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La voluntad de Dios nunca te llevará donde la gracia de Dios no te pueda sostener, donde los brazos de Dios no te puedan cargar, donde las riquezas de Dios no puedan satisfacer tus necesidades, donde el poder de Dios no pueda proveerte.

La voluntad de Dios nunca te llevará, donde el Espíritu de Dios no pueda trabajar en ti, donde la sabiduría de Dios no te pueda enseñar, donde el ejército de Dios no pueda protegerte, donde las manos de Dios no puedan moldearte.

La voluntad de Dios nunca te llevará, donde el corazón de Dios no pueda envolverte, donde la misericordia de Dios no pueda sostenerte, donde la paz de Dios no pue​da calmar tus miedos, donde la autoridad de Dios no pueda regirte... La voluntad de Dios nunca te llevará, donde el consuelo de Dios no pueda secar tus lágrimas, donde la Palabra de Dios no pueda alimentarte, donde los milagros

de Dios no se hagan para ti, donde la omnipresencia de Dios no pueda encontrarte.

Para reflexionar:

¿Cómo le dirías a alguien en necesidad que Dios lo ama? ¿Cómo compartes el amor de Dios con una familia

que ha perdido a su único hijo?

¿Cómo le puedes mostrar el rostro paterno de Dios a un niño cuyo padre es violento y agresivo?

DIOS

TODAVÍA

HABLA

Un joven de vida espiritual fue a una reunión de estu​dio de la Biblia en la residencia de un matrimonio amigo. Era jueves en la noche. El matrimonio dividió el estudio entre oír a Dios y obedecer la Palabra del Señor. El joven que​ría saber si “Dios aún habla con las personas”. Después del estudio, salió a tomarse un café con los amigos que estaban en la reunión y siguieron discutiendo sobre el tema de esa noche. De formas diversas hablaron de cómo Dios había conducido sus vidas de maneras tan dife​rentes.

Eran aproximadamente las 10:00 de la noche cuando el joven se despidió de todos y se dirigió a su casa. Sentado en su automóvil, comenzó a pedir:

–Dios, si aún hablas con las personas, habla conmigo. Yo te escucharé. Haré todo para obedecerte.

Mientras conducía por la avenida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza:

–Para y compra un litro de leche. Él movió su cabeza y dijo en alto: –Dios, ¿eres tú, Señor?

No obtuvo respues​ta y continuó dirigiéndose para su casa. Sin embargo, nuevamente, surgió el pensamiento: compra un litro de leche.

El joven pensó en el pasaje de la Biblia que habla de Samuel y cómo él no reconoció la voz de Dios, y cómo Dios habló con Samuel:

–¡Muy bien, Dios! En caso de que seas el Señor, voy a comprar la leche. Esto no parece ser una prueba de obediencia muy difícil. Total, yo también podré usar la leche –se dijo.

Así que paró, compró la leche y reinició su camino a casa. Cuando pasaba por la séptima avenida, nuevamente sintió la voz: “Gira en aquella calle”. Esto es una locura, pensó y pasó de largo el retorno. Nuevamente sintió que debería haber girado en la séptima avenida. En el siguiente retorno, él giró y se dirigió por la

séptima avenida. Medio bromeando, dijo en voz alta: –Muy bien, Dios. Lo haré.

Siguió avanzando por algunas cuadras cuando de repente sintió que debía parar. Se detuvo y miró a su alrededor. Era un área mixta comercial y residencial. No era la mejor área, pero tampoco era la peor de la vecindad. Los establecimientos estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban a oscuras, como si las personas ya se hubiesen ido a dormir, excepto una del otro lado de la calle y que estaba cerca.

Nuevamente, sintió algo:

–Ve y dale la leche a las personas que están en aquella casa del otro lado de la calle. El joven miró la casa. Comenzó a abrir la puerta del coche, pero se volvió a sen​tar:

–¡Señor, esto es una locura!, ¿cómo puedo ir a una casa extraña en medio de la noche?

Una vez más, sintió que debería ir a dar la leche. Finalmente, abrió la puerta del coche:

–Muy bien, Dios, si eres el Señor, iré y entregaré la leche a aquellas personas. Si el Señor quiere que yo parezca un loco, muy bien. Yo quiero ser obediente. Pienso que esto va a contar para algo; sin embargo, si ellos no res​pon​den inmediatamente, me iré en el mismo acto –pen​só.

Atravesó la calle y toco la campanilla. Pudo oír un barullo viniendo desde dentro, parecido al llanto de una criatura. La voz de un hombre sonó alto:

–¿Quién está ahí? ¿Qué quiere?

La puerta se abrió antes que el joven pudiese huir. De pie, estaba un hombre vestido de jeans y camiseta. Tenía un olor extraño y no parecía feliz de ver a un desconocido de pie en la puerta de su casa.

–¿Qué pasa?

El joven le entregó la botella de leche. –Compré esto para ustedes.

El hombre tomó la leche y corrió adentro hablando alto. Después, una mujer pasó por el corredor cargando la leche en dirección a la cocina. El hombre la siguio, sosteniendo en brazos una criatura que lloraba. Lágrimas corrían por el rostro del hombre y luego comenzó a hablar, medio sollozando:

–Nosotros oramos. Tenemos muchas cuentas que pagar este mes y nuestro dinero se había acabado. No teníamos más leche para nuestro bebé. Apenas oré le pedí a Dios que me mostrase una manera de conseguir leche.

–Pedí a Dios que me mandara un ángel con un poco... ¿Usted es un ángel?

El joven tomó su cartera y sacó todo el dinero que había en ella y lo puso en las manos del hombre. Se dio media vuelta y se fue a su vehículo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Experimentó que Dios todavía responde los pedidos de los justos.

Para reflexionar:

¿Has escuchado alguna vez la voz de Dios? ¿Has conocido otro caso parecido?

¿Cómo actuaste cuando escuchaste la voz de Dios?