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EL CA..SO DE MURCIA Y LORCA ( 2)

Los resultados obtenidos a partir de los datos presenta-dos en el cuadro 1.VI, donde se resume el alcance del pro-ceso desvinculador en la mayor parte de los municipios murcianos, confirma la tremenda distancia existente entre el impacto del fenómeno en las comarcas que hemos denomi-nado «centrales» y las «periféricas». Las cantidades invertidas eñ la compraventa de tierras por determinados colectivos pertenecientes a las primeras se aproxima a160 % del monto total a que ascendieron las transacciones, y otro tanto sucede con la masa de bienes implicada. Por tanto, la incidencia del trasiego de fincas sobre las economías respectivas hubo de ser muy superior en ellas, así como las oportunidades ofreci-das para la constitución de patrimonios ex novo. Incluso con-viene atender a las posibles repercusiones del proceso en la economía regional globalmente considerada, precisamente a causa de ese carácter «central» al que aludíamos. Huelga decir que estos apelativos no son en absoluto geográficos, sino histórico-económicos, queriendo significar con su uso el hecho de que la evolución experimentada a lo largo de los períodos moderno y contemporáneo convirtió a la costa y a la depresión prelitoral -donde están ubicadas la capital y Lorca- en la zona nuclear del antiguo reino, mientras que las restantes comarcas se desarrollaban a un ritmo más lento.

Al final de dicha evolución, ya en el siglo ^c, Murcia y

Carta-gena concentraban las densidades humanas y la proporción de rentas ^ier capita más elevadas de la región (1).

Antes de comenzar a exponer lo sucedido entre 1836 y 1860 en las dos entidades que figuran en el epígrafe del capí- , tulo, es necesario advertir la imposibilidad de separar el estu-dio del proceso desarrollado en su propio suelo del relativo a Aguilas y Cartagena. Tal circunstancia obedece a una prác-tica económica muy extendida entre los individuos acomo-dados de ambas ciudades portuarias, consistente en la inversión preferente de sus caudales en fincas ubicadas en los términos de las dos aglomeraciones vecinas, a causa, esen-cialmente, de la presencia de espacios agrícolas mas renta-bles en estas últimas -las huertas del Segura y el Guada-lentín-. El fenómeno es aún más visible en el caso de Agui-las, emancipada en fechas muy tardías (1834) del gran muni-cipio lorquino, a consecuencia de lo cual los lazos existentes entre los dos núcleos de población eran todavía muy estre-chos (2). Si por, un lado, los oligarcas de la ciudad madre conservaban grandes fincas en la Marina, por otro los princi-pales comerciantes de origen aguileño solían residir en la antigua cabeza de partido y abrir tiendas en ella. En ocasio:.

nes, incluso, la «casa» o establecimiento mercantil central se ubicaba en Lorca, de mayor envergadura urbana y más empaque social.

El sistema seguido para estudiar las peculiaridades de la desvinculación en los municipios situados en esta vasta zona -supone e133 % de la superficie regional- no difiere esen-cialmente del aplicado a los analizados anteriormente. Sin embargo, dado el volumen alcanzado por las transacciones

(1) M. T. Péat:z Ptcnzo: «El modelo de creámiento contemporáneo murciano.

Una perspectiva histórica (1750-1980)». Papeles de Economía española Serie Economía de las Camunidádes Autónomas. Murcia. 1989, pp. 3- 20.

(2) La construcción del puerto de S. Juan de las Aguilas se había iniciado bajo el reinado de Carlos III, generando a su alrededor un núcleo de población cuyos habitantes se incrementaron rápidamente a fines del xvttt, en gran parte a conse-cuencia de las roturaciones de los campos circundantes. Pese a ello, el Ayunta-miento de Lorca se opuso tenazmente hasta el final del Antiguo Régimen a todos los intentos de emancipación.

en ellos, hemos considerado pertinente descender al detalle y seguir la evolución cronológica de la demanda de los distin-tos tipos de bienes vendidos (fincas de secano o de regadío, porciones de agua...). Posteriormente, se procede a evaluar el reparto de la tierra enajenada entre las diversas categorías sociales, procurando conectar el esquema resultante con la realidad económica de estos espacios en las décadas centra-les del xtx.

VII.1. El movimiento de enajenaciones en la capital y sus implicaciones socio-económicas

Obsérvese, aparte de la marcha ascendente de las operacio-nes, que ya conocemos, el progresivo incremento de la pro-porción de tierras desvinculadas sobre el total de las vendidas, que raramente desciende por debajo de la tercera pane en ninguno de los años afectados. Esta movilización de un factor productivo hasta ahora semibloqueado, constituye un buen indicador de la aceptación del concepto de propie-dad privada plena; de hecho, la rapidez con que tuvo lugar demuestra hasta que punto la idea ya estaba afianzada en la mentalidad colectiva de los propietarios. Si además separáse-mos las fincas de regadío de las de secano, el porcentaje subi-ría del 33 al 50 %, como corresponde a la gran extensión alcanzada por la propiedad vinculada en la huerta. Asi-mismo, la parte concerniente a las parcelas ubicadas en esta última crece con más celeridad que la relativa a las grandes explotaciones de secano. En ello influyeron también las pre-ferencias inversoras de los adquirentes ya que, como vere-mos, la minoría de grandes comerciantes se volcaron decididamente a favor de la compra de explotaciones de regadío. Resulta significativo al respecto que el único año en el cual se dispara la can^dad de hectáreas de secano vendidas (1857) a causa de la enajenación de la gran finca «La Zar-za» (3), su comprador fuese un miembro de la nobleza, el

(3) Ubicada en las diputaciones rurales de Cañada Hermosa y Barqueros,

Cuadro 1

EVOLUCION DE LAS TRANSACCIONES EN MURCIA, 1836-1860

AHos Regadío (T.)^ Secano (Ha.) Total (Ha.)

% total tienas vendidas

Capita[es (r.v.)

1836 ]08 - 12 11 22.821

7 617 127 199 33,5 554.938

8 510 224 284 19,63 689.855

9 1.108 124 943 38,22 769.880

1840 579 31 99 34,66 568.649

1 1.439 90 260 31,92 1.159.379

2 1.137 370 504 39,66 1.246.401

3 380 780 883 41,54 1.255.014

4 592 14 84 25,5 555.971

5 735 880 967 45,19 1.292.377

6 608 1.090 1.262 25,82 807.417

7 931 170 279 58,84 1.544.013

8 1.297 223 376 55,22 2.096.802

9 768 356 447 41,95 1.122.044

1850 1.434 97 266 47,00 1.640.489

1 884 201 305 43,56 1.408.329

2 971 943 955 63,23 1.305.929

8 568 626 693 58,25 1.079.700

4 722 - 85 26,00 724.527

5 1.819 328 543 52,92 2.104.503

6 430 701 751 24,06 904.449

7 1.008 11.970 12.089 28,00 2.248.808

8 730 414 560 37,18 1.785.947

9 755 684 773 41,36 1.727.970

1860 727 977 1.063 35,91 1.606.666

Total ^ 21.357 21.420 24.024 - 80.372.372

Fuente: Libros del Registro antiguo de hipotecas, V. 87 a 131. A.H.P.M.

Elaboración propia.

(a) Se ha respetado la medida tradicional del regadío en tahúllas (1 T= 0,118 Ha.), aunque en la suma total de cada año se transforman en hectáreas para poder seguir la evolución de conjunto.

constituye un auténtico latifundio de 5.940 Has. integrado en los mayorazgos del Marqués del Campillo. Había sido adquirida primero por los descendientes del Conde de Floridablanca y después por nuestro personaje, que pagb por ella 280.000 reales. A. H. P. M. Libro 123 del Registro de Hipotecas, fol. 119.

Marqués de Camachos y no un representante del capital mercantil.

L.a distribución de este contingente de tierras, entre las distintas categorías sociales, puede ser resumida como sigue:

cuadro 2

REPARTO DE IAS SUPERFICIES VENDIDAS (9b7 EN MURCIA Y CARTAGENA

MURCIA

Oligarqttía Comtrciantcs Pcgu. clasc

media uróana ^yradares

Tolal Ha.

N.° miembras % Núm. % Núm. % Núm. %

Comprddores. S2 8,31 96 24,95 53 13,76 204 53 385

Superficies

ven-didas ... 7.478 31,12 9.756 40,60 2.042 8,49 4.748 19,79 24.024

CARTAGENA

Compradores .. 4 2,01 58 29,14 59 29,64 78 39,31 199

Superficies

ven-didas ... 712 15,31 1.949 41,91 872 18,75 I.I17 24,05 4.650

A1 comparar este esquema con los expuestos en el capí-tulo anterior se observa, en primer lugar, el descenso experi-mentado por los porcentajes alusivos a los miembros de la oligarquía y el ascenso paralelo de los pertenecientes a los comerciantes y, lo que es más importante, el incremento de la cantidad de tierras retenida por este segundo colectivo. De esta manera, el capital mercantil se coloca en cabeza, lo que hasta. ahora no había sucedido en ningún caso. Asimismo, aumenta la participación dé la pequeña clase media urbana, aunque no la suma total de fincas conseguidas por ella. En cambio, las magnitudes referentes a los labradores son simi-lares a las de Caravaca y a las que muestran los municipios ubicados en la Vega Alta del Segura.

En suma, se trata de un reparto menos polarizado y más rico en matices que el que caracterizaba a los modelos hasta ahora estudiados, y que resulta aún más visible en el caso de Cartagena que en el de la capital. El fenómeno es coherente con la envergadura urbana de los dos núcleos de población concernidos, reiteradamente señalada, y con la existencia en ambos de un porcentaje relativamente alto de activos adscri-tos a los sectores secundario y terciario. Además, tanto la ciu-dad portuaria como Murcia disfrutaban de una activiciu-dad mercantil bastante intensa desde el siglo xvl, actividad cuyo peso absoluto y relativo se incrementó considerablemente en la segunda mitad del xv^li (4), al calor de la coyuntura alcista. La acumulación que ello permitió a los individuos integrados en el sector se vio reforzada tanto por la gran irra-diación espacial de las áreas comerciales correspondientes a las precitadas aglomeraciones como por el tamaño e impor-tancia de los establecimientos mercantiles ubicados en ellas.

Sin embargo, pese a esta atenuación del esquema bipo-lar, se siguió produciendo la concentración en pocas manos de las tierras obtenidas mediante las operaciones de compra-venta. Es decir, como de costumbre, su reparto no fue iguali-tario entre los componentes de cada grupo social, espe-cialmente en el caso del bloque de grandes propietarios de origen noble y en el de los comerciantes, y algo menos en el de los labradores. De hecho, poco más de docena y media de personas de esta triple adscripción social consiguieron aca-parar, según mis cálculos, la mitad de las propiedades vendi-das, como veremos seguidamente. Las proporciones respec-tivas (un 4,93 % de compradores para un 52,55 % de la tierra) se aproximan a los resultados a que se llega en Egipto a

(4) M. T. PéxEZ Ptcwzo: «El comercio murciano en la segunda mitad del xv^u».

Art. cit., pág. 128. Los indicadores que he utilizado en este trabajo me permiten calcular los índices de incremento del comercio intraregional, que ascienden a 300 en la mayoria de los municipios murcianos, 500 en la capital, 850 en Cartagena y 1.000 en Lorca.

mediados del x[x después del establecimiento del régimen de concesiones en 1837 y 1846 (5). Y los paralelismos no ter-minan aquí.

Comenzando por la oligarquía, de la lista de 32 nombres que componen la nómina de adquirentes los cinco primeros acapararon e185 % de las tierras atrib^idas al grupo, es decir, 6974 Has. Se trata, por orden decreciente, del Marqués de Camachos, Francisco Melgarejo Flores, el Conde del Valle de S. Juan, el Marqués de Corvera y Joaquín Fontes Fernán-dez de la Reguera. El primero destaca ampliamente sobre los otros, ya que se queda con 5940 Has. de secano (la finca de

«La Zarza») y 59 de regadío (500 tahúllas), con una inversión global de 999.350 reales, a los que debemos añadir los 108.311 que pagó por 540 Has. ubicadas en el término de Cartagena. Los cuatro restantes distribuyen también sus compras entre ambos espacios agrícolas: 197 Has. en el campo y 97 en la huerta (822 tahúllas). En cuanto a los demás miembros del colectivo, sólo retienen pequeñas porciones situadas indistintamente en los dos espacios en cuestión pero, a diferencia de los anteriores, sus objetivos primordia-les no son ya la inversión ni la ampliación del patrimonio, sino el aprovechamiento de alguna oferta ventajosa y el redondeo de las grandes fincas de secano.

La personalidad y las actividádes de Pedro Rosique Her-nández, marqués de Camachos, requieren un análisis más detenido, ya qué sus atributos lo sitúan de lleno dentro del tipo del «notable» liberal, con alguno de cuyos representan-tes nos hemos tropezado páginas atrás. A1 igual que sus homónimos, el marqués aprovechó a fondo los procesos de desvinculación y de desamortización para enriquecerse.

Respecto a esta última, aparece como un activo comprador de Bienes Nacionales, formando parte de una sociedad que se adjudicó varios conventos y sus huertos en la ciudad de Murcia, obteniendo grandes beneficios en la operación.

(5) TH^ex2v RuF. H^toire contemporaine de ['agricultre egyptienne. Ed. de 1'Ors-trom, París, 1988; PP. 188-189,

Según P. Segura, adquirió, entre 1836 y 1845, 338 Ha., con un valor nominal de 482.000 reales, y en 1856 invirtió 669.760 más, sobre todo en tierras y aguas de Librilla (6).

Asimismo, no de§deñaba la colocación de sus capitales en otros sectores económicos como la minería, pero, a diferen-cia de la mayoría de los miembros de su grupo sodiferen-cial, que no suelen intervenir directamente en los negocios, el aristócrata cartagenero actuó como promotor, presidiendo personal-mente diversas compar"Iías mineras ubicadas en el campo de Cartagena (7), comportamiento que repite en la empresa de arrendamiento de la plaza de toros capitalina. Su espíritu de iniciativa y su identificación con los grandes debates econó-micos del periodo se perciben en el decidido apoyo prestado a la construcción del ferrocarril de Albacete a Cartagena, del que fue promotor.

Simultáneamente, nuestro personaje protagonizó una agitada vida política, en esta ocasión desde las filas .del par-tido progresista (del que fue jefe provincial), primero, y desde las del demócrata después. Con esta militancia lo encontramos desempeñando los papeles más relevantes durante el segundo tercio del xlx: Alcálde de Murcia, Dipu-tado a Cortes en varias ocasiones, Presidente de la Diputa-ción provincial, de la Junta Revolucionaria en 1854, Gobernador Civil en 1856 y senador en 1860. Estamos, pues, ante un hombre procedente de la pequeña nobleza urbana, que había interiorizado plenamente los valores liberal-burgueses, a la luz de los cuales debe ser contemplado. La

(6) P. Secuxn ARTEGO: aUn caso específiCo de Desamortización en la región murciana: los derechos de aguas de riegon. En desamortización y Hacienda pcíblica, Tomo II, I. E. F., Madrid, 1986; pp. 233-254.

(7) Especialmente, destaca su labor al frente de la Sociedad aEl Truenon, cons-tituida en 1851 para explotar una serie de yacimientos de plomo y hierro en el cabezo del Sancti Espíritu, cuyas acciones duplicaron su cotización entre 1851 y 1870. Asimismo actuó como promotor en la sociedad aGuerran instalada en Perín para la extracción del cobre ( 24-marzo-1857), adquiriendo la mayor patte de sus 42 acciones ( A. H. P. M. Esc.^ Juan de la Cierva y Soto, P. ]0.093 a]0.040). En la década 1850-1860 el Marqués de Camachos especulaba con las acciones de diver-sas compañías mineras, obteniendo notorios beneficios.

estructura del inventario post mortem de sus bienes refleja muy bien esta trayectoria vital (8): de los 10.438.604 reales en que se valoraron, el 75 % correspondía a las fincas vinculadas (rús^cas y urbanas) heredadas por el marqués y su esposa, mientras que el otro 25 %-es decir, 2.611.896 reales-estaba cons^tuido por las diversas adquisiciones realizadas por aquél a lo largo de su apretada biografia. Un 63 % de dicha cantidad se había invertido en bienes raíces y un 37 % en bienes muebles, estos últimos integrados por un buen paquete de acciones mineras y otro aún mayor de valores

del Estado. .

Entre los cuatro oligarcas que siguen en la lista al mar-qués de Camachos, merece la pena detenerse, siquiera sea soméramente, en el marqués de Corvera y los condes del Valle de S. Juan, aunque por dis^ntos motivos. El primero, pese a protagonizar una carrera política aún más brillante que la de Pedro Rosique (Diputado a Cortes, Gobernador Civil, Ministro de Fomento en 1861), no nos interesa aquí por este motivo, ya que, dada la multiplicación de ejemplos en este sentido no añade nada a la caracterización del grupo.

La ejemplaridad del personaje reside, más bien, en la actitud que adopta a lo largo de los dos pleitos suscitados contra él por los habitantes de la villa de Co^llas, de la que era señor (9). Sus antiguos vasallos pretendían dejar de pagar los derechos a que estaban obligados, alegando el origen juris-diccional de los mismos (10), mientras que el marqués, como en tantos casos similares repartidos por la geografia

(8) A. H. P. M. Esc.^ Juan de la Cierva, 23 de junio de 1879, P. 10.967.

(9) La documentación del primero, habido en 1837, se conserva en el Archivo Histórico Nacional, Consejos, Leg. 24.615. La del segundo (1.868-69 y 1.873-74), en el Archivo Municipal de Mula, bajo el siguiente epígrafe: Pleito del MarquEs de Corvera con fos aecinos y^iropietarios de CotiUas (1873-1874) por impago de[ seteno y demds derechos.

(10) Se trataba del censo a parición de frutos, teniendo que pagar 1/7 de las cosechas en la huerta y 1/10 en el campo, lo que resultaba bastante oneroso para los campesinos. Asimismo, el marqués tenía derecho a disfrutar de las ayerbasn del término, soliendo arrendarlas a algún ganadero. En 1874, este conjunto de derechos reportaba 8.726 ptas. anuales

española, sostenía que el señorío era territorial y solariego y, por ende, identificable a la propiedad privada plena.

Ambos pleitos son sumamente ilustrativos sobre las con-tradicciones existentes entre los últimos vestigios de los dere-chos de propiedad feudales y los nuevos de tipo burgués (11).

Aquéllos están representados aquí por los censos a partición de frutos, que los abogados del aristócrata murciano presen-taban como un canon a pagar por los campesinos en tanto que colonos en tierra ajena, definiendo el estatuto del anti-guo titular del señorío con el eufemismo de «dominio directo y condominio del útil». Estos se encarnan no tanto en los precitados campesinos como en los nuevos propietarios, procedentes de la capital, que habían adquirido fincas en Cotillas a raíz de la desamortización, como en el caso de José M.a Estor, dueño de 1.200 tahúllas (el 17,3 % de la pequeña huerta de la localidad). Una vez hecha la inversión, Estor y los demás compradores .se encuentran con que no pueden exigir a los arrendatarios rentas altas a causa del peso econó-mico ejercido sobre ellos por las indicadas cargas ni tampoco cercar sus propiedades debido al derecho de yerbas. Conse-cuencia: en lo sucesivo, los pleitos estarán inspirados y finan-ciados por el colectivo y, especialmente, por Estor, en cuyos alegatos se califica este último derecho de «servidumbre» y la partición de frutos de «abuso feudal», invocando la «libre propiedad ordenada por la naturaleza». Dada la posición del marqués, inútil es decir cuál fue el desenlace del conflicto, no dejando de ser aparentemente paradójica la actuación de un político que en su discurso y en su práctica de gobierno sirve la causa de la revolución burguesa, pero que la desvirtúa cuando sus intereses están en juego. En realidad, no hay tal paradoja, puesto que la revolucióñ burguesa española, como todo el mundo sabe, fue el resultado de una serie de pactos expresos y tácitos entre las diversas clases y fracciones de

(11) Vd el recién publicado trabajo de A. GtL OLCINA-G. CANALES; RC52-duos de propiedad señmial en España. Perduración y ocaso en el Bajo Segura. Alicante, Insti-tuto Juan Gil Albert, 1988.

clase, de los que el ejemplo presentado da cuenta de forma acabada. D. Rafael de Bustos, marqués de Corvera, podía estar de acuerdo con la liberalización de la propiedad si ello le facilitaba la adquisición de fincas desvinculadas o de Bie-nes Nacionales a buen precio, pero no estaba dispuesto a ceder ni un ápice de los beneficios económicos derivados del ejercicio señorial.

Pasando a la familia de los condes del Valle de S. Juan, estuvo representada a lo largo del periodo que nos ocupa por dos individuos distintos, padre e hijo, cuya estrategia econó-mica no pudo ser más opuesta. El primero, José M.a Melga-rejo y Salafranca, llevó a cabo una gestión del patrimonio bastante desordenada, deshaciéndose en poco tiempo de 913 tahúllas en la huerta de la capital y adquiriendo a cambio una extensa finca ubicada en el Campo de Cartagena -el Albujón- perteneciente a los Trinitarios (12). El segundo, José Tomás Melgarejo y Musso, recupera la mayor parte de las parcelas vendidas por su antecesor y les añade 329 tahú-llas más, todas etahú-llas procedentes de distintos vínculos, amén de 50 Has. de secano en las inmediaciones de su gran finca

«Roda» (13): de esta forma, el enorme patrimonio familiar cuyas dimensiones ya conocemos permaneció incólume hastá.comienzos del siglo ^cx. Pero, además, nos encontra-mos ante uno de los grandes propietarios que colaboraron más decididamente a la modernización de la agricultura regional, tanto en lo relativo a la sustitución de cultivos -tala de moreras y plarltaciones de naranjos en las explotaciones de regadío de la capital; difusión del olivo y la vid en las fincas

(12) A. C. V. S. J. Calasparra. Fondos de Murcia, Caja XXXVI José M.a Melga-rejo y Salafranca tuvo una biografía muy agitada, tanto en lo personal como en lo polítcio. Formó una familia al margen de la propia y panicipó en el movimiento espanerista habido en 1844 en Alicante y Car[agena, episodio este último que le obligó a eaciliarse y a fijar su residencia en París, donde falleció. La venta de fincas bien cotizadas tenía como objetivo fundamental proporcionarle la liquidez sufi-ciente para comprar otras que no entrasen en la herencia forzosa de su único hijo legítimo.

(1 S) A. C. V. S. J. Calasparra. Fondos de Murcia, Caja XXXVII.

del campo (14)- como la introducción de inputs, especial-mente abonos nitrogenados en los arrozales de Calas-parra.

Esta diversidad de comportamientos nos pone en con-tacto con la otra cara de la moneda en lo referente a las estra-tegias económicas de la oligarquía, es decir, con aquellas cuyo desenlace iba a ser la venta masiva de una parte sustan-cial del patrimonio en bienes raíces. Entre las familias que adoptaron dicho patrón de conducta es preciso, sin embargo, diferenciar dos grupos muy distintos. Por un lado aparecen una serie de linajes cuyos titulares se habían desa-rraigado ya a fines el xviil o van a hacerlo ahora: unos y otros procederán en los su^esivo a liquidar sus intereses murcia-nos, ya que su administración les resultaba difícil y costosa.

Algunos lo hicieron con celeridad, como el duque de S. Fer-nando, los condes de la Concepción y de Poblaciones y el barón de Albalat (15); otros, de manera paulatina, como el marqués de Fontanar (que había concentrado los patrimo-nios de los marqueses de S. Mamés y el conde de Balazote) y el de Espinardo. En estos casos, pues, la liquidación de la for-tuna territorial no obedece al mito del «noble ocioso y absen-tista», sino a la aspiración, bastante racional por cierto, a agrupar lo más posible las fincas y posesiones. Por otro lado, figuran también un bloque de familias obligadas a vender para pagar sus deudas. Algunas estaban endeudadas desde finales del Antiguo Régimen, como el marqués de Beniel, y

(14) A. C. V. S. J. Calasparra. Fondos de Murcia, Caja XXX. Cuentas Genera-les. Entre 1850 y 1870, el Conde del Valle invirtió 116.300 reales en la finca aBelén», dinero destinado a excavaz una galería para buscar agua y a plantar parra-les; simultaneamente, inviette otros 45.800 en la siembra de almendros y olivos en las fincas «Roda» y uBuena Vista».

(15) El duque de S. Fernando vende 260 tahúllas en la huerta, el Conde Pobla-ciones 362 y el de la concepción 215. En cuanto al bazón de Albalat - [itular de los vínculos del antiguo linaje murciano de los Saavedra-, liquida prácticamente el extenso patrimonio que poseía en el secano: 329 hectareas divididas en diversas explotaciones en Cañadas de S. Pedro y dos enormes fincas ubicadas en la Marina del Mar Menor, denominadas, respectivamente, aTorre de la Marinan, de 460 hec-táreas, y aTorre Mochuelan, de 456, ambas adquiridas por sendos comerciantes cartageneros.