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M OVIMIENTO MÁS ALLÁ DE LA MOCIÓN

Una de las maneras en las que se nos prepara para entrar en el Proceso de la Presencia consiste en que se nos está invitando a cambiar nuestra percepción acerca de determinados aspectos de nuestra experiencia vital. Por ejemplo, se nos pide que no juzguemos nuestra experiencia del proceso por lo bien que nos podamos sentir o no mientras lo recorremos. También se nos advierte de

que el viaje no va a ser fácil. En cambio, se nos pide que intentemos que la experiencia sea «real» para nosotros, aunque podamos percibirla en un principio como una experiencia desagradable. También se nos pide que aceptemos la posibilidad de que la clave para restablecer el equilibrio en la calidad de la experiencia vital se encuentre en el crecimiento emocional personal. Se nos pide que consideremos que este crecimiento emocional personal nos llega cuando nos sometemos ante una experiencia de «no saber». Y, para ayudarnos a someternos, se nos pide que nos planteemos un cambio en nuestra relación con el procedimiento de la pregunta y la respuesta. Se nos invita a ello mediante el recurso de concentrarnos en la formulación de la pregunta, y no en la pretensión de encontrar una respuesta. De este modo, dejamos que la respuesta nos sea dada de forma inesperada, y con esto abrimos automáticamente nuestra experiencia al «recibir». Y, ahora, se nos se nos viene a pedir que ajustemos nuestra percepción de lo que consideramos que es el «movimiento».

En general, en la experiencia del mundo físico externo, cuando hablamos de movimiento nos estamos refiriendo a un acontecimiento físico, como cuando nos movemos de un lugar espacial a otro. O, al menos, hacemos referencia a algún tipo de actividad física, como el giro de una rueda o el movimiento de nuestros miembros. Por lo que respecta al mundo físico externo, no existe posibilidad alguna de hacer ningún viaje sin este movimiento externo. Sin embargo, las consecuencias de la realización del Proceso de la Presencia son tales que vamos a experimentar un movimiento ciertamente real, un movimiento que no viene iniciado por una actividad física externa. El movimiento que vamos a experimentar, por tanto, no es aquel que podamos asociar automáticamente con el concepto de movimiento. En lo referente al Proceso de la Presencia, la actividad física externa no se considera un movimiento real. Un término más adecuado para la actividad externa sería el de moción. Lo que vamos a experimentar como consecuencia de la realización del Proceso de la Presencia es un movimiento real, un movimiento que no está generado por una moción externa.

¿Qué estamos queriendo decir con «un movimiento que no está generado por una moción externa»? Esto puede quedar ilustrado mejor con el siguiente ejemplo: si estamos insatisfechos

con la calidad de nuestra experiencia vital, podemos intentar transformar nuestras circunstancias vitales mudándonos de ciudad o de país. Para esto hará falta una gran cantidad de moción externa. Sin embargo, cabe la posibilidad de que de pronto descubramos que, después de tanta moción externa, y una vez nos hayamos instalado en el nuevo lugar, nos encontremos con la misma experiencia de insatisfacción, a pesar de todo el cambio realizado en las circunstancias externas. Esto se debe a que, aun con toda la moción externa realizada, no hemos hecho un movimiento real en nuestro interior. Todos hemos tenido esta experiencia de una forma u otra. Hay un dicho que refleja muy bien esta situación:

«Allá donde vamos, allí estamos»

Esta manera de actuar, de ir de aquí para allá y no llegar a ninguna parte, es la clase de movimiento que el mundo exterior respalda con insistencia como medio para resolver cualquier insatisfacción que tengamos con la calidad de

nuestra experiencia vital. En el Proceso de la Presencia contemplamos este tipo de movimiento externo improductivo como una agitación, si bien un termino más adecuado para la agitación puede ser el de drama', y ésta es la palabra que u tuzaremos a lo largo del libro para describir este tipo de actividad inútil e improductiva. Pero el drama no se refiere exclusivamente a una moción física externa improductiva, sino que también hace referencia a las actividades mentales y emocionales improductivas de nuestra experiencia vital.

Uno de los objetivos del Proceso de la Presencia es el de sacarnos de nuestro drama, ayudándonos al mismo tiempo a propiciar un movimiento real en nuestra experiencia vital. Nuestra viciada naturaleza es tal que, hasta que no experimentamos un movimiento real en la vida, recurrimos una y otra vez al drama; y, en tanto en cuanto recurramos al drama, no intentaremos hacer ningún movimiento real en nuestra experiencia vital. El Proceso de la Presencia nos ayuda a romper esta manera inconsciente de vivir la vida. Y lo hace activando el movimiento interno mediante la liberación suave y consciente de las emociones que tenemos bloqueadas. Cuando llevemos a cabo esta tarea interior, activaremos automáticamente un movimiento externo real en nuestra experiencia vital, sin tener que recurrir a una improductiva agitación externa o drama. Sólo entonces estaremos preparados para desprendernos del drama, porque su inutilidad se nos hará evidente. Al introducirnos en el Proceso de la Presencia, el movimiento real que pretendemos iniciar va...

Desde el hacer al ser. Desde el mirar al ver. Desde el oír al escuchar. Desde la apariencia a la presencia. Desde el desequilibrio al equilibrio. Desde la separación a la unidad. Desde la reacción a la respuesta. Desde lo no auténtico a la autenticidad. Desde la fragmentación a la integración. Desde la venganza y la culpabilidad al perdón. Desde la queja y la competitividad a la compasión. Desde el proceder inconsciente al proceder consciente. Desde buscar la felicidad a dg\ar que llegue la alegría. Desde la percepción incorrecta a la percepción correcta.

Desde el «vivir en el tiempo» a vivenciar la conciencia del instante presente.

Todos los movimientos que se expresan arriba son diferentes descripciones de un único cambio perceptivo, una transformación perceptiva que no precisa de mociones externas. Este cambio no se puede alcanzar reorganizando las condiciones de nuestra experiencia exterior del mundo. No se puede alcanzar intentándolo. No se puede alcanzar a través del drama. Sólo se puede alcanzar «no haciendo» y «deshaciendo». Sólo se puede alcanzar mediante el trabajo interior.

Al comprender la naturaleza del movimiento real en el que nos estamos sumergiendo con el Proceso de la Presencia, nos ahorramos la energía que desperdiciamos cuando intentamos complementar esta experiencia con cualquier actividad externa innecesaria. ¿Qué queremos decir con esto?

Frecuentemente, cuando nos sumergimos en el tipo de experiencia en el que estamos a punto de sumergirnos con el Proceso de la Presencia, lo hacemos porque estamos intentando cambiarnos a nosotros mismos. Sin embargo, lo que estamos a punto de descubrir es que no podemos «cambiarnos a nosotros mismos», ya que sólo podemos cambiar la calidad de nuestra experiencia. El no percatarnos de esta potente verdad es lo que nos

lleva a un interminable «hacer» externo. El no percatarnos de esta potente verdad es el motivo por el cual la moción externa en la cual ponemos nuestra energía en nuestros intentos por cambiarnos a nosotros mismos se queda invariablemente en nada, salvo en un gasto innecesario de energía.

Pero, a causa de los ejemplos que se nos ponen en el mundo exterior, nos resulta difícil comprender que podemos lograr un cambio real en nuestras circunstancias sin tener que recurrir al drama exterior. Por ejemplo, cuando nos sumergimos en esta experiencia, cabe la posibilidad de que optemos por añadir, al mismo tiempo, un drama innecesario a nuestro viaje. Además de sumergirnos en el Proceso de la Presencia, quizás hayamos decidido ya dejar de fumar o abandonar otras adicciones, o bien llevar una dieta especial, o poner en marcha un programa de ejercicios en nuestra rutina diaria.

El motivo por el cual quizás queremos añadirle un suplemento de drama exterior a esta experiencia estriba en que tal vez hayamos llegado al Proceso de la Presencia pensando que es una forma de cambiarnos a nosotros mismos. Quizás hemos llegado al Proceso de la Presencia creyendo todavía que nosotros somos nuestra experiencia, en vez de comprender que nosotros somos los que tenemos una experiencia. Cuando creemos equivocadamente que somos la experiencia que estamos teniendo, cabe la posibilidad de que intentemos restablecer el equilibrio de nuestra experiencia vital mediante un cambio en la naturaleza de nuestro comportamiento, de nuestro aspecto o de nuestras circunstancias vitales. Sin embargo, nuestro comportamiento, nuestro aspecto y nuestras circunstancias vitales no son lo que somos: son experiencias que estamos teniendo. Son los atributos de nuestro ego. Cuando intentamos cambiar estos aspectos superficiales de nuestra experiencia externa, terminamos recurriendo siempre al drama.

Durante todo el tiempo que dure este viaje, vamos a desaconsejar cualquier ajuste externo sobre nuestro aspecto, nuestro comportamiento o nuestras circunstancias vitales, porque no nos va a servir de nada, salvo para incrementar el drama y desperdiciar energía. Lo único que va a aportar es más drama a nuestra experiencia de este proceso, por cuanto sitúa el centro de nuestra atención en el hecho de juguetear con el efecto de nuestras circunstancias, y no con su causa.

Para cuando seamos suficientemente mayores como para leer y comprender esta información, podremos estar seguros de una cosa: que nuestro aspecto, nuestro comportamiento y nuestras circunstancias externas, tal como son justo en este momento, son los efectos acumulados de los problemas no resueltos de nuestro cuerpo emocional. Así pues, sólo puede darse un movimiento real (un cambio duradero) en nuestra experiencia exterior si ajustamos la resonancia de la causa interna de estas experiencias externas. Jugando con nuestro comportamiento, con nuestro aspecto o con nuestras circunstancias vitales no conseguimos nada que perdure. El Proceso de la Presencia nos demostrará con claridad que, sólo ajustando la causa, sólo activando un movimiento real en el estado de nuestro cuerpo emocional, lograremos cambios reales y duraderos en nuestras experiencias externas.

Así pues, no debemos aproximarnos al Proceso de la Presencia con la intención de realizar, al mismo tiempo, otros ajustes externos importantes en nuestro comportamiento, en nuestro aspecto y en nuestras circunstancias vitales. Mientras dure el viaje, se recomienda encarecidamente que nos concentremos en lo que se nos pide en cada momento:

Tenemos que evitar cualquier impulso de hacer cambios drásticos, o de

tomar decisiones importantes en la vida, mientras dure este proceso.

Nos sentiremos impulsados a hacer alguna de estas cosas, pero tenemos que abstenernos de tales dramas. Estos impulsos por emprender una acción drástica emergerán durante el transcurso de nuestro viaje como reacciones a los asuntos inconscientes que estarán saliendo a la superficie para que los procesemos. El recurrir al drama exterior será una manifestación de nuestro deseo inconsciente de controlar o sedar lo que nos está sucediendo. Las reacciones siempre alimentan el drama y la agitación. Nos llevan a asumir demasiadas cosas a la vez, que no es otra cosa que una forma inconsciente de sabotearnos a nosotros mismos. Por tanto, concedámonos permiso para tomarnos un respiro en cuestión de dramas externos, mientras realizamos nuestro viaje en este proceso interno.

No olvidemos que, con este viaje, no pretendemos cambiarnos a nosotros mismos; este viaje pretende cambiar la calidad de nuestras experiencias. Esto es lo que el Proceso de la Presencia nos ayuda a integrar a través de la experiencia real. Una buena metáfora para entender la diferencia existente entre el viaje interior a la conciencia del instante presente y los viajes externos que podamos haber emprendido en un intento equivocado por cambiarnos a nosotros mismos es ésta: los viajes que hemos emprendido intentando cambiarnos a nosotros mismos son como mover un receptor de radio por toda la habitación para sintonizar la emisora de radio que se desea escuchar. Este viaje, en el cual vamos a aprender cómo ajustar la calidad de nuestra expe- rienda, en contraposición al intento de cambiarnos a nosotros mismos, exige que dejemos el receptor de radio exactamente donde está. Y, en lugar de mover la radio de aquí para allá, vamos a poner nuestra atención y nuestra intención en girar el dial de sintonización. Es un enfoque mucho más sencillo que el de recurrir al drama externo, y nos permite sintonizar correctamente con la música que nos trae la alegría.

La experiencia de la conciencia del instante presente que buscamos no está en ninguna parte «ahí fuera», en el mundo, y no se puede alcanzar jugueteando con el mundo exterior ni moviéndose frenéticamente por él. La experiencia de la conciencia del instante presente es una consecución interior. Una vez accedamos a ella, activando la quietud y el silencio interior, esta conciencia se reflejará automáticamente en nuestra experiencia del mundo exterior. Para activar la conciencia de nuestra presencia interior no hacen falta dramas. El proceso es gratuito y no precisa esfuerzo, y está a la disposición de todos, más allá de cualquier discriminación externa por causa del color de la piel, la casta, el credo y los ritos, rituales y dogmas. Lo único que se nos pide a lo largo de este viaje es que creemos los cimientos en nuestra experiencia vital para el silencio y la quietud interior, en los cuales espera pacientemente nuestra presencia interior.

Nuestro viaje a través del Proceso de la Presencia es muy sencillo. Sin embargo, lo podemos complicar si intentamos añadirle algo, o si lo intentamos con demasiada intensidad. Nuestros dramas externos no harán otra cosa que hacernos perder energía. Lo único que se nos pide es que nos ocupemos a diario de la trinidad que constituye la estructura de este viaje: el ejercicio de

respiración, las afirmaciones activadoras de la presencia y la lectura de los materiales que contienen las distintas herramientas perceptivas en los que nos entrenaremos para su aplicación en nuestra experiencia vital.

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