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Croacia es un país de agua (P.N. de Plitvicej

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Academic year: 2022

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ESCRIBIR Hrvatska (Croacia en croatol en pocas líneas sería algo así como exprimir una naranja y dejar escapar el zumo por el desagüe. Hace falta mucho tiempo, mucho espacio para presentar en sociedad las montañas de un país del que se dice que es un continente en miniatura.

franja oeste, siendo la zona este una prolongación de las llanuras húngaras. Por ello, trazando una línea imaginaria que partiría en dos a Croacia, desde Zagreh (al N) hasta Dubrovnik (al S), rozando la frontera E con Bosnia, sean estos apuntes (centrados pues en la parte

"izquierda" del país) una breve guía que sirva de arranque en alguna aventura por aquellas tierras, y que suplan, en lo posible, la escasísima y pobre

información montañera que nosotros 'no logramos encontrar en ninguna parte.

(1) En todos los casos de este texto, el masculino plural equivale a los dos géneros. Nosotros somos nosotras y nosotros

• C O N T R A S T E S

D e g u s t a m o s a la s o m b r a higos y vino dulce en la sen- cilla casita de Mario y fami- lia, quienes nos ofrecen alo- j a m i e n t o y buena charla m e d i t e r r á n e a . M a r i o nos habla de Croacia, de caras y cruces, bellezas paisajísticas, fútbol y agua, mucha agua, dulce y salada. Contrastes humanos entre el j o l g o r i o del t u r i s t a h o l o c á u s t i c o e ignorante que da la espalda a una realidad palpable de injusticia social, y el sem- blante de los viejos que ven- den fruta y aguardiente case- ro en las cunetas y plazas, sonriendo humildemente al f a n t a s m a de un c o n f l i c t o cruel que, en lo social, per- manece aún vivo en la som- bra g u b e r n a m e n t a l , por mucho que se empeñen los políticos en dar una imagen europea de total recupera- ción.

• Anciana de Split vendiendo verduras

Croacia es un país de agua (P.N. de Plitvicej

Lo que es innegable es la extrema belleza de este país (comparable en extensión a Catalunya y el País Valencia juntos), rebosante de agua, preciosos pueblos y ciuda- des, y c u m b r e s , muchas cumbres. Las montañas cro- atas son cercanas a las nuestras en sabor, pero guardan en lo más íntimo el frasquito de esencia propia, una belleza personal y única que proporciona la ansiada dosis de placer y sentido que nosotros, como aman- tes de la media montaña, venimos buscando en este viaje.

• M O N T A Ñ A S C R O A T A S , M O N T A Ñ A S DE D U D A S

Para los que sentimos que una aventura comienza en el mismo momento en el que surge la idea de realizarla, los p r e p a r a t i v o s son una estimulante fijación. Quedan cinco meses para ponerse en ruta y ya comenzamos a divagar, saboreando suge- rentes nombres de monta- ñas como quien saborea un vaso de vino para ir hacien- do boca. Vagansky, Diñara, Biokovo, Velebit, Risnjak, Ucka...

Hojeamos y rehojeamos los folletos enviados ama- blemente desde la embaja- da croata en Madrid. Si de algo no cabe dudar es de la embriagadora belleza de la costa a d r i á t i c a , agua de mar de piel turquesa acari- cia cientos de islas, islitas e

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islotes de aromáticas fragancias de lavanda y pescado fresco;

viejos pueblos marineros (Hvar, Korcula, Krk, Rovinj...) y ciuda- des laberínticas de piedra clara (Split, Sibenik, Dubrovnik, Pula, Trogir, Zadar...) en las que parecen aún resonar los carros (¿de combate?); imponentes macizos montañosos que se elevan de manera inverosímil en paralelo a la costa dálmata, aquí y allá, escondiendo en sus entrañas un poderoso tesoro faunístico, vegetal y ambiental ciertamente poco imaginable (al menos para los que hemos viajado poco) en tan aparentemente cálidas lati- tudes.

Montañas, montañas y más montañas... pero la información es escasa, por no decir nula. Sirva de ejemplo la no mención del techo del país, el Diñara (1831 m), en ninguna parte, lo cual nos trae de cabeza. Resulta mosqueante tal mutismo al respecto, teniendo en cuenta el reciente pasado bélico de la zona en cues- tión (alrededores de Knin, al este del país). Alguno baraja incluso la posibilidad del peligro por alguna mina perdida sin desactivar...

Más tarde, ya sobre el terreno, sacaríamos conclusiones.

De las demás montañas poco, muy poco o nada, así que decidi- mos irremediablemente que sea el propio transcurrir del viaje el que nos guíe a los pies de las tan ansiadas "anónimas", y a los posibles manantiales y fuentes que nos surtan de la necesaria información, y saciar la sed.

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i A G O S T O 2 0 0 2 . S O B R E EL T E R R E N O

Llueve el tercer día sobre el golfo de Kvarner, al noroeste del país.

Llueven mares y ha mordido cruel el sol, bendito país de contras- tes, y nos dicen que media Europa está ahogada en charcos, mientras oímos chorrear las goteras en la tienda, en medio de una atronadora tormenta en noche oscura. Como el ánimo.

El cuarto día despierta gris, pero lanza guiños de color azul cielo que auguran éxito en la primera incursión. Nos dirigimos a las montañas Ucka, un gran manto forestal que emerge del mis- mísimo Mare Nostrum y culmina en los 1401 m del Vojak, a muy pocos kilómetros del mar, vestido de frondosos bosques de haya en sus laderas septentrionales y surcado por ancestrales cami- nos. Tras atravesar la histórica península de Istria llegamos hasta el túnel de Ucka, una mastodóntica boca que perfora el macizo.

Sin atravesarlo, una carreterita nos eleva hasta Poklon, un pequeño puerto de montaña con un solitario y bucólico hotelillo de montaña en el alto (unos pastores nos han indicado este lugar como inicio).

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LOVRAN

Mientras nos calzamos las botas, Aitor husmea el entorno y grita que hay unos carteles de madera; música celestial para los que no gustamos de aventuras selváticas ni de buscarnos la vida monte a través. En efecto, el viejo sendero está balizado, y no será el único; a partir de aquí descubriremos que todas las monta- ñas de Croacia están señalizadas con letreros de madera aposta- dos en lugares clave y pequeños círculos de pintura roja y blanca excesivos en ocasiones, insuficientes en otras, a lo largo de los iti- nerarios (a veces se echan en falta esas ecológicas y prácticas esculturas de piedra llamadas cairn). Incluso algún buzón monta- ñero sorprende en más de una cumbre.

Volviendo al Vojak, el sendero nos introduce en un mágico bos- que, umbrío y silencioso, y trepa revoltoso, topándose cerca del inicio y en dos ocasiones con la maltrecha e intransitada carretera que sube a la cima. Después, el bosque nos absorbe definitiva- mente, árboles que duermen en una quietud mística, viejos como el camino que pisamos, y esa placentera sensación de soledad

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Ascensión al Vojak ¡l 401 m¡

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Diñara (l831 m¡. El trono croata

son nuestra única compañía durante las aproximadamente 2:30 h hasta la cumbre. El último trecho lo realizamos irremediablemen- te por la estrada, pasando junto al repetidor hasta la torre cilindri- ca erigida en lo más alto. Una fría niebla que asciende del mar (¡vaya agosto!) nos cubre por completo, aunque finalmente Vojak muestra compasión dejándonos entrever por unos segundos un precioso horizonte marino a nuestros pies, antes de echar el telón otra vez. Fin de la función, y aunque nosotros descenderemos sobre nuestros pasos, el macizo ofrece interesantes travesías de cordal, así como otras ascensiones como Planik (1273 m) o Zbev- nica (1014 m).

El resto del día lo empleamos en visitar las preciosas aldeas de Istria. Desde las callejuelas del medieval Hum, Vojak se zafa de nubes y nos saca la lengua en el horizonte...

• D I Ñ A R A . EL T R O N O C R O A T A

Pasado el ecuador del viaje, nos alejamos de la impresionante costa hacia Bosnia. Atravesamos parajes muy solitarios y tranqui- los; da la impresión de no haber un solo turista en muchísimos kilómetros a la redonda. Llegamos a Knin casi de noche, un pue- blo algo decadente de esos que seguramente han vivido mejores tiempos. Aquí permanecieron los combates hasta el año 1995, por venganzas y rencillas con los numerosos serbios que poblaban esta zona hasta entonces. Los daños fueron importantes (desapa- recidos, asesinados, huidos...), y a pesar del tiempo transcurrido, reina en el entorno una espesa sensación de tristeza y desolación, reflejada incluso en el semblante de algunas caras que aún nos miran con extrañeza. Esta es la parte de Croacia que no aparece en los folletos.

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Montamos la tienda en unas praderas a los pies del Diñara, pensando entre maza y clavija que calla el silencio que nos envuelve. La imaginación vuela, un escalofrío nos recorre al pensar qué diferente pudo ser el panorama siete años atrás en este campo que pisamos ahora... Cansancio o autosugestión, pero sea lo que fuere, el lugar de pernocta, por tranquilo y ano- dino, nos infunde un profundo respeto.

Amanece perezoso el sol entre nubes. Llegamos a Glavas, pequeñísima aldea semiabandonada (o eso parece) a tan sólo dos km de donde hemos pasado noche, y tres de la vecina Bosnia. Una cruz de madera quemada preside la entrada, mientras algún perro manso sale a recibirnos de entre las casas hundidas y destrozadas por el conflicto. Nos calzamos las botas. Un curioso dibujo en una pared indica el recorrido hasta el Diñara.

La ascensión es hermosa; el sendero, balizado con pintura, pasa al comienzo junto a una antigua torre ruinosa y penetra en un bosque mixto de gran belleza. La marcha transcurre después por solitarios pradeños hasta alcanzar la zona rocosa que pre- cede a la cima. Los últimos pasos se realizan fácilmente con una entretenida progresión, hasta que por fin, tras 4h de mar- cha y 1160 m de desnivel, pisamos la cima más alta del país, reina de las dudas, coronada por una señal de piedra con la bandera croata.

Hace frío y el cielo amenaza. Bosnia se insinúa misteriosa en dulces relieves montañosos; se nos antoja un país interesante.

El panorama no es nítido, y la niebla termina por echársenos encima, pero no importa. Aún nos preguntamos por qué no aparece esta montaña en los folletos, pero aquí arriba es de agradecer; la soledad del Diñara es de ésas que no se olvida- rán... y el descenso tampoco; una impresionante tormenta nos empapa de agua, sonido, luz, miedo y emoción.

Una vez en Glavas, dos ancianos, viejos como el tiempo, son- ríen como dos granujas cuando sorprenden a Marian mudándo- se las ropas empapadas tras la biombo-furgoneta. Señas, sonri- sas, chapurreo y miradas que hablan por sí solas de un pasa- do reciente y no precisamente dulce.

Runjava glav 1160

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GLAVAS

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La ascensión al Diñara es sencilla, pero muy gratificante

m Culminando el Risnjak ¡1528 m¡. Se aprecia en el collado el refugio que nos guareció de la tormenta

• OTRAS MONTAÑAS

Como en todos los viajes, no todo son alegrías. El clima loco y des- conocido de agosto de 2002 ha truncado muchos planes que ahora figuran en el museo particular de frustraciones de cada uno de nosotros: Vagansky vrh (1757 m), en el P.N. Paklenica (feudo de escaladores), situada en el macizo del Velebit, junto a la costa adriá- tica (Zadar), es con toda seguridad una montaña extremadamente bella (¿la más bella de Croacia?). Sin embargo, en los tres días que la rondamos, tres días de tormentas y nubes en los que el agua no da tregua, no se deja ni ver. Con un "panorama" así no hay ganas ni posibilidad de lanzarse a una ruta de unas 10 h y casi 1700 m de durísimo desnivel (un tímido intento lo pagamos con una terrible empapada, de esas que atraviesan los huesos, cuando no llevamos ni media hora andando).

El macizo de Biokovo (Svet Jure, 1762 m) se eleva de cuajo desde el Adriático, en la increíble costa de Makarska. Son unas montañas kársticas muy abruptas que, en este caso, el implacable calor "prohi- be" ascender (¡¡¡dónde estará Lorenzo en otras ocasiones!!!).

El P.N. de Risnjak, al norte del país, en el límite con Eslovenia, es una zona montañosa y muy boscosa, con un clima influenciado por la cercanía de los Alpes (abundancia de precipitaciones, de las que damos fe). Su cima principal, el Risnjak (1528 m), puede lograrse desde diversos puntos, más o menos alejados, o ser ascendida en travesía por el pico Snieznik (1506 m), aunque cualquiera que sea la vertiente o la opción elegida, el andarín encontrará en esta mon- taña (y en la zona en general) una auténtica delicia para todos los sentidos. Nosotros efectuamos la ascensión en unas 3 h desde la casa del parque, Bjela Vodica, en las cercanías de la aldea de Crni Lug ( la información montañera en este caso es abundante, razón por la que no me extiendo demasiado en esta zona) a través de

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Rísnjak A _

1528 lyScholsserov

inmensos y umbríos bosques mixtos, hogar de osos, urogallos y otros duendes, en los que nos topamos con los hongos más vario- pintos que jamás habríamos imaginado.

En la cumbre, una furiosa tormenta nos sorprende, otra vez más. Pero ahora, un acogedor refugio (¡¡¡abierto!!!) en el colla- do anterior a la cima nos sirve de improvisada guarida.

Es el momento ideal para reflexionar y mirar hacia atrás, tan- tos días... No en vano, es nuestro último día de estancia en el país. La conclusión es clara: Croacia y sus montañas merecen más de una visita. En la próxima (que la habrá) no olvidaremos el paraguas.

No quiero terminar sin hacer una mención especial a las numerosísimas islas que pueblan la costa dálmata, y sobre todo, sin recomendar cualquiera de las breves, bien balizadas y, sobre todo, agradecidas visitas a sus cimas. Vidova Gora (778 m), Hum (555 m), Obzova (568 m)... bien pudieran merecer un viaje exclu- sivamente insular. Pero como diría aquél, esta es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión, j

FICHA TÉCNICA

Excursión realizada por Joseba Astola, Marian Galán, Aitor Astola e Inma Cancho, entre los días 4 y 28 de agosto de 2002.

El viaje se hizo en una furgoneta pequeña. Fueron 26 horas seguidas (4 de ellas para dormir) desde Euskal Herria (Gas- teiz) hasta Croacia, por la Provenza, Milán, Venecia y Trieste.

Un libro de gran ayuda (nos lo agenciamos en Split): "50 najljepsih planinarskih izleta" (Zeljko Poljak), recoge infor- mación sobre 50 refugios croatas y otros tantos itinerarios de m o n t a ñ a , con mapas, c r o q u i s , horarios, d e s n i v e l , notas...muy completo. Un solo inconveniente: ¿hablas croa- ta?

Imperdonable no visitar el P.N. de Plitvice, y caminar largas horas de lago en lago, de cascada en cascada, o el P.N. de Krka, impresionante torrente de agua que corta la respira-

Aparte de las ciudades mediterráneas mencionadas en el artículo, Zagreb, la preciosa capital (obviada sorprendente- mente por el turismo), enamora como esas viejas ciudades del Este, entre niebla, románticos tranvías, farolas y farole- ros, edificios señoriales y comunistas, y soledad en pleno agosto.

Económicamente, Croacia no resulta barato. El turismo occidental marca los precios, que a veces resultan prohibiti- vos para las y los croatas.

Las posibilidades de alojamiento son infinitas: los campings se encuentran sobre todo en la costa, y son , en general, agradables y tranquilos. Una opción interesante y asequible son las innumerables viviendas particulares que, en los pue- blos por los que pasa la carretera ofrecen alojamiento (sobe).

Referencias

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