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Gabriel Miró : podrá ser una fiesta, pero de ferocidad y fiereza

6.3. La Generación del 14

6.3.1. Gabriel Miró : podrá ser una fiesta, pero de ferocidad y fiereza

Gabriel Miró (Alicante, 1879-Madrid, 1930) nació, según cuenta el ya citado Lozano Marco, en el seno de una familia acomodada. Su padre era ingeniero de caminos y el joven Miró, segundo de dos hermanos, estudió en Orihuela en un internado regentado por la Compañía de Jesús. Esta etapa de su vida le dejó una experiencia negativa que más adelante plasmaría en algunas de sus obras.

Tras abandonar el internado por problemas de salud, termina sus estudios de bachillerato en Alicante y unos años más tarde, a los veintiuno, obtiene la licenciatura en Derecho por la Universidad de Granada. Muy poco tiempo después escribe su primera novela, titulada La mujer de Ojeda. Desde entonces, mientras desempeña diversos empleos burocráticos mal pagados, Miró no dejará nunca de escribir.

Hacia 1908 le llega el reconocimiento al ganar un certamen literario cuyo jurado estaba formado, entre otros, por Pío Baroja o Felipe Trigo. A partir de entonces comenzará a colaborar habitualmente en la prensa, en periódicos como Los Lunes de El Imparcial y Heraldo de Madrid. También escribió artículos en cabeceras como La Vanguardia o Diario de Barcelona.

Miró fue víctima de una agria campaña auspiciada desde los sectores más conservadores de la sociedad debido a su novela El obispo leproso, en donde el alicantino hace un retrato crítico de la Compañía de Jesús. Esta cruzada en su contra le impidió ser miembro de la Real Academia Española, cuando fue propuesto por Azorín para ocupar uno de sus sillones.

Entre otras, Miró fue autor de obras como Nómada, La novela de mi amigo, Libro de Sigüenza,

Las cerezas del cementerio, Niño y grande, o las ya citadas El obispo leproso y La mujer de

Ojeda.465

Como vamos a comprobar a continuación Miró, en algunas partes de su producción literaria, manifestó opiniones contrarias a las corridas de toros. Así por ejemplo, en su artículo De las

463 FERNÁNDEZ LÓPEZ, JUSTO, «Novecentismo, Generación del 14 o Vanguardias», en La Generación del

14, visto el 10 de noviembre de 2016 en http://hispanoteca.eu/Literatura%20espa%C3%B1ola/Generaci%C3%B3n%20del%2014/La%20Generaci %C3%B3n%20del%2014.htm. 464 Ibídem. 465

LOZANO MARCO, MIGUEL ÁNGEL, «Gabriel Miró, el autor: Apunte biobibliográfico», en Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Todos los datos citados han sido extraídos de esta entrada. Consultado el 10 de noviembre de 2016 en http://www.cervantesvirtual.com/portales/gabriel_miro/autor_apunte/.

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corridas de toros466 el escritor alicantino se refiere a los tormentos a los que el toro es

sometido en estas diversiones, al embrutecimiento del público y a la muerte de personas, así como a la excesiva atención que la prensa dedica a toreros y a corridas de toros. En vista de sus palabras, podemos considerar que el autor se opone a la tauromaquia de una manera integral pero empezando, eso sí, por el rechazo de la crueldad y el maltrato infligido a los toros.

En el citado artículo Miró se lamenta de que en España «No hay gente mejor conocida y solemnizada que los toreros», denunciado que «La prensa, la grande y la lugareña, cuenta menudamente cuanto hacen y dicen esos hombres, lo que ganan y gastan, sus lances, sus hazañas, sus intimidades, sus audacias, sus flaquezas y hasta sus vicios. Y en ese relato halla el público el manjar literario más gustoso».467 No cabe duda del espíritu crítico de sus palabras. A continuación escribe que «Los enemigos de esta fiesta la consideran soez, feroz, brutal, cansada; y le niegan esa hermosura bárbara y frenética de sol, de fuerza, de sangre, de muchedumbre delirante, que algunos le encuentran para justificar su afición o su presencia».468 Aunque la lectura de estas palabras pueda transmitir la impresión de que Miró no se posiciona ni a favor ni en contra de las corridas de toros, conviene prestar atención a la elección mironiana de los calificativos a la hora de mostrar las opiniones de antitaurinos y de taurómacos. Si bien por un lado la tauromaquia es criticada por los antitaurinos por ser soez, feroz y brutal, los que la defienden, según Miró, se escudan en que su "hermosura" es bárbara, frenética, sangrienta y delirante. Si se observa bien, las consideraciones que el escritor atribuye a los taurinos son iguales o incluso más críticas con la tauromaquia que las de los propios antitaurinos.

A continuación el alicantino se refiere a un violento episodio que tuvo lugar en una corrida de toros y del que nuestro autor tuvo conocimiento. Un torero fue cogido por el toro y el hombre quedó derribado en el suelo. Entonces, relata Miró, «Alzóse la gente rugiendo de espanto y de ansia ciega de crueldades que se sacia con esa "punzada agridulce de maligna voluptuosidad ante los sufrimientos de nuestros semejantes"».469

Se aprecia que el alicantino considera que el aficionado taurino se guía por una perturbada codicia de crueldad, por una maliciosa necesidad satisfecha ante el padecimiento del prójimo. No en vano, aquel torero, cuenta Miró, acabó muriendo sobre la arena.

El escritor prosigue su relato narrando que el toro, «enfurecido por los tormentos» a los que es sometido durante la corrida, se rompió uno de sus cuernos al golpear las tablas de la barrera. «Su alarido resonó mucho tiempo sobre el vocerío del público; un caño de sangre manaba borbotante de la rota asta […]».470

Resulta destacable que Miró reseñe los "tormentos" con los que se enfurece al toro durante la lidia, así como que subraye el dolor del animal, que lanza un alarido desgarrador mientras se desangra lentamente tras perder una de sus astas.

A todo esto, y continuando con el relato de aquella corrida, Miró cuenta que otro torero ha de salir al ruedo para sustituir al muerto, y encargarse de matar al toro, que está malherido,

466

MIRÓ, GABRIEL, «Pláticas: De las corridas de toros (28 de noviembre de 1912)», en ALTISENT, MARTA EULALIA, Los artículos de Gabriel Miró en la prensa barcelonesa (1911-1920), Editorial Pliegos, Madrid, 1992, págs. 144-146. 467 Ibíd., pág. 144. 468 Ibídem. 469 Ibídem. 470 Ibídem.

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desangrándose con el cuerno arrancado de cuajo de su cabeza. En este punto es interesante subrayar que, como vemos a continuación, el autor se refiere al animal como "pobre", señalando su carácter de víctima desgraciada, inocente e involuntaria, de estas diversiones. Así, escribe Miró, el sustituto del torero muerto, «medroso por la desgracia o porque atisbaba en la pobre fiera algún ruin resabio o avezadura, se puso, para herirla, del lado del testuz sin cuerno».471

Al público, relata entonces el alicantino, no le gustó nada ese gesto. El aficionado ha pagado dinero para ver peligro, sangre y riesgo, y no está dispuesto a que el torero ataque al toro por el lado en que le falta un cuerno. Faltaría más. La protesta no tarda en surgir: «[…] la muchedumbre se levantó encrespada y rugidora. Las voces y los brazos temblaban de amenazas, exigiendo al torero que se colocase delante del cuerno afilado y cabal, porque parece que no habiendo riesgo de muerto (sic) no hay verdadera lidia y fiesta nacional».472 Ante esto Miró asegura que la tauromaquia podrá ser una fiesta pero que, en todo caso, «es fiesta de fiereza, de ferocidad».473 A continuación señala que si bien estos sentimientos de salvajismo y de crueldad son propios del hombre haya o no corridas de toros, lo cierto es que, en su opinión, no hay necesidad alguna de crear espectáculos en donde el ser humano pueda aplicar, fomentar y sobre todo normalizar estas bajas emociones. 474

A partir de este punto del artículo Miró habla al lector acerca de las campañas antitaurinas de Eugenio Noel: «Para proscribirlas [las corridas de toros] de nuestros gustos va caminando por los "huertos provincianos" un hombre inflamado de santa indignación», dice.475 Aunque el escritor alicantino no deposita muchas esperanzas en la empresa antitaurina y antiflamenca de Noel, porque en lo que en el fondo parece no tener fe es en el indiferente y apático pueblo español, sí elogia sus esfuerzos asegurando que «De todos modos, alabemos los generosos, los patrióticos, los exaltados designios de Eugenio Noel».476 Es preciso destacar que se refiere a Noel como un patriota que, queriendo lo mejor para su país, ese desiderátum pasa por lograr el fin de las corridas de toros.

En todo caso Miró, mostrando su mala opinión del ser humano en general y del español en particular, defiende que aunque fuera posible erradicar las diversiones taurinas no se tardaría en inventar alguna otra que supusiera la misma muestra de fiereza pues, insiste, la brutalidad está en el alma del hombre.477

A continuación propone que, aunque «Ahora no se puede suprimir a los del pincho […], en cambio, podemos ir quitando el adjetivo nacional».478 Porque para Miró el hecho de que la gente no se canse de hablar de corridas y de toreros, y que la prensa no se harte de otorgar columnas y columnas a estos personajes, «es una promesa de la decadencia de la fiesta» ya que, defiende nuestro autor, el español no es constante y se acabará cansando de todo esto.479 Partiendo de esta premisa el alicantino augura que «Vendrá un moderado silencio», anunciando que llegará una mayoritaria corriente de frialdad ante la tauromaquia aunque, eso sí, seguirá habiendo entusiastas de las corridas porque, se lamenta, debido al innato deseo de 471 Ibíd., pág, 145. 472 Ibídem. 473 Ibídem. 474 Ibídem. 475 Ibídem. 476 Ibídem. 477 Ibídem. 478 Ibídem. 479 Ibíd., págs. 145-146.

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barbarie del hombre, «toros ha de haberlos siempre».480 En este punto nos vemos obligados a dar un salto temporal en el tiempo hasta la actualidad para afirmar que Miró no andaba muy errado en su predicción pues, con el paso de los años, se ha visto que efectivamente, tal y como sucede hoy en día, una inmensa mayoría de los españoles —un 93,1 por ciento— no asiste a corridas de toros, mostrando un evidente desinterés por estas diversiones.481

Regresando a Miró, el autor de El obispo leproso, en esta misma línea, vuelve a vaticinar con cierta carga de alegría y esperanza que «Toreros y listos, nuestros hombres listos que han gozado tanto tiempo de la cumbre de España irán bajando y dejando la dominación, aunque siempre vivan entre nosotros».482

Una vez analizado este artículo se aprecia en él una evidente crítica a las corridas de toros desde diversas perspectivas. Miró condena la crueldad y el dolor que se inflige al toro, también desaprueba el embrutecimiento inhumano del espectador taurino y, además, censura el desmedido reconocimiento de que en nuestro país gozan esos toreros que ganan «miles de pesetas» por apenas «unos instantes de guapeza».483

Por otra parte, la idea de que Gabriel Miró respaldaba las campañas antitaurinas de Eugenio Noel, como el propio autor alicantino reconoce en primera persona en este artículo, la subraya el estudioso mironiano Ian Macdonald. A este investigador no le cabe duda de que, tras la lectura del artículo antitaurino de Miró, el escritor, aunque era escéptico al respecto de su posible éxito, «apoyaba en términos generales» la campaña noeliana contra la tauromaquia.484 En todo caso, debe quedar patente que uno de los principales motivos por los que Miró rechaza las diversiones taurinas se fundamenta en el sufrimiento del toro durante la lidia. En

480

Ibíd., pág. 146.

481

Véase la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2014–2015, publicada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Según estos datos oficiales, sólo el 6,9 por ciento de la población española asistió entre 2014 y 2015 a una corrida de toros o de rejones. Lo cual quiere decir que el 93,1 por ciento de los españoles no asistieron, en ese periodo, a estas diversiones taurinas. Para hacernos una idea de lo insignificante que supone ese 6,9 por ciento conviene consignar que, en el periodo de tiempo estudiado, el Jardín Botánico —con un 11,5 por ciento— o las conferencias o mesas redondas — con un 13,5 por ciento de asistencia— tuvieron, por separado y con una enorme diferencia, mucho más público que las corridas de toros o de rejones juntas —el ya citado 6,9 por ciento—. Consultado el 11 de noviembre de 2016 en el informe: http://www.mecd.gob.es/servicios-al-ciudadano- mecd/dms/mecd/servicios-al-ciudadano-mecd/estadisticas/cultura/mc/ehc/2014-

2015/Encuesta_de_Habitos_y_Practicas_Culturales_2014-2015_Sintesis_de_resultados.pdf. En el anexo Nº 74 se puede ver la parte de la encuesta referida a esta cuestión. Asimismo, los datos oficiales de la

Estadística de asuntos taurinos 2015, también elaborada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, aportan evidencias de que los festejos taurinos disminuyeron en apenas un año —de 2014 a 2015— en un 7,1 por ciento. Visto el 11 de noviembre de 2016 en

http://www.mcu.es/culturabase/pdf/Estadistica_de_Asuntos_Taurinos_2011-

2015_Sintesis_de_Resultados.pdf y en http://ctxt.es/es/20160907/Politica/8371/toros-pacma- animalistas-tauromaquia.htm. Aunque estos datos queden fuera del contexto temporal de la figura de Miró, consideramos relevante el hecho de aportarlos en nuestra investigación dentro del contexto del pensamiento del autor alicantino.

482 MIRÓ, GABRIEL, op. cit., pág. 146. 483

Ibídem.

484

MACDONALD, IAN R., Gabriel Miró: su biblioteca personal y su circunstancia literaria, Universidad de Alicante, Alicante, 2010, pág. 183. N. del A. Si Miró se mostraba escéptico ante la viabilidad de la campaña antitaurina de Noel no era por otra razón que no fuera por la falta de confianza en el pueblo español, un pueblo adormecido, indiferente y falto de los recursos necesarios como para hacerse dueño de su propio destino. Así lo considera el propio Miró en su ya analizado artículo Pláticas: De las corridas de toros.

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varias ocasiones, como hemos visto, señala su padecimiento, sus alaridos de dolor y su sangrienta muerte. Esta crítica mironiana hacia el maltrato animal concuerda perfectamente con otras condenas que el autor, en esta misma línea, aporta en su obra. Así, la censura de la crueldad hacia los animales aparece en varios episodios de su Libro de Sigüenza, y en este sentido sirva como ejemplo el capítulo titulado Una jornada del tiro de pichón.485

En este relato el autor narra la terrible muerte de los palomos en este tipo de diversiones. Describe que el pichón, al que se refiere como víctima, «cae destrozado, pulverizado» al ser atacado con «feroces cartuchos».486

Tras la lectura del texto no cabe duda de la carga crítica con la que Miró observa este tipo de crueles prácticas. Esto se aprecia, por ejemplo, cuando relata que el animal está enjaulado y, al abrírsele su «prisión», el palomo ve muy cerca su libertad, se asoma al luminoso «cielo sin alambres», y vuela, sin saber que tras su liberación le espera inmediatamente la muerte más atroz e insensata: «Suena un estampido, después otro, después otro», escribe Miró.487

El alicantino asegura irónicamente que «El intrépido juego de los tiradores es de una innegable amenidad».488 Asimismo relata que en estos juegos, además, se cruzan apuestas de dinero. Miró se refiere a los palomos como unos pobres animales que, tras ser disparados, en algunos casos caen malheridos al suelo de modo que los niños, que han sido invitados a la matanza, los atrapan y les quitan la vida ellos mismos aplastándolos y retorciéndolos con sus propias manos.489

El autor expresa a través del personaje de Sigüenza, protagonista de la obra, que supone una salvajada y una bestialidad que se invite a los niños a contemplar y a participar de este espectáculo horrendo de muerte, y que, además, resulta especialmente rechazable que «la muerte de los palomos fuese unida a una rifa de juguetes para los niños».490

Llegado este punto Sigüenza se pregunta: «Pero, ¿no es inmoral que los niños aprendan a gozar y apetecer la muerte de un palomo?».491

Esta misma sensibilidad y, sobre todo, este desprecio por la violencia, la crueldad y el maltrato animal lo expresará Miró en otros puntos de este mismo libro. Así por ejemplo, en el relato Una tarde, Sigüenza no puede impedir que unos rapaces maten a un perrito arrojándolo al agua con una piedra atada al cuello, y todo para ver cómo se ahogaba. El autor escribe que:

El perrito se retorcía ahogándose, con los ojos abiertos, mirando a sus amigos [a los rapaces], que le habían atado el cuello y los brazuelos a una piedra muy gorda, para que no se levantase. Y los ojos del animal tenían una angustia y una esperanza humana. ¡Veía tan cerca las manos que había lamido; hacía tan poco que le habían agasajado! ¡Hasta le dieron de merendar, como si fuera un chico pequeño de la misma escuela! ¡Cómo habían de dejarlo morir! ¡Eso no era más que por divertirse asustándole!492

485

MIRÓ, GABRIEL, «Una jornada del tiro de pichón», en Libro de Sigüenza, Eduardo Domenech, Barcelona, 1917, págs. 137-144. 486 Ibíd., págs. 138-139. 487 Ibíd., pág. 139. 488 Ibídem. 489 Ibíd., pág. 141. 490 Ibíd., pág. 143. 491 Ibídem.

492 MIRÓ, GABRIEL, «Una tarde», en Libro de Sigüenza, Eduardo Domenech, Barcelona, 1917, págs. 63-

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Sigüenza, relata Miró, «les injurió enfurecidamente» por tamaña crueldad.493

Otro ejemplo de esta sensibilidad mironiana ante el sufrimiento animal lo hallamos en el texto titulado Sigüenza, el pastor y el cordero, en donde un cabrero mata a un cordero para comérselo y Sigüenza, que asiste a la terrible escena, muestra una gran compasión por la angustia del animal desangrándose en una interminable agonía. A continuación, en una reflexión final, Sigüenza se culpa a sí mismo tildándose de hipócrita pues primero sintió pena por el animal degollado pero luego participó de la comida con su carne muerta.494

Otra muestra más de esta postura compasiva ante el sufrimiento de los animales lo encontramos en el relato La tía pobre.495 Aquí unos niños contemplan a una rata ahogarse despacito en un barreño mientras, «atormentada», lanza un «grito agudo y áspero», y nadie hace nada para evitar la angustia del animal.

Una última evidencia de esta compasión mironiana ante el sufrimiento y padecimiento animal la hallamos en el relato titulado Un domingo,496 donde Miró también denuncia la crueldad humana al describir a un grupo de niños torturando a una cría de gorrión que había caído del nido y a la que, en vez de asistir o devolver al árbol, le atan un hilo en sus patitas para jugar despiadadamente con ella.

Esta sensibilidad del autor alicantino la subraya Lozano Marco, quien asegura que en los cuentos de Miró protagonizados por Sigüenza «aparecen los contrastes violentos: el sufrimiento de seres y de animales; la crueldad, como sucede con esa rata que en el primer párrafo [de La tía pobre] lanza gritos agudos cuando la van a ahogar despacito en agua clara para que los niños vean la angustia de su tormento […]».497

Lógicamente estos relatos han de servir para comprender y contextualizar el universo mental y moral de Miró, y para demostrar que condenaba la violencia y la crueldad sobre los animales. Tras haber leído estos textos entendemos mejor que en su artículo antitaurino el escritor destaque el alarido de dolor del toro al partirse el cuerno o que se refiera a él como un "pobre" ser martirizado que se desangra en la arena.

Y es que Miró es muy consciente del sufrimiento del toro durante la lidia. Así, en su obra La novela de mi amigo, uno de los personajes dice que «Cuando llegue, mi mujer y hasta sus amigas me dispararán palabras que se me enganchan como esos alanos que sueltan y