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Las ONG autodenominadas “Pro-Vida”

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Capítulo II. La ongización “Pro-Vida”

2. Las ONG autodenominadas “Pro-Vida”

El activismo héteropatriarcal es un complejo mosaico de actores y discursos. Sin embargo, bajo esa heterogeneidad hay ciertos elementos que habilitan una cierta organización y confluencia. La agenda manco- munada que comparten, orientada a la defensa de un orden conyugal, monogámico, heterosexual y reproductivo, así como la identidad política con que se identifican, esto es, la identidad de “Pro-Vida”, hace posible caracterizar a este activismo como un movimiento social. Desde la teoría social se han construido diversas definiciones acerca de los movimientos sociales, algunas enfatizando la identidad colectiva de su causa, otras la combinación de estrategias institucionales y no insti- tucionales que les serían propias o focalizándose en las dinámicas de interacción con la cultura y la política. De un modo general, el sociólogo Manuel Antonio Garretón los define como “acciones colectivas con alguna estabilidad en el tiempo y algún nivel de organización, orientadas al cambio o conservación de la sociedad o de alguna esfera de ella” (Garretón, 2001: 14). María da Glória Gohn, en tanto, ofrece una definición más amplia que permite capturar varias dimensiones de los movimientos sociales. Para Gohn, los movimientos sociales pueden ser comprendidos como:

… acciones sociopolíticas construidas por ac tores sociales colectivos pertenecientes a distintas clases y capas so ciales (…). Las acciones se estructuran a partir de reperto rios creados sobre temas y problemas en conflictos, litigios y dispu tas vivenciados por el grupo en la sociedad. Las acciones desarrollan un proceso social y político-

cultural que crea una identidad colectiva para el movimiento, a partir de los intereses en común. Esta identidad es amalgamada por la fuerza del principio de solidaridad y construida a partir de la base re- ferencial de valores culturales y políticos com partidos por el grupo (…). Los movimientos participan por lo tanto de los cambios sociales históricos de un país y el carácter de las transformaciones generadas podrá ser tanto progresista como con servador o reaccionario, depen- diendo de las fuerzas sociopolíticas a que están articulados (Gohn, 1997: 252, citado en Mirza, 2006).

Tanto la definición brindada por Garretón, como la amplia, pero a su vez precisa conceptualización que ofrece Gohn respecto de los mo- vimientos sociales, permite pensar a los sectores autodenominados “Pro-Vida” bajo este prisma. Al centrar la definición de los movimientos en sus acciones (y no en sus actores), en la construcción de una identi- ficación colectiva configurada en base a perspectivas e ideas compartidas (y no en sujetos históricos predeterminados), en el carácter “ambivalente” de sus agendas (y no en una visión netamente progresista de estas), la definición de Gohn habilita a asumir a estos sectores como un movimiento social y desanclarlo de las visiones que suelen reducirlo a meras instituciones o prácticas religiosas.

Como todo movimiento social, al interior del movimiento autode- nominado “Pro-Vida” cohabitan una heterogeneidad de actores, visiones y acciones estratégicas, las que, lejos de mantenerse estables, han sufrido cambios a través del tiempo. En este contexto, la conformación de ONG ha sido una de las formas más relevantes de la puesta en escena de este movimiento en los últimos años, un fenómeno que a pesar de haber sido poco estudiado aun, ha sido captado en algunas in- vestigaciones regionales (Vaggione, 2005a; González Ruiz, 2006; Dides, 2006; Mujica, 2007; Montoya, 2013). A diferencia de otras organizaciones no lucrativas, como las universidades, las agrupaciones deportivas, los sindicatos o las iglesias o templos, esto es, organizaciones preocupadas primordialmente de los intereses de su propia membresía, las ONG pueden ser consideradas, independientemente de su estatus jurídico, como redes de ciudadanos/as libremente asociados/as que carecen de autoridad estatal y que persiguen un bien que presentan como común o público6(Viveros, 1998; Berger, 2003). Siguiendo esto, las ONG au-

todenominadas “Pro-Vida” constituyen actores que se presentan en el espacio público como representantes de intereses que se asumen a sí

mismos relevantes para el conjunto social. En este contexto, el activismo héteropatriarcal ha configurado un accionar que se debate políticamente mediante una serie de ONG alineadas con la política sexual defendida por las cúpulas de las iglesias conservadoras, pero que se presentan pú- blicamente como defensoras de intereses que van más allá de los de la comunidad religiosa. De este modo, este proceso responde así a una es- trategia de movilización colectiva que les ha permitido trascender lo eclesial y legitimarse como una forma de participación capaz de lograr una mayor penetración de las instituciones políticas y de impactar en los imaginarios sociales.

La conformación de estas ONG puede ser leída en el marco de un proceso más amplio en donde se le ha otorgado prioridad a la sociedad civil como una arena central para incidir sobre los procesos de toma de decisión política en los actuales contextos democráticos. Aunque no debe entenderse que las ONG sean los únicos y exclusivos actores que accionan en la arena de la sociedad civil, su conformación es dable de ser interpretada como un intento por disputar desde ahí los sentidos otorgados a las políticas sexuales contemporáneas. Como señala Nuria Cunill Grau, la importancia actual de la sociedad civil radica en constituir un espacio que permite movilizar a “sectores sociales y a la opinión pública en temas de interés público para influir en la dirección de las políticas (…) teniendo como base a la propia democracia” (2007: 120). En un contexto regional de transformaciones sociales donde la sociedad civil ha adquirido un creciente protagonismo (Álvarez, Dagnino y Escobar, 1998), en oposición a la supuesta desafección política expresada en altos niveles de abstención electoral, la presencia de las ONG autodenominadas “Pro-Vida” responde a una forma en la que el activismo héteropatriarcal se adapta a los contextos y canales abiertos tras los procesos post-dictatoriales. Con esto, la incidencia política de estos sectores se sitúa en un terreno propiamente democrático, impulsando estrategias de judicialización, lobby, movilización ciudadana, entre otros, a partir de una imagen y legitimidad distinta a la que pueden tener en ocasiones los líderes religiosos u organizaciones civiles que velan principalmente por los intereses de su membresía.

Las entrevistas realizadas en el marco de la presente investigación dan cuenta precisamente de esa ventaja estratégica que representa para el propio activismo héteropatriarcal la creación de ONG. María, una militante de una de estas organizaciones, lo indicaba de este modo:

La sociedad civil, el hecho de ser un ciudadano de a pie, te ayuda a que la gente te escuche y no te ponga un rótulo antes de escucharte. Es decir, “¿qué pensás del aborto”, “y, estoy en contra”, entonces dice “bueno”, y quizás te ponen un rótulo que evita que vos le puedas decir por qué y convencerlo, o darle argumentos que al menos lo dejen pensando en esto (María, Córdoba, 2012).

Esta legitimidad política a la que apelan las ONG autodenominadas “Pro-Vida” no solo está dada por su capacidad de presentarse bajo un supuesto interés en el bien común. En algunos contextos, este despla- zamiento que logran algunas ONG, desanclándose de la imagen proyectada socialmente por las instituciones religiosas, les permite incluso apelar a ciertos discursos que podrían ser fácilmente cuestionados en caso de ser emitidos por líderes religiosos. En el caso argentino, por ejemplo, la jerarquía de la Iglesia católica ha sido cuestionada ampliamente por su vinculación con la última dictadura militar ocurrida entre 1976 y 1983 (Htun, 2003). Pese a esto, ciertas ONG autodenominadas “Pro-Vida”, a pesar del vínculo y articulación que algunas mantienen con esta Iglesia, han comenzado a sostener estratégicamente su política sexual conservadora a partir de discursos basados en retóricas vinculadas con la condena a las violaciones a los derechos humanos ocurridas en dictadura. Su forma de presentarse públicamente como entidades disociadas de determinados sectores religiosos cuestionados por sus roles en los procesos anti-democráticos les permite proyectar una imagen alejada, al menos de manera parcial, de estas controversias. De este modo, muchas de estas ONG se acoplan a las marcos discursivos bajo los que se (re)construyen actualmente algunas de las democracias latinoamericanas, usando las narrativas de derechos humanos como una estrategia orientada más a promover su moral sexual que a com- prometerse directamente con los procesos de condena a las dictaduras (Felitti, 2011; Gudiño Bessone, 2012; Morgan, 2014)7.

Usando el terreno de la sociedad civil como arena de disputa e in- cidencia política, las ONG autodenominadas “Pro-Vida” se mueven en campos de acción diversos, impactando en múltiples espacios de la vida social y política. Entre sus ámbitos de trabajo se encuentran los espacios educativos con estudiantes escolares y universitarios/as, la in- cidencia sobre medios de comunicación, las labores asistencialistas, el lobby político a nivel del Poder Ejecutivo y Legislativo, la producción académica, la evaluación de políticas públicas, la participación en

comités de bioética, la incidencia en sectores de salud, la presentación de recursos judiciales para frenar el avance de la agenda de los derechos sexuales y reproductivos, entre otras. Así, analizar las formas que adoptan estas organizaciones en el espacio público argentino es una tarea compleja, ya que la diversidad de estrategias, ámbitos de intervención y formas de presentarse públicamente son múltiples.

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