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El medio ambiente y distribución de los bienes

3. Dios ofrece la salvación en comunidad

3.2. El medio ambiente y distribución de los bienes

En el campo de la ecología, la doctrina social invita a tener presente que los bienes de la tierra han sido creados por Dios para ser sabiamente usados por todos: estos bienes deben ser equitativamente compartidos, según la justicia y la caridad. Se trata fundamentalmente de impedir la injustica de un acaparamiento de los recursos: la avidez ya sea individual o colectiva, esto sería contrario al orden de la creación136.

Habiendo una justa distribución de bienes, se evitarán roces de vanidad, soberbia, egoísmo y todo lo que nos separe del vivir como hermanos; en la creación notamos que todas las cosas son importantes para Dios, a cada una se le dio su valor en cada día de la semana, todas estas creaturas creadas por Dios: cielo, aguas, animales, plantas y el ser humano deben formar una comunidad, el gran pueblo de Dios, y de ese modo nos sentiremos parte importante de tan apreciada familia.

En esta corresponsabilidad juega un papel importante la buena administración que requiere el ejercicio de la responsabilidad de todos los hombres y mujeres: “Dijo Dios: Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; os servirá de alimento. Y a todo animal terrestre, y a toda ave del cielo y a todos los reptiles de la tierra, a todo ser animado de vida, les doy la hierba verde como alimento. Y así fue” (Gn 1, 29-30).

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Un gran compromiso nos ha tocado vivir siendo corresponsables y solidarios los unos con los otros, pues no bastaría lo teórico sino lo hacemos vida, el medio ambiente es un patrimonio de la humanidad, de tal forma que los propietarios, privados o públicos, deben ordenar su uso para beneficio de todos: el hombre y la mujer deben tener la iniciativa de formar comunidad, sentirse responsables de lo social y trabajar juntos en los diferentes ambientes donde se desenvuelvan, casa, familia, trabajo y escuela.

Toda la creación es buena ante la mirada de Dios (cf. Gn 1, 31), el ser humano ha de respetar este valor, lo cual es un desafío maravilloso para su inteligencia. El libro del Génesis enseña que el ser humano da nombre a todas las cosas (Cf. Gn 2, 19-20), al nombrarlas, los seres humanos han de reconocer las cosas por lo que son, y establecer con ellas una relación de responsabilidad.

Este principio de corresponsabilidad también se aplica al agua, elemento esencial para nuestro desarrollo, considerada en la Sagrada Escritura símbolo de purificación (Sal 51,4) y de vida (Jn 3,5): como don de Dios, el agua es instrumento vital, imprescindible para la supervivencia y, por tanto, un derecho de todos. La utilización del agua y de los servicios a ella vinculados debe estar orientada a satisfacer las necesidades de todos y, sobre todo, de las personas que viven en la pobreza. El acceso limitado al agua potable repercute sobre un número enorme de personas y es, con frecuencia, causa de enfermedades, sufrimientos, conflictos, pobreza e incluso de muerte137.

Este es un gran problema que atañe a nuestro estado, la mayor parte de agua es salada, lo cual impide el poder usarla para satisfacer necesidades básicas, debe pasar por procesos de purificación que siempre implica gastos costosos; de ahí que el valor de la corresponsabilidad atañe a toda la sociedad religiosa y civil, por lo tanto, todos estamos llamados a cuidarla y a no desperdiciarla. Para lograrlo es necesario que se establezcan criterios morales basados precisamente en el valor de la vida y en el uso racional de todos.

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En resumen, nuestra Iglesia nos invita a reconsiderar nuestros estilos de vida, nos anima a adquirir una mentalidad con elementos de sobriedad, templanza, autodisciplina a nivel personal y social. No podemos seguir en la lógica del consumo voraz y despiadado. Pero nada debe ser orientado hacia el miedo o la tragedia, se trata de aceptar dichos cambios por buscar el bien común en una actitud solidaria con los demás y con nuestra casa común. Las actitudes como la solidaridad, el cuidado, el respeto, la disciplina, la ética, el bien común, y el don como acción de gracias no se podrán realizar si antes no cambiamos de mentalidad, porque más que ser un problema ecológico es un problema antropológico. Entremos al último punto referente a la concientización.

4 Custodios de la naturaleza

La Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericano y del Caribe invita al ser humano a ser un custodio de la naturaleza, porque si reconocemos que es una obra divina, debemos respetarla en todas sus dimensiones, pues el Dios de la vida encomendó al ser humano su obra creadora para que la cultivara y la guardara (Gn 2,15)

En concreto, debemos informarnos sobre la cuestión que vivimos en relación a las minas, tierra, agua, flora, fauna; saber cuáles son los posibles beneficios y en qué medida puede desfavorecer la relación entre persona y medio ambiente, pues mucho se ha escuchado sobre la mucha utilización del agua y la contaminación de la misma, lo cual no va acorde porque en nuestro estado hay escases de agua, además de la propiciación de enfermedades e inclusive a generaciones futuras. Bastaría realizar todo un estudio para saber realmente y de manera gráfica todo lo que conlleva cada proyecto.

Por este motivo el Papa Benedicto XVI, en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la santa sede durante el intercambio de felicitaciones de año nuevo en 2011, indica que la salvaguardia de la creación es un factor importante de paz y de justica que llevó por título:

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La ecología humana es el presupuesto de una auténtica ecología ambiental138, en ella resaltó que la negación de Dios desfigura la libertad de la persona humana, y devasta también la creación, por eso salvaguardarla responde en primer lugar a una exigencia moral, porque la naturaleza manifiesta un designio de amor y de verdad que nos procede y viene de Dios. En las parroquias es necesario impulsar una profunda concientización a todos los fieles laicos para que cuiden y valoren la creación, de ese modo se podrá partir de allí a que se realice un plan de pastoral en pro de la naturaleza. Porque como dice el documento de Aparecida, es necesario no desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, porque no tomar esto en cuenta sería una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y en definitiva contra la vida139.

El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, maravillarse de ella, cuidarla y respetar el orden que dio el Creador, por ello, cualquier acción humana que atente contra este orden natural provoca que la naturaleza reaccione de forma violenta porque se atenta contra su integridad. De ahí que la sabiduría de nuestros pueblos, con razón, comenta: “Dios perdona, pero la naturaleza jamás”, y es precisamente su manera natural de reaccionar cuando las cosas ya no van bien.

También es necesario hacer catequesis en orden al cuidado de la naturaleza, por ejemplo, en el catecismo infantil para los niños y las niñas, aprendan y crezcan con un profundo amor y respeto hacia la creación, además que es necesario que sepan que es un don de Dios que está bajo nuestra responsabilidad y que por ello es necesario cuidarla. Basta utilizar infinidad de recursos didácticos como los dibujos, videos, cantos, etc.

La iglesia agradece a todos los que se ocupan de la defensa de la vida y del ambiente; hay que darle particular importancia a la más grave destrucción en curso de la ecología humana: además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave,

138 L´ OSSERVATORE ROMANA, Ed. Semanal en lengua española, Año XLII, n.3 del 16 al 22 de enero de

2010.

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que es la del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención140.

No sólo la tierra ha sido dada por Dios al ser humano, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el ser humano es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado. Hay que mencionar en este contexto los graves problemas de la moderna urbanización, la necesidad de un urbanismo preocupado por la vida de las personas, así como la debida atención a una ecología social del trabajo141.

Cómo nos podemos percatar, es sumamente necesario crear una conciencia más sólida sobre la protección de nuestro universo porque, como obra de Dios, a nosotros sus hijos, nos corresponde cuidarla, sin la necesidad de que se nos tenga que decir, porque si queremos que nuestro hábitat sea el mejor, nosotros debemos ser mejores. Al centro de todo hay un trasfondo ético, que debemos hacerle caso, cambiando nuestra mentalidad antes de actuar y seguir dañando nuestro medio ambiente.

140 Cf. JUAN PABLO II, Centesimus Annus, n. 38 141 Ibíd.

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CONCLUSIÓN

Retomo un impresionante texto que podría pensarse que forma parte un discurso de algún líder ecologista, pero no es así; si se trata de un viejo oráculo bíblico: "Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses y a darles culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia” (Dt 30,15-19). De este modo, Dios intima a su pueblo las condiciones de supervivencia, nos presenta dos caminos, uno para preservar el bienestar de la tierra, lugar donde vivimos y el otro como destrucción donde no se podrá habitar más.

La sagrada escritura nos hace cercanos a la persona de Jesús en quien la creación alcanza su culmen, por ello mirar la historia bíblica desde el punto de vista ecológico es entrar a aprender el modo como el Señor educa a su pueblo para la vida. Los pobres muchas veces son obligados a destruir el ambiente para poder sobrevivir, pero el que es de Dios se siente llamado a defender la tierra, las plantas y los animales, teniendo como prioridad la vida, el bien y la dignidad de las personas humanas.

Es necesario revalorar la creación, cuidarla de tantas situaciones de las cuales muchas veces somos participes, y esto se inicia con algo sencillo como el tirar basura pero que trasciende para mal, originando el calentamiento global, la destrucción de la capa de ozono, la deforestación, etc. Las cosas se agravan notablemente cuando no sólo se incrementa la cantidad de los desechos, sino que se modifica su calidad desechando residuos radiactivos. Ello también da que origen a lo que llama cultura de la muerte y al mismo tiempo también

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sería la negación al amor que Dios nos tiene y nos lo ha manifestado en este ambiente que nos ha dado.

De este modo debemos tener conciencia de que somos creaturas, ello nos debe inducir a un respecto religioso hacia el conjunto de la creación, pues el primer relato en el libro del Génesis menciona que toda la cosa vio Dios que era buena. Por otra parte, la razón humana, pensante; es el hombre, imagen de Dios, a quien en Gn 1,28 se encomienda el destino de lo creado, no es en absoluto el señor arrogante y despótico; es solo intendente y gerente, administrador y tutor. El encargado recibido no le autoriza a saquear, extenuar y destruir la realidad que se le confía y de la que es solidario Gn 2,7, sino que le obliga a promoverla, tutelarla y conducirla hacia la plenitud142.

Así nos convertimos en meros administradores de todas las cosas que están a nuestro alrededor, no adueñándonos de nada, pues solo Dios es el Señor de señores, de ahí que en el salmo 24 se mencione que de Yahvé es de la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes. Basta revisar nuestra propia vida personal para confrontar si en verdad tratamos a la naturaleza como nuestra casa, aquello que mencionábamos como título de esta investigación o simplemente un medio para satisfacer nuestras necesidades, que a veces suelen ser egoístas.

Finalmente, en el seno de la crisis del ambiente actual, sería enteramente ingenuo e irrealista confiar únicamente a las legislaciones nacionales e internacionales la responsabilidad primaria en lo tocante a la salvaguardia del medio ambiente. Todos los sectores civiles, educativos y religiosos somos responsables de cuidar nuestra casa común.

Hay una alusión mayor en la creación del ser humano sobre todas las cosas, cuyas características debe ser nuestra racionalidad, y solo siendo seres pensantes lograremos la paz y así compartir la mesa de la creación. Para ello, primero debemos interpretar la ecología social en el respeto natural al medio ambiente, posteriormente respetarnos a nosotros mismos,

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hacer valer nuestros derechos como personas, de ese modo llegaremos a tener paz con nuestro ambiente, con nosotros mismos y también con Dios nuestro creador.

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