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ANTOLOGÍA DE LA GENERACIÓN DEL 27

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VICENTE ALEIXANDRE (1898-1984)

SE QUERÍAN Se querían.

Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura,

labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz. Se querían como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo,

cuando los rostros giran melancólicamente, gira lunas que brillan recibiendo aquel beso. Se querían de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca. Se querían de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente sólo. Se querían de día, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo. Mediodía perfecto, se querían tan íntimos, mar altísimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando. Amando. Se querían como la luna lúcida, como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida, donde los peces rojos van y vienen sin música. Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal, metal, música, labio, silencio, vegetal,

mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

LUIS CERNUDA (1902-1963)

NO DECÍA PALABRAS No decía palabras,

acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe,

una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas

hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño

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Un roce al paso,

una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo

otro cuerpo que sueñe;

mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,

iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. Aunque sólo sea una esperanza

porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMA Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido;

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RAFAEL ALBERTI (1902-1999)

EL MAR. LA MAR (Marinero en tierra, 1925) El mar. La mar.

El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste del mar?

En sueños, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá?

SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA Si mi voz muriera en tierra

llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. ¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela!

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)

ES VERDAD (Canciones, 1927)

¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! Por tu amor me duele el aire, el corazón

y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo y esta tristeza de hilo

blanco, para hacer pañuelos? ¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! ENCUENTRO

Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos.

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Tú… por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto! Sigue esa veredita. En las manos, tengo los agujeros de los clavos

¿No ves cómo me estoy desangrando?

No mires nunca atrás, vete despacio y reza como yo a San Cayetano, que ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos.

Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla (Romancero Gitano, 1924-27)

A Margarita Xirgu

Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros. Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo. El día se va despacio,

la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre

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6 entre los cinco tricornios.

Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros. Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo. A las nueve de la noche lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro.

Muerte de Antoñito el Camborio

A José Antonio Rubio Sacristán

Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí. En la lucha daba saltos jabonados de delfín. Bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Cuando las estrella clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de alhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Antonio Torres Heredia. Camborio de dura crin, moreno de verde luna, voz de clavel varonil: ¿Quién te ha quitado la vida cerca del Guadalquivir? Mis cuatro primos Heredias

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Hijos de Benamejí.

Lo que en otros no envidiaban, ya lo envidiaban en mí. Zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado con aceituna y jazmín. ¡Ay, Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz! Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir. ¡Ay Federico García, llama a la guardia civil! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz. Tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir. Un ángel marchoso pone su cabeza en un cojín. Otros de rubor cansado encendieron un candil. Y cuando los cuatro primos llegan a Benamejí,

voces de muerte cesaron cerca del Guadalquivir.

VUELTA DE PASEO (Poeta en Nueva York, 1940) Asesinado por el cielo

entre las formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal, dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta y el niño con el blanco rostro de huevo. Con los animalitos de cabeza rota y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene de cansancio sordomudo y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día. ¡Asesinado por el cielo!

SONETO DE LA DULCE QUEJA (Sonetos del Amor Oscuro, póstumo)

Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua y el acento que me pone de noche en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento. Tengo pena de ser en esta orilla

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8 tronco sin ramas, y lo que más siento

es no tener la flor, pulpa o arcilla, para el gusano de mi sufrimiento. Si tú eres el tesoro oculto mío, si eres mi cruz y mi dolor mojado, si soy el perro de tu señorío.

No me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río

con hojas de mi Otoño enajenado.

PEDRO SALINAS (1881-1951)

De LA VOZ A TI DEBIDA (1933) Para vivir no quiero

islas, palacios, torres. ¡Qué alegría más alta: vivir en los pronombres! Quítate ya los trajes, las señas, los retratos; yo no te quiero así, disfrazada de otra, hija siempre de algo. Te quiero pura, libre, irreductible: tú. Sé que cuando te llame

entre todas las gentes del mundo, sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes quién es el que te llama, el que te quiere suya, enterraré los nombres, los rótulos, la historia. Iré rompiendo todo lo que encima me echaron desde antes de nacer. Y vuelto ya al anónimo eterno del desnudo, de la piedra, del mundo, te diré: "Yo te quiero, soy yo."

Ayer te besé en los labios.

Te besé en los labios. Densos, rojos. Fue un beso tan corto que duró más que un relámpago, que un milagro, más.

El tiempo

después de dártelo no lo quise para nada ya, para nada

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lo había querido antes. Se empezó, se acabó en él. Hoy estoy besando un beso; estoy solo con mis labios. Los pongo

no en tu boca, no, ya no

—¿adónde se me ha escapado?—. Los pongo

en el beso que te di ayer, en las bocas juntas del beso que se besaron. Y dura este beso más que el silencio, que la luz. Porque ya no es una carne ni una boca lo que beso, que se escapa, que me huye. No.

Te estoy besando más lejos.

HA sido, ocurrió, es verdad.

Fue en un día, fue una fecha que le marca tiempo al tiempo. Fue en un lugar que yo veo. Sus pies pisaban el suelo este que todos pisamos. Su traje

se parecía a esos otros que llevan otras mujeres. Su reló

destejía calendarios, sin olvidarse una hora : como cuentan los demás. Y aquello que ella me dijo fue en un idioma del mundo con gramática e historia. Tan de verdad

que parecía mentira. No.

Tengo que vivirlo dentro, me lo tengo que soñar. Quitar el color, el número, el aliento todo fuego,

con que me quemó al decírmelo. Convertir todo en acaso,

en azar puro, soñandolo. Y así, cuando se desdiga de lo que entonces me dijo, no me morderá el dolor de haber perdido una dicha

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10 que yo tuve entre mis brazos,

igual que se tiene un cuerpo. Creeré que fue soñado. Que aquello, tan de verdad, no tuvo cuerpo, ni nombre. Que pierdo

una sombra, un sueño más.

EL CONTEMPLADO

De mirarte tanto y tanto, de horizonte a la arena, despacio,

del caracol al celaje,

brillo a brillo, pasmo a pasmo, te he dado nombre; los ojos te lo encontraron, mirándote. Por las noches,

soñando que te miraba, al abrigo de los párpados maduró, sin yo saberlo, este nombre tan redondo

que hoy me descendió a los labios. Y lo dicen asombrados

de lo tarde que lo dicen. ¡Si era fatal el llamártelo! ¡Si antes de la voz, ya estaba en el silencio tan claro! ¡Si tú has sido para mí, desde el día

que mis ojos te estrenaron, el contemplado, el constante Contemplado!

JORGE GUILLÉN (1893-1984)

Dije: Todo ya pleno. Un álamo vibró. Las hojas plateadas sonaron con amor. Los verdes eran grises, el amor era sol. Entonces, mediodía, un pájaro sumió su cantar en el viento con tal adoración que se sintió cantada bajo el viento la flor crecida entre las mieses más altas. Era yo, centro de aquel instante de tanto alrededor, quien lo veía todo completo para un dios. Dije: “Todo, completo. ¡Las doce en el reloj!"

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GERARDO DIEGO (1896-1987)

ULTRAÍSMO POÉTICO (De EVASIÓN, 1918-1919)

Salto del trampolín. De la rima en la rama brincar hasta el confín de un nuevo panorama. Partir del humorismo funámbulo y acróstico, a cabalgar el istmo

del que pende lo agnóstico. La garganta estridente, el corazón maduro y desnuda la frente ávida de futuro. Y un asirse y plegarse a la música hermana para bienorientarse en la libre mañana. Repudiar lo trillado para ganar lo otro. Y hozar gozoso el prado con relinchos de potro. Y así ved mis diversos versos de algarabía. Versos

versos más versos

como canté algún día.

RÍO DUERO, RÍO DUERO... De SORIA (1922)

Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja, nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde la ciudad vuelve la espalda. No quiere ver en tu espejo su muralla desdentada. Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de plata, moliendo con tus romances las cosechas mal logradas.

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12 Y entre los santos de piedra

y los álamos de magia pasas llevando en tus ondas palabras de amor, palabras. Quién pudiera como tú, a la vez quieto y en marcha cantar siempre el mismo verso pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero, nadie a estar contigo baja, ya nadie quiere atender tu eterna estrofa olvidada sino los enamorados

que preguntan por sus almas y siembran en tus espumas palabras de amor, palabras.

EL CIPRÉS DE SILOS De VERSOS HUMANOS (1925) Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza. Chorro que a las estrellas casi alcanza devanado a sí mismo en loco empeño. Mástil de soledad, prodigio isleño; flecha de fe, saeta de esperanza. Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza, peregrina al azar, mi alma sin dueño. Cuando te vi, señero, dulce, firme, qué ansiedades sentí de diluirme y ascender como tú, vuelto en cristales, como tú, negra torre de arduos filos, ejemplo de delirios verticales, mudo ciprés en el fervor de Silos.

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DÁMASO ALONSO (1898-1980)

VEINTE AÑOS De POEMAS PUROS. POEMILLAS DE LA CIUDAD (1921) “Veinte años tienes -hoy me dije-

veinte años tienes, Dámaso.” Y los novios pasaban por la calle, cogidos, cogiditos de la mano. Y me puse a leer un libro viejo y a escribir unos versos, donde canto el amor y la dicha de ser joven

cuando hace sol y está florido el campo.

GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR De HIJOS DE LA IRA (1944) Gota pequeña, mi dolor.

La tiré al mar. Al hondo mar. Luego me dije: ¡A tu sabor

ya puedes navegar!

Mas me perdió la poca fe... La poca fe

de mi cantar.

Entre onda y cielo naufragué. Y era un dolor inmenso el mar. INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,

y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido,

fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole a Dios,

preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

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EMILIO PRADOS (1899-1962) POSESIÓN LUMINOSA

Igual que este viento, quiero figura de mi calor

ser y, despacio, entrar donde descanse tu cuerpo del verano; irme acercando hasta él sin que me vea; llegar, como un pulso abierto latiendo en el aire: ser figura del pensamiento mío de ti, en su presencia; abierta carne del viento, estancia de amor en alma. Tú -blando marfil de sueño, nieve de carne, quietud de palma, luna en silencio-, sentada, dormida en medio de tu cuarto. Y yo ir entrando igual que un agua serena, inundarte todo el cuerpo hasta cubrirte y, entero quedarme ya así por dentro, como el aire en un farol, viéndose temblar, luciendo, brillar en medio de mí, encendiéndose en mi cuerpo, iluminando mi carne

toda ya carne de viento.

MANUEL ALTOLAGUIRRE (1905-1959) ERA MI DOLOR TAN ALTO

Era mi dolor tan alto, que la puerta de la casa de donde salí llorando me llegaba a la cintura. ¡Qué pequeños resultaban los hombres que iban conmigo! Crecí como una alta llama de tela blanca y cabellos. Si derribaran mi frente los toros bravos saldrían, luto en desorden, dementes, contra los cuerpos humanos. Era mi dolor tan alto, que miraba al otro mundo por encima del ocaso.

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