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1.3.1.1 – Un ejemplo histórico: la guerra hispano estadounidense

Si antes hemos ilustrado cómo las tres agendas se relacionan entre sí con una invasión estadounidense a una isla del Caribe, creemos muy apropiado usar otra situación similar para ejemplificar el poder de los medios al que se refiere la primera etapa de la agenda setting. No deja de resultar, como mínimo, curioso que usemos otro ejemplo basado en una invasión norteamericana a una isla caribeña.

A finales del siglo XIX, Cuba era territorio colonial de la Corona Española, pese a que su sociedad se encontraba dividida entre los que querían seguir formando parte de España y los que optaban por la autodeterminación: la independencia de la isla.

Estados Unidos había protagonizado varios intentos de comprar la isla a España, recibiendo siempre negativas de los gobiernos de Cánovas del Castillo y de Sagasta.

Uno de los mayores empresarios mediáticos de Estados Unidos, William Randolph Hearst, a quien podemos ver caricaturizado en la obra maestra del cine Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941), millonario y propietario de algunos de los periódicos de mayor tirada de la nación, tenía en su mirada la isla de Cuba.

Cuando en el año 1895 estalla la guerra de la independencia en Cuba, que enfrentó a los rebeldes contra el ejército colonial español, Hearst pone la isla en su punto de mira.

Durante los siguientes 3 años de guerra, Hearst hace uso de todo su poder mediático para aumentar la tirada y sus beneficios.

Hearst había mantenido un duelo con Pulitzer en aras de poseer los mayores periódicos de los Estados Unidos. Viendo la oportunidad que este conflicto suponía, Hearst instó a sus periodistas a publicar páginas enteras, cartas, reportajes, telegramas y noticias sobre la insurrección cubana, exagerando en gran medida los anhelos independentistas de los isleños y consiguiendo cada vez más reportajes sensacionalistas. La deformación de la situación en la isla (esto nos recuerda a Monzón y su pseudorealidad) llevó a la manipulación de imágenes que mostraban a las tropas españolas torturando a los presos, vejándoles y castigándoles con morir de inanición.

La tensión entre el maltrecho Imperio Español y Estados Unidos iba en aumento y la prensa de ambos países se atacaba con dureza. Mientras que los Estados Unidos y sus medios elogiaban el arrojo y la valentía de los cubanos comparando a sus líderes con los padres fundadores que independizaron a las Trece Colonias del dominio británico, los medios españoles, muy duchos en la prensa gráfica, presentaban a los Estados Unidos como un ave rapaz o una fiera al acecho, esperando a atrapar con sus garras a Cuba. Veamos dos ejemplos: una viñeta norteamericana, en primer lugar, y una española, en segundo:

Ilustración 7: Dalrymple, L. (1898). The duty of the hour; - to save her not only from Spain, but from a worse fate. New York, Keppler y Schwarzmann. Recuperado de: http://www.loc.gov/pictures/item/2012647563/

Ilustración 8: Moliné, M. (1896) La faltera del oncle Sam. M. Moliné. La Campana de Gràcia. Recuperado de: http://digitalpostercollection.com/1896-la- fatlera-del-oncle-sam-published-in-catalan-la-campana-de-gracia/

En el duelo entre los dos magnates del periodismo, Hearst y Pulitzer llegaron a publicar más de 40 ediciones en un solo día para tratar de superar a su antagónico rival. Pero el mayor responsable de incendiar la opinión pública de los ciudadanos y ciudadanas de los Estados Unidos fue Hearst, quien batió todos los récords de ventas del New York Journal, su periódico más leído, tras publicar la ficticia historia de un ciudadano norteamericano civil que había sido encarcelado en Cuba sin juicio alguno por orden de los españoles. Hearst llegó a afirmar que ningún ciudadano de los Estados Unidos estaría seguro en la isla mientras esta continuara bajo mandato español.

A principios de 1898, Hearst mandaría un reportero gráfico con la misión de realizar dibujos que retrataran la situación de desesperación y guerra que se vivía en la isla. Cuando el reportero desembarcó en La Habana, inició su labor buscando material. Días después llamó a Nueva York para informar a su patrón de que la situación era muy diferente a la que habían imaginado: “Aquí no hay guerra”, le espetó, a lo que Hearst respondió “usted ponga los dibujos que ya pondré yo la guerra”. Imaginamos aquí el punto hasta el que el magnate estaba dispuesto a llegar para comprobar el alcance de su poder periodístico.

En esos momentos, la inversión de Hearst superaba con creces a los beneficios que la actividad periodística le reportaba, pero el magnate se había propuesto hasta determinar el poder que podía tener mediante el control de los medios de comunicación.

Tras superar a Pulitzer y convertir su New York Journal en el periódico más leído de Nueva York (después de rebajar su precio a un centavo), Hearst decide trasladar la acción a Cuba. Fleta un barco y lo llena con el más avanzado equipo del momento (incluso con imprenta y habitación oscura) y un nutrido grupo de periodistas y reporteros. Él mismo viajó a la isla un par de veces, llegando a escribir alguna crónica de campo.

El día 15 de febrero de 1898 a las 21:40 horas, el puerto de La Habana fue tomado por un estruendo: el Maine, buque de guerra de la armada norteamericana, había hecho explosión. Más de 250 de los 335 tripulantes fallecieron en la deflagración y posterior naufragio.

La reacción de los periodistas en la isla fue muy cautelosa, pues eran bien conscientes de la situación de extrema tensión que se vivía entre los gobiernos de Estados Unidos y el Imperio Español, más aún teniendo en cuenta el estado de la opinión pública norteamericana, influenciada durante los últimos años por el sensacionalismo de Hearst y Pulitzer.

La explosión del Maine, que había sido designado por Estados Unidos para proteger los intereses de los ciudadanos y ciudadanas estadounidenses en la isla durante la guerra, fue acogida con entusiasmo por Hearst, quien llamó al director de su periódico y le preguntó por las noticias que pensaba publicar al día siguiente, a lo que el director respondió: “las importantes”. Hearst entró en cólera y afirmó que no existía noticia más importante que esa.

Obviando las precauciones diplomáticas y los análisis de los peritos (así como declaraciones oficiales del Gobierno de España, que decía no tener nada que ver), el New York Journal amaneció así:

Ilustración 9: Portada del New York Journal el 17 de febrero de 1898. Recuperado de: www.historyofjournalism.com

La portada acusa directamente a España de perpetrar el suceso, siendo para el periódico un acto de guerra. Lo vemos en los diferentes elementos que componen la noticia.

· Titular: La destrucción del buque de guerra Maine fue causada por un enemigo.

· Destacado: El secretario Roosevelt, convencido de que la explosión en el barco de guerra no fue un accidente.

· Pie de foto: Oficiales de la marina creen que el Maine fue destruido por una mina española.

En los días siguientes, los medios de Hearst, con el New York Journal a la cabeza, se dedicaron a enfervorizar a la población para que hostigara al gobierno y lo instara a tomar represalias bélicas contra España. Como podemos ver en la portada del día 17, hasta se ofrece una recompensa de 50.000 dólares americanos para quien encuentre a los terroristas (era obvio que esto no pretendía iniciar ninguna investigación que cupiera esperar fructífera; tan solo era un mecanismo que reforzaba la idea de que el suceso había sido provocado y no fruto de un accidente).

El 25 de abril del mismo año, culminaba la opera magna de Hearst: La guerra que él gestó, alentó; la guerra inventada que supuso el fin del Imperio Colonial Español.

Valga este ejemplo histórico para ilustrar la concepción que los y las académicas tenían sobre la teoría de la agenda setting en esta primera etapa.

Vemos como Hearst (agenda de los medios), da un tratamiento determinado a unos hechos para presentarlos a la ciudadanía norteamericana (agenda pública) con el objetivo de orientar el pensamiento colectivo de los ciudadanos y ciudadanas de una manera determinada y que el Gobierno (agenda política) obrara en consecuencia de sus intereses (esto es, seguir el clamor popular para no perder el apoyo del electorado). Del mismo modo que hicimos con la ilustración 5, podemos añadir pues otro parámetro a nuestro modelo relacional:

Ilustración 10: Las tres agendas, su relación entre ellas y la construcción de la esfera pública 3: Los intereses en las agendas política y mediática. Elaboración propia.

Recurriremos a la obra gráfica Amusing Ourselves to Death (Stuart McMillen, 1985) para ilustrar este periodo. Aunque el trabajo de McMillen obtuvo la fama por ser una comparativa visual entre dos de las distopías más famosas jamás escritas 1984, de George Orwell (1949) y Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley (1932), en las que los autores exponen dos metodologías de control poblacional totalmente diferentes. Encontramos que algunos de sus fragmentos nos son de gran utilidad para ilustrar algunos aspectos de la teoría de la agenda setting. Veamos pues cómo McMillen resume acertadamente esta idea del poder total de la prensa en la construcción de la realidad:

Ilustración 11: McMillen, S. (1985). Amusing Ourselves to Death (I). Recuperado de: http://judyelf.edublogs.org/files/2010/04/Amusing- Ourselves-to-Death-1sgubl1.pdf

Un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya. Henry Fielding. Filósofo y ensayista británico