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DE EXPUGNATIONE TERRAE SANCTAE PER SALADINUM LIBELLUS

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DE EXPUGNATIONE TERRAE

SANCTAE PER SALADINUM

LIBELLUS

Rerum britannicarum medii aevi scriptores 66, ed. J. Stevenson, London 1875

Versio digitalis: Brian Smith, Hong Kong Franciscus Iavier Gil Chica hanc editionem fecit

***

Introducci´

on

De expugnatione terrae sanctae per Saladinum libellus es el relato de la campa˜na de Saladino contra Tierra Santa en el ve-rano de 1187. Nosotros hemos usado el texto electr´onico de la Bibliotheca Augustana 1, incorporado por Ulrich Harsch en 2005 y que proviene a su vez de la edici´on inglesa de 1875: Rerum britannicarum medii aevi scriptores 66, ed. J. Stevenson, Lon-don 1875, aunque es de notar que en la misma p´agina la versi´on electr´onica se atribuye a Brian Smith, de Hong Kong.

De mayor inter´es que el autor de la versi´on electr´onica es el au-tor del manuscrito, que puede fecharse alrededor de 1190. Mien-tras que unas fuentes lo consignan como an´onimo, por ejemplo, la misma Bibliotheca Augustana, otras lo atribuyen a Radulphus

1

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Coggeshalensis. Es curioso que ´este sea el caso de la edici´on de 1875 que es la fuente de los autores de la versi´on electr´onica. Id´entica atribuci´on se encuentra en la Itinera Hierosolymitana Crucesignatorum - Vol III 2.

Hasta donde sabemos, ´esta es la primera traducci´on al es-pa˜nol. Existe traducci´on inglesa debida a James Brundage 3. Fragmentos de esta traducci´on pueden encontrarse en Medieval Sourcebook 4 5, pero ignoramos si en el trabajo original de 1962 se encuentra la traducci´on completa. Por otro lado, se encuentra en marcha un proyecto de traducci´on en la Universidad de Leeds

6 , inacabado en la fecha en que escribimos estas l´ıneas, finales

de junio de 2008. En la mencionada Itinera Hierosolymitana se encuentran fragmentos traducidos al italiano.

De expugnatione... es frecuentemente citado como fuente en investigaciones medievales, particularmente en aquellas relacio-nadas con la tercera cruzada, y tambi´en en historia militar e incluso en arquitectura civil. Nuestro prop´osito al acometer esta traducci´on ha sido el puramente literario. En efecto, De expug-natione...es un relato de particular fuerza y viveza. Est´a escrito con dolor y fe y pueden encontrarse recursos literarios como el realmente sorprendente flashback del primer p´arrafo, que hoy calificar´ıamos de ((cinematogr´afico)), o la preciosa met´afora que leemos en el tercer cap´ıtulo, cuando comienzan esas palabras sobrecogedoras: Stabant sancti quasi agni sine balatu inter rabi-dissimos lupos... ¿C´omo no destacar tambi´en la angustia en las

2

http://www.christusrex.org/www2/cruce3/index.html

3

De Expugnatione Terrae Sanctae per Saladinum, trad. James A. Brundage, en The Crusades: A Documentary Survey, Marquette University Press, 1962.

4 http://www.fordham.edu/halsall/source/1187hattin.html 5 http://www.fordham.edu/halsall/source/1187saladin.html 6 http://www.leeds.ac.uk/history/weblearning/MedievalHistoryTextCentre /De %20Expugnatione.doc

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calles de Jerusal´en? Al mismo tiempo, encontramos fragmentos reiterativos, que son poco m´as que enumeraciones de hechos. Pe-ro siempre con los destellos de la autenticidad. El autor no narra algo que ha o´ıdo o estudiado, algo sobre lo que tenga especial inter´es, sino que nos habla de unos lugares y unos meses que forman dolorosa parte de su vida, y no ´unicamente en el plano espiritual, pues sabemos que fue herido en la cara por una flecha que no pudieron extraer los cirujanos.

Nuestra intenci´on ha sido trasladar al espa˜nol este texto, no fragmentariamente, sino conservando una unidad de estilo. He-mos llegado hasta donde nuestras posibilidades lo han permitido, m´axime cuando, al avanzar el trabajo, nos d´abamos cuenta de que una traducci´on plenamente satisfactoria estaba quiz´as fue-ra de nuestro alcance. Por varias fue-razones. En primer lugar, por nuestra limitada maestr´ıa en la lengua latina. En segundo, por las dificultades intr´ınsecas al texto, de las que citamos a) la tras-laci´on de los top´onimos (muchos han cambiado de nombre, otros no existen), b) el uso de t´erminos que no hemos podido encon-trar en los diccionarios consultados, c) la traslaci´on de nombres propios de persona e incluso la aparici´on de personajes que no hemos podido identificar. En tercero, porque en algunas ocasio-nes no hemos podido encontrar un sentido satisfactorio al texto latino, enfrent´andonos con el dilema de si dar una traducci´on deficiente u omitir algunas palabras o l´ıneas pero respetando la continuidad del relato. En unas ocasiones hemos optado por una traducci´on que no nos satisface completamente, y en otros por la simple omisi´on. Hubi´esemos en algunas ocasiones podi-do remediar estos defectos acudienpodi-do a una interpretaci´on m´as literal; pero en ese caso hubi´esemos introducido otro defecto, a saber, la p´erdida de la unidad de estilo al sacrificar el nuestro propio, el que imprimimos a la traducci´on, por el estilo del autor, no siempre claro. En total, pueden faltar una docena de l´ıneas

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por traducir. No siempre habremos de cargar con la completa responsabilidad de estas imperfecciones. El estilo original oscila entre p´arrafos altamente po´eticos y otros mon´otonamente na-rrativos, pasando por frases ambiguas, siempre impregnadas del estilo personal del autor 7 .

En cualquier caso, el relato siempre est´a vivo y se siente la marca de la autenticidad. Es m´as que nada esa marca la que hemos perseguido. No dejaremos de advertir que el lector puede tambi´en encontrar algunas dificultades, a´un en el texto traduci-do. En efecto, ser´a preciso un contexto general sobre las cruzadas y sobre el desarrollo de los reinos cristianos. Nosotros no pode-mos suministrar ese contexto, pero el lector interesado puede encontrar textos tan adecuados como el de Madden 8.

Para terminar, es muy dif´ıcil reflexionar sobre este texto y no poner en comparaci´on su momento hist´orico con el momento actual. El islam llama a las puertas de Europa hoy como lo ha hecho durante siglos. Pero tiene ahora una quinta columna dispuesta a abrirlas, encaramada al poder y que ha dado con un conjuro eficaz para ocultar al mismo tiempo la traici´on y la cobard´ıa. Lo llaman ((tolerancia)). Y son los mismos que la esgrimen quienes acosan sin cesar a los cristianos y conducen contra ellos una campa˜na de descr´edito y mentira basada sobre todo en la ignorancia y el odio. Europa ser´a cristiana o no ser´a. As´ı de claro. Los intentos de la ´elite burocr´atica por recrear lo que en otro tiempo fue la cristiandad est´an condenados al fracaso, porque sus bases son falsas. E igual de rid´ıcula que es la pretensi´on de construir Europa a capricho de una burocracia

7

y ´este es el punto de vista de un traductor cuya maestr´ıa en la lengua latina medieval no es sobresaliente

8

The new concise history of the crusades, Thomas F. Madden, Rowman & Littlefield Publishers, Inc.; Updated edition (May 25, 2005)

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engrosada y a menudo corrupta que propone una nueva religi´on, la adoraci´on del Estado, resulta igualmente rid´ıculo pensar que 1200 a˜nos de expansionismo isl´amico se van a detener ahora porque nos apliquemos a la rendici´on preventiva.

”Desde hace mucho tiempo el esp´ıritu humano viene notando que se precisa un cambio. Pero la naturaleza humana est´a hecha de tal manera que para llevar a cabo las cosas necesarias no le basta con la inteligencia, lo que le proporciona ense˜nanzas es ante todo el dolor”. (J¨unger (1996). La paz, p.31)

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1.

Del nombramiento como reina de la

conde-sa de Jaffa y la disensi´

on entre los pr´

oceres

¿Qui´en podr´ıa sin l´agrimas ni dolor informar a su excelencia de las calamidades y tribulaciones con que fue oprimida y rota la Iglesia de Oriente por los paganos? Despu´es que siguiera el camino de toda carne mortal el ni˜no rey Balduino V, s´eptimo de los latinos, convinieron en Jerusal´en al mismo tiempo los notables, aunque por separado, para elegir al octavo.

El pr´ıncipe de los sacerdotes y el maestro de la milicia del Templo con sus tropas, y el se˜nor de la fortaleza de Montreal, Reinaldo de Chatillon, aliado de los condes de Jaffa, cerraron las puertas de la ciudad, sin permitir a nadie ni entrar ni salir, y en ausencia de los barones y pr´ıncipes del reino nombraron reina a la condesa de Jaffa, de nombre Sibila, hija de Amalarico, e hicieron rey a su esposo Guido de Lusignan, conde de Jaffa. Clamaban unos ((¡Es la voluntad de Dios!)) y en contra dec´ıan otros que eso ser´ıa la perdici´on del sepulcro del Se˜nor, y de Jerusal´en y todo lo que conten´ıa. Tan grande fue la disensi´on levantada que dif´ıcilmente pod´ıan hallarse dos que estuviesen de acuerdo en algo. Unos pocos se adhirieron al rey, otros, la mayor´ıa, al conde de Tr´ıpoli y sus aliados y estaban preparados para ir a la lucha los unos contra los otros. Finalmente, aplacada pero no extinta la disensi´on, qued´o la malicia en los corazones de todos, y se hizo un breve silencio.

Y as´ı al llegar la tempestad, debilitado el casco, el arca del Se˜nor fue deshecha e irrumpiendo las aguas de la contradicci´on aquellos que tan mal velaron por la heredad del Crucificado fi-nalmente la perdieron, junto con sus posesiones y sus propias vidas.

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2.

La invasi´

on de Galilea

Mucho se alegraron Saladino y su corte de que sucediesen as´ı las cosas entre los cristianos, sabiendo que no hay reino di-vidido que no sea asolado. Congreg´o entonces un copioso ej´erci-to y envi´o mensajeros por sus dominios pidiendo que acudiese todo aquel deseoso de oro, plata, posesiones, casas, esclavos y esclavas. Acudieron turcos, ´arabes, alanos, cumanos, idumeos, turcomanos, beduinos, sarracenos, egipcios y de otros pueblos y acamparon en el lugar llamado ((Rasseleme)), que quiere decir ((El nacimiento de las aguas)).

Considerando Saladino la debilidad de los cristianos, envi´o sie-te mil de entre sus mejores soldados para depredar la tierra de Galilea, pensando que si estos pocos pod´ıan expoliar aquella tie-rra y volver sin da˜no, excitar´ıan el ´animo de otros a la lucha, y ellos mismos har´ıanse m´as fieros. Y as´ı fue como los minis-tros de la iniquidad, sedientos de la sangre de los santos, como perros rabiosos que corren sobre un cad´aver, se movieron con ra-pidez hasta un lugar llamado Cavan y permanecieron all´ı hasta la ca´ıda de la tarde. Al ponerse el sol cruzaron el r´ıo y como hi-jos de la noche y las tinieblas, muy entrada aqu´ella, penetraron silenciosamente en Galilea hasta Cafr´an, asesinando a muchos pobres cristianos, tomando prisioneros a muchos hombres y mu-jeres y llevando consigo gran cantidad de bestias. Imitaban en esto a su padre, el diablo, cuando arrebata del lecho a los que descansan y, durmientes en sus pecados, los deg¨uella y lleva con-sigo al infierno.

Y como para ellos no luce ni la aurora de la verdad ni el sol de la justicia, enviando por delante a los cautivos, tendieron emboscadas a otros cuatro mil en el valle de Sephoris cuando ya clareaba, y a otros en las llanuras de Can´a. Cuando se hizo la

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ma˜nana, los vig´ıas de la ciudad de Nazaret levantaron los ojos y vieron a los enemigos de la Cruz de Cristo movi´endose de un lado a otro por los valles, y llenos de miedo corrieron gritando: ((¡Est´an aqu´ı, est´an aqu´ı!)) Pregonaron entonces por la ciudad: ((¡Hombres de Nazaret, tomad las armas y preparaos para la lucha!))

3.

El maestro de la milicia del Templo, y el

maestro de los Hospitalarios

Sucedi´o que aquella noche llegaron all´ı el maestro de la milicia del Templo y el maestro de los Hospitalarios, enviados por el rey y el patriarca junto con dos obispos con objeto de restaurar la concordia de forma honorable para el conde de Tr´ıpoli, perju-dicado por la coronaci´on de Sibila y Guido como reyes, que en aquel tiempo viv´ıa cerca de Tiber´ıades.

Asombrados por el tumulto ciudadano preguntaron qu´e fue-se aquello y les dijeron que los sarracenos hab´ıan ocupado el camino que ellos habr´ıan de seguir. Entonces, el maestro de la milicia del Templo habl´o as´ı a sus compa˜neros: ((Hermanos di-lect´ısimos y compa˜neros m´ıos, siempre hab´eis resistido a estos jactanciosos y caducos, siempre hab´eis rechazado su yugo, siem-pre les hab´eis vencido. Preparaos pues y manteneos firmes en esta batalla y acordaos de vuestros padres los Macabeos con los que hace tiempo que os compar´ais, ya luchando por la Iglesia, ya por la Ley, ya por la heredad del Crucificado. Sabed que vuestros padres, all´ı donde combatieron, vencieron, menos por su multi-tud y el aparato de sus armas cuanto por la fe y la observaci´on del mandato de Dios, porque cuando la victoria viene del cielo no es dif´ıcil alcanzarla, ya con pocos, ya con muchos soldados.)) Respondieron todos a una: ((Ciertamente estamos preparados

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para aceptar la muerte en Cristo, porque su muerte preciosa nos redimi´o. Esto sabemos, y as´ı, vivamos o muramos, en el nombre de Jes´us siempre seremos victoriosos.))

Habl´o entonces el maestro de los Hospitalarios, hombre bueno y piadoso, a sus hermanos y al pueblo all´ı presente: ((Querid´ısi-mos hermanos y amigos siempre, no os aterroricen estos perros rugientes que hoy se multiplican, porque ma˜nana ser´an arroja-dos al lago de azufre y fuego. Vosotros sois el linaje elegido, la gente santa. Vosotros sois eternos, porque reinar´eis con quien es Eterno. No tem´ais pues, no sint´ais pavor, recordad a Abraham, que con trescientos de los suyos persigui´o y golpe´o a cuatro reyes y recuper´o de ellos el bot´ın que hab´ıan hecho y a cuyo en-cuentro sali´o Melquisedec ofreci´endole pan y vino y d´andole su bendici´on. As´ı saldr´a a vuestro encuentro el rey de la Justicia, el sacerdote verdadero Jesucristo, y os ofrecer´a el pan que os saciar´a por siempre y el vino de la redenci´on perpetua. ´El desde el cielo os dar´a su bendici´on para que os libr´eis de los gozos de la carne.))

4.

Del combate entre cristianos y sarracenos

Tomaron todos las armas, animosos, y formando los escasos efectivos salieron, alegres, contra el enemigo. Al adentrarse en la llanura los b´arbaros, fingiendo huir atemorizados, arrastraron tras de s´ı a nuestra caballer´ıa, que de este modo qued´o separada de los infantes. Podr´ıan los sarracenos entonces lanzar sus flechas contra los caballeros, sin miedo a su vez de las flechas de la infanter´ıa, y atacar a ´esta sin miedo a las lanzas y espadas de la caballer´ıa. Cuando hubo bastante distancia entre unos y otros, una parte del enemigo, emboscada, sali´o de sus escondrijos y se interpuso, dividi´endolos de suerte que no pudiesen ninguno de ellos esperar ayuda del otro.

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Fue entonces cuando se trab´o el combate, duro y desigual, porque de los nuestros no eran m´as de ciento treinta a caba-llo, y unos trescientos o cuatrocientos infantes y estaban ambos cuerpos miserablemente separados. Pero los nuestros no se arre-draron ni por el n´umero de los paganos ni por la lluvia de flechas, antes bien, atacaron a su vez hiriendo con las lanzas y golpeando con las espadas refulgentes.

Ca´ıan unos golpeados, lament´abanse los heridos, derramaban la sangre los moribundos y bajaban los muertos al infierno, es-tupefactos, encogidos el ´animo y los labios, de que tan pocos caballeros pudiesen sostener combate con semejante turba.

Diezmada la infanter´ıa sarracena, form´o cu˜na su caballer´ıa y gritando y aullando arremetieron contra los nuestros, rode´ando-los y atac´andorode´ando-los todos al mismo tiempo, de suerte que rode´ando-los solda-dos de Cristo fueron reducisolda-dos, amontonasolda-dos, sin que pudiesen los caballos revolverse buscando salida ni abrir brecha a golpe de lanza. ¡Qu´e cruel espect´aculo los lamentos de los cristianos!

Quedaron los santos como corderos enmudecidos en medio de rabios´ısimos lobos, preparados ya para ir con Dios, bajo el sol ardiente, a la espera del fuego divino que consumiese a las v´ıctimas. Era en verdad primavera, acerc´andose ya el verano, y de la vi˜na de la Iglesia, las flores ofrecieron su aroma y el cierto esposo, del huerto cerrado tom´o, de entre la blancura de los lirios, rosas suav´ısimas y rojas.

Los enemigos de los santos, odiosos a Dios, los her´ıan desde todas las direcciones, asaeteaban a unos, hiriendo en las heridas, mataban a otros a golpe de espada y quebrantaban a otros con las f´erreas mazas. Viendo que eran llevados sin remedio a la

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muerte, que no quedaba esperanza alguna, pudo a´un huir el maestro de la milicia del Templo, herido.

5.

De la muerte del maestro de los

Hospita-larios

Entretanto, el maestro de la santa casa de los Hospitalarios, var´on piadoso de coraz´on siempre dispuesto a la caridad, para no perder la corona que se le ofrec´ıa ni para que otros viesen dis-minuir el premio de la retribuci´on eterna, los animaba intr´epido. Y como la caridad perfecta aleja de s´ı el temor, como victorioso atleta no temi´o rodeado de miles, viendo ya con su mente y su esp´ıritu en el cielo el premio a sus trabajos.

Perforado por multitud de agud´ısimas flechas, cubierto de su propia sangre, una lanzada le atraves´o el pecho y cuando fue su cabeza cortada, Dios lo glorific´o como m´artir victorioso. ¡Oh dolor! Mataron al padre de los hu´erfanos, sost´en y alivio de los enfermos, dador generoso de limosnas, vencedor de la carne y los vicios, intendente del mensajero del Se˜nor, amigo de Dios y de los santos. Llorad, oh pobres, oh miembros de Cristo: ¿qu´e har´eis sin vuestro gu´ıa? Hijas de Galilea y Nazaret, de la peregrinaci´on y la pureza, asumid el llanto porque en Can´a de Galilea nos dej´o el amador de la castidad.

¡Ay de t´ı T´ıberis! ¡Ay de t´ı Bethsaida que entre los montes de tu soberbia fue muerto el humilde rector de los humildes! Llo-rad, que sois vosotros mismos la causa del llanto. ¡Ay! ¿Qui´en podr´a decir, qui´en podr´a pensar cu´anta tristeza y ansiedad se apoder´o del coraz´on de los santos viendo unos aqu´ı, en pie ensan-grentados, all´ı otros oprimidos por los cuerpos de sus hermanos moribundos, otros, sedientos en aquella aridez, ahogados en su

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propia sangre, otros en fin que al arrancar de sus cuerpos las flechas arrancaban con ellas sus vidas?

6.

De la admirable lucha de dos soldados

Muertos cruelmente ya casi todos, entre unos cuantos, dos re-sist´ıan m´as firmes, apremiando a los otros, luchando virilmente. Uno de ellos se llamaba Jakelin de Mayli, oficial de la milicia del Templo, probado en el ejercicio de las armas; el otro se llamaba Henricus, hermano Hospitalario, soldado y combatiente esforza-do. El primero de los dos, nobil´ısimo luchador, como una leona furiosa a quien han arrebatado sus cachorros, desgarrando e hi-riendo con las u˜nas y despedazando con los dientes todo aquello que se le arrojase, as´ı nuestro abanderado con furioso esp´ıritu arremet´ıa contra el enemigo arrojando a todos los que alcanzaba al precipicio del da˜no y la ruina de la muerte. El otro, como fiero jabal´ı rodeado de perros que a dentelladas destroza todo lo que encuentra, as´ı cortando e hiriendo envi´o al infierno a muchos de aquellos homicidas imp´ıos.

Sorprendidos los enemigos, convencidos de que no podr´ıan acercarse sin peligro de muerte, tomaron distancia los hijos de Sodoma y Babilonia y arrojaron desde todas partes flechas, ve-nablos y lanzas sobre los m´artires de Cristo, empuj´andolos a la muerte. Ellos aceptaron alegres los impactos, para tomar mereci-damente la corona de la vida. Y as´ı los dos ilustres combatientes, amigos de Dios, fatigados por el peso de la lucha y oprimidos por multitud de proyectiles, glorificando a Cristo en su martirio alcanzaron por fin el descanso.

Cuando todo acab´o, los herederos de Cana´an, a modo de pe-rros que ladran, cubriendo el campo con sucias voces clamaban:

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((Han sido vencidos. Los que venc´ıan fueron vencidos.)) Y a´un as´ı no se atrev´ıan a acercarse a los heridos, s´olo a los que yac´ıan muertos. Los descuartizaban y dispersaban los restos. Muertos o cautivos los cristianos, los hijos de Ed´on se retiraron a un lu-gar llamado Til, en la desembocadura del Jord´an, en la costa del mar de Galilea a medio camino entre Tiber´ıades e Iaphep, cerca del lugar donde el Se˜nor Jesucristo saci´o a quince mil per-sonas con cinco panes y dos peces. Pasaron all´ı la noche y con las manos a´un manchadas de sangre dividieron el expolio de los santos.

Era el d´ıa primero de Mayo y los hombres de Nazaret, que acostumbraban a coger rosas y flores del campo en esa fecha, re-cog´ıan los cuerpos de los cristianos, que sepultaron en el cemen-terio de Mar´ıa, en Nazaret, gimiendo con gran duelo y diciendo: ((¡Ay! ¿Qu´e ser´a de nosotros? Hijas de Nazaret y Galilea, mul-tiplicad los golpes de dolor, aumentad el llanto, porque vuestro dolor es inconsolable. ¡Oh Si´on! espejo del sumo Rey, anuncia lo que viste en Jerusal´en y Judea, y que se extienda all´ı tambi´en el duelo, porque sobre ellos se ciernen la ruina y la devastaci´on.))

Despu´es que hubo acabado el sepelio, Raimundo, conde de Tr´ıpoli, mortalmente entristecido dec´ıa: ((No vaya a creer al-guien que esto ocurri´o por mi culpa, o que yo mismo tom´e parte en ello. Ir´e y me someter´e al rey y a la reina y a los se˜nores de Jerusal´en y har´e aquello que se me ordene.)) Y as´ı los que hab´ıan quedado, los obispos de Tiro y de Nazaret y el maestro de la milicia del Templo enviaron mensajeros al rey de Jerusal´en diciendo: ((Ha causado gran dolor al conde la muerte del maestro de los Hospitalarios y de los que le acompa˜naban; por ese moti-vo viene con nosotros a Jerusal´en, para aplacar con su sumisi´on todo motivo de querella; responde t´u a ese acto honroso saliendo a nuestro encuentro.)) Al oir esto, el rey Guido de Lusignan se

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puso en marcha acompa˜nado de multitud de soldados y turco-polos 9 . Se encontraron en las llanuras de Dotaym, cerca de la cisterna de Jos´e. Descabalgaron los dos y all´ı, en presencia de los obispos y de los soldados del Templo, de los Hospitalarios, de los barones y del pueblo que estaba presente, con alegr´ıa se abra-zaron y se besaron. Se dirigieron a Jerusal´en, cabalgando uno al lado del otro y all´ı mostr´o homenaje Raimundo a los reyes y se perdonaron mutuamente las ofensas. Resueltos estos asuntos, despu´es de visitar la Cruz, Raimundo volvi´o a Tiber´ıades. El rey permaneci´o en Jerusal´en, para congregar al ej´ercito.

7.

De la reuni´

on de los ej´

ercitos

En el a˜no de 1187 desde la encarnaci´on del Se˜nor, el rey de Siria congreg´o a un ej´ercito numeroso como las arenas de las playas para someter a la tierra de Jud´a; se desplaz´o hasta Iaulan, al otro lado del r´ıo, y fij´o all´ı el campamento.

El rey de la tierra de Jerusal´en congreg´o su ej´ercito llaman-do a los hombres de Judea y Samar´ıa, y lo condujo hasta los alrededores de la fuente de Sephoris. Los Templarios y los Hos-pitalarios congregaron a todas las gentes de sus castillos y se unieron al ej´ercito, al igual que el conde de Tr´ıpoli con los suyos reunidos de la misma Tr´ıpoli y de Galilea. As´ı tambi´en Reinaldo de Montreal con los suyos: Balisanus de N´apoles con su gente; Reginaldo de Sid´on con la suya; el se˜nor de Ces´area de Palesti-na con la suya. No qued´o un hombre en las ciudades, ni en las villas ni en los castillos que pudiese acudir a la guerra y no fuese urgido por orden del rey a unirse al ej´ercito. Y como esto no era suficiente, se abri´o el erario del rey ingl´es y se pag´o a todo aqu´el que pudiese portar un arma.

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Se reunieron de esta forma mil doscientos caballeros, innume-rables turcopolos, m´as de dieciocho mil de infanter´ıa. Se glo-riaban de la multitud de hombres, de caballos relinchantes, de lorigas, cascos, lanzas y escudos dorados. No creyeron en Dios ni esperaron de ´El salvaci´on, que es el protector de Israel, sino que con la mente en sus propios asuntos se envanecieron.

8.

La reliquia de la cruz, llevada con el ej´

erci-to

Enviaron mensajeros al patriarca de Jerusal´en pidi´endole que ´el mismo tomase la reliquia de la Santa Cruz y la llevase al cam-pamento; pero los ojos de su coraz´on hac´ıa tiempo que perdieron la luz, como ocurriese con Ely Silonites, Ofhni y Finees, y en su lugar envi´o a sus hijos, obispos de las iglesias de Lidia y Acre, como portadores de la Cruz del Se˜nor, en la esperanza de que, siendo todos capturados o muertos, se le ofreciese a ´el la opor-tunidad de huir. La voluntad de Dios sin embargo lo derrib´o de la silla que de forma tan indigna ocupaba.

Entretanto los sirios traspasaron el Jord´an, devastando to-da la regi´on alrededor del torrente de Cyson, en Tiber´ıades, y movi´endose hacia Betania, los montes Gelbos e Iesrae hasta Na-zaret, y rodeando los montes Tabor. Al encontrar todas estas tierras desiertas, ya que atemorizados todos hab´ıan huido, in-cendiaron los campos y todo lo que estuvo a su alcance. Ante sus ojos toda aquella regi´on ard´ıa como un globo de fuego. No saciados, ascendieron al monte sagrado y destruyeron el lugar sant´ısimo al que se retir´o Jes´us con sus disc´ıpulos Pedro, San-tiago y Juan 10 y en presencia tambi´en de Mois´es y El´ıas, trans-figurado, les mostr´o la futura gloria de su resurrecci´on. All´ı el

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pr´ıncipe de los ap´ostoles, viendo la gloria de la claridad eter-na entre alabanzas pronunci´o aquellas palabras que comienzan diciendo: ((Se˜nor, es bueno que estemos aqu´ı...)) ignorante del futuro que ahora se manifestaba.

9.

La ca´ıda de Tiber´ıades

Mientras se produc´ıa esta devastaci´on, Saladino traspas´o el Jord´an con el resto de su ej´ercito, y se dirigi´o hacia Tiber´ıades, para capturarla. El segundo d´ıa del mes de Julio, la ciudad fue cercada por arqueros sarracenos, y comenz´o el combate. Como las defensas eran escasas, la condesa de Tr´ıpoli y los notables de Galilea enviaron mensajeros al rey y al conde, que se hallaba en Jerusal´en con el ej´ercito, diciendo. ((Los sarracenos cercaron la ciudad, que casi ha ca´ıdo. Han perforado los muros y es inmi-nente su entrada. Socorrednos, o ma˜nana seremos cautivos.))

Lucharon los sirios y vencieron. Conociendo los galileos que no podr´ıan resistir el ataque, abandonaron las murallas y huyeron a refugiarse a la ciudadela, los paganos ya corriendo por las calles. As´ı fue capturada y destruida la ciudad. Al oir Saladino que el ej´ercito cristiano se aprestaba a socorrerla, no quiso asediar la ciudadela, diciendo: ((Dej´adlos, son mis cautivos.))

Esta es la ciudad tan nombrada en los Evangelios, gloriosa por haberla recorrido muchas veces el Se˜nor, y por los milagros que all´ı hizo. All´ı tambi´en se mostr´o el verdadero hombre, mientras dorm´ıa en la barca de Pedro, y el verdadero Dios, ordenando aplacarse al viento y las olas. All´ı el verdadero Dios, en la hora cuarta de la vigilia nocturna, de forma milagrosa camin´o so-bre las aguas. All´ı Pedro, titubeante en la fe, extendi´o su mano cuando lo sumerg´ıan las olas, prefigurando las tribulaciones de

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la Iglesia en el oleaje de los siglos, rescatada por la gloria de la resurrecci´on y los milagros. En Tiber´ıades el cuerpo y la carne verdaderos se mostraron tras la resurrecci´on ante los disc´ıpulos y comparti´o con ellos el pan y los peces asados. All´ı le pre-gunt´o por tres veces a Pedro si lo amaba y respondi´o Pedro: ((Se˜nor, t´u sabes que te amo.)) y el Se˜nor le encomend´o el cuida-do de las ovejas y los corderos y terminancuida-do aquella comida le dijo: ((S´ıgueme.))

10.

El parecer de los pr´

oceres y el del conde

de Tr´ıpoli

El mismo d´ıa dos de Julio, al anochecer, escuchados los men-sajeros, el rey convoc´o a los jefes del ej´ercito y les pidi´o consejo. Todos estuvieron de acuerdo en armarse, formar las escuadras y bajo la protecci´on de la Cruz avanzar hacia Tiber´ıades a la ma˜nana siguiente y entablar combate con los enemigos. Al oir esto, habl´o as´ı el conde de Tr´ıpoli: ((Tiber´ıades es mi ciudad, y all´ı se encuentra mi esposa. Ninguno de vosotros tiene tanto que perder como yo, ninguno tanto inter´es en socorrer y ayudar a la ciudad. Sin embargo, al´ejese el rey y alej´emonos nosotros de la idea de distanciarnos del agua y las provisiones y de todo lo que es necesario y conducir a tan gran multitud de hombres y bestias por el desierto, donde morir´ıamos de hambre y de sed en estaci´on tan c´alida. Porque somos muchos y con tanto calor, sin agua en abundancia, como sab´eis, en el centro del d´ıa es imposible subsistir, ni le es posible a nuestro enemigo sin gran-des p´erdidas de hombres y animales dirigirse contra nosotros. Qued´emonos entonces cerca del agua y las provisiones, porque es cierto que habiendo capturado la ciudad los sarracenos se en-soberbecer´an tanto que no se desviar´an a diestra ni a siniestra, sino que enderezar´an a trav´es del desierto contra nosotros para

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hacernos la guerra. Cuando eso ocurra nosotros, descansados y saciados de agua y pan, saldremos contra ellos de nuestro cam-pamento. Frescos nosotros y nuestros caballos, con la ayuda y la protecci´on de la Cruz venceremos a esa gente incr´edula, fatigada por la sed y carente de refugio. Sabed que antes de que los ene-migos de la Cruz hayan llegado al mar o puedan volver al otro lado del Jord´an ser´an muertos por nuestras espadas y lanzas, o por la sed, o caer´an cautivos, con la ayuda de Dios. Pero si algo saliese mal y tuvi´esemos que huir, podremos a´un refugiarnos en las fortificaciones cercanas, no lo quiera Dios.))

Iban a ser entregados en manos de lobos, y contra el conde ha-blaron otros diciendo: ((Todav´ıa se esconde bajo su piel un lobo.)) Se cumpli´o as´ı lo que est´a escrito: ((¡Ay de la tierra gobernada por rey joven y cuyo pueblo come de ma˜nana!)) Sigui´o el rey el consejo de los m´as j´ovenes, excitados por sentimientos innobles, y rechaz´o el que pod´ıa salvarlos. Fatuos e insensatos perdieron su tierra, a su pueblo y a ellos mismos.

11.

La marcha del ej´

ercito

El d´ıa tercero del mes de Julio, dejando atr´as aquello que les era preciso, comenzaron a avanzar, divididos en escuadrones. De acuerdo a su dignidad, el conde de Tr´ıpoli abr´ıa la marcha, flanqueado a izquierda y derecha. Detr´as, las escuadras del rey y de la santa Cruz. Guardando la retaguardia, los Templarios. Pasaron Sephoris camino de Tiber´ıades y llegaron a un caser´ıo situado en el tercer miliario desde la ciudad.

Comenzaron all´ı a ser acosados por el enemigo y la sed, y no pudieron avanzar m´as. Y como para llegar al mar de Galilea, un miliario m´as all´a, ten´ıan que atravesar un camino estrecho y

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rocoso, envi´o el conde de Tr´ıpoli un mensaje al rey urgi´endolo a avanzar: ((Apres´urate y salgamos de este lugar para que po-damos alcanzar la salvaci´on del agua. Si no, moriremos en esta sequedad.)) ((Enseguida pasaremos)), respondi´o el rey.

Entretanto, los sarracenos atacaron la retaguardia hasta el punto de que los Templarios apenas pod´ıan contenerlos. Y su-cedi´o entonces que el rey orden´o de improviso acampar, enorme error que los llev´o a la muerte. Al mirar el conde hacia atr´as y ver que el rey hab´ıa fijado su tienda exclam´o: ((¡Dios m´ıo, Dios m´ıo! se ha acabado la guerra, estamos muertos y el reino des-truido.)) Acamp´o pues todo el ej´ercito con gran dolor y angustia y sed en medio de aquel campo ´arido. Durante aquella noche corri´o m´as sangre que agua. Noche solitaria, noche indigna de cualquier alabanza en que la sed consumi´o las fuerzas de los cris-tianos, noche que no se cuente entre las noches del a˜no, que no entre en el n´umero de las noches de los meses, noche en que se oscureci´o la luz de la cristiandad. ¡Qu´e amargo lugar, en que no pod´ıa evitarse a la muerte! Este es el lugar del error y la sed, donde el deseo de agua inclin´o a los jefes de Israel.

Los hijos de Esa´u rodearon al pueblo de Dios, incendiaron el desierto alrededor y durante toda la noche fueron acosados los cristianos por el calor, la sed y el humo. ¡Qu´e descanso tan miserable despu´es de tan largo camino! No se acord´o de ellos la mano de Dios que liber´o a Israel del poder de sus opresores. Y sin embargo, ten´ıan cerca la salvaci´on, entre los ´alamos. All´ı pod´ıan haber encontrado refugio contra las flechas, serpientes de metal que hubiesen quedado suspendidas en las ramas, liber´andolos de sus mordeduras. Quiz´as no se dieron cuenta o no lo consideraron, cautiva la fe en la oscura noche de la infidelidad y con la mente enturbiada por la ceguera de la disensi´on.

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Los que no fueron heridos andaban dispersos. Clamaban pe-ro nadie acud´ıa en su ayuda. Mintiepe-ron a Dios y se apartape-ron de Sus caminos y no fueron escuchados porque las s´uplicas no son hermosas en boca de pecadores. Dios los aliment´o aquella noche con pan de l´agrimas y bebieron sin medida el vino de la compunci´on: los cubri´o un manto de pena y angustia y fueron castigados.

12.

Masacre de la infanter´ıa

Ilumin´o el d´ıa la sombra de la muerte y lo ocult´o, e hizo visi-ble la cobard´ıa en aquel lugar de aflicci´on. D´ıa de tribulaci´on y miseria, d´ıa de cautividad y angustia, d´ıa de duelo y perdici´on. Al hacerse la ma˜nana, Saladino abandon´o el sitio de Tiber´ıades, y se dirigi´o con el grueso de su ej´ercito a la llanura, para combatir a los cristianos. Dispuso sus fuerzas para la batalla. Los nues-tros se pusieron en marcha apresuradamente para dejar atr´as aquel lugar y alcanzar el agua, pensando que aliviada la sed podr´ıan combatir con m´as brio. Se adelant´o el conde de Tr´ıpo-li para capturar el lugar que ya estaba siendo ocupado por los sarracenos. Formados por sus escuadras, enviaron delante a los arqueros, para que protegiesen al ej´ercito. La cobertura de fle-chas proteger´ıa a la caballer´ıa, y ´esta a su vez podr´ıa ayudar a los arqueros impidiendo con sus lanzas que el enemigo se acerca-se. Pero he aqu´ı que, estando los sarracenos ya cerca, formaron los infantes una sola escuadra y huyeron a la cima de un monte cercano, abandonando al ej´ercito pero al mismo tiempo ganan-do su propia perdici´on. Enviaron el rey y los obispos mensajeros rog´andoles que volviesen a sus puestos para as´ı poder defender la reliquia de la Cruz, la heredad del Crucificado, al ej´ercito del Se˜nor y a ellos mismos. Se negaron: ((No volvemos, estamos

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ago-tados por la sed y no podemos luchar)) Insistieron los mensajeros y nuevamente se negaron.

Entretanto, los Templarios, los Hospitalarios y los turcopolos ya luchaban con crudeza, pero no pudieron prevalecer sobre el n´umero creciente de los enemigos, que los her´ıan y los cubr´ıan de flechas. Resistieron un poco m´as mientras ped´ıan auxilio al rey, ya que no pod´ıan sostener el peso de combate tan desigual. Pero en el ala del rey, abandonados de los arqueros y expuestos sin defensa a las flechas de los sarracenos decidieron de nuevo fijar la tienda y proteger a toda costa la reliquia de la Cruz.

Dispersas las formaciones, descendieron alrededor de la San-ta Cruz, confundidos unos con otros y mezclados entre s´ı, mo-vi´endose de un lado a otro. Entretanto, los que iban en vanguar-dia con el conde de Tr´ıpoli, viendo al rey, a los Templarios y a los Hospitalarios confundidos unos con otros y a su vez con los enemigos y que entre ellos y el rey se interpon´ıa una multitud de b´arbaros y que no parec´ıa posible ir ellos hasta la Cruz, excla-maron: ((La batalla est´a perdida, quien pueda escapar, escape, ya que no hay salida.))

Una multitud de miles y miles de sirios se precipitaron sobre los cristianos, cubri´endolos de flechas y mat´andolos.

13.

La muerte del obispo de Acre

Entretando, el obispo de Acre, que llevaba consigo la reli-quia de la Cruz, herido de muerte, la confi´o al obispo de Lidia. Irrumpieron una multitud de paganos sobre los arqueros, preci-pit´andolos desde la cima del monte adonde hab´ıan huido, ma-tando a unos y tomando cautivos a otros. Fueron ciertamente

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dignos de tal fin los que abandonaron la Cruz y a tal extremo se ensoberbecieron. Finalmente el conde y los suyos, Balisanus de N´apoles y Reinaldo de Sid´on y otros que a´un se manten´ıan so-bre sus monturas viendo esto huyeron y fiados s´olo en la fuerza de sus caballos atravesaron el paso angosto y rocoso antedicho, atropellando y pisoteando tanto a cristianos como a paganos. De este modo salvaron sus vidas.

14.

La captura de la Santa Cruz, del rey

Gui-do y de otros

El combate entonces se desplaz´o en torno a la Santa Cruz, los sarracenos rodeando al rey, devastando a la Iglesia 11 . Vencie-ron los sarracenos y dispusieVencie-ron a su antojo de los vencidos. ¡Ay de m´ı! ¿Qu´e dir´e? Mejor llorar y dolerse que a˜nadir nada m´as. ¡Ay! ¿Dir´an acaso mis indignos labios la forma en que el pre-cioso madero de nuestra redenci´on fue alcanzado por las manos da˜nosas de los condenados? Ay de m´ı, m´ısero, que en los d´ıas de mi vida hube de ver tal cosa. ¡Ay de la gente pecadora e inicua por la que sufri´o blasfemia la fe de todos los cristianos y por la que Cristo fue otra vez flagelado y crucificado! ¡Oh dulce y suave madero enrojecido y lavado con la sangre del hijo de Dios! ¡Oh Cruz nutricia de la que pende nuestra salvaci´on, por la que el contrato con la muerte fue destruido y la vida que perdieron los primeros hombres fue recuperada! ¿Para qu´e vivir a´un, arre-batado el madero de la vida? Y ha sido en verdad arrearre-batado porque se desvaneci´o la fe en el Hijo de la cruz y sin fe es impo-sible complacer a Dios. ¡Ay de nosotros miserables, que hicimos visibles nuestros pecados despoj´andonos de nuestra armadura! No es sorprendente que por la fuerza de enemigos visibles se perdiese la sustancia corporal de la Cruz cuando se hab´ıa

per-11

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dido ya mente y esp´ıritu, falto de las buenas obras de justicia. Golpead vuestros pechos y llorad adoradores todos de la Cruz, y adornad vuestros corazones con la cruz verdadera de la fe recta e inquebrantable, y reconfortaos en la esperanza, porque la cruz no abandona a los que creen, si no es ella abandonada primero. ¿Qu´e m´as? Fue capturada la Cruz, el rey, el maestro de la mi-licia de Templo, el obispo de Lidia, el hermano del rey, Guiller-mo de Montferrato y los caballeros Templarios y Hospitalarios que sobreviv´ıan. El resto, hab´ıan sido muertos o hechos cauti-vos. Qued´o abatido el ej´ercito cristiano en medio de la matanza, la cautividad y la huida contemplando c´omo sus enemigos los despojaban y se repart´ıan el expolio.

Humill´o Dios a su pueblo, inclin´o el c´aliz con su propia mano y verti´o el vino de la amargura hasta los posos. Pero en verdad que no est´an los posos agotados. Beben los sarracenos del mismo c´aliz las impurezas de la condenaci´on hasta el fondo. Se condo-li´o de esto el profeta David cuando escribi´o: ((Humillaron a tu pueblo Se˜nor, acosaron tu heredad, mataron a la viuda y al pere-grino y asesinaron a los imp´uberes. ¿Hasta cu´ando Se˜nor persis-tir´an? Hasta que la fosa para el pecador sea abierta y la justicia vuelva a los tribunales. Entonces su iniquidad se volver´a contra ellos y su maldad los perder´a.)) ¡Oh profeta! ¿Qu´e tienes que decirnos? Vosotros que fu´ısteis sembrados en la casa del Se˜nor y florec´eis en sus salas. ((Venid, alabemos al Se˜nor...)) porque Dios es el Se˜nor que no repudia a su pueblo ni abandona su heredad. Al d´ıa siguiente fue ejecutado el pr´ıncipe Reinaldo de Mon-treal, y los supervivientes Templarios y Hospitalarios fueron ven-didos o muertos. Envi´o Saladino mensajeros a la condesa y a los varones que se hab´ıan refugiado en la ciudadela de Tiber´ıades

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para que abandonaran el castillo, con la promesa de que se res-petar´ıan sus vidas y podr´ıan ir en paz adonde quisiesen, lo que as´ı hicieron.

Tom´o entonces Saladino el castillo y despu´es de fortificar-lo sigui´o su marcha hacia Sephoris, hacia el lugar donde sol´ıa acampar el ej´ercito cristiano, y mand´o fijar all´ı su campamen-to, tomando tanto el campo de batalla como el lugar mismo donde los cristianos hab´ıan levantado su tabern´aculo. All´ı se de-mor´o varios d´ıas, celebrando la victoria y dividiendo aquellas tierras entre sus jefes nefandos, designando ´el mismo qu´e parte correspond´ıa a cada uno.

Pero no hablemos m´as de Saladino, que, sabido es, recorri´o y someti´o la regi´on de los fenicios. Hablemos de c´omo su hermano Sephid´ın invadi´o la regi´on de Gerar.

15.

La invasi´

on de Saif-Aldin

Teniendo notica Saif-Aldin 12 (que anteriormente, conducien-do un ej´ercito desde Egipto, hab´ıa siconducien-do repeliconducien-do de Jerusal´en y de las regiones de Gerar y Philistim), enseguida volvi´o sobre sus pasos y con gran multitud que hab´ıa reclutado de Alejandr´ıa, Babilonia y Tafne cay´o sobre las regiones de Daron y Gazar, has-ta Jerusal´en y m´as all´a hashas-ta Ces´area de Palestina, destruyendo ciudades y castillos, devastando, matando y haciendo cautivos a los habitantes de estos lugares, tomando posesi´on de ellos y reparti´endolos con largueza entre sus oficiales. Y como no pudo tomar la nobil´ısima ciudad de Ascal´on, en la regi´on de Palestina, por estar defendida por s´olidos muros y altas torres, ni tampoco

12

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el castillo de la milicia del Templo en Gazar, fue sobre el castillo de Ybelim, someti´endolo e incendi´andolo.

16.

La toma de Jaffa

Despu´es de eso se volvi´o contra Jaffa, pero como no estaba defendida ni por murallas ni por hombres, pues todos los que se encontraban sanos y fuertes hab´ıan huido por mar a Tiro, la captur´o con multitud de hombres y mujeres que por falta de medios no hab´ıan podido procurarse un pasaje. Se hizo un gran estrago, se extendi´o la miseria por toda la regi´on; era insopor-table el hedor de los cad´averes de los cristianos, pues no hab´ıa lugar en toda aquella tierra que no estuviese cubierto de cuer-pos hinchados y descompuestos, porque no quedaba nadie para enterrar a los muertos. Unos pocos, que hab´ıan escapado a la espada abandon´andolo todo por salvar sus vidas, huyeron hacia Jerusal´en.

Recorriendo toda aquella regi´on lleg´o Saif-Aldin al castillo llamado Mirabel, que siti´o y, disponiendo las m´aquinas de gue-rra, venci´o en pocos d´ıas la resistencia de los defensores. Viendo ´estos desde las defensas que no podr´ıan resistir, angustiados por la suerte de sus mujeres y sus hijos levantaban las diestras13. Se dieron seguridades para la evacuaci´on y se dispuso una guardia de cuatrocientos turcos para conducir a los evacuados, no fuesen a ser asesinados por otros sarracenos durante el camino. Los con-ducir´ıan hasta el cenobio de Samuel, que est´a en el monte Sylo, en el segundo miliario desde Jerusal´en, pero de ah´ı pasaron los turcos al monte del Gozo de Jerusal´en, donde los templarios y los hombres de Jerusal´en les hicieron frente y los pusieron en fu-ga, cayendo muchos en el descenso del monte Modin y volviendo

13

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en desorden.

Perseverante en su maligna arrogancia contra la Iglesia de Cristo, orden´o a sus nefandos ministros que devastasen toda la zona monta˜nosa de Bel´en, al mediod´ıa y occidente de Jerusal´en. Y como la invasi´on de los sarracenos se produjo en diversos fren-tes, nos parece adecuado exponerlo tal como lo vimos y o´ımos, sumariamente y sin adornos, para ilustrar a los que ignoran o no lo vieron.

Vencidos los cristianos, Saladino licenci´o a su ej´ercito, para que cada cual ocupase con los suyos la parte de tierra que se le hab´ıa dado, expulsando a sus habitantes. Se movieron r´apida-mente, ocupando toda la tierra, para que nadie pudiese recibir ayuda de otros, ni prestarla. Se dispersaron ocupando la tierra como plaga de langosta. Antes que ningunos, los avaros turcos y beduinos, deseosos de poseer los bienes de los cristianos, inva-dieron los campos de Sar´on y, ´avidos de rapi˜na, persiguieron a los reba˜nos que hab´ıan sido congregados, atacando y matando a sus due˜nos para arrebat´arselos. No usan ellos ciertamente de casas ni castillos, sino que viven de la rapi˜na que hacen unos so-bre otros. Y as´ı, corriendo y devastando los campos alrededor de los castillos llegaron desde el monte Carmelo (tambi´en llamado Caif´as, en cuya cima sobre alto pe˜nasco se encuentra la iglesia del profeta San El´ıas, visible desde el mar por los navegantes) hasta Assur, pasando por Jaffa, Lida y Rama, asesinando a los siervos de Cristo y saqueando sus bienes.

17.

La ca´ıda de Nazaret

En la ciudad de Nazaret (que significa flor o pureza), otros asaltaron la iglesia de la Virgen Mar´ıa, derramando la sangre

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de los cristianos que all´ı se hab´ıan refugiado. ´Esta era la iglesia santa que por la dulzura del Divino Verbo Encarnado era por todos nombrada y venerada por los fieles. All´ı el Verbo del Pa-dre, como atestiguan los evangelios, fue encarnado, tomando la forma que no hab´ıa sido antes sin perder su naturaleza. En ese lugar comenz´o a habitar quien ning´un lugar puede aprisionar y a ser llamado Nazareno, cuyo nombre inefable es reconocido como medicina de salvaci´on por todas las criaturas del cielo y la tierra. ¡Oh Se˜nora! Tu nombre es suave, luz, seguridad, es-peranza de indulgencia para los pecadores. Aquel lugar donde recibiste el saludo de Gabriel, por el que Eva fue elevada a me-jor condici´on, por el que el mundo fue redimido y donde tanto beneficio recibiste que fueses llamada Madre de Dios ¿por qu´e lo abandonaste, por qu´e dejaste que los incr´edulos lo profanasen y allanasen? Ciertamente no lo dejaste caer, no lo abandonaste, sino que por ministros infieles fue lavado y purificado de ma-los custodios hasta que otros id´oneos sean elegidos y afirmados seg´un la voluntad y disposici´on de la Virgen gloriosa.

Una vez destruida la ciudad, profanados los lugares santos, tomaron su camino los hijos de Sodoma por una parte abrupta llamada, como se lee en el evangelio, Paso del Se˜nor, que fue el camino por el que los fariseos, indignados por las palabras de Jes´us, lo sacaron de la ciudad y lo condujeron a la cresta del monte donde se asienta la ciudad con intenci´on de precipitarlo. De all´ı se desperdigaron por el ancho campo que se extiende entre el monte Tabor y Legionem, saqueando y corriendo desde el monte Caim y el castillo de la milicia del Templo, llamado Faba, hasta Legionem y Gesrael.

Sin resistencia alguna pasaron por estrecha senda en el monte y por la iglesia del beato Job (que significa doliente), sin saber

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nada de ´el, que carg´o con su dolor nuestros pecados; quien tam-bi´en, obediente al Padre, ofreciendo su propia carne como hostia viva limpi´o los gusanos del vicio que Ad´an gan´o con su desobe-diencia, como limpi´o nuestros pecados en la sangre corrompida de su cabeza 14. Subieron de aqu´ı a los campos de Dotaym (...?)

18.

De Samar´ıa y Neapoli

Devastando la tierra de esta manera llegaron al monte So-mer´on, donde se encontraba en otro tiempo Samar´ıa, ciudad real de Israel, del cual monte aquella regi´on toma el nombre de Soreod, donde el Se˜nor, por medio de un profeta, plant´o la vi˜na del mismo nombre, y para que nadie tuviese dudas dijo: la vi˜na del Se˜nor en Sabeoth es la casa de Israel. Ahora tambi´en el lugar se llama Sebasten y se guardan all´ı los restos de Juan Bautista, de sus padres Zacar´ıas e Isabel y de muchos profetas. Captu-raron al obispo de aquel lugar, hombre de gran humanidad y honradez, quien ofreci´endoles el tesoro de la iglesia, como quien ofrece perlas a los cerdos, fue cubierto de injurias y amenazas y enviado desnudo a Accaron.

Avanzaban los hijos de Babilonia hacia Neapoli con la inten-ci´on de destruirla, pero como todos los hombres hab´ıan huido a Jerusal´en abandonando en la ciudad sus posesiones, no en-contraron a nadie, salvo a unos pocos en el castillo que hab´ıan quedado vigilando los ajuares de algunas familias acomodadas, que all´ı los hab´ıan depositado. Los expulsaron, y tomaron el castillo y la ciudad.

Ciertamente no estaban saciados de tantos males como hab´ıan perpetrado, sino que ´avidos de bot´ın y queriendo ver las

mon-14

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ta˜nas de Jerusal´en, se movieron r´apidamente pasando por la iglesia que en nombre del Salvador se levanta a los pies del mon-te Garizim y que est´a edificada sobre el pozo de Jacob, junto al peque˜no campo que dio a su hijo Jos´e, que fue el lugar tambi´en en que el Se˜nor, fatigado tras largo camino, se sent´o a conversar con la mujer samaritana y le dijo todo lo que (ella) hab´ıa hecho

15.

Subieron la monta˜na destruyendo todos los castillos y villas de los francos y siguieron d´ıa y noche hasta Jerusal´en, destruyendo, saqueando y matando todo ser vivo que encontraron a su paso. Otros tomaron el camino al otro lado del monte Tabor, por Endor y Naun y campo a trav´es entre Tabor y Belver, hasta Belsan. Siguieron la orilla del Jord´an hasta Jeric´o y destruyeron aquel lugar en que nuestro Salvador ayun´o durante cuarenta d´ıas y cuarenta noches, ense˜n´andonos suavamente a vencer por el ayuno las tentaciones del diablo y los vicios de la carne.

De all´ı ascendieron la monta˜na hasta el castillo de la milicia del Templo que est´a en el lugar llamado Maledoim (que en lat´ın significa subida roja por la sangre de los ladrones con frecuencia all´ı ajusticiados) y como decimos capturaron la Cisterna Ro-ja sin encontrar resistencia. As´ı las cosas en los alrededores de Jerusal´en, nadie pod´ıa sin peligro de muerte entrar ni salir de la ciudad y rodeados por todas partes aunque a´un no hubiese comenzado el asedio, sus habitantes se deshac´ıan en l´agrimas ex-pectantes por la suerte de aquella guerra y el hambre que hab´ıa de sobrevenirles.

15

(30)

19.

La ca´ıda de Accaron

Despu´es de narrar estos hechos, volvamos la pluma al origen de tanta iniquidad. Tras las matanzas de cristianos, el coraz´on de Saladino se elev´o en su soberbia creyendo, una vez vencido el v´ertice de las fuerzas cristianas, que podr´ıa tocar hasta los as-tros del cielo. Hizo convocar a los jefes y s´atrapas de su ej´ercito y les habl´o con estas soberbias palabras: ((El gran Dios y Maho-ma, a quien sirvo y cuyas leyes observo, ha tra´ıdo a mis manos la fortaleza y la esperanza de los cristianos, su Cruz, su rey, je-fes y caballeros, sus arqueros e infantes. He aqu´ı que toda esta tierra, llena de riquezas, se extiende ante vosotros, sin pr´ıncipe ni defensa. Levantaos pues valientes guerreros m´ıos y sometedla junto con sus fortalezas a mi imperio.))

A la misma hora, ordenaba el rey de Damasco mover su cam-pamento contra Accaron con el prop´osito de inclinar la cerviz de los cristianos que pudiesen quedar a la autoridad de Mahoma, o pasarlos a espada. Entretanto, conocidas las ´ordenes, aullaban de alegr´ıa los persas. Comenz´o a moverse el ej´ercito contra Ac-caron. Al acercarse a esta ciudad, los pocos accaronitas que de entre tantos hab´ıan quedado en la ciudad, salieron al paso de Saladino aclam´andolo y con las diestras tendidas. Al fin, apre-ciando el rey de Siria la simplicidad de ´estos, de c´omo inermes le entregaban sus vidas, les prometi´o seguridad y protecci´on dicien-do: ((Sepan todos hacia los que se extiende mi dominio que los accaronitas encontraron clemencia y que cualquiera que, desobe-deci´endome, les causara mal, a ellos o a sus bienes, ser´a muerto.)) Y as´ı, capturada la ciudad, dio libertad a los cristianos de forma que los que quisiesen se marchasen con los suyos, por tierra o mar, y que los que quedasen bajo su imperio lo hiciesen con seguridad. Y a aquellos que quisiesen ¡oh dolor! negar con

(31)

sucios labios al hijo de Dios y a la Cruz de su victoria, ´el mismo entregar´ıa vestidos de seda con adornos de oro, un caballo y armas, una vez circuncidados.

Borracho por la matanza y a´un sediento de la sangre de los cristianos, Saladino dej´o la ciudad custodiada por uno de sus hijos. ´El, con la mente enajenada, se lanz´o sobre la regi´on de los fenicios para someter sus ciudades, esperando alcanzar gran utilidad, para ´el y su extrav´ıo, si pudiese borrar el nombre del Crucificado y a los cristianos de aquella tierra.

20.

De Tiro y Sid´

on

Parti´o apresuradamente hacia Tiro, ciudad fortificada por fuer-tes muros y altas torres y ce˜nida por el mar, que con ira y dolor, los cristianos hab´ıan decidido defender y con prudencia hab´ıan preparado la defensa. 16 All´ı encontr´o Saladino al frente a un jefe noble, de gran fortaleza en la guerra, de ´animo viril tanto en los dichos como en los hechos, que no cedi´o ni ante los ruegos, ni ante el soborno, ni ante las amenazas ni ante las lisonjas. Y viendo su buena disposici´on para la defensa pas´o hasta la ciudad vecina de Sareptam, donde el profeta El´ıas, por consideraci´on a una viuda, pas´o un tiempo de hambre con s´olo una peque˜na cantidad de harina y otra de aceite.

Impuso su ferocidad en Sid´on y en Brito y tambi´en en Biblem, y expulsados sus habitantes y reducidos a esclavitud las guarne-ci´o con sus hombres y volvi´o con rapidez. Se detuvo unos d´ıas en Accaron, tras los cuales orden´o el reagrupamiento de su ej´ercito,

16

Es sorprendente que, siendo a esta altura del relato Tiro la ´unica ciudad que resiste, el an´onimo autor, a´un glosando las virtudes del jefe cristiano no cite su nombre. Indicio de que est´a tratando de ce˜nirse a los hechos y no trata de rellenar las lagunas del relato que desconoce. Y este hecho, indirectamente, da mayor credibilidad a aquellos pasajes donde abunda en detalles

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que se encontraba disperso por Galilea y Samar´ıa, para que se uniese al de su hermano Saif-Aldin, en los campos de Gerar, cer-ca de Ascer-cal´on. Parti´o el ej´ercito de Accer-caron y cubrieron la tierra como plaga de langosta, desde el gran mar hasta Jerusal´en, tal era la multitud de los sarracenos que, como las arenas a la orilla del mar, no pod´ıan contarse.

21.

La toma de Ascal´

on

Despu´es de eso, el rey de Egipto puso sitio a la ciudad de Ascal´on. Emplaz´o sus m´aquinas de guerra y comenz´o un ataque impetuoso. Los ascalonitas, pocos pero de ´animo resuelto, con-fiados en la fortaleza de las murallas, se defendieron virilmente durante quince d´ıas. Considerando Saladino la animosidad de los defensores, erigi´o diez ballestas 17 para bombardear d´ıa y noche las murallas y precipitarlas a tierra, desde distancia segura para sus fuerzas. Cayeron los proyectiles sin descanso sobre los muros y las torres de la ciudad, hasta quedar derruidos.

Entretanto, envi´o legados el rey de Babilonia a los Templarios del castillo de Gazar, donde una vez el fort´ısimo Sans´on triunf´o, muriendo, sobre la congregaci´on de sus enemigos, cuando reco-bradas sus fuerzas derrib´o el palacio y pereci´o sepultado bajo sus ruinas junto con ellos. Dijeron los legados de Saladino: ((Ved y considerad diligentemente qu´e v´ais a hacer, y tratad con aten-ci´on pues se trata de vuestra salvaaten-ci´on y vuestras vidas. Pues hab´eis visto con vuestros ojos c´omo Dios trajo esta tierra a mis manos. Sin embargo, ser´e misericordioso con vosotros y podr´eis abandonar el castillo salvos e inc´olumes.)) Pero ellos, confiados en la fortaleza de Ascal´on respondieron: ((Las mismas condicio-nes queremos que para Ascal´on.))

17

La ballista era una m´aquina militar de gran tama˜no dise˜nada para lanzar piedras. No se confunda con el arma port´atil del mismo nombre

(33)

Para entonces ya los muros de Ascal´on se encontraban que-brantados y derribados casi hasta la base, de tal forma que los sarracenos, si hubiesen querido, hubiesen podido llegar hasta los cristianos. Temiendo Saladino sin embargo que la tardanza en la toma de la ciudad 18 generase descontento, apel´o a los cristia-nos por boca del rey, que ten´ıa encadenado, y de su hermano, y de otros tambi´en prisioneros, para que los ascalonitas acepta-sen condiciones y abandonaacepta-sen en paz la ciudad, puesto que de ninguna forma iban a recibir ayuda, ni por tierra ni por mar.

Se congregaron los defensores para tratar de su seguridad y la de los prisioneros, y puesto que consideraron que, con sus solas fuerzas, no podr´ıan defender la ciudad, dieron esta respuesta: ((Ciertamente sabemos de tu fuerza sobre esta tierra, as´ı lo ha permitido Dios. Para nosotros los cristianos en verdad que la muerte o las tribulaciones son el vest´ıbulo del reino celeste. Sin embargo parece bien, por los todav´ıa no firmes en la fe, y por otros muchos de los que por amor fraterno es oportuno compa-decerse, aceptar vuestra diestra en se˜nal de acuerdo, a condici´on de que liberes al rey, al obispo de Georgia, al hermano del rey y a doce de los m´as nobles cautivos por tu ferocidad encadenados. Y en cuanto a nosotros, conc´edenos cuarenta d´ıas para que po-damos vender o disponer de lo nuestro, y a cien familias que de momento quieren permanecer bajo tu protecci´on d´ejalas partir a su tiempo y junto con los dem´as que quieran y sus posesiones hazlos llegar salvos a Tr´ıpoli.)) Complacieron a Saladino estas condiciones y asinti´o con agrado.

18

En efecto, la toma de la ciudad al asalto hubiese podido resultar costosa. Primero, porque los defensores hubiesen luchado con desesperaci´on por sus vidas. Segundo, porque el terreno hubiese sido poco favorable tanto para la caballer´ıa como para las formaciones de arqueros, forz´andose la lucha cuerpo a cuerpo.

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El d´ıa cuatro de septiembre del a˜no 1187 se puso el sol a la hora nona, y amparados en la oscuridad, los mayores de entre los ascalonitas se presentaron en el campamento de los egipcios y all´ı, en presencia de los sarracenos, los cristianos y los pr´ınci-pes de Damasco juraron respetar los pactos. Por la ma˜nana, los ascalonitas entregaron a los sarracenos las llaves de la ciudad, y con los turcos a las puertas Saladino dispuso de ella seg´un su antojo. Y como esta ciudad era estrat´egica en la defensa de Jerusal´en, al llegar la noticia de su captura, estando tan bien amurallada, cundi´o el des´animo y perdieron las fuerzas los iero-solomitanos, lament´andose con dolor y viendo que ocurrir´ıa con Jerusal´en lo que hab´ıa ocurrido con Ascal´on, si no peor.

22.

Destrucci´

on de Bel´

en y asedio de

Jeru-sal´

en

Orden´o Saladino a sus jefes tras disponer de la ciudad que preparasen el ej´ercito para lanzar un ataque impetuoso que lle-vase gran terror a los habitantes de Jerusal´en. As´ı, el ej´ercito se movi´o campo a trav´es hasta Besigebelim, esto es Bersab´e, donde se encuentra el pozo s´eptimo que toma su nombre de los siete corderos inmolados all´ı por Abraham y que tambi´en se llama pozo del juramento porque Abraham y Abimelec, rey de Gerar, pactaron en ese lugar. Prefigura este pacto el de los fieles sobre la s´eptima fuente, esto es, el bautismo, que en virtud del Esp´ıritu Santo se afirma, se bendice y se consagra.

Envi´o Saladino legados a los Hospitalarios que defend´ıan Be-llebem para que por propia voluntad se entregasen, junto con el castillo, y que en paz los dejar´ıan marchar con los que se les hab´ıan unido buscando protecci´on. Pero ellos respondieron que no aceptar´ıan otra suerte que la de Jerusal´en. Entonces

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reto-maron los hijos de Babilonia la marcha camino de Jerusal´en, blasfemando entre ellos con sus sucias bocas contra el nombre de Cristo y la Cruz de nuestra redenci´on.

Estos son los lugares santos del territorio de la ciudad santa de Jerusal´en desolados y destruidos por los paganos. Bel´en, ciu-dad de David, noble triclinio donde la Madre Gloriosa, Virgen en el parto, Virgen tras ´el, sin dolor ni corrupci´on, ni de ella ni del Creador de todas las cosas, pari´o con alegr´ıa al Hijo de Dios, operante el Esp´ıritu Santo y exultantes los ´angeles y con sus castos brazos lo deposit´o envuelto en pa˜nales en el pesebre, segunda sede de Dios tras el cielo, de donde se alimentaban el asno y el buey, esto es, simbolizando a jud´ıos y gentiles.

Otros se dirigieron al monte santo Sylo, donde en otro tiempo los hijos de Israel establecieron aquel admirable tabern´aculo con todo lo pertinente al culto. En aquel lugar Samuel, el m´as suave y santo de los profetas, al llamarlo Dios desde el cielo: ((Samuel, Samuel)), con boca inocente y limpia de toda impureza respon-di´o: ((Habla Se˜nor, que tu siervo escucha)); all´ı fue construido un cenobio en su honor desde el que se elevan las preces que con las de Mois´es y Aar´on junto a Dios suplican indulgencia por nuestros pecados. De su destrucci´on el profeta David dec´ıa gi-miendo en el salmo: ((Se alej´o Dios del tabern´aculo de Sylo...)).

´

Este es un verdadero profeta, cuyas palabras no cayeron a tie-rra, porque todo lo que anunciaba los hechos lo demostraban.

´

Este tambi´en juzg´o en Masphat a los hijos de Israel, y para que sepamos qu´e clase de juicio fue aqu´el, cuentan los hebreos que las aguas de Masphat fueron malditas en presencia de Dios, de forma que cualquier id´olatra que se abasteciese de ellas, como las probase en presencia de Dios y del profeta Samuel, quedaban adheridos sus labios, de forma que era imposible separarlos; as´ı, prendido por el pueblo y por orden del profeta, seg´un la ley, era

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lapidado, para que nadie seducido por su ejemplo adorase ´ıdolos vanos en lugar de a Dios.

Otros se dieron a la destrucci´on de Betania, que significa ca-sa de obediencia, donde el Se˜nor, respondiendo a las humildes s´uplicas de Mar´ıa y su hermana Marta, conmovido por nuestra mortalidad y miseria llam´o a L´azaro del sepulcro, donde lleva-ba ya cuatro d´ıas; donde Mar´ıa, besando y regando los pies del Se˜nor con sus l´agrimas los ungi´o con ung¨uento perfumado de nardo 19. En esa ciudad tambi´en fue donde se dice que el Se˜nor encontr´o a Marta, que lo recibi´o en su casa, atareada en muchas cosas mientras su hermana Mar´ıa, sentada a los pies de Jes´us, le escuchaba, y que ´este atestigu´o c´omo, de entre las dos, Mar´ıa hab´ıa elegido aquello m´as necesario 20.

Otros se dieron a la devastaci´on del sant´ısimo monte de los olivos, donde el Se˜nor, como se lee en el Evangelio, acostumbra-ba a orar, ense˜nar las obras de misericordia y reunirse con sus disc´ıpulos. All´ı, en el lugar donde nuestro Se˜nor Jesucristo, en presencia de los ap´ostoles subi´o a los cielos a los cuarenta d´ıas de su resurrecci´on, se levant´o una iglesia, en medio de la cual los fieles cristianos con gran veneraci´on besaban la huella del Salvador. En Josafat los paganos profanaron con sucias manos la iglesia de la asunci´on de la Virgen Mar´ıa y ese glorioso lugar al que los cristianos deben veneraci´on, sepultura de la gloriosa Virgen madre de Cristo, lo destruyeron y llenaron de inmun-dicia. Sobre el sepulcro hab´ıa un memorial cuadrado, de oro y plata, cincelado, en verdad apropiado por la maravillosa belleza y variedad de su decoraci´on. Aqu´ı est´a aquel lugar llamado Get-seman´ı, al otro lado del torrente Cedr´on, donde se encontraba el huerto al que se retir´o Jes´us con sus disc´ıpulos, una vez

cele-19

Lc 7,36

20

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brada la cena en que instituy´o el nuevo sacramento y los inst´o a orar para mantener alejada la tentaci´on. Fue construida en aquel lugar una iglesia en nombre del Salvador en conmemoraci´on de que all´ı el Redentor y Salvador del mundo suplic´o a Dios Padre por la salvaci´on del g´enero humano.

23.

La indescriptible angustia de los

ieroso-lomitanos

El d´ıa veinte del mes de septiembre se puso sitio a la ciu-dad santa de Jerusal´en. Los incr´edulos la rodearon desde todas las direcciones, con estruendo de trompetas, fragor de armas, estr´epito y aullido de voces, ((¡Hai,Hai!)), y banderas ondeantes por todas partes. Conmovida la ciudad con el tumulto y el bra-mido de los b´arbaros, clamaban sus habitantes en aquellas horas trascendentes: ((Santa Vera Cruz y Sepulcro de la Resurrecci´on de Jesucristo, protege a la ciudad de Jerusal´en con sus habitan-tes.)) Comenz´o la guerra, y se iniciaron los combates en diversos puntos. Pasaremos por alto los detalles que entorpezcan el rela-to, ya que no podemos enumerarlos despu´es de quince d´ıas en que los cristianos combatieron con los turcos, abatidos de dolor y tristeza entre tanta miseria. ¿Qui´en en verdad contemplando tanto dolor no romper´a, dejando de lado la piedad, en llanto al ver a los monjes, can´onigos, sacerdotes y levitas y anacore-tas entrar en combate con las armas en defensa de los lugares m´as santos y la heredad de la Cruz? ¿O viendo a las viudas y hu´erfanos extendidos los brazos a Dios, en tumulto por las pla-zas e iglesias, los rostros desolados, clamando entre llantos con sus voces inocentes e implorando sin cesar la divina clemencia? ¿Qu´e lengua podr´a narrar el n´umero de sarracenos atravesados con lanzas y flechas que abandonados del aliento vital alcan-zaron la muerte eterna? ¿Qui´en podr´a decir de aquel nieto de

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Saladino, enga˜nado por los fastos, cubierto con vestidos de seda hasta las pezu˜nas del caballo, enjaezado de espejos de oro, cu-bierto de condecoraciones por la extrema soberbia de su ´animo que, golpeado por un sirviente ante la puerta de San Esteban encontr´o muerte miserable? ¿O qui´en podr´a narrar el n´umero de los cristianos que heridos por las flechas de los adversarios entre-garon por Cristo esta vida temporal para ganar aqu´ella eterna? En aquellos d´ıas en que Dios parec´ıa regir sobre la ciudad ¿qui´en podr´a decir de los heridos que murieron o de los que escaparon con vida?

Ca´ıan las flechas como gotas de lluvia, hasta el punto de que nadie pod´ıa se˜nalar con el dedo hacia las defensas sin resultar herido. Era en verdad tanta la multitud de los heridos que todos los m´edicos de la ciudad y de los hospitales apenas daban abas-to extrayendo las flechas clavadas en los cuerpos. Este mismo rostro vuelto hacia vosotros fue herido, atravesada la nariz por una flecha de la que los m´edicos extrajeron la madera, quedan-do la punta hasta hoy clavada. Durante una semana resistieron virilmente los ierosolomitanos el ataque contra la torre de David. Viendo Saladino que nada aprovechaba esta t´actica ni cierta-mente da˜naba a la ciudad, comenz´o con los suyos a recorrerla en derredor, escrutando aquellos puntos que pudiesen resultar d´ebiles, buscando los lugares en que sin temor a los cristianos pudiese erigir sus m´aquinas y atacar la ciudad con facilidad. Y como era hijo de aqu´el que en su execrable soberbia quiso poner al norte su trono para reinar no bajo Dios, sino contra ´El, y ha-cerse as´ı similar al Alt´ısimo, encontr´o que el flanco norte de la ciudad era d´ebil y apto para llevar a cabo sus cr´ımenes. Y as´ı un d´ıa, al clarear, orden´o el rey de Egipto mover el campamento sin estr´epito ni tumulto, y fijar las tiendas en el valle de Josafat, el Monte de los Olivos, el monte del Gozo y toda la zona monta˜nosa

(39)

de aquella parte. Al hacerse la ma˜nana levantaron los ojos los hombres de Jerusal´en y vieron, una vez que se disip´o la nebli-na, que los Sarracenos levantaban las tiendas, como si fuesen a abandonar el sitio, y dec´ıan con gran alegr´ıa: ((Huy´o el rey de Siria al no poder como planeaba destruir la ciudad.)) Pero esta alegr´ıa se torn´o en luto y lamentaciones enseguida, conocida la verdadera situaci´on. Pues el tirano orden´o de inmediato cons-truir las m´aquinas de guerra y levantar las ballestas y al mismo tiempo recoger ramas de olivo y otros ´arboles y plantarlas en el espacio que mediaba entre las m´aquinas y los muros; el mismo d´ıa, al crep´usculo, orden´o a su ej´ercito tomar las armas y ade-lantarse a los zapadores hasta las murallas para ocupar all´ı a los cristianos. Form´o tambi´en a diez mil jinetes armados de lanzas y arcos, para impedir cualquier salida. Dispuso otra decena de millar, o m´as, armados con arcos y protegidos hasta los talones bajo los escudos y las cotas. ´El permaneci´o con otra parte y sus jefes junto a las m´aquinas.

Al mediod´ıa siguiente comenzaron a romper la torre angular, a atacar los muros en diversos puntos, a disparar flechas los ar-queros y los que serv´ıan en las m´aquinas a disparar sin descanso. Pero los defensores, subestimando estos ataques, fatigados y lle-nos de tedio retiraron la vigilancia y durmieron aquella noche, hasta la ma˜nana, porque sin la custodia de Dios en vano velan los vigilantes.

Al salir el sol, los que dorm´ıan en las torres, despertados por el estr´epito de los b´arbaros, estupefactos y aterrados corr´ıan por las calles como dementes gritando: ((¡Hombres de Jerusal´en, acudid, socorred, ayudad; han perforado los muros y ya est´an entrando!)) Conmocionados, acudieron cuantos pudieron, pero no superaron a los damascenos ni con lanzas, dardos, flechas, piedras, fuego ni plomo liquefacto pudieron rechazarlos de las

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murallas. Los turcos bombardeaban sin descanso y con vehe-mencia los baluartes, y entre el muro y la barbacana lanzan-do piedras y el fuego que llaman griego, maderas y tolanzan-do lo que ten´ıan a mano. Los arqueros entretanto disparaban sin interrup-ci´on y sin medida enviaban sus flechas desde todas direcciones; algunos, con audacia rompieron los muros. Tomaron los defen-sores la determinaci´on de que todos los que tuviesen caballos y armas, saliesen de la ciudad por la puerta de Josafat para, con la ayuda de Dios, rechazar a los adversarios de los muros. Pero encontraron la oposici´on de la caballer´ıa turca, y lamentable-mente repelidos, agrupados al pie de los muros y sin encontrar otra salida clamaban: ((Santa Mar´ıa, Santa Mar´ıa, ay´udanos.)) Cundi´o entonces el duelo, el llanto y el tumulto de las l´agrimas, el rasgado de vestiduras en las plazas e iglesias por tanta an-gustia y dolor. Pues unos se lamentaban de la ciudad santa y del sepulcro del Se˜nor, del sant´ısimo monte del Calvario donde la sangre propiciatoria se derram´o por la salvaci´on del g´enero humano; otros lloraban a los hermanos y amigos ya muertos, o pr´oximos ya a la muerte; otros a los hijos que ser´ıan arrebatados por las lanzadas de los b´arbaros y el resto por la inminencia de la muerte o la cautividad, para ellos o los suyos.

Se prolong´o el combate en los muros por algunos d´ıas, y pre-valecieron los turcos. Ya los cristianos estaban vencidos hasta el punto de que no m´as de veinte o treinta acud´ıan a la defensa de los muros de la ciudad; ni se encontraba hombre tan audaz en toda ella que por cien bizancios accediese a pasar la noche vigilando en las defensas. Con mis propios o´ıdos o´ı al pregonero, en nombre de los patriarcas y algunos de los notables de la ciu-dad, anunciar que si se encontrasen cincuenta sirvientes fuertes y audaces dispuestos a custodiar un ´angulo ya derruido, por una sola noche, recibir´ıan cinco mil bizancios, pero no se encontra-ron. Era ya casi un´anime la voluntad de los habitantes de morir

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en la ciudad santa en el nombre de Cristo, y as´ı cada cual tendr´ıa su parte en la tierra de promisi´on, como cad´averes yacentes pi-soteados por los incr´edulos. ¡Ay de m´ı m´ısero, el peor de todos los pecadores que no tom´e mi parte de Tierra Santa as´ı medida! As´ı las cosas, otros, llenos de pecado m´as que de amor a Cristo, movidos por el recuerdo de las mujeres hermosas, de los hijos e hijas y de las riquezas se conjuraron para evadirse con los su-yos y sus posesiones, abandonando la ciudad santa y los lugares sagrados.

24.

Del tributo impuesto a la ciudad

Enviaron legados al rey de Siria, suplicando que aplacase su ´animo contra ellos y los tuviese como aliados, tal y como ten´ıa a otros. Pero ´el, renuente, les dio esta respuesta: ((He o´ıdo frecuen-temente de boca de nuestros alfaqu´ıes que Jerusal´en no puede ser purificada si no es lav´andola con sangre de cristianos, y sobre esto quiero consultarles.)) Volvieron los legados con esa incerti-dumbre. Enviaron otros, Balisano y Rainero de N´apoles y Tom´as Patricio, ofreciendo cien mil bizancios; no quiso Saladino acep-tarlos, y regresaron frustrada esa esperanza. Volvieron los en-viados por tercera vez, pidiendo insistentemente a Saladino que ´el mismo estableciese las condiciones; que si pod´ıan cumplirse, se cumplir´ıan y si no les fuese posible, le rogaban que cesase en su destrucci´on. Acept´o Saladino el ofrecimiento, imponien-do el siguiente tributo: que cada var´on aportase diez bizancios, cinco cada mujer, uno por cada ni˜no de siete a˜nos o menos; de esta forma se ver´ıan libres de la esclavitud, y quienes lo desea-sen podr´ıan abandonar la ciudad con los suyos. Pero que si esas condiciones no eran aceptadas por los ierosolomitanos, o si hab´ıa quienes no pod´ıan satisfacer los diez bizancios, los har´ıan salir del saqueo y la espada. Placieron estas condiciones al patriarca de Jerusal´en y a otros que dispon´ıan del dinero.

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