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USCGC Cayuga. Desembarco en Hondarribia

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Academic year: 2021

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1 Durante la II República se siguió manteniendo una costumbre muy típicamente monárquica. Como herencia de la época en que la reina María Cristina veraneaba en San Sebastián, el ministro de Jornada –normalmente el ministro de Exteriores- fijaba su residencia estival en la capital guipuzcoana atendiendo a las representaciones diplomáticas internacionales. Y, también siguiendo esta tradición, los representantes diplomáticos de muchos países fijaban su residencia veraniega en San Sebastián y en las poblaciones cercanas. En el verano de 1936 tres pesos pesados de la política internacional tenían su residencia en Hondarribia: el embajador de los Estados Unidos, Claude Gernade Bowers, historiador, periodista y amigo personal del presidente Roosevelt, en la villa Lore Artean; el también periodista y embajador de Francia, Jean Herbette, en su villa de Loraitz; y el general Manuel Pérez Treviño, héroe de la revolución mejicana y embajador de Méjico, en una villa que no hemos podido situar con exactitud.

Playa de Hondarribia con Lore Artean a la izquierda, y Loraitz a la derecha.

El alzamiento del 18 de julio de 1936 provocó que el gobierno de la República cortara las comunicaciones como medida de seguridad. Las representaciones diplomáticas quedaron incomunicadas -algunas durante meses- con sus países de origen. La embajada norteamericana estaba situada en el hotel Continental de San Sebastián y el matrimonio Bowers quedó aislado en su residencia veraniega hondarribiarra de Lore Artean. Su última comunicación con el consejero de la Embajada en San Sebastián, Hallet Johnson, se produjo el día 19. Fueron pasando los días y nada se sabía del embajador. Las noticias que llegaban a los EE.UU. sobre la sublevación militar y los sangrientos enfrentamientos de la península eran muy alarmantes para el gobierno y la prensa norteamericanos. La esposa del cónsul de Finlandia había muerto alcanzada por una bala perdida en San Sebastián. Santiago Iturralde, empleado de la embajada americana, y su chofer británico eran ametrallados el día 22, a pesar de la bandera norteamericana que llevaba su coche en la parte delantera. El día 23 las agencias de prensa enviaban una nota: “Nada se sabe del

embajador norteamericano desde hace cuatro días. No estaba en la embajada de verano en San Sebastián, sino en su villa del pequeño puerto de Fuenterrabía. ¿Estará con vida?”

El Departamento de Estado y la Marina crearon el “Special Services Squadron”, compuesto inicialmente por dos buques de guerra que se encontraban entonces en Europa, el acorazado USS Oklahoma y el crucero USS Quincy. El

Oklahoma fue enviado a la costa vasca y el Quincy a la andaluza. Pero el Oklahoma era un imponente acorazado que

sólo podía arribar a puertos como Bilbao o Santander. Hacía falta urgentemente un barco más pequeño que pudiera acercarse a puertos de menor calado. Y lo encontraron.

Cosas de Alde Zaharra 20

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2 El guardacostas norteamericano USCGC Cayuga, con 75 metros de eslora y sólo cuatro de calado máximo, era un buque especialmente construido para poder soportar las duras condiciones del Mar del Norte. Durante cuatro años su misión había sido actuar como rompehielos en la bahía de Buzzards y realizar operaciones de rescate ante buques en peligro. Pero esta vez se encontraba en el puerto francés de Le Havre, como crucero de prácticas para cadetes de marina norteamericanos, zarpando hacia su siguiente destino: las islas Madeira.

El día 23, a las 22:00, el USCGC Cayuga recibió la orden de variar de rumbo. Su destino sería ahora el puerto de San Sebastián. Su nueva misión, ponerse a las órdenes del capitán Hall comandante del USS Oklahoma, para encontrar y rescatar al embajador Bowers y evacuar a los ciudadanos norteamericanos que quisieran hacerlo. Mientras los 3.200 caballos de su turbina impulsaban a toda máquina sus 2.000 toneladas de desplazamiento, los 85 miembros de su tripulación pasaron la noche haciendo espacio en los camarotes y convirtiendo las zonas comunes en hospital de campaña. No sabían con qué se iban a encontrar.

El Cayuga llegó a San Sebastián el día 24 a las 18:30. No habían previsto este destino, así que carecían de cartas detalladas y portulanos. Una lancha del Cayuga se dirigió al barco británico HMS Veteran, anclado fuera del puerto, en busca de información para un fondeo seguro. Los oficiales británicos les informaron que la tarde anterior una torpedera gubernamental había atacado a las fuerzas rebeldes que se encontraban en el Casino y el Club Náutico, creando una situación muy peligrosa para los buques que se encontraban en el puerto. Por esta razón, y por el muy limitado espacio de maniobra, los oficiales británicos les aconsejaron no entrar en el puerto. El guardacostas decidió fondear fuera del puerto. Algo que a partir de aquí harían siempre en su estancia en la costa cantábrica. Todos los atardeceres el Cayuga ponía rumbo a la mar y pasaba la noche a unas cinco millas de la costa.

Desde su posición, el Cayuga envió una lancha a tierra con un oficial y varios marineros, para tratar de entrar en contacto con los funcionarios de la embajada norteamericana. Mientras el oficial se dirigía al hotel Continental, un grupo de hombres armados se acercó a la lancha, y apuntándoles con sus armas, exigió a los marineros que abandonaran el puerto. Tras unos momentos de tensión y conversaciones entre dos grupos armados que no podían entender cada uno el idioma del otro, se les permitió esperar hasta la vuelta del oficial.

Ese mismo día 24 Claude Bowers conseguía, por fin, contactar a las 22:00 horas con el departamento de Estado norteamericano. La llamada era de Wilbur Carr, ayudante del Secretario de Estado. Según Bowers, “el interlocutor,

desde el departamento de Estado en Washington, parecía sorprendentemente extrañado y aliviado al oír mi voz (…) no cesaba de decirme, como si no diera crédito a sus oídos: “¿Está usted de veras bien?”. Al parecer sospechaba que yo estaba preso y que estaba hablando mientras me apuntaban con una pistola”. El embajador informó que había

quedado totalmente aislado en Hondarribia, pero que su familia, el personal de la villa y él mismo se encontraban bien. No había podido hasta ese día establecer ningún contacto porque todas las comunicaciones estaban cortadas, y el

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3 tráfico hacia la vecina Hendaya había quedado cerrado incluso para vehículos diplomáticos. En la conversación se le informó que el USCGC Cayuga había llegado a San Sebastián y el USS Oklahoma se encontraba en Bilbao.

El día 25 el guardacostas recibió la orden de dirigirse a Hondarribia y contactar directamente con el embajador. Bowers cuenta en sus memorias, “estaba mirando hacia el mar desde mi balcón, cuando vi un barco y, al observarlo

con mis anteojos, vi las barras y estrellas de nuestra bandera. Era el Cayuga. Fondeó a dos millas de la playa y echó al agua una lancha”. Ramón Sainz de los Terreros, testigo presencial, narra en su diario que “ancló frente a la playa un barco con trazas de yate1, con bandera americana, del que salió al poco tiempo una canoa tripulada por oficiales de la Marina, en dirección al embarcadero. Al mismo tiempo y en la misma dirección salieron de los chalets que ocupan, los embajadores de Francia y de los EE.UU., en sus automóviles oficiales, los únicos que circulan por Fuenterrabía sin bandera roja”.

Claude y Sybil Bowers. A la derecha Lore Artean, su residencia de verano en Hondarribia (AHH)

Bowers se movió rápidamente. Conocía el incidente del día anterior en el muelle donostiarra, y no estaba seguro de cómo iban a tomarse los milicianos del Frente Popular la presencia de militares norteamericanos en la ciudad. “Me

dirigí al pueblo (a la Marina) a recibirlos. Casi todo el pueblo se había reunido, y yo me preguntaba cuál sería el estado de ánimo de cuántos observaban la lancha. Los oficiales con elegantes uniformes, estaban de pie en la lancha que se balanceaba con las olas. Me apresuré a acudir al encuentro de los tenientes Cowert y Jones”. Bowers respiró

aliviado al ver que no se producía ningún problema y que “los pescadores y campesinos, con las armas a la espalda,

saludaban a nuestros oficiales con tanta corrección como les era posible”. Don Ramón S. Terreros, partidario de la

sublevación y poco amante de aquellos embajadores demasiado republicanos para su gusto, afirmaba que “fuimos

varios hacia el embarcadero, donde también se encontraba una representación de nuestra Marina de guerra (algo así como un contramaestre y dos marineros) y otra del Comité del Frente Popular, a la que nadie hizo caso”.

Los marinos acompañaron al embajador a Lore Artean, donde, conocedores de que la esposa del embajador –Sybil-estaba tejiendo una bandera norteamericana para colocarla en la villa, le entregaron una bandera traída del Cayuga. Bowers les comunicó que, en su opinión, la situación era tranquila en Hondarribia y no veía razones para abandonar la ciudad. Les pidió que el Oklahoma se dirigiera a Bilbao y el Cayuga a San Sebastián, para evacuar a los ciudadanos extranjeros que quisieran salir de estas dos ciudades. Así que recogieron cuantos mensajes de personas aisladas fueron llegando a la villa, con el compromiso de enviarlos a través del telégrafo del buque, y volvieron al Cayuga. El guardacostas volvió a San Sebastián a las 17:40 horas, y envió una lancha para informar al consejero Hallet Jonson de

1 Que Don Ramón confundiera inicialmente al USCGC Cayuga con un yate no tiene mucho de particular. Desde la distancia a la

que se encontraba era difícil observar sus cuatro cañones de calibre ligero, y los guardacostas norteamericanos de la época iban pintados de color blanco (una costumbre que se mantiene hoy en día).

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4 la decisión del embajador de permanecer en Hondarribia. Mientras los marineros esperaban en el puerto, una torpedera de la república se acercó a la entrada del puerto donostiarra y, durante una hora disparó contra objetivos rebeldes. Mientras tanto, y en Hondarribia, Bowers se encontraba en la calle con el capitán Townsend Griffis, que había sido enviado como alternativa desde la embajada en París, según el embajador “para encontrarme vivo o muerto, y me

había encontrado en medio de una multitud de pescadores y trabajadores que me trataban con la mayor cortesía”.

La situación en San Sebastián se estaba volviendo muy difícil y finalmente se decidió trasladar al personal de la embajada y a los refugiados al Cayuga. El día 26 se enviaron lanchas a tierra para evacuar a 61 personas y a su equipaje, en condiciones de mar muy picada. Eran 14 norteamericanos, y otros 47 de diversas nacionalidades, a quienes trasladaron a San Juan de Luz. Desde el departamento de Estado llegó una orden tajante. La situación era insostenible y había que convencer como fuera a Claude Bowers para que abandonara Hondarribia y estableciera su embajada en Hendaya.

Evacuación de refugiados y personal de la embajada, el día 26 en San Sebastián (fotografías tomadas por la tripulación del USCGC Cayuga)

El día 27 el guardacostas volvió a presentarse en Hondarribia. Bowers había decidido establecer la embajada norteamericana en Lore Artean, y permanecer en Hondarribia. Y esperaba a sus colaboradores en la villa para empezar a trabajar desde aquí. Pero desconocía las órdenes que había recibido su personal directamente de Washington. Sus colaboradores pusieron pie a tierra en el embarcadero en “un día frío, lluvioso y desapacible”. Sainz de los Terreros escribe: “Cerca del mediodía ancló frente a la playa el mismo barco norteamericano que vino anteayer, y también

destacó su canoa con oficiales y gente de la Embajada, a los que fue a recoger su automóvil oficial. Según referencias de “segunda mano”, parece ser que se trasladan a Francia, abandonando esta residencia”. Don Ramón parecía estar

mejor informado que el propio Bowers.

El embajador nos cuenta que “se sentaron todos en la biblioteca, guardando un silencio grave. Entonces Johnson, en

nombre de todos, dijo que era mortalmente peligroso para mí continuar en España y que debía cruzar la frontera sin más dilación. Yo me enfadé, y me opuse a la idea, pues no veía un peligro inmediato y estaba convencido de que no había justificación para irse de aquí”. El capitán Griffis le dijo que, en caso de una emergencia, Bowers y su familia

no podrían llegar al barco “sin ir al centro de la población y tener que navegar en una motonave dos millas, al

alcance de las balas desde la playa”. Y Flynn le dio la puntilla argumentando que “si sucediera algo grave y tuvieran que enviarse marineros para rescatarle a usted, y alguno muriera, usted nunca se perdonaría haber decidido continuar aquí”.

Bowers se enfrentaba a un dilema, porque parecía ser el único que quería mantener la embajada norteamericana en Hondarribia y no salir del país. A las diez de la noche se reunió con su esposa Sybil y con su hija Patricia, que estaban

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5 de acuerdo con él en seguir en la ciudad. A las cinco de la mañana aceptaron las órdenes del departamento de Estado. De madrugada, una lancha del Cayuga les trasladó a Hendaya, y veinte minutos después estaban en San Juan de Luz. Pero el embajador tenía su propio plan. Había aceptado salir de Hondarribia, había acatado la orden de salir de la península, pero sólo en un sentido terrestre. El día 28 Bowers comunicaba al departamento de Estado que “había

tomado la decisión inusual de hacer de un buque una embajada flotante”. Por primera vez en la historia de los

EE.UU. un barco se convertía oficialmente en embajada norteamericana en un país extranjero. Desde el Cayuga, el embajador disponía de toda la capacidad de transmisiones de la Marina para comunicar con Washington o con cualquier otro lugar. Era el lugar más seguro para el personal, los archivos y los códigos de la embajada. Pero necesitaban urgentemente lo que nunca sobra en un buque de guerra: espacio. Así que se dio la orden al USS Arkansas y al USS Wyoming de dirigirse a Bilbao. Y allí llegó el día 30 el Cayuga para transferir a estos buques a los 56 cadetes y todo el material que les acompañaba.

Los cadetes abandonando el USCGC Cayuga y embarcando en el US Wyoming, el día 30 en Bilbao (fotografías tomadas por la tripulación del Cayuga)

El resto de julio y las primeras semanas de agosto, el guardacostas, además de servir como embajada flotante de los EE.UU., se dedicó a investigar los informes de ciudadanos norteamericanos desaparecidos y realizar con éxito evacuaciones en Vigo, La Coruña, Ferrol y Santander. Se metió en algún que otro lío, pero la presencia cercana de la enorme potencia de fuego del USS Oklahoma tendía a apaciguar los ánimos.

El día 16 de agosto, Bowers desembarcó y estableció en tierra la sede de la embajada norteamericana, alquilando varias habitaciones en el hotel Euskalduna de Hendaya. El desembarco fue producto de una orden imperativa de Washington. Aquella aventura tenía que terminar de inmediato. La explicación oficial del departamento de Estado fue que Bowers actuaba como comandante de los buques norteamericanos, dando las órdenes necesarias, y los marinos sólo podían recibir órdenes directas de la Marina y del presidente de los EE.UU.. Así que para prevenir posibles roces entre el embajador y los militares, quedaba cancelada la “embajada flotante”.

Estas eran las explicaciones oficiales. En realidad, esta aventura estaba poniendo en entredicho la política de no intervención defendida sobre todo por el secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull. Bowers, decidido partidario del gobierno republicano, no era muy “diplomático” con las autoridades rebeldes. Desembarcaba en los puertos en manos gubernamentales y visitaba las ciudades, cumplimentando a las autoridades. Y se negaba a desembarcar en los puertos tomados por los sublevados, desoyendo las invitaciones que recibía para visitar a los responsables. Tuvo al menos dos encontronazos con el Cervera. Y su peripecia estaba recibiendo demasiada atención de los medios norteamericanos e internacionales.

La embajada flotante desembarcó el día 16 de agosto. Y el día 17 el crucero Almirante Cervera y el acorazado España bombardeaban el fuerte de Guadalupe ante la vista de Bowers y el resto de las representaciones diplomáticas con sede

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6 entonces en Hendaya. No establecemos ninguna relación causal entre ambas fechas. No podemos. Es, simplemente, que tenemos muy poca fe en la existencia de las casualidades cuando la diplomacia anda cerca.

El USCGC Cayuga continuó en aguas del Cantábrico, ya sin Bowers ni embajada, hasta que el 1 de octubre de 1936 recibió la orden de volver a los Estados Unidos. El buque volvió por aquí en la segunda guerra mundial, pero sin que nadie pudiera reconocerlo. Había sido prestado a la marina británica, pintado con los colores de los buques de guerra de su majestad y convertido en la patrullera HMS Totland-Y88.

El guardacostas norteamericano USCGC Cayuga reconvertido en la patrullera británica HMS Totland-Y88, durante la segunda guerra mundial

Ninguno de los embajadores “hondarribiarras” sobrevivió políticamente a la guerra civil. Manuel Pérez Treviño tenía mucho más de general revolucionario que de diplomático. Realizando un arriesgadísimo viaje fue el primer embajador extranjero en volver a su sede en Madrid. Abrió las puertas de la embajada mejicana a todos los que necesitaran refugio, pero no midió muy bien lo que hacía. Inicialmente, en el Madrid republicano, los refugiados provenían del bando rebelde. La embajada llegó a tener más de 1.000 asilados y tuvo que repartirlos en diversos edificios. Cuando la capital se vio cercada por los sublevados, los refugiados procedieron del bando republicano, lo que condujo a verdaderas batallas campales en el interior de los edificios de la embajada. Fue cesado en diciembre de 1936 por el gobierno mejicano.

Jean Herbette era un diplomático en estado puro. Dispuesto a contactar con Lucifer si le diera información, cambiaba de parecer según conviniera en cada momento a la política exterior de su país. Al inicio de la contienda mostraba abiertamente sus simpatías por el gobierno republicano. Con la caída de Bilbao, ya proponía que se reconociera diplomáticamente a los sublevados. Sus estrechos contactos con la quinta columna que formaban entre Hendaya y Biarritz algunos espías y aristócratas partidarios de los rebeldes, provocaron que el gobierno francés le destituyera en octubre de 1937. Nunca dejó de frecuentar su villa Loraitz en Hondarribia. A su muerte su esposa –Jeanne- legó la villa a la ciudad “con todo aquello que la compone o dependa de ella, a favor del hospital San Gabriel de

Fuenterrabía”.

Claude Gernade Bowers era más un intelectual y un político que un diplomático. Y esta era la razón por la que había sido enviado por Roosevelt en 1933 a representar al gobierno norteamericano ante la república. Los medios del territorio en manos de los sublevados, y después la prensa de la dictadura, o bien pasaron de su existencia o le dedicaron adjetivos como “enemigo de España” y “embajador tendencioso”. Y algunas “tendencias” está claro que tenía. Luchó con todas sus fuerzas para que el ejecutivo de Roosevelt no reconociera al régimen del general Franco y, cuando el 1 de abril de 1939 los EE.UU. reconocieron finalmente la legitimidad de la dictadura, Bowers presentó su dimisión. Tras su renuncia al cargo, tomó un tren en Paris para embarcar en Le Havre hacia Estados Unidos. Le acompañaban en el tren como única escolta sus amigos, el escritor Ernest Hemingway y el vicepresidente Leizaola.

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7 Bowers, cuyo interesante papel en la guerra civil todavía no ha sido suficientemente reconocido, escribió en sus memorias: “Toda la simpatía de mi corazón estaba con los vascos (…) sus pescadores, convertidos en soldados,

haciendo desgarbadamente el saludo militar en Fuenterrabía, me llegaron al corazón”

Fotografía oficial de prensa del USCGC Cayuga convertido en “embajada flotante”. Está tomada entre el 28 y el 30 de julio de 1936. El 28 se encontraba en San Juan de Luz, y el 30 en Bilbao. Así que está tomada “en algún lugar de la costa vasca” entre ambas poblaciones.

Tetxu HARRESI, 4 de septiembre de 2013

Fuentes:

T.P.A. (1936), San Sebastian (July 1936), The Naval Review, Vol. XXIV, nº 4, Noviembre de 1936

USCGA (1937), Tide rips for 1937, United States Coast Guard Academy

Sainz de los Terreros, R. (1937), Horas críticas. Cómo se desarrolló el movimiento revolucionario en la frontera del Bidasoa, Aldecoa, Burgos

USCG (1941), The accomplishments of the Coast Guard Cutters transferred to the United Kingdom, USCG, Research and Statistics Section, Operations Division, Washington

Bowers, C. (1978), Misión en España (1933-1939). El umbral de la Segunda Guerra Mundial, Plaza y Janés, Barcelona

Mary Josephine Hrenchir, M. J. (1993), Claude G. Bowers and American foreign relations, ETD collection for University of Nebraska, Enero 1993 , Lincoln..

Canney, D.L. (1995), U.S. Coast Guard and Revenue Cutters, 1790-1935, Naval Institute Press, Annapolis

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Barruso, P. (2004), República, guerra y franquismo en Hondarribia (1931-1959), en Historia de Hondarribia, Ayuntamiento de Hondarribia

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