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Facebook es un fenómeno surgido en este siglo que, en mi opinión, está cobrando

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D i c

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Baja Tolerancia a la Frustración

Juventud atrapada en una realidad efímera Nathalie Gallardo Schwan

Introducción

Atrapados en la ideal realidad efímera, no queremos mirar fuera de la ventana, ni hacia adentro, en la mente y el corazón.

F

acebook es un fenómeno surgido en este siglo que, en mi opinión, está co- brando gran importancia en la vida de mucha gente joven; en Guadalajara, en México y alrededor de todo el mundo.

Es un sistema implementado recientemente (2004) que, a través de Internet, permite a cualquier persona crear un perfil para mantener contacto con los otros miembros de la red. Tiene muy diversas funciones: desde juegos, chat, organiza- ción de eventos, el poder escribir comentarios en los muros1 de otras personas, subir y ver fotos ,realizar tests de lo más variados y, sobre todo, encontrar a gente que conocemos y convertirla en nuestros “amigos”. Según he podido observar y experimentar, este sistema de entretenimiento y comunicación es muy popular entre los jóvenes, empezando en niños incluso menores de diez años.

Es una gran inversión de tiempo darle continuidad al constante flujo de información en que, para bien o para mal, se ha convertido una parte importante de nuestra vida social como jóvenes.

Actualmente, y desde hace ya casi dos meses, cerré mi cuenta en esta pági- na por enésima vez, convencida de que esta vez sería la definitiva. No la he deja- do en innumerables ocasiones por haber sido víctima de agresiones o algún tipo de acoso; no fueron mis padres que, al ver cuanto tiempo pasaba en la red, me obligaron a cerrarla. No, fue una resolución que tomé al percatarme de que, de Facebook, no estaba obteniendo nada profundo ni útil para el resto de mi vida.

Ningún recuerdo importante que pudiera preservar para mis años de adulta, sólo el resplandor del monitor y el botoncito rojo en la esquina superior izquierda de la pantalla indicándome que había recibido otra notificación.

Atrapada como estaba en el constante bombardeo de información, al cual me sentía obligada a corresponder para no quedarme atrás en un constante tor- bellino de acontecimientos, que se esfumaban al día siguiente, también empecé a sentir una frustración muy grande por todas las horas que invertía en Facebook...

1 Muro: Página principal de cada individuo en la que se muestra su información personal y en la cual, sus “amigos” pue- den escribir mensajes.

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Sentía como, estando yo sentada frente al monitor, pasaban las horas de manera tan silenciosa como rápida sin dejarme nada a cambio. Era un ocio muy vacío que lo mismo me frustraba como emocionaba, esperando ansiosamente que alguien contestara a lo que yo había comentado, “aportado” a la existencia de mis “ami- gos”. Como dije anteriormente, lo aportado en esta red muchas veces desaparece rápidamente con la salida del Sol, como el rocío de las plantas; no queda nada, nada más que ése dudoso placer de sabernos parte de algo.

Tal vez lo que más me preocupa de este sistema es cómo pervierte el sen- tido de las relaciones humanas. Dejando el desarrollo de éstas en manos de un contacto cada vez más superficial, masivo y efímero, estimulado por la creciente necesidad de una mayor velocidad y “eficiencia” ante todos los aspectos de la vida.

Al realizar esta investigación mi objetivo es relacionar el problema con el capítulo llamado “Congelamiento de las sensaciones” del libro Los ocho pecados mortales del hombre civilizado, del etólogo Konrad Lorenz. Pecado en el que Lo- renz trata el tema de una sociedad humana tan acostumbrada a obtener todo sin querer sacrificar nada, que cualquier suceso en la vida se convierte en otro aburrido suceso más; por lo que la ansiedad para buscar la satisfacción es enor- me… Pero la satisfacción nunca llega. Intentando resolver esta cuestión, mi plan se basó en leer fragmentos de algunos libros mencionados después con los que mi objetivo fue tratar de entender más sobre la avidez por la velocidad. También pretendí conocer qué mella deja en los jóvenes el uso de Facebook, la importan- cia que tiene en sus vidas y sobre todo, en las relaciones que forman con otras personas. Para lograr este objetivo, realicé encuestas entre jóvenes de Signos de distintas edades; aunque es cierto que en un principio planeé hacer más y distin- tas encuestas, cosa que no funcionó.

Este texto es una gran reflexión de lo que para mí es un problema de pérdi- da de profundidad, reflexión y sentido. Un punto de vista pesimista sobre lo que estamos viviendo ahora con la esperanza de hacer de la reflexión personal algo más generalizado; para enderezar el camino hacia lo que viene.

La velocidad como factor determinante en nuestras vidas.

Cuando aceleras cosas que no deberían acelerarse, cuando olvidas cómo ir más len- tamente, tienes que pagar un precio.

Carl Honoré, 2005 Rapidez, eficiencia; ambas palabras, parte del vocabulario promedio del siglo XXI.

Como explican autores como Honoré o Gitlin2, las vidas humanas, a lo largo de

2 Carl Honoré, Todd Gitlin. En “Elogio a la lentitud” y “Enfermos de Información”., .

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los últimos siglos, se han transformado en carreras contra sí mismas alentadas por sistemas como la medición del tiempo, en primera instancia y en segunda, entre otras, la Revolución Industrial (s.XVIII), que trajo consigo, además de pro- greso, creo yo, la definitiva separación del hombre del resto de los animales. Con esto me refiero a la creación de máquinas que sostuvieran la cotidianidad huma- na de forma más cómoda y rápida, y al mismo tiempo, la manutención que los humanos deben dar a éstas para que sigan funcionando, sosteniendo la vida de los humanos, que las mantienen bien, etcétera. En pocas palabras, un círculo; no estoy segura de si vicioso es la palabra, pero por lo menos puedo llamarle “cada vez más complejo y cómodo”.

Este fenómeno casi me había pasado desapercibido, pero al leer para esta investigación me he percatado de que el mundo occidental practica una rutina en la que pretende hacer o cumplir con la mayor cantidad de cosas en el menor tiempo posible. El hombre más “eficiente”, refiriéndose a aquel que carga con más cajas (metafóricamente hablando por supuesto) al mismo tiempo, es el me- jor; un perfecto ejemplo a seguir. Pretendemos llenarnos con muchas diversas actividades, para “enriquecernos”, “aprovechar el tiempo”. Existe un vacío insa- ciable por el que intentamos digerir la mayor parte del mundo que sea posible;

este atragantamiento conduce a una indigestión mental, a un estado en el que, como dice el etólogo Konrad Lorenz (1973):

La actualmente siempre creciente intolerancia frente al desplacer convierte las al- turas y profundidades naturalmente establecidas de la vida humana en una planicie artificialmente nivelada; a las grandiosas oscilaciones entre las altas cumbres y los profundos valles las convierte en una apenas perceptible vibración; de la luz y la sobra hace un gris uniforme. En pocas palabras: genera un aburrimiento mortal.

Como expone Gitlin (2005), estamos sometidos a un constante bombardeo de in- formación, en todas partes y a todas horas, llenándonos, vaciándonos, acaparando nuestra atención. Es tanta información todos los días que con el tiempo, pierde su

“chiste”. Nos acostumbramos a ella, nos aburrimos de ella, nos hartamos de ella;

pero al mismo tiempo nos tienen bajo su control aquellos que distribuyen la infor- mación para su beneficio. Bajo un control a niveles conscientes o inconscientes, pero ahí están, germinando en cada persona desde que es pequeña, instalando en su mente un estereotipo de pensamiento del que definitivamente no es fácil salir porque, para buena o mala suerte, es un estereotipo que garantiza comodidad in- mediata (y no podemos decir que esta perspectiva no es de nuestro agrado).

Cada día, reloj en mano, despertamos pensando en lo que debemos hacer,

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amontonándolo todo en una agenda que suele dejarnos bastante cansados y har- tos del mundo; tantas horas sentados en el coche, escuchando a los maestros, es- cribiendo en la computadora, hablando por teléfono, haciendo tarea, asistiendo a clases en la tarde, -y a fiestas por supuesto-, platicando, caminando, corriendo de un lugar a otro, mirando cientos de veces las manecillas... Claro que ahora ya no hay que preocuparse por visitar a alguien, o llamarle por teléfono; la red de comunicación inmediata (que es lo que se necesita para la atropellada vida que lleva la mayoría) ha llegado, y es gratuita. Estar al tanto de todos y de todo, además de obviamente ahorrar tiempo en métodos de comunicación menos multitudina- rios eso es lo que permite Facebook. Con eso llenamos nuestras horas las tardes y noches después de la escuela, con esta herramienta aventamos nuestros piensos al mundo, nuestras experiencias; siendo esto útil en ocasiones e irrelevante en otras. Con esto me refiero a que Facebook puede prestarse bastante al compartir por compartir y también, a distribuir información rápidamente y a muchas perso- nas. Esto último resulta de gran utilidad cuando lo que se necesita es establecer comunicación entre personas que de otra forma no lo harían (ejemplificando con los Flash Mobs, mencionados más adelante).

Esperar suele relacionarse con incomodidad, con estorbo. Ya no podemos esperar; si lo hacemos el mundo nos aplasta y nos hace a un lado. Para sobrevivir se ha vuelto necesario sumarse al vórtice de actividades que nos construyen y consumen como especie. Mantenerse fuera de esto es muy complicado –mas no imposible–, y además, no es tan cómodo. Me pregunto entonces, ¿hasta dónde es posible desconectarse, salir del “promedio”, y seguir viviendo? La avidez y las an- sias han cubierto, según yo entiendo, las mentes humanas con una niebla espesa que pretende hacernos a todos iguales, manteniéndonos ciegos y obedientes.

Buscar salir de la niebla nos separa del resto, nos condena a una soledad incó- moda. Con esto quiero decir que la velocidad nos ha creado una máscara común para todos los aspectos de la vida, impidiendo expresar lo auténtico por miedo al

“qué dirán”, frenando la satisfacción total. Auténtico es, en este sentido, algo fue- ra de lo institucional, una expresión sincera del individuo resultado de reflexio- nes personales. La negación de esto, deriva en obedecer todo lo que nos mandan porque sí, porque así estaremos cómodos, estaremos seguros, estaremos dentro y no habrá riesgo de morir solos.

Pertenezco, luego existo.

Sí, bueno, pero ¿cómo entra Facebook aquí?

La red por la que muchos jóvenes pasamos o hemos pasado en los últimos años, ha ido jalándonos, convirtiéndose en una necesidad primaria. Al realizar en-

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cuestas para este trabajo pegunté a las personas por qué razón habían abierto su página de Facebook, y fueron más de uno los que me dijeron lo equivalente a “ya nadie usaba su Messenger, entonces hice mi Facebook para poder hablar con mis amigos”. Así Messenger, otra red muy popular, está siendo desplazada por una que te permite, primero, conocer más de tus “amigos” y segundo, compartir más “de ti mismo”. Soy consciente de que esta red es utilizada para la organización de di- versos eventos que reúnen a cientos o incluso miles de personas involucradas en movimientos sociales. Aquí entran por supuesto, los ahora populares Flash Mobs3, con los que estoy de acuerdo por lo siguiente: A pesar de que claramente entran en la cultura de la velocidad, han sabido utilizar ésta como una herramienta de transformación del entorno, recuperando los espacios públicos y creando lazos interpersonales efímeros si, pero que se traducen en una fuerza comunitaria. Con esto quiero decir que los Flash Mobs son una vertiente inteligente y reflexiva de la aceleración. Aunque, regresando al tema, también soy más que consciente de que Facebook se convierte, en muchos casos, en un insaciable chismógrafo4. Si lo pen- samos bien, no vamos por la vida diciendo y compartiendo absolutamente todo lo que pasa por nuestras mentes; sería cansado, y muy seguramente podría conducir a situaciones complicadas, aunque aparentemente en Facebook es válido compar- tirlo todo…Porque además, hay gente a la que parece importarle que “Nathalie Ke- rouac se esté comiendo una galleta”. Aquí el concepto de intimidad se banaliza y parece que, con las redes sociales, repentinamente tenemos más que decir.

Podría parecer irónico, pero pasamos literalmente horas esperando a que algo suceda en Facebook, a que podamos responder a un flujo de información lo más rápidamente posible. Apretando el botón, en este caso el del teclado, contribuimos constantemente a mantener nuestras ciber-relaciones activas, ab- sorbiendo y liberando información, como jóvenes plantas en pleno proceso de fotosíntesis. Gitlin (2005, p.101) dice que “todos sentimos que de algún modo, sin movernos, vivimos más vida por minuto”. Nuestra generación se encierra en sus pantallas, ventanas a “un mundo donde te han dicho que ya todo lo sabes, y que si no, eres un tonto”,5 viendo miles de imágenes, una tras otra, escribiendo y manteniéndonos al tanto de qué es lo que los otros escriben…Sobrevivien- do. Para sobrevivir se necesita, de una forma u otra, la aceptación social, aunque

3 Movimientos sociales que se caracterizan por concentrar a muchas personas en cierto punto a cierta hora para ma- nifestarse de alguna forma y después, de improviso, separarse e irse. Estas manifestaciones duran apenas segundos o algunos minutos y los participantes son congregados a través de distintas redes como MySpace, Facebook, Twitter o incluso por SMS.

4 Juego tradicional entre estudiantes que consiste en anotar preguntas referentes a información personal en un cuader- no que luego se pasa a distintas personas, las cuales contestan las preguntas poniendo sus respuestas en el renglón con el número que les corresponde.

5 Andrés Sánchez Ascencio, en una conversación personal (marzo, 2011).

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actualmente esto signifique tener que recibir el bombardeo personal de cada

“amigo” y en respuesta, disparar nosotros .A través de ojos y manos, cada indivi- duo participante en la red es absorbido y puesto a disposición del ocio del resto, desnudando la esencia de cada uno de manera masiva e impersonal.

Facebook, a mi parecer, roba nuestra atención del mundo exterior y real del que deberíamos ocuparnos, y la deposita en las interminables redes dentro del mo- nitor; reduciendo nuestra capacidad motriz a cientos de tecleos y nuestra capacidad sentimental a un “Me gusta”. Como dice una frase que, en mi opinión debería inducir a una reflexión sobre qué hacemos con nuestra vida: “El usuario está cableado, co- nectado; hace clic, transmite, busca, descarga, luego existe” (Gitlin, 2005, p. 131).

Resultado de las encuestas realizadas entre jóvenes de la escuela Signos

0 5 10 15 20 25

Si No Tengo pero

casi no lo uso

Serie1 Serie2

¿Usas Facebook con regularidad?

0 5 10 15 20

1 2 3

Más de dos horas Entre una hora, hora y media Menos de una hora

¿Cuánto tiempo inviertes en Facebook diariamente?

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Redondo, redondo, barril sin fondo… ¿Qué es?

Como dije alguna vez, me sentiría culpable si alguien hubiera llevado una cuenta de cuántas horas he pasado en Facebook en mi vida y me la mostrara. Esto sería así porque sé que ahora, en este momento de la vida, es cuando más conexiones se generan en mi cerebro, es el momento en que mayor capacidad tenemos para aprender, para ir formando mis cimientos y después, ser una persona adulta y consciente de mi entorno.

Hace ya un tiempo empecé a sufrir una especie de crisis, causa de gran y constante malestar. Me fui dando cuenta de que, a diferencia de cuando era pe- queña, me era extremadamente difícil disfrutar de los sucesos significativos de mi vida. El miedo y la culpa me corroían por dentro al pensar que “ya no puedo disfrutar, ya no puedo sentir nada; qué voy a hacer, ¿presionarme a que me gus- ten las cosas, sonreír forzadamente y decir Güau,¡qué padre!?” Al crecer un poco más, me he dado cuenta de que, en el crecimiento y cambio, es normal separarse de ciertos gustos de la infancia, que no soy la única y que aún siento y puedo dis- frutar. Sin embargo, creo es importante mencionar que por el mismo hecho de no ser la única, es preocupante que los jóvenes perdamos paulatinamente la ca- pacidad de asombro. La lluvia de información que recibimos pasivamente a diario nos llena y hace creer que ya lo hemos visto y experimentado todo. Me parece grave que por el hecho de ya haberlo visto en la tele o en la computadora, no po- damos sentir la necesidad curiosa de ahondar en el mundo al que pertenecemos, un mundo que cada vez nos es más distante.

Creo que algo similar puede estar ocurriendo con las relaciones humanas a través de las redes sociales cibernéticas. Entablamos contacto con muchas perso- nas de forma muy sencilla, lo que nos da satisfacción y nos ahorra todo el camino que toma relacionarse con alguien “cara a cara”. Es imposible alcanzar la satisfac- ción con la versión virtual, digerida y dudosa de otra persona, sólo leer sus su- puestos pensamientos sin escuchar su risa, o el matiz de su voz al estar enojada, ver sus ojos; incluso oler su cuerpo. Aquellas características que nos ligan al resto de los animales y que al mismo tiempo nos hacen humanos, se desvanecen en la neutralidad de una red que no tiene matices, ni gestos, ni lágrimas.

Pero, obviamente, es mucho más fácil y rápido “avanzar” en una relación y sentir gratificación inmediata por medio de Facebook o Messenger; espacios que dan la oportunidad de desenvolverse como a uno le dé la gana… sin dar la cara.

Internet nos une a una velocidad increíble, mientras que al mismo tiempo puede desgarrar nuestros vínculos y actitudes más antiguos. Puedo afirmar que, el tratar temas muy profundos e importantes con personas muy significativas a través de herramientas como el correo electrónico o la red social de la que hablo en este

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trabajo, no ha contribuido satisfactoriamente a que nuestra relación se haga más estrecha porque al parecer, “Lo que pasa en la red, se queda en la red”. Es muy triste y frustrante porque, aunque haya vaciado mis pensamientos en letras, no sé cómo hablar con estas personas de forma tan profunda, no sé cómo acercarme.

Ahí es cuándo las letras e imágenes me son insuficientes y mi ser reclama la cali- dez de palabras y gestos humanos.

¿Seguimos creyendo que entre más “amigos” tengamos en Facebook, más auténticas podrán ser nuestras relaciones o soy sólo yo, que le doy importancia a la autenticidad? Ése adquirir relaciones tan efímeras y vacías nos llena de una seguridad, creo yo, muy frágil, que puede romperse con sólo apagar el monitor, o unfriendear6 a alguien.

¿Quieres ser mi amigo?

0 2 4 6 8 10 12 14

Menos de 100 Entre 100 y

200 Más de 300

Serie1 Serie2

¿Cuántos amigos tienes en Facebook?

El aproximado de usuarios de Facebook hasta ahora es de unas 500 millones de personas, las cuales suben en promedio unas 83 millones de fotos diariamente7; esto revela un gran movimiento de datos que las personas ven y asimilan, en ma- yor o menor medida, cotidianamente. El asunto que a este subtema concierne es lo fácil que es adquirir relaciones por medio de estas redes. Sigo preguntándome cuál es la verdadera necesidad de “agregar” a tantas personas que en realidad no conocemos ni nos interesa conocer. Tal vez como me comentaron alguna vez, tiene que ver con una “competencia ilimitada”, tema tratado por Lorenz como otro pecado, en que no hay sentido de empatía y el hombre compite a toda costa

6 Término utilizado en la red Facebook para decidir que alguien ya no es tu amigo. Un-Friend (“Des-amigar”)

7 Wikipedia 2011, http://es.wikipedia.org/wiki/Facebook Consultado 27/3/11

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contra sí mismo. Si se tienen los recursos y posibilidades,¿por qué no mostrarle al mundo que yo puedo ser más popular? Al fin que no cuesta nada, y no es ne- cesario poner tu verdadera esencia en ello. Puede considerarse como divertido o entretenido, pero al mismo tiempo yo lo considero inútil y en cierto grado, deshumanizante. ¿Qué ganamos con saber de todos los sucesos alrededor de la prima de la vecina de nuestro amigo? ¿Estar dentro, pertenecer? Las relaciones humanas se vuelven tan banales que ya no significa absolutamente nada si tienes 300 amigos o 1000. Más, más, más, que al fin no es de verdad; consumir sólo por consumir, sólo que ahora no son productos sino personas.

Hace poco, con motivo de esta investigación, reabrí mi cuenta de Facebook y agregué a 20 personas como “amigas”; pero debían ser exclusivamente 20 per- sonas que, aunque me vieran todos los días, nunca o muy rara vez, me digieran la palabra. En una hora, 6 de esas 20 ya me habían aceptado, a lo largo de los siguientes días lo hicieron las demás. Después, estando en la escuela, observé el comportamiento de algunas de ellas, tratando de ver si el hecho de que me hubieran aceptado como “amiga” cambiara su actitud hacia mi de alguna forma.

Nada. En Facebook, tampoco dieron señales de saber que yo existía. Hasta aquí puedo concluir que los que me aceptaron, compraron el producto casi a ciegas (o sea yo) por pertenecer a la comunidad Signos, y lo dejaron arrumbado en un rincón, sin esperar nada de él.

Resultados de las encuestas realizadas entre jóvenes de la escuela Signos II

0 1 2 3 4 5 6 7 8 9

A todos A menos de la

mitad A más de la mitad

Serie1 Serie2

¿A cuántos de tus “amigos” en Facebook conoces bien?

(10)

0 2 4 6 8 10 12

Si No

Serie1

¿Crees que sin Facebook perderías de vista a muchas personas que valen la pena/son importantes?

Conclusiones

Llegando al posible final de esta investigación, me doy cuenta de que este reco- rrido, más que una gran adquisición de datos, resultó en una exploración de mis propias opiniones y conocimientos. Claro que la lecturas de Honoré y Gitlin fue- ron un gran apoyo para contextualizar mi inquietud, además de dejarme muy cla- ro que los efectos de la velocidad humana se sufren en todas partes. Sobre todo al leer Elogio a la Lentitud (Honoré,2005), me dí la oportunidad de repasar mi vida cotidiana y cambiar algunos aspectos que, como pude entender al leer, necesitan más tiempo del que normalmente les otorgo.

Haciendo este trabajo, me he convencido de que el destino de la comu- nicación, base de la comunidad, la empatía y el individuo mismo, no va hacia buen camino en esta vía de excesivo control y banalización de las ideas que es Facebook. Mi punto aquí se divide en dos direcciones: primera, el que el comu- nicar tanto, pero tan vacío, distrae irremediablemente del presente. Segunda. Los jóvenes vamos perdiendo la costumbre de esperar; adelantamos los procesos y nos olvidamos de la importancia en comunicarse cara a cara. Además, la gente consume gente para su propio aparente bienestar, como un placebo de “soy po- pular, soy popular”, cuando en realidad estas relaciones no significan nada para lo que podamos llegar a experimentar después. Este consumo irracional podría ser resultado de que no conocemos el mundo porque nos lo han digerido y sólo nos quedamos con la versión que nos es familiar, sin arriesgar nada. El deterioro espiritual que yo imagino Facebook ocasiona es, muy grave porque tiende a una actitud ante la vida de superficialidad, excesiva rapidez y abandono de la interac- ción más rudimentaria.

Por otro lado, creo que me he quedado con las ganas de hacer más trabajo de campo, pues creo que los resultados de éste habrían enriquecido mi texto.

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No me di el tiempo para preparar entrevistas ni quise hacer encuestas fuera de Signos; ahí queda muy claro, la pena y la desidia juntas matan a un trabajo de campo completo y diverso. Aún así, estoy satisfecha con lo que he escrito y pen- sado a lo largo de esta investigación; trabajo que me ha dado respuestas afines a lo que creo y pienso. Es difícil romper con las comodidades que la velocidad trae consigo y aunque así sea, nunca me reemplazará una pantalla por completo. Aquí estoy, respirando.

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