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Las teorías del procesamiento distribuido en paralelo (PDP) –denomina- das, también, teorías conexionistas, conexionismo o neoconexionismo– son una empresa destinada a representar el funcionamiento psicológico mediante redes complejas de elementos interconectados que funcionan paralelamente (McClelland, Rumelhart y el grupo PDP, 1986; Rumelhart, McClelland y el grupo PDP, 1986). Para los modelos PDP, la memoria de una experiencia o el conocimiento que tenemos sobre un dominio no es- tarían almacenados en la memoria en unidades molares de carácter simbó- lico (como de hecho era el caso de los esquemas). En cambio, la información se encontraría distribuida en una red, semejante a las redes neuronales, compuesta por una serie de unidades o procesadores que tra- bajan en paralelo, interconectados de tal manera que se activan o se inhi- ben mutuamente.

De esta forma, la memoria almacenaría la información codificada en unidades subsimbólicas y cada una de estas unidades no sería deudora de una única representación, sino que participaría en la representación de muchas experiencias. Un concepto, por ejemplo, no se encontraría archiva- do en un compartimento específico y no podría localizarse en ningún dis- positivo especial del sistema, sino que emergería de la actuación conjunta y simultánea de las unidades o procesadores, que no necesitan reglas explíci- tas de funcionamiento. El concepto sería, si se nos permite decirlo así, una función, un proceso, un momento particular de la dinámica del sistema.

Johnson-Laird (1988) ha señalado que a partir de un sistema como el descrito surgen algunas propiedades sorprendentes y psicológicamente plausibles. Dentro de un sistema tal, la actividad de una sola unidad tiene una importancia relativa o incluso menor, de modo que si ésta se destruye o

funciona incorrectamente, el sistema global no queda severamente dete- riorado, sino que puede mantener un funcionamiento correcto. Estos sis- temas tienen otras propiedades emergentes como la de ser capaces de realizar tareas que en otros modelos necesitan de reglas explícitas de fun- cionamiento de los símbolos para poder llevarse a cabo. Además, las redes pueden dar cuenta del funcionamiento psicológico descrito por otros mo- delos. Por ejemplo, pueden experimentar cambios que parecen semejan- tes a los que en otras teorías se describen como cambios discontinuos –de estructura o de estadio–, que se dan no como consecuencia de cambios cualitativos en el aprendizaje, sino por un lento proceso de aprendizaje adi- tivo (McClelland, 1989).

¿Qué sucede en un modelo de procesamiento distribuido en paralelo con el concepto de esquema? El concepto de esquema, de importantes im- plicaciones y tradición dentro de la psicología y de la llamada ciencia cog- nitiva, no es abandonado por los teóricos del PDP, sino que es redefinido dentro de este nuevo marco explicativo. Lo que se hace es proponer otro formato representacional que explique de forma más adecuada las carac- terísticas que se suponen propias de los esquemas convencionales.

Rumelhart, Smolensky, McClelland y Hinton (1986) reconocen que el intento de solucionar algunas de las deficiencias que planteaba el concep- to de esquema, en la teoría del esquema, fue uno de los estímulos que les orientó en la exploración de los PDP. De acuerdo con los autores, ninguna de las especificaciones que hasta el momento se han hecho de este concep- to han sabido captar en toda su complejidad las características reconocidas a los esquemas, ni cumplir adecuadamente con una descripción específica del porqué de su poder explicativo. Tal y como lo expresan los autores, los «modelos explícitos de esquemas son siempre sólo pálidas representacio- nes de las intuiciones subyacentes» a la idea (p. 262 de la ed. cast.). Espe- cialmente, la delicada relación entre su supuesta flexibilidad para interpretar nuevas situaciones y, a la vez, su capacidad para ajustarse a la realidad mediante construcciones altamente estructuradas de aconteci- mientos y situaciones, ha sido uno de los puntos débiles de la teoría y uno de los problemas peor resueltos.

La posición de estos autores sobre el concepto de esquema, y la rede- finición que del mismo se hace de acuerdo con esta nueva perspectiva, ha sido claramente expresada de esta forma:

Los esquemas no son «cosas». No hay un objeto representacional que sea un es- quema. Más bien los esquemas surgen, emergen, en el momento en que se nece- sitan, de la interacción de gran cantidad de elementos mucho más simples que funcionan conjuntamente. Los esquemas no son entidades explícitas, sino más bien están implícitos en nuestro conocimiento y son creados por el propio entor- no que tratan de interpretar, a medida que lo interpretan. (Rumelhart, Smo- lensky, McClelland y Hinton, 1986; p. 265 de la ed. cast.)

Comentaremos brevemente algunas de las implicaciones de una defi- nición como ésta. En primer lugar, estos elementos pueden reconocerse como esquemas, es decir, que tienen una entidad distinta, por el hecho de que entre las unidades componentes del sistema –procesadores– se da una relación estrecha y especial. Los esquemas son conjuntos coherentes, con- figuraciones emergentes que pueden designarse como unidades de un nivel superior, que no están explícitamente almacenadas en el sistema. En segundo lugar, la estabilidad de un sistema tal no consiste en la existencia de una estructura fija y predeterminada que se activa de acuerdo con una información característica del medio. La estabilidad residiría en el funcio- namiento preferente de unas determinadas conexiones entre los pro- cesadores, de una actuación conjunta que puede repetirse en distintas circunstancias. En tercer lugar, un funcionamiento de estas caracterís- ticas depende tanto de la información que proviene del medio, como de la información con la que cuenta el propio sistema.

Esta nueva perspectiva facilita al concepto de esquema un formato re- presentacional que refleja mejor las características que se asignan a la no- ción convencional del mismo. Como Rumelhart, Smolensky, McClelland y Hinton indican (1986), los rasgos característicos de los esquemas (ya des- critos más arriba en la definición del esquema), a saber, que tienen varia- bles, que se pueden incrustar (y que están compuestos por subesquemas), representan conocimiento a todos los niveles, que son procesos activos, etc., y pueden ser asumidos e incluso mejor explicados por las redes PDP.

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