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(1)

M U S E O U N I V E R S A L

P E m ñ n tco

DE CI ENCI AS. ARTES, L I T E R AT UR A, I NDUS T RI A Y CONOCI MI ENTOS ÚTI LES.

PRECIOS DE LA 8U SC R IC I0N .

EN M A D R ID .— U n «ñ o 25 pesetas; seis meses 13; tres n iese« 1 — E N PR O V IN C IAS.— U n año 28 pesetas; seis m ese 15; tres m eses H. - 1‘O RTU O AIj. -U n uño 5,040 reís; seis m eses 8,290; tres m eses l,»M ).

E X TR A N JE R O . Un año 85 tranco»; seis D iese» 18; tres m eses 10.

A Ñ O X I V —N Û M . 12.

J u n io 1 3 d o 1 8 7 0 .

— -tOqae---

li’. d i t o i ’ y e l i r e c i t o i I ) . A fc »* l ¡ = i i i l o « I ir C á e l o s ,

AOM1NISTIIACION CALLE DEL ADUNAI, NCM. Iti, )1 AUDIO.

PR E C I0 8 DE LA SU8CRICIO N.

H A B A N A Y P U E R T O R IC O .— U n año, px. Ib. 7.50; m i» m eses 1.50

— N iím eros sueltos, lijan e l precio los A gen tes.— F IL IP IN A S Y D EM AS A M E R IC A S .- Un año p -, fs. 10; sois m eses 6 .— N iim cros sueltos, lijan e l precio los Agentes.

SUMARIO.

Texto.—Clónica, por Julio Nomliela.— Regencia» berberiscas:

Honeguilos. por don A. Itenu vides, Director de la Academia de la Historia.— Don Justo .losé de l'rquizn— Revolución de Gua­

temala: muerte del mariscal don Serapio Cruz. — Juan Santiago Asmtisseit W’orsaae,

|n»r don Francisco M. Tubiiio.—Sucesos de l’ai i» después del plebiscito. — L iiiversidad de Saneti-Spiritus en Uñale.— l'u cuadro de Rosales.— F.l mariscal Saldanlta.— Lafe bEt.

amo», novela por don Manuel Fernandez y González.— Los Bandidos de Grecia.— Prue­

ba del Torpedo Ilurvey.— Los libros nuevos, por don F. Ilueliu. — Fortunv.—Álbumpoé­

tico: Fu el álbum de una dama, por don Ma­

nuel del Palacio.— La ciencia al alcance de lodos: el vinagre, por E. C.— Ajedrez.—

Anuncios.

Grabados.— Don Justo José de Urquiza.— Su­

cesos de París: Los sublevados se apoderan

•le los ómnibus para hacer una barricada.—

■ Halle! dis|iara su rewolver contra el tenien­

te Filibert.— Revolución de Guatemala: El

•uariscal don Sera pió Gruz.— Kl general don Antonio Solares.—Cabeza del mariscal don Serupio Cruz.—Sucesos de Parí.»: Visita de l"> emperadores fraijcese.» al cuartel del l'iinripe Eugenio.— Prueba del torpedo Har- '••v.—Jirtn Santiago Astnusseu Worsauc.—

I "ivéividad de Saucti-Spirilus en Uñale.—

LmI.i á un estudio do Pintor, dibujo del se-

"or Rosales tomado de un boceto del jnis--

"to peí teneciente al señor marqués de Pot- t’igalcle.— El Mariseal Saldanlta.— Aparatos químicos.— La dd Amor...— Dos carica- turas de OrU'go.—Cabezas de los n.alliecho-

•cs muertos en Oropos.

( CRÓNICA.

^ tevolufiou y los niños.—Ag.taciou putei nal.

mano oculta.— 1.a realidad y la ini»»:- laciOH Kpisodios dramáticos.— Klecti

"‘.— 1.a política y la química.— La lógi , mputados.— t u hombre de moda.'Ia! Nllllln. I.'l 1.1 c ••

niño: el angelito, según la version que circuló , iba ele la mano de su mamá, v a l soltarle ésta para detener­

se :i contemplar las preciosidades de un escaparate, desapareció la criatura!

'• • » io n e s . — E| |¡„

•Uítics.—Sainete.

ici-

CU di

del fuego.— Españole»—Di-

¡Cuántos sucesos en pocos (lias!

Apenas cesa la contusión producida J*1’ los viajeros que acuden á Madrid j*ara proporcionarse el esp ecia d lo de R‘a corte sin rey, corre el rumor de que

í-tdo robada una niña.

*' *0;í dos dias se reliere el robo de un DON JUSTO JOSÉ DE U R Q U IZ A .

Es necesario ignorar lo que significa ser padre, para no comprender la alarma que en las familia.»

produjeron estas noticias.

¡Pobres niños! Ellos, que necesitan aire y libertad para vivir, son las víctimas «le las liber­

tades que nos lia dado la Revolución de Setiembre.

A lo mejor anuncian los periódicos una manifestación.

— Papá, mañana me llevarás á paseo, dice un niño.

— Imposible.

— ¿Por qué?

— Hay manifestación, y conforme pue­

de haber orden y tranquilidad, puede haber desurden y linternazos. En casita, hijo mió.

^ los pobres niños, cuando hay mani­

festación, cuando hay temores de jarana , cuando hay votaciones peligrosas, e le ., et­

cétera, tienen que renunciar al aire y ; I paseo, ó lo que es lo mismo, á la inocente y hermosa libertad que da color sonro­

sado á sus mejillas, limpidez ¡i sus ojos y vida y animación á lodo su euerpecito.

Pero como estos temores, gracias .¡

Dios, no eran diarios, podían salir con ligeras intermitencias. Las noticia* de rollos infantiles fuéun nuevo obstáculo.

Los que saltan á paseo iban muy agarrados de la mano, con grilletes de cariño, pero al lia grilletes.

— Cuidado con que le sueltes, decía Ja esposa á su m arido, y mientras el niño estaba fuera de casa, su zozobra era inmensa.

— Ponte al balcón, decia á la criada, y avisante cuando veas al señorito.

— AlU viene.

— ¿Trae el niño?

— Si señora.

— ¡Dios sea bendito!

Esta agitación se comunicó d las cla­

ses populares y no faltó quien la espío- lase politicam ente.

(2)

— Son los f r a n c e s e s los que roban niños, »leñan unos.

— ¿Y con qué fin?

— Con el de aprovechar la '¿rasa para los raills de los ferro-carriles.

— No por cierto, es para hacer una pomada.

— No son f r a n c e s e s , exclamaban otros: son los protestantes para tener discípulos, ya que no los con­

siguen de otro modo.

- ¡S í. si, los protestantes! Eso es mentira, como son mentira los robos de los niños.

9

Esta versión, graciasá Dios,parece la más auténti­

ca; pero no por eso han dejado de sufrir sustos y he­

ridas graves algunos infeli» osé inofensivos transeúntes.

Si algunas de los episodios ocurridos hubieran sido referidos por un novelista, los lectores habrían escla- inado: « A l Hit novela.» Pero la realidad es más origi­

nal que la imaginación.

Ejemplo al canto.

t'n pobre señor ha pasado mala noche, no ha po­

dido pegar los ojos, atribuye á la estrechez de las ha­

bitaciones el calor que le sofoca; y al día siguiente sale muy temprano de su casa resuelto ú buscar un cuarto más cómodo.

Despídese de su esposa, da un hesito á sus hijos y empieza á recorrer calles mirando á los halcones en busca del consabido papel.

Ye al liu una casa que le agrada por el punto en que está, y entra en ella para preguntar á la portera las rendiciones del alquiler. La pollera, es decir, el per­

lero, lia sido invitado por un antiguo amigo á echar unas copas, y al marchase ha dicho á su hijo. Quédate a¡ii y e c h a n a o j o á los que suban y bajen... Si vie­

nen á preguntar por el cuarto desalquilado, d a m e . a n a c a z que estoy en la taberna.

Todo esto es natural y sencillo, y en condiciones normales, el chico interrogado por el transeúnte, hu­

biera llamado á su padre y el misero habría alquilado el ruarlo.

Pues no señor; la novela de la vida necesitaba allí un episodio dramático.

Muchacho, ¿en dónde está el portero?

— No está.

¿Eres tú de la rasa?

Sí señor.

¿Y sabes cuanto piden por el cuarto desuhpiiludo?

— Eso mi padre lo sabe.

— ¿Y dónde está tu padre?

— En. la taberna.

— Pues vamos á llamarle.

El rapaz tiene cinco años; al cruzar la calle pasa un coche y e l caballero le coje de la mano.

-¡Ae.se! ¡á ese que roba un chico! grita una vieja que lia visto al caballero hablar con el muchacho y llevárselo.

Inmediatamente se llenan los balcones y las puer­

ta'» de curiosos, la vieja azuza, el público se irrita, las mujeres asaltan al caballero, los hombres le amenazan.

En vano trata de explicar su conducta; casi al mis­

mo tiempo que el oadre d éla criatura,saliendo déla taberna, interroga al chico veste le d a explicaciones, una piedra destroza un ojo al infeliz caballero cu­

yo único delito es haber dormido mal y haber pensa­

do mudar de domicilio.

Alii tienen ustedes una gran desgracia que conver­

tirán en moraleja los caseros, demostrando á sus in­

quilinos que no deben mudarse nunca.

La autoridad tomó cartas en el asunto, y al fin y al cabo se convenció Madrid de que solo había sido ro­

bada una niña, la cual fue bailada para consuelo de sus padres.

a a

Por aquellos dias hubo dos suicidios y una muerte por amor. De los dos suicidas, uno merece sincera vom pasión.

No pudien.lo pagar á su cabero, canceló sus cuen­

tas levantándose la tapa de Ios-sesos.

La muerte de que hablo, se cometió en el Retiro en una calle de árboles próxima al estanque. Los celos armaron el brazo del amante, y la amada espiró á

sus golpes.

¡Cuánta tragedia!

Preocupados los ánimos con extos dolorosos suce-

178 L A 1 L U S T R A C IO N E S P A Ñ O L A Y A M E R IC A N A .

sos, agravó su tristeza una espantosa tempestad «pie conjunto, lo más fácil es olvidarse de que hay inte- arrojó sus rayos en la torre de San José, en la casa rinidad, partidos, escasez de fondos y otras calanú- de Divas, de la Carrera de San Gerónimo , y en los dades por el estilo.

Campos Elíseos. Pero seamos justos: mientras los publicistas y los

políticos buscan en vano el medio de sofocar el fuego

• • de la ambición que domina á los hombres en la época A los dos dias de esta lufinenla empezó á hablarse en M,lr* vivimos, no falta quien en el silencio del bo­

cón temor de los sucesos «píese prepai*ibuu. gar pida al ingenio y al trabajo recursos eficaces para La cuestión política aumentó la electricidad po- apagar otro fuego que, aunque no produce tantos da- niendo á la orden del dia la elección de monarca. MOS corno aquel, »le cuando en cuando arruina á fami- Cuantas veces se trata »1»? resolver este problema, lias, destruye edificios y quila la vida á no pocas per- otras tantas se descompone la mayoría de la Asara- ponas.

Idea, y me parece que va á tener que pedirse la so- fácilm ente se comprende que aludo á los incendios.

Ilición, más que á la política, á la química. >' 1UC d investigador de tan preciosa receta os el mo-

¿Qué simple es esc que se descompone con el pro- desto químico— le llamaré asi— don Ramón Dañólas

cipitado de monarca? Arnau, desconocido ayer, célebre boy y rico mañana,

He indicado que la química tiene que resolver el no se coaligan contra él los que hasta en el fuego problema, y casi estoy tentado <le creer que hay (pie hallan un m u d a s v i v e a d i .

buscar solución en una ciencia más abstracta. La prueba del aparato que ha inventado se ha he-

¿Tiene presente cada diputado la opinión de sus cho recientemente con un éxito asombroso. Con él electores al decidirse en pró ó en contra de la interi- apagó en dos ó tres minutos una gran cantidad de nidad, al apoyar y defender tal ó cual candidatura? hrea encendida; con él quedó ileso un maniquí vestido La costumbre, amalgamando la indiferencia de los de ropas talares, á las que se prendió fuego, con él, representados con el amor propio de los represen- por fin, se apagó una choza incendiada por sus cuatro tantos, ha grabado en la conciencia de los padres de lados.

la pátria este pensamiento, que es para ellos articulo Parecía aquello arte de encantamento: asi es que el de fé: «L a pátria soy y o .» Y partiendo de esta hipó- público aplaudía entusiasmado, y hasta un chusco tesis poético-económica, raciocinan por regla general deda:

do esta manera: — ¡Esto es magnifico! ya no puede uno quemarse

— «Si nombran rey, se dice uno, como yo no lie por nada ni por nadie. Esto va á rehabilitar á las sut- trahajado en pró »lo este ó de aquel, es muy posible gras que son las que más queman la sangre álosp ió- que no sea ministro ó director y que mis electores jimos.

me dejen por otro que los recomiende el gobierno: El hecho es que un hombre laborioso, inteligente y luego conviene á la pátria la interinidad. español por añadidura, ha vencido á uno de los más Las circunstancias ó mis afecciones, dice otro, terribles elementos. Cualquiera puedo tener en su me lian hecho trabajar en pró de tal candidatura : si «vasa un aparato; los hay desde 1 ti duros hasta ‘2 0; su triunfa es natural que yo tenga gran influencia con el descubrimiento ha buscado el hogar, la familia, y de monarca: luego conviene á la patria que Fulano »1»* seguro la encontrará.

Tal sea R e y .» Reciba también mi humilde aplauso; y si no hace

Tai es la lógica que está de moda: bien es verdad fortuna, que afrancese ó italianice su nombre, que es­

quí; no tienen toda la culpa los diputados. pero á que pase un año y que se presente de nuevo Analizando b ie n .s e nos aparece el cacique de la en la palestra. Yo creo, sin embargo, que el ser es- provincia, que se dice: «L a provincia soy yo.» Detrás pañol no l»' perjudicará esta vez.

está el cacique de pueblo, que alterando la frase en la forma, aunque no cu el fondo, csclama: «E l pue­

blo soy v o »; v en último resultado, los verdaderos cul- l w Pm ó.lieos se «Mangan de alar- pables son los que se creen hombres y son mansos n.arnos a menndo con el anuncio de complicaciones corderos que van por dundo les lleva su incuria ó su *‘n interior, de visitas trascendentales que se hacen

egoísmo. los soberanos, de conflictos en el Concilio, de conspi-

"a pesar de todo esto, han pasado los dias 7. S v i». racio” cs demagógicas ó reaccionarias, y otras lindezas ha sido derrotado el gobierno, v se ha alegrado de Por 0 eftl,1° ’ ,0 ‘l uc n,° obsla Para <l"c de cuando en serlo, se 1.a celebrado una m in io » contra la interini- ««an do aparezcan en la comedia de la vida tipos capa- dad, y la interinidad, que tiene algo de Mefistófeles y

de can-can, se sigue riendo do los diputados,de los ciu­

dadanos y basta del emperador de los franceses, que parece que se ocupa de nuestra suerte con más inte­

rés del que conviene á nuestra independencia.

La política ha puesto también de moda en los úl­

timos dias al diputado señor Rojo Arias.

ccs de dar la razón á los naturalistas que no ven en le hombre más que un mono perfeccionado.

Hace dos ó tres noches que se encontraron dos j ó ­ venes elegantes en los jardines de Recoletos.

— No te se vo, dijo el uno al otro.

— Estoy ahora muy ocupado.

— Pues ¿qué haces?

de divertirme.

unios cuas ai íiipuuiao

señor nojo

Anas. y1 , .

El voto de este padre de la pátria le ha valido aplau- “ lla¡"¡ " n 1raGí,,° ^gem oso sos y censuras: la pasión de partido le ha llamado ¿Guai es. hombre, ¿cual es?

desde salvador de la Revolución hasta instrumento . >;,hes que vivo (>n la Puerta del Sol, esquina del emperador Napoleón. a *a ca“ e l‘p* Arenal: pues bien, me estoy todo el dia

L o cierto es que no se ha hablado en cuarenta y balcón, y cuando veo entrar Una buena moza e.i el ocha horas más que de Rojo Arias. ¡Qué gran ocasión ,,m,1I M,s , J .j*10 <e »-alanianea, bajo corriendo, me para publicar sus Memorias!

Su voto particular fué aceptad > por trece votos de mayoría, y con este motivo los cabalistas han demostra­

do que este número está de parte de la interinidad y que es de mal agüero.

meto en el ómnibus y la acompaño. Luego me vuelvo á pié y me divierto y hago ejercicio.

¡Conceded á este joven derechos ¡legislablcs!

Julio Nomisela.

A D V E R T E N C I A .

A íin

de que

La

I

lu strac ió n

E

spañola y

A

m ericana

aparezca cada quince di as.

P o r fortuna, á pesar de esto se divierte en Madrid la gente que puede, y los circos y los teatros están muy animados.

Los Campos Elíseos convidan todas las noches con s e g ú n t e n e m o s o f r e c i d o , a lt e r a m o s d e s d e muchas distracciones á cuantos quieren y pueden o l- e s te n ú m e r o la f e c h a d e s il p u b lic a c ió n , vi.lar sus penas. Después áe entrar en los jardines, q u e t e n d i l i l u g a r e i l a d e la n t e lo s d ia s 1 3 V por prosaico que sea el individuo que tal hace, al ver ( |0 m (,s

r

™ rode‘,,li! p°'' T 7 W:‘ ,le " D e este m o d o se co n seg u irá ta m b ié n .tue luces de colores, que serpentea y se pierde bajo un .... i . , . . • , 7 . . . 1 puente rústico, al dirigir la vista bácia las calles de ^ \ \ ' 1 1 e l.( I. c a H,^a 0,1 . q u u i r d -

árboles iluminadas á la veneciana, al oir los acordes n u l la s n o i le ía s l i e lo s U lt im o s s u c e s o s q u e de la música por un lado, los aplausos que la alegría DtUll r a il ty i E u r o p a , C-OIl lo c u a l d a m o s sa- ó el entusiasmo, género barato en nuestros tiempos, t ls la c c io il a lo s ju s to s d e s e o s d e lo s s e ñ o - producen en el teatro de Rossini, al abalear aquel r e s s u s c r i tu re s d e A m é r ic a .

(3)

L A IL U S T R A C IO N E S P A Ñ O L A Y A M E R IC A N A . 17!)

REGENCIAS BERBERISCAS: RENEGADOS.

11 «• ;ii[u! tros pal alnas diferentes do to«lo pimío, y ipic van siempre minias, «le manera «pie no puede jiablarse do la primera, sin que vendan á las luientes la segunda y la tercera. Contienen las tres y recuerdan un periodo lastimoso de la Historia moderna, tuya duración «le más de «los siglos puede considerarse corno un padrón de ignominia para la Europa culta.

IVuelian además evidentemente cuán peligrosas y cuán pcrjudiales son para los Estados las consecuen­

cias ipie naturalmente «e derivan de las contiendas

• «pie engendran el amor propio y la rivalidad de los soberanos. Si en el siglo A V I, Carlos Y , el emperador, v Francisco I «le Francia, unidos y conformes, y con ellos el Papa y la Señoría veneciana, hubieran seguido la política hábil, discreta y varonil de los Heves Ca­

tólicos, ni el Turco hubiera amenazado con cas i irre­

sistible empuje las costas del Mediterráneo, teniendo en jaque á la cristiandad, ni esos nidos de piratas, llamados en sus principios Reinos y luego Regen­

cias, hubieran ensangrentado lan «le continuo el mar, teatro de sus hazañas, robando y saqueando la fortu­

na «1«' las naciones que traficaban desde las columnas de Hércules hasta donde termina el mar Mediter­

ráneo.

Apenas la Reina Católica y su esposo el muy ilus- lre don Fernando de Aragón, ayudados por los Íncli­

tos guerreros, prez y honra de España en el siglo XV, liahian dado felice cima á la grande empresa «le lan­

zar de la Península ibérica á los sectarios de Maho- tna, un imperio más fuerte que el de Bagdag, más poderoso «pie el cabíalo de Córdoba se levantaba en la antigua Ilizancio, en la cuna del Imperio griego, quedando convertido en niezqiiiia el ningnilien tem­

plo de Sania Sofía; en la media luna morisca, el lá­

baro santo de Constantino, y borrados liasla los re­

cuerdos de la piadosa Elena.

I.a situación de ConstanlinopUv, colocada entre dos mares y entre dos de las cuatro antiguas parles del mundo, y el mérito singular y las prendas relevantes que adornaban á los soberanos (pie reinaban en aquel dilatadísimo imperio, fueron partes muy esenciales para aumenlar la pujanza de la grey musulmana. No parecía sino qué eclipsada la estrella (le los Muzlines en las partes de Occidente, se ostentaba más pura y más brillante en las parles del Oriente, de donde ba­

lda venido á iluminar los horizontes españoles siete siglos antes de su ocaso.

Era muy ardua empresa para los Reyes Católicos, y aun basta para el emperador Carlos V . seguir ade­

lante en la compiista, dados ya los primeros pasos de invasión en Africa, muy costosos y de escasos re­

saltados. Sin hablar de la conquista de Africa, que S® balda atribuido Scipion, con más pompa que ver­

dad, solo la de las MaurUanias ti ug i tana y resánense era imposible, aunque el monarca español para rea­

lizarla hubiera sacrificado sus posesiones de Europa y las nuevas conquistas y recientes establecimientos que el genio de Colon, con asombro universal, le ba­

lda proporcionado al otro lado de los mares.

Con la paz y auxilio de la Francia, de Veneeia y de liorna, tal voz el poderoso Emperador hubiera po­

dido dar un fuerte y casi mortal golpe al islamismo, combatiéndolo y venciéndolo en el centro de su po­

der, limpiando de piratas y malhechores el Meditcr- ráneo, dando seguridad á las costas de España. Ila- Üa y Sicilia, hasta terminal* ventajosamente, y en pro de la España y de la civilización del mundo, la gran cuestión de Oriente, cada dia más difícil de orillar, y que amenaza siempre turbar el reposado contenta­

miento de los diplomáticos y la paz del mundo.

Pero la Providencia divina,’ en.sus inescrutables juicios, tenia arregladas las cosas de otra manera: á . pujanza del Sultán añadió la enemistad constante y 8m tregua del rey de Francia, y las guerras de Ale­

mania, y el levantamiento de (.útero, y tanta enojosa complicación, «pie empezando en Castilla con la Santa

•'ga. cuando aquel monarca apenas había salido de la adolescencia, no terminaron ni aun después de en­

cerrado en un monasterio, donde fué á descansar en 'id a . agobiado con el peso de sus laureles y del go-

»enio de sus Estados.

Aun asi, la cuestión de África no quedó olvidada: y jucna prueba de tenerla siempre en mientes fué la

toma ibí Túnez y de la goleta donde los soldados es­

pañoles alcanzaron tan imperecedera gloria, que no marchitaron ni aun los desastres de A rgel, debidos á la negra fortuna que levantó los elementos en contra do las armas españolas: antecedente funesto de la rota de la gran armada con que Felipe II pensaba bu- millar por runchos años el pabellón inglés, próspero ya y allanero en lodos los mares de Europa.

Los bereberes habitantes del África en luda la es- tensión de sus costas, los que de continuo venían de lo interior y aun del Asia y de la Arabia propia­

mente dicha; el considerable número de familias «pie una vez perdida toda esperanza de permanecer en el suelo granadino se trasladaban al Africa, con sus pe­

nales v sus dioses; los judíos lanzados «le España en tiempo de los Reyes Católicos, poblaban en el si­

glo X V I, quizás con esceso, las capitales de aquellos Estados, que tuvieron por reyes en lo antiguo á Ma- sinisa, á Si fax, á Yngurta, y que en contienda unos con otros, v todos con los Romanos, al lio cayeron bajo el yugo del pueblo rey, triunfante por su valor, pero apoyado en la traición de aquella gente desleal y sin fé, al decir de los historiadores de todas las edades.

No fué sino cuando vieron los reyes modernos, á los que llamamos revolucionarios, por ser el tipo ideal del producto de la democracia en su más lato y g e ­ nuino sentido, que peligraba su regia autoridad, y también la seguridad del Estado, se les ocurrió acu­

dir en demanda de protección al Gran Sultán, el cual no se hizo sordo á sus clamores, aunque no sin e x i­

gir una especie de vasallaje semejante al que exigían los grandes señores feudales, de los menores en gra­

do en aquella gerárquiea escala.

Tal intento fué una revolución, si no en el fondo, al menos en la apariencia: desapareció la dignidad regia; quedó abolida la monarquía; borrada la corona como por ser ya inútil el emblema de lo que no exis­

tia, y como por lo regular las revoluciones sin fuerza respetan las rosas, y se dan por contentos ron variar los nombres y las personas, á la monarquía se la llamó Regencia, y al rey se le bautizó con el nombre de De//, que quiere decir t i o ó t u t o r de aquella miélico grey

«le menores; que no hay menor edad igual, ni más ilo- lorosa que la «pie cae bajo el dominio «le un tirano.

Cáelos V, amenazando con sus ejércitos y escuadras la redondez «le la tierra, siendo su mano, aunque muy grande, pequeña para abarcar todo su ámbito, fué el autor inocente de aquel nombre y de aquella trasfor- macion, «pie ha continuado y continúa basta boy.

De los Reinos ó Regencias berberiscas, ninguna tan famosa ni «le tanta nombradla por sus riquezas y fa­

cilidad en adquirirlas, como la Regencia de Argel. No uno. sino muchos libros se han escrito hablando «le aquel asilo de piratas, de aquella cueva «le ladrones,

«le aquella sentina «le todos los vicios, gloria «le rene­

gados y tormento infernal de virtuosos cristianos. Re­

ferir y esplicar las gentes «pie en el siglo XVI vivían y medraban a) abrigo «le los muros de la ciudad, seria obra quizás superior á nuestras fuerzas, y desde luego impropia por su magnitud «le un reducido articulo.

Ciudad oriental por el origen «le sus pobladores, por las inerrancias «pie vendían los traficantes turcos y [tersas, por los vicios que engendraba la molicie de sus degenerados vecinos; ciudad occidental por el trato y frecuente comunicación con los europeos, en pugna ó en contacto, costumbres y creencias opuestas, lugar de transacción moral, donde se comerciaba con la re­

ligión. ni el cristiano creia en la saludable y divina doctrina del hombre Dios, ni el musulmán ponía su confianza en el profeta; pueblo corrompido al par «le 1 is antiguas ciudades bíblicas, ofrecía á la vista del pasajero un espectáculo repugnante, ó divertido, se­

gún el grado «le virtud ó corrupción que sentía su alma, ó la necesidad que le llevaba á aquel emporio, como navegante ó corsario, negociante ó cautivo.

¡Cuántos cristianos agotaron en el cautiverio toda su paciencia, aquilatando en Tos tormentos la purísima fé

«le sus almas! Uno entre todos, á quien no intimida­

ron nunca el rigor del destino, ni las amenazas del poder, ni los crueles reveses de la mala fortuna, Mi­

guel Cervantes, por fin, ilustró la historia de aquella ciudad con su valor, su constancia. su fé y su denue-

«lo en los mayores peligros. Cautivo, esclavo, aherro­

jado con jiesadas cadenas, era más altanero, más in­

dómito, más fiero que sus crueles amos, y reunía tan

eminentes cualidades porque se anidaba en su alma el sentimiento divino «1«* la libertad, sentimiento pura­

mente moral, inspirado al hombre por el mismo Dios, y con el cual, elevada el alma basta el heroísmo, se burla el hombre de la fuerza «le la injusticia, este tor­

mento del corazón, y hasta de la muerte, venciendo en desigual lucha, débil y todo, á los poderosos de la tierra.

El padre llaedo. en su escódente libro intitulado la

h i s t o r i a d e A r g e l , dedica un capítulo para definir, clasificar y esplicar las gentes de aquel pueblo, su pro­

cedencia, naturaleza y ejercicios en «pie se entretenían.

Moros, turcos y judíos eran, según este autor, las tres clases de gentes que habitaban en aquella ciudad, contando entre la primera cuatro especies distintas, á saber: llaldis ó ciudadanos, Cabayles oriundos de las montañas, Alarbes ó campesinos, y por último, los que salieron «le España, que á su vez se distinguen por nombres diferentes, y se dividen en dos clases, unos procedentes «le Granada y Andalucía, llamados M o d a - j u r e s , y oíros de Aragón y Cataluña, que se conocían con el nombre de T a g a r i n o s . Los turcos eran «1«: dos diferentes condiciones, según pertenecían á la Turquía asiática ó á la Europea. De ambos elegia el Dey Ios- alcaides. h o m b r e * g o e g o b i e r n a n l a t i e r r a ; oganiza- ba los espavs, soldados de paga muerta, y los gen iza­

ros, tropa ordinaria, especie de pretorianos «pie acos­

tumbraban rebelarse de continuo, ahora diríamos pro­

nunciarse. y elogian el Bey ó el D ey, cuya confirma­

ción esperaban de la córte «leí Sultán, el solo Rey do los creyentes. Corsarios «pie andaban por la mar a r­

mados y ejerciendo la piratería, robando los caminíes do las naciones cristianas en las costos «pie asaltaban ó en los barcos «pie rendían, y cautivando á sus hijos, los cuales después «I«1 penosa prisión, eran rescalados por sus parientes ó por los religiosos Trinitarios ó Mercenarios, con cuyo tráfico m ininal y vergonzoso, aquellos bárbaros allegaban caudales «legran conside­

ración.

Pero si los moros y Vos turcos, con el aliciente «le la ganancia se entregaban freiiéticainenk* al corso, es preciso con losar, después «le examinados doi’umcntos importantes de aquella época, «pie el corso, la pirate­

ría y los asaltos en el mar, eran propios de los rene­

gados, « lase «pie abundaba en Argel y en toda la costa

«le Levante, la «pie por sus lechonas, vicios, criinenes y heroico valor, forma casi por completo la historia de aquel que poilemos llamar bajo imperio africano, cu­

yo principio puede fijarse en la ruina y acabamiento del reino árabe peninsular, y su término, rigurosa­

mente hablando, en 1830, á manos «le los Borbolles franceses, que dieron cuerda «le él en seis dias, hirien­

do el corazón de la regencia argelina con la loma y su­

misión de su capital por un ejército victorioso, man­

dado por un general afortunado, aunque de varia his­

toria v dudosa fama. Ya han visto nuestros lectores

«pie era verdad lo que al comenzar esle articulo ha­

bíamos afirmado, que los nombres do Regencia ber- lierisca y Renegados van siempre unidos, y no se mien­

ta uno. sin que á la memoria venga de seguro el otro.

Apóstata llamó la religión cristiana al «pie una vez cristiano volvió al culto de la idolatría; y de ello que­

dó en la historia y en la persona del einj erador Juli; - no un elevado y escandaloso testimonio. Renegados se llamaron los que en el seno ile la religión cristia­

na nacidos y educados, pasando al moro abjuraron de sus santos misterios y aceptaron pública y .solemne­

mente las creencias musulmanas. El miedo á la muerto ó á los tormentos, el apetito desordenado en adquirir riquezas, fueron siempre los dos más poderosos estí­

mulos para llevar al hombre á cometer uno «le los ac­

tos más depresivos de su dignidad. Que estos fueron frecuentes, que las más veces fueran también corona­

dos con el más venturoso éxito, no bav para qué de­

cirlo; v si en medio d«i tantas almas débiles, ó crimi­

nalmente interesadas, no bailáramos otras de superior tem ple, formaríamos una mala id^a del género hu­

mano. Pero con él nos reconcilia, y de él nos hace en­

tusiastas. la conducta heroica de Miguel de Cervantes, (pie si brilla en la república de las letras como es­

trella refulgente por su inmortal Q u i j o t e , ocupa el más distinguido lugar en la historia de la humanidad, ya lo hemos dicho y no nos cansaremos en repetirlo, por la constancia y valor con que soportólos tormen­

tos de su cautiverio. Él suavizaba «*on su elocuencia el martirio ageno, infundiendo ánimo en el timido. a*©-

(4)

L A IL U S T R A C IO N E S P A Ñ O L A V A M E R IC A N A .

sucKSps i'K t*\ws.— Los sublevados se apoderan de los ómnibus pava hacer una barricada.

sucesos m. i’Mus.— Vaüet dispara su rcvvolver contra el teniente Filibert.

s

DEVOLUCION DE OIATEMAI.A.

El mariscal don Serapio Cruz, jefe de les rebe’des.

"tirando la fé del dudoso y admirando á sus opre­

sores hasta el punto de decir que Cervantes rei­

naba en Argel, preso y cautivo, más que el mis­

mo llassan, su rey, su tirano y opresor.

No eran solo los renegados españoles los que habitaban la importante ciudad de Argel; de todas pai tes déla cristiandad venían, y muy particular­

mente de la Grecia, cuyos habitantes una vez per­

dida la antigua civilización que tan célebres los hizo en la edad heroica d éla historial no han ce­

sado hasta nuestros «lias

«le escandalizar la Europa con repetidas muestras de su degradada degenera­

ción. Griegos fueron aque-

<‘ilos célebres corsarios, y rem'gados también, co­

nocidos con el nombre de Hachan-tija, terror de cris- lianos. émulos de reyes y

«le alta nombradla por sus atrevidas y casi siempre gloriosas hazañas. Domi­

naron en Argel y en toda la costa de Herberia ; eran los dueños del Metlitcrrá- n eo, y sus escuadras nu­

merosas . ora combatían á Malta, se apoderaban de Túnez, es pugnaban á Mu­

gía, como bloqueaban á Si­

cilia, y no dejaban puerto seguro desde Marsella al Estrecho. Más afortunado el segundo hermano que el primero, á pesar de ser éste el autor de la fortuna «le ambos, llegó á inandar lan graii]mímern de bajeles, á ser tan hábil en la guerra de la mar, que quiso rivalizar en más «le una ocasión con el famoso Doria, el aventajado marino del siglo XVI, el que alas órdenes del Emperador lanto contribu­

yó al feliz é\i(o de sus empresas. Hijo (|o rene­

gado griego, de padres humildes, bandido de la mar, esto es, pirata, la for­

tuna, aunque en mala cau­

sa adquirida, lo elevó á neralísimo «le las armadas ge­

del Gran Turco, con el tra­

tamiento de Alteza que le reconocieron los almiran­

tes cristianos y hasta los mismos principes.

Pero como el tiempo es gran descubridor ile ver­

dades, en estos que liemos alcanzado, que son de in­

vestigación y controversia, se lian puesto en claro los (ratos y conciertos secretos

«pie. llevaba el Gobierno del Emperador ron Mqrharro- ja , para que entregándole

la escuadra del Gran Señor DEVOLUCION DE OCATEM.VU.

Don Antonio Solares, general en jefe de las tropas de Guatemala.

(5)

L A I L U S T R A C IO N E S P A Ñ O L A Y A M E R IC A N A 181

lomase el corsario do las Regencias berberisca.*' laque quisiera para reinar en ella yú su servicio, conesclu-

‘ ion de la de Argel, por guardar fidelidad al rey que la tenia á la sazón. No se llevó á cabo el tratado; era difícil:

siempre debía costar trabajo al famoso renegado ser fe­

lón para con su Señor; no era cosa de poca monta tam­

bién para el emperador reconocer y tratar poco menos que de igual á igual al renegado, al súbdito musulmán,

al amigo y aliado de Francisco I, que lauto daño había causado á la casa y Estados de Carlos y á la cristiandad yá la civilización, pues por su culpa se perdió quizás la mejor ocasión de resolver la eterna cuestión de

P R U E B A D E L TO R PE D O H A R V E Y

(6)

i A IL U S T R A C IO N E S P A Ñ O L A Y AM E R IC A N A .

Oriente, que amenaza siempre, como antes liemos «1 i- clio . turbar la paz del mundo, y sin resultado doíl-

uitivo.

IWir último, y cerrando ya este articulo, demasiado la ruó . treinta y cinco eran los corsarios matriculados en tasóla regencia de Argel. en los liempos*de que

\auios hablando, sin contar los que poseían escuadras numerosas v que no se sujetaban á Doy ni Doy de la costa, sino que dependían de ConsLvntmopla. I)e los treinta v cinco, los treinta eran renegados; dos espa­

ñoles. llamados uno Monillo Daez, MaUrapillo. y otro l-ul Raez: los demás eran griegos, sicilianos v alba- neses. Tal. y solo en bosquejo, era la triste suerte que cupo al cristianismo en las costas europeas y africa­

nas, al comercio y á la civilización , en los siglos in­

mediatamente próximos á la victoria que consiguieron los Reyes Católicos al tomar posesión el 2 de enero de

I i'.)2 de la Albambra granadina.

A. Bexavides.

DON JUSTO JOSÉ DE URQUIZA.

Los liombres notables de todos los Países lian teni­

do que arrostrar multitud de peligros y vencer gran­

des obstáculos, para elevarse á la altura que los colo­

ca sol*.re la esfera de los demás.

La América, en lo que lleva de indenendencia, lia tenido de todo. Los matices del bien y del mal, han ostentado en su horizonte político todos sus distinti­

vos. y en pocos años han progresado en uno y otro sentido, más que la misma Europa en siglos.

El general Crquiza ha tenido-la fortuna de que le guiase siempre la buena estrella, con honores, gloria, riquezas y cuanto puede halagar á la imaginación de los hombres más ávidos del aplauso. Pero no por tan risueño destino pudo sustraerse á disgustos y peli­

gros; y una prueba de ello os que cuando Rosas se bailaba en la plenitud de su poder, deciaqne no porfin acostarse jamás sin pensar en deshacerse de Urquiza, veste á su vez sin pensar en la manera de librarse de Rosas.

Fueron sus padres españoles, naturales de la villa de Castro-l'rdialos; y debido á su genio activo y la­

borioso, consiguió que, á pesar de lio ser aquellos de estirpe nobiliaria, pero si de elevadas prendas de ca­

rácter y algunos recursos, su nombre se hiciese tan popular entre sus compatriotas, que él solo parecía absorber toda su personalidad, con su carácter em ­ prendedor. recto consejo y cálculo mercantil casi in­

falible. Lanzado por la fuerza de los acontecimientos á la milicia, sin ser su vocación el manejo de la espa­

da. se hizo célebre el 28 do marzo de 1845 ganando la batalla de la I n d i a M u e r t a , en la cual, por no ser resista, aunque era gobernador de una provincia do­

minada por el sombrío dictador, medio oculto en P a­

lo n e o , perdonó á casi todos los vencidos, difiriendo en esto de otros jefes de la Confederación argentina, que solían no perdonar á ninguno délos que caían en su poder. Urquiza era unitario, esto es, republicano conservador; pero por salvarse y salvar á Entre R ío s

se hizo federal, aceptando la tenencia militar de su país.

En aquella época emprendió continuos viajes, de uno á otro punto, para fundar escuelas como la que su noble coronel Urdinarrain bautizó con su nombre en la Concordia, y crear talleres y otros elementos de instrucción y riqueza. Queriendo libertarse de la In­

icia de Rosas, tuvo la suerte de derrotarle completa­

mente en Caseros, en 1852. después de dar término al sitio que Oribes tenia puesto á Montevideo hacia nueve años, no sin alguna intervención de Rosas, si bien él de por si representaba el partido heredero de as conquistas de la civilización en el Uruguay. Sus acertadas disposiciones y la lealtad de sus servidores lo elevaron entonces á la presidencia de la Confedera­

ción argentina, que desempeñó el periodo legal de los seis años, residiendo en el Paraná, capital «le Entre Ríos, con sus ministros, no sin aiguna oposición de los porteños, celosos del engrandecimiento de aquella ciudad. Pero una prueba de su administración es Ja de haber el Congreso nacional creado el título de ca­

pitán general de los ejércitos nacionales tan solo para él. único ejemplo de esta distinción hasta entonces en aquel país.

Recomiéndale, entre otras acciones, á España, el

haber declarado libres del servicio de las armas á to­

llos bis hijos de esta nación, después de la batalla de Caseros, cuando Rosas ios tenia á todos en perenne pié de guerra. El decreto que con tal motivo expidió, es nn documento honrosísimo para Es [.a ña y digno de perpetua gratitud de parle de los que por él se salva­

ron de inminentes peligros.

Urquiza protegía espléndidamente á todos los hom­

bres trabajadores, honrados v do talento. Sus inmen­

sos caudales, centuplicados año tras año. gracias á su sábia dirección económica, servían para dar pan A miles de familias, protegidas por él en sus numerosos establecimientos de salazón, ganadería, agríenlos, etc., sin que jamás se negase á favorecer á nadie, fuese quien fuese, aunque le hubiera combatido. Conocía casi personalmente y sabia las condiciones Sociales, morales é intelectuales, de lodos los habitantes de En­

tre Ríos, y su intervención en sus asuntos solia sal­

varles muchas voces de la desgracia. Sus palacios- eran la inorada del arte, de la cultura y de la caridad.

Visitábanle á todas horas personas de todas las pro­

vincias y naciones, bailando en él siempre al caballe­

ro y al amigo. Residia casi siempre en San José, pero mucha parle del año lo pasaba en la Concepción del l ruguay, en donde tenia saladeros riquísimos, casas de comercio y otros negocios.

Su prestigio, por la universalidad de sus aplicacio­

nes prácticas. lo habían hecho omnímodo en Enlre R ío s, necesario en Corrientes, útil en Rueños Aires y Montevideo, indispensable á los eslranjorosy deseado del Paraguay.

Tuvo varios hijos, entre, ellos uno ahogado (l)ió g e - nes), de muy notable saber y prendas apveciahilisi- inas, y otro militar (W ah lo), un verdadero haya rilo y un completo h i d a l g o, si así se puede llamar castella­

na mente á un caballero. Su esposa, doña Dolores Costa, es un tipo agradabilísimo y de singular virtud, y el distinguido cónsul argentino y oriental en Ma­

drid, señor Marina, os su sobrino.

Hay en Enlre Ríos españoles ricos, como Otaño en la Concordia, casado con la señora doña Escolástica Vázquez, bija de otro español, y muchos orientales, ú quienes Urquiza ha protegido ostensiblemente. Ha te­

ñí dt» funcionarios muy notables, como don Fidel Su- gaslmna, de la Concepción; Calan, militar diplomáti­

co, y otros médicos, eclesiásticos, artistas, etc., etc., pues era amante del saber en todas sus manifesta­

ciones.

Su desastrosa muerte, cuyos detalles conocen ya nuestros lectores, ha sido para América, y sobre todo para Enlre Rí o s, una verdadera pérdida. N o quere­

mos hacernos eco de los rumores que lian circulado indicando la causa de su alevoso asesinato: cualquiera que sea, merece la reprobación de lodos los pueblos civilizados.

¡Quiera el cielo que no se repitan en tan hermoso suelo escenas tan-desoladoras, y que á bis disturbios políticos suceda en aquel privilegiado país la paz v la prosperidad de que por tantos títulos es merecedor!

REVOLUCION DE GUATEMALA.

M U E R T E D E L M A R IS C A L S E R A P IO C R U Z . Los dos retratos y la cabeza que publicamos en página 180, constituyen un fin de acto, no nos atreví mos á decir un fin de drama. El drama es la guen civil de Guatemala. A llí, como aquí, los partidos pe Eticos suelen terminar sus contiendas con oseen sangrientas. La que tomada de una fotografía aulén tica ofrecemos con los dos bustos de Cruz y Solare y la cabeza del primero, es de una dolorosa ele cuencia.

Guatemala se halla gobernado, después de la muei te del general Carrera, por el general don Vicen!

Cerna, indio de raza y sostenido, según fama, por I fuerza de las armas.

Entre sus adversarios, el más temible era el man?

cal don Serapio Cruz.

Después de la muerte de Carrera, de quien fu albulo, combatió á Cerna: auxiliado por Barrios, der rotó sus tropas en lodos los encuentros que tuvo co ellas, y llegó con sus fuerzas hasta las puertas de 1 capital.

Desgraciadamente para él no supo tomar las pro cauciones militares indispensables, v fué sorprendid

cerca de Falencia por las tropas que inundaba el g e ­ neral Solares.

Acometido por sus adversarios, fué muerto al principio de la acción. Separada su cabeza del tronco, fué paseada en triunfo por las calles de la ciudad, y los oficiales v los soldados sufrieron una muerte hor­

rorosa.

El mismo dia de esta sangrienta ejecución, el ven­

cedor manda sacar una fotografía de la cabeza del vencido y la envia, ú guisa de parte oficial del com­

bate, á su gobierno para anunciarle la victoria.

Cerna, el discípulo y sucesor de Carrera, no lia dado cuartel á nadie; todos sus enemigos lian sido pa­

sados por las armas.

.Nuestros lectores podrán, por los retratos que re­

producimos, conocer al general muerto y al general vencedor. El rostro del último hace comprender des­

de luego la energía con que lia obrado.

¡Quiera Dios dar á Guatemala la paz que necesitan lodos los pueblos para desarroparse y engrandecerse!

JUAN SANTIAGO ASMUSSEN W ORSAAE.

Decía el profundo Agassiz en una desús obras, que siempre que un hecho nuevo v sorprendente se afir­

ma en la esfera de la ciencia, ia mayoría de las gen­

tes comienza por cali (¡cario de falso; anunciase des­

pués que es contrario á la religión, para aseverarse á la postre que el acontecimiento no es nuevo, pues que Lodo cd mundo lo conocía desde larga fecha. Semejan­

te observación es de una exactitud rigorosa en cuanto mira á la arqueología prehistórica. Hace pocos años que nadie se ocupaba de ella sino para zaherirla con los epítetos más injustos y las censuras más violentas;

más larde, para combatirla, dioso por única razón que sus resultados se apartaban de ciertas creencias y afirmaciones consagradas por la piedad; pero cuando se lia visto que la arqueología prehistórica ha llegado á sor la preocupación de los hombres más doctos de la Europa, cuando las conquistas do la nueva ciencia son tan frecuentes como brillantes, los «pie no se apresuran á inscribirse en las lilas de sus antiguos mantenedores aparentan hallarse al cabo de sus ver­

dades á que no dan gran importancia cual si se trata­

ra de hechos baludíes y vulgares de tiempo atrás co­

nocidos y analizados. Merezca conducta semejante el correctivo de una severa reprobación ó revele contra­

dicciones y debilidades inherentes á la humana natu­

raleza en determinadas condiciones, es lo cierto que la arqueología prehistórica no tiene ya ante si enemi­

gos que la combatan. Abandonaron estos el palenque y por todas partes nméstranse victoriosos los <|ue con­

tra el torrente general de las preocupaciones se ade­

lantaron á proclamar como inconcusas sus verdades.

Pero no debe est » fiarnos la retirada de los escasos antagonistas, dignos de respeto, que un dia pudo te­

ner el ramo de bis humanos conocimientos á que nos referimos. ¿Quiénes son sus cultivadores en Europa?

L o más granado entre arqueólogos y naturalistas. En Francia, desde Lavtet y Enrique Martin hasta Qua- trefajes, Bertrand, Gervais, Broca, M ortillet, Desno- yers, Hebert y Collomb; en Suiza hombres tan em i­

nentes como Yogt. Desor y Keller; en Bélgica, con citar á Dupont, Spring y Lehon, nos sobra; en Italia, Capellini, Rossi, el conde Gozzadini son ilustraciones con que se honraría cualquiera doctrina; Alemania presenta desde SchaafThauseh hasta A m i Doné, desde Wirchou hasta Fraas, Hartmann y Molesehott. En Inglaterra Murcbision, Lyell, Lubbock, el duque de Argüí, Busk, Evans. Fergusson, AVollaston, Hooker, Huxley, Oxven, el duque de Buccleuch, entre otros muchos, autorizan con sus nombres, bien populares entre los amantes del saber, unos estudios poco há condenados y menospreciados. Hasta entre nuestros hermanos de Portugal, la arqueología prehistórica tiene distinguidos adeptos, y basta citar á Pereira de Acosta, Carlos Bibeiro y J. Felipe A . Delgado para que se conozca que no son talentos vulgares los que en las orillas del Tajo y del Miño buscan afanosos los primeros pasos del hombre sobre la tierra.

V si del Mediodía y del centro de Europa nos fija­

mos en el Norte, entonces tocaremos con la dificul­

tad que los franceses llaman V e m b a r r a s d u c h o i x .

Rusia. Noruega, Dinamarca, Suecia, han concurrido poderosamente á desenvolver las investigaciones pre-

(7)

L A IL U S T R A C IO N E S P A Ñ O L A Y A M E R IC AN A. m

|,¡.4óricas, y las dos últimas potencias cuentan con museos (le esta especialidad, «pie hasta ahora no han

<¡do rivalizados por los países donde con mayor aliiu- , 0 se fomenta cuanto con ella se relaciona.

Verdad es que Dinamarca especialmente ha sido el foco de donde irradió la luz esplendorosa que debía iluminare! camino que seguían los aislados campeo­

nes del hombre fósil; verdad que cuando TJoucher do Perthes sufría en Francia lodo género de contrarie­

dades y Schmeríing recihia | or único premio á su no

•operada ahnegncíon científica, el más cruel indiferen­

tismo, cuando K d le r estudiaba sin apoyo alguno los jialalitos de la Helvecia y pasaban casi desapercibidos los trabajos de Preswich y de Falconer; los anpieólo- jjos daneses echaban los cimientos «lela nueva ciencia v la sistematizaban con su célebre clasificación de las cuatro edades anteriores á la historia. Cierto también

«pie mientras los defensores de la antigüedad del hom­

bre eran mirados con desden en todas parles, conside­

rábase á Nilsson. Thomsen, Steenstnip y Worsaae cual los salvadores o.* las antigüedades nacionales en Ja Escandinavia v recibían por ello la más legitima recompensa.

Citando á'Thomsen hemos nombrado al principal organizador «le ios novísimos estudios en Dinamarca.

A su nombre va umuo el recuerdo de la creación de los dos célebres museos de Copenhague . el de etno­

grafía y el de antigüedades nacionales. Thomsen pu­

blicaba ya en 1831 un libro donde se contenían ricos detalles acerca de estas últimas; pero forzoso es con­

venir en «pie la obra del respetable anciano habria quedado incompleta sin la actividad inteligente. sin

«•I celo discreto, sin la constancia irupiebrantable del hombre ilustre cuya biografía nos preponemos trazar en pocas lineas.

Nació Juan Santiago Asmussen W orsaae en Veile, peque fia población «le la Jiillandia, el 14 de marzo

«I«- 1821. Dedicáronle sus padres á la carrera eclesiás­

tica, y con tal propósito comenzó sus estudios en el colegio «le Horren, terminándolos con aprovechamien­

to en la «Escuela cívica» de (¡openhagm* por los lulos de 1830 á 1838. A la temprana edad de diez y siete sintióse Worsaae con resolución suficiente para cambiar «le rumbo. Disgustábale la teología y el de­

recho, y abandonándolos, consagróse por completo á la historia. Pensaba el escolar que podía por este ca­

mino ser más útil á su patria, y con un calor que no entibiarían los años, hablaba de los antepasados del pueblo danés, recreándose en ensalzar las hazañas de aquellos fieros normandos «pie, saliendo de los Ijords

«le la Fionia y de la Jntlanilia, hacían sentir los terribles efectos «le sus armas hasta en las aguas del Detis y el Carona. Hoy m ism o, recordando las proezas de los Vikindos, esos reyes del mar «pie la leyenda ha con­

vertido en titanes, parece como «pie Worsaae partici­

pa «lo aquella escitacion belicosa que se apoderaba «le los héroes «leí Whalhala escandinavo al gustar el divino hydromel; boy misino sus ojos chispean con el fuego del entusiasmo cuando aludiendo á los fastos nacionales ofrece á la consideración de los doctos las preciosas memorias de sus mayores, y di ríase que el nrdor que animaba á las W alkirias ha vuelto á en­

cenderse en el sabio del siglo X IX .

Desde 1838 á 18-42 ocupóse Worsaae «le estudiar detenidamente las colecciones de antiguallas del Mu­

sco real, puesto al cuidado de Thomsen. Y casi al mis­

mo tiempo inició una serie de esploraciones cien!if¡- ( as, tanto en Dinamarca como en Suecia y Noruega, 'pie sucesivamente fueron origen de magníficos é in­

apreciables descubrimientos. Ganoso de ampliar sus estudios y comprendiendo cuánto se gana en las com­

paraciones, visitó en 18451a Alemania, y de regreso á Copenhague, en 1846, dió á luz un libro notable, so­

bre las antigüedades nacionales de aquel país. El mis­

mo año partió para Inglaterra , recorrió la Escocia y la Irlanda buscando siempre los vestigios «pie á su paso ó de su dominación dejaran los hombres del norte (northmans), sus antepasados.

Sus méritos, sus servicios no podían quedar olvi- da«los en una nación donde los reyes presentan como títulos mejores al respeto de todos el celo con «pie niltivan y fomentan las ciencias, las artes y las letras,

»'orsaae fue nombrado inspector y conservador do antigüedades, y más tarde, en 1854, profesor titular del Museo arqueológico.

Sentía W orsaae la necesidad de conocer v estudiar

los monumentos «le la civilización latina. N o le bas­

tid « haber penetrado en los tiempos legendarios del Septentrión y del (b á ld e n te : ansiaba fortalecer su criterio cfm nuevas y distintas investigaciones. Partió para Italia en 1854, detúvose en Roma y Ñápeles, ad- miraiulo aquí lo* testimonios de la influencia heléni­

ca. allí la conjunción de los elementos pagánico-cris- tianos, recorrió después el Píamente, la Sahoya y per­

maneció en Francia«?! tiempo necesario para adquirir el conocimiento más cabal de las «pie por aquel en­

tonces se denominaban antigüedades célticas y galai­

cas, y una vez en su patria, nutrido su entendimiento

«•«ni la copiosa y sazonarla erudición que aih|uiriera «*n sus viajes, entregóse con ardor á nuevas ó inteligen­

tes pesquisas.

En 1843 liabia publicado un libro sobre la* anti­

güedades de Dinamarca, pero sus escritos más nota­

bles datan de 1848 en la Revista científica titulada

Y i i l f í m l i a h e m e s S e l it leal is O c e r t ñ t j t e r . Daba á la estam­

pa en 1854 sus ,Yo n l i s k e O l d s a i j e r— Antigüedades

«leí Norte,— ilustrándolas cmi vu. descripción de los objetos más singulares entre ios infinitos del palacio

«1«? los Principes. Desarrollando ia teoría de Thomsen fijaba el verdadero carácter de las épocas prehistóricas,

«lefcndicmlo una clasificación «pie fian adoptado á esta fecha cuantos sienten amor hacia la ciencia «l«,*l hom­

bre primitivo.

Crecía rápidamente la reputación de Worsaae «Ion- tro y fuera de Dinamarca. Traducíanse sus escritos al aloman y al inglés, y su actividad y competencia eran parte para «pie se le colocara al frente de todos lns museos y monumentos nacionales de Dinamarca, nom­

brándoselo á la vez consejero «le la corona mientras se ponían en sus manos las llaves del castillo de 11 osem- borg. distinción señaladísima, pues era el primer hom­

bre civil á quien se encomendaba la custodia deaipie- Ila artística fortaleza, donde tantos tesoros se conser­

van para el historiador y «•! anticuario. Es Worsaae también vice-presidente «1«* la Sociedad real «le A n ti­

cuarios del Norte, corporación de sabios «pie goza «le alto renombre en ambos miin«b).s, y cuanto.', han to- mailo parle en las sesiones del Congreso internacional prehistórico reunhlo en Gopenbagiie durante el último otoño, pudieron no solo apreciar la ciencia «le su pre­

finiente Worsaae, sino obtener gallardas muestras de las distinguidas prendas de carácter «pie le adornan, asi como testimonios auténticos del favor «le «pie goza en las altas regiones de la córte, y «le las simpatías con «pie le honran sus conciudadanos.

La fama de Worsaae, llevada «le región en región en alas de la im prenta, es ya conocida en todos los países civilizados de Europa y América, y sus genero­

sos esfuerzos y su finura, profundidad y modestia, hallan el galardón mas brillante en el cariño y la ad­

miración «le cuantos tienen la fortuna de cultivar su ameno Lalo. Worsaae es un verdadero patriota que sueña con el esplendor de su país. Ha creído que restaurando su primitiva historia lo servia honrada­

mente, y lo cierto es que el éxito ha correspondido á sus esfuerzos y «pie la Dinamarca goza portal manera de consideraciones y simpatías que por ningún titulo pueden mirarse como hechos secundarios en los tiem­

pos «pie alcanzarnos

Fr a n c i s c o M. T i b i n o.

—* * £ 4 «* y * s'*—

SUCESOS DE PA R ÍS DESPUES DEL PLEBISCITO.

El «leseo de reproducir con exactitud por medio del grabado los acontecimientos más notables del extran­

jero, nos obliga á publicarlos con algún retraso; pero preferimos esto á anticipar dibujos de cuya autentici­

dad no estamos seguros. Hoy reproducimos tres es­

cenas importantísimas que se relacionan con el ple­

biscito: son, por decirlo asi, sus efectos.

Todo el mundo sabe ya lo que significa el plebisci­

to. L a demagogia luchaba con el imperio, y el impe­

rio no tenia más auxiliar que una gran mayoría de la nación, presa de una sistemática indiferencia.

El imperio necesitaba entonarse, reconstituirse y después de dejar á los demagogos desahogarse destru­

yendo ómnibus y carruajes para formar con ellos bar­

ricadas, obligando á los comerciantes y á los indus­

triales á cerrar sus tiendas, ó paralizar sus trabajos, al ver á las clases conservadoras irritadas contra los socialistas intransigentes, le* han preguntado:

— ¿Qué «ploréis mejor, «?1 imperio liberalizado bas­

ta cierto punto, ó el triunfo «lo los que niegan la pro­

piedad v mantienen en continua agitación á la Europa moderna?

La respuesta no era dudosa, y nuestros lectores sa­

ben «pi«r «lid plebiscito ha salido el imperio como si acabara de beber el agua «le Juvencio.

Pero buho bastantes militares «pie contestaron con un n o á la pregunta; bis enemigos del «u operador ponderaron estas negaciones uniformadas, y era pre­

ciso quitar basta esta remota esperanza á los intran­

sigentes.

A los pocos «lias «le la votación salieron los empe­

radores de las Tuberías en carretela descubierta con

«•1 objeto «le dar un paseo por los sitios más céntricos

«le París. Al Ib-gar á la plaza del C h o l e a n i l ' e a u , el emperailor y la emperatriz so apearon y «.miraron en el cuartel «pie hay en aquella plaza, en donde á la sazón se hallaba el general Lebnin. Nuestro grabado de la página 181 representa el momento de la llegada de los empemuores. que lué para «dios una verdadera ovación. Satisiecnos de tan entusiasta acogida, visita­

ron «lespnes «*i cuartel Dupleix y la Escuela militar.

Contrasta con este acontecimiento, «le color «le rosa para «?l imperio, «u» «pie lian dado asunto á los graba­

do que publicamos en lapágina 180.

El resultado «leí plebiscito tenia disgustados á los revoltosos, y esta mecieron en la m e «le Saint Maur una formidable barricada. Fu destacamento «le guardias municipales la destruyó, causando muchas bajas en­

tre sus defensores.

Pura formar esta barricada, verd ad era fortaleza, re apoderaron de algunos ómnibus los insurrectos, y nuestro grabado de la página 180 representa la mar­

cha triunfal «le los revoltosos con los ómnibus secues­

trados para formar la barricada.

Casi al mismo tiempo que las tropas tomaban este fuerte improvisado, tenia lugar en el ángulo «pie for­

man «.‘I f n n b o u i ' t j i l n T e m p l e y el cuartel <l«d Prínci­

pe Eugenio un episodio «pie reproduce nuestro gra­

bado «le la misma página.

Un oficial del 20 «le linea, el teniente Filiberl, so paseaba cerca del cuerpo de guardia, cuando un de­

magogo llamado Mallo!, se acercó á él y le dijo:

— ¿Tiraría usted sobre el pueblo si se lo man­

dasen?

—No tengo más misión que cumplir mi deber, contestó el pundonoroso oficial.

Al oir esto MalleL sacó un rewolver «leí bolsillo y disparó á quema-ropa sobre Filibert atravesándole una mano.

El criminal fué detenido, y el valiente oficial re ­ compensado por el emperador con la cruz de ca­

ballero de la Legión de Honor.

Por fortuna la agitación se calmó, y el triunfo del imperio liberal parece consolidado.

U N IVERSID AD DE S A N C T I-S P IR IT U S E N O J ÍA T E .

Este notable edificio se construyó en la primera mitad del siglo X V I á espensas del virtuoso y sabio obispo «le Ávila don Rodrigo de Mercado y Zuazola, ilustre fundador de esta antigua Universidad, gloria

«le Guipúzcoa, donde tan esclarecidas lumbreras del saber lian brillado siempre. Sujeta á los incesantes vaivenes de la política y á las modificaciones en la instrucción pública, tan frecuentes en nuestra pátria, abierta y cerrada alternativamente, ha inaugurado una vez más en el curso que lia terminado el 1." del ac­

tual los estudios de segunda enseñanza y de la facul­

tad de derecho en toda su estension, prometiendo no ceder en esplendor en esta nueva época á ninguna de las pasadas, á juzgar por los copiosos frutos en tan breve plazo recogidos.

La importancia «le este edificio, ya se atienda á su mérito arquitectónico, ya á su influencia en la cultu­

ra de las Provincias Vascongadas y de España toda, va á las eminencias que lia producido. le hacen me­

recedor de un lugar honorífico en La Il u s t r a c i ó n Es p a ñ o l a y Am e r i c a n a.

Se halla situado al Oeste de la villa sobre las már­

genes del rio que la baña. Fué delineado por el ar­

quitecto francés Pedro Picará, cuyos diseños se con-

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184 L A ILU S TR A C IO N E S P A Ñ O LA Y AM ERICANA.

servan, y forma mi cuadrado con un gran patín y una buena galería. En la fachada de piedra arenisca aparecen varios cuerpos de arquitectura de orden corintio y eompues- lo, viéndose muchos nichos v preciosas es­

tatuas de piedra. En el pórtico hay una hornacina completamente igual á la de la capilla de la iglesia, llamando la atención en los cotos de los pedestales de la entrada unos cuadros con figuras del tamaño de la mitad del natural, lidiando con leones, sá­

tiros y faunos. Es un emblema que repre­

senta la lucha entre las ciencias del Rena­

cimiento y la barbarie antigua.

La época del emperador Carlos V está admirablemente simbolizada en el edificio, como verán nuestros lectores por el gra­

bado que tomamos de una reciente fotogra­

fía. Es además célebre esta l'niversidnd por haber habitado eu fila don Carlos Ma­

ría Isidro ile Borbon. cuando estuvo su córte en Úñate durante los períodos más impor­

tantes de la guerra civil de los siete años

los primeros ha sido el señor Rosales. Hoy publicamos un dibujo hecho por el mismo inspirado artista, cuya composición es una copia de uno de los cuadros que ha pinta­

do para los marqueses de Portugalete.

Como indica la leyenda que hay al pié, es la visita de un personaje del siglo XVI al estudio de un pintor. Observen bien nuestros lectores el dibujo, y desde luego reconocerán en la entonación de la figura \ en la riqueza y sencillez de los detalles, la mano que guia el pincel para trazar la última voluntad de la Reina Católica.

UN CUADRO DE ROSALES.

Aun no ha podido olvidarse, ni se olvi­

dará fácilmente, el entusiasmo que en una de las últimas espns'uiones de Redas m ies I redujo un cuadro admirable por su rntona- iio n , por la sencillez y grandiosidad de su composición, por los rasgos magistrales de que era rico. El público lijaba sus miradas con avidez en el 7'es-/remen (ó t i c I s a b e l l a C a t ó l i c a , y está admiración, al misino tiempo qiu'ofrecía el. primer premio al ius- I irado autor de aquel cuadro , inscribía su

nombre eu la lista do los grandes pintores españoles.

Desde entonces lodos conocen el nombre de Eduar­

do Rosales , y sus cuadros son siempre adquiridos I or los que saben que al poseerlos atesoran joyas ar-

tisticas. 1 palacio h quererle alados, F

.1 ‘c u o r i unos repi ha encarg ortunv. 1’

E L M ARISCAL SALDANHA.

Se suceden los acontecimientos en nues­

tra época con tanta rapidez, que bastan breves dias para que la figura más intere­

sa ni e#u« gaste. Aun no lia hecho uri mes que el telégrafo llevó á toda Europa la no­

ticia de qnp no general octogenario bahía llegado al frente de una parte del ejército hasta la cámara del rey de Portugal, y sa­

lió de ella convertido en presidente del <Con­

sejo de Ministros. La noticia produjo gran alarma, creíase ligada aquella insurrección militar con la suerle de la revolm ion espa­

ñola. y el mariscal Saldanha, protagonista lautas veces de los dramasque se han des­

arrollado en Portugal durante el siglo X IX , volvió á serlo, inspirando su historia una viva curiosidad.

Hallábase ya en prensa nuestro número, y no nos lué posible reproducir el retrato del héroe; hoy lo publicarnos, y aunque el uarqiiés de Portugalete, cuyo lindo interés ha d arrecido porque se ha visto que la insur-

■od leído en un «grabado, para enri- reccion ha quedado limitada á un cambio «le gabinete, ado cuadros á los pintores má ; afa- queremos acampanar al retrato algunos datos biográ- almaroli. i te., y entre ellos, uno de | fíeos del actual jefe d<-l ministerio lusitano.

U N IV E R S ID A D DE SaN C T I- S P IR IT C S EN oSaTE .

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T A ILU S TR A C IO N E S P A Ñ O L A Y A M E R IC A N A 1 80

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