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Maurice Blanchot. De Kafka a Kafka

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Academic year: 2022

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En esta miscelánea kafkiana,precedida de unas reflexiones doctrinales sobre la escritura contemporánea,tenemos eldesarrollo de algunas constantes relativas alescritorpragués.

Un hombre que,para huir de la prohibición paterna («no me heredarás,no tengo herederos») ensaya la escritura como salvación,para terminar aceptando, judaicamente, que no hay salvación y que la escritura sólo es posible como exclusión voluntaria de la vida,enclaustramiento,renuncia y habitación en el sótano.Para acreditar sus recorridos kafkianos,Blanchot apela a todo tipo de textos:ficciones,diario,correspondencia,testimonios de terceros.

Elsuyo es un rastreo biográfico por la vida de un hombre sin vida,cuya carencia vitales la cifra de su creatividad como escritor.Kafka acredita que la renuncia no es sosiego,pues la inmersión en ellenguaje es promesa de lo cierto y realidad de un laberíntico transcurso por los brillos y desalientos delsignificante, es decir de la palabra que nunca es Palabra.Elnombre que elpadre le ha negado, éllo convierte en tachado y lo rellena con una escritura en que se denuncia la oscuridad de la Ley y la imposibilidad,fatal,de la identidad.

Un drama que Kafka trata en espacios mudados,sombríos,donde hay refugio y también hay pequeños monstruos domésticos.Fantasmas y cucarachas deambulan por la ausencia de Dios, en esa noche heideggeriana tan magistralmente explorada porBlanchotcomo lugarde las iluminaciones nocturnas en elespacio literario.

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Ma u r i c e Bl a n c h o t

De Ka f k a a Ka f k a

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Título original:DeKafkaàKafka Maurice Blanchot,1981

Traducción:Jorge Ferreiro

Editordigital:Primo y Murasaki ePub base r1.2

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Lo que Kafka nos da,don que no recibimos,es una suerte de combate de la literatura por la literatura,combate cuya finalidad,se nos escapa y que almismo tiempo es tan distinto de lo que conocemos por ese nombre o por otros,que lo desconocido mismo no basta para hacérnoslo sensible,ya que nos resulta tan familiarcomo extraño…

Laescrituradeldesastre

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I . L A L I TE RATURA

Y E L DE RE CHO A L A MUE RTE

CON toda seguridad se puede escribir sin preguntarse por qué se escribe.

¿Acaso un escritor,que mira su pluma trazarletras,tiene elderecho de suspenderla para decirle:detente?,¿qué sabes de timisma?,¿con vistas a qué avanzas?,¿por qué no ves que tu tinta no deja huella,que vas en libertad hacia adelante,pero en el vacío,que sino encuentras obstáculo es porque nunca dejaste tu punto de partida?

Y sin embargo escribes:escribes sin reposo,descubriéndome lo que te dicto y revelándome lo que sé;leyendo,los demás te enriquecen con lo que te toman y te dan lo que les enseñas.Ahora has hecho lo que no has hecho;lo que no has escrito, escrito está:estás condenada a lo imborrable.

Admitamos que la literatura empieza en elmomento en que la literatura es pregunta.Ésta pregunta no se confunde con las dudas o los escrúpulos delescritor. Siéste llega a interrogarse escribiendo,asunto suyo;que esté absorto en lo que escribe e indiferente a la posibilidad de escribirlo,que incluso no piense en nada, está en su derecho y asíes feliz.Pero queda esto:una vez escrita,está presente en esa página la pregunta que,talvez sin que lo sepa,no ha dejado de plantearse al escritorcuando escribía;y ahora,en la obra,aguardando la cercanía de un lector— de cualquier lector,profundo o vano— reposa en silencio la misma interrogación, dirigida al lenguaje tras el hombre que escribe y lee, por el lenguaje hecho literatura.

Es posible tachar de fatuidad esta preocupación que la literatura tiene por sí misma.Insiste en hablar a la literatura de su nada,de su falta de seriedad,de su mala fe;en ello radica precisamente elabuso que se le reprocha.Se presenta como importante,considerándose objeto de duda.Se confirma despreciándose.Se busca:

hace más de lo que debe.Pues talvez sea de esas cosas que merecen encontrarse, pero no buscarse.

La literatura quizá no tenga derecho de considerarse ilegítima. Pero, hablando con propiedad,la pregunta que encierra no atañe a su valor o a su derecho.Si es tan difícil descubrir su sentido,es porque esta pregunta suele

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transformarse en un proceso contra elarte,contra sus poderes y contra sus fines.

La literatura se levanta sobre esas ruinas:paradoja esta que es para nosotros un lugar común.Más aún,habría que investigar siesta impugnación delarte,que desde hace 30 años representa su parte más ilustre,no supone eldeslizamiento,el desplazamiento de una fuerza que trabaja en elsecreto de las obras y a la que le repugna salir a la luz, trabajo este en su origen muy distinto de cualquier menosprecio porla actividad o porla Cosa literaria.

Observemos que, como negación de sí misma, la literatura nunca ha significado la simple denuncia delarte o delartista como mistificación o como engaño.Que la literatura sea ilegítima,que en elfondo haya en ella impostura,sí, no cabe la menor duda.Pero algunos han descubierto más:la literatura no sólo es ilegítima, sino también nula y esa nulidad tal vez constituya una fuerza extraordinaria,maravillosa,con la condición de hallarse aislada en estado puro.

Hacer de modo que la literatura fuese eldescubrimiento de ese interior vacío,que toda ella se abriera a su parte de nada;que comprendiera su propia irrealidad,es una de las tareas que ha perseguido elsurrealismo,de talmanera que es exacto reconocer en éla un poderoso movimiento negador,pero que no menos cierto es atribuirle la más grande ambición creadora,pues cuando la literatura coincide un instante con la nada e inmediatamente lo es todo,ese todo empieza a existir:¡oh maravilla!

No se trata de maltratara la literatura sino de comprenderla y de verporqué sólo se la comprende menospreciándola.Con sorpresa se ha comprobado que la pregunta: «¿Qué es la literatura?» nunca había recibido sino respuestas insignificantes.Pero he aquílo más extraño:en la forma de esa pregunta aparece algo que le quita toda seriedad.Se puede preguntar y asíse ha hecho:¿qué es la poesía? ¿Qué es elarte?,incluso:¿qué es la novela? Pero la literatura,que es poema y novela parece elelemento de vacío,presente en todas esas cosas graves y hacia el cual,con su propia gravedad,la reflexión no puede volverse sin perdersu seriedad.

Sila reflexión imponente se acerca a la literatura,la literatura se constituye en una fuerza cáustica,capaz de destruir lo que en ella y en la reflexión podía ser imponente.Sila reflexión se aleja,entonces,en efecto,la literatura vuelve a seralgo importante,esencial,más importante que la filosofía,la religión y la vida del mundo a las que incluye.Pero que,asombrada ante esa influencia,la reflexión vuelva hacia ella y le pregunte lo que es,penetrada alpunto por un elemento corrosivo y volátil,esa fuerza no puede sino despreciar una Cosa tan vana,tan vaga y tan impura,y en ese desprecio y esa vanidad consumirse a su vez,como lo ha demostrado a las claras la historia de MonsieurTeste.

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Caería en un error elque hiciese que los fuertes movimientos negadores contemporáneos fueran responsables de esa fuerza volatilizadora y volátilen que alparecer se ha constituido la literatura.Hace alrededor de ciento cincuenta años, un hombre que tenía delarte la idea más alta que se pueda uno formar —puesto que veía que elarte puede ser religión y la religión,arte—,un hombre,decimos (llamado Hegel),describió todos los movimientos por los cuales aquelque escoge serliterato se condena a pertenecer al«reino animaldelespíritu».Desde su primer paso,dice poco más o menos Hegel[1],el individuo que quiere escribir se ve detenido por una contradicción:para escribir,se necesitan dotes de escritor.Mas las dotes en síno son nada.Mientras,no habiéndose sentado ante su mesa,no haya escrito una obra,elescritor no es escritor y no sabe sitiene capacidades para hacerlo.Sólo tiene dotes luego de haberescrito,pero las necesita para escribir.

Esta dificultad aclara,desde elprincipio,la anomalía que es esencia de la actividad literaria y que elescritor debe y no debe superar.Elescritor no es un soñadoridealista,no se contempla en la intimidad de su alma bella,no se hunde en la certidumbre interior de sus dotes.Las pone en acción,vale decir que precisa de la obra que produce para tener conciencia de ellas y de sí;antes de su obra no solo ignora quién es sino que no es nada.Solo existe a partir de la obra pero,entonces,

¿cómo puede la obra existir? «Elindividuo —dice Hegel— no puede saber lo que es mientras no se haya transportado,mediante la operación,hasta la realidad electiva;entonces parece que no puede determinar la finalidad de su operación antes de haberoperado;y,sin embargo,siendo consciente,antes debe tenerfrente a síla operación como íntegramente suya,es decir como fin».Ahora bien,lo mismo ocurre para cada nueva obra,pues todo vuelve a empezar a partir de nada.Y también ocurre lo mismo cuando realiza la obra parte porparte:sino tiene su obra ante síen un proyecto ya formado por completo,¿cómo puede fijárselo como fin consciente de sus actos conscientes? Mas sila obra ya está por entero presente en su espíritu y siesa presencia es lo esencialde la obra (las palabras se consideran aquíno esenciales),¿por qué habría de realizarla más? O bien,como proyecto interior,es todo lo que será y,desde ese instante,elescritorsabe de ella todo lo que puede saber:por consiguiente la dejará reposar en su crepúsculo,sin traducirla a palabras, sin escribirla, pero, entonces, no escribirá, no será escritor. O bien, tomando conciencia de que la obra no puede ser proyectada sino sólo realizada,de que sólo tiene valor,verdad y realidad por las palabras que la desarrollan en el tiempo y la inscriben en elespacio,se pondrá a escribir,pero a partirde nada y con vistas a nada y,según una expresión de Hegel,como una nada que trabaja en la nada.

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A decir verdad,nunca se podría superar este problema sielhombre que escribe esperara de su solución elderecho de ponerse a escribir.«Precisamente por ello —observa Hegel— debe éste empezar inmediatamente e inmediatamente pasaralacto,sean cuales fueren las circunstancias,y sin pensarmás en elprincipio nien elmedio nien elfin».Asírompe elcírculo,pues las circunstancias en que se pone a escribir son a sus ojos lo mismo que su talento y elinterés que en ello encuentra,elmovimiento que lo lleva adelante,lo incitan a reconocerlas como suyas,a ver en ellas su propio fin.Valéry nos ha recordado con frecuencia que sus mejores obras habían nacido de una orden fortuita y no de una exigencia personal. Mas ¿qué veía en ello de sorprendente? Sise hubiese puesto a escribirEupalinospor símismo,¿porqué razón lo habría hecho? ¿Porhabertenido en la mano un pedazo de concha? ¿O porque al abrir un diccionario una mañana leyó en La Gran Enciclopedia elnombre de Eupalinos? ¿O bien porque,deseando ensayar la forma deldiálogo,por casualidad dispone de un papelque se presta para esa forma?

Como punto de partida de la obra más grande se puede suponer la circunstancia más fútil:esa futilidad no compromete en nada:elmovimiento por elcualelautor hace de ella una circunstancia decisiva basta para incorporarla a su genio y a su obra.En este sentido,la publicación Architectures,que le ordenó Eupalinos,es a las claras la forma en que originalmente Valéry tuvo eltalento para escribirla:esa orden fue elprincipio de ese talento,fue ese talento mismo,pero hay que agregar también que la orden no cobró forma real,no fue un proyecto verdadero sino porla existencia,eltalento de Valéry,sus conversaciones en elmundo y elinterés que ya había mostrado por ese tema.Toda obra es obra de circunstancia:lo cualsólo quiere decir que esa obra tuvo un principio,que empezó en eltiempo y que ese momento deltiempo forma parte de la obra puesto que,sin él,ésta sólo habría sido un problema insuperable,tan sólo la imposibilidad de escribir.

Supongamos que la obra está escrita:con ella ha nacido elescritor.Antes,no había nadie para escribirla;a partirdellibro existe un autorque se confunde con su libro.Cuando Kafka escribe al azar la frase: «Él miraba por la ventana», se encuentra,según dice,en una especie de inspiración tal que esta frase ya es perfecta.Es que éles su autor;o,mejor dicho,gracias a ella éles autor:de ella obtiene su existencia,él la ha hecho y ella lo ha hecho,ella es ély éles por completo lo que ella es.De ahísu dicha,dicha sin mezcolanza,sin defecto.Sin importar lo que pudiera escribir,«la frase ya es perfecta».Asíes la certidumbre honda y extraña de la que elarte hace una meta.Lo que está escrito no está nibien nimalescrito,no es niimportante nivano,nimemorable nidigno de olvidarse:es elmovimiento perfecto mediante elcuallo que dentro no era nada ha surgido a la realidad monumentaldelexterior como algo necesariamente verdadero,como una

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traducción necesariamente fiel,puesto que aquello que traduce sólo existe por ella y en ella.Se puede decir que esta certidumbre es como elparaíso interior del escritor y que la escrituraautomáticafue sólo un medio para hacer realesta edad de oro,lo que Hegelllama la dicha pura de pasar de la noche de la posibilidad aldía de la presencia o incluso la certidumbre de que eso que surge a la luz no es otra cosa que lo que dormía en la noche.Mas ¿con qué resultado? En apariencia,al escritor que por entero se recoge y se encierra en la frase «Él miraba por la ventana» no se le puede pedir ninguna justificación alrespecto,puesto que para él nada existe sino ella.Pero almenos existe y sien verdad existe algrado de hacerde quien la ha escrito un escritor,es porque no sólo es su frase,sino la frase de otros hombres,capaces de leerla,una frase universal.

Empieza entonces una prueba desconcertante.Elautor ve que los demás se interesan en su obra,pero elinterés que les merece es un interés distinto delque había hecho de ella la pura traducción de símismo y distinto cambia la obra,la transforma en algo en donde élno reconoce la perfección primera.Para él,la obra ha desaparecido,es la obra de los demás,la obra donde ellos están y élno está,un libro que adquiere su valor de otros libros,que es originalsino se les parece,que se comprende porque es su reflejo.Ahora bien,elescritor no puede pasar por alto esta nueva etapa.Ya lo hemos visto,élsólo existe en su obra,pero la obra sólo existe cuando es esa realidad pública,extraña,hecha y deshecha por elchoque de las realidades.Así,él se encuentra desde luego en la obra,pero la obra en sí desaparece.Ese momento de la vivencia es particularmente crítico.Para superarlo entran en juego interpretaciones de todo tipo.Por ejemplo,elescritor quisiera proteger la perfección de la Cosa escrita manteniéndola tan alejada como sea posible de la vida exterior.La obra,lo que élha hecho,no es ese libro comprado, leído,triturado,exaltado o aplastado por eldevenir delmundo.Pero entonces,

¿dónde comienza,dónde termina la obra?,¿en qué momento existe?,¿por qué hacerla pública? Sies necesario proteger en ella elesplendor delyo puro,¿porqué hacerla pasar alexterior,realizarla en palabras que son las de todos?,¿por qué no retirarse a una intimidad cerrada y secreta,sin producir nada fuera de un objeto vacío y un eco moribundo? Otra solución,elescritor acepta suprimirse a símismo:

en la obra sólo cuenta elque la ha leído.Ellectorhace la obra;leyéndola,la crea;él es su verdadero autor,es la conciencia y la sustancia viva de la Cosa escrita;así,el autor tiene sólo una meta,escribir para ese lector y confundirse con él.Tentativa esta sin esperanza,pues ellectorno quiere una obra escrita para él,sólo quiere una obra ajena,donde descubra algo desconocido,una realidad diferente,un espíritu separado que lo pueda transformar y que élpueda transformar en símismo.En verdad,elautorque escribe precisamente para un público no escribe:elque escribe

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