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San Ambrosio, De mysteriis , 390-391 d.C.:

In document Listado de las secciones (página 75-77)

“Habéis leído, por lo tanto, que los tres testigos en el bautismo son uno: el

agua, la sangre, y el espíritu; y si quitáis uno de ellos, el sacramento del

bautismo no es válido. Porque ¿qué es agua sin la cruz de Cristo? Un

elemento común sin todo efecto sacramental.

Por otra parte no hay

ningún misterio de regeneración sin agua: porque ‘quien no renaciere

del agua y del Espíritu, no puede entrar al reino de Dios’ [Juan 3, 5].

Hasta un catecúmeno cree en la cruz del Señor Jesús, por cual él también

es santiguado; pero, si él no es bautizado en el nombre del Padre y del

Hijo y del Espíritu Santo, no puede recibir la remisión de los pecados ni ser

receptor del don de gracia espiritual”

216

.

Aquí vemos a San Ambrosio negando claramente el concepto de bautismo de deseo. ¡No puede haber nada más claro!

San Ambrosio, Los Deberes del Clero, 391 d.C.:

“La Iglesia fue redimida al precio de la sangre de Cristo. Judío o griego, no hay diferencia; pero si él ha creído debe circuncidarse de sus pecados para que puede ser salvo; (…) porque nadie asciende al reino de los cielos, sino por el sacramento del bautismo”217.

San Ambrosio, Los Deberes del Clero, 391 d.C.:

“‘Quien no renace del agua y del Espíritu Santo, no podrá entrar el reino de Dios’. Nadie está exento: ni el infante, ni el que está impedido por alguna necesidad”218.

A diferencia de San Cirilo de Jerusalén y San Fulgencio, quienes al mismo tiempo mencionan su creencia que había excepciones a Juan 3, 5 sólo en el caso de los mártires, San Ambrosio no reconoce excepciones, lo que excluye el bautismo de deseo y el bautismo de sangre.

Y con eso llegamos al fin de la enseñanza de los Padres sobre el llamado “bautismo de deseo”. Es verdad; uno o a lo más dos Padres de cientos, San Agustín y San Ambrosio, podrían ser citados. San Agustín admitió que luchaba con esta cuestión, se contradecía a sí mismo sobre ella, y lo más importante, frecuentemente confirmaba la tradición universal de que nadie – incluso un catecúmeno – entra al cielo sin el bautismo de agua. Y San Ambrosio muchas veces negó, clara y repetidamente, el concepto del bautismo de deseo, al negar que toda persona – incluyendo un catecúmeno – pueda salvarse sin renacer del agua y del Espíritu en el sacramento del bautismo.

Y cuando estos hechos son conocidos, se puede ver cuán engañados y descaminados están muchos llamados católicos y católicos tradicionalistas que escuchan a esos maestros mentirosos, muchos de los cuales se presentan como sacerdotes “tradicionalistas”, quienes buscan por mar y tierra para intentar pervertir la enseñanza de la tradición y llevar a las personas al cielo sin el bautismo. Estos maestros mentirosos están convenciendo a muchos de la ridícula mentira de que “los Padres eran unánimes a favor del bautismo de deseo”. Tal afirmación no es más que una tontería y una perversión mortalmente pecaminosa de la tradición católica. Como un autor lo dijo correctamente:

Los Padres de la Iglesia, por lo tanto, en su conjunto, sólo se puede

decir que han verificado definitivamente la enseñanza oficial y

auténtica de la única verdadera Iglesia de que es absolutamente

necesario para la salvación de toda criatura humana el ser bautizado en

el agua del sacramento real instituido por nuestro Señor Jesucristo. Por

otra parte, es intelectualmente deshonesto sugerir lo contrario. Y exaltar

las opiniones de un puñado de teólogos – incluso un puñado

impresionante y conocido – al rango de tradición eclesiástica o incluso

de infalibilidad magisterial; no solamente es un ejercicio de

prestidigitación verbal, sino también un tipo de miopía superficial

inadmisible en cualquier estudio serio de Teología Patrística

219

.

La tradición universal de los Apóstoles sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua para la regeneración y la salvación, afirmada por Hermas tan temprano como el siglo I, y repetida

por todos los otros, incluyendo a San Justin Mártir, San Teófilo, Orígenes, Tertuliano, San Basilio, San Cirilo, San Agustín, San Ambrosio, etc., etc. etc., se resume en la declaración ya citada de San Ambrosio.

San Ambrosio: “Ni por otra parte hay ningún misterio de regeneración sin agua: porque ‘quien no renaciere del agua y del Espíritu, no puede entrar al reino de Dios’ [Juan 3, 5]. Hasta un catecúmeno cree en la cruz del Señor Jesús, por cual también es santiguado; pero, si él no es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no puede recibir la remisión de los pecados ni ser receptor del don de la gracia espiritual”220.

Esta es la enseñanza unánime de los padres de la Iglesia sobre esta cuestión.

P. William Jurgens: “Si no hubiera una tradición constante en los Padres de que debe ser entendido absoluto el mensaje Evangélico de ‘quien no renaciere de agua y el Espíritu Santo, no puede entrar al reino de Dios’, sería fácil decir que nuestro Salvador simplemente no estimó pertinente mencionar las obvias excepciones de la ignorancia invencible y la imposibilidad física. Pero la tradición de hecho existe; y es bastante probable que se encuentre tan constante como para constituir revelación”221.

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