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Un modesto encuentro

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UN MODESTO

ENCUENTRO

Gabriela Soto Echeverri

Un agradecimiento especial a Alejandro, Pilar, Emilia, Camilo,

Ricardo y Diego quienes compartieron la busqueda de este

modesto encuentro; creo que hallamos un camino posible.

(3)

ÍNDICE

1. Introducción - Proemio: primeras reflexiones

2. Corpus

2.1. Documentos de identidad

2.2. Cuerpo

2.3. Autorretrato - retrato - imagen

2.4. Personalidad

2.5. Espejo: Imagen real - virtual

2.6. Sombra - reflejo

2.7. Sofonisba Anguisola - Jan Van Eyck - Diego Velázquez -

Julia Kristeva - Rodolfo R. Llinás

(4)

INTRODUCCIÓN

Viendo con atención minuciosa los trabajos que había

hecho en estos siete semestres, descubrí varios ele-mentos en común que se manifestaban una y otra vez. El cuerpo, por ejemplo, de una u otra forma siempre estaba presente. Observé también en mis proyectos

una reflexión de la identidad a través del reflejo de

uno mismo en el espejo y de uno mismo frente al otro;

decidí, después de todo, definir esta reflexión como

la línea coherente que conduce y conecta mi obra.

Como dije anteriormente en otro texto: “Entre menos

se piense en el concepto, más puro y honesto es el resultado, porque, sin necesidad de analizarlo tanto, siempre mi trabajo estará marcado por una serie de

creencias o convicciones internas que a veces no he ex -teriorizado. La obra, entonces, se convierte en un pro-ceso interno para aclarar qué es lo que llevamos por dentro que no hemos podido ordenar en palabras”. Mi

hipótesis es en este momento confirmada. No había visto tan presente el espejo, el autorretrato y el refle -jo sino hasta el momento en el cual imprimí el registro de los ejercicios realizados. Así, teniendo varios seme-stres de desarrollo plástico en frente mío, concluí que estoy en una búsqueda constante de mi identidad. En un principio, no lo quería aceptar, dado que

consi-dero que es un tema ampliamente explorado e inter -pretado por muchos artistas en diversas épocas y me li-mitó la idea de sentir que no podía proponer nada nuevo

.

Documento en blanco Mayo 2012 Performance

Luego, el tema me fue invadiendo hasta lograr entender que la obra siempre va a tener un toque

per-sonal gracias a que está sujeta a las experiencias pro -pias del autor.

Desde un principio sugerí tres ramas que se unían a través de algunos componentes.

La primera propuesta fue “Documento en blanco”, un

performance realizado en mayo de 2012, en el cual se

reflexionaba acerca de la validez de una persona como tal sin un documento que la respaldase y, específica

-mente, en cómo el no tener un papel que certificara

que se sabía hacer algo, no se consideraba que esa per-sona tenía aquel conocimiento.

También mostraba arrumes de papeles que justificaban

quiénes somos, qué sabemos hacer y qué hemos hecho a lo largo de nuestras vidas.

(5)

La segunda propuesta fue un trabajo planteado en

noviembre de 2012. “Un objeto más de la casa” era una

caperuza de una lámpara funcional con forma de falda de las damas de la aristocracia del s. XVIII en Francia, cuyo soporte era una mujer. Con esto mostraba cómo a través de una forma determinada de vestir en una

épo-ca específiépo-ca se evidenciaba el papel de uno de los inte -grantes de la sociedad en aquel entonces. Este trabajo revelaba el rol de la mujer en aquella época y sugería cómo la moda de ese entonces era diseñada por

hom-bres para mujeres con el hipotético fin de adornarlas

como un objeto más de la casa, para impedir la liber-tad en el movimiento y evitar así que se escaparan.

Un objeto más de la casa Noviembre 2012 Caperuza lámpara tela

165 cm x 100 cm Documento en blanco

Mayo 2012 Performance

Finalmente, la tercera propuesta fue “Buscando identidad”; una serie de pinturas

(trece por dieciocho centímetros) creadas en octubre de 2012, de puertas y ventanas de diferentes lugares de nuestro país que llevaban el ojo del espectador de la mano por un recorrido hacia nuevos espacios. Algunas de estas estaban sutilmente abier-tas dejando ver qué había en otros sectores más internos, mientras que otras estaban cerradas impidiendo al observador entrar en el nuevo ambiente. Algunas tenían

espe-jos, los cuales reflejaban personas que estaban en una zona externa a la pintura mis -ma y otras de ellas conducían la mirada de los curiosos a un punto fuera del retablo.

Ahora bien, todas insinuaban un juego entre el

inte-rior y el exteinte-rior que, haciendo un símil entre una per -sona y una construcción arquitectónica, proponían un límite entre el primer encuentro con un cuerpo y el llegar a conocer todos los rincones de dicho cuerpo.

Nuevamente, se hacía evidente la reflexión sobre la

identidad, en este caso mi obra buscaba una identidad colectiva que me revelara quiénes somos como país, a través de la suma de cada una de las personas que lo conforman. Luego entendí que con esta búsqueda de identidad colectiva quería encontrar una personal.

Sintetizando, es evidente que he estado en una búsque-da constante de la identibúsque-dad y de los componentes que

la definen. Mi trabajo denota una exploración del tema

y sugiere unos interrogantes puntuales de los ingre-dientes de la identidad. Esa indagación presente, eviden-te en los eviden-temas abordados en trabajos previos como el

cuerpo, los reflejos, los espejos, los documentos

de identidad, mi propia identidad, ha sido el fac-tor común en la obra y será del mismo modo, la herramienta que compondrá este último trabajo.

Buscando identidad Octubre 2012 Acrílico sobre madera 13 cm x 18 cm

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Continuando con las especulaciones e interrogantes de Aquello que le proporciona la identidad a un individuo, probé

varios experimentos plásticos procurando con ellos un acercamiento a los componentes que me otorgan mi pro

-pia identidad. Navegué en varios aspectos de mi propio yo intentando hallar qué es lo que define a cualquier ser en particular como un único individuo. Así que, partiendo de tomarme como instrumento de exploración, esbocé

algunos de los componentes que podrían ser determinantes en el momento de concebir la imagen de una persona.

CORPUS

Documentos de identidad

Ahora bien, si tomo como punto de partida algu-no de los factores más obvios y dicientes de la

identidad y lo sostengo a la luz de su significado textual basándome en su razón literal ¿podré catalog -arlos como los elementos que la otorgan? Hago re-ferencia a los llamados documentos de identi-dad; arrumes de papeles que recolectamos como un coleccionista mudo que se convierten silen-ciosamente en quien somos. Pilas de números que tenemos que archivar rígidamente en nuestra me-moria esperando día a día para ser usados. Insignif-icantes pedacitos de plástico embalsamados y si-tuados en el lugar más importante de nuestra vida.

Más aún, hoy en día las personas no son si no hay

un número que las respalda o justifica; que expli

-que su existencia. La palabra ha perdido toda va -lidez por sí sola, si ella no está escrita y a veces hasta autenticada es plausible que se la lleve el viento y borre completamente su permanencia.

Solo se considera legítimo aquello que está certifi -cado; precisamos de un papel que apruebe nuestro conocimiento o aprendizaje, de lo contrario éste que-daría devaluado.

Sumergidos en este mundo contemporáneo de

números no percibimos extrañados el descomu -nal mar de papeleo que estamos provocando

debi-do a que lo justificamos con la necesidad de respal -dar nuestras acciones bajo el manto de los dígitos que somos. Hoy en día hasta para hacer una com-pra tenemos que dar nuestro número, como si sólo con éste se validara la acción o hasta el dinero.

A medida que van pasando los años y vamos avanzan-do en la vida se van multiplicanavanzan-do estos números, estos documentos, estas referencias de nosotros mismos que nos sitúan en posiciones diferentes según el momento.

Al nacer nos en asignado un número que nos identificará

ante cualquier trámite legal (registro de nacimiento).

De ahí en adelante los documentos se van reprodu-ciendo ajetreadamente representando cada uno de ellos las etapas por las que vamos transcurriendo.

En una relación directamente proporcional, a medida que vamos avanzando en el camino éstos números van aumentando, convirtiéndose en un narrador sintético de las etapas por las que hemos atravesado. Cada uno de ellos cumple una función determinada en donde solamente tiene valides en un sector puntual, esto quiere decir que nuestra identidad civil (otorgada por un doc-umento) estaría dividida en varias entidades dado que cada una de ellas propicia y requiere un número

específ-ico y distinto de los demás. Estas reflexiones me llevan a las siguientes preguntas; ¿Qué pasaría si nos despo

-járamos de todos estos documentos? ¿Quedaría un sujeto real? Sin una tarjeta que afirme la veracidad

de una persona, ésta no se encontraría viva… acaso no basta solo con poder verla, sentirla, oírla, olerla…

Si bien es cierto lo indispensable de poseer una identi-dad civil en esta vida, considero un absurdo que ésta la

defina un carné, una cifra. Gracias a estas reflexiones nace “Documento en Blanco”, un trabajo que he re -alizado en dos ocasiones que invita a una cavilación acerca de la monstruosidad del papeleo en el que nos hemos sumergido actualmente y cómo todos aquel-los dígitos son considerados como verdad absoluta que referencia a un ser, con el objetivo de sembrar la

inquietud en el espectador y hacerlo reflexionar para

que asuma la posición que le parezca conveniente.

¿A caso soy yo un número?

Documento en blanco (segunda versión)

Mayo 2013 Instalación Rollo de papel periodico - Serigrafía 60 metros

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Cuerpo

Siguiendo la indagación del lugar en el que se

en-cuentra la identidad de una persona, me aproximé a explorar el cuerpo, viendo en él la vía de materializar

al sujeto. Esta entidad permite a través de los senti-dos conocernos y entendernos. Incluso, se convierte en un elemento de doble acción al tener la facultad de situarse en el papel de objeto o en el de sujeto.

En un instintivo acto innato, desde pequeños descubrimos el mundo a través de aquellos

ele-mentos que nos conectan con él: Los sentidos. Rodolfo Llinás, médico neurofisiológico, quien

realizó grandes aportes al campo de la

neurocien-cia, nacido en Bogotá en 1934, menciona esto en “El cerebro y el mito del yo”: “A medida que el

sistema nervioso evolucionó, las limitaciones im-puestas por los sistemas de coordenadas que describen el cuerpo se integraron lentamente en su espacio funcional interno. Ello permitió que la criatura tuviera una comprensión natural de su propio cuerpo”.1 Antes de su nacimiento, un individuo, puede oír aquello que está afuera de su mundo (vientre de la madre) y hacer un estudio previo a su llegada. Tienen, también, la capacidad de ver a su alrededor, a los que lo rodean

1. LLINÁS, Rodolfo. El cerebro y el mito del yo: el papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humano. Grupo editorial Norma, 2002. p. 52.

y así mismo conseguir comprender su fision

-omía física y situarse con ella en un contexto. Además, puede explorarlo todo (las cosas, otros

cuerpo, su mismo cuerpo) a través del tacto adquirien-do interpretaciones personales del lugar que habita.

Asimismo, el gusto le proporciona una cantidad de información que almacena junto con la recolecta-da por los otros sentidos para inferir y entenderse dentro de una comunidad. Finalmente, el olfato le permite reconocer a otro ser o trasportarse en el ti-empo hacia los recuerdos al ser el sentido que en el hombre se conserva en su estado más animal. Simultáneamente a usar los sentidos desde el rol de sujeto en una búsqueda por deducirse ante y en el mundo, aquellos pueden ser usados para recono-cer a una persona como objeto de una identidad.

El cuerpo nos otorga la posibilidad de camuflarnos

bajo cualquier identidad, incluso permite hacernos pasar por alguien que podemos no ser. También delata nuestros hábitos, nuestros gustos, nuestro ánimo, muestra la imagen que creamos para ser vistos.

André Kertesz fotografía

Pero es esa corporalidad lo que define quienes so -mos… quizá se pueda concluir un estilo de vida pero no creo que sea plausible asumir a alguien por su cuerpo, mucho menos teniendo en consideración su constante cambio. Si por ejemplo el cuerpo muda, se

quiebra o modifica su forma ¿la identidad haría lo mismo?

Pese a lo anterior, asumiendo que efectivamente

el cuerpo delimita quien es un individuo ¿Qué parte

de él es lo que le otorga la identidad a una persona?

¿Podría considerarse una parte del conjunto como el

todo, el rostro por ejemplo, conformaría la identidad de un cuerpo? Considero que una sola parte no puede verse por sí sola como única integrante de un conjunto.

Así que identifiqué varias fracciones igualmente impor -tantes para llegar a una respuesta. El rostro lo abordaré más detenidamente con los retratos y autorretratos.

En primer lugar, las manos son fundamentales

para definir al cuerpo, coincidiendo con Jean Luc Nancy quien aclara en su libro, “(…) las manos

organizan también, sin ninguna duda, algo del sujeto”2

Ellas revelan metafóricamente la edad aproximada del sujeto; pero aún más el oficio, la dedicación, el trabajo realizado; se aproximan entonces a la identi

-dad vista desde dos puntos; formal (cuerpo externo,

características físicas, marcas) y poética (intereses,

actividades, que han dejado esas marcas). ¿Cuál se acercaría más a su definición? Personalmente, siento

una atracción intrigante hacia esta parte del cuerpo.

Veo un lenguaje único en cada sujeto definido por

el movimiento de sus manos en los gestos que realiza con ellas mientras habla. Instintivamente

trato de asociar ese flujo automático con otros

que se asemejan rastreando características en común entre las personas a las que pertenecen.

Gracias a mis observaciones he llegado a concluir que

dependiendo de la forma de las manos, que se po-dría catalogar en grupos, sobresale una personalidad

peculiar que también podría clasificar en una

agrupación.

Sintetizando, consigo asociar unas características

es-pecíficas de algunas personas gracias a la similitud

que hay en la forma de sus manos y en el ademán que con ellas realizan. Todas estas observaciones desatan

más preguntas: ¿Se podrá ligar la personalidad de un

individuo a la forma de las partes de su cuerpo físico? Y a su vez más hipótesis. La identidad podría estar su-jeta a la personalidad que a su vez está determinada

por la fisionomía del ser, entonces, los elementos que la definirían serían una cadena de acción-reacción en donde uno dependería directamente del otro. En otras palabras, aquellos componentes que delimitan quien es uno, son una serie de pequeñas partículas

insigni-ficantes por si solas que se entrelazan en una gran red adquiriendo la suficiente importancia e indivi-dualidad para configurar lo que sería un ser único.

2. NANCY, Jean Luc. La mirada del retrato. Buenos Aires: Amorrortu editores, 2006. p. 19.

(8)

Autorretrato - Retrato - Imagen

“El reconocimiento de un parecido visual es inseparable del sentido de la presencia viva del sujeto como ser social y está explícitamente conectado con la admiración por el retratista que lo creó” 3

Woodall

3. WOODALL. Facing the subject. Citado por SIDLAUSKAS, Susan. No bella: un tema opuesto en la historia del arte femenino. p. 17.

4. NANCY, Jean Luc. La mirada del retrato. Buenos Aires: Amorrortu editores, 2006. p. 11

Por otro lado, el autorretrato, está ligado a una búsqueda interna del individuo por construir su iden-tidad. Sesgado a la mirada del retratista, quien tiene la facultad de crear su imagen como mejor le plazca, adoptando el rol deseado para ser visto y entendi-do como tal por las miradas ajenas de los curiosos observadores. Se trata de un juego en el cual el artis-ta construye su propia imagen a través de una visu-alidad al igual que cualquier otro individuo lo hace en el momento de escoger su estilo representativo. Ahora bien, si hablamos de retrato y no autorretrato éste de igual forma estaría ligado a la percepción del

autor y de su interés por crear una imagen específica

de aquella persona retratada pretendiendo consciente

o inconscientemente aflorar la identidad del sujeto.

La representación de la persona retratada está bajo la mirada del retratista, es decir que segu-ramente la imagen va a estar alterada según el punto de vista del sujeto que está retratando. Pues bien, los retratos se han utilizado para resal-tar cualidades de las personas y no se han

limita-do a copiar las facciones fisionómicas del rostro.

Verbigracia, los bustos romanos (retratos)

acentuaban sobre manera las arrugas y la expresión

del rostro, representando con ellas un ideal de com-portamiento basado en la sabiduría y el poder.

La marca iba por fuera. En otras palabras, en el

rostro se exteriorizaba lo que el personaje

lle-vaba por dentro; los retratos, en este caso, eran

utilizados para exteriorizar los atributos inter -nos dejando ver las cualidades del individuo.

Esta idea la expresa Jean Luc Nancy en su libro La mirada del retrato“(…) un retrato es la repre -sentación de una persona considerada por ella

misma. Esta definición (…) define su función”.4

Esta representación del ser es un acercamiento a su construcción personal. Paralelamente a esa ima-gen como forma de concepción de quién es ese ser y cómo quiere ser visto, hay artistas que sugieren que la identidad no se basa en una visualidad, por el contrario es un problema mucho más complejo. Artistas como Cindy Sherman, que no encie-rran su obra en el ámbito visualmente literal de

su aspecto, pero tampoco se limitan a explorar la

creación de una imagen ideal para ser mostrada. Ella, una artista contemporánea nacida en

Esta-dos UniEsta-dos en 1954, presenta una obra compuesta

por varios retratos en donde la protagonista de

to-dos es ella misma personificando roles diferentes.

A pesar de ser su rostro o cuerpo los protagonistas de sus retratos, ninguno de ellos muestra la verdadera Cindy, no son autorretratos, son una serie de citas a la historia del arte y unas puestas en escena en donde ella adqui-ere una manera difadqui-erente de concebirse, apropiándose del papel de otra persona. En estos retratos claramente no se idealiza ni muestra un ejemplo a seguir de un com-portamiento moral determinado. Sherman siendo el su-jeto de su obra se ubica como obsu-jeto y desde allí pone en juego la lectura de las obras que cita adjuntándoles nuevas formas de mirarlas y pensarlas, abriendo interro-gantes acerca de qué es lo que otorga la identidad. Con esta actitud busca desligar la identidad de la imagen

.

De modo similar trabaja una artista contemporánea

nacida en 1964 en Bahamas, se trata de Janine Antoni. Ella también difiere de la idea de encadenar la identidad a lo visual. En “Lick and Lather” 1993 (7 soap and 7 chocolate self-portraitbusts, 24 x 16 x 13 incheseach)

la artista abarca el tema partiendo del referente clásico de los bustos, pero se desvía rápidamente al hacerlos en

unos materiales más efímeros. Janine crea dos bustos

a imagen y semejanza de su rostro (retrato tradicional) cuyos materiales son chocolate y jabón respectiva-mente (interpretación personal). Al ser materiales gastables en el tiempo las facciones en ellos se van desvaneciendo. La artista intencionalmente comien-za a borrar su propia imagen, consiguiendo alter-arla a través de intervenciones corporales instinti-vas, lamer y enjabonar. Con esta obra controvierte la relación entre imagen naturalista e identidad.

Cindy Sherman Untitled 193, Untitled 205, Untitled 224, Untitled 210, Untitled 225. 1989 - 1990

Janine Antoni Lick and Lather 1993

Chocolate y Jabón 24 cm x 16 cm x 13 cm

“But what I’m doing is starting from a representation of myself

and then removing from it. I’m literally feeding myself with my

self and washing myself with myself.”

5

Cindy Sherman exposición 2000

(9)

I’m playing with a tradition of the classical bust, which is very serious. And I asked myself some questions about why, traditionally, would artists want to make a self-portrait. And I came

up with a few answers for myself. The first

one is to immortalize yourself. But, of course, my materials are ephemeral, so I’m kind of trying to work against the grain of that. Then the other answer I gave myself about “Why make a self-portrait?” is this idea of creating a public image of yourself, an image that you were presenting to the world. And I guess my question was: is that an accurate description of the self? And are we more ourselves alone at home eating a meal or in the bathtub, in these everyday activities? So, that’s where I got the idea to work with the chocolate and the soap”6

Explica en una entrevista realizada por

art 21, en donde también argumenta cual fue la

moti-vación que dio origen al proyecto:

5 - 6. http://www.art21.org/texts/janine-antoni/interview-janine-anto-ni-lick-and-lather

Cartier Brasson, fotógrafo francés nacido en 1908, ilustra esta postura en su texto llamado “El instante decisivo”“Uno de los aspectos del retra -to es la manera como nos permite trazar la identi-dad (…) la continuiidenti-dad del hombre se da a través

de todas las cosas externas que lo constituyen.” 7

Luego continúa “La gente siente una necesidad

de perpetuarse a través de los retratos y sacan a

relucir sus mejores perfiles para la posteridad.” 8

Por otro lado, hay quienes difieren de la idea de en -cadenar la identidad a lo visual; en esta postura se

encuentra Cindy Sherman y Janine Antoni. Sin em -bargo, considero que la identidad no solo se limita a la imagen física y estática de un cuerpo o un rostro; razón por la cual descarto la cándida hipótesis de

sujetarla a una apariencia externa de un individuo.

Llegado a este punto, descarto las dos posiciones

planteadas anteriormente afirmando con certeza que

no concuerdo con ninguna de ellas. Razón por la cual

al ver mi indagación aún sin resolver, decido explorar

otros caminos abriendo cada vez más posibilidades. Ahora bien, nos encontramos frente a una bifurcación

en cuanto a la forma de comprender el retrato o au-torretrato. Por un lado, tenemos la postura de lo que ingenuamente se podría denominar retrato clásico; categoría a la cual pertenecen todos aquellos artista que se muestran a sí mismos pretendiendo forjar una

imagen específica y darse a conocer como quieren ser

vistos, buscando con ello, perpetuarse en el tiempo.

7 - 8. CARTIER BRESSON, Henri. El instante decisivo. 1952. p. 227.

Personalidad

En vista de no haber encontrado aún respuestas del

factor que determina mi búsqueda, me acerqué a ex -plorar otros campos. Es así como, con base en las

teorías formuladas en “Cuerpo”, ahora planteo algo

menos visible. El comportamiento, el carácter y los intereses como esencia fundamental para constitu-ir a una persona, es decconstitu-ir, su personalidad. Cartier

Bresson afirma en su texto “Instante decisivo” que, “[l]os retratos tomados por un mismo fotógrafo tradu -cen todos una cierta identidad. El fotógrafo está bus-cando la identidad de su modelo y, al mismo tiempo,

tratando de lograr una expresión propia. El verdade

-ro retrato no pone énfasis ni en lo refinado ni en lo grotesco, sino que intenta reflejar la personalidad.” 9

Dicho de otro modo, los retratos no copian las fac-ciones de un rostro sino que traducen a formas las singularidades del modelo, dado a que son éstas

pe-culiaridades las que realmente definen quien es la per -sona retratada. Aún más, no solo habla del objeto del retrato, también propone que las particularidades de la persona que está del otro lado (sujeto-retratista)

afloran en su trabajo. Al fin y al cabo el trabajo de una

misma persona, sea retrato, pintura, escultura, etc., está determinado por un mismo punto de vista; la obra del artista es concebida bajo la estética personal de su

creador, razón por la cual refleja un estilo particular.

9. CARTIER BRESSON, Henri. El instante decisivo. 1952. p. 228.

Ahora bien, dejando a un lado la cuestión artística en donde es evidente que la esencia del creador se mantiene pese a las etapas por las que haya atrave-sado su obra a nivel formal o conceptual debido a estar bajo una misma mirada y subjetividad. La per-sonalidad es algo que le compete de forma individu-al a todo ser humano. Por lo tanto pertenece a esos factores que he estado analizando para determinar qué es lo que le otorga la individualidad al sujeto.

Por un lado, se puede pensar que la personalidad es algo congénito que viene determinada desde el momento previo al nacimiento. Esto quiere decir que ya venimos programados con una serie de inclin-aciones que determinan nuestros gustos. Incluso

esto será taxativo en el rumbo que adquiera nues -tra vida, desde escoger las personas que nos rodean hasta elegir la actividad que realizaremos para vivir.

Por otro lado, se puede considerar que la persona-lidad se recibe a través de la educación obtenida y se aprende según el entorno social en el que se desa-rrolla un individuo. Por eso según la cultura a la que se pertenezca habrá un comportamiento designado en la manera de proceder ante cualquier situación di-aria, marcando el camino en una dirección precisa.

De todos modos, las dos vías están dentro de los parámetros racionales para sustentar las especula-ciones sobre elementos pertenecientes a la confor-mación de la identidad.

(10)

Después de todo no creo que ellas sean antónimas,

más aún considero que las dos hipótesis expuestas anteriormente pueden coexistir y a su vez comple -mentarse, puesto que, podemos venir a esta vida

programados con unos códigos puntuales desde los cuales miraremos el mundo pero también absorbere-mos e integrareabsorbere-mos a Nosotros (lo que somos) aquel-lo que nos brindan otros seres en nuestra formación.

Por consiguiente, difícil es bifurcar las especulaciones propuestas en dos ramas diferentes; creo que se de-berían estudiar como un solo acontecimiento lineal que resuelve una parte de lo que sería la identidad.

Sin embargo, estos parámetros no son suficien -tes para apoyar en ellas una teoría estable; debido a que caería en la misma mirada ingenua de tomar una pequeña parte como el todo de un conjunto.

Razón por la cual cada vez estoy más

convenci-da que es disparatado afirmar drásticamente que

la identidad es dada por una parte, no importa cuál sea, que pertenezca a este mundo tangible o

visible o delimitado por lo que podemos percibir físicamente con nuestro cuerpo, a través de los

sen-tidos o racionalmente explicar en nuestro cerebro.

La identidad sería entonces concebida en algo más allá, algo que abarcaría un espectro aún más amplio.

Quino Quino

Espejo: Imagen real - virtual

“No existe la palabra espejo – únicamente espejos, pues uno solo ya es una infinidad de espejos.” 10

Clarice Lispector

Dentro de mi formación artística conocí, hace al-gunos años, la obra de Velázquez y me impactó de tal forma que inconscientemente la he usado como referencia en el desarrollo de mis pinturas. Por

ejem-plo, “La Venus del espejo” (1648-1650) y “Las meni

-nas” (1656), en especial ésta última, me han servido como punto de partida para reflexionar sobre el re

-flejo, los espacios que se hacen visibles o invisibles

y la mirada del espectador que se integra a la obra.

10. LISPECTOR, Clarice. Los espejos. El paseante: con qué objeto. No. 10, 1988. p. 77.

Diego Velázquez Las meninas 1656

Óleo sobre Lienzo

Difícil es imaginar cómo se veían a sí mismas las personas antes de la invención del espejo si in-cluso hoy en día, con este curioso objeto, a mí me cuesta entender que no me he visto y que no me voy a ver nunca en (lo que llamaré) la vida real;

sólo me conozco a mí misma a través de un reflejo que

me da un objeto.

Diego Velázquez La venus del espejo 1648 - 1650 Óleo sobre Lienzo

¿Existirá alguna otra forma de verme sin hacer uso del espejo? Ahora bien, ¿cómo saber que el reflejo que

estamos viendo es completamente objetivo y sincero con nosotros mismos si en cada espejo en el que me

reflejo me veo diferente? Una cosa es cómo me veo yo, otra muy diferente es ver cómo se ve mi reflejo y

otra bien distinta es cómo me ven los demás. Si tengo

estos tres puntos de vista ¿podré entender algún día lo que es una persona? ¿Lograré componer a una solo

ser tratando de comprender quién soy para mí, cómo

veo mi reflejo y cómo me ven los ojos de los demás?

Continuando con las reflexiones, me aproximé a anal -izar el espejo, un elemento, asociado inmediatamente al concepto inocente y restringido de la identidad. Lo vemos tan natural e integrado a nuestras vidas como un objeto fundamental y recurrente que he-mos perdido la capacidad de sorprendernos con él.

Este singular tiene la facultad de enseñarnos como se ve nuestro aspecto, de reproducir imágenes y de

crear un espacio infinito con solo el juego de los refle -jos; uno solo abre inmensamente un ambiente pero

(11)

Acorde con esto Clarice Lispector afirma (“para ten

-er una mina chispeante y sonámbula: bastan dos, uno refleja el reflejo de lo que el otro reflejó” 11

Al detenerme a analizarlo inferí que este misterio-so elemento proyecta las imágenes de vuelta sólo en el presente; en un instante inmediato y fugaz

vemos nuestro reflejo en frente de nuestra

pre-sencia pero en el momento en que no estamos

más ahí nuestro reflejo desaparece con nosotros. Me pregunté entonces, ¿Qué pasaría si los espejos tuviesen memoria? ¿Qué sucedería si pudiesen re -cordar y eternizar una imagen en el tiempo? Si fuese ese el caso, al retener y reproducir una percepción,

un rostro, por ejemplo, ¿tendría Aquella vida? ¿Sería una imagen existente? o por el contrario una simple copia de un recuerdo visto… ¿Se podría ver la iden -tidad a la que pertenece aquel rostro eternizado?

Coloquialmente se dice que los ojos son el reflejo del alma. ¿Reflejo o espejo? ¿Será esto lo mismo? Para ilus -trar mejor, esto quiere decir que sin ojos no hay ánima, o por lo menos no se puede ver. Entonces la identidad de una persona estría en la esencia y, por ende, en sus ojos.

Acabo de tocar un asunto inmensamente complejo y estudiado, que considero su desmenuzamiento irrelevante para ilustrar el punto al que me dirijo en este proyecto, razón por la cual no me

le aproximaré.

11. LISPECTOR, Clarice. Los espejos. El paseante: con qué objeto. No. 10, 1988. p. 77.

Se trata de la esencia; tema altamente abordado por muchas disciplinas, discutido en abundantes escritos

que han planteado teorías que buscan explicarla. En todo caso reitero que su desglosamiento exhaustivo es inapropiado en el trabajo y no me compete examinarlo.

Retomando el punto en el que me quedé, plant-eo que sin ojos que nos la muestren no se puede descubrir la esencia de un sujeto. Suponiendo que los espejos sí tuviesen memoria y fuesen ca-paces de proyectar una imagen basándose en un recuerdo sin la necesidad de haber una persona

delante de ellos, entonces reproducirían la figuración

vacía de alguien pero no estarían mostrando real-mente el cuerpo al que pertenece aquella imagen.

Al mismo tiempo, no habría un alma dentro de esa rep-resentación, concluyendo de este modo que la

ausen-cia de reflejo sería la ausenausen-cia de ánima. En este caso ¿Cómo serían los ojos? ¿Tendría? Si los ojos son el refle -jo del alma y el alma compondría la identidad de una persona aunque la persona no estaría en el espejo sino

sólo su imagen, eso quiere decir que la figuración en el

espejo tendría que no poseer ojos, y a su vez no conse-guiría identidad.

Al no tener un componente físico (ojo) por el cual

reflejarse, el alma no podría vislumbrar su pres

-encia apuntando a su inexist-encia, por lo tanto la

proyección en el espejo sería solo un rostro vacío.

Quino

No obstante, cabe pensar hipotéticamente

el caso en el que el espejo tuviese la potes-tad de recordar y reproducir de vuelta la imagen junto con su ánima a través de sus ojos.

Debido a eso, me pregunto si al poseer esta cualidad el objeto se estaría apropiando de la esencia que compone a un ser y de este manera estaría

robando la identidad del sujeto.

Las reflexiones expuestas desencadenaron una serie

de ejercicios que procuraban esclarecer las suposi-ciones planteadas.

Sin embargo solo llegué a conclusiones formales del comportamiento de las imágenes en los espejos, ellas son más pequeñas que las de la vida real, y a un en-tendimiento poético de la fragilidad de dicho objeto,

(12)

Sombra-Reflejo

“De este modo, en el mundo de las apariencias ópticas, la sombra toma la delantera al engañosos reflejo de espejo” 12

Stoichita I. Victor

La sombra ha sido un elemento de muchas suposi-ciones a lo largo de la historia. Evidentemente acom-paña al hombre y a todos los objetos siempre, o por lo menos mientras haya un foco de luz que la

proyecte. Esta reflexión me hace pensar que puede ser un elemento importante que define una de las

particularidades que hacen que una persona sea ese ser. Desde tiempos inmemoriales la sombra se ha visto como un elemento importante que se ha aso-ciado a la identidad y a la forma de entender o per-cibir el mundo, así como un objeto que facilita mi-rar las formas y captumi-rar la ausencia de un individuo.

Para los egipcios el Ka era el alma de las estatuas que representaban a los muertos, y la forma más antigua en la que ellos visualizaron el alma (Ka) fue en la som-bra, pero esta era una sombra clara de una

proyec-ción coloreada, así que “la sombra negra (khaïbit), considerada desde tiempos remotos como el alma misma del hombre, pasó a verse como su doble” 13

Es decir que mientras el hombre vivía se exterior -iza en su sombra pero en el momento en el que abandonaba su cuerpo la función del doble (som-bra negra) era sustituida por el (Ka) y la estatua.

12. STOICHITA, Victor. Breve historia de la sombra. Madrid: Ediciones siruela S.A., 1999. p. 27.

14. PLATON. La Republica, 516a. STOICHITA, Victor. Breve historia de la sombra. Madrid: Ediciones siruela S.A., 1999. p. 27.

13. STOICHITA, Victor. Breve historia de la sombra. Madrid: Ediciones siruela S.A., 1999. p. 23.

Por otro lado, para los griegos existían tres posib

-ilidades de representaciones humanas: Skia

(sombra), Eidola (imágenes) y Phantasmata

(reflejo), esto se hace evidente en “El mito de

la caverna” de Platón, el cual narra cómo unos hombres habían sido encadenados desde niños de los pies y el cuello en una caverna sin poderse mo-ver solo conociendo el mundo a través de las som-bras de objetos, animales y hombres proyectadas en una de las paredes gracias al fuego que los

acom-pañaba. Y si llegaran a salir de esa caverna “lo que verían más fácilmente seria las sombras (skias)” 14

Dado que era la forma en la que conocían el

mundo exterior y la manera en la que se rel -acionaban con ese entorno. Como si ésta re-presentara la esencia de las cosas proyecta-da en las paredes, sin detalles ni distracciones.

Arthur Tress Fotografía

Además de las dos interpretaciones de la

som-bra mencionadas anteriormente existe otro

uso que se le dio para entender la forma de los

objetos proyectados. Una de las teorías del ori

-gen de la pintura se le atribuye a los griegos expli -ca Plinio en su Historia Natural XXXV en donde na-rra cómo circunscribieron con líneas el contorno de la sombra de un hombre para capturar y eterni-zar su imagen y a su vez al sujeto representado.

Arthur Tress Fotografía

Finalmente, la sombra se ha abordado en diferentes épocas con diversas asociaciones y se ha utilizado como una herramienta útil para el arte. En este tra-bajo la voy a tomar como una representación de la ausencia de un cuerpo y la voy a ver desde el pun-to de vista de un recuerdo, de un momento perdi-do en el tiempo, de la esencia misma del sujeto.

La sombra y el reflejo podrían verse como la unión entre

las dos teorías planteadas a lo largo de este proyecto; en donde para que haya identidad tiene que haber una imagen que la adopte pero es evidente que para que

esa imagen exista necesita de un cuerpo que la alberge. La sombra y el reflejo serían entonces la representación

física y tangible de la esencia de un ser. Sin la literali-dad de la imagen de esa persona, se podría ver en ellos la evidencia de que hay un sujeto que está habitando un objeto, es decir que hay un alma que se dibuja en

una superficie externa al cuerpo solo en el momento efímero y presente que confiere una fuente de luz.

Estos pensamientos dialogarían a los escritos en el “Es

-pejo” en donde la imagen reflejada para que tenga identi -dad necesita del sujeto frente a ella porque por sí sola sería solo una representación sin anima, es decir sin identidad.

Me voy aproximando a unas conclusiones for -males para capturar la identidad de un sujeto y de este modo representarla plásticamente. La

luz, la sombra y el reflejo podrían ayudar a pre -sentar la esencia de un ser, es decir su identidad.

Phillppe Decouflé “Sombrerero” 2007

Puesta en escena André Kertesz

Shadows 1933 fotografía

(13)

Sofonisba Anguisola

Jan Van Eyck - Diego Velázquez

Julia Kristeva - Rodolfo R. Llinás

Luego de haber explorado los factores que asumí

decisivos en la concepción de la identidad, me di cuenta que los estaba limitando a la imagen visual que compone un cuerpo, ya sea fragmentado, entero, en movimiento o en documento.

Por esta razón, concluí que es un problema más com-plejo, que no se restringe a la imagen física o virtual de un individuo. Con imagen física o virtual también hago referencia al entorno social y cultural en el que se

de-sarrolla evidenciando en sus experiencias de vida la for -mación de su propia imagen.

Por el contrario, afirmo que preciso en este punto ex -plorar otros caminos dado que la incógnita sigue sin re-solverse.

Quino

A través de la perspectiva visible en el libro “Grandes Maestros de la Pintura: Velázquez” podemos con

-firmar que “[e]n el s. XV, el pintor flamenco Jan Van Eyck abrió un nuevo camino en la historia de la pintu

-ra. En el retrato del matrimonio de Arnolfini introdu -jo un espe-jo en el que se repetía la escena represen-tada y se adivinaba la presencia minúscula del pintor. Doscientos años más tarde, Velázquez reprodujo

este esquema, pero al revés. Quien aparece frente al

espectador son los espectadores del trabajo del artista

y no los protagonistas, que se ven reflejados en el es -pejo”15

15. EDITORIAL SOL 90. Velázquez: Grandes maestros de la pintura. Barcelona: Editorial Sol90, 2006. p. 90.

Jan van Eyck Los Arnolfini 1430

El juego del reflejo que propone Jan Van Eyck en 1434 es exqui -sito en interpretaciones; incor-pora el espejo que involucra un lugar nuevo dentro de la obra que a su vez está afuera de ella. Con éste recurso amplía el espacio y genera una rela-ción implícita entre el espectador, el artista y la pintura.

Además, el autor se incluye a sí mismo en el cuadro in-vitándonos a pensar en el papel de él como creador y sugiriendo una nueva pregunta entre su rol como artis-ta (sujeto) o como modelo (objeto). Con esto, la obra puede adquirir una lectura diferente en cuanto a su género; podría ser un autorretrato, o, como en el caso

de Velázquez, la firma del pintor.Esta relación entre su -jeto – ob-jeto y la imagen del autor dentro de la obra ha

sido explorada en varias pinturas ampliando las inter -pretaciones y las lecturas de la identidad del artista y

su lugar como genio creador. Uno de estos ejemplos, él

que más llamó mi atención, es la pintura de Sofonisba

Anguissola “Campi pintando a Sofonisba” de 1550 en

donde se ve claramente cómo el límite entre sujeto y objeto colapsa.

Anguissola fue una artista renacentista nacida en 1532

en Cremona y su obra fue muy controversial, entre sus trabajos tiene muchos autorretratos pero este, según

Whitney Chadwick, es “el primer ejemplo histórico de

la artista derrumbando conscientemente la posición sujeto – objeto” 16

En aquella obra, Sofonisba es el sujeto que pinta el cuadro, a su vez es el objeto que es pintado por su mae-stro. Sin embargo, en el medio de ella como sujeto y

como objeto se encuentra Bernardino Campi, maestro

de Sofonisba y pintor renacentista quien tuvo mucho más reconocimiento que ella por el simple hecho de no haber sido mujer.

Sofonisba Anguissola Campi pintando a Sofonisba 1550

Óleo sobre Lienzo

Él es el sujeto que pinta a Sofonisba pero es el objeto

pintado por ella. No es claro si nos encontramos frente

a un retrato o a un autorretrato dado que, la relación

entre sujeto – objeto mencionada no permite clasificar el cuadro en una sola categoría. “Se podría decir que Anguisola está intensificando la distancia entre ella

como artista (sujeto) y ella como modelo (objeto) al in-cluir un tercer personaje en sánduche entre las dos” 17.

Incluso, al ser ella el objeto de la pintura, Sofonisba ad-quiere mayor relevancia como artista y al ser retratada por su maestro la pintura adquirió más validez que si hubiera sido solo un autorretrato.

Lo que me interesa de “Campi pintando a Sofonisba”

son los diferentes puntos de vista. La mirada de ella sobre ella misma a través de los ojos de su maestro. Cómo se concibe ella como mujer, como artista, como persona y cómo se representa siendo dibujada por un tercero.

16. CHADWICK, Whitney. Siena, Pinacoteca Nacional. Citado por GARRAD, Mary D. “Here’s Looking at Me: Sofonisba Anguissola and the Problem of the Woman Artist.” Renaissance Quarterly, Vol. 47, No. 3. (Otoño, 1994), pp. 556-622.

17. GARRAD, Mary D. “Here’s Looking at Me: SofonisbaAnguissola and the Prob-lem of the Woman Artist.” RenaissanceQuarterly, Vol. 47, No. 3. (Otoño, 1994), pp. 556-622.

(14)

Me pregunto por qué tomo la decisión de autorre-tratarse bajo el engaño del retrato, como si quisiera entender cómo los demás la veían para

compren-der cómo ella se veía. Utiliza entonces a Campi como un espejo; a través de él ella está viendo su reflejo.

Lo paradójico es que es la artista la que se represen-ta cómo si su maestro la estuviera viendo y no es él quien realmente la está pintando como la estaría observando.

En definitiva, me encuentro frente a una posición in -tensamente interesante de la identidad del artista y su relación con la pintura desde su rol como sujeto y como objeto.

No obstante me hallo en una encrucijada difícil de dilu -cidar; la identidad del artista no es puntualmente lo que me intriga, aunque es un punto de referencia para com-prender el Que es lo que se la otorga a una persona.

Como ya expliqué en la pintura “Campi pintando a

Sofonisba” hay varias premisas desde las cuales se puede argumentar Aquello que he estado investigando. Por un lado, se puede asumir la postura crédula y primípara de que la identidad está sujeta a la vi-sualidad. Cómo me veo, cómo me ven. A pesar de ser ésta válida y común o fácil de esclarecer por cual-quier individuo debido al mundo de imágenes en el que hemos estado viviendo durante siglos, no me conformo con la idea de considerarla como única respuesta, dado que es plausible que aquella cambie drásticamente de repente o con el paso del tiempo.

Por otro lado, la obra de Sofonisba no se encasi-lla en mostrar su identidad a través de su imagen, dado que ella juega hábilmente con su posición como sujeto–objeto y artista–modelo, confun-diendo de este modo las apreciaciones del ob-servador al ubicarse frente a los límites de las in-terpretaciones de la pintura (cómo construyo mi imagen para que me vean de la forma que yo quiero).

Es aquí en donde la artista abrió una ventana que

se exploró siglos más tarde por pensadores y filó -sofos que rechazaron la apreciación de que la im-agen es la única parte de ese conjunto que le con-cede el dominio a una persona de ser quien Es. Al ser ella la mano que crea, revela que hay un cuerpo que comprende quien es y a donde pertenece y de esa for-ma puede mostrarse como quiere ser vista. Este cuerpo (Ella) conoce su identidad y se ubica en el lugar que quiere

Ser sin perder su propio entendimiento de sí misma. Es decir que la corporalidad vendría primero a la visualidad.

Julia Kristeva, filósofa búlgara nacida en 1941, en su libro “Poderes de la perversión” declara esta

nueva noción de entender la identidad, enun-ciada previamente por Sofonisba en su pintura.

Hasta el momento ésta se había condicionado a la ima-gen; se reconoce a un ser a través de su aspecto físico,

uno mismo se entiende como tal gracias a su reflejo en

el espejo.

Una persona es esa persona porque tiene unas

características físicas que componen su aspecto. Sin embargo, no se etiquetaba a unas

particula-ridades fisionómicas que vienen pre-determina-das, el panorama se ampliaba a toda la visualidad. Otorgándonos la oportunidad de construir nuestra propia identidad, o aquella que queríamos adoptar, así teníamos la facultad de escoger como queríamos que nos vieran o concibieran. Pero siempre la imagen era considerada como la única parte que formaba un con-junto de elementos que atribuían entidad al individuo.

No obstante, ella sugiere que antes de que el in -dividuo adquiera conciencia o se visualice a sí mismo ya tenía identidad, descartando, de este modo, la particularidad de limitarla a la imagen.

Kristeva afirma que todos poseemos una identidad biológica, “(…) ya que “yo” lo

vierte sobre el padre” 18, es decir que el

indi-viduo Es desde el momento de su concepción.

Más aún, ella propone que “yo” me defino a mí mis

-mo a través de ciertos límites, “de estos límites se

desprende mi cuerpo como viviente” 19, y dichos

límites forman parte de una serie de sensaciones

cor-porales que nos indican que existimos y que

pertene-cemos a este mundo físico como seres que lo habitan.

18-19. KRISTEVA, Julia. Poderes de la perversión: Ensayo sobre Louis-Ferdinand Céline. Paris: Siglo veintiuno editores sexta edición en español 2006. Primera edición en francés 1980, éditions du seuil, Paris. “Pouvoirsde l´ horreur”.p.p. 8. 10.

En suma, la identidad, según la autora, no se ciñe a la imagen física de una persona frente a un objeto sino a una serie de instintos corporales que La pro-porciona desde que se nace hasta que se muere.

Recapitulando, en “Poderes de la perversión” habla de un “yo” interno que viene programado desde la creación de una persona, el cual difiere de su imagen. Como prueba máxima, evidencia la suciedad de un ser y como ésta se sobrepone a la imagen en un

ám-bito muy natural. Puesto que, “[s]i la basura signifi -ca el otro lado del límite, allí donde no soy y que me permite ser, el cadáver, el más repugnante de los desechos, es un límite que lo ha invadido todo. Ya no

soy yo (moi) quien expulsa, “yo” es expulsado” 20.

Esa repulsión que sentimos hacia ciertas cosas que queremos alejar de nuestra vida sin obtener resulta-dos esperaresulta-dos, dado que pertenecen a nosotros mis-mos como seres vivientes, nos invade y deja su lugar pasivo de objeto para entrar en un espacio activo como sujeto, es decir que, en palabras de la autora, pasa de

“yo” expulso a “yo” me expulso; concluyendo que ese “yo” es determinado por mucho más que una imagen.

Para ilustrar mejor este dilema está el cuerpo inerte

sin vida de lo que es o fue un individuo, “El cadáver

(…) es algo rechazado del que uno no se separa” 21.

20-21. KRISTEVA, Julia. Poderes de la perversión: Ensayo sobre Louis-Ferdinand Céline. Paris: Siglo veintiuno editores sexta edición en español 2006. Primera edición en francés 1980, éditions du seuil, Paris. “Pouvoirsde l´ horreur”.p. p. 10. 11.

(15)

Ahora bien, ¿Qué pasaría si en efecto si pudiéramos separarnos de ese cadáver? Kristeva a su vez afirma que “Lo abyecto no tiene más que una cualidad, la de

oponerse al yo” 22.

Asumiendo que con oponerse se puede concluir que también se separa, ¡entonces sí!, el sujeto se separa del objeto en el instante en que el cuerpo queda inerte sin vida.

En otras palabras, el cadáver pasa a ser el objeto habi-tando anteriormente, cuyo único propósito era alber-gar al sujeto.

En vista de lo mencionado, me aventuro a sugerir que

la corporalidad expuesta por Kristeva no es la que

le proporciona identidad al individuo, gracias a que en efecto si se puede separar el objeto (cuerpo) del sujeto (?), después de que éste se convierte en cadáver.

Pero ¿qué es lo que define al sujeto?

Así que ni la visualidad ni la corporalidad se pueden ver como la única parte que compone ese todo. La imagen permite reconocernos como personas per-tenecientes a un entorno, la corporalidad permite entender que somos algo más que una imagen, no

obstante aún no es suficiente, debe haber algo más.

22. KRISTEVA, Julia. Poderes de la perversión: Ensayo sobre Louis-Ferdinand Céline. Paris: Siglo veintiuno editores sexta edición en español 2006. Primera edición en francés 1980, éditions du seuil, Paris. “Pouvoirsde l´ horreur”.p. 8.

Rodolfo R. Llinás, afirma que los sentidos son solo nece -sarios para entender el contenido de las percepciones

del mundo externo que nos rodea; en otras palabras

los sentidos son fundamentales para recibir las

sensa-ciones del exterior aunque no son indispensables para

discernir dichas sensaciones; para analizar y compren-der esa información está el cerebro.

Es decir que el cerebro solo puede tener acceso a

ese mundo externo a través de los órganos

senso-riales especializados que reciben la información.

Así que las dos partes (órganos y cerebro) son necesarias para conocer nuestro entor-no, sus integrantes y a la vez a nosotros mismos.

Difícil es entender racionalmente cómo funciona esa relación de reciprocidad en donde el cerebro tiene la capacidad de predecir gracias a la información recibida a través de los sentidos.

“Su lucha continúa con lo que ha sido siempre el tema central de nuestras conversaciones: cómo es que pensamos y qué es ser conscientes. Él, como científico, y yo, como escri-tor, ansiamos que el ser humano aprenda por fin a entenderse a sí mismo, que es un tema científico eminente cuya belleza se confunde con la poesía. “El cerebro es una máquina para soñar”, ha dicho él”. 23

Gabriel García Márquez

23. GARCÍA M., Gabriel. Prólogo. Llinás, Rodolfo. El cerebro y el mito del yo: el papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humano. Grupo editorial Norma, 2002. p.5.

No obstante es tan sencilla y natural que no somos con -scientes de ella dado que es, instintivamente, la que nos mantiene a salvo.

Para explicar, Llinás propone como ejemplo la

importancia que tiene prever un movimiento o la

ausencia de este para conservar nuestra vida, “es

absolutamente indispensable que los animales anticipen el resultado de sus movimientos con base en los sentidos” 24.

Ese vínculo que constituye a un individuo, el autor lo

ubica en un ámbito ancestral del hombre en donde, “la

capacidad del cerebro de predecir no se genera sólo al nivel consiente, ya que evolutivamente la predicción es una función mucho más antigua que la conciencia” 25.

Así que antes de tener conciencia el hombre tenía in-stinto, pues el cerebro puede anticipar y mandar la or-den de actuar aún sin que nosotros seamos conscien-tes de ello.

Entonces esto querría decir que el cerebro y “yo” so -mos entes separados… esta cuestión también se la

pregunta Llinás. No obstante él llega a una respuesta que luego expone a lo largo de su libro: “Si dijéramos “el cerebro nos engaña” la implicación sería que mi

cerebro y yo somos cosas diferentes.

24-25. LLINÁS, Rodolfo. El cerebro y el mito del yo: el papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humano. Grupo editorial Norma, 2002. p.p. 26. 27.

La tesis central de este libro es que el yo es un estado funcional del cerebro y nada más ni nada menos” 26.

De esta forma Rodolfo R. descarta rápidamente aquella

idea en la cual cerebro y “yo” son entes independientes sino por el contrario le adjudica al “yo” un papel dentro

de las funciones del cerebro.

Retomando la idea de la correlación, Rodolfo Llinás su-giere que pese a que la predicción se ubica en el cere-bro, no se lleva a cabo en un lugar especial. Las fun-ciones anticipatorias deben agruparse bajo un único marco de referencia, de lo contrario podrían localizarse en diversos órganos dejando así de funcionar armóni-camente.

Luego se pregunta por el lugar en el cual se localiza esa

función anticipatoria, concluyendo que “la respuesta

se encuentra en aquello que hemos dado en llamar el

“sí mismo” 27.

Luego explica; “[e]l “sí mismo” es la centralización

de la predicción, y no nace del dominio de la autocon-sciencia, pues ésta sólo se genera al darse cuenta de sí

mismo. Según esto, el sí mismo puede existir sin cono

-cimiento de la propia existencia. Aun en nosotros, los

humanos, como individuos autoconscientes, la auto-consciencia no está siempre presente” 28.

26-27-28. LLINÁS, Rodolfo. El cerebro y el mito del yo: el papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humano. Grupo editorial Norma, 2002. p.p. 10. 27. 28.

(16)

Resumiendo un poco, ni Rodolfo R. Llinás ni Julia Kriste

-va confirman una separación entre materia (objeto) y “yo” (sujeto); el cerebro y el “yo” y el cadáver y el “yo”,

respectivamente, tras haber insinuado la idea de con-siderarlos entes independientes y separados limitando la identidad de un individuo a un plano presente; en

donde tiene que existir la materia-cuerpo-objeto para

albergar al sujeto; otorgando con esta relación inconsciente y de reciprocidad la identidad al Ser. Sin embargo, si continuamos con la idea de separar el

cerebro del “yo” y aquella descartada por Kristeva de

separar al cadáver del sujeto y las analizamos con base en mi búsqueda personal por encontrar la identidad, tendría que ampliar los límites de nuestra concepción del tiempo lineal para proponer una nueva respuesta.

“Ante un reto difícil como nadar para escapar de un tiburón, se intentará alcanzar la orilla y se estará muy consciente de lo que sucede, pero no de sí mismo; nadie pensará: “Aquí me encuentro yo, escapando del tiburón”. La persona pensará en tales términos sólo al alcanzar la orilla.” 29

Rodolfo R. Llinás

Hasta este entonces se ha analizado la identidad de una persona desde el momento en el que se concibe hasta el momento en el que muere, dan-do varias hipótesis de dan-donde se alberga y que es lo

que la otorga. No obstante no he considerado en este texto aquella posibilidad de desligar la respues -ta perseguida del momento actual de nuestra vida.

29. LLINÁS, Rodolfo. El cerebro y el mito del yo: el papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humano. Grupo editorial Norma, 2002. p. 28.

CONCLUSIÓN

En definitiva me hallo navegando en un concepto

turbio y confuso el cual ha sido abordado desde

mu-chas disciplinas, cada una contribuyendo a su ex

-ploración desde diversos puntos de vista: La identidad.

No obstante, las respuestas a las que se han llega -do son tan amplias como las hipótesis que se han

planteado. Su amplia variedad en explicaciones es

debida no solo a la complejidad del tema sino a su

principal característica: es un asunto abstracto e in -tangible. Y es por estas cualidades que se convierte en una idea intrigante y deseable para analizar.

A lo largo de este texto, he ido explorando los factores que pueden ser determinantes para llegar a responder ¿Qué es la identidad? o ¿Qué le otorga la identidad a un individuo?

Sin embargo, y a pesar de haber abordado varias etapas de pensamiento relevantes en la historia por lo menos del arte, aún no llego a una conclusión.

En primer lugar, hice una retrospectiva

con-siente de aquello que había explorado inocen -temente del tema en trabajos previos, descu-briendo cuál era mi interés para argumentar.

Luego, esbocé unas tímidas hipótesis de al-gunos de los elementos que consideré que po-drían determinar la identidad de una persona.

Finalmente, analice tácitamente mis propias ideas a la luz de las teorías propuestas por pensa-dores sobre la identidad, basándome en una pin-tura en la que se conglomeran dichas teorías. (Campi pintando a Sofonisba).

Pese a todo lo enunciado, sigo sin darme una respuesta, razón por la cual consideró que llegó el momento de proponer un nuevo camino; tal vez

descabellado a tal punto de rozar el modesto

encuentro con lo plausible.

Propongo lo siguiente; gracias a mis intereses per-sonales hacia las artes escénicas podría hacer un símil entre la vida y el teatro, jugando con

metá-foras para explicar nuestra existencia como una

puesta en escena, una pieza que venimos a decla-mar una y otra vez interpretando diferentes roles.

En otras palabras, la vida sería solo una, sería un flu -jo continuo que mana sin parar, por el contrario, nosotros iríamos y vendríamos para hacer en ella su historia, una que será nuestra mientras esta-mos de paso por ella pero después tendrá que des-vanecerse para darnos la entrada al siguiente acto.

(17)

Retomo y resumo, descartada ha sido la contin-gencia de transferirle la identidad de una persona a una imagen, impidiendo medirla solo a través de la

visualidad como afirmaron los modernistas, concuer -da hoy en día la mayoría de la socie-dad occidental y se entiende a simple vista debido al mundo de imágenes en el que hemos estado sumergidos durante siglos.

Repudiada ha sido la posibilidad de sostener la iden-tidad de un ser en teorías posmodernistas las cuales se soportan en la corporalidad, el instinto y un juego indescifrable y confuso de palabras enredadas.

Entonces... ¿Qué nos queda?

Ante las puertas parcialmente cerradas de las teorías

expuestas y mí desenfrenada necesidad de proponer

algo distinto, tomo prestadas las palabras ya citadas de Rodolfo R. Llinás, y las uso como los cimientos de mis pensamientos.

Si el sí mismo puede existir sin conocimiento de la propia existencia la identidad definitivamente está

determinada por algo completamente intangible, invisible y atemporal.

Recapitulo, el sí mismo del que habla Llinás lo sus-tituyo por el sujeto al que me he referido a lo largo

del texto; entonces, el sujeto puede existir sin cono

-cimiento de su propia existencia… y es aquí en donde

¡todo empieza a tener sentido!

El sujeto coexiste sin necesidad de existir; por lo tanto

no se requiere el objeto que alberga al sujeto para que este Sea, dado que el sujeto puede encontrarse sin que haya un objeto.

Y si el sujeto es el sí mismo y el sí mismo determina la identidad de un individuo…

He llegado a una conclusión:

la identidad está ligada a una esencia

inex-plicable que compone cada ser, es decir que

el sujeto contiene la identidad del ser.

Para aclarar, la identidad es algo esencial que se ali-menta de nuestro entorno, de nuestra personalidad,

de nuestras experiencias vividas, de la educación que

recibimos, de la cultura en la que nos desarrollamos, de la imagen que tenemos, de aquella que formamos.

No obstante, no es este alimento el factor que la de -termina dado que no todas las personas sin haber re-cibido esta información (bebes) son iguales entre sí.

Por consiguiente afirmo que si debemos venir a este

mundo con una esencia propia, con una identidad.

Finalmente, y luego de haber escrito todas mis

re-flexiones en torno al tema, seguía algo ansiosa por

darme credibilidad y por hallar la manera de cor-roborar mis palabras. Así que busque la forma de comprobar la conclusión a la que había llegado.

Necesitaba algo que se saliera del universo de las ideas

y empezara a formar parte del dialogo cotidiano de

cada ser humano:

Una mañana me desperté lento y consiente

recordando cada uno de los detalles del

sueño que había tenido esa noche, lo

re-pasé en mi mente somnolienta para que no

se me fuera a olvidar nada de lo vivido. La

sensación era muy agradable, razón por la

cual quería capturar hasta el último

instan-te de lo soñado. Fue en ese ejercicio riguroso

de repasar cada lugar, cada emoción, cada

personaje que caí en cuenta de que, por

lo menos en mis sueños, las personas que

aparecen en ellos no tenían rostro. Se con

exactitud quien es cada uno de los

perso-najes, los identifico como las personas que

conozco; a veces sueño con algún miembro

de mi familia, otras veces con algún amigo.

Sin embargo, no consigo verles el rostro a

ninguna de esos individuos.

Por lo tanto, concluyo que tiene que haber una esencia que me haga reconocer a ese sujeto y me indique que rol tiene en mi vida en este momento

para poderlo identificar como tal, dado que no es

(18)

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Referencias

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