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Strategikon - Mauricio, Emperador de Oriente

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Strategikon

MAURICIO

emperador romano de

Oriente

STRATEGIKON

(SOBRE EL GENERAL)

(3)

Traducción, introducción y

notas de

Emilio Magaña Orúe, Julio

Rodríguez González y

(4)
(5)

Índice

Índice

Introducción histórico-literaria Flavio Mauricio, militar y emperador La política de Mauricio en Europa Reformas administrativas en Occidente La política oriental de Mauricio

La política religiosa de Mauricio El final del imperio de Mauricio la obra y su autor

La transmisión del texto Fuentes

La obra. Contenido

La obra en su contexto histórico. el ejército del Imperio Romano y del Imperio Romano de Oriente entre los siglos III y VI

El ejército de Diocleciano y Constantino I El ejército de Justiniano I y Mauricio Bibliografía

(6)

libro

Monografías, artículos y contribuciones a obras colectivas

Nota sobre la presente traducción Abreviaturas

Strategikon (Sobre el general) de Mauricio, emperador de Oriente

Preámbulo Libro I

INTRODUCCIÓN

Libro I, capítulo 1. De qué modo es conveniente que los soldados se adiestren en su instrucción

Libro I, capítulo 2. De qué modo es conveniente armar a los jinetes y de qué equipo básico deben ser provistos

Libro I, capítulo 3. Sobre los varios títulos de los oficiales y los soldados

Libro I, capítulo 4. De qué modo es conveniente dividir al ejército y a sus oficiales

(7)

Libro I, capítulo 5. Cómo los comandantes de los tagmas deben elegir a sus oficiales subordinados y jefes para el combate y organizar los tagmas en contubernios

Libro I, capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a la tropa

Libro I, capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a los comandantes de los tagma

Libro I, capítulo 8. Sobre los castigos militares

Libro I, capítulo 9. Qué organización debe tener el ejército en su propio territorio cuando no hay actividad hostil

Libro II

SOBRE LA FORMACIÓN DE LA CABALLERÍA Libro II, capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de formar al ejército en dos líneas

Libro II, capítulo 2. De la organización de los tagmas en la línea de batalla

(8)

Libro II, capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa

Libro II, capítulo 4. Sobre los flanqueadores y flanqueadores de ataque

Libro II, capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o en los flancos de la línea enemiga

Libro II, capítulo 6. La profundidad de la formación

Libro II, capítulo 7. Sobre los contubernios Libro II, capítulo 8. Sobre el armamento Libro II, capítulo 9. Sobre el cuerpo médico Libro II, capítulo 10. Sobre los banderines de las lanzas

Libro II, capítulo 11. Sobre los espías o los exploradores

Libro II, capítulo 12. Sobre los mensores y las partidas aposentadoras

Libro II, capítulo 13. Distancias entre los meros y las líneas de combate

Libro II, capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia entre los estandartes

(9)

Libro II, capítulo 15. Sobre la custodia de los estandartes

Libro II, capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales

Libro II, capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos

Libro II, capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que se dan en medio del conflicto

Libro II, capítulo 19. Sobre los heraldos Libro II, capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso de dos estandartes

Libro III

SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS Libro III, capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar las formaciones de los tagmas

Libro III, capítulo 2. La formación de los tagmas pretendiendo una fuerza de trescientos diez hombres

Libro III, capítulo 3. Esquema del mismo tagma con sus flancos en orden cerrado

(10)

tagma con ambos flancos y la retaguardia en orden cerrado

Libro III, capítulo 5. Métodos de entrenamiento del tagma

Libro III, capítulo 6. La formación de los meros. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de los meros y su personal

Libro III, capítulo 7. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de la primera y de la segunda línea

Libro III, capítulo 8. Formación de la línea al completo cuando la impedimenta está presente

Libro III, capítulo 9. Un meros individualizado

Libro III, capítulo 10. Formación de un ejército de fuerza moderada

Libro III, capítulo 11. Sobre las órdenes generales

Libro III, capítulo 12. Sobre las órdenes a las tropas de primera línea

(11)

Libro III, capítulo 13. Sobre las órdenes a los flanqueadores

Libro III, capítulo 14. Sobre las órdenes a los flanqueadores de ataque

Libro III, capítulo 15. Órdenes a las tropas de la segunda línea

Libro III, capítulo 16. Órdenes a las tropas asignadas a las emboscadas

Libro IV

SOBRE LAS EMBOSCADAS

Libro IV, capítulo 1. Sobre las emboscadas y estratagemas contra tropas enemigas superiores

Libro IV, capítulo 2. Sobre las emboscadas de los escitas

Libro IV, capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas por ambas partes

Libro IV, capítulo 4. Sobre el momento más oportuno para las emboscadas

Libro IV, capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de formaciones irregulares para

(12)

emboscadas o ataques por sorpresa Libro V

SOBRE LA IMPEDIMENTA

Libro V, capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en cuenta al llevar la impedimenta al campo de batalla

Libro V, capítulo 2. Sobre los caballos de reserva

Libro V, capítulo 3. Sobre la impedimenta no necesaria

Libro V, capítulo 4. Sobre los campamentos intermedios

Libro V, capítulo 5. Sobre la protección de la impedimenta durante la marcha

Libro VI

SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR

Libro VI, preámbulo

Libro VI, capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica, simulación

(13)

Libro VI, capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana, simulación

Libro VI, capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana, simulación

Libro VI, capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la más habitual

Libro VI, capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar los flanqueadores y flanqueadores de ataque

Libro VII

PARTE A. SOBRE LOS PUNTOS A CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA BATALLA

Libro VII, parte A, preámbulo

Libro VII, parte A, capítulo 1. Sobre la bendición de las banderas

Libro VII, parte A, capítulo 2. Sobre la organización de los contubernios

Libro VII, parte A, capítulo 3. Sobre la reunión de información sobre el enemigo

(14)

de la arenga para animar a las tropas

Libro VII, parte A, capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos tomados por las patrullas

Libro VII, parte A, capítulo 6. Sobre el castigo a los delincuentes

Libro VII, parte A, capítulo 7. Sobre la manutención de los soldados, sus caballos y sus campamentos

Libro VII, parte A, capítulo 8. Sobre las consultas con los merarcas acerca del campo de batalla

Libro VII, parte A, capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los caballos

Libro VII, parte A, capítulo 10. Sobre las raciones transportadas en las alforjas

Libro VII, parte A, capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra contra gentes desconocidas

Libro VII, parte A, capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del enemigo durante la marcha

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campamentos y el cuidado de los caballos en su interior

Libro VII, parte A, capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear los cuerpos de los enemigos durante la batalla

Libro VII, parte A, capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al enemigo

PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA

Libro VII, parte B, capítulo 1. Sobre cómo no agobiar al estrategos durante el día de batalla

Libro VII, parte B, capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos

Libro VII, parte B, capítulo 3. Sobre cómo no entablar combate con el enemigo o mostrar nuestra propia fuerza antes de conocer sus intenciones

Libro VII, parte B, capítulo 4. Sobre cómo ocultar la segunda línea cuando es incapaz de seguir detrás de la primera, para que las dos parezcan como una sola

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Libro VII, parte B, capítulo 5. Sobre la táctica y el método de enfrentarse a un ataque sorpresa del enemigo

Libro VII, parte B, capítulo 6. Sobre los heridos

Libro VII, parte B, capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del enemigo

Libro VII, parte B, capítulo 8. Sobre la prevención de reconocimientos hostiles de nuestra línea

Libro VII, parte B, capítulo 9. Sobre cómo proteger el campamento

Libro VII, parte B, capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje

Libro VII, parte B, capítulo 11. Sobre un desenlace adverso

Libro VII, parte B, capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en la batalla

Libro VII, parte B, capítulo 13. Sobre el reconocimiento

Libro VII, parte B, capítulo 14. Sobre cómo no exponer nuestra segunda línea

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demasiado pronto

Libro VII, parte B, capítulo 15. Sobre el mantenimiento brillante de la superficie de las armas para ser vistos de lejos antes de la batalla

Libro VII, parte B, capítulo 16. Sobre la recapitulación de las obligaciones de cada merarca

Libro VII, parte B, capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo de obligaciones que tienen asignadas los comandantes de cada tagma, los moirarcas y los merarcas, para que cada uno sepa su obligación

Libro VIII

Libro VIII, capítulo 1. Sobre las instrucciones generales para el comandante

Libro VIII, capítulo 2. Lemas Libro IX

Libro IX, capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa

(18)

Libro IX, capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos

Libro IX, capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio hostil: avance seguro por él y su saqueo sin sufrir pérdidas

Libro IX, capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y territorio escabroso

Libro IX, capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo y cómo hay que capturar a los exploradores o enemigos intentando infiltrarse en nuestro ejército

Libro X

Libro X, capítulo 1. Cómo se debe organizar un asedio a las fortalezas del enemigo si la oportunidad lo permite

Libro X, capítulo 2. Cómo se debe hacer un encuentro con incursiones hostiles dentro de nuestro propio territorio

Libro X, capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio que se supone largo

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una fortaleza fronteriza con cautela y sin entablar combate abierto

Libro XI

SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS DE LOS DIVERSOS PUEBLOS

Libro XI, introducción

Libro XI, capítulo 1. Cómo hay que tratar con los persas

Libro XI, capítulo 2. Cómo hay que tratar con los escitas, es decir, ávaros, turcos y otros cuyo tipo de vida se asemeja al de los pueblos hunos

Libro XI, capítulo 3. Cómo hay que tratar con los pueblos de cabello claro, como los francos, lombardos y otros como ellos

Libro XI, capítulo 4. Cómo hay que tratar con los eslavos, los antes y otros pueblos similares

Libro XII

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MIXTO

Libro XII, parte A, capítulo 1. Cómo hay que hacer una formación de un orden de batalla mixto. Lista de símbolos para las unidades en una fuerza mixta

Libro XII, parte A, capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto.

Libro XII, parte A, capítulo 3. La primera formación de batalla para la caballería

Libro XII, parte A, capítulo 4. Otra formación

Libro XII, parte A, capítulo 5. El orden de batalla llamado lateral

Libro XII, parte A, capítulo 6. Formación en columna

Libro XII, parte A, capítulo 7. La formación llamada convexa

PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE INFANTERÍA

Libro XII, parte B, preámbulo

Libro XII, parte B, capítulo 1. Qué vestimenta debe llevar la infantería

(21)

Libro XII, parte B, capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento pesado

Libro XII, parte B, capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento ligero y de los arqueros

Libro XII, parte B, capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas debe llevar la infantería pesada

Libro XII, parte B, capítulo 5. Qué armas debe llevar la infantería ligera

Libro XII, parte B, capítulo 6. Qué equipo esencial hay que tener siempre presente y a mano

Libro XII, parte B, capítulo 7. Los soldados de cada aritmos que deben ser asignados a tareas especializadas

Libro XII, parte B, capítulo 8. Cómo se deben organizar las tropas de infantería y sus oficiales

Libro XII, parte B, capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de personal y organización

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de los tagmas de infantería

Libro XII, parte B, capítulo 10. Órdenes que deben ser impartidas sobre los castigos

Libro XII, parte B, capítulo 11. Como debe ser la formación de los tagmas de infantería pesada

Libro XII, parte B, capítulo 12. Cómo debe ser la formación de la infantería ligera junto a infantería y caballería pesada

Libro XII, parte B, capítulo 13. Cómo debe ser la formación de la caballería junto a infantería pesada

Libro XII, parte B, capítulo 14. En qué movimientos se debe ejercitar la infantería

Libro XII, parte B, capítulo 15. Un segundo ejercicio

Libro XII, parte B, capítulo 16. Cómo comenzar los movimientos anteriormente mencionados

Libro XII, parte B, capítulo 17. Cómo debe ser la formación de la línea de batalla y el entrenamiento en resistir al enemigo

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Libro XII, parte B, capítulo 18. Cómo hay que acomodar los carros y la impedimenta

Libro XII, parte B, capítulo 19. Cómo debe ser el método de marcha con el enemigo en las cercanías

Libro XII, parte B, capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas boscosas, zonas escabrosas y pasos estrechos por parte de la infantería

Libro XII, parte B, capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por ríos y el cruce de los mismos frente al enemigo

Libro XII, parte B, capítulo 22. Cómo construir campamentos fortificados

Libro XII, parte B, capítulo 23. Cuestiones a ser consideradas por el estrategos de infantería en día de batalla

Libro XII, parte B, capítulo 24. Sinopsis de la instrucción anteriormente señalada que debe ser conocida por los tribunos o comandantes de los tagmas de infantería

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PARTE C. DIAGRAMA DE UN CAMPAMENTO FORTIFICADO

PARTE D. LA CAZA. CÓMO SE DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES ACCIDENTES

Glosario

Índice temático Índice onomástico Índice de toponimos

Índice de materias y nombres comunes Índice de obras, autores y versiones del texto del strategikon

(25)

Introducción

histórico-literaria

FLAVIO MAURICIO, MILITAR Y EMPERADOR1

Flavius Mauricius, el futuro emperador Mauricio (582-602), nació en el año 539, bajo el imperio de Justiniano I (Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, 527-565), en Arabissus (actualmente ruinas en la zona de Tanir, en la provincia de Kahramanmaraş, en la zona centro-oriental de Turquía), en la entonces provincia bizantina de Armenia III2. Su padre, miembro de una vieja familia romana, posiblemente de origen armenio, se llamaba Paulus y a nuestro hombre se le conocen al menos un hermano (Petrus) y dos hermanas (Theoctista y Gordia). El 7 de

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diciembre de 574, Tiberius Constantinus (el futuro emperador Tiberio II [578-582]) se convirtió en césar, el sucesor designado del emperador Justino II (565-578), de quien era uno de sus principales colaboradores, y fue hacia ese año cuando Mauricius, partidario secreto del heredero, tuvo posiblemente su primer cargo militar (al menos de importancia), ya que anteriormente solo sabemos de su carrera que era notarius3. Fue nombrado patricio (patricius)4 y comes excubitorum5, grado este que conservaría cuando, seguramente por influencia de Tiberius, el emperador Justino lo nombró magister utriusque militiae per Orientem (comandante del ejército de maniobra de la diócesis6 de Oriente) en 577. Desde este puesto dirigió con éxito la guerra contra los

persas declarada ese mismo año y que tuvo

como hitos la victoriosa batalla de Callinicum (la actual Ar Raqqah, en la provincia del

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mismo nombre, Siria), en 580, y la definitiva gran victoria de 581 en las cercanías de la ciudad de Constantina (la actual Viransehir, en la provincia de Urfa, Turquía), en la provincia bizantina de Mesopotamia, sobre las tropas del emperador7 persa Ormuz (Hormisdas) IV (579-590), mandadas en la ocasión por sus generales Tamchosroes (muerto en el combate) y Adarmaanes (que consiguió huir).

Subió al trono el 13 de agosto de 582, sucediendo al emperador Tiberio II, que le había nombrado césar (adoptando nuestro hombre entonces el nombre de Flavius Mauricius Tiberius) el anterior día 5, y a las pocas semanas (ya en otoño) se casó con la hija de su difunto protector, Constantina. Al año siguiente, como era muy frecuente desde los tiempos del emperador Augusto (Caius Iulius Caesar Octavianus, luego Imperator Caesar Augustus, 27 a.C. - 14 d.C.), el nuevo emperador asumió el

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consulado, pero no el 1 de enero, como era lo habitual, sino el 25 de diciembre8 y lo ejerció en solitario, sine collega. Tanto este acontecimiento como su boda fueron celebrados con fiestas organizadas para el pueblo de Constantinopla. A partir de ese momento, Mauricio sería un emperador cumplidor de sus deberes, moderado en su vida privada, preocupado por el ejército (a cuyas unidades pasó revista muy a menudo) y ahorrador hasta convertirse en tacaño, lo que le ocasionaría graves problemas, como veremos en las siguientes líneas9.

La política de Mauricio en Europa

No tardaron en empezar los problemas para el nuevo emperador ya que en los Balcanes, los ávaros y los eslavos hicieron frecuentes y, a veces, importantes incursiones en las posesiones

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romano-bizantinas en la región. Empezaron los

ávaros que, el mismo año de la ascensión al

trono de Mauricio (poco antes de la misma), tomaron la ciudad de Sirmium (hoy Sremska-Mitrovica, en el distrito de Srem, Serbia), capital de la provincia de Pannonia10, y que al año siguiente solicitaron que les fuese aumentado el subsidio que recibían del Imperio Romano de Oriente. Como sus demandas no fueron tenidas en cuenta, el verano de ese mismo año abandonaron sus bases en la cuenca media del Hister (el actual Danubio, llamado Danuvius en su curso superior) y realizaron una profunda incursión por la península balcánica, tanto que las columnas ávaras llegaron hasta Anchialus (hoy Pomorie, en la provincia de Burgas, Bulgaria), en la provincia de Haemimontus, a orillas del Pontus Euxinus (el mar Negro), donde se encontraron con los guerreros eslavos, que realizaban su propia incursión.

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Ya que el Imperio estaba enredado entonces en una campaña contra los

persas, Mauricio decidió conjurar el peligro

usando la vía diplomática y en la primavera de 584 la situación se había restablecido y los eslavos y los ávaros habían vuelto a sus bases, aunque reteniendo estos Sirmium y firmando con el Imperio un tratado que estipulaba un subsidio anual para las arcas

ávaras de 100.000 solidi11. En el verano de ese mismo año fueron los eslavos, mandados por un tal Ardagastos, los que atacaron desde sus bases al norte del Hister, llegando a alcanzar la misma Constantinopla (la actual Estambul, en la provincia del mismo nombre, Turquía), la capital imperial, cuyas poderosas fortificaciones disuadieron a los atacantes, derrotados al poco tiempo por el ejército bizantino mandado por el ¿dux, comes rei militaris? Comentiolus a orillas del río Ergina (el actual Ana, en las provincias de Kiklareli y Tekirdağ, en la parte europea de

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Turquía).

En el otoño de 586 los ávaros volvieron a la carga, esta vez recorriendo la orilla sur del Hister y capturando diversas ciudades, entre las que se encontraban Aquis, Rateria y Bononia, las tres en la provincia de Dacia Ripensis, y Dorostolon, Marcianopolis y Tropaion, todas ellas en la provincia de Moesia II12. Los incursores pasaron entonces más al este, a la provincia de Scythia, en la gran curva del Danubio que da acceso a su delta y bañada por el Pontus Euxinus, donde fueron derrotados en primera instancia en Libida (la actual Slava Rusă, en el distrito rumano de Tulcea), donde fue capturado un jefe ávaro, de nombre Bokolobras. Entretanto, el magister utriusque militiae per Thracias13 Comentiolus dividió a sus fuerzas en tres cuerpos de ejército, tomando él el mando de uno de ellos y poniendo a los magistri

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militum Martinus y Castus al frente de los otros dos. Martinus derrotó al grueso del ejército ávaro, mandado por el jefe Baian, junto a Tomis (la actual Constanza, en el distrito rumano homónimo), la capital provincial de Scythia, retirándose los bárbaros hacia Zaldapa (hoy Abrit, en la provincia de Varna, Bulgaria), donde fueron a su vez derrotados por Castus. Los ávaros se retiraron al otro lado del Hister, donde Castus y sus hombres los persiguieron, siendo entonces estos emboscados y derrotados. Los ávaros volvieron entonces a retomar la iniciativa y a repasar el gran río fronterizo, volviendo inmediatamente a sus incursiones.

En la primavera siguiente un ejército a las órdenes de Comentiolus fue contra ellos quiénes, para huir de la presión a la que los sometían las tropas imperiales, marcharon hacia el sur, hacia la provincia de Thracia, donde atacaron Beroea (la actual Stara

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Zagora, en la provincia de Haskovo, Bulgaria), Diocletianopolis (la actual Hissar [Hisarya], a 45 km al norte de Plovdiv y 15 km al oeste de Banya, en la provincia de Plovdiv, Bulgaria) y la capital provincial, Philippopolis (hoy Plovdiv, en la provincia del mismo nombre, Bulgaria) y desde allí más al sureste, atacando y poniendo bajo asedio a comienzos del verano la ciudad de Hadrianopolis (hoy Edirne, en la provincia del mismo nombre, Turquía), capital de la provincia de Haemimontus, que fue salvada por la llegada de otro ejército imperial, al mando del general (no sabemos su rango concreto) Drocton (un lombardo al servicio del Imperio de Oriente), que hizo levantar el asedio a los ávaros y los venció al día siguiente. Mientras tanto, y por su parte, los

eslavos llegaron a atacar Thessalonica (hoy

Salónica, en la prefectura de Salónica, Grecia), capital de la provincia de Macedonia I, en dos ocasiones (584 y 586),

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consiguiendo alcanzar en sus incursiones hasta la península griega del Peloponeso (en la provincia de Achaea). En la primavera de 588 los ávaros volvieron a preparar la invasión, al serles negado un aumento en el subsidio que habían vuelto a recibir del Imperio. Para conjurar el peligro, Mauricio ordenó a Priscus, su nuevo magister utriusque militiae per Thracias, que desencadenara una campaña preventiva contra ellos, que resultó victoriosa. Dos años después, el mismo Mauricio inspeccionó los daños causados por los ávaros en Anchialus y otras ciudades de la zona. Contra los

ávaros lanzó el magister Priscus una nueva

campaña en el verano de 593.

Cuando los ávaros parecían estar ya controlados, en el otoño de dicho año fueron de nuevo los eslavos quienes hicieron incursiones de saqueo en los Balcanes. Los años siguientes fueron tiempos de continuas incursiones de los ávaros (al parecer nada

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controlados), seguidas de contraofensivas bizantinas. En 596 el propio hermano de M a u r i c i o , Petrus, nombrado magister utriusque militiae per Thracias, venció de nuevo a los eslavos en la provincia de Scythia, aunque la mayor parte de los combates durante estas operaciones se redujeron a escaramuzas y emboscadas. Por su parte, las hostilidades entre ávaros y romanos parecieron terminar en el verano de 598, cuando se firmó un tratado entre ambos enemigos. Sin embargo dicho tratado fue pronto papel mojado, la guerra continuó y en 599, aunque en principio Priscus, ahora magister militum praesentalis, frustró un intento de los ávaros de conquistar Tomis, se produjo poco después una dura derrota imperial durante la campaña que dirigía contra ellos Comentiolus (de nuevo magister utriusque militiae per Thracias, sustituido en el cargo durante un tiempo en 599 por el cuñado del emperador, Philippicus), que dejó

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en poder de los ávaros doce mil prisioneros romano-bizantinos por los que pidieron rescate. Como Mauricio no pudo pagarlo, fueron todos ejecutados14. Al año siguiente los atrevidos ávaros llegaron a atacar otra vez la propia Constantinopla, que se salvó de nuevo gracias a sus formidables murallas. Se firmó un nuevo tratado con los ávaros, estableciendo el Hister como frontera y renovando el subsidio imperial de los 100.000 solidi. En 602, Petrus fue de nuevo contra los eslavos, cruzó el Hister y, tras vencer a los bárbaros, recibió allí la orden quedarse e invernar en tierras enemigas, algo que tendría muy graves consecuencias para el emperador, como se verá más adelante15.

Mauricio (o más bien sus generales) tuvo (o tuvieron) ocasión de poner en práctica con esos pueblos las teorías militares que plasmaría en su Strategikon, lanzando en su

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contra varias campañas que, si bien alcanzaron la mayor parte de sus objetivos, dejaron casi a cero los recursos económicos del Imperio. Siempre fue precisamente el dinero, o mejor, la falta de él, el gran problema de Mauricio, que se había encontrado ya las arcas imperiales medio vacías debido a la gran liberalidad de su antecesor en el cargo.

Reformas administrativas en Occidente

En la zona occidental del Imperio el emperador reorganizó la administración territorial. Al transformar el cargo de magister militum per Italiam en el de exarca (exarchus en latín, ἔξαρχος en griego), creó así en Italia el exarcado16 de Ravenna, ciudad en la que fue situada su capital (hoy Rávena, en la provincia del mismo nombre, Italia), en la provincia de Flaminia, la que había sido última capital del Imperio

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Romano de Occidente antes de su fin en septiembre de 476. Lo mismo hizo en África con el magister militum per Africam y así quedó constituido el exarcado de Africa, cuya capital permaneció en Carthago (hoy ruinas a poco más de 12 km al noreste de Túnez, en la provincia de Túnez, Tunicia), en la provi nci a Zeugitana. Tanto la conquista africana como la mayor parte de la itálica habían sido obra del famoso general Flavius Belisarius durante el mandato del emperador Justiniano I (527-565)17.

Los dominios más occidentales del Imperio Romano de Oriente los constituían la provincia bizantina de Hispania o Spania18, integrada aproximadamente por el actual Algarve portugués y el sur y sureste de la actual España (hasta algo más al norte de Dianium, la actual Denia, en la provincia de Alicante, dentro de la Comunidad Valenciana), incluyendo gran parte del valle

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del río Guadalquivir, además de las islas Baleares (arrebatadas a los vándalos en 534) y algunas de las tierras norteafricanas alrededor de las ciudades de Tingis (Tánger, provincia de Tánger, Marruecos) y Septem (la actual Ciudad Autónoma de Ceuta) que, como en los viejos tiempos tardoimperiales dependían de las autoridades residentes en la península ibérica19. Estos territorios norteafricanos habían sido ocupados por los romanos de oriente hacia 534, pero no tomándoselos a los vándalos (a cuyo reino habían pertenecido), sino a los visigodos que los habían ocupado (al menos Septem) el año anterior. La mencionada provincia de Hispania o Spania había sido creada para administrar la tierras hispánicas bajo control bizantino desde 552 (fecha de la llegada de tropas romano-orientales a las tierras propiamente peninsulares ibéricas, concretamente al litoral de la actual provincia de Málaga) en adelante y allí

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ejercía su autoridad un magister militum Spaniae, cuya primera mención data del año 589. Pues bien, en aquellos territorios las cosas no iban demasiado bien, ya que, ya antes de la subida al trono de Mauricio, el rey visigodo Leovigildo (573-586) había comenzado una guerra en pos de sacar a los bizantinos de la península ibérica. En campañas sucesivas y anuales (que nos relata Juan de Biclaro en su Chronica) el rey visigodo consiguió reducir el dominio bizantino a una estrecha franja costera. Un hito en tales conquistas fue la toma de la capital provincial, Corduba20 (Córdoba, en la provincia del mismo nombre, en la Comunidad Autónoma de Andalucía) en 572, que obligó a que la cabeza de la administración romano-oriental en la península ibérica tuviera que ser trasladada a Carthago Spartaria (la antigua Carthago Nova, hoy Cartagena, en la provincia y Comunidad Autónoma de Murcia). La misma

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Carthago Spartaria fue objeto de un ataque visigodo en 589, rechazado por las fuerzas imperiales al mando del magister militum Spaniae Comentiolus21. Los dominios bizantinos en Hispania (Spania) perduraron, cada vez más reducidos en extensión, hasta 625, cuando el rey Suintila (621-631) expulsó definitivamente a las tropas bizantinas, quizá (no se está seguro de ello) con la toma de la capital, Carthago Spartaria. Septem y las islas Baleares sí que permanecieron, sin embargo, todavía y durante decenios en manos de los bizantinos.

Las reformas administrativas que Mauricio puso en marcha abrieron el camino al sistema de themas (del griego singular

ϑἑμα), propio de tiempos posteriores en el

Imperio Bizantino.

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Sin embargo, el principal enemigo del Imperio Romano de Oriente en aquellos años era su vecino oriental, el Imperio Persa. Por eso Mauricio se interesó mucho por los asuntos persas y ya en el verano de 583 emprendió una guerra contra ellos que dio comienzo con una campaña en la región de Arzanene (en el este de la actual Turquía). La guerra se alargaría con diversas alternativas hasta 591. En 584 Mauricio nombró al entonces comes excubitorum Philippicus, su cuñado (casado con su hermana Gordia), magister utriusque militum per Orientem, poniéndolo así a cargo de las operaciones, lanzando el nuevo comandante en jefe para la zona dos expediciones en territorio persa, una ese mismo año y otra en 585. En años sucesivos continuó con las incursiones de saqueo en las regiones fronterizas persas, llegando a vencer al enemigo en batalla campal, en 586 en Solachon (la actual Salāh, al este del río

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Zergan, en la provincia de Al Hasakah, Siria). En 588, Mauricio sustituyó en el cargo de magister utriusque militiae per Orientem a Philippicus por Priscus, hombre al parecer poco apreciado por las tropas por su carácter altanero, lo que llevó al ejército oriental, concentrado en ese momento en Monokarton (hoy Kiziltepe, en la provincia de Mardin, Turquía), a amotinarse (seguro que en esto tuvo también mucho que ver la reducción en un cuarto de los emolumentos de la tropa [cfr. infra ]), debiendo el emperador reponer en el cargo a Philippicus, algo que los soldados aceptaron con renuencia, pues entretanto habían proclamado como su comandante a Germanus, el jefe de las tropas (dux) de la provincia de Phoenicia Libanensis (actualmente, el este de Líbano y sur de Siria). Sin embargo, cuando Philippicus fracasó en la toma de la ciudad de Martyropolis (actualmente las ruinas de Mejafarkin, en las cercanías de Mermer [la

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de más al noreste], en la provincia turca de Diyarbakir), Mauricio lo sustituyó definitivamente en el cargo por Comentiolus, que venció a los persas en Sisarbanon (Şirvan, al nor-noreste de Siirt, provincia de Siirt, Turquía) y tomó la disputada fortaleza de Akbas (la actual Başka Kale, en las cercanías de Ambar [la de más al noreste], en la provincia de Diyarbakir, Turquía).

En 591 la guerra contra los persas terminó por un hecho sucedido el año anterior, cuando al emperador se le presentó una inmejorable ocasión de intervenir en los asuntos internos persas, utilizándolos en su favor. En 590, el emperador Ormuz (Hormisdas) IV fue destronado y asesinado en el curso de un golpe de Estado promovido por el general Bahram Chobin, que se apoderó del trono, en el que se sentó con el nombre de Bahram VI. El hijo y heredero del difunto, Cosroes (luego Cosroes II [590-628]), se refugió en los dominios del

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emperador de Oriente. Mauricio entonces lo acogió, lo casó con una bizantina, María (¿una hija del propio Mauricio?)22 y le proporcionó ayuda diplomática (los oficios del obispo Domitianus23) y militar (mandada por Comentiolus) para que, al año siguiente, Cosroes pudiera conseguir el trono persa. Naturalmente, la ayuda no era gratis y el nuevo Gran Rey persa, previamente a recibir la ayuda, hubo de firmar un tratado de paz con su benefactor, que se mantuvo vigente mientras vivió Mauricio, y además tuvo que ceder al Imperio de Oriente la Armenia persa y el norte de la Mesopotamia oriental.

La política religiosa de Mauricio

En los asuntos religiosos, Mauricio fue un ferviente católico, que se opuso, violentamente cuando lo consideró

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necesario, a los herejes monofisitas24, muchos de los cuales se refugiaron en Persia. Sin embargo, sus relaciones con los papas que coincidieron con su Imperio (Pelagio II [579-590] y san Gregorio I [590-604]25) no fueron buenas ya que, entre otras cosas, permitió al patriarca de Constantinopla Juan IV (582-595) autotitularse «patriarca ecuménico», algo que no se aceptó en Roma. Además, el papa Gregorio negoció una tregua con los

lombardos en 593, que no contaba con la

autorización de Mauricio. Del sentimiento religioso de Mauricio ha llegado hasta nuestros tiempos la fiesta de la Asunción de la Virgen María, que aún hoy en día se celebra el 15 de agosto, fecha fijada por nuestro hombre.

El final del imperio de Mauricio

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de su familia (aunque, como veremos, fracasó en ese empeño) y en 597, cuando se encontraba gravemente enfermo y creyó morir, otorgó testamento, según el cual su hijo mayor Theodosius se convertiría en el nuevo emperador, en Constantinopla, mientras que el segundo, Tiberius, recibía el gobierno de Italia y las islas de Occidente bajo dominio bizantino (Sicilia, Córcega, Cerdeña y las Baleares), con sede en la antigua capital imperial, Roma. Como se recuperó de la enfermedad, no se hicieron efectivas estas disposiciones.

A pesar de sus conocimientos militares en general y sobre los soldados en particular, su mandato no estuvo libre de motines de las tropas. Uno de ellos tuvo su centro en 588 en las unidades orientales, causado porque la habitual escasez de fondos en las arcas imperiales motivó que al ejército le fueran rebajadas en un cuarto las raciones, lo que unido a un cambio en el mando que no gustó

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a los soldados (asunto ya comentado en líneas anteriores), provocó el motín de las mencionadas tropas. Mauricio tuvo que revocar la medida. Otro ocurrió en 594 cuando el emperador intentó reducir el dinero entregado a los soldados para vestuario y equipo. De nuevo el emperador tuvo que desistir y además ofrecer un aumento en los pagos a los veteranos y a los huérfanos de guerra. El último y más grave tumulto militar fue el que llevó al trono a su sucesor, un oficial del ejército de Thracia llamado Flavius Phocas (Focas, 602-610), ya que en noviembre de 602, como se ha visto en líneas anteriores, se ordenó a ese ejército, al finalizar una campaña militar contra los eslavos, invernar al norte del Hister, en tierra de bárbaros, después de ocho meses de duras operaciones, impidiendo a los hombres volver con sus familias durante los meses fríos y exponiéndolos a las penalidades ocasionadas

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por el clima, la escasez de suministros y los probables ataques del enemigo. El jefe del ejército, el magister utriusque militiae per Thracias y hermano del emperador, Petrus, que había regresado a Constantinopla reclamado por Mauricio, volvió a su puesto para intentar aplacar el motín, pero al no conseguirlo, huyó junto a su hermano. Por su parte, los amotinados, dirigidos por Phocas, emprendieron la ruta hacia la capital imperial, donde un viejo y desconfiado Mauricio empezó a sospechar de una conspiración de sus allegados, su joven (17 años) hijo Theodosius y Germanus, el suegro de este. La razón es que, al parecer, los amotinados exigían la sustitución de Mauricio por su hijo o, en su defecto, por Germanus. Theodosius fue detenido por orden de su padre y azotado en público, mientras que Germanus pudo refugiarse en sagrado, en la basílica de Santa Sofía. Esto no bastó para detener lo que ya se había

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convertido en una revolución y mientras los soldados rebeldes avanzaban hacia la capital, en la misma se produjeron revueltas, dirigidas por las dos facciones del hipódromo, los verdes y los azules26. Mauricio no actuó como su antecesor Justiniano I y su consorte Teodora en 532 durante la revuelta de la Niké, haciendo frente a la situación, y, junto a su esposa y sus ocho hijos (incluido, el suponemos dolido y dolorido, Theodosius), cruzó la Propontis (el actual mar de Mármara, entre las partes europea y asiática de Turquía), refugiándose e n Nicomedia (hoy İzmit, en la provincia de Kokaeli, Turquía), en la provincia de Bithynia. Theodosius abandonó a su familia y se refugió en la corte persa del antiguo refugiado Cosroes II, mientras que Germanus tuvo que hacerse monje, dejando el campo libre al auténtico dominador de la si tua ci ón, Phocas, que, tras vencer la oposición de Comentiolus, jefe de la

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guarnición de la capital, el 23 de noviembre se convirtió en emperador, coronando él mismo dos días después como emperatriz a su esposa Leontia. El 27 del mismo mes, Mauricio, descubierto en su refugio por una fuerza enviada por el nuevo emperador, fue ejecutado momentos después de que lo fueran sus cuatro hijos menores (Tiberius, Petrus, Paulus y Iustinus). Sus cadáveres fueron arrojados al mar excepto sus cabezas, llevadas a Constantinopla. Comentiolus fue ejecutado también el mismo día. La viuda de Ma uri ci o, Constantina, y las tres hijas (Anastasia, Theoctista y Cleopatra) que quedaban tuvieron que tomar el velo en un monasterio para escapar a la muerte. Otros allegados y partidarios del difunto emperador, como su hermano Petrus, también fueron ajusticiados por orden de Focas.

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LA OBRA Y SU AUTOR

El tratado sobre técnicas militares trasmitido por la tradición bajo el título Strategikon (Sobre el general) ha generado a los estudiosos diversos problemas que comienzan ya en el momento de plantearse la autoría y datación del mismo.

El carácter diacrónico de la obra, un tratado bizantino de técnicas militares que bebe de un gran número de fuentes más antiguas, ha ocasionado divergencias a la hora de fecharla, y por lo tanto de atribuirla a un determinado autor. Escrita en un griego deliberadamente sencillo, se ha establecido, con buen criterio, un término ante quem para su datación27: el año 573, época en que los persas comienzan a ser de nuevo una amenaza para el Imperio Romano-Bizantino. La insistencia a lo largo de todo el tratado en hablar sobre los persas confirma que la obra fue compuesta en una fecha

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posterior a la indicada. Otros pueblos citados en el tratado serán los lombardos (longobardos), que entran en escena, en Italia y procedentes de tierras danubianas, en el año 568, los ávaros que plantean dificultades al Imperio en los años setenta del siglo VI, los eslavos en la misma época, y los antes, a los que ya no se cita más a partir de 601. Asimismo la obra no pudo haber sido compuesta en una época posterior a la victoria definitiva sobre los

persas, en 628. Este dato viene confirmado

por la ausencia de referencias a los árabes, por lo que la obra es anterior a los años treinta del siglo VII, fecha de las invasiones musulmanas.

El tratado no cita nombres contemporáneos, lo que es un obstáculo para zanjar su datación, aunque sí menciona tres acontecimientos recientes: en X 1 hay una referencia al sitio de Akbas (cfr. supra ) en 583; en IX 3 encontramos la alusión al

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envenenamiento del cereal de los caballos por los persas, probablemente referido al intento de los enemigos de Cosroes II (a quien los soldados de Mauricio estaban a punto de reponer en su trono) en 591 de envenenar el alimento de las tropas y caballos romano-bizantinos que le estaban ayudando, y en IX 2 hay una referencia al ataque de los ávaros sobre una ciudad l l a ma da Heraklea, con toda probabilidad Heraclea Lyncestis (actualmente ruinas en las cercanías meridionales de Bitola, en el condado del mismo nombre, en el suroeste de la Antigua República Yugoslava de Macedonia), hecho que tuvo lugar en 592.

La obra comienza con una invocación a la Santísima Trinidad. El emperador Mauricio promulgó un decreto según el cual todos los documentos imperiales debían comenzar con la fórmula «En el nombre de Nuestro Señor, Dios y Redentor Jesucristo». Durante el mandato de Focas (602-610) sería la fórmula

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trinitaria la utilizada, encontrada por primera vez en 60528. Es por eso por lo que J. Wiita sostiene que la obra se escribió entre los años finales del imperio de Mauricio (aproximadamente desde 592) o durante el reinado de Focas (antes de 610).

Más problemático es el autor del tratado. Filólogos como Scheffer29, Aussaresses30 o Dennis31 lo atribuyen al emperador Mauricio basándose tanto en los argumentos de datación ofrecidos anteriormente así como en el título ofrecido por una rama de la tradición formada por los códices VNP. Sin embargo, el mejor texto, el códice Laurentianus (f. 3r), atribuye el Strategikon a un tal Urbikíos (Urbicius): Οὐρβικίου τακτικά

στρατηγικῆς. A este Urbicio, identificado con

el escritor de época de Anastasio I (491-518) y del que conservamos un epigrama en la Anthologia Graeca32, lo atribuye R. Vâri33 lo mismo que Dain en un primer momento.

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Posteriormente rectificará adhiriéndose a la opinión de Aussaresses34. Sin embargo es más probable la interpretación de Dennis35 para quien se pudo leer οὐρβικίου en lugar de

αυρικίου al dejar un espacio en blanco para

la inicial M del nombre. Este dato viene confirmado por el título del códice Ambrosianus: Μαυρικίου τακτικά τοῦ ἐπὶ τοῦ

βασιλέως μαυρικίου γεγονότος: «Taktiká de

Mauricio que vivió durante el reinado del emperador Mauricio», de donde se debe le e r: Μαυρικίου τακτικά τοῦ ἔπειτα βασιλέως

γεγονότος: «Taktiká de Mauricio que luego

llegó a ser emperador».

J. Wiita36 propuso, sin argumentos sólidos, la posibilidad de que el autor sea Philippikos (Philippicus)37, el general y cuñado de Mauricio (casado con su hermana Gordia) que había servido junto a él en la campaña contra los persas (577-581) y que después

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de subir al trono en 582 fue comes excubitorum y al año siguiente magister utriusque militiae per Orientem. Mandó tropas en la frontera persa y en Tracia, aquí como magister utriusque militiae per Thracias. Durante el imperio de Focas (602-610) salvó su vida porque se hizo monje (a pesar de que su esposa Gordia vivía aún), situación de la que lo sacó el nuevo emperador Heraclio (Heraclius, 610-641), que lo reintegró al servicio y lo nombró de nuevo magister utriusque militiae per Orientem, puesto desde el cual combatió contra los persas durante los últimos años de su vida. Aunque no fue muy afortunado en el campo de batalla, mantuvo buenas relaciones con sus oficiales y sus tropas. Era conocido por su interés en la historia y en las peculiaridades de otros pueblos. Tuvo un especial interés en el cartaginés Aníbal, de quien aparecen varias anécdotas en este tratado. Durante su periodo de monje,

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hallándose en su monasterio 38 tuvo la posibilidad de reflexionar, investigar y escribir. Murió en torno a 615. Quizá en este sentido vaya la opinión de D. Nicolle39, según la cual es posible que este manual fuese escrito a principios del imperio de Heraclio, como libro práctico para oficiales antes de la gran guerra que este emperador libró contra los persas sasánidas.

En cualquier caso, fuera quien fuese el autor, no hay duda de que es un manual militar oficial, impulsado y aprobado por el poder imperial.

Respecto al estilo del tratado40, el propio autor hace en su prólogo toda una declaración de intenciones. Su obra, de carácter didáctico, está dirigida a hombres de armas y por lo tanto debe estar carente de artificios retóricos, ofreciendo una morfología y sintaxis sencillas41. Su lengua debe ser clara y llana, en oposición a un

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lenguaje más elaborado y menos comprensible, con el fin de que su obra sea chresimón, «provechosa» (cfr. la introducción del texto), tópico que también encontramos en la literatura hagiográfica42. Queda unido así Mauricio a una lista de autores bizantinos de obras didácticas, tales como León VI el Sabio (886-912)43 o su hijo Constantino VII Porfirogénito (912-959)44 que hacen ostentación en sus prólogos de una prosa clara y simple. Así pues, el estilo de Mauricio es propio de una koiné literaria que muestra múltiples cambios semánticos y gran variedad de neologismos, especialmente latinismos que proceden tanto de la vida cotidiana (παγανός I 6, οὐλτίμους I 8, βοσκάς I 9, πουβλικίζεται VI 4) como del léxico militar

(σαγίττα I 1, ἄρμα Ι 2, δούξ I 3, καβαλλάριοι I

4, τριβοῦνον I 6, κάστρου I 6, ῥεπαρατίονα I 6,

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LA TRANSMISIÓN DEL TEXTO

La transmisión del texto de Mauricio la hemos recibido a través de los siguientes códices:

Codex Mediceus-Laurentianus 55, 4 (= M) copiado a mediados del siglo X como parte de una obra enciclopédica bajo el reinado de Constantino VII Porfirogénito45. En este mismo manuscrito la obra de Mauricio comparte lugar con otros autores de re militari como Eliano, Asclepiodoto, Eneas, Arriano, Onasandro o diversas obras de León VI.

Codex Vaticanus griego 1164 (= V): Irigoin46 lo data en 1020 en Constantinopla. Destaca por presentar gran cantidad de lagunas.

Codex Neapolitanus griego 284 (111C 26) (= N): Fechado a mediados del siglo XI47. Contiene los Taktiká de Eliano, el Stategikos

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de Onesandro y el Strategikon de Mauricio. Codex Parisinus griego 2442 (= P) al igual que V fue copiado en un scriptorium de Constantinopla48 y también contiene obras militares tanto clásicas como bizantinas.

Codex Ambrosianus griego 139 (B119 sup.) (= A) de mediados del siglo X. Contiene otros escritos militares como la obra de León VI. El texto correspondiente al Strategikon es una paráfrasis del mismo al griego de la época49 y tiene por fuente tanto la primera (= M) como la segunda familia (= VNP).

Junto a estos códices conservamos la obra de León VI Problemata50 (= Lp), obra militar organizada en forma de preguntas y respuestas donde se ofrecen citas textuales de la obra de Mauricio. Las Tacticae Constitutiones (= Lt) del mismo autor, organizadas en veintidós libros, ofrecen paráfrasis del Strategikon, los Taktiká de Eliano y el Strategikos de Onesandro.

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Dain establece tres familias en la transmisión del texto del Strategikon procedentes de copias realizadas en la primera mitad del siglo VII y transliteradas en torno al IX de uncial a minúscula, de donde se copiarán los manuscritos conservados.

La primera familia estaría representada por M que, según Dain51, es la auténtica transliteración de mayúscula a minúscula.

La segunda, que Dain denomina «recensión interpolada», estaría compuesta por P y V (y N que sería codex descriptus de V) que procederían de un arquetipo común datado en el siglo X y denominado por Dain como «Mazoneus». Presenta más del doble de errores y omisiones que M, así como gran cantidad de interpolaciones, glosas y añadidos.

Existiría una tercera familia, origen de una tercera transliteración que habría servido de fuente de las citadas paráfrasis de León VI.

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FUENTES

Un manual militar no se puede escribir ex novo. Esto significaría despreciar años (a veces siglos) de experiencia previa, en la que además se habría formado a su vez la persona que lo ha escrito. Lo que suele hacer un autor en un texto de este tipo es recoger dicha experiencia, sistematizarla, agregar la suya propia (si ha sido militar) y/o la de otros militares conocidos de él y las propias ideas originales del autor y adaptarlo todo al tiempo y al espacio en que vaya a ser utilizado. Así, Mauricio (o quien fuera realmente el autor) se inspira en cientos de años de experiencia militar romana previa, sistematizada a su vez en otros manuales militares anteriores (algunos de los cuales no han llegado hasta nosotros o, probablemente, ni siquiera tenemos noticia de ellos) quitando lo que ya está anticuado

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para su época y añadiendo las nuevas formas de organización y táctica que estaban probando su eficacia en la época del autor, algunas de ellas inspiradas incluso en prácticas y equipos utilizados por los enemigos del Imperio Romano de Oriente, sobre todo por los persas. Es indudable que el autor del Strategikon, ya fuera el mismo emperador Mauricio o cualquiera de los otros posibles autores, como no podía ser menos en aquella época en un militar de alta graduación, conocía toda la producción literaria de temática militar que un estado tan belicoso como el romano, del que el bizantino (Imperio Romano de Oriente, era su nombre oficial) era su continuación natural y lo normal es que la tuviera muy en cuenta52. De todas maneras, como dice G. Ravegnani (2007, p. 49), el Strategikon «no supone simplemente una reproducción acrítica de obras precedentes sino más bien un tratado primordialmente funcional para la

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formación de los oficiales».

A pesar de lo que vamos a comentar a continuación, hay que decir que el Strategikon es una obra bastante original, en el sentido que desde que escribe el último tratadista militar que conocemos antes de Mauricio, Vegecio (muy arcaizante, por otra parte), a fines del siglo IV o comienzos del V, la manera de hacer la guerra ha cambiado mucho. Como muestra, lo siguiente: en Strategikon IX 4 (por ejemplo) se dice textualmente «… si el ejército consiste solo en caballería…», cuando ni siquiera en los tiempos de las invasiones bárbaras que acabaron con el Imperio Romano de Occidente, cuando la caballería empezaba a tener ya más peso en las formaciones militares, era concebible un ejército compuesto únicamente por jinetes. Aunque está claro que el autor del Strategikon se inspiró en algunas fuentes, ni mucho tomó informaciones, más o menos extensas, de

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manera literal.

Mauricio dice al final del capítulo 4 del libro XI que lo que ha escrito lo ha hecho «teniendo en cuenta nuestra propia experiencia y a las autoridades del pasado». Quiénes son estas «autoridades» no lo sabemos, pues esas posibles fuentes, como se dijo antes, en su mayoría no han llegado hasta nosotros más que como menciones bibliográficas (algunas ni eso) y no podemos valorar qué parte de influencia tuvieron en la obra que aquí analizamos. De los autores militares que sí han llegado hasta nosotros, uno de ellos, Vegecio, en su Epitoma Rei Militaris (Resumen de los asuntos militares) (I 8, 11; I 27, 1), al contrario que Mauricio, sí que nos hace saber en qué autores anteriores ha basado su obra. Bien estará que los reseñemos aquí pues, casi con toda seguridad, esos mismos escritores habrían sido leídos por el autor del Strategikon e influido en su obra aunque no

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necesariamente en términos literales de tomar partes de las mismas. Dice pues Vegecio que ha leído previamente las obras de Catón el Censor, Cornelio Celso, Frontino, Paterno y las constituciones imperiales promulgadas sobre asuntos militares por los emperadores Augusto, Trajano y Adriano53.

En una ocasión (XII B 22), Mauricio hace referencia a «los antiguos»54 y ciertamente que son antiguas (aunque no podamos precisar más) algunas de las fuentes que utiliza para componer su obra, pues en uno de sus pasajes (VIII 2, 88) hace mención de una serie de gentes contra las que lucharon los romanos, la mayoría de las cuales ya no existían como pueblos a fines del siglo VI y comienzos del VII: los hispanos, galos y lígures hacía siglos que se habían romanizado, pasando todos desde 212 d.C. (en virtud de la Constitutio Antoniniana promulgada por el emperador Caracalla

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[Septimius Bassianus, luego Marcus Aurelius Antoninus, 211-217]) a ser ciudadanos del Imperio; tampoco había britanos como tales, pues el sur de su isla, conquistado por Roma desde la invasión de 43 d.C., se había integrado en el Imperio y sus habitantes acabaron siendo también desde 212 ciudadanos romanos, además de que en el tiempo en el que se escribe este manual, la parte romana de Britannia había sido invadida por las tribus germánicas de anglos, jutos y sajones; tampoco existían los partos, sustituidos desde 226 d.C. por los persas sasánidas, desde ese año precisamente los mayores adversarios orientales (y quizá los mayores enemigos en general) del Imperio Romano y luego de su continuador, el Imperio Romano de Oriente. Los que sí existían aún, aunque divididos (como siempre) en multitud de tribus, eran los germanos, algunas de cuyas etnias habían creado florecientes reinos en regiones del

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antiguo Imperio Romano de Occidente, como los visigodos en la península ibérica, los ostrogodos en la Itálica o los francos en la Galia, mientras otros se estaban abriendo camino en esas tierras occidentales, caso de los lombardos.

La obra anterior que más relación tiene con la de Mauricio es el Epitoma Rei Militaris (Resumen de los Asuntos Militares) de Vegecio, autor de fines del siglo IV y comienzos del V d.C., algo que es totalmente natural, pues es el que más próximo está en el tiempo al final del siglo VI, cuando se escribe el Strategikon. Tanto en esta obra como en la de Vegecio hay bastantes títulos de capítulos que sugieren que la información de nos van a trasmitir es similar e incluso que Vegecio podría ser la fuente de Mauricio. Una vez leídos, en muchos de ellos no ocurre tal cosa y aunque hablen del mismo tema, cada autor lo enfoca de manera completamente diferente. En los que sí son

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similares en contenidos, nunca Mauricio reproduce una expresión literal de Vegecio, únicamente se inspira en ella y la explica con sus propias palabras. En las siguientes líneas analizaremos estas semejanzas y destacaremos alguna diferencia.

Empezando por el entrenamiento, es muy importante el que se ha de dar a los reclutas para que sepan montar a caballo, como lo recoge Mauricio (I 1) (si bien es verdad que este refiere ese entrenamiento como específico para arqueros a caballo). A esto también hace referencia Vegecio (I 18), pero para todos los reclutas, independientemente de que vayan a servir en caballería o en infantería. Siguiendo con la instrucción, Mauricio recoge en ese mismo capítulo el entrenamiento como arqueros que deben tener todos los soldados, tanto los de infantería como, sobre todo, los de caballería. Vegecio (I 15) también habla de dicha instrucción. En Strategikon XII B, 3, se

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habla de entrenamiento de los infantes: como arqueros, en el salto, en la carrera, en el lanzamiento de pequeñas jabalinas, en el uso de la honda, aspectos de la instrucción que Vegecio desglosa más extensamente (I 9-17). El entrenamiento es tan fundamental en un ejército que Mauricio (VIII 2, 9) dice textualmente que: «La naturaleza produce tan solo unos pocos hombres bravos. Sin embargo el cuidado y el entrenamiento hacen eficientes soldados», idea que ya vemos en Vegecio (III 26, 12), donde se afirma que: «La naturaleza engendra pocos hombres fuertes, pero el trabajo con un adiestramiento oportuno hace fuertes a muchos». Mauricio considera (VIII 2, 3) que nunca hay que llevar a los soldados a la batalla sin estar debidamente preparados, algo con lo que Vegecio (III 26, 3) está totalmente de acuerdo y lo dice con palabras similares. Igualmente, Mauricio habla (XII B 2 y 3) de cómo debe ser el entrenamiento

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del infante, tanto con armamento pesado como ligero, y de los arqueros, de lo que encontramos también rastros en Vegecio (I 9-20 y 26-28), pero no demasidos ni literales. El entrenamiento o, por lo menos «el entretenimiento» (no se debe dejar caer a los soldados en la molicie y la relajación) es fundamental: Mauricio (VIII 2, 15) cree que «los soldados deben siempre estar haciendo algo, incluso si no hay enemigo molestándonos. La desidia habitual significa problemas para un ejército», algo que Vegecio (III 26, 13) ya sabía, pues dice que «el ejército con el esfuerzo prospera, con la desidia se malogra». Los responsables del entrenamiento serían los oficiales instructores de los que habla Mauricio (XII B 7), que son los que Vegecio (I 13, 1 y II 23, 3) denomina campidoctores («maestros de armas» o «instructores de campo», según las diversas traducciones).

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de asalto y su manera de avanzar y

combatir nos recuerda al legionario pesado del que habla Vegecio (II 17, 5).

En lo que se refiere a armamento, Mauricio (XII B 5) menciona en una ocasión las ballistae (ballestas) como de dotación en su ejército, algo que también hace Vegecio, pero en más oportunidades (II 15, 7; III 14, 13; IV 21, 1; IV 22, 1 y 6) y distinguiendo entre dos tipos: la manuballista y la arcuballista (para más información sobre este tipo de armas, cfr. la primera nota que acompaña a Strategikon XII B 5). Asimismo en Mauricio se menciona varias veces (XII B 2, 4, 5, 6, 12, 16, 18, 20) el matiobárbulo o dardo emplomado, pero no se le dedica un capítulo completo como hace Vegecio (I 17).

Si hablamos de los oficiales, en Mauricio (II 16) se habla de la colocación de los oficiales en la batalla; en Vegecio (III 18) también, pero la colocación no es la misma.

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la transmisión de órdenes en el campo de batalla mediante el sonido de instrumentos, algo de lo que también habla Vegecio (II 22) aunque no en el mismo sentido.

En lo referente a los acuartelamientos, Mauricio (V 4) habla de los campamentos intermedios; Vegecio (I 20-25 y III 8) habla de cómo instalar un campamento pero tampoco en el mismo sentido.

Mauricio (libro VII, parte A) dedica los quince capítulos de esa parte a hablar de los puntos a considerar por el general el día antes de la batalla mientras que Vegecio (III 11) solo dedica un capítulo a «Qué precauciones deben tomarse el día antes de la batalla campal».

En cuestión de espías, Mauricio (IX 5) habla de las formas de detectar a un espía en el campamento propio. También Vegecio trata el tema (III 26, 27) dándonos una información coincidente a la que describe Mauricio y con palabras, si no iguales, sí muy

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similares.

Para Mauricio es importante no llevar al enemigo a la desesperación, de tal manera que morir en combate sea para él la mejor de sus opciones y por ello habla (VIII 1, 25; VIII 2, 92) de que a los enemigos de ciudades o campamentos tomados o cercados en el campo de batalla hay que dejarles una puerta o vía abierta para que escapen, y no provocar esa desesperación de la que hablábamos antes, pero no dice qué actitud hay que tomar con dicho enemigo una vez haya escapado. Por el contrario, Vegecio (III 21), dice lo mismo del enemigo derrotado en general, pero para que luego pueda ser aniquilado mientras trata de huir.

Tanto Mauricio como Vegecio están de acuerdo en que hay que escatimar la vida de los soldados propios, por lo que el primero dice (VIII 2, 4 y 28) que es bueno hacer daño al enemigo con cosas que no sean una batalla campal, como provocándoles el

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hambre al cortar sus suministros; el segundo (III 26, 32) cree lo mismo del método del hambre y dice también (III 26, 31) que los buenos comandantes no se empeñan en batalla campal salvo cuando las condiciones son muy buenas o por la máxima necesidad.

Sobre qué hacer con los enemigos que se pasan a nuestro campo, Mauricio (VIII 2, 6) es de la opinión de que un desertor del enemigo es más útil así, como desertor, que muerto; Vegecio (III 26, 7) dice algo parecido: «Hay que depositar mucha confianza en atraer y acoger a los enemigos, si vienen de buena fe, pues provocan más quebrantos en el adversario los desertores que las bajas».

Entra las características que debe tener un buen general, Mauricio y Vegecio coinciden en muchas de ellas. Así, Mauricio (VIII 2, 7) afirma que «el que cuidadosamente no compara sus propias fuerzas con las del enemigo está abocado a un final

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desastroso», una idea que Vegecio (III 26, 9) nos transmite con las siguientes palabras: «es difícil vencer a quien hace una correcta estimación de las fuerzas del enemigo y las suyas propias». En otra ocasión, Mauricio (VIII 2, 11) dice que «tras obtener una victoria, el estrategos que persigue al enemigo con un ejército disperso y desorganizado se la regala al enemigo», algo en lo que está completamente de acuerdo con Vegecio, que afirma (III 26, 16) que «quien emprende una persecución con sus soldados desperdigados y sin orden desea entregar al enemigo la victoria que ha obtenido». Más adelante, Mauricio (VIII 2, 13) nos informa de que: «un buen

estrategos es aquel que usa sus propias

habilidades para adaptarse a las oportunidades que tiene y a las cualidades del enemigo», algo que Vegecio (III 26, 6) ya había adelantado al escribir que: «aprovechar las ocasiones suele ser de más

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ayuda en la guerra que el valor». Un buen comandante no puede desatender una función tan importante como es la de mantener a sus hombres debidamente avituallados y así Mauricio (VIII 2, 19) dice textualmente que «el comandante que falla en proveer a su ejército con la comida necesaria y otros suministros está haciendo preparativos para su propia derrota, incluso si el enemigo no está presente», una idea que se hace eco de lo que ya decía Vegecio (III 26, 17) tiempo atrás: «quien no se aprovisona de grano y de todo lo necesario cae derrotado sin la necesidad de armas». Un buen comandante tiene que conocer las unidades bajo su mando y saber si su caballería es mejor que su infantería o viceversa, para poder sacar el mejor partido de las tropas que tiene disponibles y tanto Mauricio como Vegecio tocan el tema. El primero (VIII 2, 20), en lo que se refiera a la caballería dice que «el comandante que

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confía en su propia caballería, especialmente en los lanceros, debe buscar llanuras anchas favorables para este tipo de tropas y allí forzar la batalla»; Vegecio (III 26, 25) expresa su opinión de manera similar: «quien confía en su caballería debe buscar terrenos más apropiados para la caballería y acomodar las maniobras a los soldados de este cuerpo»; si hablamos de la infantería, Mauricio dice (VIII 2, 21) que «si él [el

strategos] confía más en su infantería,

debe tener cuidado en elegir terrenos accidentados, espesos y escabrosos y organizar allí la lucha», algo que Vegecio (III 26, 26) formula de la siguiente manera: «quien confía en su infantería debe buscar terrenos más apropiados para la infantería y acomodar las maniobras a los soldados de este cuerpo». Asimismo la información es vital para el comandante de un ejército, no solo el saber qué hace el enemigo sino también saber qué sabe el enemigo de uno

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mismo y por ello Mauricio escribe (VIII 2, 22): «si nos enteramos que nuestros planes han sido revelados al enemigo, entonces debemos cambiar todas nuestras contraseñas y otras señales, así como nuestra formación de batalla», palabras que corroboran las que escribió Vegecio (III 26, 28) muchos años antes: «cuando sepas que tu plan ha sido revelado al enemigo conviene que cambies de táctica». Aunque es de buen general saber pedir y aceptar consejos, la responsabilidad de dirigir un ejército es, en última instancia, de su comandante y solo suya, algo que queda reflejado en las palabras tanto de Mauricio como de Vegecio, cuando el primero escribe (VIII 2, 23): «Para aquello que deba hacerse, busca el consejo de muchos; para aquello que deberás realmente hacer, toma el consejo de solo unos pocos de confianza; entonces, ya completamente solo, decide el mejor y más útil plan de todos y síguelo»,

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