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4.2 – Más allá de la sociedad de la información: la sociedad red

Michael Mann (1986) conceptualiza las sociedades como formadas por múltiples redes socioespaciales de poder superpuestas y que interactúan: “Una sociedad es una red de interacciones sociales en cuyos límites hay una cierta brecha en la interacción entre ella y su entorno”. Una sociedad es, pues, una unidad con límites.

Asumimos que la humanidad, con las alas que le ha dado la tecnología, ha logrado superar (al menos en algunos aspectos) estos límites. Decimos pues que ha llegado a este punto de la evolución social al que Echeverría (1999) viene a llamar Tercer Entorno o Sociedad de la Información. Esto concuerda con las tesis de Briggs y Burke (2002), que afirman que la tecnología requiere y a la vez produce cambio social.

En este punto, nos encontramos que el concepto, a nuestro parecer, resulta frío y aporta, no sin cierta ironía, poca información. Uno podría leer “sociedad de la información” e imaginar una sociedad donde todos sus individuos reciben de manera

pasiva un flujo de información constante y determinada, casi como podemos leer en la obra maestra de Orwell 1984 (1949). En contra de este pensamiento, consideramos que este auge tecnológico ha supuesto un incremento de la participación social en esferas que antes estaban vetadas por factores temporales, espaciales, sociales o económicos. Es por eso que preferimos tomar el concepto sociedad red, introducido por Manuel Castells, quien en La Galaxia Internet (2001) expone:

La cuestión clave aquí es el desplazamiento de la comunidad a la red como medio principal de interacción organizativa. Las comunidades, por lo menos en la tradición de la investigación sociológica, estaban basadas en compartir los valores y la organización social. Las redes se construyen de acuerdo a las elecciones y las estrategias de los actores sociales, sean estos individuos, familias o grupos sociales.

Cabría definir el concepto de red para entender su vinculación sociológica y tecnológica con la cuestión que nos ocupa. En Comunicación y poder (2001), Castells postula que:

Una red es un conjunto de nodos interconectados. Las redes son formas muy antiguas de la actividad humana, pero actualmente dichas redes han cobrado nueva vida, al convertirse en redes de información, impulsadas por Internet. Las redes tienen extraordinarias ventajas como herramientas organizativas debido a su flexibilidad y adaptabilidad, características fundamentales para sobrevivir y

prosperar en un entorno que cambia a toda velocidad. Por eso se desarrollan las redes en todos los sectores económicos y sociales, funcionando mejor que las grandes empresas organizadas verticalmente y que las burocracias centralizadas, y compitiendo favorablemente con ellas.

Castells (2001) habla de la sociedad migrada a la galaxia Internet como organismos capaces de organizarse de múltiples maneras, teniendo la capacidad de adaptarse en función del contexto imperante. Distinguimos, en este aspecto, tres características básicas de la sociedad en red :

· Flexibilidad: Las redes pueden reconfigurarse en función de los cambios en el entorno, manteniendo su objetivo aunque varíen sus componentes. Son capaces de soslayar los puntos de bloqueo en los canales de comunicación para encontrar nuevas conexiones.

· Adaptabilidad: pueden expandirse o reducir su tamaño con pocas alteraciones.

· Capacidad de supervivencia: al no poseer un centro y ser capaces de actuar dentro de una amplia gama de configuraciones, las redes pueden resistir ataques a sus nodos y a sus códigos, porque los códigos están contenidos en múltiples nodos que pueden reproducir las instrucciones y encontrar nuevas formas de actuar. Por ello, solo la capacidad de destruir físicamente los puntos de conexión puede eliminar la red.

No obstante, Castells (2008) objeta que a pesar de su mayor flexibilidad:

Las redes han tenido que enfrentarse tradicionalmente a un problema fundamental. Se encontraban con serias dificultades para coordinar sus funciones, concentrar sus recursos en objetivos concretos y llevar a cabo una determinada tarea, a partir de un cierto grado de complejidad y de dimensión de la red. A lo largo de gran parte de la historia humana, a diferencia de lo que ocurre en la evolución biológica, las redes se vieron superadas como sistemas instrumentales por organizaciones capaces de concentrar sus recursos en torno a proyectos definidos de manera centralizada, y llevados a cabo mediante la ejecución de tareas en cadenas verticales de control y mando. Las redes estaban circunscritas básicamente al entorno de la vida privada, mientras que las jerarquías centralizadas eran el feudo del poder y la producción.

Sin embargo, la introducción de las tecnologías de la información y la comunicación de fundamento informático, con una especial mención para Internet, permite a las redes reafirmar su naturaleza evolutiva, reforzando su flexibilidad y adaptabilidad (Castells, 2001).

Estas tecnologías facilitan la coordinación de tareas y gestiones, que unidas a los conceptos vistos en el Tercer Entorno, nos abocan a una perspectiva de funcionalidad social sin precedentes: en palabras de Castells (2001), facilitan procesos:

[...] de toma de decisiones coordinada y ejecución descentralizada, de expresión individualizada y comunicación global y horizontal, lo que permite el desarrollo de una forma organizativa superior de la actividad humana.

Una sociedad red es, según esto, aquella cuya estructura social está compuesta por redes activadas por tecnologías digitales de la comunicación y la información basadas en la microelectrónica.

Castells entiende estructura social como “aquellos acuerdos organizativos humanos en relación con la producción, el consumo, la reproducción, la experiencia y el poder expresados mediante una comunicación significativa codificada por la cultura”.

La sociedad red es pues una sociedad global, facilitada por la asunción de este Tercer Entorno. Ello no significa, sin embargo, que las personas de todo el mundo participen en las redes; de hecho, por ahora, la mayoría no lo hace, cosa que nos ocupará en el capítulo 6.3. No obstante, todo el mundo se ve afectado por los procesos que tienen lugar en las redes globales de esta estructura social.

La sociedad red debe analizarse, en primer lugar, como una arquitectura global de redes autorreconfigurables, programadas y reprogramadas constantemente por los poderes existentes en cada dimensión; en segundo lugar, como resultado de la interacción entre las diferentes geometrías y geografías de las redes que incluyen las actividades básicas (Castells, 2001).

Hablar de la sociedad red es hablar, inevitablemente, de Internet. Desde que esta herramienta iniciase sus andanzas en 1969 con la primera conexión de computadores (red conocida como ARPANET) entre tres universidades de California (Estados Unidos de América), Internet ha supuesto una revolución tecnológica, económica, social y cultural. No en vano resulta para Echeverría (1999) el elemento clave para la consecución de la realidad del tercer entorno.

Los usuarios de Internet viven con Internet. Internet es el tejido de la comunicación de nuestras vidas: para el trabajo, los contactos personales, la información, el entretenimiento, los servicios públicos, la política y la religión. Internet se usa cada vez más, por ejemplo, para acceder a medios de comunicación.

En Internet, cada individuo, empresa, grupo social o partido político constituye un nodo de la red, un elemento que forma parte de ella y tiene la capacidad de interactuar con el resto de nodos, lo que supone el advenimiento de una nueva era colaborativa para la humanidad con una capacidad de reconfigurarse según la situación.

En un sentido muy general, el poder es la capacidad para perseguir y lograr objetivos mediante el dominio de los que nos rodea Michael Mann, sociólogo estadounidense.