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JEREMÍAS. PROGRAMA No Capítulo 2

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PROGRAMA No. 0877

JEREMÍAS

Capítulo 2

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Jeremías. Y en nuestro estudio anterior, cuando considerábamos el capítulo 1, vimos allí el llamado y la comisión al servicio de este hombre Jeremías; eso fue algo realmente impresionante. Esperamos que haya sido así para usted también. Dios llamó a Jeremías cuando era un joven, quizá de unos 20 años de edad. Y se nos dice en el versículo 2, del capítulo 1, lo siguiente:

2

Palabra de Jehová que le vino en los días de Josías hijo de Amón, rey de Judá, en el año decimotercero de su reinado. (Jer. 1:2)

Josías tenía 8 años cuando comenzó a reinar; así que aquí tenemos que serían unos 21 años los que tenía, y Jeremías tenía unos 20 años de edad. Los dos se conocían. Estamos seguros de esto ya que el padre de Jeremías fue el que encontró el Libro de la ley en el templo y se lo llevó al rey, y eso fue la base del avivamiento que tuvo lugar durante su reinado.

En cierto sentido, esos jóvenes comenzaron su ministerio en su juventud, y aquí los tenemos presentados ante nosotros de esa forma. Jeremías nos deja bien claro que él se sentía incapaz de hacer esto; él se sentía indigno. Él sentía que no estaba capacitado para esa tarea de profeta, y

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presentó eso como una excusa. Pero, Dios le dijo que él iba poner Sus palabras en su boca y que Él le iba a dar Sus palabras.

Para nosotros este es un capítulo realmente tremendo, y espero que lo sea también para usted. Y quisiera decir lo siguiente, quizá al decir esto, corramos el riesgo de que se nos llame como a una persona que está tratando de decirle a los demás, cómo hacer las cosas. Pero no creemos que cualquier hombre debería ponerse de pie en el púlpito y presentar un mensaje, a menos que esté seguro que está presentando la Palabra de Dios. Y si él tiene cualquier duda, y si este hombre piensa que debería dar sus propias ideas y predicar un evangelio social, liberal; lo que nosotros decimos es que debería mantenerse fuera del púlpito. No tiene nada que hacer allí, porque eso es lo importante en el día de hoy; y no interesa cuánto conocimiento de Homilética tenga ese hombre. No interesa cuánto conozca ni cuánto sabe sobre Teología; no importa cuánta preparación sofisticada y técnica tenga. A no ser que este hombre esté seguro de estar presentando la Palabra de Dios, él no debería subir al púlpito; eso lo creemos de todo corazón y creemos que es de suma importancia.

Llegamos ahora aquí al capítulo 2 de Jeremías, y vemos el primer mensaje que presenta el profeta Jeremías. Y él se lo presentó a una nación reincidente. Vamos a presentar ahora, unos pocos detalles y la mecánica de esto; y reconocemos que por radio esto puede empantanarnos un poco. Pero nos damos cuenta que en los próximos capítulos encontramos cosas muy importantes, y no los vamos a llegar a comprender bien, a no ser que comprendamos bien los antecedentes aquí mencionados.

Los capítulos 2, hasta el 6, fueron dados durante los primeros cinco años del ministerio de Jeremías. Se nos dice que él comenzó su ministerio en el año decimotercero del rey Josías. Estos mensajes fueron presentados en los primeros cinco años antes de encontrarse el Libro de la

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ley.

Y luego, en los capítulos 7 al 9, el mensaje que encontramos allí tiene que ver con la limpieza del templo y el descubrimiento del Libro de la ley. Y eso tuvo lugar en el décimo octavo año del reinado de Josías.

Luego, en los capítulos 10 al 12, encontramos mensajes que llegaron en ese período de tiempo de la Reforma y el avivamiento; luego de haber encontrado el Libro de la ley. Y vamos a descubrir que ese avivamiento fue algo muy superficial, fue algo así como una experiencia. No hubo gran énfasis en la Palabra de Dios. Y amigo oyente, nunca habrá un verdadero avivamiento, sino hasta cuando se le dé un énfasis verdadero a la Palabra de Dios.

Para darle a usted una orientación en cuanto a dónde estamos, debemos ver lo que nos dice el capítulo 34 del Segundo Libro de Crónicas, y ver si nos podemos ubicar en este período en particular de la historia. Es por eso que opinamos que los libros proféticos deberían ser estudiados junto con los libros históricos. Allá, pues, en el Segundo Libro de Crónicas, capítulo 34, versículos 1 y 2, leemos: De ocho años era Josías cuando comenzó a reinar, y

treinta y un años reinó en Jerusalén. Este hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en los caminos de David su padre, sin apartarse a la derecha ni a la izquierda. Aquí tenemos a un rey

muy destacado justo al final del reino de Judá. Y en el versículo 3, leemos: A los ocho años de

su reinado, siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre; y a los doce años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes fundidas.

Fue pues, durante este último período (estos primeros cinco años), que Jeremías profetizó. Notemos ahora lo que dicen los versículos 4 al 7, y estamos leyendo todavía en el capítulo 34 del

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Segundo Libro de Crónicas: Y derribaron delante de él los altares de los baales, e hizo pedazos

las imágenes del sol, que estaban puestas encima; despedazó también las imágenes de Asera, las esculturas y estatuas fundidas, y las desmenuzó, y esparció el polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios. Quemó además los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y limpió a Judá y a Jerusalén. Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta Neftalí, y en los lugares asolados alrededor. Y cuando hubo derribado los altares y las imágenes de Asera, y quebrado y desmenuzado las esculturas, y destruido todos los ídolos por toda la tierra de Israel, volvió a Jerusalén.

Luego, veamos los que nos dice en el versículo 8: A los dieciocho años de su reinado,

después de haber limpiado la tierra y la casa, envió a Safán hijo de Azalía, a Maasías gobernador de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, canciller, para que reparasen la casa de Jehová su Dios. Y fue entonces cuando Hilcías, el sacerdote, encontró el Libro de la ley del

Señor que había sido dado a Moisés. No había muchas copias del Libro de la ley; había nada más que dos: una para el rey y una para el sacerdote, y se habían perdido. Ellos estaban perdidos para Dios.

Jeremías se hace ahora presente, y escuche usted. Este es un período que como ya hemos visto al leer la sección histórica, cuando ellos se habían entregado a la idolatría, ellos habían abandonado al Dios viviente. Y en el capítulo 2 de Jeremías, éste presenta una profecía maravillosa. Creemos que sería muy difícil encontrar otra porción en las Sagradas Escrituras, que sobrepase esta sección en particular, en algo más patético y tierno, y también muy elocuente. Eso es lo que queremos notar.

Aquí encontramos un clamor fervoroso ante Dios, quien había sido olvidado e insultado. Su gracia y Su compasión hacia la nación culpable se mezclan con una advertencia solemne en

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cuanto a días terribles que vendrían si los corazones no se volvían hacia Dios. Y todo eso, hace de este discurso que vamos a leer, uno de los principales que tenemos en la Palabra de Dios.

El primero, comienza en el capítulo 2 y continúa hasta el versículo 5 del capítulo 3. Este es el primero que se presenta. Hemos visto que este mensaje puede ser ubicado perfectamente en ese período en particular, cuando este hombre Josías, el rey, estaba buscando al Señor. Pero él no tenía la Palabra de Dios. Pero, él sabía una cosa, que debía aplastar la idolatría. Ahora, otro joven le estaba animando. Y escuche usted esto, esto es algo tremendo, algo grande; leamos los primeros tres versículos de este capítulo 2 de Jeremías:

1

Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada. 3Santo era Israel a Jehová, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos, dice Jehová. (Jer. 2:1-3)

Esto es algo verdaderamente hermoso. Dios está haciendo algo, que según creemos es realmente maravilloso. Él le está pidiendo a Israel que recuerde esa época primaveral, digamos, de la relación de ellos con Él, cuando Él los había llamado de la tierra de Egipto, y cómo ellos habían seguido una columna de nube para guiarlos por el camino durante el día, y de noche una columna de fuego para alumbrarles. Y ese fue un período en el cual, cuando ellos se encontraban en ese desierto terrible y amedrentador, ellos buscaron al Señor. Ahora, Dios les hace recordar eso. Ellos ya se encuentran en la tierra prometida. Y como Él había dicho en cuanto al Reino del Norte bajo Oseas: Pero engordó Jesurún, y tiró coces (Deut. 32:15); ellos ahora ya son personas sofisticadas y se han apartado del Dios viviente, y se han dirigido detrás de los ídolos.

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Amigo oyente, no podemos evitar el notar que existe una analogía aquí entre esta nación y nuestras naciones hoy. Dios ha sido dejado de lado hoy. Hubo naciones que fueron fundadas por hombres y mujeres que creían que ese Libro era la Palabra de Dios, y todo lo que ellos hacían estaba basado en la Biblia. Una de las razones por la cual en el día de hoy nuestros gobiernos no están funcionando como deben es – como ha dicho un historiador del presente, ya lo hemos citado en nuestro programa antes, quien ha dicho que – las naciones son controladas hoy por hombres que no conocen nada de la herencia espiritual. Nos encontramos lejos de Dios hoy. Estamos siguiendo a los ídolos, lo cual es el dinero. Las mejores noticias del día de hoy provienen de la bolsa de finanzas; las mejores noticias para el mundo, son que están recibiendo gran cantidad de dinero; y el dinero es el dios de la hora presente. ¡Grande es Diana de los

efesios! (Hech. 19:28) ¡Y grande es el dinero hoy! Y Dios, amigo oyente, es dejado de lado.

Y aquí tenemos algo maravilloso de parte de Dios, quien dice: Me he acordado de ti. Ustedes se han olvidado de mí; pero Yo me estoy acordando de ustedes. ¿No le parece esto algo verdaderamente hermoso, amigo oyente?

Luego, en el versículo 3, podemos ver estas palabras:

3

Santo era Israel a Jehová, (Jer. 2:3)

¿No recuerdas como eras antes? Me pertenecías a Mí. Me seguías y Yo te había guiado. ¡Cuán hermoso! Luego, en el versículo 4, podemos leer:

4

Oíd la palabra de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel. (Jer. 2:4)

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llevadas a la cautividad), aún se encontraban por allí. Y tenemos que aclarar una cosa aquí, y estar seguros de que lo aclaremos. Las diez tribus nunca se perdieron. Por tanto, es imposible tratar de encontrarlas hoy. Hay grupos que hoy piensan que quizá estén en alguno de los Estados de los Estados Unidos; que se encuentran en ese país, o que se encuentran en Gran Bretaña; pero no están perdidos. Es la misma gente aún, y el mensaje de Dios era para ellos en aquel día. Ellos se encontraban en cautividad en Asiria. Y el versículo 5, de este capítulo 2 de Jeremías, dice:

5

Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos? (Jer. 2:5)

¿Qué mal hay en Dios en el día de hoy, amigo oyente, que nosotros no estamos interesados en Él, y que nosotros no estemos interesados en servirle? ¿Hay alguna maldad en Dios? ¿Hay alguna injusticia con Dios? ¿Está Dios haciendo las cosas mal, en el presente? ¡Cuán maravilloso es esto que tenemos aquí, amigo oyente! Notemos lo que Él dice aquí: ¿Qué

maldad hallaron en mí vuestros padres? ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Cometí alguna maldad?

Y luego, en el versículo 6, dice:

6

Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre? (Jer. 2:6)

La gente no acostumbraba a pasar por ese lugar. Amigo oyente, no hay muchos que pasan por allí hoy. Si usted puede observar alguna persona, se puede dar cuenta de eso. Pero Dios mantuvo a Su pueblo allí por cuarenta años, y Él los cuidó, y Él recuerda esto, y leemos entonces

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aquí en el versículo 7:

7

Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e hicisteis abominable mi heredad. (Jer. 2:7)

Se escucha hablar mucho en el día de hoy, en cuanto a la ecología y que necesitamos limpiar la tierra y todo eso. Debemos decir que eso es algo bueno. Necesita ser limpiada. Pero, ¿sabe una cosa, amigo oyente? Hay una suciedad moral tremenda hoy. Existe hoy una degradación y un deterioro del carácter tremendo; y de eso es de lo que Dios está hablando. Ellos contaminaron la tierra de Dios. Ellos tenían que haber ido allí y ser testigos de Él; y ahora, sin embargo, son tan malos como las personas que se encontraban en esa tierra.

Ahora, en el versículo 8, Dios hace responsables a los líderes espirituales. Creemos que el problema comienza en la Iglesia en nuestros países. Ninguna nación cae, hasta cuando cae primero espiritualmente. Primero viene una apostasía espiritual, pecado moral, y luego la anarquía política. Así es como termina toda nación grande. Y en este versículo 8, leemos:

8

Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha. (Jer. 2:8)

Quisiéramos decir algo aquí (y no queremos criticar capciosamente) pero hay muchas personas que hoy se suponen ser maestros, predicadores y testigos del Señor, aún entre los laicos, y sin embargo, no conocen la Palabra de Dios. No la conocen, y nos duele mucho decir eso. No debería haber necesidad de decirlo, pero eso es lo que sucede, amigo oyente. Y como resultado, ellos no conocen realmente a Dios. Usted, amigo oyente, tiene que tener Su

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Palabra, la Palabra de Dios en su mente y en su corazón, para conocerle a Él. Escuche lo que dice Dios aquí en el versículo 9:

9

Por tanto, contenderé aún con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé. (Jer. 2:9)

Dios dice: “Aún no los he abandonado. Aún voy a raciocinar o alegar con ustedes”. Y ¡cuán maravilloso es eso! Notemos ahora la primera parte del versículo 13 que nos dice:

13a

Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, (Jer. 2:13a)

Eso es una cosa. Y la segunda la encontramos en la última parte de este versículo 13:

13b

y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. (Jer. 2:13b)

Y ¿cuántas personas hoy, amigo oyente, han cavado para sí cisternas, pequeñas cisternas y están bebiendo de esas cisternas? Y eso no los está satisfaciendo. Ellos nunca quedan satisfechos haciéndose ricos. Cada hombre que llega a amasar un millón quiere lograr dos millones más, y luego de esos dos millones, quiere lograr más aún. Y lo mismo podemos decir en cuanto a la fama. Y Dios continúa tratando con esta gente y les dice en cuanto a su condición, en el versículo 19:

19

Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor,

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Jehová de los ejércitos. (Jer. 2:19)

No vamos a hablar hoy en cuanto a la reincidencia. Pero lo haremos, Dios mediante, en nuestro próximo estudio, ya que en el capítulo 3 vamos a saber que aquí se menciona tantas veces, como se menciona en el resto de la Biblia; así es que tiene que ser algo importante. Por tanto, lo vamos a dejar hasta nuestro próximo estudio.

Ahora, Dios les está hablando en cuanto a este asunto de la idolatría. Dios no quiere dejarlos ir. Pero ellos han levantado o creado sus propios dioses, y han seguido a sus propios vicios. Y cuando el hombre rechaza a Dios, amigo oyente, siempre hará algún ídolo. Y lo interesante es (y ya tendremos oportunidad de hablar en cuanto a esto más adelante), pero lo interesante es que cuando la gente hace un ídolo, siempre hacen el ídolo que quieren, un ídolo que les guste, un ídolo al cual les sea fácil satisfacer sus demandas. Es decir, que en realidad un ídolo es nada más que una proyección de la vieja naturaleza del hombre, y cada ídolo representa eso. Y eso es lo que encontramos aquí en esta sección en particular. En realidad, a través de toda esta primera sección podemos ver una polémica contra la idolatría. Vamos a tratar con esto, Dios mediante en nuestro próximo estudio, cuando entremos entonces en el capítulo 3, porque también Él trata con eso en lo que resta de este capítulo 2.

Y queremos recomendarle a usted, amigo oyente, que aun cuando nosotros no vamos a estar tratando con cada uno de los versículos de este capítulo, que usted sí lea esta sección, y que lea toda esta profecía de Jeremías, que esto llegue a ser algo bien conocido para usted. Y eso le sorprenderá a usted, de lo maravilloso que puede resultar para usted mismo.

Alguien ha dicho: “He leído la Biblia y no la comprendo”. Bueno, yo nunca llegué a comprender los problemas de Geometría cuando los leí por primera vez. Tuve que estudiarlos.

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Y creemos, amigo oyente, que usted no llegará a entender la Palabra de Dios simplemente leyéndola una sola vez. Hay muchas personas que dejan la Biblia de lado cuando la han leído una vez y dicen: “Ah, no la comprendo”. Amigo oyente, le aconsejamos que usted siga leyéndola hasta que llegue a comprenderla, hasta que Dios abra su entendimiento y le revele las verdades aquí contenidas. Dios va a abrir su corazón para que usted la entienda, y usted va a descubrir que este es un libro verdaderamente maravilloso. Y bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, continuaremos con nuestro estudio en nuestro próximo programa. Y esperamos que usted nos acompañará para continuar nuestro viaje por este libro de Jeremías. Será pues, hasta entonces, ¡que las ilimitadas misericordias del Señor sean su fiel compañía ahora y siempre!

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