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Cooperación para el desarrollo

Es la acción y el efecto de cooperar. Cooperar es obrar con otro u otros para el mismo fin (Real Academia Española; 2001:649). Es trabajar hom- bro con hombro, en igualdad de condiciones, para mejorar una situación dada.

La cooperación para el desarrollo aglutina el conjunto de políticas, actividades, proyectos y programas elaborados para colaborar con perso- nas, pueblos, regiones o países que precisan de apoyos para mejorar sus condiciones de vida, para desarrollar plenamente sus potencialidades hasta alcanzar una vida digna y autónoma. Aunque no exenta de contradicciones, la coope- ración para el desarrollo es la línea de actuación

más generosa y la cara más humana de las rela- ciones internacionales.

Dentro de la Ayuda Oficial al Desarrollo se dis- tinguen la Cooperación Financiera, la Cooperación Técnica, la Ayuda Alimentaria y la ACCIÓNHUMA-

NITARIA(Dubois, 2002). Es una actividad muy com-

pleja ya que abarca distintas áreas de trabajo técni- co, financiero, cultural, político, etc. En cada una de estas áreas, gobiernos, instituciones y asociaciones, ONGD o movimientos sociales de los países del Norte incardinan sus esfuerzos con sus homólogas del Sur para contribuir a impulsar el DESARROLLO

en comunidades, regiones o países empobrecidos y concienciar a las poblaciones tanto del Norte como del Sur sobre la necesidad de colaborar para conse- guir un mundo más justo.

La cooperación para el desarrollo es también el espacio de la SOLIDARIDADinternacional que da origen a la EDUCACIÓN PARA ELDESARROLLO(ED)

en sentido amplio: SENSIBILIZACIÓN, FORMACIÓN, investigación, denuncia... cuya función es dar a conocer en el Norte la situación de los países del Sur, sus necesidades y sus posibilidades de cam- bio. Como hemos visto la AOD no cataloga a la ED como área oficial de la cooperación.

La cooperación es nave nodriza de la Educación para el Desarrollo. Es fuente de infor- mación de la ED y, a la vez, su campo de acción en aspectos específicos relacionados con formación, concienciación y reflexión crítica sobre la realidad internacional (Honorez, 2003; Stangherlin, 2005).

Evolución del Término

La cooperación internacional al desarrollo ha tenido una evolución, unos cambios de contenidos y de estrategias, según el contexto y las ideas sobre el desarrollo, dominantes en cada momento histó- rico (Dubois, 2002).

La cooperación nace ligada al proceso de des- colonización, a la guerra fría y a la confianza en el desarrollo concebido como crecimiento económi- co, resultado de una buena gestión de los recur- sos tecnológicos y financieros. Los países más desarrollados pusieron en marcha políticas de cooperación para mantener el vínculo privilegia- do con sus antiguas colonias o para atraer a los países al área de influencia capitalista o comunis- ta respectivamente.

La ayuda oficial, en general, tuvo como resulta- do una mayor dependencia de los países empobre- cidos respecto de sus donantes o benefactores. La cooperación, en particular la ayuda oficial al des- arrollo (AOD), dio como resultado una forma de COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO / 63

neo-colonialismo, debido principalmente a la con- cesionalidad que predomina en la cooperación bila- teral (Dubois, 2002). Los Gobiernos del Sur no vie- ron, o prefirieron no ver, que lo que podían mejorar en poco tiempo, gracias a la tecnología o a los apo- yos financieros, ocasionaba desigualdades sociales, provocaba migraciones a las ciudades, agudizaba enfrentamientos políticos, propiciaba la corrupción, la avidez por la riqueza o las guerras.

Las asociaciones, movimientos religiosos, movimientos sociales y organizaciones no guberna- mentales, fueron más generosos, comprometidos y valientes ya que denunciaron esta situación en innumerables ocasiones. Sin embargo, esas mis- mas organizaciones tardaron décadas en compren- der que muchas de sus acciones generosas eran ingerencia o imposición de modelos socio econó- micos o religiosos sobre la población “beneficia- ria”, reproduciendo procesos de aculturación ini- ciados en el período colonial.

El dominio colonial está en la cabeza de las personas del Norte que se consideran poseedoras de la verdad, que creen que el desarrollo y el bienestar son consecuencia de la inteligencia y del trabajo. “Esta concepción de la cooperación para el desarrollo, dominada por los países donan- tes, no se caracterizó por la igualdad y la colabo- ración mutua...” (Dubois, 2002). En ocasiones, y de manera errónea, la cooperación se interpretó como una entrega generosa de conocimientos e instrumentos técnicos a países cuyas sociedades “primitivas” constituían en sí mismas un obstácu- lo para la modernización; instalando los estereoti- pos en la médula de la cooperación.

Por eso, incluso las personas de mejor buena voluntad, se propusieron cambiar el Sur; reinven- tarlo a imagen y semejanza del Norte. Había que industrializarse, producir para el mercado interna- cional, generar divisas como estrategias que mejo- rarían la dignidad general. Si no se tenía influencia en los núcleos de PODER, al menos se podía mejo-

rar la situación de una comunidad, y esto también llevaría a mejorar la situación del conjunto de una región o de un país. Este pensamiento, producto del activismo generó un discurso tan bien intencio- nado como poco riguroso.

Ni los macroproyectos con obras faraónicas, ni los microproyectos fueron capaces de hacer despe- gar a las economías del Sur para que generaran desarrollo social.

La década de los 70 que se auguró como la del desarrollo terminó siendo definida como la del fra-

caso del desarrollo. “De este modo, con la apari- ción de nuevos modelos de desarrollo no limitados al crecimiento económico, desde los años 70 han emergido nuevas propuestas que critican la trans- ferencia de tecnología como una práctica jerárqui- ca Norte-Sur...” (Gutiérrez, 2002). A pesar de esos cambios, en las décadas de los 80 y los 90 la idea de cooperación siguió siendo básicamente la misma.

El Norte, a pesar de sus contradicciones, encarna el desarrollo y el bienestar, por lo tanto hay que intentar cambiar el Sur que es lo que ver- daderamente no funciona o funciona mal. Las áreas de sensibilización, investigación, documen- tación, formación... -esa ED que no figura en el catálogo de acciones prioritarias de la AOD- hacían y hacen reflexiones críticas sobre este modelo de cooperación que se empecina en que- rer cambiar sólo el Sur.

Pese a que todos los análisis teóricos de las relaciones internacionales indican que lo que se debe cambiar es el Norte -que, en su calidad de imperio globalizador, impone unas políticas que sólo consiguen hundir al Sur en el fracaso- la coo- peración prefiere aferrarse al espejismo de intentar cambiar el Sur.

Recién a finales de la década de los 80 en la que se insiste en la interdependencia de las relacio- nes internacionales y del propio binomio desarro- llo-subdesarrollo, es cuando comienza un trabajo más serio de concienciación y formación en el Norte.

Contradictoriamente a los progresos y esfuer- zos de cambio de la propia cooperación, las rela- ciones internacionales, “...especialmente a partir de la aceleración de la GLOBALIZACIÓNneoliberal, muestran la agudización de las desigualdades, la aparición de nuevos procesos de empobrecimien- to...” (Dubois, 2002). El crecimiento de la pobreza en el Sur y la escandalosa concentración de la riqueza en el Norte, que son consecuencia de polí- ticas imperialistas neo conservadoras y no de la cooperación, produce un desaliento tanto institu- cional como ciudadano que se caracteriza como “la fatiga” de la Cooperación. “La caída de los regímenes socialistas no abrió un escenario en el que los problemas estructurales de la pobreza, la desigualdad o los conflictos encontraran un marco mejor para su solución.” (Hegoa, 2006). Después de más de cuarenta años de ayuda al desarrollo no se ha logrado disminuir las desigualdades entre países ricos y empobrecidos. “El fracaso de la coo- peración, que prácticamente nadie discute, produ- 64/ COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO

ce una crisis de identidad del propio sistema de cooperación.” (Hegoa, 2006).

A fines del siglo XX y comienzos del XXI es cuando se produce el salto a una mayor PARTICIPACIÓNe intercambio equitativo Sur- Norte que incentiva nuevas formas de cooperación. Este intento renovador es consecuencia del rechazo que la globalización financiera produce en los movi- mientos sociales de todo el mundo. En muchos sectores de la cooperación se apuesta por un modelo más horizontal, más participativo menos tecnocrático y menos economicista donde “la pro- gresiva aceptación del enfoque del DESARROLLO

HUMANO ha abierto un nuevo debate sobre los

objetivos de la cooperación para el desarrollo” (Dubois, 2002).

Además, las comunicaciones, el turismo, las migraciones, generan mestizaje socio-cultural tanto en el Norte como en el Sur, que acaba de hecho con las distancias físicas que separaban a las personas de distintas culturas, sociedades y regio- nes. En todas las ciudades del planeta hay perso- nas procedentes de distintas partes del mundo. El Norte y el Sur conviven de hecho -no de derecho- en los cuatro puntos cardinales. La cooperación deberá pensar globalmente para actuar localmente tanto en el Norte como en el Sur.

Asistimos a una revisión profunda de la coo- peración tanto entre las instituciones gubernamen- tales, como en el de las asociaciones, ONGD, movimientos sociales y otros agentes o sectores implicados en la cooperación para el desarrollo. Cooperar es también cambiar el Norte para que los esfuerzos por cambiar el Sur se hagan realidad.

Es necesario reestructurar la cooperación para que quede claro que otra cooperación es necesa- ria para que otro mundo más justo y solidario sea posible.

La cooperación debate

Dubois enumera los muchos factores que hoy en día ponen en entredicho la existencia misma de la cooperación para el desarrollo. Entre otros: el fin de la guerra fría, el abandono de responsabili- dades de las ex-metrópolis colonialistas, la fatiga de la cooperación como consecuencia de la falta de éxito de la transferencia de fondos, de los cré- ditos blandos, de las transferencias tecnológicas y de los proyectos de cooperación, el proceso de globalización y la quiebra de las certezas y valores que acompañaban al concepto de desarrollo.

Como consecuencia ¿habrá que dejar de coo- perar? Tal vez, sería conveniente recordar que la

crisis de la cooperación no se debe sólo a sus des- aciertos organizativos o estratégicos como “...un reparto de los fondos financieros en una pléyade de proyectos para los que, aún cuando actúen en un mismo territorio, el sistema no ha previsto nin- guna coordinación o complementariedad... los mecanismos tal como se encuentran diseñados ali- mentan una dinámica de la dispersión” (Hegoa, 2006) sino al sistema económico social que gene- ra la concentración de capitales en pocas manos. Los Estados donantes dedican el 99 por ciento de su PIB a esa política mientras que dedican sólo una media de 0,3% a las políticas de cooperación. Ese 0,3% se distribuye entre más de 100 países empobrecidos. Lo sorprendente hubiera sido que la cooperación tuviese éxito.

Pese al fracaso global, ha habido éxitos parcia- les que han extendido la solidaridad entre personas y asociaciones de base de todo el mundo. Entonces, lo más alternativo y sensato es crear las condiciones para cooperar más y mejor, de mane- ra más equitativa, sin imposiciones, escuchando atentamente las propuestas de las comunidades desfavorecidas, empoderando a las mujeres, perfi- lando un desarrollo basado en los DERECHOS

HUMANOSmás que en el crecimiento económico.

Hay que revisar el concepto de desarrollo hacer una dura crítica del modelo de vida basado en la expoliación ambiental, en el consumo desmedido, en el derroche energético, para proponer alternati- vas de desarrollo más humano, más participativo... y por lo tanto hay que reestructurar la cooperación, sus instituciones y las maneras de gestionar la EQUIDADen el partenariado, como también la for- mulación y EVALUACIÓNde los proyectos, etc.

El mundo de la cooperación para el desarrollo tiene pendiente una reflexión sobre su pensamiento, su IMAGINARIOsobre el desarrollo y el subdesarrollo,

sus objetivos, sus formas de actuación. También, y no menos importante es la revisión profunda sobre sus formas de gestión y organización internas tan- to de las instituciones públicas como de las orga- nizaciones no gubernamentales que predican la equidad, la participación, el EMPODERAMIENTOde

las mujeres, desde asociaciones cuyas estructuras son burocráticas y/o muy jerarquizadas. “La expli- cación va más allá de la desconfianza que produce una modalidad nueva y no controlable, y se encuentra en la existencia de una IDEOLOGÍAde la cooperación que sigue siendo paternalista, vertical y elitista” (Hegoa 2006).

Lamentablemente, ni siquiera el sector de la solidaridad ha podido resistir al embate del COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO / 65

modelo eficientista, a la “Q” de calidad del modelo neoconen el que todo se mide por bene- ficios que, en este caso, van desde el prestigio académico hasta los ingresos presupuestarios por proyectos.

Tanto en el Norte como en el Sur la creación de discursos y prácticas alternativas al modelo neo-liberal, la participación en redes locales e internacionales, las acciones de sensibilización, investigación, denuncia, formación, conciencia- ción de personas y agencias implicadas en la coo- peración, son campos de la cooperación que debe- rían adquirir un papel protagonista.

La reflexión, la formación de redes, las mo- vilizaciones, la lucha contra la uniformidad cul- tural y contra el pensamiento único vincula a muchos agentes de la cooperación con los movi- mientos sociales que proponen una globalización alternativa.

Oponerse al dominio financiero y apostar por los derechos humanos, el medioambiente, la diver- sidad cultural, la equidad de GÉNERO, implica un

ejercicio de desaprendizaje de viejas prácticas jerárquicas o autoritarias en beneficio de la parti- cipación interna y entre las contrapartes Norte-Sur.

La pedagogía de la cooperación es una asigna- tura pendiente que debería aplicarse en todos los ámbitos y a todos los agentes vinculados a la coo- peración para el desarrollo.

Por una parte se trata de reinterpretar las rela- ciones internacionales y el desarrollo desde el punto de vista del desarrollo humano y, por otro se trata de concienciar sobre el cambio imprescindi- ble del modelo dominante de desarrollo que, a todas luces, resulta insostenible en sus implicacio- nes políticas, socio-culturales y ambientales a nivel planetario.

Además, es el momento oportuno para desarti- cular los prejuicios y estereotipos de superioridad e inferioridad Norte-Sur aun vigentes dentro de la cooperación. Sería interesante que se reflexionara sobre la ÉTICAque corresponde a la filosofía de la

nueva cooperación, para evitar paternalismos, vic- timismos o una ética pragmática y voluble que permite a las ONGD asociarse a firmas comercia- les para hacer MARKETING con causa, o recibir

FINANCIACIÓNsin mirar su origen... Si hay que dar cuenta de las acciones de cooperación a los donan- tes, no es posible que no existan responsabilidades para con los beneficiarios, que las evaluaciones no sean conjuntas y un largo etcétera de medidas con- cretas que nos lleven a una cooperación más equi-

tativa, más igualitaria donde el Norte aprenda del Sur y viceversa. (Hegoa, 2006).

En definitiva, la cooperación debe abandonar la idea del “buen salvaje” y de “todo para el Sur pero sin el Sur”. Sería conveniente profundizar en la democracia participativa, en las instituciones, en las organizaciones de solidaridad y en las distintas modalidades de partenariado Norte-Sur. (Antipodes, Nº 162, 2003 y Nº 169, 2005).

La cooperación tiene la oportunidad de crear nuevas estrategias de funcionamiento y colabora- ción para que sea posible su generoso ideal de “aprender juntos para poder convivir mejor y con- vivir mejor para poder aprender juntos”.

La Cooperación y La Educación para el Desarrollo

La Educación para el Desarrollo es una parte de la cooperación. Según los criterios de la Comisión Europea, ésta tuvo la función de expli- car, divulgar y justificar las estrategias y acciones de cooperación para lograr apoyo económico y social en los países desarrollados (Birchall, 2003).

El eje que caracteriza a la cooperación sigue siendo su trabajo sobre el terreno y todas sus rami- ficaciones o estrategias están dirigidas a obtener fondos, recursos técnicos o apoyo social en el Norte para transformar la realidad empobrecida del Sur.

Debido a la globalización, a los vínculos más estrechos, a la similitud de desafíos y necesidades del Norte y del Sur, el área de Educación para el Desarrollo también propone y ejecuta acciones de cooperación sobre el terreno en los campos espe- cíficos de la sensibilización, la participación, la concienciación, la denuncia y la educación. (Miguel, 2003; Honorez, 2003).

Además, la Educación para el Desarrollo ha promovido la cooperación y el COMPROMISOsoli- dario a través de campañas, programas de forma- ción, creación de materiales pedagógicos para la concienciación de distintos sectores sociales, entre otros a cooperantes y personal técnico de institu- ciones públicas dedicadas al desarrollo.

Desde el punto de vista estrictamente formati- vo, sería conveniente que la cooperación sistema- tizara las experiencias habidas sobre el terreno para que el sector de Educación para el Desarrollo hiciera una adaptación pedagógica adecuada para primaria, secundaria, universidad y formación de agentes directamente vinculados a la cooperación. Hasta ahora, esas experiencias suelen presen- tarse como propaganda de acciones de ayuda y no 66/ COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO

como instrumentos pedagógicos específicamente elaborados para formar personas solidarias capa- ces de comprender en qué consiste la cooperación, qué idea de sociedad y de mundo promueve.

El VOLUNTARIADO, los y las profesionales de la cooperación han creído contribuir a la educación con testimonios e información detallada sobre un país, cultura o coyuntura internacional. Siguen creyendo que informar es lo mismo que educar. No tienen en cuenta ni las edades, ni los contextos en los que lanzan sus mensajes. Estas acciones suelen tener un efecto negativo. Es imprescindible que experiencias y conocimientos sean reelabora- dos pedagógicamente y que sean gestionadas por educadoras y educadores. La reflexión y reelabo- ración pedagógica permitiría desarticular por un lado los estereotipos y tópicos vigentes sobre el Sur y, por otro, evitar las presentaciones paterna- listas, superficiales, folklóricas de los pueblos del Sur o simplemente, poco adecuadas al público receptor.

Se ha progresado mucho en el terreno de la investigación, de la creación de discurso alternati- vo y de la formación universitaria. En este ámbito hay cada vez más maestrías dedicadas a la coope- ración, al medio ambiente, a las cuestiones inter- culturales o de género... Nos felicitamos por ello. Aún así, entendemos que el medio académico corre el riesgo de seguir la inercia de la meritocra- cia, es decir, ofrecer, adquirir títulos y producir

expertos de laboratorio que predican una teoría que pocas veces ponen en práctica en su desempe- ño profesional posterior. En esas formaciones se suelen tratar temas generales de economía, políti- ca internacional o análisis coyunturales de la situa- ción de países o regiones concretas. Esto es imprescindible pero no suficiente.

Es necesario incluir una formación destinada a desarticular estereotipos, en la que la práctica de enseñanza-aprendizaje sea en sí misma cooperati- va, en la que se aprenda a compartir, a respetar y a participar. Existen muchos métodos y materiales innovadores de buena calidad para capacitar tanto al profesorado como al alumnado en las formas de compartir y crear CONOCIMIENTO. Fomentar el tra- bajo en grupos, la creación de redes de estudio, los espacios de evaluación conjunta, resolución de problemas reales en torno a una política o a un proyecto de cooperación, debates en grupos orga- nizados en torno a documentación contradictoria sobre un mismo tema, etc.

La misma carencia que aqueja al mundo aca- démico se detecta en la formación de cooperantes,

de miembros de ONGD y de personal técnico