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Pastoral de Ancianos

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P. Néstor Giraldo R. PASTORAL DE ANCIANOS

INTRODUCCION

evangeliza-ontesinos, Bar-aga, Vasco de rcés, José de otros que de. istadores y

en-como el Obis-con ,la eviden-remueve la dig-tinoamericano"

Siempre leo con deleite y especial atención el hermoso diálogo de Cicerón sobre la vejez, y me llama la atención cómo un pagano, hasta quien no llegó la luz de la revelación judeo-cristiana, tiene una visión tan positiva de esta edad y frases de un optimismo que reconfortan y sosiegan. "Si algún dios, dice, me hiciera la gracia de regresar de esta edad y hacerme otra vez niño y volver a la vagidos de la cuna, con to-das mis fuerzas me opondría: no querría yo, cuando casi termino la competencia, verme de nuevo en el punto de partida" (De Senectute XXIII). Y con gran seguridad, al sintetizar sus pensamientos en el fi-nal de su diálogo, escribe: "Por todos estos motivos (que en el decur-so del diálogo ha expuesto), oh Escipión, la vejez es llevadera, y no sólo exenta de molestias, sino también agradable. Que si me equivoco por creer inmortal el alma humana, gustosamente me equivoco y no quie-ro que mientras viva, se me saque de este erquie-ror... Esto era lo que tenía que decir de la vejez, a la cual os deseo que lleguéis! para que experi-mentéis personalmente lo qué de mí habéis oído" (Ibidem).

Podrá parecer extraño que, para abordar el tema de la pastoral de la tercera edad y de la cuarta, como suele decirse hoy, tomando y com-pletando la ya vieja denominación del P. Jerónimo. Gracián, haya recu-rrido a un escritor pagano, en vez de recurrir a páginas, hermosas por cierto, de los libros sapienciales de la Biblia. Pero es que la galanura del estilo y la profundidad de las razones tan amenamente expuestas por el autor romano seducen y convencen y hacen pensar el inagotable manan-tial que es la vejez, especialmente si se la mira a la luz de lo que la reve-lación cristiana nos dice sobre el sentido de la vida humana.

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1. La Pastoral de Ancianos en nuestros países

Con algún retardo, como puede verse por la bibliografía, abundante en Europa y en Norteamérica, pero pobre entre nosotros, ha llegado a nuestros países la preocupación por el estudio del fenómeno humano de la vejez, de los interrogantes que plantea, del desafío que ella implica en todos los campos, el menor de los cuales no es, ciertamente, el de la pastoral.

Sin incurrir en generalizaciones indebidas, me permito formular al-gunas observaciones a que se puede llegar mirando la realidad de nues-tros países. Mis observaciones se restringen al campo de la pastoral.

1.1. Es notoria la falta de un estudio cuidadoso, con enfoque pastoral, de la realidad estadística y de su evolución en el inmediato futuro en lo que se refiere a la tercera edad. Cuál es su realidad? Cuál el significado dentro de la comunidad? Qué papel activo puede desem-peñar la tercera edad para la vitalizada de las comunidades cristianas? Cuál es la realidad de los ancianos desprotegidos o abandonados? 1.2. En los programas de estudio para la formación de los agen-tes de la pastoral aparecen, y ello es muy lógico e importante, temas referentes a la psicología evolutiva y la problemática de niños y jóve-nes y métodos de apostolado infantil y juvenil y empiezan a cobrar importancia los referentes a la pastoral familiar. Pero hace falta también el estudio de la psicología de la tercera y cuarta edad, de sus problemas afectivos, religiosos, morales, etc., que son importantes para una acción pastoral.

1.3. Con excepción de las laudabilísimas obras realizadas por unos pocos institutos religiosos que se dedican a la ayuda y asistencia de los ancianos inválidos o desprotegidos, o que han organizado excelentes hogares para ancianos, son escasas las iniciativas en favor de estas perso-nas. Sin demeritar lo que hacen en algunos países ciertos organismos es-tatales que no llegan a cubrir la totalidad de los ancianos, es de anotar que no pocas veces falta el lubricante de la caridad, del amor cristiano al prójimo, que logre primar sobre el interés del salario que se percibe co-mo funcionario del Estado. Sería oportuno pensar en mecanisco-mos que mitiguen la frialdad de un mero organismo estatal. En estas instituciones, tanto las privadas como las estatales, el anciano es generalmente objeto de una atención benéfica, pero no un sujeto activo propiamente dicho. 1.4. La Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Me-dellín en 1968 dedica algunas páginas muy bien logradas a la pasto-

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Néstor Giraldo 121

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1.5. La reciente Conferencia de Puebla da nuevamente impor-tancia muy destacada a la pastoral juvenil; es apenas lógico si se tiene en cuenta que el 200/o de la población latinoamericana tiene entre 15 y 25 arios y en su adecuada evangelización reside una esperanza para la Iglesia. Hay una discreta referencia a la tercera edad cuando, al des-cribir "la situación de extrema pobreza generalizada" que señala como "uno de los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela" (N. 32), añade: "Rasgos del anciano, cada día más numero-sos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que pres-cinde de las personas que no producen" (N. 39). Se mira la ancianidad desde la globalidad de la pobreza, no la ancianidad en sí. Es compren-sible, pues es un párrafo en el que se enumeran problemas. Tanto este Documento, como el Programa Global de Actividades 1979-1982 del CELAM no han de entenderse, como es obvio, en el sentido de una exclusión de la pastoral de ancianos, la cual queda incluida en la pas-toral general.

Como cosa anecdótica y a la vez sintomática recuerdo que hace algún tiempo un grupo de seminaristas teólogos a quienes invité para colabo-rar en un plan concreto de pastoral de ancianos, me respondieron: y qué puede hacerse con ancianos distinto de prepararles para una buena muerte?

Por todo lo anterior no puedo menos que mirar con suma complacen-cia que el tema de la pastoral de la tercera edad ocupe un lugar especomplacen-cial en esta importante reunión. Se explica de antemano la generalidad de las observaciones y de las sugerencias que me permitiré hacer, las cuales tienen más bien la intención de abrir caminos hacia el futuro y plantear inquietudes e interrogantes, sobre los cuales la experiencia y sabiduría de quienes aquí están reunidos, podrá aportar luces y experiencias de positivo valor.

2. Qué se entiende hoy por pastoral

Aunque es noción que supongo conocida de todos, quiero, sin embar-go, traer a cuento dos autorizados conceptos; el primero del conocido teólogo alemán Karl Rahner quien define así, como disciplina, la pasto-ral: "Una reflexión teológica sobre la construcción de la Iglesia como obra de salvación respecto del mundo, con atención a la situación y a cada época" (Citado por Lino Barocco en Anziani Attivi, Ed. Elle Di Ci, Turín, 1981). Bajo el aspecto operacional la describe así E. Feifel: "En-

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tendida como proclamación y transmisión durables, siempre actuales,

del Evangelio, como realización contínua de la obra de salvación en un

presente siempre abierto al futuro, la pastoral es la suma de todas las

actividades, así divinas como humanas, con miras a la salvación. Quien

dice pastoral, dice el conjunto de los medios y formas de acción de la

Iglesia" (Encyclopédie de la Foi, 3.324).

Debemos en consecuencia, considerar: unos agentes de pastoral, un

objetivo, unos aspectos doctrinales que dan especificidad a la acción

pastoral, como acción evangelizadora.

2.1. Agentes de la pastoral

Son sujeto de esta acción pastoral todos los miembros de la Iglesia,

cada uno según su puesto en la comunidad y según sus respectivas

res-ponsabilidades, pues se trata de una acción de Iglesia y no únicamente

del clero y los religiosos. Aunque a estos les corresponden tareas muy

específicas de dirección y animación, hay tareas pastorales en las que

los laicos son absolutamente insustituíbles. Es un elemento la

respon-sabilidad pastoral del laico, que ha venido acentuándose después del

Concilio Vaticano II. Al hablar de comunidad cristiana que es sujeto de

la acción pastoral, es claro que no se excluye a nadie y que los ancianos

están comprendidos entre los que deben desempeñar un papel activo.

2.2. Objeto de la pastoral

Rahner nos habla de la "construcción de la Iglesia" y Feifel de

"pro-clamación y transmisión durables y siempre actuales del Evangelio". Se

trata de suscitar en el hombre una actitud de respuestas a la

interpela-ción que Dios le hace con miras a la salvainterpela-ción. De esta respuesta de fe

surge un sentido que se da a la vida y a las actividades de donde nace

la comunidad cristiana. Esta acción pastoral se ejerce en orden a la

sal-vación y es, por tanto, de orden espiritual. Empero, no es una acción

desencarnada, que no tome en cuenta la condición humana, tanto de los

agentes de pastoral, como de quienes han de beneficiarse de esta acción.

Se toma al hombre concreto, en sus circunstancias reales de vida, para

que dentro de ellas encuentre la realización de su salvación. "Estamos

en Cristo, pero estamos aún en el mundo" decía San Agustín.

El Evangelio y su anuncio no pueden tomarse como una doctrina que

deshumaniza al hombre y le hace pensar sólo en la vida futura, haciendo

abstracción de lo material; no es una enseñanza "para bien morir", sino

para "bien vivir". Los valores del más allá, deben manifestarse en la vida

temporal. Este sentido cristiano del hombre y de las realidades terrenas

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Néstor Giraldo 1 23

en manera alguna deshumaniza, sino que trata de hallar y realizar el sen-tido más alto y profundo de lo que es el hombre en el designio creador de Dios. Toda acción pastoral que menosprecie o margine los valores humanos, carece del sello de la autenticidad. Por tanto, ningún aspecto de la vida humana y ninguna de sus edades puede eximirse de la acción pastoral de la Iglesia, puesto que toda la actividad humana ha sido dig-nificada por la obra de la redención llevada a cabo por Cristo. De esta manera deberá haber siempre una apertura para colaborar con toda ini-ciativa laudable que busque el bien de la persona humana.

2.3. Aspectos doctrinales

Debe tenerse muy presente que toda acción pastoral, como acción de la Iglesia en el ámbito de la evangelización, debe tender a crear co-munidades vitales. El grupo humano es un "crisol de personas" de acuer-do con la expresión de A. Faureau y A. Goutagny en su excelente opúsculo "Communautés naturelles et évangélisation" (Les Editions Ouvriéres, París, 1959). En el contexto de una comunidad el hombre, cualquiera que sea su edad, halla los elementos para realizarse como persona, porque la dimensión social vivida plenamente y con un autén-tico sentido de fraternidad cristiana enriquece y da oportunidad para recibir y para dar. Es necesario, no sólo propiciar este ambiente de co-munidad, sino también penetrar con la acción pastoral en ese "crisol" para que haya una vivencia cristiana de profundidad.

Una de esas comunidades humanas es ante todo la familia, que es el primero y fundamental de los grupos humanos. Todo cuanto se haga por defenderla y reforzar sus vínculos redunda en bien de la comuni-dad. En relación con los ancianos, es necesario estudiar su puesto en la familia de acuerdo con las circunstancias concretas de cada lugar. Sin duda ninguna es el ambiente familiar el que debería acogerlos, pero surgen a veces situaciones difíciles que son obstáculo serio para esta in-tegración. Entonces es cuando la inventiva de los pastores debe buscar los medios y la manera para que entre las personas ancianas de un ba-rrio o de una parroquia puedan formarse grupos que se enriquecen con el intercambio, con la amistad y con la generosa entrega. "Mientras los hombres vivan simplemente yuxtapuestos, sin reunirse y encontrarse, no son personas plenamente, mucho menos miembros del Cuerpo Mís-tico" (A. Faureau y A. Goutagny o.c. 65). .

En el seno de la comunidad el hombre debe hallar el camino para un encuentro personal con Dios en un diálogo de salvación, que es la rela-ción fundamental en la que el hombre se realiza plenamente. De ahí que el anuncio de la fe, que ilumina todas las actividades humanas, es la preocupación mayor de la acción pastoral.

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Es necesario destacar los valores positivos de la tercera edad para que puedan superarse actitudes de marginamiento que pueden, al menos en parte, ser fruto de una tendencia común que quiere desconocer dichos valores por considerar de mayor eficacia lo nuevo y juvenil. Esa pugna generacional no siempre es positiva.

Así como existen modalidades para la vida espiritual del niño o del joven, del dirigente obrero, del universitario, etc., es necesario descu-brir la espiritualidad de la tercera edad con las características que deben serle propias.

A este respecto me parecen oportunas las observaciones que Lino Ba-rocco hace (o.c. 45ss) y que resumo así:

En primer lugar, la experiencia de luchas, sufrimientos y triunfos que el anciano tiene en su haber y el hecho de carecer de algunos nexos y preocupaciones de edades anteriores, le dan una mayor libertad. Puede nacer un confiado optimismo de quien descubre una "segunda profe-sión" que no está ligada a la producción, que puede ser riquísima en experiencias. El silencio al que a veces se ve obligado, es una propicia ocasión para un reencuentro con Dios.

Partiendo de estas bases humanas no será difícil a los ancianos capa-ces de reflexionar, llegar, con la ayuda de la comunidad, al descubri-miento de los valores sobrenaturales. El marginadescubri-miento, de tierra ais-lada para llegar a convertirse en tierra fecunda. En efecto, "el desierto", como dice varias veces la Biblia, es la condición necesaria para una ora-ción auténtica y un encuentro con Dios.

En forma maravillosa ha recogido todas estas inquietudes y los valo-res positivos de la tercera edad y los ha hecho cristalizar en maravillo-sos logros el movimiento francés de "La Vie Montante", vigorosa y ejemplar organización de espiritualidad que tiene en su haber logros muy dignos de tomarse en cuenta. Retiros especializados para tercera edad, encuentros, reflexiones en común, peregrinaciones, obras de apos-tolado son otros tantos elementos que ofrecen una variada gama de atractivos y realizaciones a través de los cuales vivencialmente se descu-bren los valores. La experiencia ya de algunos años ha mostrado cómo esta organización ha revitalizado la vivencia cristiana y ha creado nú-cleos de fuerte influencia espiritual en las parroquias.

3. Para poner en marcha una pastoral de la tercera edad

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Néstor Giraldo 125

por parte de los responsables de la comunidad, porque no se deben ha-cer trasplantes de experiencias foráneas sin haha-cer una previa evaluación del medio y de los recursos que haya a la mano.

Ante todo ha de tomarse en cuenta lo que dice la Conferencia de Puebla: "La acción pastoral planificada es la respuesta específica, consciente e intencional, a las necesidades de evangelización. Debe-rá realizarse en un proceso de participación en todos los niveles de las comunidades y personas interesadas, educándolas en la metodología del análisis de la realidad, para la reflexión sobre dicha realidad a par-tir del Evangelio; la opción por los objetivos y los medios más aptos y su uso racional para la acción evangelizadora" (N. 1307). En estas palabras están esbozados los pasos que han de seguirse para una acción pastoral eficaz que logre los objetivos propuestos y responda realmen-te a las necesidades. Esta acción planificada exige:

3.1. No hacer de la pastoral de ancianos un compartimiento cena-do y aislacena-do de tocena-do otro campo pastoral. La riqueza de esta pastoral de conjunto está precisamente en que toda la comunidad es consciente, y, a su manera, participa de las iniciativas y las apoya. Los ancianos son parte muy importante en la comunidad y ésta debe aprender a valorar-los y estimularvalorar-los.

3.2. Conocimiento de la realidad

Si los datos actuales colocan nuestros países dentro de una catego-ría de "países jóvenes", con una población infantil y juvenil que re-presenta aproximadamente un 200/o de personas entre los 15 y 25 años (Cf. Conferencia de Puebla - Documento de Trabajo pg. 18), de-bemos, sin embargo, tener presente que el ritmo decreciente de la nata-lidad por causas conocidas y la prolongación de la esperanza de vida hacen pensar en una considerable cantidad de personas mayores de 60 arios hacia el ario 2.000, del cual nos separan dos escasos decenios. Pa-ra Colombia, por ejemplo, se calcula un número aproximado de dos millones de personas mayores de los setenta años para el año 2.000. Es un dato elocuente de por sí que debe hacernos pensar seriamente en lo que él significa para la comunidad cristiana.

3.3. Análisis de la realidad

Las cifras estadísticas por sí solas, no lo dicen todo; es necesario de-sentrañar su significado para ver la realidad humana que se oculta tras los números. Esta realidad en nuestro mundo latinoamericano es muy compleja, porque es un mismo país, en una sola de nuestras grandes

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ciudades, encontramos todos los niveles sociales y culturales, desde el infrahumano de las viviendas marginadas, llámese tugurios, favelas, ciudades callampas, con todo su séquito de analfabetismo y promis-cuidad en medio de la mayor miseria, hasta el más elevado en la es-cala económica y cultural. Por eso es delicado y urgente un análisis de esta realidad, pero como dice Puebla: "a partir del Evangelio". Para este análisis hay que tomar en cuenta los diferentes ambientes en que se desarrolla la actividad humana de nuestra América Latina. En cada ambiente detectamos problemática diferente, con algunos as-pectos comunes. Podemos distinguir estos ambientes:

3.3.1. Ambiente de comunidades indígenas

En varios de nuestros países esta realidad es muy importante por su número. No quiero adelantarme en consideraciones que rebasan mis co-nocimientos en esta materia. Hay trabajos maravillosos realizados por los misioneros, porque la acción oficial de los gobiernos casi siempre está ausente de este campo y mucho más de la población indígena de edad avanzada. Sería osadía de mi parte dar alguna iniciativa u opi-nión sobre este problema.

3.3.2. Medio rural

Más generalizado y mejor conocido es el medio rural, campesino, co-mo soleco-mos decir. En general sobre la vida de nuestros campesinos dis-ponemos de buenos estudios serios y confiables. Su situación la sinteti-za así la Conferencia de Puebla: "Como grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces, privados de tierra, en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de comercializa-ción que los explota" (N. 35). Más, desde el punto de vista religioso, debido, en parte, al aislamiento en que han vivido, conservan muy arraigadas sus convicciones religiosas; la familia suele ser muy com-pacta, aunque se debate entre el analfabetismo y la pobreza. Unas ve-ces sin acve-ceso a la propiedad sobre un pedazo de tierra, otras en una situación de minifundio. La vida familiar es un factor positivo, porque es muy compacta y es menos frecuente el abandono de los ancianos que hacen parte muy importante del núcleo familiar, rodeados del sincero afecto de los suyos.

3.3.3. Medio urbano

En este campo el problema en nuestros países es complejo y ofrece muy variadas facetas. Es tema ya muy estudiado por los sociólogos, y

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Néstor Giraldo 127

muy especialmente desde el ángulo de la sociología religiosa. Desde las pequeñas ciudades, que casi pueden considerarse un paso intermedio en-tre la vida campesina y la urbana, propiamente dicha. hasta las grandes urbes, son los componentes de nuestra compleja realidad.

Se puede anotar, en general, que la práctica religiosa es menos fer-viente que en los medios rurales y casi puede decirse que en la medi-da en que se sube en la escala social disminuye el arraigo de las convic-ciones religiosas. Sin embargo, no quiero generalizar, porque el fenó-meno varía de ciudad a ciudad y de país a país. Generalmente en el medio urbano los vínculos familiares tienden a debilitarse, de lo cual se resiente fuertemente el núcleo familiar y los ancianos encuentran un ambiente menos propicio. Lo reducido de las viviendas modernas es, no pocas veces, una de las razones del marginamiento de los ancia-nos con relación al núcleo familiar.

4. Nos habla la Conferencia de Puebla sobre "la opción por los obje-tivos". Son muy claros y quedan ya anotados. Podríamos resumirlos brevemente diciendo: es necesario despertar en la comunidad el senti-do cristiano de la tercera y la cuarta edad, hacer tomar conciencia de sus valores positivos, integrar vitalmente a la comunidad a los ancianos y crearles un ambiente propicio para una espiritualidad acorde con su edad, que les brinde la oportunidad de vivir intensamente la fe que pro-fesan.

5. Opción por los medios

Cualesquiera sean los medios que empleemos, debemos buscar la ma-nera de que los ancianos no se sientan simplemente objeto de nuestra acción , sino que ellos, a su vez, sean sujeto activo que trabaja en bien de la comunidad. No basta con fomentar la ergoterapia, es necesario abrirles horizontes que les lleven a descubrir cuál es su aporte especí-fico en favor de la comunidad. No podemos restar valor a sus inicia-tivas, que a menudo son fruto de la experiencia. Me permito recoger unas ideas muy valiosas de un documento del episcopado francés (Cf. La Documentation Catholique, 58, 1700 - año de 1976). Podemos sin-tetizarlas así:

5.1. Cuando se piden servicios a los ancianos, pero no se les reco-noce voz en el momento de tomar las decisiones para la organización de la vida de la comunidad cristiana, estamos prácticamente demostrando que no estimamos valiosa su opinión. Es necesario tener presente que ellos también son miembros de la comunidad cristiana y tienen su res-ponsabilidad en la misión evangelizadora de la Iglesia.

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5.2. A menudo hay ancianos con formación y vida cristiana que podemos llamar "clásica", que se sienten inseguros y desorientados a causa de las profundas transformaciones que los colocan ante el hecho cumplido. Se prefiere no explicar los cambios y decimos simplemente: "usted es de ayer", con lo que los descalificamos y no reconocemos ni el lenguaje, ni la cultura suya con la que expresan cómo entienden el Evangelio: se olvidan las cualidades personales y desconocemos las pa-labras interiores que el Espíritu Santo inspira en su experiencia espiri-tual.

5.3. Aún más: estos ancianos deberían tener su modo propio de crear comunidad de creyentes (libertad que se reconoce a los jóvenes o a ciertas categorías sociales); tendrían así manera de sentirse responsa-bles, en asocio de otros ancianos, de la evangelización y de la animación de muchas situaciones de su ambiente y aun de otros ambientes.

5.4. En un período de la vida en el cual a menudo prevalece la in-credulidad (recordemos que hablan de Francia), estos ancianos podrían descubrir una dimensión "apostólica", propia de ellos, y podrían hacer nacer y crecer la Iglesia en las situaciones típicas de esta etapa de la vi-da. Hasta aquí una síntesis de las observaciones del episcopado francés.

Sería conveniente estudiar una multiplicidad de tareas que pueden desempeñar los ancianos en favor de la comunidad cristiana: qué par-te pueden tomar en las ceremonias del culto, qué tareas pueden desem-peñar en las diversas formas de catequesis, cuál sería su papel en los consejos de pastoral, tanto a nivel parroquial como diocesano. Quizás hay muchos elementos positivos que no se toman en cuenta y que po-drían significar preciosos aportes. La comunidad cristiana tiene el de-recho de percibir el beneficio proveniente de las dotes y experiencias de los ancianos, y estos, a su vez, el deber de volcar sobre la comuni-dad lo que su experiencia ha acumulado.

6. Preparación de los agentes para esta pastoral

Mucho se ha ganado en los últimos arios con los cursos muy bien planeados de pastoral que se imparten en los diversos centros de for-mación sacerdotal y religiosa y en los movimientos de apostolado. Con gran sentido de la realidad se han incorporado todos los elemen-tos que la técnica moderna y el progreso en los "mass media" nos apor-tan. Con relación a la pastoral de ancianos, creo que no están fuera de lugar estas sugerencias:

6.1. Es necesario que en los cursos de pastoral se considere en for-ma específica la acción de la Iglesia en favor de la tercera y cuarta edad,

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Néstor Giraldo 129

pero no únicamente desde el punto de vista asistencial para los enfer-mos, los inválidos, los marginados, sino para todos, en general. Sería del caso una reflexión muy seria y metódica sobre el fenómeno de esta eta-pa de la vida bajo todos sus aspectos; biológico, psicológico, teológico (la vejez en la historia personal de salvación) etc.

6.2. Así como se estudian en dichos cursos los elementos demo-gráficos y su incidencia en la pastoral, no pasar por alto lo que de ellos se derive sobre el fenómeno de la tercera edad.

6.3. Buscar los medios que puedan despertar en quienes se prepa-ran al sacerdocio y la vida religiosa, especialmente, el interés por los her-manos de la tercera edad, de suerte que aprendan a mirarlos, no como una carga de la comunidad, ni como personas que deben pasar a una actitud de retiro en toda clase de actividades, sino como posibles ele-mentos activos en la comunidad.

6.4. Con el aporte y consejo de ancianos pertenecientes a la co-munidad, ya sea parroquial o diocesana, idear organizaciones, asocia-ciones, actividades que reúnan a las personas de tercera edad, con fines culturales, religiosos, de recreación, etc. Hay en esto una rica mina que puede llevar a realizaciones muy positivas. Ya hay algunas experiencias como los llamados "clubes de tercera edad" que empiezan a constituír-se en algunas ciudades.

6.5. Para nuestros países es muy importante un estudio serio so-bre la religiosidad de la tercera edad: entre nosotros es mucho menos frecuente el hecho del anciano con actitudes irreligiosas; por el contra-rio, es muy frecuente el caso de un reencuentro con la fe que en la ju-. ventud pudo haberse debilitado. Pero es un tema urgente y a la vez de-licado, pues no puede forzarse al anciano a aceptar actitudes y proce-deres a los que no está habituado. Aquí es necesaria una gran dosis de comprensión y empatía por parte de los jóvenes.

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6.6. Así como hay una catequesis de iniciación, una catequesis para jóvenes, una catequesis para adultos, convendría pensar seria-mente en una catequesis para la vejez, no como manera de ayudarles a esperar resignadamente la muerte, sino para descubrir a la luz del Evangelio las riquezas de esa edad.

7. Conclusión

Quizás tiene mucha razón la afirmación de que en la actitud de las personas de la tercera y cuarta edad que se sienten marginadas como

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A. Ramírez

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car-ga psicológica que todos nos hemos encarcar-gado de crear. Tal era el pen-samiento de Cicerón en el escrito que cité al principio de estas líneas. Si con un esfuerzo común y una cuidadosa reflexión descubrimos todo lo positivo de los años de la tercera fase de la vida, estaremos creando nuevas actitudes que pueden ayudar a mejorar la calidad de la vida de nuestras comunidades. Y no es despreciable el aporte que en esta labor común puede y debe realizar la acción pastoral de la Iglesia.

Permítaseme cerrar mis consideraciones con las palabras que el Papa Juan Pablo II dirigió a los ancianos reunidos a su alrededor en la Cate-dral de Munich el 19 de Noviembre del año pasado:

Decía el Papa: "Hermanos y hermanas de las generaciones más avan-zadas, vosotros sois un tesoro para la Iglesia, vosotros sois una bendi-ción para el mundo. Cuando a menudo os veis en la obligabendi-ción de ayu-dar a los padres jóvenes, se os ofrece la ocasión de iniciar a los peque-ños en la historia de vuestra familia, de vuestra patria, en las leyendas de vuestro pueblo y en el mundo de la fe! Los jóvenes en sus proble-mas encuentran que es más fácil recurrir a vosotros que a sus padres... Con el consejo y la acción lleváis vuestra colaboración a los grupos, a las asociaciones e iniciativas de la vida eclesial y civil. Vosotros, com-plemento necesario de un mundo que nos estusiasma por el arrojo de los jóvenes y por la fuerza de los, así llamados, años mejores, de un mundo que reconoce valor sólo a lo que puede contarse. Vosotros les recordáis que ellos continúan construyendo sobre el trabajo de aque-llos que primero fueron jóvenes y llenos de fortaleza, y que, también ellos, un día entregarán el trabajo a manos más jóvenes. En vosotros se ve claramente que el sentido de la vida no puede consistir solamente en ganar dinero y en gastarlo, que en cada acción externa debe madurar una realidad interior, y en cada realidad temporal algo de eterno, según la palabra de San Pablo: "Aunque nuestro hombre exterior se va dete-riorando, el hombre interior se renueva de día en día (2 Cor. 4,16)".

No quisiera terminar sin dejar dos inquietudes en la mente de aque-llos a quienes incumbe estudiarlas y tomar decisiones: los religiosos y las religiosas de la tercera edad y los sacerdotes ancianos. Para ellos es a menudo más aguda y menos comprendida la soledad, el aislamiento, el marginamiento. En ellos debe pensar la comunidad cristiana. Sobre lo que ellos con su abnegación y privaciones lograron construir, se alza la obra de las nuevas generaciones que olvida, a menudo, que la solidez de los cimientos la aseguraron manos echadas ya en el olvido.

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