palabra se ordenan en torno a la vocal / sílaba acentuada, lo cual provocar cambios como la reducción en el número de sílabas, los cambios en la posición del acento, el nacimiento de diptongos, etc. El resultado de la aparición del acento de intensidad fue una nueva reestructuración del sistema vocálico en vocales tónicas y vocales átonas.

tónicas átonas

/i/ /u/ /i/ /u/

/e/ /o/ /e/ /o/

([je]) ([we])

/a/ /a/

Cantidad: Mayor o menor duración de un sonido. El latín tenía cinco vocales largas (a, e, ī, o, u)

(41)

5.1.1.1. Tónicas

Como puede verse en el esquema a continuación, las vocales tónicas largas permanecen sin cambios; las tónicas breves cambian, excepto la a. Las diez vocales tónicas latinas resultan en cinco vocales en español, más dos diptongos.

vocales tónicas Anteriores medias posteriores latín /ī/ /ĭ/ /ē/ /ĕ/ /ā/ /ă/ /ō/ /ŏ/ /ū/ /ŭ/

latín vulgar hispano /i/ /e/ /ɛ/ /a/ /ɔ/ /o/ /u/

español /i/ /e/ [je] /a/ [we] /o/ /u/

ī > i — scrīptum > «escrito», fīlium > «hijo», fīcum > «higo», vīttam > «vida», venīre > «venir», dīco > «digo».

ĭ > e — consĭlium > «consejo», cĭstam > «cesta», pĭlum > «pelo», sĭgnas > «señas», sĭtim > «sed», tĭmet > «teme», nĭgrum > «negro».

ē > e — plēnum > «lleno», aliēnum > «ajeno», tēlam > «tela».

ĕ > ie — pĕtram > «piedra», mĕtum > «miedo», sĕptem > «siete», sĕrram > «sierra», tĕnet > «tiene», bĕne > «bien».

ā > a — aetātem > «edad», cārum > «caro», prātum > «prado», ālam > «ala».

ă > a — mănum > «mano», pătrem > «padre», făcis > «haces».

ŏ > ue — rŏtam > «rueda», nŏvem > «nueve», nŏvum > «nuevo», pŏrtam > «puerta», fŏrum > «fuero».

ō > o — tōtum > «todo», flōrem > «flor», hōram > «hora».

ŭ > o — cŭbitum > «codo», cŭppam > «copa», lŭtum > «lodo», lŭpum > «lobo».

ū > u — fūmum > «humo», cūpam > «cuba», acūtum > «agudo», mūlam > «mula», secūrum > «seguro».

(42)

Excepciones a la norma anterior:

— El diptongo [ie] a veces monoptonga > i: sĕlla > siella > «silla» /

castĕllum > castiello > «castillo»

— El diptongo [ue] a veces monoptonga > e: frontem > fruente > «frente» — La ŭ a veces se mantiene > u: mŭltum>mucho / acŭculam > «aguja»

(43)

5.1.1.2.

Átonas

a.

Átonas iniciales de palabra

b.

Átonas finales de palabra

c.

Átonas interiores

(44)

5.1.1.2.

Átonas

a) Átonas iniciales de palabra

De las átonas iniclales de palabra se conservan en español cinco vocales.

V. ÁTONAS INICIALES anteriores medias posteriores latín /ī/ /ĭ/ /ē/ /ĕ/ /ā/ /ă/ /ŏ/ /ō/ /ŭ/ /ū/

español /i/ /e/ /a/ /o/ /u/

ī > i — rīpāriam > «ribera», fīcariam > «higuera» ĭ > e — mĭnutum > «menudo», plĭcare > «llegar» ē > e — sēcūrum > «seguro», vēlōcem > «veloz»

ĕ > e — sĕniōrem > «señor», tĕrrēnum > «terreno», rēcitare > «rezar» ā > a — amicum > «amigo», caballum > «caballo», pānāria > «panera» (metátesis)

ă > a — căpistrum > «cabestro», ărātrum > «arado»

ŏ > o — cŏllōcare > «colgar», cŏrticeam > «corteza», dŏlōrem > «dolor» ō > o — nōmināre > «nombrar», sōlanum > «solano»

ŭ > o — sŭperbiam > «soberbia», sŭspectam > «sospecha», lŭcrare > «lograr»

ū > u — cūrāre > «curar», dūrĭtiam > «dureza», mūtare > «mudar»

Metátesis: Cambio de posición de algunos sonidos dentro de una palabra: inter > entre ; semper

> siempre ; quattuor > cuatro ; integrare > intregare > entregar. Es frecuente el intercambio de posición de r y l: periculum > periglo > peligro ; miraculum > miraglo > milagro ; parabolam > parabla > palabr, crocodylum > cocodrilo. Es casi general la metátsis en el sufijo –arium: -arium > -airum (metátesis) > airo (pérdida de m y apertura de u en o) > ero (monoptongación del ai): solitarium > soltairum > soltairo > soltero.

(45)

5.1.1.2.

Átonas

b) Átonas finales de palabra

De las átonas finales de palabra se conservan en español tres vocales.

V. ÁTONAS FINALES anteriores medias posteriores latín /ī/ /ĭ/ /ē /ĕ/ /ā/ /ă/ /ŏ/ /ō/ /ŭ/ /ū/

español /e/ /a/ /o/

ī > e — vēnī > «(yo) vine», dixī > «(yo) dije» ĭ > e — iovĭ s > «jueves», legīt > «(él) lee» ē > e — patrēs > «padres»

ĕ > e — *de undĕ > «donde», patrĕm > «padre» ā > a — cantās > «tú cantas»

ă > a — causăm > «cosa»

ŏ > o — arbŏr > «árbol», marŏr > «mármol» (esp. ant.) ō > o — cantō > «(yo) canto», sĕrvōs > «siervos» ŭ > o — vinŭm > «(el) vino», sĕrvŭm > «siervo» ū > o — lac > «(los) lagos», manūs > «manos»

El acento de intensidad provocó una disminución de la fuerza de las vocales finales, de forma que éstas quedaron reducidas a tres: a, e, o. Las palabras que en el español actual terminan en i o u son cultismos o extranjerismos. De estas tres, la e final desaparece, con frecuencia, cuando le precede una consonante dental (t, d), alveolar (l, n, s, r) o interdental ([ɵ]) como en parietem > «pared», virtutem > «virtud», mercedem > «merced»,fidelem > «fiel», finem > «fin», mensem > «mes», mare > «mar», movere > «mover», lucem > «luz».

(46)

5.1.1.2.

Átonas

c) Átonas interiores

De las átonas interiores se conserva en español la a.

cantharum > «cántaro», cŏphanum > «cuévano», paradisum > «paraíso», raphanum > «rábano», catenatum > «candado»

La mayoría de las vocales átonas interiores desaparece tanto en posición pretónica como postónica.

verecundiam > «vergüenza», animam > «alma», manicam > «manga», septimānam > «semana», solitarium > «soltero»; consuturam > «costura», honorare > «honrar». Como en el último ejemplo, cuando se dan dos vocales protónicas, se pierde la más cercana a la sílaba acentuada: vicinitate > «vecindad».

(47)

5.1. Fonética

5.1.2. Consonantes

1.

Palatalización

2.

Iniciales. Consonantes simples

3.

Interiores

4.

Consonantes finales

5.

Grupos consonánticos

En el sistema consonántico, los fenómenos más significativos que tienen lugar son la formación de los sonidos palatales [θ] (z,c), [ ] (y), [x] (j), [ʎ] (ll) y [ɲ] (ñ) y la sonorización de las oclusivas sordas interiores: p > b; t > d; c,k,q > g, capram >

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5.1. Fonética

5.1.2. Consonantes 5.1.2.1. Palatalización

La palatalización es el proceso de transformación de un sonido por influencia de otro sonido, palatal: la yod [y] en este caso.

La yod es un sonido palatal semivocal o semiconsonante (en el español actual las i de viene [bjéne] y caigo [káigo] son semiconsonante y semivocal, respectivamente.) articulado en la parte superior de la cavidad bucal, el paladar -sonido palatal- cuya diferencia con el sonido vocálico /i/ es el mayor grado de cierre de la yod.[y que nunca puede recibir el acento] La yod la representaremos con el signo [y].

Este sonido puede producirse:

1) Al vocalizarse (transformarse en vocal) una consonante en posición implosiva (al final de una sílaba): factum > [fayto] > «hecho», lactem > [leyte] > «leche».

2) Por ruptura de un hiato (por ruptura de hiato entendemos que las dos vocales pasan a pronunciarse en la misma sílaba). Cuando la vocal tónica iba precedida en hiato por una vocal cerrada (i, u), ésta se cerraba aún más hasta transformarse en semiconsonante [j], anterior, o [w], posterior. Esta transformación dio origen, en latín vulgar, a diptongos crecientes que desconocía el latín clásico:

Hiato Diptongo

mu-li-e-rem > mu-lye-re > [muljer] > «mujer» fi-li-um > fi-lyu [filjo] > «hijo»

ti-ne-am > ti-nea > ti-nya, [tinja] > «tiña» vi-ne-am > vi-nea, vi-nya, [vinja] > «viña» His-pa-ni-am > His-pa-nya > «España»

3) Por metátesis de una vocal (i, e) que pasa a formar diptongo con la vocal de la sílaba anterior: basium > bayso > «beso», primarium > primayro > «primero»

4) Por pérdida de consonante intervocálica como en amavi > amay > «amé»

Referencias

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