Tienen las criaturas un hechizo y aojamiento que los hombres se dejan
LO S MALOS TIEMPOS ¿Vas a quejarte de los malos tiem
po? No son malos los tiempos, sino nosotros, que no sabemos adaptarnos y aprovechar las circunstancias. Lo que somos nosotros, eso son también los tiempos. Sumidos en quejas y la mentos estériles, no nos percatamos de cuán neciamente obramos al echar la culpa al día que nos alumbra y a la noche que nos acoge en su silencio y oscuridad. Los tiempos no son buenos ni malos, ni mejores ni peores que nos otros mismos. Cada uno se hace su tiempo.
Si vives bien, son buenos los tiempos que se conceden. Vengan tempestades sobre tempestades, surjan situaciones políticas desfavorables, arrecien las per secuciones, ataquen las enfermedades, amontónense las calumnias, amenacen las dificultades financieras: los tiempos son siempre lo que los hombres que en ellos viven. Lucha con el tiempo, amól dalo, imprímele tu espíritu cristiano y los peores tiempos serán los más prós peros y gloriosos.
¿ Te q u e j a s t a m b i é n d e l a s SUPERIORAS?
No hay superiora que lo haga todo a satisfacción de todas. El oficio de su periora es difícil. Pese a toda su pru dencia, espíritu de abnegación y buena voluntad, no faltarán motivos o pre textos de quejas. Las superioras están siempre vigiladas por ojos de lince. Hay en el convento espíritus archicelo- sos que vigilan a las superioras como si ellos fueran los que tienen que dar cuentas a Dios. No se les perdona el menor desliz: una palabra de deferen cia con alguna de sus súbditas, una visita olvidada a la celda de una enfer ma, una broma o un chiste en la con versación, una advertencia severa en el capítulo de culpas, una coartación de la libertad, un permiso negado, la dis tribución del trabajo. La religiosa que hace problema de estas cosas jamás lle gará a ser santa ni vivirá con alegría y soltura su vida monástica. También nosotras hemos de saber soportar a las superioras, como ellas nos soportan a
nosotras. Si algunas supieran los que braderos de cabeza que las súbditas dan a las superioras, aprenderían a ca llarse y a decir «esta boca no es mía». La superiora es la sierva de todas; pero esto no dispensa a las súbditas de la mortificación, de la humildad y de nin guna otra virtud.
Ll e v a t u s p a d e c i m i e n t o s c o n h u m il d a d
Esos propósitos vagos, reticentes, en vueltos en terciopelo, por así decirlo, para que hagan muelle la vida y no molesten a través de la Jornada, no son del agrado de Dios. Dios te pide humil dad y la humildad no es pereza, pusila nimidad, apatía, indolencia, sino todo lo contrario. Quien confía poco en sí, pero pone toda su confianza en Dios, es ca paz de los mayores sacrificios y de las más osadas empresas.
Pon, pues, toda tu confianza en Dios y podrás todo. Sobrellevarás todas las humillaciones, todos los abandonos, to das las traiciones, todos los desprecios,
todas las postergaciones, todas las sole dades y todas las arideces. Serán fuertes tus espaldas para aguantar la cruz y la sonrisa de la victoria se dibujará en tus labics y en tus gestos.
¿No has visto al niño que, al pie de la escalera, tambalea y se agarra a la ba randa y sube a pasitos hasta su casa, mirando a su madre y sonriendo por su hazaña?
« De o g r a t i a s! »
Agradece la prueba del dolor. Los pa decimientos son siempre amargos y abruptos. El sufrimiento no es dulce. ¿Quién no repels, naturalmente, todo lo amargo y duro, las espinas, los abro jos y los cardos? Pero a pesar de todo agradece. Recíbelos como un regalo de Dios. Abre tus ojos y fíjalos en lejanos horizontes, donde el cielo y la tierra se Juntan.
¿Pero quién tendrá ojos para verlo? ¿Ves tú lo divino, lo sobrenatural en el sufrimiento? ¿Ves la gotita de sangre divina que consagra a cada cruz? Pre ciso es que lo ve'*- que abras tus ojos
y aceptes como dones divinos los mo mentos del dolor y del sufrimiento.
Va l o r e s e s c o n d i d o s
Muchos y maravillosos eozos encierra el sufrimiento. En cada dolor, largo o breve, pero generosamente aceptado, al borea la m añana de la Resurrección.
Pu r i f i c a d a e n i, a t e m p e s t a d
Los sufrimientos y las persecuciones son tempestades que sacuden las copas de los árboles y que, según la voluntad de Dios, tienen que arrancar un Te deum de armonías a todo un bosque o al solitario pino, al haya, al roble. Estas tempestades tienen también la misión de medir sus fuerzas en las ra mas y ramitas, de suerte que caigan las secas y quede aireada la copa.
Los sufrimientos y las persecuciones son tempestades que soplan por mares y lagos, creando el magnífico espectácu
lo de un laberinto de olas y arrancándo-
les grandiosos him nos en honor del po der Omnipotente del Altísimo, al mismo tiempo que oxigenan las aguas y las p u rifican p a ra el próximo sol.
Los días del dolor son días de g lo rifi cación divina, en que ias alm as interio res entonan sus m ás bellas canciones. Son los días de merecimiento ab u n d an te. El sufrim iento arran ca de cuajo las ram itas de los pequeños deseos terre nos. El alm a se siente líbre dúctil, lige ra, y sus anhelos se centran en lo eterno. El sufrim iento, puriflcador de los pecados, enriquece de g ra cia y abre los horizontes de la fe.
B E N D IT A SEA T U P U R E Z A
Cá n t i c o d e a l a b a n z a
E l Oficio P arvo es el cántico de a la ban za de las religiosas. Todos los días las vírgenes del Señor acom pañan a su Santísim a M adre y vestidas de albas túnicas de pureza y entre cánticos de
rey. Esto es realmente lo que hacen las religiosas cuyo oficio coral se reduce al Oficio Parvo: una solemne procesión de pleitesía y acatamiento a la Reina de los cielos y de la tierra. ¿Cómo no am ar esta recitación coral y meditar so bre su rico contenido? El Oficio Parvo es de perenne vigor y actualidad.
Nü e s t r o r e f u g i o
Quien aspira a una vida interior, seria y profunda, tiene un instinto certero de los peligros que le amenazan, de la fla queza que le tara, y del único poder que puede salvarle. Se siente como un niño, que corre pidiendo auxilio a su madre y se arroja a sus brazos para evitar el pe ligro que se cierne. Y esta madre no es sino una imagen y un símbolo de la M u jer fuerte del Evangelio, de la M ujer nim bada de estrellas que tiene por pea na la luna y defiende a sus hijos del dragón apocalíptico. Corramos a Ella, que es nuestro refugio inexpugnable.
In c e s a n t e m e n t e
Día tras día cantamos las loas de la Reina de cielos y tierra y nunca cesare mos de cantarlas, ni siquiera cuando las mil voces de la primavera, del verano, del otoño y del invierno hayan enmu decido y dejado de cantar, al cabo de los tiempos, a su soberana Señora. Las flores se marchitan, los colores se pa san, el sol se consume, los pajaritos y las mariposas mueren; pero el amor a María jamás se marchitará ni pasará ni se consumirá ni morirá.
Los TRES CIRIOS
La pureza, la humildad y la manse dumbre son tres cirios que deben estar siempre encendidos en las celdas, trán sitos y oficinas del convento. Santa es la tierra, donde arden esos cirios, tie rra de paz, tierra de fraternal unión, tierra de promisión: por ella pasean, por así decirlo, María con los ángeles y los santos, escuchando algo de aquel
himno que, en cierta ocasión, fue dado escuchar al Apóstol San Juan. Pureza, humildad y mansedumbre constituyen el celestial acorde que sirvió de fondo musical a toda la vida de María.
La pureza, la humildad y la manse dumbre son los signos más inequívocos de la auténtica devoción mañana. Los ejercicios de devoción, los actos de con sagración, los cánticos marianos, las medallas, los escapularios y todo lo que la devoción ha inventado para honrar a la Madre del cielo llevan un signo de interrogación, cuando no van acompa ñados de la virtud, especialmente de la p»reza, de la humildad y de la man sedumbre.
Bi e n v i s t a l a c o s a
Las virtudes son las más bellas flo res y los más inspirados cánticos de los hijos de María. Quien se conserva puro en las tentaciones, mortifica los ojos, anda precavido y vence sus pasiones, da muestras de una acendrada y au téntica devoción mañana Todos y cada uno de sus actos son como fragantes y
lozanos lirios que diariamente deposita a los pies de María. Quien humilde mente se somete a la cruz y a la vo luntad de los superiores, soporta pa cientemente las impertinencias del pró jimo y guarda la paz interior, es un alma escogida de María.
¿MENOSPRECIADA FN EL